Redescubrirse Unas vacaciones pueden ser el inicio de una nueva vida, o al menos el comienzo de una nueva relación con uno mismo. Eso plantea “Soleada”, ópera prima de la cordobesa Gabriela Trettel que a través del retrato íntimo de un tiempo en el que todo es posible, el tiempo del ocio y el descanso, plantea el despertar de una mujer. En “Soleada” la protagonista, Andrea, llega a una casa fuera de la ciudad para pasar unos días junto a su marido e hijos adolescentes. Todo fluye en armonía, aparentemente, hasta que el esposo debe regresar intempestivamente a su trabajo y Adriana debe quedarse sola y a cargo de todo. Mientras los hijos imaginan un descanso en solitario o en otro lugar más que con su familia, Adriana comienza a conectarse nuevamente consigo misma y empieza a hacer cosas que hasta el momento tenía postergada. Una noche, en un restaurant y mientras escucha a un cantante de folklore conoce a un hombre que la mirará de una manera que ya nadie lo hace. A partir de allí Adriana comenzará a cuestionarse algunas decisiones que tomó hasta ese momento e intentará tomar algunas para cambiar su presente. “Soleada” trabaja con el tiempo de una manera particular, ya que Trettel busca en la digresión la conformación del contexto a partir del cual Adriana cuestionará todo. Además, en los sonidos que inundan la pantalla, la que con imágenes claves y particularidades de las vacaciones va conformando la narración, se termina por conformar el contexto para que la protagonista avance con algunas decisiones, o no, pero que sí configurarán el trasfondo a partir del cual el resto de las acciones interpelen al espectador sobre cómo la mujer terminará por intentar, en apariencia, el cambio de su destino. Prometedor debut, que pese a algunos lugares comunes, apunta a una identidad y a una realidad que no escapa a la posible empatía que se generará con aquellos que la elijan como opción en la cartelera. PUNTAJE: 6/10
El vacío medio lleno. La ópera prima de Gabriela Trettel bucea en la intimidad de una familia constituida por matrimonio y dos hijos adolescentes en plan vacacional para romper con la rutina citadina en una casa familiar alejada del mundanal ruido.
Mi vida sin ellos Una mujer de cuarenta años en medio de una crisis personal es el desencadenante de la ópera prima de Gabriela Trettel, en donde desde la introspección explora lo que sucede con alguien que pese a tener todo lo que deseó un día se da cuenta que su vida navega en el vacío. Adriana (gran trabajo de Laura Ortiz) está casada con Juan y tiene dos hijos entrando a la adolescencia. Ese verano, un nuevo sueño se hará realidad y la familia compra una cosa cercana al río para pasar toda la temporada. Ya instalados, Juan tendrá que volver a la ciudad por motivos laborales y los chicos deambulan sin depender tanto de ella. Adriana empieza a percibir un extraño vacío que la hará plantearse si esa vida es la que en realidad quiere tener. En su esencia, Soleada (2016) es una película de personajes, pero donde sin lugar a dudas el espacio ocupa un rol preponderante. Filmada en la provincia de Córdoba, en la zona de Sierras Chicas, Adriana llegará al lugar con su familia para instalarse en la casa y de la misma manera que va descubriendo el pueblo, el paisaje, la propia casa y los objetos que la habitan, se redescubrirá a sí misma. El cambio del hábitat hará que se replantee su propia vida. A la vez que la película aborda la crisis personal de la protagonista, de manera tan sutil como la exterioriza, también traza un paralelismo, y a la vez contrapone, lo que pasa con los hijos adolescentes. Mientras Adriana se encuentra a si misma, sus hijos están en plena etapa de iniciación y descubrimiento. Soleada esta atravesada por un vidrio que falta, que aunque pareciera ser de vital importancia a medida que pasan los días todos comienzan a olvidarse de él. Pero sobre el final, cuando finalmente llega, el vidrio se rompe en mil pedazos. Metáfora alegórica si la hay sobre vínculos y relaciones que parecen imprescindibles hasta que un día, de la misma forma que un vidrio, se terminan rompiendo. Y ya nada volverá a ser igual.
