Muchas de las comedias o comedias románticas del cine nacional buscan agradar al espectador y, en varios casos, terminan forzando las relaciones y los chistes, con el objetivo de generar risas y empatía. Pero esto no sucede en “Veredas”, un tipo de film que poco abunda en nuestra actualidad y que sobresale por su frescura y naturalidad. “Veredas” cuenta la historia de Federico y Lucía, dos jóvenes desconocidos con vidas totalmente diferentes, que por orden del destino cruzarán sus caminos, siendo guiados por el azar y las ganas de cambio dentro de su cotidianeidad. La película de Fernando Cricenti propone una historia simple sobre unos jóvenes que se conocen de manera inesperada y que transitarán situaciones poco ordinarias para un primer acercamiento. Se tratan temas como la complejidad de las relaciones humanas, las uniones, las separaciones, y lo sorprendente que es la vida. Tal vez desde un comienzo uno ya sabe cómo va a terminar el film, pero lo que importa y donde se le pone especial acento es en el recorrido hacia dicho final. Como dijimos anteriormente, “Veredas” se caracteriza por ser fresca y natural y esto lo podemos observar sobre todo en la manera en la que se cuenta la trama y la forma en la que se relacionan los protagonistas (encarnados sólidamente por Paula Reca y Ezequiel Tronconi), su química y sus diálogos. Todo parece espontáneo entre ellos, pero no porque suene improvisado, sino porque se nota que es casual. Por otro lado, se destaca la gran presencia urbana que hay en el film, ya que la mayor parte de las locaciones se ubican en el exterior. Los protagonistas recorrerán a pie varios barrios porteños y estaciones, mostrándonos nuestra ciudad a través una excelsa fotografía. La cámara en mano se utiliza con un claro objetivo narrativo y apoya a esta idea de seguir a los protagonistas por los paisajes urbanos. Esto le genera, además, un mayor dinamismo al relato, que no se estanca en ningún momento, sino que fluye constantemente. Lo mismo ocurre con la música que acompaña muy bien al film. En síntesis, “Veredas” funciona de una buena manera como una bocanada de aire fresco dentro del cine nacional, un film que sacará una sonrisa y dejará al espectador con una buena sensación una vez finalizada. Simple pero espontánea y natural.
Química y piel Aquello que en una comedia romántica no puede fallar es lo que determina si ese rumbo elegido, género difícil si los hay, es el correcto: Química y piel. Los elementos mencionados -claro está- necesitan ser acompañados luego, complementados, por otros de un nivel de importancia un rango menor, pero no por ello menos importante en términos de conjunto: buenos personajes secundarios. Y si la fórmula consigue las dos primeras instancias del comienzo queda por extraerle el jugo al ritmo interno del relato, el sabor de lo natural y entonces se podría decir que el menú esta completo y a disposición de la identificación del público. Veredas es eso, una buena conjunción de estos elementos que fluye y se deja llevar por su propio ritmo. La cámara es un personaje más de esta historia de encuentros entre treinteañeros. Digamos que ella tiene su personalidad complementaria a la de él. Ambos transitan las relaciones de pareja a los tumbos, siempre a la búsqueda del otro. Pero ese otro, ¿está? Puede que sí y puede que no. Lo cierto es que el destino aporta a la incertidumbre otra carta extra del mazo, el azar. Y las Veredas de golpe amplían su horizonte. Necesitan ser transitadas para que se produzca el choque entre las almas, ya no hay espera posible, sino la chance de salir a buscarla y ver qué pasa. De repente para el horizonte del muchacho aparece ella, quien no tiene agallas para cortar una relación y se inventa unas vacaciones en Bariloche gracias a la ayuda de la tecnología. Pero sabe en el fondo que esa fuga pende de un hilo muy delgado y nada mejor que encontrar un aliado en un extraño para repartir de nuevo, compartir charlas, humores y esas cosas que sólo se perciben en el aquí y ahora cuando hay química y piel. Ezequiel Tronconi y Paula Reca componen un gran dúo, aportan ternura, humor y cierto desparpajo que los vuelve queribles y creibles en sus personajes. Mérito absoluto de su director Fernando Cricenti, un soplo de aire fresco para el cine de género de factura nacional.
