Problemas pequeños Las refacciones de un templo para la comunidad judía son el detonante que conectan al rabino Aarón (debut de Fabián Rosenthal) con la materialidad en todo el sentido de la palabra, pues el referente máximo de este lugar debe salir en búsqueda de donaciones cuantiosas para que no terminen con su sueño de expansión y las deudas financieras hagan de ese templo religioso un emprendimiento de otra dimensión, más relacionada con lo inmobiliario. La deuda en dólares con el financista, en la piel de Carlos Portaluppi, conecta a la película de Walter Tejblum en su primer arribo al territorio de la ficción con un tema de acuciante realidad pero el film avanza hacia otros esquemas y toma como punto de partida un viaje iniciático llevado adelante con paciencia, buenas dosis de humor y apuntes reflexivos, que encuentran en el naturalismo de Rosenthal su mayor eficacia. El choque de culturas y costumbres, así como el retrato no paisajístico del país de Oriente, suman en lugar de estancar la propuesta. Sin embargo, ese choque en realidad para el punto de vista del rabino Aarón no necesariamente implica conflicto sino aprendizaje y de orden espiritual. La materialidad, si bien siempre encuentra un modo de aparecer tanto explícita como implícitamente, es el pretexto ideal para recuperar otro tipo de fé; para reconectarse con la propia esencia y con el viaje en bruto, sin el valor neto. No es necesario avanzar desde esta nota para evitar cualquier indicio y pérdida de sopresa en el espectador. Lo único que puede anticiparse de esta comedia por momentos costumbrista es su grado de humanidad en cada uno de los personajes, inclusive aquellos que se encuentran algo perdidos pese a tener los pies sobre la tierra o la mirada apuntando hacia el cielo.
Aarón (Fabián Rosenthal) es un rabino a cargo de un templo, el cual está transitando por problemas financieros. El protagonista se dirige a Nueva York para buscar nuevos donantes para el lugar, pero, lamentablemente, no los consigue. La situación del templo se complica cada vez más. Cansado de sus intentos, recurrirá a un nuevo plan: viajar a Taiwán y conseguir allí el dinero para saldar las deudas. Este nuevo destino le presentará al personaje diversos desafíos para poder cumplir su objetivo. Walter Tejblum realiza, por primera vez, un largometraje de ficción, luego de haber estrenado en 2014, “Malka, una chica de la Zwi Migdal”, un documental sobre una mujer que es traída desde Europa y es insertada en una red de prostitución. En “Shalom Taiwán”, el director realiza también la labor de guionista, junto a Sergio Dubcovsky y Santiago Korovsky. La película, como especificamos previamente, trata de un tema económico, la crisis y las deudas no permiten proseguir a un templo que ayuda a la comunidad judía, especialmente a los más carenciados. El protagonista debe enfrentarse, principalmente, a las amenazas de un prestamista, interpretado por Carlos Portaluppi, quien se niega a seguir esperando el dinero que le debe el rabino. El film cuenta con grandes actores, como Mercedes Funes, quien encarna a la esposa del protagonista, además de una pequeña aparición de Betiana Blum. Asimismo, los momentos cómicos son interpretados, principalmente, por Santiago Korovsky y Paula Grinszpan. Sin embargo, el total protagonista es Fabián Rosenthal, quien se desenvuelve en las diferentes escenografías que tiene el film. “Shalom Taiwán” transmite su historia con algunas intervenciones de comedia y drama, con momentos emotivos que llevan a la reflexión. Lo más llamativo del film y una de las razones que llevaron a su realización, es el escenario donde transcurre, es decir, Taiwán. En resumen, “Shalom Taiwán” es una película simple y entretenida, donde se destaca el trabajo de producción que logró un rodaje en tres lugares diferentes, las escenas en Taiwán resultan atrayentes para poder demostrar las particularidades de otra cultura, llamativa para los espectadores argentinos que encontrarán grandes diferencias, especialmente, en el modo de vivir y pensar en las verdaderos elementos que son importantes en la vida.