La directora cordobesa Gabriela Trettel presenta su opera prima Soleada, un relato de auto-descubrimiento de una mujer. Adriana tiene todo para ser feliz: dos hijos adolescentes y un marido que la quieren y el sueño cumplido de la casa de verano en la que se están instalando. Sin embargo, cuando Juan, su marido, tiene que volver a la ciudad por cuestiones de trabajo, algo cambia. En soledad Adriana emprende un camino de introspección que la lleva a preguntarse si está viviendo la vida que quiere. A través del espejo, los recuerdos y un espacio libre; Gabriela Trettel se apoya en su protagonista Adriana (Laura Ortiz) para contar esta opera prima de una madre que quiere volver a ser mujer; o encontrar la forma de ser ambas. El film hace un paralelismo entre los jóvenes que buscan que hacer durante los días y las noches; y la madre que trata de encontrar las palabras adecuadas para decir en el silencio.
Hay películas en las que los títulos iniciales dan un indicio sobre su idea central. En Soleada dicen mucho: un juego de palabras entre "soleada", "soledad" y "sola". Puede afirmarse que el debut de Gabriela Trettel es un exponente del ya-no-tan-Nuevo Cine Cordobés (etiqueta que agrupó a un puñado de films de la provincia mediterránea que tuvieron visibilidad en algunos festivales), pero también establece lazos con otras películas filmadas en el interior como las recientemente estrenadas Camino de campaña y Pantanal, donde se sugiere mucho más de lo que se dice. Adriana (Laura Ortiz) y su familia (marido y dos hijos adolescentes) se INSTALAN en un apacible pueblo para pasar unos días de vacaciones. Pero una urgencia laboral hará que el esposo vuelva a la ciudad y ella quede a cargo de la casa y los hijos. Mujer entrada en los cuarenta, esta soledad forzada la llevará a cuestionarse cuál es su rol, no sólo en la familia sino en la vida misma. No pasa gran cosa en esas jornadas, más allá de vigilar a los chicos -que, por otra parte, ya tienen vuelo propio- y algún otro quehacer, pero es notoria una insatisfacción que Trettel se encarga de mostrar con tacto y sensibilidad. Soleada es una película sencilla, íntima y, por qué no, existencialista, cuya cámara mantiene un tono de observación cercano al documental. También debutante en cine, Laura Ortiz tiene una gestualidad y un manejo del cuerpo ideal para el papel que representa. Es ella el motor de un film que, si bien tiene algún altibajo respecto a las subtramas de los jóvenes, puede resultar un espejo para más de una mujer actual.
Casada, con dos hijos y sola Como ya ocurrió hace muy poco con Mi amiga del parque, último y gran trabajo de la directora y actriz Ana Katz, Soleada propone un recorrido por el mundo privado de lo femenino y permite que la mitad del universo se asome de un modo casi voyeurista a aquello que le sería difícil ver si no fuera de esta manera. Es posible que muchas espectadoras consigan identificarse o reconocer como hechos muy próximos a su propia experiencia todo aquello que es puesto en escena por esta película escrita y dirigida por la directora cordobesa Gabriela Trettel. Pero para los espectadores será distinto, porque Soleada representa la oportunidad de apreciar el reverso de una moneda que por lo general conocen de un solo lado. Cine mediante, y dicho de un modo general, Trettel realiza una representación muy vívida y verosímil del modo particular en que las mujeres perciben y se vinculan con la realidad. Pero si fuera necesario ser más específico, tal vez debería decirse que esa representación apenas se corresponde con el modo en que una única mujer reacciona ante sus propias y peculiares circunstancias.Esa mujer es Adriana, que junto a su marido y sus dos hijos llega a una casita en las sierras para pasar algunas semanas de vacaciones. A partir de un registro naturalista muy