El Winter de nuestro descontento Casi 170 millones de razones (dólares) llevaron a la concreción de esta secuela. Es que esa fue la recaudación del film original en 2011. Nada mal para una producción que había costado 37 millones. Debo admitir que aquella primera entrega sobre la relación entre un niño y un delfín sin aletas (y con prótesis) me resultó bastante eficaz y, por momentos, hasta emotiva, aún con sus inevitables golpes bajos. En esta secuela, en cambio, nada parece funcionar. Sólo quedan esos golpes siempre por debajo de la cintura, el didactismo políticamente correcto y una acumulación insoportable de lugares comunes. Sawyer (Nathan Gamble) ya no es un niño sino un adolescente devenido en estrella gracias a los avances logrados con Winter, pero el delfín (o “delfina”, ya que siempre hablan de “ella”) está triste: su vieja compañera llamada Panamá (vieja y ciega para más datos) muere y la falta de una sustituta podría obligar a su traslado a otro acuario. Pero esto es Hollywood, así que en la escena siguiente aparece el épico rescate de Mandy ¿Se aceptarán mutuamente para conformar una nueva pareja? Mientras tanto, a Sawyer le ofrecen una beca universitaria para concretar un viaje de estudio en un barco junto a expertos en biología marina ¿Es momento de abandonar a los seres queridos y tener una experiencia iniciática? Esos son los “conflictos” que este film escrito y dirigido otra vez por Charles Martin Smith deberá desarrollar y dilucidar. Si la trama de por sí es bastante pobre y esquemática, todavía peor son los injertos (un pelícano como comic-relief), las anodinas participaciones de intérpretes consagrados como Ashley Judd, Morgan Freeman o Kris Kristofferson, y la sensación de que estamos ante un largo infomercial del acuario en cuestión plagado de buenas intenciones y malas resoluciones. Nadie espera de este entretenimiento familiar un drama de dimensiones shakespearianas, pero el resultado de esta secuela (sobre todo teniendo en cuenta que delante y detrás de cámara están los mismos realizadores del más que digno film previo) es tan decepcionante como desolador.
“Winter, el Delfín 2”, continúa la historia de la valiente delfín Winter, que con su rescate milagroso y recuperación - gracias a una innovadora prótesis en su cola – se convirtió en un símbolo de esperanza y perseverancia para la gente de todo el mundo e inspiró la exitosa película familiar “Winter, el Delfín”. Segunda e inesperada producción, con todas las buenas intenciones y la posibilidad de conocer la evolución de "Winter", a los personajes que lo salvaron y dejar un claro mensaje ecológico. La Familia la vá a disfrutar, para eso fué realizada. Con Morgan Freeman, Ashley Judd y Harry Connick, Jr.
Secretos de la vida en un acuario Parece ser que el personaje animal de esta pelÃcula llamado Winter, tuvo en la anterior de esta "serie" un accidente y perdió la cola. Decimos "parece ser" porque no vimos aquel filme. El delfÃn nariz de botella, vive en el acuario de Clearwater Marine, en la costa de Florida. La historia real, base de un libro, lo presenta nuevamente con su protector Sawyer, un casi adolescente. Winter está pasando un mal momento luego de la muerte de la delfÃn Panamá, que lo acompañaba en el acuario y ofició de madre. Sawyer se ve involucrado en responsabilidades dobles. Por un lado tiene la alternativa de quedarse para acompañar el problema de la depresión de su protegido delfin y por otra, irse en un crucero de investigación para aceptar una beca de biologÃa marina que le proponen. El asunto se complica porque se quiere poner en práctica, desde el Estado, una reglamentación que protege a los delfines y les impide estar solos en acuarios. O sea que el pobre Walter esta amenazado de extradición si no consigue un compañero de acuario. Por supuesto que la fantasia hollywoodiana le da la solución esperada en la persona de Hope (esperanza), otro delfÃn en problemas, que es recogido en el acuario. NIÑOS VOLUNTARIOS La pelÃcula, más allá de las convenciones es atractiva para toda la familia, con soñadas locaciones del acuario, las tareas de niños voluntarios del programa de cuidado de animales, la presencia de animales como tortugas, los ya mencionados delfines y, un atrevido pelicano, asà como las tareas de cuidado a especies en peligro y devolución al mar de las rescatadas. "Winter, el delfin 2" se completa con consideraciones sobre la discapacidad, asociando el percance del delfÃn y su necesidad de utilizar una prótesis (la que le creó el conocido Morgan Freeman en su papel de médico) con la situación de muchos niños con problemas similares. A propósito de este asunto, aparece en algunas escenas como visitante del acuario, la muy joven Bethany Hamilton, campeona de surf que perdiera un brazo por la acción de un tiburón y continuara desarrollando su deporte con éxito. Formalmente correcta, los jóvenes Nathan Gamble y Cozi Zuehlsdorff, se ganan la simpatÃa de los espectadores.