Dirigida por Walter Tejblum, la historia del Rabino Aarón (Fabián Rosenthal), casado con el personaje de Mercedes Funes, relata su periplo para sacar al Templo y centro de actividades que está a su cargo, para gente carenciada de las deudas que contrajo para que éste sea ampliado y refaccionado. El guión del mismo director junto a Sergio Dubcovsky y Santiago Korovsky pone en aprietos de manera cada vez más insistente al Rabino para pagarle al acreedor (Carlos Portaluppi) quien prometió esperarlo pero no cumple con lo dicho. Por ésta razón decide viajar primero a New York donde logra muy poco y luego a Taiwán donde supuestamente puede conseguir grandes donaciones, ya que en Argentina, con la crisis nadie puede colaborar como solía hacerlo, y así abandona lo más importante: su familia. Y aunque lo intenta no llega al cumpleaños de uno de sus hijos. Su madre es la siempre eficaz Betiana Blum pero todo el peso del guión recae sobre Aarón, protagonista absoluto (en un muy buen debut cinematográfico de Rosenthal), generoso, optimista y con las mejores intenciones para con su comunidad. En Taiwán las cosas no resultan conforme lo esperado, todo será un desafió pero también le servirá para replantearse un poco su vida y lo que quiere hacer con ella. El film es una comedia dramática del tipo costumbrista con buenas actuaciones de todo el elenco entre los que también se cuentan Alan Sabbagh, Santiago Korovsky, Paula Grinszpan y Sebastián Hsu, además de actores norteamericanos y taiwaneses. Los paisajes y las costumbres de Taiwán, tan diferentes a las nuestras dotan al film de un atractivo extra. https://www.youtube.com/watch?v=RZ-qQPoUflY ACTORES: Fabián Rosenthal, Mercedes Funes, Carlos Portaluppi. Alan Sabbagh, Betiana Blum. GENERO: Drama , Comedia . DIRECCION: Walter Tejblum. ORIGEN: Argentina. DURACION: 85 Minutos CALIFICACION: Apta todo público FECHA DE ESTRENO: 29 de Agosto de 2019 FORMATOS: 2D.
Sin deuda no hay proyectos El rabino Aarón es un hombre ambicioso, de sueños grandes. Está dispuesto a dejar todo por hacer crecer el templo y las tareas sociales que lo rodean, en parte porque siente que su mentor le dejó unos zapatos muy grandes para llenar cuando quedó a cargo de liderar su comunidad y todo lo que eso representa. Con esta meta se embarcó en un gran proyecto de renovación y ampliación del edificio. Un sueño solo alcanzable tomando una deuda importante con un financista, quien a pesar de haberle prometido ser flexible para renegociar cuando llegara el momento, al acercarse la fecha del vencimiento reclama cobrar el monto completo sin dejar margen para demoras, porque la situación económica ya no es la misma que cuando hicieron el acuerdo. Con la misma crisis como excusa, los donantes habituales han dejado de aportar y el rabino no ve forma alguna de evitar que el edificio del templo sea ejecutado como garantía de la deuda. Cuando ya está desesperado y a punto de rendirse, un amigo le acerca un plan bastante improbable pero que es su última carta para jugar: contactarlo con una comunidad judía en Taiwán que según él es muy adinerada, gente que sería capaz de ayudarlo a juntar esa gran suma rápidamente. Sin perder tiempo se embarca en un viaje al otro lado del mundo, desde donde se ve forzado a poner en perspectiva muchas de las acciones que la llevaron a ese punto, especialmente las que le hicieron descuidar a su familia. Sentarse más arriba que el mimbre Con casi todo el peso dramático sobre sus hombros, y un elenco de secundarios que apenas se desarrollan porque están para apuntalarlo, si hay algo que sostiene a Shalom Taiwan es su carismático protagonista; el optimismo y la pasión del rabino Aarón (Fabián Rosenthal) alcanza para sostener una trama bastante sencilla que alterna entre la comedia familiar y el panfleto turístico mostrando las postales de Taiwan, mientras se dirige a encontrarse con sus posibles benefactores. Sin muchas vueltas narrativas ni pretensiones visuales, esta «Luna de Avellaneda kosher», con choque cultural incluido, resulta divertida de un modo bastante tierno y familiar, pero por sobre todo neutro e incapaz de molestar a nadie. El conflicto externo se va desarrollando prácticamente solo, empujado por la inercia mientras progresa el interno, el que verdaderamente termina importando al personaje como para que se replantee sus prioridades en la vida cuando todo eventualmente lo sobrepasa. Lo que le juega un poco en contra aShalom Taiwan más allá de su simplicidad, es que en cierto punto se siente fragmentada, poco cohesionada entre lo que sucede en Asia y lo que vemos de Buenos Aires. Parece tener muchas cosas para decir, pero ninguna intención de profundizar en alguna; la mayoría pasan de largo insinuando potencialidades que no van más lejos que eso.
