Rumbo al mar. Crítica Una road movie directo al corazón Federico Bal junto a su padre también en la ficción lucen en las actuaciones en una historia que de algún modo fue el preludio de despedida del actor, ya que fue su película póstuma. El personaje de Santiago Bal, Julio, recibe la noticia junto a su hija, Laura, a cargo de Anita Martinez, que le queda un mes de vida pero decide patear el tablero e iniciar un último viaje junto a su hijo, Marcos, Fede Bal, que estaba más distanciado, en moto, desde Tucumán a Mar del Plata. Y pese a la negativa de Laura decide emprender el raid. Diversas provincias van recorriendo y también, Julio se despide de su primer amor en la provincia de Santa Fé y va cerrando en el periplo cuestiones pendientes y momentos no compartidos antes junto a Marcos. Emotivas actuaciones de ambos Bal y también una destacada participación pero muy logrado de Zulma Faiad componiendo una antigua novia y una correcta Anita Martinez que se aleja del rol de la comedia encarnando la hija amarga de Bal papá. La dirección estuvo a cargo de Nacho Garassino. Porque ir a verla: Verán una emotiva actuación de Fede Bal y un Santiago Bal lejos del rol de capocómico, para componer a un padre encantador en la última etapa de su vida. Preparen los pañuelos .Para disfrutar de principio a fin con logradas actuaciones.
"¿No es un poco dramático todo? Vos tampoco venías con muchas expectativas, viejo”, le dice el personaje de Fede Bal a Santiago Bal, pero pareciera hablarle también al espectador, como si fuera uno de los tantos juegos de espejos con la realidad que propone Rumbo al mar. Santiago Bal, en su último trabajo cinematográfico antes de morir, interpreta al agonizante Julio Pereyra, que le propone a su distante hijo Marcos, interpretado por Fede, un viaje desde Tucumán a Mar del Plata para conocer el mar y cumplir su última voluntad. No es ésta la primera, ni tampoco la más original, de las películas con esa premisa, pero pocas consiguen involucrar tanto al público en lo que pareciera ser un proyecto personal de un hijo actor para despedir a su papá actor, deseo que Fede Bal ya había concretado también sobre el escenario en la revista Nuevamente juntos. Esa impronta candorosa propia del teatro de revista en los monólogos y la actuación invade por momentos la pantalla en Rumbo al mar, sobre todo en el timing de los gags, centrados casi siempre en alguna pantomima, y en buena parte de las reflexiones sobre lo vivido que comparten los protagonistas. Nobleza obliga, pocas veces el cine nacional logró plasmar en pantalla tamaña emoción compartida entre un papá y un hijo. En uno de los guiños cómplices con el espectador más efectivos, Julio, pero más Santiago que nunca, le explica a un Marcos que es 100% Fede por qué la mamá de él fue la gran compañera de vida de este mujeriego empedernido. Más allá de que la dirección esté a cargo de Nacho Garassino y que Juan Faerman haya escrito el guión, Rumbo al mar parece más que nada un gusto personal que se dio Federico Bal y otro experimento más en el que mezcla lo público con lo privado, confluencia que marcó su vida, sin dejar nunca afuera de esta experiencia íntima al gran público, por más que en pos de ese esfuerzo sea necesario hacer explícito que en esta road movie el viaje es una metáfora de la vida.
Después de enterarse por un diagnóstico clínico de que apenas le queda un mes de vida, Julio decide emprender con su hijo un viaje en moto desde Tucumán hacia Mar del Plata. El objetivo, más que escuchar de cerca el ruido de las olas, es vivir una última experiencia que los una, llevar adelante juntos un recorrido cargado de recuerdos y sazonado con un humor ligero, necesario para quitarle peso y solemnidad a ese momento crucial. Aun cuando tropieza con algunos lugares comunes, la película contagia todo el tiempo la calidez del vínculo entre Federico y Santiago Bal, fallecido antes de su estreno. Los protagonistas interpretan personajes delineados previamente en un guion, claro. Pero hay mucho de la verdadera relación familiar que tiñe a la ficción de un tono melancólico y crepuscular.
Texto publicado en edición impresa.