Dirigida por Fernando Cricenti, con un guión que realizo con Ezequiel Tronconi y Roberta Superstar, es una de esas comedias delicadas, delirantes, tragicómicas, frescas que no deberíamos dejar de ver. Desde el vamos la pareja protagónica es un acierto. Por un lado un típico “perdedor”. Sin pareja, sin aparente gracia, deambula por la ciudad buscando consuelo. Hasta un taxista verborrágico lo arrastra a una aventura con amigas y queda varado en un suburbio. Lo demás es tratar de conquistar a alguien sin suerte para nada. Ella esta harta de su novio y finge estar en un nevado sur, trucando fotos, y encerrada en su departamento. Se oculta en la ciudad, tiene encuentros con amigas que la arrastran a compras y paseos. Los dos se cruzan, cuando ella esta empeñada en seguir a su novio para descubrir sus movimientos y su vida oculta. Absolutamente queribles esta pareja de angustiados caminan sin descanso, escondidos por follajes y paredes, juntos en una aventura que los termina acercando al descubrimiento, al inicio de un amor que de golpe los transforma en personajes alegres, seductores, “ganadores”. Aún en los respectivos cruces con sus “ex”. Tanto Ezequiel Tronconi como Sofía Reca dan en la cuerda justa de esos personajes que no pueden quedarse quietos, puro nervio y ansiedad. El tono de la comedia amable, con hallazgos, nunca pierde la frescura en situaciones que los envuelven en el mejor humor. Acompañan muy bien un elenco de jóvenes y talentosos: Alal Sabbagh, Anita Pauls, Julián Kartun, Paloma Contreras.
Veredas, de Fernando Cricenti Por Ricardo Ottone La comedia romántica siempre fue un género muy popular en este país y un terreno explorado por las grandes productoras, realizado por directores mainstream y con parejas integradas por los nombres más reconocidos del ambiente. Existe sin embargo un terreno al que podemos reconocer como el de la comedia romántica indie, que en mercados como el estadounidense tiene un importante circuito y que en la Argentina no fue demasiado explorado. Esta vertiente aparte de sus presupuestos más acotados y sus elencos menos poblados de estrellas (que cuando están, suelen aparecer en el rubro de los cameos) tiene sus diferencias sutiles y sus características más reconocibles. En estas se acentúa el carácter perdedor de los protagonistas como una marca más de su encanto, y se caracterizan por su tono menos estridente, su humor más seco y su mirada cínica y desencantada pero no por ello oscura. Veredas es un film que se reconoce en esta vertiente. Está escrito por su director, Fernando Cricenti, su actor protagónico, Ezequiel Tronconi (a quien también vimos recientemente en el papel de perdedor en Ojalá vivas tiempos interesantes) y la escritora e ilustradora Robertita Superstar, quien se hizo conocida a través del blog Treintañera, de carácter autobiográfico o no, y por la novela “Loser”. Vemos así que es gente que conoce el paño. Sus protagonistas son simpáticos perdedores, aquejados de problemas, poblados de neurosis y acosados por la mala suerte. Y todas estas calamidades contribuyen a hacerlos un poco más queribles. Federico (Ezequiel Tronconi) es un escritor cuyas novelas se consiguen en las mesas de saldos, separado en circunstancias humillantes y que deambula por la vida prácticamente invisible para el resto del mundo. Lucia (Paula Reca) quiere separarse de su novio pero no se anima a enfrentarlo y finge un viaje que la obliga a esconderse en su casa o andar por la calle con ojos en la nuca. Aunque la suerte no ayuda y cada tanto alguien la reconoce y la retiene más de la cuenta. En esas circunstancias ambos se encuentran por esas casualidades de la vida y deambulan juntos durante todo un día. Se trata de una película acotada, de corta duración (apenas 70 minutos) cuya trama se desarrolla en un par de días, y en su mayor parte en una tarde-noche, y en un espacio limitado de cuadras. Precisamente el espacio geográfico tiene su protagonismo. Todo el periplo de los personajes, que no paran de moverse, se da dentro de los límites marcados por Juan B. Justo y Scalabrini Ortiz, la zona popularmente conocida y promocionada como Palermo Soho. Salvo por una ocasional y temible desviación por el lado de Gerli. Y así como la