Una familia argentina Es una película triste La vida dormida. Muy triste. Triste por los protagonistas, por su mediocridad y sus enfermedades mentales, por su extravíos y hallazgos (al final, la que descubre todo, la que filma todo esto, la que tiene todo claro, es miembro de la familia), y triste porque todo eso tiene que ver con la Argentina, fue permitido por la Argentina, es finalmente la Argentina la que se pasa la vida dormida, soñando con cosas que no son. La que filma es Natalia Labaké, nieta de Juan Gabriel Labaké, abogado y político peronista, que en los 80 pasó de ser representante de Isabelita a candidato de Menem, y que si algo tuvo de coherente durante su vida política fue su fidelidad (¿o algo más?) a la Santa Madre Iglesia. De allí el discurso, que “dicta” en voz alta a partir de lo que escribió en casa, luego de estrujarse el mate, uno de esos discursos hiperarmados, en el que traza la infancia de un niño criado en la localidad de Lobos a comienzos del siglo XX y otro, “Dios”, nacido en Nazaret veinte siglo atrás. Perón y Jesús, Jesús y Perón, ramas del mismo árbol son. Labaké no es muy coherente. En una época defiende a Isabel, en otra dice que su manipulador espiritual López Rega era de la CIA y que Perón lo sabía. Supuestamente habría dicho El Viejo, con ese aire campechano con el que comunicaba las verdades más terribles, que prefería tener al lado a un agente de la CIA al que reconociera como tal, que a uno del que no supiera. ¿Habrá dicho Perón eso alguna vez? ¿Estaba Lopecito efectivamente al servicio de la CIA? ¿No le bastaba con haber creado las Tres A? ¿O creó las Tres A por encargo de la CIA? A propósito de Isabel, también se exhibe en el XXII Bafici (¿feliz coincidencia?) Una casa sin cortinas, que a pesar de que su título no permite adivinarlo tiene a María Estela Martínez de Perón por protagonista y coronel Kurtz. Me explico: el documental de Julián Troksberg intenta penetrar la esfinge de rodete, peinado batido y mucho spray, mediante el método tradicional: entrevistando a Juan Manuel Abal Medina (“it’s alive!”), a los Carlos (Corach y Ruckauf, le faltó un Carlos que en el momento de la filmación todavía vivía), a Juan Carlos Dante Gullo (ese ex dirigente de la JP que nunca dio la impresión de haber sido dirigente de la JP). Desde ya que esa esfinge es impenetrable, de modo que todos los entrevistados -incluyendo algún cardiólogo de guardia que compartió la intimidad de los últimos momentos del General y su esposa, así como Haydée Padilla, La Chona, que conoció a Isabelita a los veintipocos, cuando daba sus primeros pasitos de baile- coinciden en que no debió haber estado allí donde estuvo (el ojo del huracán setentista, en el momento en que se pone bizco), que no tenía la más mínima capacidad política para hacerlo. Pero ojo: todos le reconocen dos cosas, que no son moco de pavo. Una es haberse sacado de encima a su mentor espiritual, el que según Tomás Eloy Martínez le hacía pases de magia (“siempre le tuvo terror al espiritismo”, dice asombrosamente de ella María Eva Gatica, hija del Mono), cuando la CGT y el Loro Miguel la emplazaron a que era él o ellos, y eligió a ellos. La otra es haberse bancado casi cinco años de cárcel de la dictadura calladita, sin haber pedido ningún cuidado especial y sin haber renegado de ser quien en definitiva había sido, porque su marido así lo quiso: la Presidenta de la Nación. Ésa es La casa sin cortinas que tiene a Isabel por protagonista. La otra es la que quiere que pensemos que en una de esas estos muchachos que la filman lograron romper un silencio de toda la vida (Isabel no abre la boca ni para canta la marchita a su regreso en 1984, con Ubaldini de un lado y Triaca del otro, y cuando un periodista le pregunta si vino para quedarse le echa flit con sonrisa pícara y acento madrileño) y hacerla hablar, a los 88 años y en su recoleto retiro en un barrio privado de las afueras de Madrid. Todos los testimoniantes se ríen ante esa ilusión, nosotros también nos reímos, y finalmente ocurre lo que todos sabemos: La