Con una propuesta más cercana a la televisión, por encuadres, tamaño de planos, inserts y puesta en escena, que al cine, Rumbo al mar (2019), de Nacho Garassino(Contrasangre) protagonizada por Santiago y Federico Bal, desarrolla desde la road movie el reencuentro entre un padre y su hijo a partir de la decisión del primero de ir a conocer el mar en la moto del segundo. Juan Faerman propone el guion de un relato que lamentablemente desaprovecha la oportunidad de convertirse en el vehículo ideal para que en la figura del personaje de Santiago Bal, un hombre que se entera del poco tiempo de vida que tiene por una enfermedad terminal, se condense la empatía para que esa travesía, que asumen padre e hijo posibilite, además, la visualización concreta de la transformación de los personajes y su mensaje de alivio y conciliación. En muchas oportunidades propuestas foráneas han trabajado el “despedirse” con viajes o acciones de adultos mayores, como pueden ser la reciente Mejor que nunca (Poms, 2019) con Diane Keaton, o Antes de partir (The Bucket list, 2007) con Jack Nicholson, donde se los han cuidado y rodeado de situaciones e intérpretes a la altura de la circunstancia. Aquí está Santiago Bal, muy expuesto y comprometido, con dificultades para, “leer” un fragmento de Eduardo Galeano, o, por ejemplo, subir y bajar de la moto en la que viajan. ¿Acaso no se podría haber implementado la continuidad del relato con alguna elipsis visual que no sea tan fuerte, compleja, molesta y reiterativa? A ese poco cuidado se suceden en Rumbo al mar, sin explicación alguna, personajes, que aparecen y desaparecen, cada uno de los secundarios que se relacionarán con la pareja protagónica, sin jerarquía y mucho menos con un acertado desarrollo acerca del porqué interactúan con estos. Por ejemplo, Zulma Faiad (recuperada para la pantalla) interpreta a un viejo amor del padre, al que van a buscar, pero que los recibe fuera de la casa. No sabemos nada de ella, ni del pasado ni del presente, hasta que, por sorpresa, esa figura se la relacione con el personaje de Laura Laprida, una enfermera que los asistirá ante una recaída del hombre. A los pocos minutos de iniciada Rumbo al mar pierde su norte, y al no poseer una dramaturgia específica, que permita marcar el tempo narrativo de manera correcta, prefiere, en la sucesión, de gags y latiguillos y la pregnancia de cierta ideología machista misógina, la sucesion de figuras que recorren los caminos como fantasmas, para desandar su propuesta. Federico y Santiago Bal llevan adelante el relato, como pueden, entre ese espíritu que bucea en la complicidad de un sentimiento noble sobre los vínculos filiales, el amor por los adultos mayores, pero que chocan con las chabacanas y desafortunadas líneas del guion. La película se contradice, retrocede y disputa al espectador en ese maquiavélico juego. ¿Me río o tengo que compadecerme? ¿Me compadezco o pienso que barbaridad lo que acaban de decir? Con pocos diálogos, algunos solemnes, insultos, gritos y silencios, y, en muchas veces, poco felices comentarios que ya están fuera del actual paradigma de deconstrucción patriarcal que se vive, Rumbo al mar zozobra, aún sin haber llegado a la costa, disfrazándose de experiencia cinematográfica con la excusa de aquello que puede ser una despedida tal vez para uno, sea una odisea de aprendizaje para el otro.
Es prácticamente imposible enumerar todos los trabajos que Santiago Bal ha realizado en diversos terrenos del espectáculo. Ha brillado en el teatro de revistas (donde trabajó nada menos que en la época de oro con Adolfo Stray, Dringue Farías, Don Pelele, José Marrone, Norman Erlich y también posteriormente con Alberto Olmedo y Jorge Porcel) y ha sido protagonista de grandes éxitos televisivos en la década del ’70 como “Los Campanelli” o “Gorosito y Señora” y durante los ’80 en “Mesa de Noticias” y “Los hijos de López”. La propuesta de “RUMBO AL MAR” se nutre de un aire de despedida que se desprende en la ficción pero que, como espectadores, sabemos que en el momento en que ha sido filmada, esta historia tenía mucho de verosímil. Se refuerza, además, con la idea de estar acompañado por su hijo Federico Bal, generándose, de esta forma, que el vínculo de padre-hijo propuesto por el guion, se espeje en el vínculo que sostenían en la vida real, su complicidad, todos los guiños y el disfrute que parecen sentir trabajando juntos, que potencia un relato bastante débil y elaborado de un forma demasiado simple y sin gran cuidado por los detalles. Todo suena demasiado autoreferencial: el propio Santiago encarna a un enfermo terminal al que cuando le dan solamente un mes de vida decide cumplir un último deseo: ver el mar. Para esta aventura, elige y convoca a su hijo varón, un poco el “tiro al aire” de la familia, la “oveja descarriada”, en una decisión que enojará a su hija mayor (Anita Martínez) que aparece en el primer tramo de la película y que por desprolijidades propias del guion, desaparece por completo. Nada impedirá que finalmente papá Bal se suba a la moto con Federico y emprendan desde Tucumán el camino a la ciudad de Mar del Plata, en una mezcla de road movie con una típica película de “asuntos pendientes a resolver antes de morir”. Para que el relato sea más ameno, este mujeriego empedernido e incurable –bastante poco consciente de sus limitaciones- querrá pasar por Rosario para saldar la cuenta con un viejo amor de su adolescencia / juventud que nunca más vio. Justamente frente a este tipo de situaciones, el guion decide resolver de una forma poco creíble y sumamente simplista –muchas veces rayanas en lo inadmisible-, con una estructura demasiado apegada al sketch televisivo y no propia de una propuesta cinematográfica. Asimismo, hay momentos en que al protagonista se lo percibe como poco cuidado, en donde en su delicada situación de salud se lo “obliga” a hacer cosas en las que se lo nota muy exigido frente a su precaría condición de salud. Es una pena que el único dispositivo que funciona en el relato (además de la idea de llegar al mar) que es ese viejo amor encarnado por Zulma Faiad –quien logra realmente construir un pequeño personaje que escapa del tono general del filme- , tenga solamente un par de escenas con diálogos esquemáticos, poco creíbles y un desarrollo sumamente precario. Tanto la forma en que llegan a contactarla, como un planteo posterior para que vuelvan a encontrarse, no resiste el menor análisis y por lo tanto, la narración queda fragmentada, episódica, sin ninguna posibilidad de construir otro pequeño conflicto que no sea esa llegada a ver el mar. Federico y Santiago Bal tienen química en pantalla, logran trabajos correctos, pero el guion los empuja a situaciones y gags que parecen haberse quedado en aquella revista dorada de los setenta en donde Bal brillaba, con un tono machista y picaresco