Como si en una mesa de cartas se jugase una partida entre los productores y Martín Hodara, el director de Nieve Negra. Quizá contra el espectador o contra la industria misma. Y en donde el equipo de la película elige las mejores barajas. En esta mezcla de policial y suspenso la información llega en cuentagotas sobre la mesa. Las cartas que van develando el misterio al espectador están justificadas por los hechos y coherencia de la historia. Luego del golpe de la primera escena, la muerte de Franco, el menor de la familia, tiran el ancho de espada: Leonardo Sbaraglia. Interpretando a Marcos, que llega desde España a recoger las cenizas de su padre. Se dirige con Laia Costa que encarna a Laura, su mujer embarazada. Allí tiene que ir resolviendo situaciones familiares y negocios, que aún que no lo desee, lo irán involucrando cada vez más. Una de ellas un viejo amigo de su padre. Interpretado por el genial Federico Luppi. Carta, de las mejores, que al igual que Dolores Fonzi, son poco aprovechadas y con apariciones muy breves en el film. No por eso actuaciones menores, pero sí cortos deleites para el espectador. Luego de su visita a Sepia, Marcos tendrá que convencer a Salvador, su otro hermano, el mayor, de la venta del terreno donde vive. En esta partida, nuevamente, vuelven a tirar otro ancho sobre la mesa, el excelente Ricardo Darín. Con expresiones sobresalientes en un papel que, quizá ya le quede cómodo al actor, se luce como de costumbre. Salvador, ermitaño, tosco y por momentos hasta mal educado, nos irá llevando con Marcos y Laura a develar todos los misterios que no nos imaginamos en un principio. Con una fotografía acorde al suspenso de las escenas. Poca pero buena musicalización que deja lugar al sonido ambiente, que prevalece y aporta naturalidad durante todo el film. Un relato atrapante, que muestra miserias y mentiras entre unos bellísimos paisajes y, hasta dónde se puede llegar con el engaño, para salvar un viejo y espantoso secreto.
Sonata para Violonchelo de Anna Bofarull es un drama que cuenta cómo es la vida de Julia (interpretada por Montse German) una prestigiosa interprete quien solo dedica el tiempo a practicar con su violonchelo, viajar para dar conciertos y en escasos momentos disfrutar de amigos o alguna cena. Todo toma otro sentido cuando Julia, luego de reiterados dolores, consulta al médico y este le diagnostica fibromialgia. Aquí ella comienza a replantearse la vida. Sin embargo el orgullo propio la llevará a seguir tocando e intentar que ni su hija se entere de su enfermedad. Una estética que en algunas escenas recuerda a El cisne Negro, representando bien el quiebre en el personaje y la angustia, con algunas escenas oníricas. Una actuación interesante, que realiza German, mujer de pies sobre las tablas, en su primer protagónico en cine. Con actores secundarios y una música, que es otro actor fundamental en el film, que aportan y arman el contexto para las situaciones que tendrá que atravesar Julia. Por momentos la actuación principal se cae, en el extenso film, que da muchas vueltas sobre lo mismo, pero German logra mantenerse y expresar la firmeza y orgullo del personaje.
“Cuando en el cielo un ángel no hace lo que tiene que hacer, el señor lo encierra en una celda oscura” Recita Saulus, interpretado por Toni Servillo. Con esta cita, entre otras comienza “Le Confessioni”. En este film Roberto Andó, director de “Viva la libertá”, recrea un encuentro entre los exponentes de la economía más importantes del mundo. Por supuesto que si se habla de economía importante y del mundo, no se habla de Latinoamérica ni de África, por eso van ministros europeos, un rockstar internacional y demás figuras poderosas. Una convención que tiene lugar en un lujoso hotel de la costa alemana. Aquí llega Saulus, el monje italiano que viene a desestructurar toda la extrema formalidad del encuentro. Roche, el director del FMI, lo convocó para confesarlo esa misma noche. Una noche como la que en “I confess” de Alfred Hitchcock, el padre Logan confiesa a Keller, pero este último es el asesino. Cita que se hace explicita en el relato de Roberto Andó. Roche, que es quien se confiesa es, quien a la mañana siguiente aparecerá muerto. En este punto la película hace un interesante giro hacia una problemática más interna, que se intenta develar desde allí. Con las copas y la comida de primer nivel, que se entrelazan con unos diálogos inteligentes, agudos y críticos, contra el sistema capitalista y la desigualdad que se da en el mismo. Con una buena actuación de Toni Servillo con expresiones constantes que se mantienen a la altura del personaje, que por momentos salva los altibajos temporales del film. La fotografía acompaña los climas y los movimientos de cámara, que son correctos. Film que critica desde adentro, desde lo más alto del lujo y la comodidad, las desigualdades y miserias que viven los demás. Veremos que celda oscura les toca a estos angelitos del señor.