Walter Tejblum, director del documental Malka, una chica de la Zwi Migdal, debuta en la ficción con una comedia sobre las desventuras de un rabino porteño que viaja por el mundo (primero a Nueva York y luego a la Taiwan del título) en busca de donaciones que le permitan sostener el templo y la institución a su cargo. Aarón (Fabián Rosenthal) se ha endeudado para llevar adelante ambiciosos proyectos para su comunidad, pero Suárez (Carlos Portaluppi), un despiadado financista que quiere hacerse del predio, le exige un pago que él no está en condiciones de cancelar. Tras sus fracasos iniciales en Brooklyn, le aseguran que en Taiwán podría conseguir los fondos necesarios y hacia esas exóticas tierras se dirige el entusiasta protagonista en medio de crecientes tensiones con su esposa Laila (Mercedes Funes). El cine nacional reciente parece fascinado por distintas zonas de Asia (50 Chuseok, De acá a la China) y en este caso retrata las desventuras de un argentino suelto en Taipei con una apuesta que en un principio maneja con unos cuantos hallazgos ciertos tópicos recurrentes del humor judío, pero luego empieza a abandonar de forma progresiva el foco en la comedia de enredos y la obsesión por el dinero para concentrarse más en lo afectivo con un vuelta de tuerca de fuerte implicancia sentimental que desemboca en un desenlace correcto, pero con resultados más convencionales y menos estimulantes de los que Shalom Taiwánprometía.
Shalom Taiwan-Crítica-Las aventuras de un rabino argento El director Walter Tejblum incursiona luego de haberse dedicado al documental por primera vez en el territorio de la ficción y logra una pincelada de personajes creíbles típicamente argentinos e incursiona en la geografía de Taiwan con sus habitantes e historias. por Javier Erlij El rabino de la sinagoga para salvar la ejecución de propiedad por no poder cancelar un vencimiento de deuda del templo emprende un raid de viajes para conseguir donaciones por Nueva York y luego a Taiwán El director Walter Tejblum incursiona luego de haberse dedicado al documental por primera vez en el territorio de la ficción y logra una pincelada de personajes creíbles típicamente argentinos e incursiona en la geografía oriental con sus habitantes e historias. Luego que el financista encarnado por Carlos Portaluppi, le niega una prórroga del pagaré al templo al líder religioso interpretado por Fabián Rosenthal, toma la sugerencia de un colega de buscar préstamos primero por Estados Unidos y luego de la experiencia negativa al no conseguir liquidez en dolares parte hacia la ciudad de Taiwán donde recibe una catarata de enseñanzas de vida más allá del dinero vislumbrando luego de este viaje los problemas de otra manera para poder solucionarlos. Tejblum logra una comedia agridulce y sale airoso como realizador de ficción en “Shalom Taiwan”. Puntaje: 8 (ocho)
“Un rabino que no tiene deudas no tiene proyectos”, es el lema de Aarón. Por eso pidió un préstamo de 150 mil dólares para remodelar su sinagoga. El lugar quedó muy bonito, pero estamos en la Argentina: una devaluación inesperada convierte al préstamo en un salvavidas de plomo. Y los acreedores amenazan con rematar el templo. Por eso, después de fracasar en Nueva York, el rabino parte hacia Taiwán para conseguir donaciones que le permitan salvar el edificio. Tiene diez días de plazo. Se supone que el primer largometraje de ficción de Walter Tejblum es una película de personajes: la galería humana que rodea al rabino en Buenos Aires sumada a la fauna que se va cruzando en su periplo por el lejano Oriente. Pero la única de estas criaturas que está bien delineada es el prestamista, Suárez (Carlos Portaluppi); los demás están desdibujados y no terminan de provocar gracia ni ternura. Así, esta comedia agridulce no tiene cimientos que la sostengan y termina siendo una fábula moral insulsa, que nunca justifica el esforzado viaje de Aarón.