tan fuera de tiempo y con frases que en algunos momentos llegan a bordear el mal gusto. Otras secuencias, como un problema de tránsito en donde se cruzan con la policía, se encaran de una forma tan infantil, que el espectador queda atrapado entre el desconcierto y la pena que siente al ver que, sobre todo Santiago Bal, está haciendo un esfuerzo sobrehumano para inspirar hondo y poder “pasar letra” y lograr que, por lo menos, se le entiendan sus parlamentos. Nacho Garassino (que había tenido mejor suerte en sus trabajos anteriores como “El túnel de los huesos” o “Contrasangre”) aporta corrección en su trabajo de dirección para un guion que tiene serios problemas que ya han sido apuntados. Quizás nada de eso importe y “RUMBO AL MAR” haya sido la última travesura padre-hijo que han disfrutado al compartirla y eso es lo positivo que se transmite en pantalla y justamente al saber que lo que está sucediendo excede la mera ficción, es que un relato tan imperfecto, termina emocionando y provocando esa melancolía propia de una gran estrella del espectáculo como ha sido Santiago Bal que se despide ante nuestros propios ojos. POR QUE NO: «El guion decide resolver de una forma poco creíble y sumamente simplista situaciones, con una estructura demasiado apegada al sketch televisivo y no propia de una propuesta cinematográfica»
por Celeste Herrera El viaje como excusa La ficción parece anticiparse a la realidad, y ésta película de carretera nos trae lo que fue la última actuación de Santiago Bal, con muchos guiños a la vida que tuvo, quien supo destacarse como autor, director y humorista, tanto en el teatro de revista como en el cine y la televisión. Es con su participación póstuma donde el capocómico parece querer saldar viejas cuentas para al fin poder partir. Nacho Garassino dirige Rumbo al mar (2019) con guión de Juan Ferman. Cuando a Julio (Santiago Bal) le comunican que le queda poco tiempo de vida, decide emprender una última y épica aventura. Con la ayuda de su hijo Marcos (Federico Bal) con quien tiene una relación distante, intentará llegar en moto a conocer el mar, mientras en el camino irá cerrando algunas asignaturas pendientes. El elenco se completa con Anita Martínez y Zulma Faiad. Puede ser que por el nivel de popularidad que tanto Bal como su hijo cosecharon, transformando sus vidas privadas en públicas, es que se reconozcan ciertos momentos del film como guiños pero nunca terminan de desarrollar lo que el relato intenta contar. La película tiene un tono, desde lo visual y lo narrativo, más cercano al televisivo que al cine, si bien están presentes las características de una road movie, -cierta estructura episódica- , el recorrido resulta ser la respuesta que el protagonista esperaba, sin un lugar específico a donde llegar. Convirtiéndose en una alegoría de la vida, buscando así, la empatía del espectador. Cada secuencia se encamina a un momento aleccionador, redentor o a una situación disparatada, pero el remate final nunca llega. Y pasado la mitad del metraje se transforma en un cúmulo de situaciones que no logran una profunda modificación en la relación entre este padre y su hijo, que continúa lejana. Acertadas resultan las interpretaciones de Anita Martínez, como la Hija de Julio y la de su primer amor, Zulma Faiad. "Si por momentos intenta emocionar, sacarnos una risa, y cierta compasión por los protagonistas, lo consigue dada la similitud por entre la ficción y la realidad de la relación entre los protagonistas, sin embargo y en mayor medida, se debe a la interpretación de Santiago Bal." Calificación 5/10 Título original: Rumbo al mar Año: 2019 Duración: 90 min. País: Argentina Dirección: Nacho Garassino Guion: Juan Ferman Música: Pablo Isola Fotografía: Iván Grodz Reparto: Santiago Bal, Federico Bal, Anita Martínez, Zulma Faiad, Laura Laprida, Daniel Valenzuela, Virginia Lagarrigue Productora: FyK AdArt / Jump Producciones Género: Drama | Road Movie
Julio Pereyra (Santiago Bal) está enfermo de cáncer de pulmón y por su avanzada edad, el médico recomienda que no se someta al tratamiento que puede ser agotador para él y su entorno afectivo. La familia de Julio se completa con Laura (Anita Martinez), la hija abogada de Julio que cumplió con los deseos del padre y Marcos (Federico Bal), el hijo tarambana y bueno para nada. Mientras que la hija trata de convencer a Julio de intentar una segunda opinión médica, el padre ya decidió cómo quiere pasar su último mes de vida. El pedido es sencillo, quiere conocer el mar y quiere hacerlo viajando en moto con su hijo desde Tucumán hasta Mar del plata, después de algunas discusiones y algunos problemas de polleras de Marcos, padre e hijo se lanzan a la ruta y empieza la road movie. Julio se guarda en la manga algunas sorpresas para el hijo, una parada en su colegio primario y la visita en Rosario a una novicia de cuando era un adolescente. El viaje al mar es un encuentro entre padre e hijo, una despedida de los hitos de la vida de Julio y en cierta forma, una última despedida a un actor de cuño popular que por ser argentino vivió un destino latinoamericano. Santiago Bal tuvo a lo largo de su carrera distintos momentos, fue estrella del teatro de revistas, fue actor protagónico de una comedia popular que quedó en la historia como Gorosito y Señora pero también fue uno de los hijos de Los Campanelli, también fue uno de los parroquianos en distintas versiones de Polémica en el bar, cuando Gerardo Sofovich manejaba todo desde atrás de la cámara. Actor chispeante, comediante de buen estilo, galán de la farándula, protagonista de algunas películas que nunca lograron el impacto suficiente -Santiago Bal que de haber existido un live action de Isidoro Cañones era el protagonista cantado-, entró a los noventa con serios problemas de salud y luego quedó un poco eclipsado por Carmen Barbieri, su su mujer en la vida real. Pasaron los años y Santiago recuperó el nombre y la presencia en el mundo del espectáculo, pero ya como parte de un rubro familiar. Ya en el SXXI el nombre de Santiago Bal quedó ligado al escándalo y a las movidas mediáticas. Rumbo al mar es una eficiente despedida del mundo del espectáculo que se apoya en la relación entre Santiago Bal y su hijo Federico. Ahí radica el gran valor del relato que le reserva buenos remates al padre y la química antre ambos que funciona. El último plano de la película es lo que quedará en la memoria de los espectadores del último capocómico que quedaba en la Argentina. Es el final de una leyenda que a lo largo de la película muestra que todavía quedaba en él ese fuego del artista popular que fue. RUMBO AL MAR Rumbo al mar. Argentina, 2019. Dirección: Nacho Garassino. Intérpretes: Santiago Bal, Federico Bal, Anita Martinez, Zulma Faiad, Laura Laprida, Daniel Valenzuela. Fotografía: Ivan Grodz. Música: Pablo Isola. Duración: 90 minutos.