ambientación es palermitana también lo es en cierto modo su espíritu. Federico y Lucia viven y circulan por el barrio más de moda, pasan por sus bares y librerías mientras se cruzan con sus mozas-actrices y sus vendedoras de velas aromáticas. Pero esta elección de blanco, al igual que en la serie Portlandia, que se ríe de los ambientes hipsters de Portland pero dirigida a un público igualmente hipster, se da en el caso de Veredas a modo de quinta columna, es decir desde adentro. Si una buena parte del humor de la película se despliega a costa de los habitantes hipster por no decir snobs de Palermo, en esta categoría de algún modo están incluidos sus propios protagonistas y quizás parte de su público potencial. A lo que contribuyen también algunas referencias como las de la Nouvelle Vage, que remiten a films como Cleo de 5 a 7 (Agnès Varda, 1962) o Una mujer es una mujer (Jean-Luc Godard, 1961), con guiño incluido a Anna Karina en el look de Paula Reca. Veredas cuenta con un elenco sin grandes figuras (salvo algún cameo, obvio) pero con una buena selección de actores reconocidas del mundillo independiente. Se trata de un film compacto, liviano y en gran parte disfrutable. Es cierto también que la historia es de algún modo previsible y los personajes secundarios son estereotipos. Y si la anécdota es mínima y se sostiene mayormente en los actores, el relato se deja seguir con gracia del mismo modo que seguimos el deambular errático de su pareja protagónica. VEREDAS Veredas. Argentina. 2017. Dirección: Fernando Cricenti. Intérpretes: Ezequiel Tronconi, Paula Reca, Julian Kartun, Alan Sabbagh, Ana Pauls, Paula Carruega, Paloma Contreras, Paula Castagnetti, Lara Pedrosa. Guión: Fernando Cricenti, Robertita Superstar, Ezequiel Tronconi. Fotografía: Fernando Lockett. Música: Fabián Picciano. Edición: Flor Efrón. Duración: 70 minutos.
Y así nos encontramos… Veredas (2017), dirigida por Fernando Cricenti, es una comedia divertida sobre el azar del amor, pero también el azar de los malentendidos, de las malas coincidencias y todo lo que puede hacer el juego de la casualidad en la relación entre las personas. También es una sencilla historia de amor (o de amores) que cumple su función de cautivar y entretener bajo una estética simple y bien filmada. Federico (Ezequiel Tronconi) y Lucía (Paula Reca) son dos jóvenes que no se conocen y viven en Buenos Aires. Ambos no están pasando por un buen momento personal. Él, un escritor en formación, se acaba de separar y se ha vuelto como un fantasma para la gente, sobre todo para las mujeres porque es como si nadie lo viera y siempre quedara mal parado. Ella quiere separarse y no puede. Le dice a su novio que está de viaje en una ciudad donde nieva, pero está en Buenos Aires y vive ocultándose para que nadie la delate, pero parece ser una misión imposible. La posibilidad de ser descubierta por su novio en un supermercado hará que termine chocándose con Federico y entre ellos empiece una relación que no tendrá otra opción que llevarlos a estar juntos. No puede negarse que también es una película sobre la ciudad. Si bien en toda comedia necesita mucho de lo urbano, en su mayoría, aquí los barrios de Buenos Aires son necesarios para construir la atmosfera tranquila, colorida y sosegada de esta historia, es loable como se utiliza bien esa idea de ligereza en su justa medida, sin querer dar aires de profundidad innecesaria y termina por construir un relato concreto y sencillo. Lo mejor, está en las actuaciones (Ezequiel Tronconi, sobre todo Paula Reca como Lucía. Es lo que le da esa nota de movimiento inalterable, nerviosismo y a la vez lucidez infantil que el azar siempre trae consigo. Además que sirve de contraparte perfecta para ser la musa del querido protagonista, que parece ser rechazado por el mundo. Quizá le resta un poco tanto personaje secundario llenos de extrañeza y verborragia inacabable, pues es como si fueran utilizados para forzar el gag cuando muchas veces el tono de humor parece, desde el inicio, que llegará de otra manera. Pero no merma demasiado pues termina por lograr que los tres elementos que son el, ella y Buenos Aires, los que se lleven todo el protagonismo y sea lo que se dice: un film jovial, correcto y agradable.