Una comedia tragicómica sobre las tribulaciones de un rabino aquejado por deudas que busca desesperadamente dinero para que no le embarguen el templo. Ya la propuesta de Walter Tejblum resulta original. Y en el libro que escribió con Santiago Korovsky había muchas puntas por explorar, un rabino que no acude a los judíos para que lo ayuden, y prefiere a un prestamista que resultara inconmovible, querer crecer en su comunidad solidaria pero también prestigiosamente, recurriendo a la ayuda exterior, las verdaderas motivaciones. Igual el camino elegido es bueno. Un viaje de aprendizaje sobre todo en Taiwan, donde más que millonarios generosos encuentra sorpresas, un hombre sabio, otro muy ocupado y una mujer que le exige un costo que compromete su humanidad justo cuando le plantean el desmoronamiento de su familia. El humor y la sorpresa van de la mano de un agradable desarrollo, un actor sensible como Fabián Rosenthal, cuotas de humor y melancolía, extrema soledad y solidaridades impensadas. Un elenco de grandes como Carlos Portaluppi, Mercedes Funes, Alan Sabbagh y siguen los nombres. Un casting muy bien logrado.
Texto publicado en edición impresa.
En busca de inversiones Shalom Taiwan (2019) es una Road Movie por el país del título, en la cual un rabino viaja en busca de inversiones para su templo. El viaje estará lleno de aprendizajes al toparse con personajes y circunstancias entrañables. El rabino Aarón (Fabián Rosenthal) es un hombre de armas tomar. Su actitud de ejecutivo lo obliga a estar siempre en constante movimiento para su comunidad y dejar de lado, paradójicamente, a su familia. Mediante un préstamo renueva su templo pero la crisis en Argentina lo obliga a buscar inversores en el exterior para afrontar las deudas. Viaja a Nueva York primero y por recomendación de un amigo (Alan Sabbagh) termina en Taiwán. Allí visitará tres posibles donantes para su comunidad. En ese periplo encontrará más enseñanzas que dinero. Con una historia clásica el director y guionista Walter Tejblum (Malka, La fidelidad) transita todos los lugares comunes de la road movie, que lleva inevitablemente al cambio de actitud del protagonista a lo largo de su odisea. Para ello necesita un actor solvente y conmovedor en su expresión como es Fabián Rosenthal, pero también la participación de actores secundarios (Mercedes Funes, Betiana Blum, Carlos Portaluppi, Sebastián Hsun, Paula Grinszpan) que marquen el quiebre en el personaje principal. Porque en este tipo de relatos no alcanza con contar bien el cuento, la historia "debe" trasmitir emociones para ser efectiva. Y así sucede, porque todos están correctos en la película, que se desarrolla con ritmo y gracia más allá de las convenciones narrativas. Al viaje se le agregan las dificultades idiomáticas y culturales que el argentino transita en el país oriental. Las pequeñas dimensiones del cuarto de hotel, los tiempos lentos que el hombre de campo dedica a comer y meditar, y las salidas por la ciudad de una pareja de adolescentes a la que debe acompañar. Obstáculos que el rabino debe afrontar para conseguir su objetivo. Todo en Shalom Taiwan funciona muy bien, ritmo, humor y buenas actuaciones a las que se le suma el buen trabajo de los rubros técnicos en una comedia amena y reflexiva.