Linda historia mal contada Dos fastidios impiden que este film para niños sea disfrutado por los niños locales: su duración (le sobran, mínimo, 26 minutos) y su doblaje insulso. Aunque, puestos a oír, el doblaje es apenas tan insulso como los intérpretes originales. Excepto Cozi Zuelhdorff y Ashley Judd, los demás son monocordes, y los dos actores de más renombre actúan como diciendo "yo no soy". El único "comic relief" de mérito es un pelicano, pero puede que parte de dicho mérito le corresponda a un equipo de animatronics que contribuyó con sus toquecitos a la producción. La historia gira alrededor de ciertos problemas importantes para cualquier chico: la salud o la muerte de un animal, los primeros síntomas de inquietud sentimental, la disyuntiva entre irse becado en velero por el Caribe o quedarse cuidando a los seres queridos, esas cosas, lástima que expuestas sin mayor fuerza dramática. Por lo demás, la realidad es superior a la ficción. Winter es de verdad, la encontraron en el 2005 con la cola lastimada por una trampa para cangrejos y desde entonces nada con una prótesis. Hope es de verdad, tenía menos de tres meses cuando lo salvaron y Winter lo adoptó. Bethany Hamilton, la rubia surfista hawaiana, tiene el brazo izquierdo de veras limpiamente amputado por un tiburón tigre, y no esconde su muñón. Todos los chicos lisiados que aparecen al final, son reales. El Clearwater Marine Aquarium existe de veras, su misión es rehabilitar a los animales marinos y así estimular también a los niños con discapacidad motriz. También de veras, los registros documentales que se ven al final, donde aparecen los auténticos empleados del acuario. Lo que parece mentira es la pequeña ciudad de Clearwater, en el condado de Pinellas, Florida. Limpia, tranquila, de aguas transparentes. Dan ganas de irse a vivir ahí apenas baje el dólar.
Sacarle agua a las piedras Aunque Winter el delfín era una película relativamente pequeña, se convirtió en un inesperado éxito y, obligación de los tiempos que corren, derivó en una segunda parte. Pero queda claro que hay películas que no deberían tener secuelas, historias que, buenas o malas, no sirven para ser estiradas más. En lugar de inventar algo nuevo, intentan sacar más dinero de algo que terminan arruinando. Está bien, es posible que esta película pase al olvido rápido y ya no haya una tercera parte, pero igual esa costumbre de la secuela es dañina para el cine. Winter pierde a su madre adoptiva y a riesgo de que la soledad obligue a los integrantes del acuario a tener que sacarlo de ahí, buscan una nueva compañía para el delfín. Si en una película de acción, las secuelas suelen aumentar la cantidad de explosiones, si en una película de superhéroes las secuelas suelen agregar un villano más amenazante, bueno, acá lo único que queda es agregar más drama. Y ese drama que se agrega no encuentra un buen cause, se asoma de forma torpe, sin autenticidad, necesariamente ubicado dentro del golpe bajo. No es que haya especial maldad en el film, sino que no tienen de donde sacar material y ahí es donde las cosas se complican. El elenco sigue siendo lujoso: Ashley Judd, Morgan Freeman, Harry Connick Jr., y Kris Kristofferson sin duda ayudan a hacer más vistosa la historia, pero no tienen demasiado para elaborar a partir de las mencionadas limitaciones. El protagonista, Nathan Nelson, ya no es un niño sino un adolescente, eso cambia también la escala de los conflictos pero no alivia a la historia de sus muchos lugares comunes.
