La magia de la televisón ¿Qué es hacer televisión?: ¿tener un estudio?, ¿tener dinero para producir?, ¿ser dueño de un canal?, ¿tener cuatro cámaras? ¿O simplemente tener algo qué decir, algo interesante qué mostrar, una cámara y una antena? El director Sebastián Deus intenta en este film captar el espíritu de lo que fue TV Utopía, el canal de televisión comunitario del barrio de Caballito hecho por y para los vecinos, sin fines de lucro y de acceso gratuito. El documental muestra una gran cantidad de imágenes del material de archivo del canal: móviles en las marchas de los jubilados, en las marchas de las Madres de Plaza de Mayo o, simplemente, en Primera Junta mostrando vecinos o bandas de música de la zona. De la actualidad recupera testimonios de personas que veían Tv Utopía y gente que participó del canal. También las imágenes del debate en el Congreso sobre la Ley de Medios son utilizadas por el director para forjar una mirada desde el presente de lo que aquel proyecto representaba: un intento por abrir el debate sobre la libertad de expresión y por buscar modos alternativos de comunicación. Como una manera de ser consecuente con una idea, y para apoyar aún más el sentido del film, es evidente que su producción es más bien austera. No por su contenido, sino porque es fácil notar que una cámara (a lo sumo dos, en escasos momentos) es suficiente para generar las imágenes buscadas. Esta simpleza técnica era la misma bandera que alzaban aquellos jóvenes en los años 90, para luchar por la democracia comunicativa. El proceso de realización de la película es, por lo tanto, parte de este documental, que nos permite introducirnos en el proceso de producción, como lo hacía aquel utópico canal. Desde esa idea radical y democrática según la cual todos podemos hacer televisión, el director rescata testimonios de personas que participaron en su programación. Ellos son los personajes del film, y los que hicieron posible su subsistencia. La espontaneidad en la manera de hacer televisión, sin filtros, sin engaños a la audiencia, simplemente mostrando lo que eran, es un material que vale la pena mirar. Claro que la situación clandestina del canal también es tematizada aquí, pero así como no fue lo más importante para sus creadores tampoco lo es para el documental. TV Utopía (2011) es un documental sobre lo posible, sobre la importancia y el valor de lo comunitario y una manera de decir que el sistema no lo es todo.
Este documental rescata la experiencia pionera del canal comunitario del título, que transmitió durante toda la década de los ’90 desde el barrio de Caballito. El propio Deus fue parte durante un par de años de ese proyecto singular y autogestivo (combatido por el establishment mediático y el poder político), y aquí oficia de investigador para reconstruir aquella iniciativa de resistencia y comunicación alternativa hecha por los propios vecinos. El trabajo con el archivo (precarias imágenes en VHS) es interesante, pero la película peca de oportunista cuando dedica muchos minutos al proceso de aprobación de la Ley de Medios para vincular el espíritu de TV Utopía con el de la nueva política oficial.
En los '90, canal Utopía surgió como una alternativa a la televisión de aire. Estaba hecha por —y para— vecinos del barrio de Caballito. Al no contar con licencia para funcionar, tuvo más de un problema, pero así y todo duró años y marcó a los espectadores...
Voces que merecen ser escuchadas Poner un puntaje a este tipo de películas es realmente arbitrario. Podríamos decir que es sectaria, pero no por querer serlo sino por el tema al que apunta. El individualismo y los sistemas hegemónicos han llevado al espectador lejos de este tipo de producciones y proyectos. Para otros, sin embargo, será emocionante acercarse a la producción de una televisión comunitaria. TV Utopía, de Sebastián Deus, es un documental que nos adentra en una señal que funcionó durante unos años gracias al esfuerzo de un grupo de vecinos. Deus edita para su film 400 horas del canal TV Utopía. Este canal ilegal pero que no interrumpía ninguna otra frecuencia funcionó durante la década del 90´ como medio de protesta de todas las voces que se acercaran a su precario lugar de trasmisión. Junto a todo ese material, el director que también formó parte del canal agregó el seguimiento de la Ley de Medios de Comunicación Audiovisual, que era la esperanza de poder adquirir un canal con el aval estatal. Aunque la emisión ha terminado hace un tiempo, queda en el recuerdo de los vecinos y quienes participaron de este gran emprendimiento, esta película representa un grito de protesta ante el gran poder económico de nuestro país. TV Utopía nos adentra en el esfuerzo. Pero también nos emociona y nos hace reír de la desgracia: trasmitir desde un pequeño cuarto con pocas herramientas y sin nada de dinero más que el que lograban juntar de sus otros trabajos merece un agradecimiento, porque pensaron en todos ellos que no tenían lugar en otro lado, que no serían escuchados de otra forma porque la agenda de los grandes medios está ocupada en sus propios negocios.