La ópera prima en ficción de Walter Tejblum, "Shalom Taiwán" es una emotiva comedia dramática – con el dramática subrayado – que apela al costumbrismo y a un puñado de personajes de nobles actitudes. Es difícil saber cuánto influye el contexto social en la realización de una obra artística. El cine argentino tiene tradición en reflejar en la pantalla los humores y preocupaciones de la sociedad en ese momento. Los períodos de crisis parecieran acrecentar esta capacidad. Que el cine sea la voz para reflejar esa queja, esa lágrima atravesada, que el espectador como individuo no puede hacer llegar a las altas esferas. Puede hacerlo mediante un contexto de cine de género ("Nueve Reinas", "Perdido por Perdido"), y también desde el mentado costumbrismo (desde "Juan que reía" hasta "El kiosco"). Un clásico del costumbrismo que reflejó el humor social de una sociedad, fue aquella "Luna de Avellaneda" de 2004. Ese club como representación de un país en quiebra, que se resistía a ser vendido, que la luchaba por salir adelante, y en el que estaban depositados todos nuestros sueños, recuerdos de gloria, afectos, y también nuestras frustraciones. No es casualidad que este año recordemos a "Luna de Avellaneda" ya en dos películas (la mencionada "El kiosco" y "La odisea de los giles") y ahora en esta. No es casualidad traer al presente una película estrenada en un momento en el que todavía estábamos en crisis moral, anímica, social, e institucional; y recién empezábamos a asomar la cabeza. Esa es la primera impresión que nos deja "Shalom Taiwán", que estamos frente a una "Luna de Avellaneda" actual. Más allá de sus variaciones, la comparación es inevitable, y su sistema motriz es bastante similar. Aaron (Fabián Rosenthal) es el rabino de una comunidad judía de CABA. No es solamente el encargado del templo y realizar las ceremonias, es el guía espiritual de una comunidad que él siente que lo necesita. En plan de complacer a esa comunidad, se metió en una deuda para realizar mejoras en el templo y que se vea más grande. Pero llegó la crisis, Aaron ya no puede pagar la hipoteca, y el financista (Carlos Portaluppi) va a rematar la sinagoga. Aaron la dedica todo su tiempo al templo y a la comunidad, hace lo imposible por recaudar los fondos y estar; aún a costillas de restarle atención a su esposa (Mercedes Fúnes) e hijos. Aaron da consejos sobre la familia que no aplica para sí mismo. No es que no los quiera, quisiera poder repartir su tiempo, pero sus obligaciones como guía comunitario le son primordiales, y la crisis lo absorbe. Luego de un viaje a Nueva York infructuosos en recaudar fondos, recibe el contacto con la posibilidad de recibir la donación en una comunidad de Taiwán. A regañadientes de la mujer que quiere rehacer su vida, Aaron viaja al país asiático. A diferencia de una comedia con la que pudo tener algún punto de contacto como la reciente "De acá a la China", "Shalom Taiwán" es una propuesta que, aún anclada en la comedia, posee una fuerte carga dramática melancólica. No tendrá grandes momentos para la carcajada, pero sí permite que se instale una sonrisa amena, y le haga lugar a la emoción cálida y genuina. Quizás sea en este tono melancólico que Shalom Taiwán encuentra su representación de la cultura judía. Si bien hay íconos de la tradición, la historia perfectamente podría aplicarse en otro ámbito. Pero esa melancolía del personaje desafortunado, casi de comedia negra leve, nos recuerda a un humor judío que hace de la desgracia un bastión. La ubicación en Taiwán tampoco llega a ser aprovechada como fundamental, se siente más bien como una excusa para apartar a Aaron de su familia y hacer que este deba replantearse sus valores en el momento en que tocó fondo. Tejblum no abusa ni del choque cultural, ni del cine turístico, nunca aparta la historia de su personaje central. Este punto probablemente sea el más diferenciado