Este film tiene por un lado el contenido emotivo de ser la despedida del cine de un actor como Santiago Bal que, ya enfermo, puso toda su energía para cumplir el sueño de trabajar en un film con su hijo Federico. A este contenido nostálgico y emotivo, se suma una trama donde un padre muy con poco tiempo de vida decide que quiere cumplir con su último deseo: Viajar con su hijo mas rebelde, con quien se comunica menos, en su moto, hasta llegar a conocer el mar, para darse el gusto de saldar algunas cuentas y viajar abrazado con alguien con el que le resultó muy difícil comunicarse en el pasado. Planteado así el film arranca con ese costado de homenaje al actor desaparecido y con una intensión emotiva muy fuerte. Pero tanto en la dirección de Nacho Garassino como en el libro de Juan Faerman no estuvieron a la altura que merecían ambos actores. Demasiados momentos de viaje, poca carnadura para los demás personajes de Anita Martínez, Laura Laprida y Zulma Faiad, que daban para mucho más. Pero la química entre Santiago y Fede y el carácter de homenaje del film puede ser lo suficientemente atractivo para la audiencia.
"Rumbo al mar": en el nombre del padre La película dirigida por Nacho Garassino parece concebida como plataforma de despegue para la carrera actoral de Bal hijo, a quien sin embargo le sienta mejor la pista de baile de "Showmatch" que los sets de filmación. Hasta su muerte en diciembre del año pasado, Santiago Bal había participado como director, autor o actor en casi medio centenar de obras de teatro, más de 40 películas y otros tantos programas de televisión. En la segunda década de los 2000 encontró un nuevo aire gracias a los escandaletes mediáticos con su ex mujer, Carmen Barbieri, y la irrupción en el ámbito de los rumores y chimentos del hijo de ambos, Federico. Este contexto es importante para entender por qué hoy por hoy es posible que se filme algo como Rumbo al mar. Con Bal padre e hijo haciendo justamente de padre e hijo, se trata de una película deudora en partes iguales de la televisión actual y de aquel cine argentino de la última parte del siglo pasado. Un cine en el que todo tenía que subrayarse y se intentaba llegar a la emoción mediante un tono declamatorio generalizado y el abuso de primeros planos de los rostros de los actores. El único elemento que ubica a esta película en 2020 es la presencia de los drones, en tanto debe haber no menos de 20 planos aéreos de distintas rutas del país filmados durante el atardecer, cuestión de que se vea todo muy lindo. Concebida como plataforma de despegue para la carrera actoral de Federico, a quien sin embargo le sienta mejor la pista de baile de Showmatchque los sets de filmación, Rumbo al mar no es una publicidad de vialidad nacional (aunque lo parezca) sino una road movie cuya acción es disparada por el diagnóstico de un cáncer fulminante en los pulmones de Julio (Bal Sr.). El médico –que se llevó Tacto I a marzo– no da muchas vueltas para decirle que ya fue todo, que no se puede hacer nada, que vaya preparándose porque en alrededor de un mes se lo lleva la parca. Entonces Julio decide que su última voluntad es conocer el mar. Aunque en realidad no queda muy claro si lo conoce o no, porque ni bien lo anuncia Marcos (Bal Jr., que actúa con las manos en los bolsillos) rememora una anécdota familiar de la infancia en las arenas argentinas. Sea como sea, papá e hijo partirán en la moto del segundo desde Tucumán (allí viven los personajes) hasta Mar del Plata, todo ante el desconcierto de la hija mayor (Anita Martínez), que como no podía ser de otra forma en una película donde la sutileza brilla por su ausencia, es un opuesto perfecto del descarriado Marcos. Y allí irán, a bordo de un vehículo al que a Julio le cuesta horrores subir y bajar. No se sabe si el regodeo en esa dificultad para moverse es una cuestión de morbo o una forma de mostrar al hijo como un hombre dispuesto a ayudarlo, iniciando así la recomposición de un vínculo que nunca fue del todo fluido. Lo que sí funciona como cuerda para enlazarlos son las distintas situaciones que atravesarán en la ruta y que parecen sacadas del cajón de recursos básicos de una comedia de enredos, como por ejemplo una pelea con un policía que los lleva durante unas horas al calabozo o un episodio “gracioso” con el playero de una estación de servicio. Habrá lugar también para saldar viejas deudas románticas gracias al reencuentro de Julio con una ex novia (Zulma Faiad) y a varias “charlas profundas” de los hombres sobre el amor y la vida. Charlas más fáciles de escribir que de decir.