casa sin cortinas es una Apocalypse Now! sin coronel Kurtz. Ni Willard, ni………., ni nada. Aunque sí podría ser un Apocalypse Then!, protagonizada por un elenco entero de secundarios (la heroína incluida), que tras la muerte del God-Father se masacran entre sí, hasta que lleguen las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos de Argentina, a masacrarlos mejor. A ellos, a sus familias, a sus conocidos y al país entero, para fundar una nueva Saigón, frente a la que Willard pueda murmurar “… Saigon… shit…” Ex abogado de la Señora, Juan Gabriel Labaké es el puente entre La casa sin cortinas y La vida dormida. Un Labaké post-ACV en la primera de ellas, con el ojo izquierdo caído y semicerrado, y un Labaké de los últimos 40 años en el documental de su nieta. Pero Natalia Labaké rompe los puentes, porque el suyo no es un documental más o menos convencional sobre una figura a pie de página, sino un documental en primera persona (del singular y del plural) sobre una familia argentina que empieza gozando las mieles de la política (teta ubérrima, que parecería tener leche para Rómulo, Remo, Caín y Abel) y del uno a uno de Menem a cavallo de la “modernidad argentina”, para de allí en más decaer lenta pero indefectiblemente, junto con el país. La vida dormida pudo haberse llamado Una familia argentina, pero por supuesto que La vida dormida es un título mucho mejor, porque la metonimia es más indirecta y la familia tiene, en efecto, una integrante que se queda dormida “porque la cámara le da sueño”. Se trata de la tía Bibi, hermana del abuelo Juan Gabriel, que en las filmaciones de los 80 parece un poco ida, y en las más recientes está totalmente ida. Pocas veces se ha visto en el cine ha alguien más “ido” que la tía Bibi, que empieza una frase, se queda en suspenso, como flotando entre las nubes de adentro, cuando ya parece haber elegido el adentro vuelve a salir para seguir con la frase, se vuelve a ir y así, hasta que después de cuatro o cinco intentos la frase queda congelada para siempre y la tía Bibi se hunde en el sueño que da toda la impresión de elegir, como modo de huir. Huir de los Labaké, huir de ese hombre “que no la supo querer”, cuya mano por encima del hombro se ve en una fiesta familiar, para luego desaparecer, huir del mundo y de todo. “¿Cuándo se va a terminar?”, le pregunta a su sobrina nieta Agustina, hermana de Natalia, y cuando Agustina le pregunta qué es lo que se va a terminar se queda callada, porque ella y todos sabemos bien a qué se refiere cuando habla de terminar. Terminar con los Labaké, con las analogías místicas-berretas del abuelo Juan Gabriel, los videos caseros grabados por su esposa en un resort caribeño (“mírenlo ahí, en su trono”, magnifica hablando del marido, y al marido se lo ve tirado durmiendo la siesta, en una hamaca de bambú), los años del deme dos, el padre que pregunta si en una dependencia oficial son “más macristas o más kirchneristas”, la hermana Agustina presa de la angustia y presa de la casa familiar, delirando con constelaciones familiares en las que se aparece Cupido, y la mamá de Natalia dándose cuenta de que nunca fue nada, porque el marido nunca le hizo lugar, y el abuelo Juan-Gabriel cayendo siempre del lado del que hay que caer, como un panqueque, hablando pestes de Isabel y Lopecito cuando Isabel y Lopecito se convirtieron en innombrables. Y La Marchita, que siempre se canta y siempre se canta igual, como para suturar todas las heridas, las traiciones, las ilusiones, las panquequeadas, los crímenes, los mártires, las avivadas, las buenas intenciones y los acomodos. Que se canta, tan protocolar, tan desafinada y tan robóticamente como el Happy Birthday, con todo el mundo actuando para el festejo, para la cámara y para el país. En medio de La Marchita alguien, fuera de cuadro, hace saber su condición de “zurda, bien zurda”, cuestión de incomodar al abuelo y, tal vez, a la familia entera. ¿Será esa la verdadera disidencia, o será acaso la que encarna Natalia, esculpiendo a la familia a golpes de dolor, de tristeza y de video?
