Camilo Carabajal, integrante de una reconocida familia de músicos folclóricos, recorre en este documental dirigido por Andrea Krujaskisu su vida y su obra a través de su pasión por el bombo y sus ansias de fusionar la música telúrica con la tecnología digital. Así transita por diversas provincias argentinas donde, y de la mano de otros artistas y luthiers, entre ellos, Cuti Carabajall, Vitillo Ávalos y Egle Martin, se embarca en un emprendimiento musical y ecológico en el que el bombo, instrumento ancestral, se convierte en un elemento que se ubica a la vanguardia de la fusión estética. El film, cálido y amable, retrata la lucha cotidiana de alguien que posee en su sangre la fuerza de sus ancestros de Santiago del Estero y la humildad de su fervorosa labor.
Sebastián es un destacado estudiante de Derecho, pertenece a una adinerada familia limeña y vive en la casa de sus abuelos. Su vida se verá trastocada por una infausta noticia: su abuelo fue secuestrado, y a partir de aquí el joven comenzará a indagar en el pasado de ese hombre. Con Espinoza, su amigo y profesor, emprenderá una lucha para hallarlo antes de los cuatro días en que los raptores le han dado plazo, y en este camino saldrán a la luz secretos familiares desconocidos para Sebastián. El director Frank Pérez Garland retrató con vigor y suspenso este thriller que, coproducido entre la Argentina y Perú, pinta las andanzas de sus protagonistas (buenos trabajos de Stefano Salvini y de Osmar Núñez) hasta llegar a un tenso e inesperado final.
Tras la muerte de su mujer y de su hija en un accidente, el conductor de un camión de caudales (interpretado por Luciano Cáceres) cae en una profunda depresión hasta que un día tiene un sueño revelador: se ve a sí mismo manejando un auto y llevando a su lado a Selva, una compañera de trabajo, y al hijo de esta. El hombre decide ayudar a ambos, necesitados de dinero, y comienza a elucubrar un arriesgado plan en medio de sus continuas pesadillas. Así el blindado que maneja, repleto de dinero, se convertirá en el codiciado botín con el que procurará salir de su neurótica existencia. El director Eduardo Meneghelli logró con estos elementos una historia tensa y emotiva que refleja la lucha de alguien dispuesto a encarar su propio caos.
En el barrio Lihuntun Inchin Mapu de San Martín de los Andes sus habitantes, a través de la organización Vecinos sin Techo y de la comunidad mapuche Curruhuinca, concretaron un proyecto tan ambicioso como necesario: construir sus casas de modo autogestionado y poder así tener el sueño de la vivienda propia. El director Ulises de la Orden logró un documental que registra, con pasión y ternura, las asambleas, los avances, las dudas y las críticas al poder político en que se vieron empeñados esos hombres y mujeres para salir adelante en esa empresa tan rica como compleja. El film constituye una mirada fundamental a la hora de inspirar iniciativas similares no solo en la Argentina, sino también en toda América Latina.
María es profesora en un pequeño pueblo de La Pampa y, embarazada, deberá enfrentar a su esposo, un hombre mezquino y de hábitos violentos. Un disparo en mitad de la noche iniciará los planes de la mujer: huir de su casa y de su marido y embarcarse en un viaje al desierto pampeano más profundo. Con el hijo en su vientre y un futuro incierto, ella decide volver a Naicó, el pueblo de su infancia, y en ese tormentoso viaje conoce a extraños personajes que habitan en los lugares más olvidados. Algunos de ellos son amistosos y comprenden la problematizada situación de María, y otros, en cambio, la tratan con total indiferencia. En torno de estos personajes, el director Alberto Romero, realizador del documental Carne propia, distinguido en el Festival de Montreal, concibió una historia que muy pronto se convierte en una road movie en la que su protagonista transita incansablemente los caminos polvorientos de La Pampa y, al mismo tiempo, es un retrato de la violencia de género y de la emancipación femenina. El film se convierte así en una fábula poética acerca de la maternidad, de la naturaleza y de la violencia a la que Guadalupe Docampo supo insuflarle el necesario aire dramático que pedía el conmovedor relato. El resto del elenco y los rubros técnicos apoyaron con calidad este espejo de alguien que deberá huir de su triste cotidianidad.
En 1972, Carlos Mathus presentó en Buenos Aires su provocadora obra La lección de anatomía, que lo consagró como autor y director. La pieza permaneció en cartel de manera ininterrumpida durante 36 años a la par que se representaba con igual éxito en escenarios internacionales. Fuente de anécdotas y aplausos ahora el cine le rinde, de la mano de los realizadores Agustín Kazah y Pablo Arévalo, un merecido homenaje por el que desfilan escenas de los ensayos de la obra y emocionadas palabras de muchos de los actores que pasaron por su elenco. Por el film aparece también la figura de Mathus, fallecido en 2017, alguien lleno de contradicciones y de amor por la vida y por el teatro.
En Buenos Aires, y durante la crisis de 2001, Marcelo, un escritor devenido en periodista, deberá volver sobre los últimos pasos de su padre, un intelectual de quien se halla distanciado cuando este muere en condiciones extrañas. De la mano de la exsecretaria de su progenitor, Marcelo se sumerge en un mundo oscuro lleno de violencia que lo arrincona en medio de misteriosas alianzas y de secretos bien guardados. El director Alberto Masliah logró construir un film policial en el que el suspenso recorre toda su estructura hasta desembocar en un final inesperado. Pablo Rago aportó su eficiencia interpretativa a esta historia que habla, con hábiles pinceladas, de una Argentina inserta en el miedo y la traición.
Martín es un artista nómada que, con su novia, regresa a la casa de su padre, un anciano titiritero que se gana la vida mostrando sus muñecos a los niños de su estancia serrana. Aquí Martín, cansado de su crisis existencial, se reencuentra con Coqui, una hermosa madre soltera que había sido su amiga de la infancia y, mientras recibe los sabios consejos de su padre, comienza a pensar en cómo formar su propia familia. El director Juan Pablo Sasiain ( Choele, La tigra) diseñó así una historia cálida y poética, en la que sus protagonistas buscan la manera de dar un giro a sus vidas en medio de una naturaleza agreste que sirve de marco a este entramado que simboliza el espíritu del viajero eterno que desea dar un cambio radical a su mundana existencia.
Vestigios de sinagogas, cementerios en las junglas de Surinam y a través del Caribe y el nordeste brasileño se van descubriendo en este documental que se transforma, así, en un viaje que revela la historia no contada de la presencia judía en América, impulsada inicialmente por la creación de la Inquisición en Castilla y en Aragón, y pocos años más tarde, la expulsión de las comunidades judías de España en 1492, a través del edicto de Granada. Con indudable calidez y una infinita paciencia, el propio director Miguel Cohan relata, con su emotiva voz, aquellos tiempos de la diáspora en los que quedaron como testigos tumbas que hablan de la persecución y del horror.
Dante es un joven que habita en un pueblo rural. Su familia está integrada por una madre luchadora, un padre complicado, un hermano ausente y dos abuelos que lo contienen como pueden. Cada día su hogar se convierte en un desfile de gritos y de peleas entre sus progenitores, mientras que su hermano mayor desea alejarse de ese infierno cotidiano. Los abuelos de ambos intentan, sin lograrlo, llevar algo de paz a esos muchachos. Apoyados por un muy buen elenco (Mimí Ardú y Bautista Midú, entre otros), los directores Fabio Junco y Julio Midú lograron narrar, con mirada poética, una historia en la que los viejos rencores conspiran para perpetuar la violencia.