Rumbo al mar es una road movie argentina protagonizada por Santiago Bal y Federico Bal, padre e hijo en la vida real, al igual que en la película. El padre anciano recibe la noticia que le queda solo un mes de vida y decide emprender un viaje en moto con su hijo, desde Tucumán a Mar del Plata, para conocer el mar. Julio (Santiago Bal) es viudo y aunque su hija Laura (Anita Martínez) que lo ha cuidado siempre desea que busque otro médico, Julio elige a Marcos (Federico Bal) para que lo lleve en moto a través de gran parte del territorio argentino. En el camino, padre e hijo podrán recuperar el tiempo perdido de una relación que ha sido más bien distante. La historia es completamente clásica y los aportes que se hacen para que se vea como algo nuevo son nulos. Nada se ve nuevo en esta película. Los diálogos, las situaciones, las vueltas de tuerca, los chistes, todo se ve repetido y viejo, usado mil veces, gastado hace rato. La puesta en escena no ayuda demasiado y el exceso de drones para filmar todo desde las alturas deja de tener interés luego de un par de escenas iniciales. Todo el interés del film es para el público que sabe quiénes son los protagonistas. Por un lado Santiago Bal, actor veterano de extensa carrera en cine, televisión y teatro. Actor, autor y director, cómico muy famoso durante varias décadas. Con varios hallazgos y rarezas dentro de una obra prolífica. Federico Bal es un carismático personaje mediático de televisión con trabajos en teatro y que ha comenzado ahora una carrera en cine. Conocer a ambos explica gran parte de la película y en eso radica su único interés. Santiago Bal, como su personaje, estaba muy enfermo ya y de hecho murió en diciembre del 2019, a menos de dos meses del estreno de la película. Al final, una dedicatoria a él y unas fotos reales junto a Federico le dan una emoción extra cinematográfica a Rumbo al mar. El director no aprovecha la conexión entre ambos protagonistas, al filmar casi todos los diálogos en plano y contraplano. Santiago Bal está en casi todas las escenas del film y es él el único que produce emociones reales y momentos de humor. Si uno los conoce, los diálogos cobran otro significado. Santiago Bal se ve viejo y enfermo, más allá de su actuación. En cuanto a su hijo, Federico, el carisma podrá alcanzar para la televisión, pero no para el cine. Sus escenas sin Santiago son terribles. La película queda muy lejos de alcanzar un nivel aceptable. Las arbitrariedades de la historia, los cortes abruptos, los saltos y cambios de rumbo están a la orden del día y, a diferencia de lo que ocurre con muchos films mediocres del cine industrial de otros países, se notan todos los huecos, los descuidos, la falta de rigor. Aunque la película no es aburridísima, tampoco se puede decir que la narración fluye naturalmente. Varias frases un poco incómodas para escuchar, una insistencia en la cita cinéfila poco creíble para el protagonista y un leve pero permanente tufillo misógino son puntos flojos de un film de despedida para un gran actor. La emoción tiene instantes en la mirada y los gestos de Santiago Bal, el resto no está a la altura y la película para quien no conoce la historia de sus protagonistas carece de cualquier interés.
El último viaje. Rumbo al mar es una película en la que Santiago y Federico Bal, padre e hijo en la vida real, interpretan dos personajes con la misma relación parental que realizan un viaje en moto desde Tucumán hasta Mar del Plata. Esta dirigida por Nacho Garassino, y completan el elenco Anita Martinez, Zulma Fayad y Laura Laprida, entre otros. Basado en un guión de Juan Faerman, Rumbo al mar es una road movie en la que Julio (Santiago Bal), es un anciano al que le diagnostican poco tiempo de vida debido a una enfermedad terminal, y decide ir a Mar del Plata en moto con su hijo Marcos (Federico Bal). Pero a lo largo del viaje vamos descubriendo que esta aventura es en realidad una excusa para recomponer el vínculo entre ellos y solucionar algunos asuntos pendientes. Un aspecto importante que vale la pena destacar de esta película es que los lazos que vinculan a su dúo protagónico son reales, y eso le aporta la química necesaria para que esta relación funcione en pantalla. Y esta mezcla entre ficción y realidad sumada a un relato intimista, genera una empatía inmediata con el espectador que experimenta emociones genuinas, con una puesta en escena neorrealista, similar a la que le dio resultados satisfactorios a Carlos Sorin con Historias mínimas. Pero también hay dos aspectos que le juegan en contra y el primero de ellos es la falta de desarrollo de los personajes que tienen un pequeño papel. Porque su falta de oficio actoral no es aprovechada como corresponde, sino que ralentizan la acción dramática, como se puede apreciar en el monólogo del mozo de una cadena de pizzerías. Y el segundo aspecto es la música, en la que si bien es acertado su minimalismo, su cambio de estilo en algunos giros dramáticos genera una redundancia que le termina restando a los mismos el impacto necesario. En conclusión, Rumbo al mar es una película que homenajea a Santiago Bal, un actor con una larga trayectoria teatral y televisiva en nuestro país. Y si bien su idea es buena y la puesta en escena es la adecuada, desaprovecha mucho de su potencial, y se convierte en un relato intimista del montón de esos que abundan en los festivales de cine independiente.