preciso, la película exhibe el modo extraño en que Adriana va asumiendo que bien puede tomarse un descanso de su trabajo, pero que no hay forma de tomarse vacaciones de la fatalidad de ser mujer. Por supuesto que nada de esto es expresado de forma literal, sino a partir de la acumulación de hechos en los que aquellas responsabilidades de las que la protagonista no puede desentenderse, ni siquiera cuando duerme, comienzan a dejarla sin aire y sin espacio. Porque para Adriana –tal como les ocurre a otras– ser mujer es un hecho indivisible de las contingencias de ser madre y esposa. Y cuando Juan, su marido, deba volver a la ciudad por problemas en su trabajo, Adriana empezará a entender que aún casada y con dos hijos, en realidad se encuentra cada vez más sola.Claro que se trata de una soledad paradójica, porque si bien por un lado ella padece esa carencia de compañía, incluso cuando está rodeada y hasta agobiada por los suyos, por el otro nunca tiene oportunidad de estar sola de verdad, para ocuparse de lo que realmente quisiera: de sí misma. Aunque la progresión de situaciones va dando forma a un drama, no deja de haber algo de comedia en la ópera prima de Trettel, cuya estructura se encuentra atravesada por un sentido del humor seco que hace equilibrio entre la ternura, la compasión y lo patético. Aunque la sensación inicial de agobio ante las demandas familiares de pronto le hace lugar a un aire liberador, tampoco sorprende que al final lo que se impone sea cierta inevitable amargura ante la sensación de que el mundo bien pudiera ser de otro modo. En la forma en que esa duda es puesta en escena radica el mayor éxito del trabajo de Trettel.
Mujer en vacaciones Esta ópera prima de la cordobesa Gabriela Trettel describe las sensaciones de Adriana, una mujer que tras pasar la barrera de los 40 empieza a replantearse su lugar dentro del núcleo familiar. El film arranca cuando ella, su marido y sus dos hijos adolescentes llegan a la nueva y destartalada casa de veraneo que acaban de adquirir. El esposo debe regresar de urgencia a la ciudad, los chicos están en pleno proceso de independizarse y es ella -la que siempre ha estado al servicio de todos- la que empieza a sentir las pequeñas humillaciones, las crecientes frustraciones, pero también los nuevos deseos y tentaciones. Película introspectiva, de estados de ánimo, de gestos mínimos que dicen mucho, Soleada está manejada con sensibilidad, aunque por momentos extraña mayor sutileza y encanto. De todas maneras, surge como un valioso debut de Tretter, quien contó con la colaboración del talentoso Hugo Colace en la fotografía y con una participación especial y el aporte musical de Roly Barrionuevo.
Drama en voz baja Soleada, ópera prima de la cordobesa Gabriela Trettel, indaga en clave intimista las emociones de una mujer que ronda los 40 y atraviesa una crisis. Los deberes mecánicos que implica ser madre de dos adolescentes y un matrimonio en piloto automático, más parecido al sopor que a una relación amorosa que depare algo parecido a la intensidad, ponen a Adriana frente a sus propias emociones encontradas y de cara a un mapa de deseos tan nuevos como difusos. Ya en el arranque de Soleada, primer largometraje de la realizadora cordobesa Gabriela Trettel, la historia encuentra su ritmo y su tono intimista en la indagación de las pasiones que duermen en el personaje interpretado por Laura Ortiz, primer y sólido protagónico en cine de esta actriz afianzada en el teatro independiente y el arte del clown. Todo empieza y se cierra en un puñado de días de verano (las locaciones se realizaron en Sierras Chicas, y hay un par de datos visuales gratificantes para los espectadores cordobeses). Recién instalada en una casa sin luz, con su marido momentáneamente ausente y sus hijos boyando entre el tedio y el rechazo del mundo