Cuando el agua es una gran lágrima La secuela de una buena historia, hecha trizas. ¿Qué sucede si una (buena) película deja la sensación de que con su primera parte agotó los recursos para conmover al espectador? Y además exprimió una historia -verídica e interesante- ajustándole la tuerca emotiva al máximo. ¿La solución? Agregarle personajes a la trama (también reales) para generar una especie de autotributo a su original, condimentada con el mismo tenor lacrimógeno que su predecesora. A Winter (un delfín amputado en su cola) se le suma Mandy, otro cetáceo encallado en las costas de la Florida y trasladado al Clearwater Marine Aquarium para su rehabilitación y futura vuelta al mar. Con daños en la piel por la exposición al sol, una infección pulmonar y otros problemillas, el nuevo integrante de la familia del acuario llega justo para disolver la angustia luego del deceso de Panamá, un delfín hembra de 40 años que muere de vieja y la encuentran en el fondo del estanque del acuario. Allí también perecen las buenas intenciones de este filme. Como sabemos, Winter tuvo acceso a una prótesis personalizada. Y la figura de la amputación no es inocente en esta secuela que muestra demasiados chicos y chicas con extremidades artificiales. Winter: el delfín 2 busca el golpe bajo sin piedad. Deposita en el espectador más angustia que emoción, más dolor que ternura. Las escenas bajo el agua son, lejos, las mejores, casi oníricas, con un logrado trabajo de cámaras y manejo de los cetáceos. El joven instructor Sawyer -buena interpretación de Nathan Gamble- es humilde y duda en embarcarse en una preciada capacitación universitaria: viajar en un barco durante meses para profundizar sus conocimientos en biología marina, con todos los gastos pagos. Su amiga Hazel es todo lo contrario: sobreactuada, imperativa y hasta caprichosa, buscando un rol adulto que le queda dos talles grande. Darle la mamadera a un delfín bebé (la estrella del filme) o ver cómo se emparenta con Winter son de los escasos momentos rescatables. El resto, pura lágrima.
Danza con delfines Tal como ocurrió con la primera película, la potente emocionalidad de la historia vuelve a llegar a través de un delfín y de carismáticos personajes humanos inspirados en seres reales que dedican su vida al trabajo en un gran acuario. Winter: el delfín se llamó aquel sencillo pero bello film acerca de una hembra gravemente herida rescatada por un niño y por un equipo del Clearwater Marine Aquarium de Florida, un centro de recuperación de animales sin fines de lucro. La historia recorría las difíciles alternativas del animal tras sufrir una amputación, y el tesón por su recuperación por parte de la gente del establecimiento y por ella misma. Algo que en la vida real ha causado una enorme inspiración para niños y adultos discapacitados, que diariamente concurren a visitar a la delfín y su prótesis especialmente diseñada que permitió que sobreviva. Nuevamente de la mano de la sensibilidad y la capacidad expresiva del realizador Charles Martin Smith, Winter: el delfín 2 retoma la trama a varios años de aquellos hechos, en donde resulta imperativo encontrar un animal para su piscina, ya que los delfines deben estar siempre en compañía. Surgirá otra delfín rescatada, mucho más pequeña, y el desafío será lograr que Winter y la recién llegada puedan establecer un vínculo y convivir, de lo contrario la licencia del acuario será revocada. Con un convincente y emotivo elenco, resulta un film ideal para los amantes de la naturaleza y más aún para los que admiran a los delfines, esas criaturas acuáticas tan lúcidas y afectivas. En cuanto a los niños, son innecesarias las recomendaciones: todos ellos aman a los animales sin hacerse planteos al respecto.