Encuentro entre dos antihéroes Federico (Ezequiel Tronconi) es un escritor treintañero que se la pasa buscando, pero nunca encuentra. Un auténtico perdedor al que nadie parece prestarle demasiada atención, ni siquiera en una fiesta o en un bar. Lucía (Paula Reca) es una fotógrafa que huye permanentemente, pero siempre la encuentran. No sabe cómo terminar con una relación tóxica y se transforma en una mentirosa compulsiva que inventa un viaje al Sur mientras permanece en Buenos Aires. El director y coguionista Fernando Cricenti construye una comedia de enredos amorosos con dos antihéroes perfectos que -lo sabemos desde el plano inicial- en algún momento terminarán encontrándose. El cómo y el porqué son los principales enigmas de un film pequeño (incluso en su duración, de apenas 71 minutos), casi minimalista, pero siempre noble y simpático. Un relato sobre jóvenes torpes e inmaduros pero a su manera queribles, sobre las neurosis urbanas (en especial las palermitanas), con un buen uso de las calles, parques y negocios de Buenos Aires en distintas persecuciones y (des)encuentros callejeros. La película no aprovecha del todo a buenos intérpretes (Alan Sabbagh, Ana Pauls, Paula Carruega, Mónica Lairana) en personajes secundarios que tienen en su mayoría sólo una o dos escenas, pero el eje está puesto en la historia de amor, algo deforme pero finalmente encantadora, entre Lucía y Federico, con mucha música y la ciudad como trasfondo ideal, y hasta con un cameo de Fernando Bravo.
Anunciada de un día para el otro, y con un reciente paso por el BAFICI, esta producción de Fernando Cricenti, que cuenta con un elenco de grandes figuras, y un equipo técnico interesante, demuestra el estado que está atravesando la distribución y exhibición de cine nacional. Las películas se aglutinan el día del estreno, peleando cada una por un espacio y una sala en la cual presentar su propuesta, pero al no contar con una difusión importante, y mucho menos, permitir que el boca a boca ayude, se caen de esos mismos cines que con esfuerzo consiguieron para salir. En este caso, además, es curioso que la película no pueda aprovechar intérpretes y situaciones para potenciar aún más su propuesta, por eso, “Veredas” (Argentina, 2017), de Fernando Cricenti, probablemente pase sin pena ni gloria por las salas, y termine por engrosar estadísticas de estrenos en algún anuario o nota de cierre de año. “Veredas”, posee varios méritos, intentar jugar con la comedia romántica y de enredos, utilizar la ciudad como un tercer protagonista, pero también varias falencias, principalmente conceptuales, que resienten su dinámica. El director, quien también escribe el guion junto con el protagonista, Ezequiel Tronconi, y Robertita Superstar, se centra en el derrotero amoroso y pedestre (esta es una película de caminantes y de ocultamientos) de dos personajes en el constante deambular en la ciudad para olvidar a sus parejas anteriores. Él (Tronconi) y ella (Paula Reca) se conocen por casualidad en medio de sus desventuras amorosas. Mientras a él lo dejó su novia, ella está tratando a toda costa de dejar para siempre a su pareja, aunque cada vez que lo intenta pierde su idea original. Ambos comenzarán un camino en conjunto, del cual sabemos el final, o intuimos su resolución amorosa final, para lograr sus objetivos, y en el camino se toparán con una serie de personajes secundarios, que aparecerán, o bien para entorpecer aún más sus metas, o bien para brindar algo de luz a sus pensamientos. En el arranque la historia se plantea con más fuerza de la que luego termina por desarrollar todo el relato, con un bien definido “hombre invisible” (Tronconi) deambulando en fiestas y lugares sin ser percibido por absolutamente nadie. Hay una escena gloriosa del