de los adultos, Adriana se mete en un mano a mano consigo misma. Ella ronda los 40, una edad en la que empiezan a gotear sin remedio las preguntas sobre la vida que se hubiera podido tener si no se tuviera la vida que se tiene. Solo que en el filme esas preguntas no están enunciadas en intercambios filosos o alardes del diálogo, sino que derivan de la sutileza de algunos planos y la demora en los gestos y minucias de una cámara que intenta de manera obsesiva capturar la intimidad de la protagonista. En paralelo, la película le hace lugar a las primeras torpezas de la atracción sexual y la búsqueda de diversión que ensayan la hija (Valentina Ayen) y el hijo (Juan Crocce) de Adriana para romper el desgano veraniego y la imposición de sostener rituales familiares en los que nadie cree y nadie disfruta. Una ligera estela de humor emerge de las preguntas y reclamos dirigidos a mamá que puntean Soleada, y que conforman una especie de mantra capaz de resumir el espíritu adolescente. Los tartamudeos de una seducción que no termina de ponerse en marcha, el modo aniñado de los intercambios con un hombre (Andrés Rivarola) que la quiere sacudir de su apatía y los destellos de algo que se insinúa en Adriana sin llegar a activarse (un bidé que empieza a perder muestra con eficacia el modo en que un incidente doméstico puede truncar una ensoñación) son elementos que acentúan la idea de tiempo en suspenso e irresolución. ¿Qué pasaría si todo se va al demonio? Una hermosa escena en el río sumerge literalmente al espectador y transmite con fuerza la experiencia que implicaría, si uno se dejara llevar, el hecho de “tirarse al agua”. Con detalles que se podrían pulir mejor, Soleada se fortalece no obstante en su preferencia por los climas y las sugerencias. El resultado es un drama de cámara, en voz baja, que dialoga rítmicamente con imágenes de la naturaleza, instantes de belleza muda que funcionan como inserts poéticos y también, quizás, como retratos en filigrana de un estado emocional que no termina de encontrar su nombre.
Esas grietas invisibles Aveces cambiar un paisaje nos cambia la vida. Tiene que ver especialmente el momento íntimo por el que se está atravesando, pero ocurre, como le pasó a Adriana, el personaje de “Soleada”. Gabriela Trettel, la directora cordobesa, eligió para su ópera prima hacer una suerte de catársis sobre su propia crisis emocional y decidió llevarlo a la pantalla grande. Las locaciones y los actores también son de Córdoba, por lo que la empatía es inmediata. Filmó algo de lo que le pasaba, con su gente y en su lugar, un terreno cómodo para que todo salga bien encarrilado. Sin embargo, a quien las cosas se le mueven de carril es a Adriana (Laura Ortiz, muy creíble en su rol y altamente expresiva con su mirada), quien llega con su marido y sus dos hijos adolescentes a una casa de pueblo en las sierras. Ella es editora y está trabajando en un libro que, no casualmente, se llama “Lógica difusa”. En medio del hastío de los paisajes serranos y una seguidilla de situaciones cotidianas que se repiten en el seno familiar, la supuesta normalidad de estas vacaciones se quiebra. Es a partir del momento en que Juan, su marido, debe regresar a la ciudad por un inconveniente laboral y a Adriana no le quedará otra alternativa que quedarse sola, en una casa que desconoce, en un lugar que le es ajeno, con sus hijos que cada día se la complican más y, lo más difícil, con ella misma y sus circunstancias. Ese momento de búsqueda y reencuentro (o no, preferible no revelarlo en esta crítica) de Adriana es lo mejor de la película. Porque en esa tregua, en esos días de soledad, conocerá a un hombre que la obligará a replantearse la relación con su marido, que ya evidencia signos de frialdad y lastres de la rutina. En sólo una hora y diez minutos, “Soleada” ilumina.