Poca acción y menos emoción Esta es la segunda parte de la historia del delfín Winter, que por un accidente con una trampa para cangrejos se quedó sin cola. En esta entrega el animal es menos protagonista, ya que importa más la vida en el Hospital Marino de Clearwater, en especial de los chicos Sawyer y Hazel, ya adolescentes. De las diversas líneas narrativas dos son las dominantes: encontrar un nuevo delfín hembra para que sea la compañía de Winter y la decisión de Sawyer sobre el viaje de estudios que le ofrecen. Ashley Judd y Morgan Freeman aparecen poco y sin demasiada relevancia, y el mejor personaje es -por lejos- el pelícano Rufus, un bicho fotogénico, con gracia, y al que el montaje le aporta velocidad narrativa. Lo que sucede con Rufus tiene algo de movimiento y la promesa intermitente de un poco de acción, componentes por otro lado prácticamente ausentes de esta película que antes que confiar en el poder de la aventura se dedica de forma burocrática -y con demasiado lustre en la fotografía y demasiado énfasis musical- a mostrar detalles de funcionamiento del lugar, del salvataje y la cura de delfines, e inspecciones y detalles de procedimientos que cualquier otra película más concentrada en la emoción asociada al movimiento y a lo asombroso de la naturaleza pasaría por alto (Liberen a Willy, por ejemplo). Winter El delfín 2 nunca avanza, camina de costado, con cuidado para no salirse del manual industrial más básico, para brindarnos enseñanzas que parten de la discapacidad en un delfín y pueden aplicarse a la discapacidad en seres humanos. En ese sentido, las imágenes documentales del final son mucho más emocionantes, más cercanas, más vívidas, mucho menos plásticas que las que propone el director Charles Martin Smith, un actor de decenas de películas (American Graffiti, Los intocables) que se guarda aquí el papel de inspector, lo que hace justicia metafórica a su forma de dirigir como si llenara un formulario.
Solidaridad en el acuario Increíblemente, esta exitosa saga que comenzó en 2011 con otra película hecha casi exactamente por la mismas personas y con Warner Bros. por detrás es sólo una parte de un proyecto mucho más amplio que nació en 1972. Ese año se fundó en Florida, sobre el océano Pacífico norteamericano, el hoy llamado Clearwater Marine Aquarium (http://www.seewinter.com) donde se rescatan animales del mar para su protección. La historia real del delfín Winter empezó allí. Lo desenredaron de una red de cangrejos con sólo 3 meses de edad y pese a las curaciones perdió la cola. Sin embargo, con el empuje de un niño volvió a nadar. Movilizó a una pequeña comunidad para asistirlo y hasta crearon después de muchos estudios una prótesis para ayudarlo. De eso se trató la primera película que pese a algunas voces en contra de los acuarios (aparentemente éste sólo trata con animales disminuidos) fue un boom en las boleterías y alentó a esta secuela, cuyos fondos también son para alimentar a la ya enorme fundación detrás del proyecto. La historia otra vez parte de la realidad. Hace algunos años, rescataron de una situación similar a la de Winter a otra delfín hembra a la que bautizaron Hope (Esperanza). En el nuevo filme, este encuentro es vital para la segunda supervivencia de Winter. Ello porque en el inicio de la trama el delfín de la cola artificial pierde a su compañera de estanque y como no es bueno para su salud que viva sola, corre el peligro de ser derivada a otro acuario. Sólo un milagro puede salvarla y es la llegada de una nueva compañera. Los norteamericanos llamar a filmes como este feel good stories ("historias para sentirse bien") pero tal vez no es necesario llegar a tanto escepticismo. Es un filme que deja una sensación de optimismo, pero luego de pasar unos cuantos momentos de incertidumbre, con lo cual no es un alegre cuento de hadas ni mucho menos, aunque por suerte esta vez prescinde de emparentar a los veteranos de guerra con los animalitos lisiados. Claro que es una delicia visual, no sólo por la presencia de los animales marinos sino por los paisajes que acompañan, muelles, veleros, playas, vegetación, horizontes, brisas, puestas de sol y la siempre majestuosa y ancha mar azulada tan próxima a los sueños.
