Cine catástrofe de Kim Byung-seo y Lee Hey-jun La erupción de un volcán desencadena los eventos más trágicos en Corea. "Terremoto 8.5" es el plan ideal para los amantes de las películas sobre catástrofes naturales. Siempre una buena película sobre tsunamis, terremotos o huracanes, contiene una sólida trama (conflicto + resolución) y efectos especiales de asombrosa espectacularidad. En medio del boom masivo de Parásitos (Parasite, 2019), y tras el éxito actual de El juego del calamar (Squid Games), los productos de estas tierras son de consumo obligado para gran parte de los espectadores. Terremoto 8.5 (Baekdusan, 2020) combina los desastres naturales con el drama social/familiar coreano. Pero, sin profundizar tanto en esto último, nos regala un juego de espías poco común y super entretenido. El film nos mareará con varios detalles absurdos y decisiones incoherentes, pero logrará mantenernos pegados a la pantalla. Un show cargado de acción, humor y alguna que otra exageración a lo Rápido y Furioso (Fast & Furious). Los primeros cinco minutos son para agarrarse fuerte de los asientos. Con una cámara dinámica, nos trasladamos al lugar en donde un terremoto comienza a destruir casas, edificios, rutas y todo lo que está a su alcance. Las corridas de la gente y los rostros desesperados se hacen presentes para introducirnos en lo que vamos a ver de ahora en adelante. Luego, todo se mantiene en un ritmo pausado que permite que los destellos frenéticos generen un fuerte impacto a la vez que se desarrolla una trama política. Con Lee Byung Hun, la estrella de El juego del calamar, como protagonista, la película no profundiza en las secuelas de este desastre. Al contrario. A lo largo de las (extensas) dos horas de cinta veremos, casi en tiempo real, lo que genera la erupción de un volcán. Un deleite para los apasionados del cine catástrofe, los seguidores de Michael Bay (Transformers) y Roland Emmerich (El día después de mañana) o los que quieren que el cine coreano se asemeje a Hollywood.
La industria de cine de Corea del Sur es una de las más potentes del mundo: produce anualmente cerca de 700 largos y unos 1.400 millones de dólares en taquilla. Se hizo más visible en Occidente gracias al éxito reciente de Parásitos - cuatro premios Oscar-, pero su vertiente alternativa también es muy valorada en el circuito de festivales. Terremoto 8.5 es parte de la rama más rentable del negocio, una clase de película que tiene como modelo a los formatos estandarizados de Hollywood, en este caso el del cine catástrofe. El film incluye a dos estrellas que garantizan rendimiento en el mercado local: Ha Jung-woo, actor, guionista y productor muy popular en su país, y Bae Su-ji, figura del K-pop más conocida por su seudónimo artístico, Suzy. Su trama es simple: un volcán cuyas erupciones presagian la desaparición de la península coreana bajo un maremágnum de lava ardiente y un científico/héroe que propone una estratégica explosión con armas nucleares para evitar el desastre. Pero esas armas están en una zona de la frontera entre Corea del Norte y China, lo que equivale a un problema político. Hay mucha acción, escenas espectaculares potenciadas por efectos especiales que los amantes de este tipo de ficciones valorarán, salvo que vean como un problema la decisión de los distribuidores en la Argentina de estrenar con doblaje al español, una tendencia que empieza a crecer peligrosamente en nuestras salas.
Terremoto 8.5 es una película de cine catástrofe y acción del año 2019 realizada en Corea del sur y cuyo título original es Baekdusan. No es sorprendente que el cine de ese país entregue grandes espectáculos cinematográficos, pero la buena noticia es que están llegando más de estas películas a las salas de estreno de Argentina. Entre los premios al cine coreano y el éxito de sus series, suena razonable que se hayan abierto un poco más las compuertas y se haga un poco de justicia a nivel exhibición. El título de estreno local se centra en el terremoto que dispara el conflicto, pero la película no exclusivamente eso. Corea ha sufrido una catástrofe pero no será la última, en pocas horas habrá otros terremotos que prácticamente arrasarán con el país. Un científico (Ma Dong-seok) tiene una teoría que puede salvar el destino de la nación. Hacer detonar una bomba atómica en unas minas cercanas a donde un volcán hará erupción, centro del desastre. El problema es que ese lugar está entre la frontera entre Corea del Norte y China. Si bien el gobierno norcoreano ha quedado demolido por el terremoto, aun no está totalmente liberado el territorio y, por supuesto, la amenaza de una detonación junto a China puede desatar un desastre aún mayor. El elegido para la misión suicida es Jo In-Chang (Ha Jung-woo) capitán de un equipo de fuerzas especiales, él deberá dejar atrás a su esposa embaraza y adentrarse en territorio enemigo para contactar a Lee Joon-Pyeong (Lee Byung-hun) parte a su vez del Ministerio de las Fuerzas Armadas del Pueblo de Corea del Norte, pero condenado en su país. La película tiene todas las grandes, y siempre un poco pasadas de rosca, escenas de cine catástrofe del cine coreano y también una gran historia de acción y aventuras con el grupo que debe realizar esta misión imposible. Hay más subtramas, porque si algo no le falta a la película es material, aun cuando la acción se centre en pocos personajes. El cine surcoreano juega mucho con las tensiones que posee con Corea del Norte y también las relaciones con Estados Unidos. Esta película tiene un sentido del entretenimiento muy afinado y logra muchos grandes momentos de acción y suspenso. Las piezas funcionan, más allá de los mencionados excesos con los terremotos. Pero el cine catástrofe tiene sus reglas y no se le puede reclamar tanto por ese lado. Lo que funciona, funciona y acá todo va a buen ritmo. Grandes estrellas que trabajan con convicción y le dan más fuerza aun a una película muy divertida.