El medio es el mensaje Vamos al grano: Tv utopía es un documental del director Sebastián Deus, quien allá por los noventa también formaba parte del Canal cuatro utopía, proyecto de autogestión de los vecinos del barrio de Caballito fundado por Fabián Moyano que al no contar con una licencia para transmitir lo hacía desde la clandestinidad y con una escasísima producción y amateurismo evidente. Detrás de este proyecto colectivo, que para la década menemista significaba por un lado la identidad de un medio alternativo de comunicación y por otro un sueño hecho realidad para aquellos que jamás formarían parte de ninguna programación de canal de cable o de aire por el contenido y la forma de los programas (a lo largo de diez años hubo de todo incluso noticieros y programas políticos), existe de cierta manera una historia que de acuerdo al punto de vista que la observe podría asociarse a la lucha quijotesca contra los molinos de viento de los grupos hegemónicos pero también es justo reconocer planteada en términos que dentro del ámbito comunicacional resultan por lo menos cuestionables, no tanto desde lo ideológico sino desde los códigos de la comunicación per se. Hay dos preguntas incómodas que este loable, aunque con importantes falencias en lo que a la utilización del material se refiere, documental no puede responder desde la propuesta por lo menos cinematográfica que sale a buscar el testimonio de los involucrados y de sus particulares anécdotas: ¿cuánta gente miraba este canal gratuito y de aire que por sus condiciones rústicas transmitía las 24 horas con interferencia? Y la segunda obedece a preguntarse con sinceridad a qué intereses reales afectaba este proyecto comunitario que transcurrida una década intentó recuperar luego un espacio durante la agitada y convulsionada disputa por la famosa Ley de medios con la esperanza de conseguir alguna adhesión a sus ideas cuando la política lo contaminó todo. No puede visionarse este documental de buenas intenciones sin tomar como punto de partida una frase del filósofo y teórico canadiense Marshall McLuhan (1911-1980), pionero en muchos temas de debate de teoría de la comunicación que aún hoy continúan vigentes a pesar de los brutales cambios a partir de la digitalización: el medio es el mensaje. Sin ánimo de teorizar desde este lugar y simplemente con fines complementarios a este texto podría resumirse el pensamiento del canadiense partiendo de la idea que el contenido de la comunicación es menos importante que el medio que la provoca. Esa pequeña y sutil diferencia entre contenido o mensaje y medio es lo que sintetiza el antes, durante y después del Canal 4 utopía, que por su esencia y origen distaba mucho de lo que puede significar la palabra televisión porque lo que predomina en este medio es la imagen sobre el contenido. Muchos de los programas que se transmitían en Utopía, y sobre este particular alcanza con el material de archivo recuperado por Deus -casi 300 horas-, hubiesen tenido mayor impacto en una radio porque carecen de imagen más allá de la exposición de la televisión en crudo y con las impurezas técnicas pertinentes. Así, lo que frecuentemente aparece en pantalla y más aún en un documental de estas características es el costado artesanal y voluntarioso pero también su límite cuando se rompe la barrera entre lo que está adelante y lo que está atrás de cámara. El efecto de la desprolijidad muchas veces juega en contra porque a pesar de causar simpatía o gracia en un primer instante luego desnuda con más profundidad los alcances del mensaje en función al contenido. Algo que por ejemplo se toma en solfa en programas humorísticos como los de Peter Capusotto, por citar el ejemplo local más oportuno. Sin embargo, también debe reconocerse que el Canal utopía utilizó un espacio en la comunicación para dar voz a otra manera de entender a los medios de comunicación alternativos sin entrar en el debate sobre la legalidad o ilegalidad de sus transmisiones. La clave del documental de Deus no es otra que el punto de vista elegido para contar la historia que no presenta dobleces, contradicciones pero es justo decir tampoco transparenta militancia en una época donde no existe el matiz sino el posicionamiento hacia un extremo o hacia el otro.