Debe ser de las secuelas menos esperadas (y esperables) de la historia la de “Winter, el delfín 2”. Aquella de 2011 contaba la relación que establecía Sawyer (Nathan Gamble) con un cetáceo que pierde la cola, pero que recupera sus posibilidades de sobrevivir merced a una prótesis de silicona a la cual se adapta. La historia era real. Todavía hoy el animal es una fuente de inspiración para muchos discapacitados, sobre todo a nivel físico, que lo visitan año a año. Le fue bien a la película, de modo que ya sabemos cómo eso funciona en Hollywood. Todo terminaba bien hace tres años. ¿Cuáles serán los hechos reales justificativos de otro guión? ¿Qué le pasó a Winter en este tiempo? No mucho en realidad, pero ni a Charles Martin Smith ni a Karen Jensen parece importarle demasiado. Siempre hay algo de lo que agarrarse. Estamos frente al efectismo puro. En la primera escena vemos a Winter juguetear para el público junto a una campeona de surf a quien le falta un brazo. Con semejante golpe, disfrazado de “todos podemos superar la adversidad”, se imaginará por donde transita esta segunda parte. A Sawyer le ofrecen estudiar en una prestigiosa institución de Boston, pero no puede ir porque le preocupa que su cetáceo favorito anda enojado, escondiéndose debajo del trampolín. Es que pese a mandar cuatrocientas señales, nadie le entendió que su compañera de piletón, Panamá, se está por morir. Y “espicha” nomás. Hay que buscarle una compañera porque sino Winter se muere también. O la va a pasar muy feo, no se explica mucho, pero debe aparecer otra hembra o se acaba la franquicia. Sobre estos dos ejes se mueve el guión de “Winter, el delfin 2”, con la angustia como gancho dramático. Todos van a llorar tarde o temprano, lo cual no está mal sino fuera porque hay momentos en los que es demasiado evidente el achicamiento del cerco en el cual se desenvuelve la intención de lágrima fácil. Para la segunda parte vuelven todos ¿eh? Por el set pasan Ashley Judd y Morgan Freeman para aportar algo de sus personajes anteriores, el propio director asume nuevamente el papel de burócrata y hasta Kris Kristofferson tiene su momento para decirle a Clay (Harry Connick Jr.), el manager del acuario, lo que debería hacer. También está Hazel la amiga lacrimógena de Sawyer con otra acabada muestra de sobreactuación de Cozi Zuehlsdorff. La nena tiene condiciones, está claro, pero no está bien orientada. ¿Hay alguien nuevo? Sí. Una tortuga herida en una aleta que nada aporta a la trama ni a la construcción del carácter de los personajes. ¡Ah, cierto!, hay un pelícano torpe y entrometido, muy gracioso realmente, aunque tampoco aporta nada, pero es muy gracioso. Se mete en el set, la cámara lo sigue, grazna… Divino. Los únicos que sí tenían algo mejor que hacer fueron Mark Isham y Karl Lindenlaub así que cedieron a otros sus labores como compositor para la banda de sonido y director de fotografía, respectivamente. Para los créditos finales, Charles Martin Smith se guarda lo mejor: demostrarle al espectador que en serio está basada en hechos reales ello mediante una muestra minuciosa de gente amputada, con prótesis, muletas, sillas de ruedas, toda la colección. Más de veinte muestras de visitas al delfín como para que nadie quede fuera del pañuelo. También hay escenas documentales de los verdaderos rescates. “Winter, el delfin 2” es una demostración de que el fin no justifica los medios,y menos en cine.
Winter El Delfin 2 es una emotiva y atractiva película sin golpes bajos ni dramones ideal para pasar un muy buen momento en familia. Si este film no estuviera basado en hechos reales se lo podría criticar de tener un cuento demasiado básico, casi de manual, pero como las historias de Winter, Hope, Panama y la tortuga son reales, todo lo que vemos en pantalla adquiere...