Cine de catástrofe que viene de Corea del sur con un gran presupuesto y donde los efectos especiales son la gran estrella del film, aunque con giros en el guión para hacer empático todo lo que sucede y disimular que sus cinco guionistas han homenajeado a “Armageddon”. El volcán que está en la frontera entre Corea del Norte y China, el monte Baekdu entra en erupción luego de añares de inactividad. Esto le permite a la película un festival de catástrofe a poco de iniciar y luego prometer un final aún peor. Según los científicos lo que se viene es un terremoto que puede borrar de la faz de la tierra a toda la península. Y de acuerdo a una teoría, con un porcentaje de poco éxito, la única forma ese terremoto letal es disparando un misil al costado del volcán. Para eso quedan unidos por distintas circunstancias un desarmador de bombas surcoreano y un agente norcoreano preso, que se dio vuelta, pero tiene una información vital. Justo cuando Corea del Norte está por deshacerse del armamento nuclear, el sabe donde guardan las ojivas. Esto permite que los protagonistas se embarquen en vueltas de tuerca de amistades a pesar de las diferencias, dramas familiares, fantasías de reunificación de un país dividido y eludir juntos la intervención de tropas norteamericanas y chinas. Una ensalada con todos los ingredientes. Con una fotografía de tonos arenosos post-apocalípticos y el buen aprovechamiento del presupuesto para efectos el entretenimiento está logrado, aunque un poco extenso.
"Terremoto 8.5": cine catástrofe al modo coreano El cine coreano lo hizo de nuevo. Como ya es una costumbre dentro de la producción más mainstream de Corea del Sur, Terremoto 8.5 vuelve a ofrecer algo muy parecido a lo que proponen los blockbusters de Hollywood, pero con un plus que le otorga una personalidad propia manifiesta en los detalles. Como es posible deducir a partir de su título, más obvio que elocuente, se trata de un clásico exponente del cine catástrofe, en particular de ese subgénero de cataclismos sísmicos capaces de tumbar hasta a la ciudad más poderosa. Y ya de entrada la premisa de esta nueva versión deja en claro que esta vez se trata de llevar todo al extremo, incluso a riesgo de rozar -y eventualmente caer en- el absurdo. Acá el terremoto en cuestión en realidad son tres y están vinculados con la erupción de un volcán ubicado en la frontera que separa a Corea del Norte de China. El primero de ellos es de tal magnitud que alcanza para devastar a Seúl, la capital surcoreana, ubicada a 500 kilómetros. Pero un científico al que nadie le había prestado atención, no solo había predicho este desastre, sino que asegura que otras dos réplicas aún peores son inminentes. Estas tendrán su origen en dos enormes capsulas de magma ubicadas bajo el volcán, que al estallar reducirán a cenizas a la península, incluyendo a las dos Coreas, enfrentadas desde hace más de 70 años. Terremoto 8.5 usa todo lo que encuentra en el camino para convertirse en un infierno. No solo por la gravedad que propone la tragedia natural, sino por el laberinto que en torno a ella van tejiendo las tensiones y los intereses geopolíticos. Es que la mejor solución que encuentra el gobierno surcoreano es enviar al Norte a un equipo de especialistas en bombas, a robar seis ojivas nucleares del arsenal de Kim Jong-un, con el fin de activarlas bajo el volcán justo antes de la última erupción. La idea es que la explosión libere la presión bajo tierra, evitando las consecuencias devastadoras en la superficie. La película mezcla todo eso con impunidad y pudiendo haberse convertido en un adefesio, consigue articular a través del cine de género una ingeniosa metáfora acerca de la realidad coreana. Para lograr el objetivo, el escuadrón surcoreano debe liberar a un espía norteño que se encuentra preso por vender información. Será él quien los guíe hasta la base secreta donde se ocultan los misiles. Como en una buddy movie, el líder del sur y el agente del norte deberán superar sus diferencias para trabajar por un objetivo común. Pero deberán hacerle frente a las mismísimas potencias, ya que Estados Unidos y China también pretenden hacerse de las armas nucleares norcoreanas. Combinando el humor con la acción, Terremoto 8.5 pone en escena un complejo partido de ajedrez al que no le falta ni el melodrama sentimental, ni el heroísmo ni la nobleza. Aún así, la película no puede evitar en algún momento dejar de retorcer las fórmulas, para copiarlas en lugar de apropiarse de ellas.