La ley de medios antes de la ley de medios La película retrata y explica la quijotesca existencia de Utopía, un canal “pirata” que en los ’90 transmitía desde un living en Caballito. Y a pesar del tiempo transcurrido, resulta interesante repasar la historia a la luz de un momento de los medios bien diferente. Es curioso el problema que surgió en el Instituto del Cine con la modificación de la norma que reglamenta las condiciones para la aprobación de proyectos documentales, un hecho que motivó la protesta de algunas asociaciones de documentalistas y la preocupación de sus miembros. Es llamativo sobre todo porque muchas de las más inteligentes e innovadoras películas producidas en el país durante los últimos años son documentales, y con lógica futbolera podría pensarse que equipo que gana no se toca. El etnógrafo, de Ulises Rosell; Tierra de los padres, de Nicolás Prividera; Papirosen, de Gastón Solnicki; La chica del Sur, de José Luis García, o Yatasto, de Hermes Paralluelo, sirven como muestra de la calidad alcanzada. Más allá de estos títulos que son parte de lo más notable del género en el país, hay un segundo escalón, todavía más poblado, de trabajos menos ambiciosos pero que también evidencian la buena salud del documentalismo nacional. Entre ellos se cuenta TV Utopía, de Sebastián Deus, que fue parte de la 26ª edición del Festival de Mar del Plata, integrando la Competencia Argentina junto con Planetario, de Baltazar Tokman, otro ejemplo oportuno y de reciente estreno que merece mencionarse. Como Planetario, el film de Deus está compuesto por un material que fue producido mucho antes de que nadie intuyera que en ellos habitaba una película en potencia. Así como el trabajo de Tokman se basa en los videos domésticos de seis padres que filman a sus hijos con obsesión, TV Utopía nace de una serie de casetes de VHS que contiene parte del archivo de un canal comunitario que salía al aire en los ’90, cuya programación producían por completo los vecinos del barrio de Caballito. Para quienes no lo saben o no lo recuerdan, Canal 4 Utopía fue, mucho antes de que se hablara de modificar la ley de medios, el emergente de una época donde las radios y los canales comunitarios comenzaron a ganar espacios, mientras eran tildados de “piratas” por quienes siguen dominando el negocio de los medios en el país (la película menciona una denuncia contra el canal realizada por el grupo Vila-Manzano-De Narváez). Con ese adjetivo se descalificaba la necesidad legítima de utilizar a los medios de comunicación como tales y no como meras empresas comerciales, y al amparo de la norma vigente por entonces se condenaba a dichos proyectos a desaparecer. Más allá de su valor documental, la película de Deus realiza un aporte interesante a la discusión actual sobre la ley de medios, porque su contribución, lejos de ser teórica, entrega una prueba de cómo funcionaría y cuáles serían algunos de los beneficios potenciales de la aplicación de la nueva norma. TV Utopía representa aquello que se intenta crear con dicha ley, pero realizado con éxito veinte años antes, en un escenario por completo hostil. Sin necesidad de insistir sobre la discutible calificación de “piratas”, pueden mencionarse las reiteradas clausuras y confiscaciones de equipos a los que eran sometidos los emprendimientos de este tipo. Saqueos llevados adelante por el Comfer, la autoridad competente de la época, y aunque puede parecer incorrecto juzgar el pasado con las reglas del presente, no lo es. La película demuestra que canal 4 Utopía, que había comenzado como el proyecto personal de Fabián Moyano, un vecino ingenioso que hizo del comedor de su casa un estudio de televisión, consiguió convertirse de a poco en la antena transmisora de una serie de descontentos sociales silenciados, en un momento en el que ser oposición era complicado. Pero complicado de verdad, no porque el poder de turno coartara expresamente la libertad de expresión, sino porque merced a la aplicación de una serie de políticas neoliberales consiguió convertir a una amplia mayoría de las clases medias y altas en cómplices por comodidad. La comodidad de vivir en dólares y viajar cada año a Miami, dejando toda responsabilidad social y económica en las responsables manos privadas. Deus muestra el modo en que Utopía supo colocarse del lado correcto en tiempos difíciles: del lado de los jubilados que marchaban cada semana al Congreso, de los docentes acampando durante meses en la Carpa Blanca, de las mujeres de Plaza de Mayo. TV Utopía rescata del olvido esa quijotada televisiva del mejor modo. En su reivindicación de las cosas hechas a favor del placer y en contra de la adversidad, sin renunciar a la estética amateur y anárquica con que el canal emitía sus programas, está el valor cinematográfico del trabajo de Deus. En el reencuentro amoroso con los personajotes que creaban la programación del canal se proyecta la ética y la mística de aquel emprendimiento. En la inteligencia simple con que el montaje consigue superponer pasado y presente se halla el profundo mérito narrativo de esta película de apariencia superficialmente tosca. Ojalá sigan siendo posibles documentales así.