Isabel Perón entre el cielo y el infierno Luego del golpe militar del ‘55, Juan Domingo Perón no solo busco cómo sobrevivir sino también cómo seguir conduciendo, desde el exilio, al Movimiento Justicialista. Paraguay y Panamá fueron sus primeros lugares hasta llegar al definitivo, en Madrid, en la famosa residencia de Puerta de Hierro. En Panamá conoció a la bailarina María Estela Martínez y allí comienza este enigma llamado Isabelita. Ni los propios peronistas se ponen de acuerdo en dónde poner a Isabel: lejos de la mítica Eva y cerca del “brujo” López Rega, pero también siendo la enviada de Perón en los ‘60, en momentos en que Vandor proponía un “peronismo sin Perón”. También sufriendo varios años de encierro durante la última dictadura militar y con la vuelta de la democracia, su retorno desde España para reorganizar al peronismo en pleno gobierno de Alfonsín, para luego cerrar toda participación pública y marchar definitivamente a España. Julián Troksberg pretende responder al enigma que supone Isabelita y articula Una casa sin cortinas mediante los puntos de vista, técnica que usaron nada más y nada menos que Orson Welles en Citizen Kane y Kurosawa en Rashomon. Salvando las distancias, Troksberg intenta reconstruir ese enigma a través de testimonios de distintos actores políticos que la conocieron y estuvieron cerca de ella. Troksberg, en sus dos largos anteriores (Furia, las peleas de Carlos Monzón, del 2019, y Simón, hijo del pueblo, del 2013), ha encarado a personajes controversiales, víctimas y también victimarios, con la misma técnica: las entrevistas que construyen un concepto de ese famoso. En el primer caso, el violento y triunfal campeón del mundo de boxeo, y en el segundo, otro que usó la violencia como justicia social, el anarquista Simón Radowitzky. La pasión por las figuras controversiales no intentan un balance fácil sino poner todos los lados de este prisma que podríamos llamar PERSONA porque ninguna vida es lineal. Asimismo, ninguna película, por documentada que sea, puede abarcar y definir a ninguna persona, pero sí sirve para fijar coordenadas por medio de toda la información disponible para que cada espectador/a saque sus propias conclusiones. Isabel, ángel y/o demonio, víctima y/o victimario, sin duda ha quedado en la historia de los argentinos/as que tuvo protagonismo en nuestra historia, quizás en la historia “B” pero historia igual. Como diría Foucault, también los hombres y las mujeres infames construyen la historia.
Una casa sin cortinas es un documental centrado en la figura de María Estela Martínez de Perón, más conocida Isabel Perón o simplemente Isabelita. La primera mujer presidente de Argentina y el continente vive en Madrid desde hace décadas. Estuvo presa cinco años y aunque ha regresado de su exilio algunas veces, desde hace más de veinte años que no da entrevistas. La película no la entrevista tampoco, aunque lo intenta de forma algo sencilla y sin esfuerzo el realizador. Pero aparecen muchos testimonios que hablan sobre ella. Algunos son interesantes, otros no tienen importancia alguna y son una perdida de tiempo y algún otro nos muestra personajes curiosos que no tienen tanto para aportar pero son divertidos. Los mejores momentos son los que la película muestra y no profundiza, tal vez en el misterio o en el pasar rápido está su encanto. No hay demasiada complejidad ni análisis político, aunque tal sin buscarlo la película expone un puñado de personajes antiguos, abandonados por el tiempo, pero reflejo fiel de un país sin destino. El volver una y otra vez sobre la catastrófica historia del peronismo sin hacerse cargo del desastre es un género que ya aburre e irrita. El cine argentino sigue sin animarse. Tal vez la película es demasiado sutil o tal vez busca un distanciamiento que no resulta atractivo. Burócratas, personajes trastornados, empleados estatales, abogados apolillados, una troupe decadente que no sabe, salvo alguna excepción, porque las cosas son como son. La casa museo destruida, abandonada, la muestra cabal de un país del tercer mundo que dice una cosa pero hace otra. Y sí, varios momentos que muestran el cambalache violento y sin salida que atrapó a la Argentina. Los más curioso del film es la necrofilia de Isabelita, como una versión de Rebecca más siniestra, y lo más divertido es la estatua del Chapa Suñé, que no es el tema de la película. Y finalmente una reflexión que no se dice pero se infiere: la certeza de que el exilio es la mejor forma de alejarse de toda la locura de este país.