a "Luna de Avellaneda". Aquella era una propuesta más coral, si bien lo tenía al el personaje bonachón de Darín en el centro. "Shalom Taiwán" apenas si se aparta muy escuetamente para mostrar los intentos de conquista de un ayudante de Aaron. Sin spoilear, también se diferencian en la resolución, ubicando al film de Tejblum como mejor intencionado y más logrado que el de Campanella con una cínica capa capitalista. Fabián Rosenthal se carga el protagónico al hombro y logra transmitir las emociones del gran protagonista. Es imposible no sentir empatía. Un personaje, como todos en esta película (salvo Portaluppi), con buenas intenciones; que sólo quiere hacer el bien general, que intenta solucionar todos los problemas, y se ve inmerso en una crisis económico social que dilapida esperanzas emocionales. "Shalom Taiwán" es una propuesta sencilla, correcta, amena, que no busca más de lo que logra. No es una comedia para descostillarse, ni siquiera se supera en originalidad; pero su mensaje positivo y sus buenas intenciones – llevadas a buen puerto – logran un resultado satisfactorio en una época en donde los colores pálidos abundan.
El Rabino Aarón lidera una comunidad judía en un barrio de la ciudad de Buenos Aires. Pero las cosas no andan bien a nivel financiero y el rabino deberá encontrar el dinero para pagar las deudas y no perderlo todo. Generoso y optimista, subestima el conflicto hasta que llega al límite. Viaja a Nueva York por donaciones pero el resultado no es el deseado, incluso su propia familia está en crisis por todo este conflicto y otras cuestiones de las cuales el Rabino no se ocupa. Aparecen entonces una oportunidad, viajar a Taiwán a conseguir las donaciones buscadas. En el viaje descubrirá un mundo completamente nuevo en todo sentido. Ese universo que se abre frente a él es el núcleo de la película y gran parte de su encanto. El director Walter Tejblum le da a esta comedia un ritmo que vuelve aún más atractiva la historia inicial. Para cuando la sorpresa del viaje a Taiwán ha pasado, la película ya se ha ganado el corazón del espectador. Divertida, emocionante, graciosa, Shalom Taiwan es una verdadera sorpresa.
EL CAMINO DE LA REDENCIÓN En su debut en la ficción (antes dirigió los documentales Malka, una chica de la Zwi Migdal y La fidelidad) el director Walter Tejblum hace foco con Shalom Taiwán en una historia que parece apostar a la identificación cultural (un rabino que debe buscar donaciones por el mundo para sostener el templo de su comunidad) pero que progresivamente se vuelve universal. Y es que los temas que aborda la película están vinculados con cuestiones generales como las consecuencias de los propios actos, la tensión entre las obligaciones familiares y las obligaciones laborales, y la necesidad de renovar los objetivos personales cuando el horizonte se vuelve confuso, lo que en verdad vuelve una mera superficie a la liturgia judía que se pone en primer plano. Con guión del propio Tejblum, junto a Sergio Dubcovsky y Santiago Korovsky (también coprotagonista), la película comienza como una comedia pura para convertirse, a medida que avanzan los conflictos (especialmente los familiares), en una suerte de drama moral sobre cómo corregir un camino errático. El rabino Aarón (Fabián Rosenthal) pidió una suma importante de dinero para acondicionar el templo donde se impone como referente de su comunidad, a la que ayuda y asiste en todo lo que necesita. Sin embargo, la crisis y los vaivenes de la economía argentina (lo político y coyuntural se filtra en los pliegues de la película) hacen que la devolución del dinero se vuelva poco menos que imposible y deba salir a buscar donaciones, lo que lo lleva -primero- a Estados Unidos y -posteriormente- a Taiwán, destino este que será fundamental como experiencia, tanto porque el título de alguna manera lo sugiere al darle preponderancia como porque