Rumbo al mar, de Nacho Garassino, es el último trabajo artístico de Santiago Bal. Una road movie, clásica y prolija, acerca de cómo recobrar el tiempo perdido. La coprotagoniza, Federico Bal. Un canto del cisne. El nuevo trabajo del realizador Nacho Garassino (El túnel de los huesos, Contrasangre), casi sin proponérselo, marca el final de una carrera. Dentro y fuera de la pantalla. Hay demasiadas coincidencias que unen a sus personajes con la realidad y es muy difícil, por momentos, encontrar esa fina línea ficcional. Pero Rumbo al mar, no es para nada un documental. Garassino narra, a partir de un guión de Juan Faerman, el viaje de Julio, un jubilado que se entera de que le queda un último mes de vida. El sueño del protagonista (a quién Santiago Bal le impone una mezcla de carisma old age y humildad) es conocer el mar. Pero no quiere tomar un avión, un micro, o encontrar la vía más rápida. Desea cruzar el país en moto, junto a su hijo, Julián, con el que siempre tuvo una relación distante. La premisa no pretende ser original. Padre e hijo se empiezan a conocer durante ese viaje, afirmando diferencias y similitudes. Como en toda road movie pasan diversos contratiempos. Algunos más efectivos y divertidos que otros, pero Garassino nunca traiciona al espectador y los personajes tampoco. A partir de un golpe bajo que sucede en la primera escena, el guionista y el director llevan la narración cuesta arriba, con algunos baches, pero sin descarrilar. El tono de la película, así como el fluido montaje, la correcta puesta en escena y las interpretaciones, apuestan por el clasicismo puro. Aunque amaga con volverse sentimental, nunca llega hacia ese extremo. Por el contrario, evita todos los clisés del último acto de estas historias para apostar por el humor más puro, generando empatía y un disfrute inevitable. Uno desea que los antihéroes triunfen. Como una suerte de lectura contemporánea de El Quijote, pero sin los delirios del protagonista o el sarcasmo de Cervantes. Hay lecciones, chistes antiguos y emociones genuinas, pero nunca una pretensión didáctica, más allá de aprovechar la vida hasta el último instante. Y esa moraleja, aunque es subrayada por la voz en off de Bal, por otro lado, transforma a Rumbo al mar en una obra inusualmente optimista. Entre tantos productos llenos de ironía, crítica social y visiones oscuras del porvenir, que exista una película que, sin evitar la emoción del desenlace definitivo, exhiba el goce de vivir, termina siendo mucho más original, como concepto, que la mayoría de las propuestas que superpueblan la cartelera. El director construye una puesta en escena prolija y aprovecha el uso de drones para proyectar planos cenitales realmente hermosos de nuestro país, dignos de disfrute en pantalla gigante. Desde las rutas nacionales hasta el mar. Federico Bal sorprende con una interpretación sincera, contenida por momentos, pero al mismo tiempo bastante fresca. Su personaje, al igual que su química con su padre (en la ficción y la vida), van creciendo con el desarrollo del film. Entre la escena absurda de presentación (un poco inverosímil) y el emotivo desenlace, su actuación y la personalidad del personaje encuentran capas y matices, hasta lograr tapar un poco la exuberancia y brillo de su padre, para generar un necesario equilibrio, un pase de la antorcha.
POR LA RUTA DE LAS BUENAS INTENCIONES La relación entre nuestra farándula televisiva y el cine argentino ha sido particularmente traumática, con esa máxima que representaron las comedias de la Brigada explosiva en los 80’s, que generaron no sólo una serie de éxitos comerciales impensados, sino también una generación de espectadores acríticos e indulgentes con un tipo de comedia falsamente popular y pobre conceptualmente. Hay en este tipo de producciones un cualquierismo, un desprecio por las formas cinematográficas y un regodeo en lo berreta, que sería algo menor si no fuera por la herencia cultural que han dejado y con la que han perdurado en el tiempo. Son esas formas las que se filtran, incluso, en producciones más profesionales como las comedias de Adrián Suar, por ejemplo. Es por eso que la figura de Federico Bal surge como algo extraño en el panorama. Es sí un hijo dilecto de esa pobre troupe farandulesca de los escándalos televisivos, pero también un tipo con una sensibilidad que ambiciona algo particular en ese mundo de vuelo bajo: ser una estrella de cine. Si bien el peso de Rumbo al mar, la película dirigida por Nacho Garassino, parece estar puesto en la presencia de Santiago Bal, padre de Federico y fallecido recientemente, es cierto que la película no podría haber llegado a destino sin la presencia de Bal Jr. y su ambición cinéfila. Si bien tiene participación en rubros técnicos de películas independientes como El fantástico mundo de cropogo o Somos nosotros, el actor se probó recientemente en el protagónico del thriller Crímenes imposibles y ahora reincide con esta road movie que se construye sobre cuestiones muy personales y donde se filtra lo biográfico. Santiago y Federico, padre e hijo, hacen de padre e hijo en la ficción. Es más, el padre está tan enfermo como lo estaba el propio Santiago en la vida real. El anuncio de una enfermedad terminal, lo lleva a Julio (Bal Sr.) a pedir que se cumpla su último deseo: viajar desde Tucumán a Mar del Plata para conocer el mar. Pero aún más, viajar en moto con su hijo, un poco díscolo e irresponsable. Esa es la premisa de Rumbo al mar y sobre la que avanza con la seguridad que aporta un subgénero con sus códigos claros y precisos: la película de rutas. Ahora bien, que haya una sana intención de construir un relato cinematográfico con cierta solidez narrativa no quita que Rumbo al mar sea una producción bastante deficiente en muchos aspectos. En primera instancia hay una trampa que le hace pagar los orígenes prosaicos de sus protagonistas: si Santiago Bal fue una figura del espectáculo nacional en algún momento del pasado, hoy sólo podemos relacionarlo con ese mundo de escandaletes señalados más arriba. Por tanto, las emociones que se buscan no pertenecen al cine y se observan un poco ajenas, como esas citas cinéfilas que la película imposta un poco para buscar filiación. Rumbo al mar intenta la comedia con los pobres resultados de una picaresca antigua y el drama con algunas reflexiones cercanas al aforismo. Sólo en aquellos pasajes donde los personajes se llaman a silencio y la cámara captura la química de dos tipos que se conocen y se sienten cercanos es donde alcanza la intimidad deseada, como en alguna sobremesa compartida o en esos invernales planos marplatenses del final. Pero tal vez el verdadero valor de Rumbo al mar sea el de permitir que la cuestionemos por sus decisiones cinematográficas y no tanto por sus excesos mediáticos y bufonescos.
