Los protagonistas, Poppy y Branch, descubren que no son más que una de las seis tribus de Trolls diferentes, repartidas en seis territorios y dedicadas a seis tipos diferentes de música: Funk, Country, Techno, Clásica, Pop y Rock. Un miembro de la realeza del rock, Barb, ayudada por su padre, el rey Thrash, desea destruir todos los otros géneros musicales para que el rock reine supremamente. Poppy y Branch, junto con sus amigos se dirigen a visitar a las demás tribus para unificar a los Trolls en armonía contra Barb, quien busca eliminarlos. Este es más o menos el argumento de esta secuela que supera al film anterior y resulta una divertida sorpresa. Cada paseo por un género es una serie de cambios estéticos y musicales espectaculares y las voces originales de cada uno de los personajes es un show en sí mismo. Anna Kendrick, Justin Timberlake, Jamie Dornan, Sam Rockwell, James Corden y Kelly Clarkson, entre otros, justifican la visión de la película en inglés. El cine también es esto, música y colores como en los grandes musicales del Hollywood clásico. El despliegue de personajes delirantes parece ilimitado y es terriblemente gracioso. Irresistible.
QUE LA MÚSICA NO PARE (POR FAVOR) Los primeros minutos de Trolls 2: World Tour son un torbellino. La película arranca con todo, imponiéndose a través del color y las canciones, pero también con humor de impecable timing y un uso amplio de las posibilidades de la animación. En serio, es arrollador y nos pasa por encima como una bola espejada de colores y sonidos, aunque lo realmente positivos es que nunca se olvida de convertir esos estímulos en comedia de la buena. Si la primera parte había sorprendido precisamente por un espíritu pop que atravesaba con coherencia la propia materia de la película, el comienzo de Trolls 2: World Tour promete llevar aquello a un lugar mucho más alocado. Es como si los aciertos de la original se volvieran concepto y la película de Walt Dohrn y David P. Smith obviara lo narrativo para volverse una superficie propicia para la experimentación sin límites de las formas, el color y la música. Pero el comienzo de Trolls 2: World Tour es apenas una ilusión; una suerte de extensión de la primera parte que se agota inmediatamente para volverse una enseñanza de vida en movimiento. En esta secuela se construye una genealogía de los trolls, en la que se cuenta cómo se dividieron en diferentes comunidades distanciadas por sus gustos musicales. Está la tierra de la música clásica, la de la música country, la del soul, la del pop y -claro que sí- la del rock. Y precisamente son los rockeros los villanos de la película, quienes buscan imponer su estilo a las otras comunidades hasta hacerlas desaparecer. No está mal esa premisa, retomar conflictos clásicos y universales pero reconvertirlos a partir de los géneros musicales. Tal vez uno de los inconvenientes de la película sea el hecho de tener que explicar un poco su universo, lo que la lleva inevitablemente a detener la acción. Trolls 2: World Tour es una película que funciona mucho mejor cuando la música no para, cuando los chistes se cuentan a un ritmo veloz, aunque por momentos pueda resultar un poco agotadora la experiencia. La original Trolls era consciente de algo fundamental: la música pop, las canciones, por medio de sus letras, le evitaban a los personajes decir aquello que de otra forma podía volverse demasiado subrayado. Pero en Trolls 2: World Tour las canciones cumplen un rol más ilustrativo que narrativo, por lo que a la hora de resolver sus conflictos no puede evitar ponerse discursiva y aforística. El discurso de la película va sobre los diferentes y la necesidad de aceptar al otro, incluso con algunas reflexiones interesantes. Y no está mal, pero también es cierto que se vuelve demasiado repetida en relación a lo que ya se había expuesto en la anterior: no hay progresión, solo una sumatoria efectista de recursos ya expresados. Con el avance de los minutos, Trolls 2: World Tour convierte su arranque arrollador en algo más caótico pero menos divertido, como si se buscara contener la anarquía y aplicarla a su discurso. Esa fricción es la que termina convirtiendo a la película en una suerte de globo de colores, que siempre amenaza con estallar pero nunca lo hace por más que lo aparente de manera ruidosa.
Finalmente y luego de una larga espera, los amantes de las cintas de animación tendrán el retorno de los Trolls a la pantalla grande (recordemos que hay serie para los que aún no las vieron!). Con el regreso de los cines, era esperable que volvieran estos simpáticos y coloridos reyes del ritmo. La primera entrega en salas fue en 2017 y recaudó más de 346 millones de dólares en el mundo. Si, es una cinta costosa (aquella tuvo un presupuesto de 125) pero ha impulsado no sólo merchansing, sino también una gran cantidad de hits en las plataformas musicales. Por eso es importante decir que estamos frente a un gran evento que funciona como un buen menú familiar, los gnomos de «Trolls» son divertidos y coloridos para la platea menuda y por el otro, ofrecen un enfoque que engancha a los mayores de la sala por la diversidad de los éxitos que desfilan en su banda de sonido. Walter Dorhn repite la dirección, esta vez junto a un nuevo coequiper, David P. Smith. ¿Qué ofrecen de nuevo aquí? No demasiado debo decir, en términos de originalidad. La trama se plantea en una expansión del universo de estos simpaticos Trolls, que cierto día descubren que no sólo ellos existen en ese mundo. Sí, una milenaria historia sobre el origen de la cultura de la especie cuenta que hay distintas tribus (seis) que cada una vive un estilo de música diferente, que la hace única y particular. Y cada tribu (Funk, Country, Techno, Classical, Rock y Pop, esta última con los personajes que ya conocemos bien) posee una cuerda de una especie de dispositivo que vuelve poderoso a quien logre obtenerlas a todas. La reina Barb (Rachel Bloom en la versión anglosajona) es la número 1 de la familia Rock Trolls y una vez que descubre esta historia, comenzará la visita de los distintos grupos (cada cual con su género eh!) para conseguir todas las cuerdas y que «solo haya rock». De más está decir que Poppy (Anna Kendrick) y Branch (Justin TImberlake) comenzarán la odisea de impedir los malvados planes de la fémina rockera y en ese peregrinar, viviremos una experiencia intensa en términos sonoros. De lo mejor. No vamos a descubrir aqui lo ajustada que es la OST de estos pibes. Es un placer escucharla. Lejos, hace la diferencia. La verdad es que «Trolls World Tour» tiene un guión promedio, nada que mueva demasiado la aguja, pero donde se destaca en forma notable, es el aspecto musical. Es imposible no salir del cine tarareando sus canciones, una mejor que la otra y ofreciendo una variedad, más que destacada. Es una batalla de éxitos, muchos clásicos (la nueva versión de «Girls just want to have fun» de Cyndi Lauper que hace Kendrick es más que una curiosidad) y ritmo garantizado a lo largo de toda su extensión Quizás no sea la mejor secuela dentro del género animación y está bien. No tiene porqué serlo. Debemos sí coincidir que ha generado una movida divertida, liviana y que invita al movimiento. No es poco. «Trolls World Tour» es una buena invitación para que la familia vuelva a las salas a pasar un rato divertido. Como en los viejos (y prepandémicos) tiempos.