Un personaje que nos deja a todos perplejo” dice uno de los entrevistados de Una casa sin cortinas a propósito de Maria Estela Martínez Cartas de Perón, Isabel, Isabelita, presidenta de la Argentina entre 1974 hasta el golpe del 24 de marzo de 1976, cuando fue destituida y encarcelada por la junta militar en El Messidor, Neuquén. La perplejidad sobre la figura de la ex presidenta bien podría ser reforzada por la famosa frase de Winston Churchill, “Un acertijo, envuelto en un misterio, dentro de un enigma”, porque desde siempre el protagonismo de esta mujer fue incomprensible, tanto para el arco político de la época como para el pueblo, porque claro, la mayor parte del movimiento la aceptó por haber sido elegida por Juan Domingo Perón (luego de Evita, nada menos), pero sin duda era inexplicable los porqués de Perón para haberle dado poder a una mujer que no estaba preparada, que no entendía la política y que además, estaba ganada desde la adolescencia por el espiritismo. Julián Troksberg aborda la figura de Isabel descontando que es un personaje casi desconocido, opaco. Lo interesante del relato que se construye a partir de entrevistas a figuras del peronismo histórico e imágenes de archivo, y es que desde el comienzo las preguntas a responder y así revelar el misterio no responderá los interrogantes, en todo caso confirmarán lo inasible de un personaje increíble. Como bailarina clásica que llegó a la presidencia de un país, como amante de las ciencias ocultas que encontró un referente en José “El Brujo” López Rega -un cabo de la policía que se autonombró comisario y luego llegó a ser ministro de Bienestar Social– con quien intentó tomar la energía de Evita desde su cuerpo inerte, como un instrumento del anticomunismo que permitió el terrorismo de estado, como una militante estoica que soportó la cárcel sin “traicionar” al peronismo, como una mujer que podía reconstruir al movimiento después de la dictadura, Una casa sin cortinas es un muy buen documental que sobre la marcha entiende que la vida de María Estela Martínez de Perón es un capítulo negro de la historia argentina, una oscuridad en donde la ex esposa de Perón y ex presidenta se movió como un fantasma, un fantasma que continúa su existencia en algún lugar de Madrid, llena de secretos que nunca se revelarán. Reseña publicada en oportunidad de la cobertura de la 22° edición del Bafici (2021). UNA CASA SIN CORTINAS Una casa sin cortinas. Argentina, 2020. Dirección: Julián Troksberg. Guión: Omar Ester y Julián Troksberg. Con Haydée Padilla, Juan Manuel Abal Medina, Nilda Garré, Octavio Aceves, Oraldo Britos, Carlos Ruckauf, Marcia Schvartz, Eva Gatica, Dante Gullo, Esteban Peicovich, Hugo Curto, Harry Ingham, Humberto Linares Fontaine, Juan Gabriel Labaké, Fernando Porta, Osvaldo Papaleo, Enrique Savio, Cuki Sabena, Carlos Seara, Alfredo García Serrano y María Estela Martínez Cartas (como Isabel Perón). Dirección de fotografía: Luciano Zito. Investigación de archivos: Sebastián Szkolnik. Duración: 91 minutos
La figura de Isabel Perón siempre fue un enigma, al margen de un par de datos que se repiten a lo largo de tantos años. El trabajo de Julian Troksberg, exhaustivo, minucioso y valioso, rescata del olvido a una figura siempre incomprensible. Testimonios muy valiosos tanto en nuestro país como en España para valorizar y desempolvar la historia de una mujer que se refugió en el silencio, fue presidente de nuestro país y esposa de Juan Domingo Perón. Amigos, funcionarios, médicos, videntes, artistas aportan datos que se enfrentan pero siempre enriquecen.