Hay algo que trasciende la pantalla en "Winter el delfín 2"(USA, 2014) y que nada tiene que ver con la calidad de esta secuela dirigida por Charles Martin Smith y protagonizada por Harry Connick, Jr., Ashley Judd, Kris Kristofferson y Morgan Freeman, y es su corrección política extrema. Recuerdo que cuando los videoclubles eran un negocio pujante de la economía formal, una serie de filmes familiares de bajo costo eran lanzados mensualmente al mercado, para que padres sin conocimiento y con solo la información de la carátula de las películas cayeran en la trampa de alquilar por unas horas una historia que muchas veces nada tenia que ver con el título. Pero estamos en otra época y esa desinformación no existe, como así tampoco la total incredulidad sobre un discurso que no solo intenta vender un viaje para conocer a Winter al Clearwater Marine Aquarium en Estados Unidos, la protagonista, sino que en su misma narración termina sin aceptar las diferencias que el otro puede hacer sobre la imagen de uno y que intenta erradicar. Para los recién llegados, Winter es una delfín sin su cola completa y aleta, por lo que el esfuerzo del grupo de biólogos marinos y asistentes del acuario CMA estuvo en dotarla de una prótesis para que pueda nadar y ser similar a los demás. Al acuario asisten miles de personas diariamente y muchas de ellas con algún problema similar al del animal ya que encuentran en Winter la inspiración para seguir adelante pese a todo. Pero en esta oportunidad, y luego que Panamá, una delfín mayor fallezca, Winter se aísla y deprime y al llegar un ejemplar joven llamado Hope, al que intentarán emparentar y acercar, todo se complicará y Winter terminará por renegar aun mas de su condición de "diferente". Hay subtramas "humanas" en las que el tomar decisiones, el avanzar para progresar y el intentar mantener las convicciones en alto frente a los embates y prejuicios se multiplican, pero en el fondo, la historia del delfín que ahora no es aceptado por sus pares es lo que prima. La linealidad de la historia y hasta los pocos niveles de expresión del elenco juvenil hacen que todo este tan digitado y prefigurado que el lugar del espectador como creador de discurso y sentido no exista. Y ese es el gran error de este filme, que pese a tener a Judd, Kristoferson y Freeman, por solo citar tres ejemplos, su destino inevitable será al lado de aquellas películas familiares que a fuerza de engaño construían su verosímil y sumaban horas de alquiler. Si bien “Winter…” intenta reflejar las historias reales del acuario, nada más irreal que un guión en el que nadie insulta, nadie ama (excepto a los animales acuáticos, claro está) nadie puede tomar una decisión sin tener que consultarlo mas de 20 veces consigo mismo y nadie sabe bien qué quiere del otro para sí mismo y para sus conocidos. Una curiosa alegoría sobre la vida actual, la película encuentra en ese delfín, que en algún momento forjó esperanza para los demás, un animal rencoroso y lleno de solapamientos que nunca podrá salir de ese acuario y del encierro al que por casualidad se ha sometido, hasta claro esta, la corrección política y su entorno se lo permita.
Culto a la amistad y con asidero real El filme inspirado en la historia de Winter, el delfín sin cola, da continuidad al relato de 2011 y maravilla. Winter es un delfín nariz de botella que fue rescatado tras haber caído en una trampa para cangrejos, en Florida. Recibido en el Clearwater Marine Aquarium de esa ciudad, este mamífero acuático perdió su cola a pesar de los esfuerzos de los veterinarios, pero un reconocido médico traumatólogo aceptó el desafío de construirle una prótesis especial que salvó su vida. Hace cerca de tres años, Charles Martin Smith dirigió Winter, el delfín, película inspirada en los hechos y protagonizada por la musa. Su secuela, la "2", da continuidad a aquella popular historia, para contarnos que Winter ya no es el delfín alegre de otros días. Anda de mal humor, no quiere comer ni jugar, y rehúye salir de su piscina. En busca de respuestas, se arriba al hecho de que, aunque los humanos alrededor le prodigan mimos a granel, le hace falta compañía de su misma especie. Apenas 30 días tienen los responsables del cetáceo para encontrar la solución. La esperanza llega con otra delfín rescatada. Bautizada, por lo que representa, con el nombre de Hope, la pequeña delfín tendrá que hacer su propia adaptación al nuevo medio, a los humanos y a su par, a quien deberá aprender a conocer y querer para que ambos puedan vivir y permanecer en el acuario. Cálida, luminosa, un culto a la amistad, Winter 2 se convierte en un nuevo espectáculo que maravilla por la cuota de realidad que muestra en pantalla.