A esta altura es innegable que Corea del Sur es una de las usinas más relevantes en el cine de este milenio. Y lo viene siendo tanto en el llamado Cine de Autor como en el más comercial e industrial, aunque los límites entre uno y otro, sobre todo en los film de ese origen, suelen ser difusos. Los realizadores coreanos, además, se le han animado a todos los géneros y parecen manejarse en ellos con singular destreza. Terremoto 8.5 es una incursión coreana en el Cine Catástrofe (no es la primera) y, como veremos, no es el único género al que la película apela. Como en toda película de Cine Catástrofe hay un desastre, en este caso natural, responsable de la crisis que se desata. Aquí se trata de una erupción en el Monte Baekdu, una enorme montaña volcánica, la más alta de la península, ubicada precisamente en la frontera entre Corea del Norte y del Sur, como para que la ola destructiva alcance a ambos lados de la frontera, una de las más vigiladas del planeta. La erupción desencadena un violentísimo terremoto, que no es sino el primero de una serie, puesto que la disposición interna del volcán en varias cámaras hace prever dos réplicas similares y un último y cataclísmico terremoto que se llevaría puesto el 45 por ciento de la península. Para evitar semejante desastre, y ya perdido por perdido, el gobierno de Corea del Sur da luz verde a un plan desesperado que consiste en detonar ojivas nucleares en el volcán para desactivar la última erupción o por lo menos reducir su intensidad. La empresa no solo es arriesgada de por sí, sino que para llevarla a cabo hay complicaciones adicionales: hay que rescatar a un prisionero en una prisión norcoreana, robar las ojivas en una base también norcoreana, e introducirse en una mina laberíntica próxima al volcán. Lo único que facilita la tarea, aunque sea un poco, es la confusión reinante en todo el territorio. Para llevar a cabo la tarea es reclutado Jo In-Chang (Ha Jung-woo, a quien vimos en The Handmaiden y en The Yellow Sea), un desactivador de bombas quien tendrá que rescatar y unir fuerzas con el agente norcoreano Lee Joon-Pyeong (Lee Byung-hun, protagonista de I saw the Devil o The Good, The Bad, the Weird, y a quien una porción del público local reconocerá como el villano de la serie “El juego del calamar”). Las diferentes fases de la misión están planeadas paso a paso pero, claro, en el medio pasan cosas. Leyendo esto cualquiera podría pensar que la trama es algo disparatada y la verdad es que no andaría muy errado. Las bases científicas que sostienen toda la premisa, aun sin saber nada del tema, se intuyen bastante sospechosas. A los autores no parece importarles mucho perder tiempo convenciéndonos de la verosimilitud del asunto y nos tapan la boca con imágenes espectaculares y acción trepidante. El resultado es un relato lo suficientemente entretenido como para que uno ceda a la suspensión de la incredulidad sin mayores trámites. Ya desde el arranque no da respiro con la secuencia del primer terremoto que nos muestra cómo colapsan Seúl y Pyongyang, demostrando que a la naturaleza poco le importan las diferencias políticas y distribuye la destrucción democráticamente en un despliegue de explosiones, edificios derrumbándose, tráfico descontrolado y gente corriendo por su vida, todo lo cual establece el tono de lo que se viene. En este panorama apocalíptico se inyectan dosis de drama familiar, ya que la esposa de Jo In-Chang está en estado avanzado de embarazo mientras Lee Joon-Pyeong aprovecha su inesperada libertad para buscar a su hija a quien no ve hace años. Ambos conflictos aportan la cuota de melodrama que en estas grandes producciones coreanas parece habitual. Los realizadores Kim Byung-seo y Lee Hey-jun vienen de carreras por separado y este es su primer film juntos. Aquí lo que hacen es una amalgama masiva de géneros: cine catástrofe, melodrama, comedia, acción, espionaje, Heist Movie y hasta Buddy Movie, ya que la relación entre sus dos protagonistas responde a esa dinámica de pares opuestos, de tipos que no se llevan al principio, obligados a compartir un objetivo común, que con el correr del relato se van acercando personalmente. Contribuye a esta relación ambigua el hecho de que uno provenga de Corea del Sur y otro del Norte, vecinos enfrentados a muerte en una nación dividida. Un contexto interesante para explotar en un film de género, como hizo por ejemplo Park Chan-wook en Joint Security Area, en