“Una casa sin cortinas” de Julián Troksberg. Crítica. El fuego que produjo el incendio Marío Betteo 29 marzo, 2021 0 17 Desde la perspectiva del psicoanalista cinéfilo, Mario Betteo, el documental de Julián Troksberg, centrado en la vida política de María Estela (Isabel) Martínez, viuda de Perón, denota una mirada exclusiva y en esta nota te lo develamos. photoEs sumamente interesante para un crítico de cine, tener que vérselas con un documental. Primeramente, porque muy rara vez ocurre que su factura no sea correcta, que el manejo de las cámaras, el sonido, las voces y relatos no sean buenos. Segundo, que lo que prima es el tema, el objeto en cuestión, la figura de un personaje o un conjunto de hechos colectivos; o de la vida silvestre, o la historia de un país. Esta vez se trata de un decidido y valiente realizador, Julián Troksberg, que llevó adelante la tarea de iluminar la figura de una de las personalidades políticas argentinas del último medio siglo, quedando en la total penumbra, una oscuridad inexplicable y explicable, siempre y cuando, se puedan leer sus actos en una lectura literal y no partidaria. Cuestión difícil si la hay. El documental al que nos referimos es “Una casa sin cortinas” (Bafici, 2021), que está centrado en la vida política de María Estela (Isabel) Martínez, viuda de Perón. Una de las virtudes de la investigación de Troksberg, es que acude a entrevistar exclusivamente (o casi) a más de cincuenta personalidades del mundo de la política y del espectáculo; de clara y obvia adhesión al peronismo. Es decir, que haciendo uso de una forma de preguntar y obtener información de Isabel Perón muy prudente y al mismo tiempo incisivo, logra ir construyendo un film que hacia el final tiene un matiz de suspenso que lo lleva a una orilla casi de ficción. Leamos el documental a la letra. (No hay spoilers en este caso) Se dice de ella que es muy difícil de entender, muy compleja, que deja a uno perplejo, que está asociado a lo peor; es un episodio negro del capitalismo oscuro, sin reivindicación, medio fantasmal y nunca bien vista por los hijos adoptivos de Perón y Evita (el pueblo peronista): un poco loca o un poco espiritista; muy discreta; que nunca entendió de política aunque fue delegada de Perón y vicepresidenta; que no buscaba el poder de Perón; que su vida era doméstica; que no se rodeó bien; que tiene el valor de haber cerrado la boca como un soldado; que sus amistades en Madrid son de mujeres franquistas y bienudas. No tiene sentido identificar quién es el autor de cada una de estas descripciones: para eso, vale la pena ver el documental. Es importante destacar que Troksberg no pretende realizar una biografía política de sus actos políticos ni de su vida privada. Si una persona no argentina lee esta crítica, no podría nunca deducir que ella fue presidenta de este país, y además (más allá del triunfalismo de nombrarla la primer mujer presidente de la Argentina y otros títulos nobiliarios) fue quien prendió el fuego de la represión de parte del Estado y de aparatos paramilitares (AAA) para aniquilar a la lucha armada de los años 1970, entre los cuales había un importantísimo sector que adscribía a un ideario peronista. El documental hace decir a algunos políticos peronistas de esa época que ella fue cómplice, participante activa del horror de la desaparición, quien habilitó, le abrió la puerta a los militares para que ejecutaran esa orden escrita, que de alguna manera auspició el golpe del año 1976, y que presa por el régimen de facto, recluida en el sur y luego en la quinta de San Vicente, salió del país exiliada rumbo a Madrid, donde aún hoy, a los 90 años, vive recluida en un silencio de castidad. El film no toma partido pero no es neutro. Los espectadores tenemos otras libertades. Queda un enorme cúmulo de preguntas e inquietudes, algunas dolorosas y otras un tanto frívolas. ¿Por qué Isabel y no María Estela? ¿Su bendito silencio, que ella siempre cultivó amparándose en su discreción, es un silencio que hace tanto ruido que ni unos ni otros quieren escuchar? Una figura de excepción, arrastra tras de sí otras complicidades, de civiles con militares, de algunos integrantes del gobierno con fracciones conservadoras y anti peronistas. ¿Es importante saber si fue o no bailarina de cabaret en Panamá? ¿La sombra de Perón? ¿La madrastra que nadie quiere porque sustituyó a la madre Evita? Si algo muestra el film, una y otra vez, es que no hubo almas bellas, inocentes, despistados, a la hora