Son tiempos convulsivos para los medios de comunicación, una etapa de grandes discusiones, de re-definición sobre la función de los mismos, el rol que cumplen en la sociedad, y su poder de captación; un momento de transición. Hace unas semanas veíamos en cartel el magistral documental de Daniel Stefanello, Imágenes del Tio Sam sobre la penetración de un medio como el cine en la cultura de una sociedad para implantar determinadas costumbres, todo girando alrededor de la sanción de la nueva ley de medios audiovisuales que algunos plantean como polémica. Mucho menos político (lo cual no quiere decir mejor) resulta TV Utopía, dirigido por Sebastián Deus, que vuelve a mostrar la misma situación si se quiere, pero esta vez, claro está, hablando de la televisión, quizás el medio de comunicación más masivo. A diferencia de Stefanello, Deus, no pone el foco principal en la penetración de los grandes medios y por consiguiente el poco espacio que queda para el resto; aunque algo de eso hay. Utopía fue un canal de televisión local del barrio de Caballito de durante la década del ’90 se emitió a pulmón mostrando distintos hechos sociales que los grandes canales ocultaban (marchas y reclamos sociales, por ejemplo) y haciendo hincapié en la propia gente del barrio, como una ventana para que ellos mismos puedan verse. Los que todavía teníamos antena de aire a fines del Siglo XX, quizás pudimos disfrutar de varios de estos canales que nos ofrecían una programación quizás austera, mínima, con escasa producción, pero muy representativa del lugar en que se emitía (un fenómeno más frecuente en el conurbano bonaerense con algunas señales “piratas” que hasta subsisten hoy día). Utopía hoy en día ya no existe, pero se podría decir que fue un canal pionero, porque propiamente de la apertura de este tipo de medios es lo que habla la citada ley. Medios en los que el espectador se identifique, se muestre su día a día, y se de especio a lo que los otros no muestran. Esto se hace más evidente y carente en el interior y en pequeñas comunidades. Deus, que trabajó en el canal, realiza un documental como si saliese del propio Utopía, para ser emitido allí. Abundan las imágenes del archivo de lo que se emitía en el canal, de las manifestaciones en las que participaba, del momento de debate en el Congreso por la ley, y testimonios de ex trabajadores y espectadores del canal; en definitiva, todo funciona como botón de muestra para tener una idea cabal de lo que fue, podría haber sido, y podría ser para otros de ahora en más si todo se allanara. Decíamos que TV Utopía parece salido del propio canal, porque (probablemente de manera deliberada) su producción resulta tan austera como la que uno recuerda de los programas de TV locales. Poca utilización de recursos, expresiones mínimas, simpleza de material, todo es directo y sin lugar para las dudas. Las imágenes de archivo del canal se acoplan perfectamente con el resto del documental, y esto puede ser, perjudicial para quienes busquen algo más de técnica cuidada, pero también funciona perfectamente para lo que se quiere contar y demostrar. Con TV Utopía, Sebastián Deus logra un film ameno, quizás no muy cinematográfico, simpático y en cierta manera didáctico, y eso es lo importante, que todos podamos aprender lo que la televisión como medio puede llegar a ser, mucho más de lo que nos quieren mostrar. En ese sentido, como mero botón de un todo amplísimo, hablamos de un documental muy logrado.