Acompañadamente sola Soleada, de la fotógrafa y docente Gabriela Trettel, es de esas obras debutantes chiquitas que se presentan tímidamente en el medio de tanta oferta fílmica de producción nacional. Relata la historia de Adriana, una mujer de cuarenta y pico de años con dos hijos adolescentes, que compra junto a su marido una casa en Sierras Chicas, Córdoba, la cual se encuentra cercana al río. La rápida ausencia de la figura masculina por cuestiones laborales despierta en Adriana la punta del iceberg de una crisis femenina debatida entre el deber y la duplicidad del ser madre y mujer a la vez. Los cuestionamientos implícitos de la rutina marital y familiar se acrecientan durante la narración, donde la protagonista empieza a explorar y recordar qué la hacía feliz tiempo atrás, como si de un baúl de recuerdos se tratase. El film tiene mucho de esta temática explorativa no sólo físico/territorial, ya que la zona resulta novedosa y hasta poco atractiva en un principio -especialmente para los adolescentes-, sino también introspectiva, donde siempre está presente la búsqueda de la identidad emocional. Este film traza un claro paralelismo entre algunos vacíos emergentes de la madurez con la explotación y redescubrimiento de la juventud. Paralelismo que se entreteje junto al desdibujamiento del peso autoritario del adulto ausente y la tibieza de un rol femenino más permisivo pero que remarca evitar el abuso a sus “inferiores”. Lo planteado toma fuerza en la segunda mitad de la película ya que, al principio, Trettel no logra naturalizar ni transmitir la cotidianeidad de una familia. Es decir, vemos actores jugando a representar roles que resultan forzados y poco creíbles, lo que provoca un ritmo un poco pausado y asfixiante que bordea lo denso. Sin embargo, los que logran mantener una cierta fluidez a lo largo de toda la película son los jóvenes, tal vez lo más acertado en autenticidad de Soleada. La directora cordobesa emplea correctamente elementos alegóricos en la trama, tanto desde el orden de la titulación inicial con un juego de palabras donde se destaca el término “sola” -leit motiv principal de la película-, como también la utilización de objetos y espacios que parten desde un vidrio de mesa tan esperado y descuidado al final, cajas desordenadas y a medio abrir de una mudanza inconclusa que generan una casa donde el caos comienza a naturalizarse. Todos ellos apuntan al estado anímico de la protagonista en pleno y constante estado de ebullición, a punto de explotar a lo largo y ancho del metraje. Soleada trata de mostrar esa cotidianeidad de provincia con el que el nuevo cine argentino ya deslumbró a principios del nuevo milenio, con films como La ciénaga, de Lucrecia Martel, y ese ritmo tan particular e incomprendido de la forma narrativa de Lisandro Alonso, pero no profundiza ni se compromete demasiado. En el preciso momento en que a Andrea se le presenta una jugosa posibilidad al mejor estilo Los puentes de Madison, nos deja con ganas de ahondar más y vuelve a la rutina y al alejamiento de lo prohibido. No existe capacidad de goce y empatía del espectador con esa mujer oprimida y sufrida, aunque nos podemos relajar con la pareja de jóvenes hermanos y un amigo pueblerino de su misma edad (un punto más para los adolescentes). A favor este primer largo de Trettel podemos contar a la banda de sonido a cargo de una de las destacadas figuras del nuevo canto popular argentino, el folklorista Raly Barrionuevo, y la dulzura de su versión de la zamba Luna cautiva. Por cierto, el ambiente de peña folklórica que por las noches disfruta la familia en un bar de la zona se torna cálido y rescatable. Así también lo es la fotografía de ciertos pasajes introspectivos donde Andrea deambula en medio de la naturaleza y su soledad, aprovechando ese río tan fresco y renovador que sin embargo quedan como perlas aisladas de una película que proponía más.
Escuchá el audio haciendo clic en "ver crítica original". Los sábados de 16 a 18 hs. por Radio AM750. Con las voces de Fernando Juan Lima y Sergio Napoli.