de que las llamas incendiaron todo el territorio. Su silencio parece más de conveniencia que resultado de un estilo. Todos los gobiernos que ha tenido este país desde 1983, cada uno, a su manera, abrió expedientes y al mismo tiempo cerró otros. Transcribo textualmente una línea de una carta de disculpas que ella hizo llegar a la producción de este documental que resume su posición al respecto de la historia: “Dejé la política y cualquier cosa que diga no tiene mayor importancia”. El documental muestra, al contrario, para quien está en la política, no hay renuncia posible; lo que diga, sigue siendo de la mayor importancia. Troksberg concluye diciendo que cada vez que avanza (hacia ella), está cada vez más lejos. A mi entender, su impresión es resultado de una ilusión óptica, de un espejismo, producto del seco e infernal ambiente del desierto de la historia. Su documental, no engaña. Crítica: Mario Betteo
“Una casa sin cortinas” de Julián Troksberg. Crítica Retomar una parte de la historia que muchos evitan recordar. Un documental que registra una búsqueda, intentando iluminar una parte cenagosa de la historia argentina. María Estela Martínez de Perón fue esposa de Juan Domingo Peron, uno de los líderes políticos más influyentes del país durante el pasado siglo. Además ostenta el título de ser la primera mujer presidente de la nación, derrocada durante el último golpe de estado cívico-militar. Luego de ello poco y nada se sabe de este personaje, por lo que Julián Troksberg intenta entender qué sucedió. Su último documental “Una casa sin cortinas” realizó su estreno mundial en este BAFICI 2021. Desde sus inicios como bailarina, pasando por su encuentro con Peron en Panama, todo queda inventariado en el audiovisual. Isabel, Isabelita, logró lo que Evita no, ser presidenta de la nación, tras la muerte de Juan Domingo. Pero tras ser derrocada del cargo por los militares, el recuerdo que tienen sus compañeros militantes es casi nulo. Terminada su tiempo de cárcel y posterior exilio, ella se retira de la escena política, obviando cualquier presunto poder heredado. Un personaje histórico del que poco se habla en los libros escolares y menos aún en las conversaciones populares. Eternamente viviendo a la sombra dejada por los muertos, primero Evita luego la del general. Tal es así que jamás pudo salir airosa de las comparaciones. De igual modo no podemos decir que el documental busca reivindicar su imagen, como bien expresa Isabel en una carta, solo la historia podrá juzgarla. Lo correcto sería plantear que solo busca informar, esclarecer la imagen de este personaje querido por algunos y odiado por muchos otros. Mediante una extensa y variada cantidad de entrevist
María Estela Martínez de Perón, más conocida como Isabel o Isabelita, es una figura argentina bastante controversial. La mujer de Juan Domingo Perón, quien en 1973 asumió como vicepresidente y luego del fallecimiento de su marido quedó a cargo de la presidencia del país, convirtiéndose en la primera mujer en liderarlo. Sin embargo, su crecimiento a la sombra de Evita, su falta de experiencia política y su cercanía con hombres de poder que influían peligrosamente en sus decisiones, hicieron que su gobierno quede teñido por una de las etapas más oscuras de la historia de la Argentina. El documental de Julián Troksberg, «Una casa sin cortinas», busca interiorizarse en la figura de Isabel Perón, la cual con el tiempo se fue desdibujando, para entender cómo fue su llegada al poder, su relación con el ex presidente y cómo quedó plasmada en la historia argentina. A través de varios interesantes e importantes testimonios de personalidades de la política de ese momento, personas cercanas a la protagonista, varios que la conocieron y otros tantos que siguen en contacto con ella, artistas relacionados y una recorrida por un vasto material de archivo, tanto videos como fotografías, y sus distintos hogares, podemos tener un acercamiento bastante profundo sobre quién fue María Estela Martínez de Perón, su vida personal y su ascenso y descenso en el camino de la política. Es fundamental tener en cuenta, que este documental no solo representa un testimonio social y la construcción de una memoria colectiva, sino también un aporte personal a la historia de su director, quien nació bajo la presidencia de Isabel, su padre fue desaparecido meses más tarde con la dictadura y su madre relacionaría a la figura de aquella mujer como la encarnación de todos los males que vendrían