¿El mundo lo puede decidir una sola persona? Quizá es una de las preguntas que decantan luego de ver El nuevisimo testamento, dios atiende en Bruselas. Propone a dios como un trabajador más, con la responsabilidad de todas las vidas humanas, pero a la par de cualquier otro mortal. Bien bajado a la tierra. Con miseria, mal humor y bastante maldad, dios, que más que dios parece el diablo, decreta el rumbo de la vida del resto de los seres humanos. Ea, su hija, interpretada por Pili Groyne, para vengarse de su odioso padre, decide enviar la fecha de defunción de cada persona a sus teléfonos celulares. “Ahora no tienen miedo y pueden decidir qué hacer con sus vidas” dice dios, interpretado por Benoît Poelvoorde. Este film va hacia ese lugar, el ser humano informado y sin temor decidiendo a conciencia y concretando sus deseos. El director, Jaco Van Dromael, avanza sobre temas profundos desde el humor y con demasiados efectos especiales que le quitan la simpatía natural de las escenas. Hace citas a otros filmes, libros y buena música a lo largo de todo el relato. Cuenta con una buena actuación de Poelvoorde, transmitiendo toda la irritación de ese personaje despreciable. Y la actuación de la pequeña Groyne, que contrapone todo su amor al personaje del odioso padre. Muy buena fotografía, tanto en interiores como exteriores, dirigida por Christophe Beaucarne. Una película agradable, donde la muerte es un hecho llevadero y al parecer inamovible, donde sobre lo que hay de decidir es sobre la vida.
Francisco Moreno, enviado desde Buenos Aires se introduce e involucra en los pueblos mapuches. Hace investigaciones, delimita tierras, realiza mapas y peritajes. Hasta que los mapuches lo acusan de traidor y lo condenan a muerte. Es allí que decide escaparse. El film de Javier Zevallos y Francisco D’Eufemia es la historia de esa fuga, tal como lo mencionan en los primeros minutos del relato. Fuga de la Patagonia va mostrando las distancias culturales y las distintas realidades por medio de los pequeños detalles. El lugareño que guía a Moreno, diferencia el sueño de los porteños del de los mapuches. En la Patagonia se sueña con los ríos, las rocas, los árboles, las montañas, comenta, mientras que en Buenos Aires, Moreno sueña con el dentista y el dolor de muelas. Con diálogos cortos que solo por veces logran mostrar el trasfondo de la situación particular, esta película histórica se entre mezcla con un estilo western. Con tomas osadas dentro del río y unos bellísimos planos generales que sitúan al espectador en una Patagonia un poco más originaria y natural. Naturalidad que refleja muy bien la fotografía utilizada. Por momentos el relato se pierde en la osadía de la fuga y no deja ver con claridad la ruda y dolorosa verdad de la masacre a los pueblos originarios. Pasando por sueños distintos y ambiciones hasta la peor pesadilla del destierro y genocidio de estos pueblos, el film termina dejando abierta la concepción moral del perito Francisco Moreno.
La chica del tren es la quinta película del director Tate Taylor. Un thriller atrapante basado en el best seller de Paula Hawkins. Se centra en la vida de Rachel (Emily Blunt), una mujer separada y desolada, que vive en New York. Todos los días toma el tren para ir a su trabajo, desde allí puede observar por unos instantes las vidas de las personas que viven frente a las vías, uno de ellos, su ex marido con su nueva vida. Obsesionada con ello, fantasea bajo los efectos del alcohol las situaciones que se dan en esa casa y la de los vecinos. Situaciones confusas y cada vez más graves que el espectador tendrá que develar con el correr del relato. Un buen trabajo de Blunt, con expresiones genuinas y sin sobreactuaciones, que acompañada por movimientos de cámara y detalles sonoros terminan de darle clima a las escenas. Con varios puntos de giro logra sostener la tensión durante las casi dos horas de proyección. Una película que entretiene hecha correctamente.