Buen registro de un entusiasmo de los 90 Le preguntaron al viejo maestro Fernando Birri para qué sirve la utopía. Y respondió Es como el horizonte. Uno camina dos pasos, el horizonte retrocede dos pasos. Uno camina tres pasos, el horizonte retrocede tres. ¿Entonces para qué sirve? Sirve para caminar. Y cuando miramos una utopía vieja, seguramente servirá para no olvidar. Es lo que hace este documental recordando un entusiasmo de los 90 y una campaña que ya pasó. El entusiasmo es el de la gente que en los 90 hizo el Canal 4 de Caballito, una televisora vecinal instalada en el living de la casa de su fundador Fabián Moyano. Televisora gratuita, sin fines de lucro, por puro gusto, con avisos de comercios locales y participación de talentos diversos, o por lo menos comedidos de buena onda. Ahí se foguearon aspirantes a reporteros, animadores, locutores, un guitarrista que acompañaba a los espectadores que cantaban por teléfono, un viejo poeta que condujo su propio programa literario bajo la advocación de Nalé Roxlo (mi corazón eglógico y sencillo), un comentarista de cine que pasaba películas del videoclub barrial elegidas con criterio notable, y a veces también videofilms todavía sin difusión comercial. Algunos sólo probaron qué era eso, otros hicieron ahí sus primeras armas, como Sebastián Deus, hoy profesionalmente dedicado al cine documental. Es él quien rescata y digitaliza viejos archivos de vhs, y rastrea a televidentes y participantes de aquel entonces (el cronista Jorge Grez, un vendedor de discos viejos que tuvo su programa musical, etc.) que evocan la experiencia varias veces interrumpida por reclamos de los canales abiertos y de las nacientes cadenas de cable. Las denuncias iban seguidas de allanamientos (hubo 12), y éstos incluían robos de equipos. El cierre fue en 1999. Los registros incluyen un recital callejero, una campaña de firmas, la cobertura de manifestaciones de jubilados, etcétera. Y también, alternando con ellos, se registra la campaña por la Ley de Medios de 2010, con exposiciones en el Congreso, la interrupción a una diputada por parte de cierta gente metida entre los periodistas, y todo ese otro entusiasmo que culmina la noche de la aprobación en el Congreso, cuando un diputado anuncia su voto positivo porque ha venido mucha gente a pedirme que salga sin modificaciones. Euforia generalizada. Curiosamente, todavía no ha surgido ninguna otra experiencia independiente de similar inocencia e igual peso.
Los medios de comunicación llamados “alternativos” en relación con los modernos medios masivos, existen desde muchos años atrás. La comunicación alternativa y comunitaria surge constantemente desde distintos espacios u organizaciones, no solo respondiendo a una necesidad de comunicar una agenda diversa de la que difunden los grandes medios, sino también dando lugar al interés de los receptores en encontrar voces más afines, más propias o más cercanas. En el modo en que se construyen vínculos, relaciones y búsquedas comunes se puede medir el suceso de esos medios que en general están muy lejos de la masividad. TV Utopía fue un canal realizado a partir del impulso de Fabián Moyano en el barrio de Caballito de la ciudad de Buenos Aires, a lo largo de la década de los ’90. Abierto, plural, inexperto, comunitario, su señal era emitida por aire e integraba a gente de orígenes y saberes diversos, en una programación que se fue haciendo en la misma medida en que el proyecto creció. Moyano era el creador pero nunca el dueño. De las discusiones a propósito de lo que ocurría con TV Utopía participaban tanto él como todos aquellos que hacía el canal cotidianamente y los mismos espectadores. Esto daba un carácter particular al proyecto: no era una televisión hecha solo para ser mirada, sino que realmente se constituía como un modelo de comunicación con mucha más bi direccionalidad de lo que es habitualmente el medio. Sebastían Deus fue parte del proyecto durante algunos años y luego de aquella experiencia y su propia carrera como documentalista, decidió recuperar horas de material grabado para enfrentarse al desafío de contar aquella experiencia. La búsqueda de material también lo llevó a reencontrar a gente que participó de aquel proyecto y recuperar la esencia de lo comunitario. Pero al mismo tiempo en que relata la historia del canal 4 TV Utopía, se encuentra con el desarrollo de las discusiones (y la posterior sanción) de la ley de servicios de comunicación audiovisual, que hubiera dado un marco de existencia legal al canal, víctima de innumerables allanamientos y confiscaciones por parte del COMFER. A esta segunda línea narrativa –que es el presente en la película– se suma una tercera: la precisa descripción de la década infame de los noventa argentinos, a partir del mismo material recuperado. Estos tres planos del relato, la historia fáctica de lo que fue TV Utopía, la necesaria ley de medios que repare la ausencia de una legislación más inclusiva y la década del noventa a partir de la mirada de las imágenes producidas por el Canal 4, se integran dialécticamente, produciendo un discurso histórico y político que hace evidente el sentido que tiene para una sociedad de masas la diversidad de voces, de puntos de vista y el ejercicio pleno de las libertades de expresión e información. Deus logra entretener pues evita en todo momento la solemnidad, la valoración o el discurso épico. Es a partir del trabajo de un montaje fluido y de un uso muy inteligente de su propio lugar como narrador que el realizador logra integrar al espectador en un relato que, siendo pasado, es indudablemente presente. El final, con un recurso bello a la poética de los sueños y el espacio aéreo como lugar donde habitan las palabras del pasado, del presente y del futuro, abre la puerta a pensar sobre las voces que están allí o acá, dando vueltas, esperando ser escuchadas. Y en el espacio de la comunicación, lo deja bien claro Deus, hay lugar para tod@s.
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