personaje en una fiesta, con un vaso de alguna bebida alcohólica a la espera de que alguien haga contacto con él, pero no. Un grupo de mujeres se acerca y se toman frente a él una selfie. Obviamente él queda en el registro de la cámara, a lo que las mujeres se dan vuelta y lo miran enojadas por el infortunio. Ese gag funciona, pero una vez más, está ubicado en el arranque, en donde “Veredas” atrapa la atención para luego dejar a la buena suerte la empatía o no con los personajes, los que, en el caso de Reca, con su frescura y naturalidad, logra transmitir la ebullición de esta mujer decidida a dejar a su pareja y todos los obstáculos que encuentra para hacerlo. En el caso de Tronconi su interpretación es más limitada, muchas veces se suele pensar que componer es agregar elementos de utilería al actor, pero claramente esto no es así. Cricenti camina con los protagonistas, los envuelve con la cámara mientras la atmósfera romántica y el comic relief comienzan a superar la trama narrativa, generando una línea argumental disruptiva, en la que sin transiciones se introduce y se aleja de situaciones particulares evitando cerrarlas. Algo pasa también con los secundarios, desaprovechados, presentados y luego olvidados a la espera que los protagonistas puedan superar aquellos planteos o al menos, para el espectador, se los vuelva a mostrar. Película con buenas intenciones pero con una resolución fallida.
JUEGO DE AZAR El comienzo de Veredas nos es muy estimulante: un personaje introvertido, que se siente apartado y hasta invisible, como se demuestra en la primera secuencia de la fiesta a la que asiste. Luego, una situación supuestamente desopilante con un cliché de taxista que lo utiliza para que le “haga la segunda” y termina yéndose con ambas mujeres. Y finalmente una chica que le miente a su novio que está en Bariloche porque no se atreve a cortar con él. Las historias se van desarrollando durante un buen rato sin generar demasiado interés pues carecen de acción dramática potente. Sin embargo, y casi como una metáfora del amor, en el momento que estos dos personajes se cruzan todo cambia, tanto para ellos como nosotros, los espectadores. Una especie de magia nacida de la historia de amor que sabemos comienza, pues conocemos de sobra el género, y todo crece: la fotografía y los encuadres, que al comienzo parecen acartonados y casi publicitarios de pronto trocan en un preciosismo de comedia musical acompañando al rostro, vestuario y actitud sesentosa de su protagonista, Paula Reca. Algo así ocurre con Ezequiel Tronconi, que parece desenvolverse mejor como partener que cuando el peso del drama cae sobre él. Un elemento central que mueve el relato es el azar y Veredas lo convierte en poética. El filme parece decirnos que el amor puede encontrarse en cualquier lugar, pero hay que estar abiertos a encontrarlo, abiertos a jugar. Ese elemento lúdico encuentra su cauce luego del encuentro de los futuros enamorados solidificando una puesta en escena que parecía ser una cáscara vacía. Luego, con el correr del periplo de la pareja comenzamos a entender todo retrospectivamente, incluso la, en apariencia, insulsa y gratuita situación con el taxista que ya narramos. Sumergidos en una atmósfera mágica, lúdica y azarosa nos podemos entregar de lleno a este incipiente romance que termina siendo tan gracioso como tierno. Por Martín Miguel Pereira redaccion@cineramaplus.com.ar