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Nuevo despertar Cuando todo parecía al fin encaminarse, los hijos ya crecidos, el trabajo estable, la casa soñada en algún rincón de las sierras cordobesas, a Adriana -protagonista de Soleada- comienzan a hacerle ruido aspectos de su vida con los que ya no se siente a gusto. En este nuevo espacio familiar, aparecerán nuevos estados de ánimos, sentimientos y sensaciones que le harán replantearse si es realmente feliz con la vida que lleva. En su opera prima, la directora cordobesa Gabriela Trettel cuenta la historia de Adriana y su marido, un matrimonio que acaba de mudarse con sus dos hijos adolescentes a su nueva casa en Córdoba. Lo que parecía ser el espacio indicado para el comienzo de una nueva etapa de relax, cambia cuando el marido debe volver a la ciudad por cuestiones de trabajo y Adriana queda sola con sus hijos y conoce a un nuevo hombre en el bar del pueblo. Trettel describe con imágenes el dilema emocional de una mujer de unos 40 años que atraviesas una crisis. Sin embargo la directora elige no centrarse tanto en ese incipiente nuevo vínculo- que tampoco vemos a ver desarrollarse en la película- sino más bien en las preguntas que le genera y en consecuencia, las seguridades que tambalea esa nueva persona en su vida. De alguna manera, plasmará la búsqueda de libertad, y aires nuevos de personajes que se sienten extraños, que aún no se encuentran a sí mismos en este nuevo hábitat e irán adaptándose a su nueva vida. Porque no sólo Adriana transita cambios, también lo hacen sus hijos. Y la directora se encargará de mostrar cómo también ellos se apropian de este nuevo lugar, el mismo que al principio se presentaba como un espacio aburrido sin demasiada razón de ser. Protagonizada por Laura Ortíz, Juan Crocce, Valentina Ayen, Andrés Rivrola, Santiago Argüello y Víctor Acosta, Soleada además cuenta con una participación especial del cantante Raly Barrionuevo quien compuso un tema para el film y se da el lujo de participar en una escena interpretando el tema “Luna Cautiva”, imprimiendo un dejo de ensoñación y belleza al film que de alguna manera, acompañan este nuevo despertar de la protagonista. Trettel logra un film intimista y sensible que habla sobre la soledad, el paso del tiempo, la madurez, pero también sobre el deseo y el desamor y lo hace con planos que sugieren más de lo que muestran, con miradas y silencios que dicen más que cualquier dialogo. Al fin y al cabo, Soleada no es más que una pequeña historia que tiene la grandeza de transmitir con sutileza e intensidad la crisis interna de una mujer común.
¿Qué te falta cuando no te falta nada? Esa es la pregunta que se lee desde el póster de esta ópera prima de Gabriela Trettel, realizadora y guionista cordobesa. Cuando empieza la película, lo primero que se lee es SOLA, hasta que el resto de las letras terminan de conformar el título. Es que Adriana, su protagonista, parece tener todo lo que siempre quiso: una linda familia compuesta por dos hijos y su marido, un trabajo que disfruta como editora y una casa de veraneo en la que se asientan para terminar de armarla como tal. Pero cuando su marido tiene de improviso que volver a la ciudad y ella se queda sola al cuidado de los chicos y de la casa, comienzan a aflorar otras cuestiones, cosas que probablemente ya estaban allí pero hasta ahora no habían tenido oportunidad de relucir. Estar sola, tener un tiempo para sí, la lleva quizás a conocerse un poco más. Mientras sus hijos adolescentes hacen nuevas amistades, encuentran la forma de divertirse en ese pequeño pueblo, se amoldan como puede a un estilo de vida menos moderno (hay mucha oda a lo retro: crucigramas, pinballs, revistas viejas), Adriana, interpretada por Laura Ortiz, comienza a encontrarse con ella misma. Disfruta de la música local, camina sola hasta el río, arregla y limpia la casa. También se encuentra canas que empiezan a notarse más y disfruta de coquetear con un turista que frecuenta los mismos lugares. Es una diversión inocente, no hay una intención ni de hacer un retrato ni mucho menos juzgar un tema como la infidelidad. Pero no es casual que la película esté escrita y dirigida por una mujer, porque a la larga esta película pone en foco a una mujer que de repente y casi sin darse cuenta no se encuentra cómoda en el rol establecido, madre y esposa, al menos no en la soledad de ellos, necesitando ser, hacer algo más. “Soleada” es una pequeña película conformada por escenas simples, sin ningún conflicto preponderante, con mucha naturalidad, con mucha contemplación. Es el retrato de un verano que no va a ser igual a ningún otro verano. Esto lo marca la escena que figura como último plot point, en el que otra cosa además de ella misma estalla en pedazos.
Gabriela Trettel y el momento de conciencia de una mujer que parece tenerlo todo pero que descubre que su vida es una sucesión de “deberes”. Con algunos climas bien logrados y claridad de ideas.