después. En cuanto a los aspectos técnicos podemos decir que estamos frente a un documental bastante clásico y convencional, pero donde también existen algunas decisiones estilísticas que ayudan a crear este enigma que sobrevuela a la figura de la protagonista, como ver sus discursos en distintas escenas pero casi no tener acceso a escuchar alguno de ellos. En síntesis, «Una casa sin cortinas» resulta ser un documental valioso, que se centra en una figura controversial de la historia argentina pocas veces abordado. Un personaje al que se lo asocia con un momento oscuro del país, pero que gracias a una gran cantidad de testimonios cercanos a ella y a la época podemos entender con mayor profundidad su causa y el trasfondo político y social de ese entonces.
Pocas figuras políticas han sido tan inexplicables en la Historia Argentina como lo fue (y lo es) María Estela Martínez de Perón. Enterrada por los propios y excluida de la vida política por decisión personal, cuesta creer que la primera presidenta de la Nación haya quedado relegada a semejante lugar de ostracismo. Con un par de documentales en su haber, Julián Troksberg, busca indagar en este misterio a través de un recorrido infatigable, mediante imágenes de archivo y entrevistas a personajes icónicos. Fascinante desde el minuto uno e imperdible para cualquier interesado en la historia política del país, este documental es una pequeña luz sobre un personaje sombrío e indescifrable. Una gran apuesta que va a camino a convertirse en una de las revelaciones del Festival.
Tras la pista de Isabel En casi todas las historias suele haber algún que otro recoveco en donde la información sobre cierto personaje o momento se caracteriza principalmente por una situación, sea política o personal, que logra destacarse ante toda vivencia desarrollada y deja plasmado, por ende, una huella que el tiempo no podrá borrar. Un claro ejemplo de esta situación resulta ser María Estela Martínez de Perón, la primera presidente mujer de la república Argentina. María Estela, mejor conocida como “Isabel” o “Isabelita”, supo conformar la fórmula más votada de la democracia argentina junto con su esposo Juan Domingo Perón, alcanzando así el objetivo con el que Evita alguna vez soñó: transformarse en la primera presidente mujer de América. Aún así, después de la muerte de Perón y en su función como presidente, su nula preparación política (sumado a la eterna oposición para desestabilizar al peronismo) sería el disparador para que en un futuro, se lleve a cabo uno de los peores sucesos de nuestra historia: el golpe de estado de 1976. Es así como luego de sobrevivir a la cárcel y al exilio, la figura de Isabel fue prontamente olvidada, y a la vez, fue cementada en una posición de destierro por parte de los simpatizantes peronistas. Tras esta breve sinopsis, el director de este documental (Julián Troksberg) junto con los realizadores, se encargarán de construir un retrato sobre esta figura ausente con el que intentarán aclarar ciertas dudas sobre aquellos tiempos; los tiempos en que María Estela Martínez Cartas pasó a llamarse Isabel Perón. Bajo la propuesta de un claro guion coral, las múltiples entrevistas realizadas irán conformando un hilo narrativo con idas y venidas, en donde se irá desarrollando muy de a poco la creación de una figura que pareciera estar completamente borrada del mapa. Los relatos de algunos sindicalistas de antaño, políticos, investigadores, o allegados a María Estela, serán las bases principales para ir construyendo una personalidad, que a decir verdad, no esconde más que simpleza. El inicio de la historia de amor con Perón, su pasado como bailarina, el reencuentro con el general en Panamá, su llegada al poder, el golpe, la cárcel y el exilio, son todas subtramas que desembocan en un silencio total, en donde incluso el director deberá replantearse en cámara si todo este trabajo tiene sentido, si de verdad vale la pena seguir indagando en los enigmas políticos que ni siquiera los peronistas tienen el deseo de desenterrar. Es así como esta película logra un resultado inesperado en el paladar del espectador, ya que al tratarse de un personaje al que nadie reivindica, obtiene una cuota de interés cinematográfico gigante. De esta forma, Una casa sin cortinas consigue caracterizarse como un film inteligente y provocador, en donde los recuerdos selectivos pasan a ser los principales eslabones para la reconstrucción de una figura cuasi fantasmal de nuestra historia.