“Chico conoce chica” en las veredas de Palermo Reaparece Fernando Cricenti, el director de la ya lejana "Cruzaron el disco", ahora con una amable variante del tradicional "chico conoce chica", que al comienzo podría definirse como "pelandrún conoce pelandrona". Durante la primera media hora son dos seres irremediables, él todo apocado y ella con una extraña manía. Pero luego se conocen (no en el sentido bíblico) y el engranaje empieza a funcionar cada vez mejor, sobre todo cuando ella toma el mando y él se despabila un poquito. No corresponde contar más. Sólo anotar que el conjunto es liviano, simpático, bastante breve y también bastante original aunque transite por senderos medianamente previsibles. Lo imprevisible es el modo vengativo con que ella consigue librarse del novio que hasta ese momento tiene, y al que siempre anticipa como "ex novio pero él todavía no lo sabe". Pobre tipo, ni siquiera había motivo para la venganza. Intérpretes, Paula Reca, muy agradable, y Ezequiel Tronconi, que también participa en el libreto junto al director y a Robertita Superstar, la del blog "Treintañera" y la novela "Loser". Pilares de la producción, Fabián Picciano (música), Fernando Lockett (fotografía), Paloma Contreras, Alan Sabbagh, Paula Carruega, Julián Kartun, en breves apariciones, algunas veredas lindas de Palermo y otros rincones porteños. Incluso se ve un poquitito del añorado zoológico.
Es una historia sencilla y en gran parte filmada en exteriores, con varias situaciones de enredos, momentos alocados que sufre Federico en una disco en la zona de Gerli junto a Vero, un taxista (Alan Sabbagh, “El candidato”, “Me casé con un boludo”) y una amiga, y por otro lado está el personaje de Lucía que le mintió a su novio Andrés (Julián Kartún, “La última fiesta”) con un viaje que no existe; quiere despegar de él pero no se anima. Así vamos viendo las vivencias de estos dos jóvenes Lucía y Federico (Paula Reca, “Germán, últimas viñetas” y Ezequiel Tronconi, “Soldado argentino solo conocido por Dios”), estos son dos perdedores. Hasta que surge el encuentro fortuito de estos personajes desconocidos pero que en algún punto se parecen y se desafían a entablar juntos una aventura. Conecta bien la presencia en alguna secuencia Paloma Contreras, esta genial, muy simpática y un cameo a Fernando Bravo. La música va acompañando bien en cada situación junto a una magnifica fotografía. Una comedia romántica divertida, un buen pasatiempo.
Federico y Lucía parecen ser personas totalmente opuestas. A él lo acaban de abandonar por su amigo, ella quiere deshacerse de su novio. Ambos están sumidos en una vida plana, rutinaria y sin muchas emociones. Mientras él deambula por las calles de su barrio intentando sacarse de la cabeza a su ex, ella anda escondiéndose para no encontrarse con su pareja. El azar los cruzará en una aventura donde deberán ayudarse para arreglar su situación, y quizás empezar una nueva etapa. Estamos ante un nuevo proyecto del cine argentino, que nos propone un viaje light por la vida de dos personas en una comedia romántica; de esas donde el espectador debe animarse a jugar de entrada con lo que propone la película, si en verdad la quiere disfrutar. Porque si algo tiene Veredas, es lo poco creíble de algunas situaciones, en especial el comportamiento de sus dos protagonistas. La trama de Federico es quizás la más realista, por así decirlo, ya que está en ese difícil momento por el que muchos pasaron, y es qué hacer luego de un doloroso abandono. Por eso, lo vemos intentando tener contacto con cualquier chica, exponiéndose a algunas situaciones bastante absurdas, en post de “volver al ruedo”. En cambio la parte de Lucía es la más extraña de comprender, ya que de entrada el mismo personaje se encarga de decir que quiere terminar su relación actual, pero al ver por la calle a su novio, decide seguirlo y espiarlo detrás de góndolas, esquinas e incluso el zoológico. Por suerte, a esta inverosimilitud de construcción de personaje, la compensan la dupla de protagonistas. Tanto Paula Reca y Ezequiel Tronconi tienen el suficiente carisma como para cargarse