la cual Lee Byung-hun era uno de los protagonistas. Así como al pasar, en medio de la acción y cuando se produce la intervención del ejército norteamericano, se introduce también algo de crítica política, al papel un poco humillante que le toca a Corea del Sur en sus relaciones con Estados Unidos, aliados en los papeles pero donde al primero le toca callar y acatar las decisiones del socio mayor. Será necesario entonces desobedecer para llevar a cabo el plan y salvar al país y su gente, algo que a los representantes del gran país del norte no les parece prioritario. Terremoto 8.5 es un pastiche de géneros tomados del entretenimiento hollywoodense, en muchos casos llevados al extremo, lo cual responde un poco a la personalidad local. Absurda, excesiva y muy divertida, se presenta como una oferta disfrutable de personajes entrañables, acción incesante y apetito por la destrucción. TERREMOTO 8.5 Baekdusan. Corea del Sur. 2019 Dirección: Kim Byung-seo y Lee Hey-jun. Intérpretes: Lee Byung-hun, Ha Jung-woo, Jeon Hye-jin, Ma Dong-seok, Bae Suzy, Jai Day. Guión: Kim Byung-seo, Lee Hey-jun. Fotografía: Kim Ji-Yong. Música: Ban Jun-suk. Diseño de Producción: Kim Byeong-han. Producción: Choi Won-ki, Myung Chan Kang, Lee Hae-jun. Duración: 130 minutos.
erés que el cine y las series coreanas están teniendo en todo el mundo, esta superproducción dirigida por Kim Byung-seo y Lee Hey-jun, cuenta cómo un grupo de fuerzas especiales intentará proteger a los sobrevivientes de la activación del volcán Baekdu, que desde 1903 no había alertado a nadie. Con una factura técnica impecable, solo vamos a criticarle su obviedad.
El aliado menos pensado para salvar dos países Cada tanto es bueno ver cine catástrofe para recordar que siempre todo puede ser peor. Cuando la montaña más alta de Corea, un volcán inactivo desde mil años, da signos de actividad la vida de la península da un vuelco tanto en el norte como en el irreconciliable sur. Todo comienza con un terremoto que deja medio Seúl en ruinas, pero eso es sólo el principio. Inmediatamente los científicos detectan que el volcán tiene cuatro núcleos de magma. Sólo emergió el más cercano a la superficie, pero el mayor y el más profundo tiene el potencial de borrar del mapa a las dos Coreas. En una carrera contrarreloj un miembro del equipo tiene la única solución posible: perforar el cuarto núcleo de lava para descomprimirlo. En el mejor estilo de ese género que convoca multitudes, en los primeros diez minutos la película se mete de lleno en las secuelas de la primera erupción del volcán y el primer terremoto. Escenas de huidas del protagonista en coche por calles que se abren inmediatamente después de su paso mientras la ciudad se derrumba. Nada demasiado diferente a, por ejemplo, “Terremoto: la falla de San Andrés”. Sin embargo, a partir de allí el filme coreano luego de esas escenas iniciales conserva intacta la acción, pero diversifica la trama y se fusiona con el drama personal y social y la intriga política. Es que para concretar el objetivo que salvará a la península, el comando de Corea del Sur deberá obtener un misil en Corea del Norte y colocarlo en el túnel de una antigua mina ubicada bajo el volcán para lo cual algunos personajes de ambos bandos deberán aliarse.
Extraña producción coreana, insertada en el género de catástrofe, su título original refiere a la montaña de Paektu, también conocido como montaña Changbai, y ubicada en la frontera entre Corea del Norte y China. La erupción de un volcán causará estragos y una serie de réplicas tendrían consecuencias letales. Una misión a priori imposible busca concretar la hazaña. La premisa suena disparada y la persecución del impacto visual olvida la emergencia ambiental. Preferible es centrarse en las hazañas militares de un film que privilegia la estética de videojuego. Efectos digitales a la orden de un carrusel de escenas de acción de lo más burdas y repetitivas, el cliché ejercita su número más repetitivo: personajes en grave peligro se salvan con llamativa fortuna. Alrededor de ellos, abundan explosiones, derrumbes y colapsos. Todo capturado con suma pericia técnica, pero ausencia de criterio narrativo. “Terremoto 8.5” es una aventura ilógica, banal y exagerada. Un entretenimiento precario que utiliza el montaje alterno arbitrariamente, tergiversando reglas de manual. El modelo hollywoodense mal copiado ha llegado hasta el corazón industrial del cine de oriente.