La reconstrucción de un ser tan enigmático como polémico resulta un estimable desafío para el cineasta Julián Troksberg. Un personaje político objeto de miradas polarizadas se convierte en el objeto de estudio del documental “Una Casa sin Cortinas”. Un valioso abordaje que ofrece un acercamiento pluralista, en busca de desentrañar la naturaleza de una imagen vilipendiada, de un legado difuminado; acaso una carta de dudoso valor que casi nadie se atreve a guardar como as bajo la manga. Aunque más de un busto la recuerde como aquel mito merecedor de semejante acto representativo. Digno de suficiente importancia como para permanecer vivo en la memoria. Tallado en materiales duraderos. ¿Es este el caso? Presentado en la selección oficial del último BAFICI, el documental abarca un amplio marco ideológico. Desde el ciego partidarismo que la apoyaba hasta la imparcial retrospectiva histórica e incontrastable: existen documentos que respaldan los hechos cuando la memoria se vuelve selectiva o difusa…o insuficiente. El necesario paso del tiempo, para poder cotejar ciertas decisiones políticas que torcieron el rumbo de nuestra nación, hace su parte. María Estela Martínez de Perón se convirtió en el impensado eje de un oscuro momento político. Argentina vivía un resquebrajamiento social en extremo delicado. Allí estaba ella, invitada de honor a un banquete de sombras. La historia la ubica como la primera mujer presidenta de América Latina, un título que no vive a la altura de su bochornoso mandato, prólogo al golpe de estado perpetrado por la última dictadura militar. Desde entonces hasta hoy, encontramos a una ex mandataria que permanece en silencio ante los medios y la curiosidad del realizador por echar luz sobre su figura se convierte, también, en materia de nuestro interés. “Una Casa sin Cortinas” es un relato que busca hacer encajar las piezas de una compleja figura. Pero sin forzar la tarea. La mirada de artistas plásticos que recrean la figura de Isabel otorgan colorido al retrato esbozado. El testimonio de periodistas, sindicalistas, aliados políticos, partidarios ideológicos, amigas íntimas u ocasionales huéspedes van conformando la anticipada radiografía. Como buen documentalista, Troksberg indaga. Hay respeto pero no hay timidez en su pesquisa. De la quinta de San Vicente a Puerta de Hierro. Desde los convulsos ’70 hasta nuestros días. Desde el regreso del exilio a la repatriación de los restos de Eva. El peronismo atraviesa, para bien o para mal, los setenta y cinco años de vida política de nuestro país. Testimonios fotográficos e imágenes de noticiarios aportan contundencia. Un viaje en el tiempo que captura giras políticas, sesiones legislativas o el multitudinario velatorio de Juan Domingo Perón. Nos preguntamos quien fue realmente Isabel. O María Estela. Antes de Perón. Antes del esoterismo. Antes de rodearse de un séquito de indeseables, con López Rega a la cabeza. Una joven con sueños de bailarina cuyo destino cambiaría mediante un encuentro fortuito con el entonces Presidente de la Nación. Puede que un retrato fuera de encuadre se convierta en la metáfora perfecta para este improbable epicentro de una escena política dantesca. Al comando de un barco a la deriva, fue la actriz protagónica de una incómoda tragedia. Una que no eligió a conciencia, pero los ideales no se traicionan