sus historias a las espaldas sin que nos caigan mal, y más de una vez nos van a hacer cómplices de sus situaciones. Y atentos cuando empiecen a compartir escenas, es de lejos lo mejor que ofrece Veredas. Otra de las virtudes de la película es que sabe de sus limitaciones y entonces se ciñe a una historia chica, que no busca volarle la cabeza al espectador con giros argumentales ni nada por el estilo. Desde el inicio es honesta consigo misma y con los demás, contándonos una historia (o dos, depende cómo se mire) que son comunes en varios de nosotros y por ende nos sentiremos identificados con alguna de las situaciones. Cuesta encontrar en el cine nacional films que se muestren tan transparentes; Veredas por suerte es uno de ellos. Para aquellos que quieran pasar un simpático momento en salas, alejándose de los tanques hollywoodenses, no duden en ir a verla. En especial si van en pareja.
Trajinando calles de Coghlan y Palermo. El primer largo de Cricenti funciona en modo nouvelle vague y hace circular a su pareja protagónica por distintos barrios porteños, persiguiendo sueños que tienen su dosis de romance pero parecen estar regidos por ese dios de la comedia que es el azar. “Tal vez me vuelva a pasar/de encontrarte por azar”, dice la no muy esforzada letra de la canción, en alusión al dios que en el género comedia romántica trama los destinos de toda pareja protagónica. En este caso Lucía y Federico, ella que no se sabe a qué se dedica y él que es el típico caso del flaco que escribió una novela que nadie conoce, y ahora no le sale otra. “No sé dónde voy, no sé quién sos”, dice también la canción que canta el grupo estilo Miranda, definiendo bien la vaguedad que rodea a los protagonistas de Veredas, un título que hace pensar si las verdaderas protagonistas de la película no serán ésas. Como en una de la nouvelle vague, Lucía y Federico se pasan casi todo el metraje (tampoco es que les lleve mucho tiempo, son 71 minutos en total) andando las veredas de barrios como Coghlan y Palermo, por razones que pronto se verán. Es más: Lucía y Federico están tan poco definidos que no son estrictamente personajes sino más bien dibujitos, como los del precioso afiche de la película. Aunque, ojo, los actores que los interpretan no están para nada dibujados, como enseguida se verá. Veredas tal vez sea un dibujito animado con actores, donde un mini Woody Allen y una Betty Boop naïf siguen durante tres cuartos de película a un Coyote predador. Es divertido, aunque estereotipador, lo que le pasa a Federico (Ezequiel Tronconi) en la fiesta a la que va al comienzo de la película. Hasta tal punto es “el hombre invisible”, que la gente efectivamente no lo ve: un grupo de chicas se saca una foto con él parado de fondo, como un jarrón, y, mejor aún, otras dos chicas se sientan sobre los brazos del sillón en el que él está sentado, casi encima de él, hasta el punto de que el pobre tipo al comienzo se piensa que le están tirando los perros. Ahí, en ese “tipo” queda preso Federico de allí en más, confirmado enseguida por su desafortunada excursión a Gerli. Sucede que Federico se va de la fiesta (cuando deciden irse las chicas que se habían trepado a su sillón: parecería que él decide cuando deciden los otros), se toma un taxi y el taxista (ese gran secundario que es Alan Sabbagh) está arreglando una cita con su chica (Mónica Lairana, en modo chica vulgar de sábado a la noche) y una amiga de ella. Y falta un cuarto hombre… Y ese cuarto podría ser el novelista de anteojos que casi no habla… Y a todo esto, ¿qué pasa con Lucía? Lucía está en Bariloche. Eso es lo que le dijo, al menos, a su novio, para tomarse un tiempo de distancia, por lo cual al despertarse en una espléndida mañana de sol se quejará del frío, la nieve, el