Como ocurrió con la primera entrega estos muñecos de gran pelambre y recorrido tienen como excusa la música. Primero estuvieron juntos con una lira gigante que contentaba a todos hasta que las preferencias musicales provoco la división en reinos: el pop, el country, la música clásica, el punk, el tecno. Y a eso hay que sumarle en K-pop, el reggaetón, y cuanto género musical se aparezca, calificados como orgullosos de sus melodías o como villanos a sueldo que utilizan sus preferencias para seducir, raptar y anular. El problema es que la reina del rock heavy tiene ambiciones expansivas y no tolera otros gustos. A eso se enfrenta la reina del pop y su ingenuidad. Dedicada especialmente a los más chicos, tiene líneas de diálogo y una específica y bien elegida banda de sonido que la hace especialmente seductora.
Seguimos en cuarentena pero varias películas grandes están estrenándose por streaming antes de tiempo. Es por ello que la secuela de «Trolls» (2016) que iba llegar entre abril y mayo a los cines argentinos ahora está disponible en internet. «Trolls» se suma a varios intentos desesperados de los grandes estudios de volcar productos exitosos del mundo del juguete a la pantalla grande. Si somos sinceros, parecía una pésima idea desde el inicio y cuando llegaron a la pantalla grande cuatro años atrás de la mano de DreamWorks Animation («Shrek», «Kung Fu Panda») nos demostraron lo contrario. brindando un entretenimiento correcto, súper colorido y estridente que se sostenía por un gran trabajo de animación, canciones pegajosas y una simpática e inspirada interpretación vocal de sus protagonistas Anna Kendrick («Pitch Perfect») y Justin Timberlake («Friends With Benefits»). Esta secuela tampoco se veía como algo necesario pero igualmente el estudio quería seguir estirando el moderado éxito de la primera y tenemos que decir que el resultado es más que digno e incluso quizás un poco por encima de las expectativas (y de la primera entrega). Luego de la aventura que emprendió la reina Poppy (Kendrick) junto a Branch (Timberlake), una nueva travesía se cierne sobre la pequeña tribu de trolls que los llevará hasta límites desconocidos. Al parecer el clan de estas criaturas de pelos largos, es una de las seis que existen sobre el mundo. Las seis están repartidas en distintos reinos y consagradas a seis tipos distintos de música: funk, country, tecno, clásica, pop y rock. La reina Bárbara (Rachel Bloom), miembro de la realeza del hard rock, y su padre, el Rey Metal (Ozzy Osborne), quieren acabar con el resto de los géneros musicales e imponer el reinado del rock. Con el destino del mundo en juego, Poppy y Branch, junto con el resto de la tribu, visitarán los demás reinos para unir a los Trolls y evitar que los malignos planes de Barb sean llevados a cabo. «Trolls World Tour» nos ofrece mucho más que la primera entrega. Por un lado, tenemos un guion mucho más original y ajustado a los tiempos que corren, que además le explican de manera muy didáctica, estridente y colorida a los niños las disputas que siempre hubo/hay/habrá con los fans y puristas adeptos a determinados géneros musicales, su vínculo con el resto de los géneros y otros defensores del «bando contrario». No es que esta secuela haya reinventado la rueda y por momentos puede verse como una aventura de fórmula pero el viaje es realmente divertido y disfrutable. Asimismo, la química entre Timberlake y Kendrick está mucho más afianzada y demuestran su talento para interpretar a estos entrañables personajes y para personificar atractivos números musicales. Con respecto a los aspectos técnicos, la animación es impecable e invitará a los más pequeños a disfrutar de una aventura interesante y visualmente deslumbrante. La paleta de colores puede resultar abrumadora pero es totalmente magnética y llamativa. Si a todo esto le sumamos varios cameos del ámbito musical como Kelly Clarkson, J Balvin, Ozzy Osborne, Gustavo Dudamel, Mary J Blidge, Chance The Rapper, entre varios más; y un grupo de actores secundarios super estelar que completan James Corden, Sam Rockwell, Rachel Bloom, Jamie Dornan y Kunal Nayyar, tenemos un cóctel infalible para deleitarse en familia. «Trolls World Tour» es una secuela atractiva que le encontró una vuelta de tuerca narrativa al asunto y que demostró ser más original que la primera entrega. Un film entretenido que sin ser una joya del séptimo arte nos logra dar más de lo que aparenta en primer lugar.
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