Inicio Cinefilos Los estrenos de cine de la semana CINEFILOSLos estrenos de cine de la semana Por Susana Salerno - 2 febrero, 2020 90 0 Facebook Twitter «MUJERCITAS» (2019). Director: Greta Gerwig, Actores: Saoirse Ronan, Emma Watson, Florence Pugh, Eliza Scanlen, Laura Dern, Meryl Streep, Timothée Chalamet, James Norton, Louis Garrel, Bob Odenkirk. Género: Drama Romántico. Origen: Estados Unidos. Duración: 135 minutos. Versiones: Subtitulada / Doblada. Apta para todo público con reservas. Amy, Jo, Beth y Meg son cuatro hermanas adolescentes que se embarcan en unas vacaciones con su madre, pero sin su padre, un evangelista itinerante. A medida que atraviesan el estado de Massachusetts, sumido en plena Guerra Civil, descubren el amor y la importancia de los lazos familiares. Mi Opinión: La propuesta cinematográfica muestra las vivencias de cuatro hermanas desde la adultez, cada una con su carácter bien marcado, sus gustos y sus deseos profesionales. Dos personajes se lucen bastante casualmente y son las nominadas a los premios Oscar Soairse Ronan es Jo March, en la categoría mejor actriz y Florence Pugh interpreta a Amy March, en el rubro mejor actriz de reparto. Su desarrollo no se da de manera cronológica, muchas situaciones y momentos se muestran a través del flashbacks. Ellas viven en una zona rural en Los Estados Unidos en 1860, el padre de familia (Bob Odenkirk) se ha marchado al frente donde se desarrolla la guerra civil y quien quedó a cargo de todo es una dulce esposa, dedicada a la casa y al bienestar de quienes la necesitan (Laura Dern; “Historia de un matrimonio”), intentando brindarle enseñanzas a sus hijas. A lo largo del film aparecen varios personajes secundarios y cuenta con la sensacional actuación de Meryl Streep (“El regreso de Mary Poppins”) que personifica a la tía de las chicas. Una vez más excelente, como la madre de las jóvenes Laura Dern, que traspasa la pantalla; ambas tienen escenas breves pero deslumbrantes. También aparecen una serie personajes masculinos, entre ellos el actor franco-estadounidense Timothée Chalamet, un seductor encantador y lleno de matices. Contiene diálogos inteligentes, hay alegrías, amor, compañerismo, egoísmo, camaradería, humor y cierto toque Shakesperiano. Una muy buena dirección artística que incluye un vestuario deslumbrante y la destacada banda sonora que se encuentra a cargo de Alexandre Desplat (“La forma del agua”, “Isla de perros”) y es una garantía tenerlo, además todos los elementos técnicos están logrados. Esta es una de esas historias que atraen mucho más a la platea femenina, romántica, emotiva y en definitiva termina dejando como mensaje lo importante que es tener valores. Este es el segundo largometraje dirigido y escrito por Greta Gerwig (“Lady Bird”), como protagonistas cuenta con: Saoirse Ronan (“Las dos reinas”, “Lady Bird”), Emma Watson (“La bella y la bestia”), Florence Pugh (“Midsommar”, “Lady Macbeth”), Eliza Scanlen (“Grace”) y Timothée Chalamet (“Llámame por tu nombre”). Esta es la octava adaptación del libro de Louisa May Alcott. Un dato para destacar es que la película recibió 6 nominaciones a los Oscar 2020 incluyendo: Mejor película, actriz (Saoirse Ronan), actriz de reparto (Florence Pugh), guión adaptado, diseño de vestuario y banda sonora. Muy Buena. «1917» (2019). Dirección: Sam Mendes, Actores: George MacKay, Dean Charles Chapman, Mark Strong, Andrew Scott, Richard Madden, Claire Duburcq, Colin Firth, Benedict Cumberbatch, Género: Drama. Origen: Reino Unido / Estados Unidos. Duración: 119 minutos. Versiones: Subtitulada / Doblada. Formatos: 2 D / 4 D. Apta para mayores de 16 años. En el apogeo de la Primera Guerra Mundial, dos jóvenes soldados británicos, Schofield (George MacKay, “Capitán fantástico”, “Secretos ocultos”) y Blake (Dean-Charles Chapman, “El pasajero”, “Antes de despertar”) son encargados con una misión aparentemente imposible. En una carrera contra el tiempo, deberán cruzar territorio enemigo para entregar un mensaje que evitará un ataque mortífero sobre cientos de soldados, incluyendo al hermano de Blake entre ellos. Mi Opinión: La trama muestra a dos soldados en una misión contrarreloj que consiste en entregar una carta a otro batallón y que es muy importante que llegue a destino para evitar más muertes. Para cumplir con esa misión deberán cruzar líneas enemigas, donde todo es soledad, muerte, cadáveres, cuerpos destrozados, alambres de púas, trincheras embarradas, trampas, lugares destruidos y paisajes llenos de horror. Esta es una de las mejores películas épicas, y en este caso sobre la Primera Guerra Mundial. Se ha filmado mucho sobre la Segunda Guerra Mundial, pero no tanto sobre la primera. Visualmente es brillante, filmada en plano secuencia, el espectador queda atrapado dado que esta forma de filmar le da mayor dinámica. La película posee buen ritmo, es vibrante, se encuentra llena de tensión, intriga y suspenso. Acompaña a la perfección la gran banda sonora de Thomas Newman (“Skyfall”, “Historias cruzadas”), la edición de sonido y el montaje. La fotografía de Roger Deakins (“Frago”, “Skyfall”,” Sin lugar para los débiles”) es fascinante. Además de tener como protagonistas a George MacKay y Dean-Charles Chapman, forman parte del elenco: Colin Firth («El discurso del rey»), Benedict Cumberbatch (“El código enigma”; “Doctor Strange”); Josef Davies («Dumbo»), Mark Strong “Red de mentiras”) y Richard Madden (“Rocketman”), entre otros. Las actuaciones no son sobresalientes pero tiene diálogos precisos y momentos muy emotivos y conmovedores. A pesar de que el guión es flojo, se toma sus tiempos para hablar de la lealtad, el amor y la amistad. Muestra el infierno de la guerra, cuando la vida humana no vale nada. Contiene varias metáforas, un claro mensaje antibelicista para reflexionar y que en todo momento apuesta por la vida frente a la muerte. Este film es una lección de cine. Esta es una gran película sobre la Primera Guerra Mundial que se encuentra un poco inspirada por historias del abuelo de Mendes, quien a los 17 años (1916-1918), fue un soldado que combatió durante la misma y es un homenaje a él y todos esos hombres que lucharon. Tiene alguna similitud a “Senderos de gloria” (1957) de Stanley Kubrick, entre otras. Hace pocos días y muy merecidamente ganó 2 Globos de Oro y se encuentra nominada a diez Premios de la Academia incluyendo Mejor Imagen y Mejor Director, Sam Mendes. Muy Buena. «RUMBO AL MAR» (2019). Dirección: Nacho Garassino, Actores: Santiago Bal, Federico Bal, Anita Martinez, Zulma Faiad, Laura Laprida, Daniel Valenzuela, Virginia Lagarrigue, Género: Drama. Origen: Argentina. Duración: 90 minutos. Apta para mayores de 13 años. Cuando le queda solo un mes de vida, un hombre decide viajar junto a su hijo en moto para conocer el mar. Mi Opinión: Todo comienza en un hospital cuando Laura Pereyra (Anita Martinez, «El cine de Maite», «Apasionados»), la hija mayor de Julio Pereyra (Santiago Bal, “Las colegialas», “Los hijos de López») debe escuchar junto a su padre el peor de los diagnósticos, le queda poco tiempo de vida. Julio, viviendo entre los dolores y remedios le pide a sus hijos un último deseo, quiere conocer el Mar, y les propone un viaje muy especial: quiere viajar con su hijo menor Marcos (Federico Bal, “Crímenes imposibles”) un ser algo irresponsable y mujeriego. La idea es ir en moto desde la Provincia de Tucumán hasta Mar del Plata. Por lo tanto espectadores e intérpretes emprenden esta aventura que los llevará a estrechar vínculos, reencontrarse con el pasado y cumplir un sueño. Este film es un road movie donde todos van conociendo otros paisajes, distintos personajes y el director Nacho Garassino («Contrasangre», «El túnel de los huesos») junto al guionista Juan Faerman colaboran para que Federico Bal dentro de la profesión de ambos pueda despedir y homenajear a su papá el actor Santiago Bal, conjuntamente con el público, familiares y amistades. Dentro del elenco secundario y con correcta actuaciones, encontramos a: Zulma Faiad, Laura Laprida y Daniel Valenzuela. Está llena de gags, de travesuras, de ternura, de nostalgia, de cumplir asignaturas pendientes, cuenta con diálogos entrañables y cómplices, con toques poéticos y románticos. Es una trama agradable que valora los vínculos, contiene metáforas de la vida y constituye una gran despedida y homenaje que intenta llegar al corazón de todos.
El gran homenaje a Santiago Bal Quizás el mejor homenaje que le podía hacer su hijo, Federico, era llevar a su padre a la pantalla grande por última vez, y trabajar a la par, para realizar una película con intenciones emotivas y reflexivas. Sin embargo, el resultado es fallido. En los créditos se lee "A la memoria de Santiago Bal. 1936-2019". Por desgracia, el hecho de que tanto en la vida real como en la historia todo sea "por última vez", genera una confusión, porque el golpe bajo es ineludible, mucho más cuando el estreno llega a poco tiempo de la muerte del actor. La historia es la de Julio Pereyra (Santiago Bal), al que le diagnostican un cáncer avanzado y le indican que le queda un mes de vida. Por ello decide que quiere pasar sus últimos días lejos de hospitales y medicamentos, y resuelve viajar con Marcos (Fede Bal) en moto a conocer el mar. En el camino se encuentran con amores del pasado (Zulma Faiad), y demás personajes que les hacen el viaje más dificultoso, con el único propósito de sumarle enredos y gags de escasa efectividad. Seguramente funcionará como despedida para Fede, su familia y sus fans.
Último trabajo de Santiago Bal (un gran comediante popular para el cine argentino), con tinte autobiográfico, acompañado de su hijo Federico. Uno puede ser condescendiente y decir que es una obra sensible; o puede no serlo y señalarle errores y virtudes. Corresponde lo segundo: el viaje al mar de un hombre al que le queda poco de vida abunda en lugares comunes, pero se filman y se viven como si fueran novedad gracias a los actores. De cal y de arena.