los asiáticos parecen tener una conexión con lo espiritual que lleva a la revelación. El camino de Aarón por Taiwán será precisamente ese, el de aceptar aquello en lo que estaba fallando y tratar de corregirlo hacia el futuro. En ese sentido, Shalom Taiwán es una comedia dramática que no esquiva ninguna convención argumental o narrativa pero que tiene la inteligencia como para encontrar resoluciones que la distinguen. El camino de Aarón no deja de ser previsible, pero también es cierto que luce lógico y coherente con su arco dramático. Tejblum nunca tuerce decisiones y pone a su personaje por encima de la historia. Y funciona porque Aarón es un personaje amable, carismático, aún con sus pliegues y zonas oscuras. En definitiva, un protagonista y una película sumamente humanos. Es cierto que Shalom Taiwán pierde un poco su mirada humorística y hasta puede ser acusada de simplona o conservadora en sus resoluciones (lo que tensa la cuerda mientras vemos a Aarón tratar de cumplir su objetivo es el tironeo familiar y fundamentalmente los reproches de su esposa), pero también es cierto que la película es honesta en relación a cómo su personaje debe hacerse cargo de sus propios errores y reconstruir en consecuencia. Como buen documentalista, Tejblum sabe dónde hacer foco: el último plano se sostiene precisamente en un rosto, una mirada y una sonrisa que, sin palabras, nos deja en claro que el aprendizaje del camino ha sido asimilado.
Walter Tejblum concreta con “Shalom Taiwán” su primer largometraje de ficción, después de haber estrenado. en el 2014. su documental “Malka, una chica de la Zwi Migdal”. Aarón (Fabián Rosenthal) es un rabino a cargo de un templo que ayuda a la comunidad judía, especialmente a los más carenciados, y que le resta tiempo para dedicar a su familia. El templo está con problemas financieros por una crisis, y sus deudas -nada que ver con la actualidad, El protagonista viaja a Nueva York con la finalidad de buscar donantes para el templo, pero lamentablemente no lo logra. La situación económica se complica cada vez más, principalmente por las amenazas de un prestamista, Suarez (Carlos Portaluppi), quien desea quedarse con el templo y hacer negocios inmobiliarios; Aarón viajara a Taiwán para conseguir el dinero y pagar la deuda, éste viaje le presentara al protagonista diversos desafíos para poder cumplir su misión. El guion es compartido por: Walter Tejblum y Santiago Korovosky (también actor en el film), y hace caer todo el peso en el protagonista absoluto, quien logra salir airoso en su primer papel protagónico. La historia, enmarcada en el género de comedia dramática con matices costumbristas, cuenta para su desarrollo con el aporte de un excelente grupo de actores: Mercedes Funes, como la esposa del rabino, Betiana Blum, en un pequeña participación como la madre del protagonista, Santiago Korovsky, Paula Grinzpan, quien ponen el toque de humor, Alan Sabbagh, Sebastián Hsu (taiwanés de origen, residente en la Argentina), con la participación de actores estadounidenses y taiwaneses. Es de destacarse el trabajo de producción, pues no es nada fácil rodar en tres países diferentes y, aún más, salir airosos Una producción entretenida y simple, pero no por ello menor, todo lo contrario, una buena realización que no sólo puede disfrutar la comunidad judía, sino el público en general.
Muestra la peripecias que pasa un joven rabino llamado Aarón (debut protagónico de Fabian Rosenthal), padre y esposo,que a partir del deseo de salvar a un grupo de personas que pertenecen a la comunidad judía y un préstamo que no puede pagar, arriesga hasta su hogar y llega hasta Taiwan para conseguir su objetivo. Cuenta con un elenco nacional e internacional, con buenas intenciones y algunos toques de humor, pero no resultan efectivos, es débil, le falta emoción, la historia no termina de convencer y deja cierto sabor amargo.