clima borrascoso. Y después armará en la compu el photoshop que la muestra toda abrigada, recortada contra unas montañas nevadas. Lucía (Paula Reca) quiere cortar con su novio, Andrés, pero todavía no se anima a hacerlo. Después de esto vienen unos episodios aislados de ambos lados (Federico compra todos los ejemplares de su novela en una librería, Lucía se encuentra de casualidad con una amiga medio indeseable y compra un montón de jabones que no pensaba comprar en un negocio de jabones artesanales de una conocida) y después Lucía y Federico se conocen por casualidad en la calle (“tal vez me vuelva a pasar/de encontrarte por azar”) y él se le suma a ella, a quien se le dio por perseguir a Andrés, intrigada porque lo vio con otra. A partir de ese momento Veredas, opera prima de Fernando Cricenti, escrita por él, Robertita Superstar (¿?) y el propio Ezequiel Tronconi, se hace fuerte en la modalidad seguimiento, y es asombroso cómo éste hace crecer los redondos ojos de Paula Reca, que cuanto más mira más aumenta su presencia escénica, como es lógico tratándose de cine. La chica cuenta, por otra parte, con una velocidad de respuesta y una comodidad ante cámara (ver escena en la jabonería) que van haciendo que, por un también proverbial cruce de miradas, el ojo del espectador se dirija cada vez más hacia ella. Recordado protagonista de La Tigra, Chaco, entre otras, Ezequiel Tronconi es el contrapeso ideal: ni un gesto de más, ni un movimiento de más, ni una palabra de más.
DE ENCUENTRO FORTUITOS Y OTRAS HIERBAS Caminar: trasladarse o moverse [una persona o un animal] de un lugar a otro mediante su propio medio de locomoción. Esta definición nos ofrece el diccionario del verbo caminar. Sin embargo, Veredas nos ofrece un sinfín de acepciones del término que resultan más oportunas a la hora de acercarnos a esta actividad tan cotidiana de nuestras vidas. Dos jóvenes protagonistas, Lucía y Federico, realizan la acción de caminar que los lleva a reflexionar, cuestionar la dirección, cambiar el rumbo que poseen sus vidas. Además, el caminar por una Buenos Aires bohemia y bellamente retratada, lleva al encuentro de estos dos seres, que en un principio eran desconocidos. Huyendo de unos problemas, escondiéndose de otros, estos dos sujetos se ayudan en el deambular de un día que llevará a cambiar aquello que los atormenta y los detiene. A Lucía la frena la culpa, el seguir en una relación que ya no la llena pero que, sin embargo, no se anima a romper, lo que la lleva a esconderse, mentir y ocultarse. A Federico lo detiene el recuerdo de una relación recién terminada, la búsqueda de inspiración y la falta de motivación. Por una fortuita casualidad del destino, estos dos seres errantes se encuentran, y caminando por las veredas de una ciudad que los envuelve, logran encontrar la salida del callejón de sus problemas. El film, además de estar primorosamente retratado, posee diálogos espontáneos, repletos de un humor sencillo y eficaz, que logra entretener de forma continua. Las actuaciones son correctas, frescas y divertidas, ensalzadas las mismas por personajes que se van encontrando en su deambular urbano, destacándose los de Julián Kartún y Paloma Contreras. Veredas es una película sencilla, una comedia romántica esperanzadora que ofrece un final feliz de aquellos que tanto nos tiene acostumbrados el cine norteamericano. Sin embargo, este film que se aleja de la estética y las temáticas más realistas/documentales que predominan en el cine argentino y latinoamericano en general, constituyéndose en una bocanada de aire fresco en la oferta de producción nacional, abriendo el abanico de posibilidad de expectación y de géneros, sin que por ello se pierda calidad.
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