Adrenalina, vértigo y potencia sin límites en la carretera Todo lo que se halla alrededor del universo de Mad Max: Fury Road desborda de desenfreno y potencia, a la vez que sugiere dinamismo. Esto abarca desde los pósters del film hasta la locura avasalladora que se desprende de sus tráilers. La suma de cada elemento permitió acrecentar la expectativa en los espectadores (principalmente en aquellos que se han declarado fieles seguidores de la trilogía protagonizada por Mel Gibson). Al momento de la verdad, la obra de George Miller cumple con lo prometido y nos regala un espectáculo visual tan delirante como furioso. El arranque de la película nos introduce de manera intensa en el intento de escape de Max (Tom Hardy) de los hombres de Inmortan Joe, el villano de turno, en lo que representa un inicio que conecta, inquieta y atrapa. Del mismo modo deleita por el modo en que cada secuencia está rodada, conformando una línea que se mantiene constante y como sello distintivo durante gran parte de los 120 minutos de proyección. Mientras Inmortan Joe domina e impone sus propias reglas en La Ciudadela, los pertenecientes a niveles sociales más bajos se desesperan por poder hacerse al menos de un poco de agua. Imperator Furiosa (Charlize Theron) emprende un camino diferente que es tomado como una traición por parte de Inmortan y sus súbditos. A partir de allí, las desquiciadas persecuciones se apoderan de la pantalla, a puro ritmo y vértigo. Encadenado al frente de uno de los vehículos (conducido por Nux, uno de los secuaces dispuesto a todo) y con un anhelo enfático por zafarse, Max soporta los primeros tramos de enfrentamiento sin poder ser partícipe voluntario de ello. Miller respeta el espíritu de la trilogía incluso añadiéndole a la cinta algunos guiños respecto de las producciones que supo dirigir entre 1979 y 1985. Lo bizarro sale nuevamente a flote mediante las situaciones que se exhiben y a través de los personajes que desfilan a lo largo de la historia, conservando ese gusto a serie B que también caracterizó a las antiguas entregas. Mad Max: Fury Road resurge y triunfa al proclamarse como la propuesta más entretenida y desatada de las cuatro que se han realizado. En esto tienen mucha importancia las explosiones, el montaje y la puesta en escena, permitiendo que cada pasaje de acción se transforme en un disfrute visual excesivo, alocado y único por la diversidad de planos, choques y cruces que se van dando entre un bando y otro. Lo meramente técnico es sobresaliente y oficia como factor fundamental a la hora del puntaje final, en una narración que funciona como un bombardeo intercalado entre imágenes portentosas y sonidos estruendosos. Si bien no se trate de un relato en el que los diálogos tengan un papel esencial, Tom Hardy ofrece una sólida interpretación como sujeto serio, solitario y atormentado que escapa tanto de los vivos como de los muertos. Miller sorprende al darle el mismo o más protagonismo a Charlize Theron que a Hardy, gratificación que la actriz sudafricana devuelve con solidez, prestancia y soltura en su labor actoral. Mad Max: Fury Road acaba dejando una muy buena impresión. Incluso con algún que otro leve declive (después de tanto entusiasmo, algún freno tiene que haber), la película sabe lo que tiene que contar y cómo hacerlo. Una experiencia que exprime la magia de la gran pantalla, haciéndose fundamentalmente provechosa en el cine. LO MEJOR: la dinámica, el desenfreno y la adrenalina de las escenas de persecuciones y acción. La puesta en escena es imponente. LO PEOR: tal vez le sobren algunos minutos. PUNTAJE: 8
Noche ajetreada Hace un tiempo que Liam Neeson se repite en los papeles que lleva a cabo, lo que no signifique que canse al público. De hecho su presencia es siempre convocante y garantía de que, más allá de la calidad del film en el que participe, su labor será, como mínimo, convincente. Aquí en Run All Night, de Jaume Collet-Serra (Non-Stop, Unknown, Orphan), nuestro protagonista vuelve a regalarnos una solvente interpretación en la que tampoco nos priva (para no desacostumbrarnos) de tiroteos y persecuciones. Como hombre de acción es infalible y gusta. El director nos adentra en un thriller que cada vez que se lo propone entretiene de gran forma por la energía que portan sus secuencias. Neeson encarna a Jimmy Conlon, un mercenario cuya mente aún es perseguida por crímenes que cometió en el pasado. Jimmy se rodea de un grupo de mafiosos comandado por Ed Harris. Las cosas se complican cuando se entera que su hijo, el cual lo rechaza y no ve hace tiempo, corre peligro. Run All Night se vale de una serie de recursos técnicos que facilitan su visionado por la agilidad propia de los movimientos de cámara y de la dinámica que se desprende de los acontecimientos que tienen lugar en la narración. Se trata de una película llena de clichés, por lo que cada situación no sorprende, producto de su previsibilidad, pero aun así conserva la expectación por el ritmo que lleva y por el nivel de entretenimiento que ofrece. No hay nada que no se haya visto antes en relatos similares dentro del género; no obstante, Collet-Serra se las ingenia para dotar a los eventos de un clima que en determinadas instancias pareciera invocar o recordar a importantes escenas de acción de proyecciones ochentosas y noventosas. Neeson interpreta nuevamente a un individuo que a los tumbos se carga a cada sujeto que se interponga en su camino o que intente complicarle el paso. De todos modos vale destacar que en esta ocasión, más allá de los problemas con el alcohol con los que siempre le toca lidiar al menos en un solo pasaje de cada historia, su personaje se presenta incluso más oscuro de los que le venían tocando personificar. Por otra parte, y siguiendo con el reparto, Ed Harris cumple con creces en un rol que parece quedarle como anillo al dedo. Vincent D’Onofrio no tiene una amplia participación, pero su presencia es grata. Es factible que a Run All Night le sobren algunos minutos. A pesar de ello y de lo predecible que resulta, lo positivo tiene mayor peso y valor. La acción, las persecuciones y un suspenso que cobra intensidad están a la orden del día. Estos elementos son los que sacan ventaja frente a los aspectos negativos por el modo en que se materializan en la pantalla, haciendo a la obra algo más que estimulante. LO MEJOR: Liam Neeson, Ed Harris. Entretenida, buenas dosis de acción y suspenso. LO PEOR: previsible, falta de sorpresa. PUNTAJE: 7
Incansables y potentes superhéroes Avengers: Age of Ultron estrena para dar fin a la ansiedad contenida, puesto que no hacía más que acrecentar las expectativas de los fanáticos con cada portentosa imagen y con cada estruendoso avance que circulaba y formaba parte del aparato promocional de la cinta. Si la primera entrega conquistó al público por su energía, acción desenfrenada y dosis de humor, ¿por qué habría de cambiar la fórmula? Algunas voces se encargaron de reiterar que esta segunda parte es más de lo mismo y que precisamente por eso no brilla. Es cierto que no hay demasiadas sorpresas o tampoco una capacidad inventiva superior respecto del precedente film, pero lo que los seguidores piden está a la orden del día y casi de forma constante, alivianando así el extenso metraje que porta la proyección de Josh Whedon. Un arranque atronador nos enlaza de lleno gracias al vigor propio de las secuencias de enfrentamiento en las que nuestros protagonistas se ven inmersos. Avengers: Age of Ultron desborda de energía y a la vez contagia al valerse de un apartado técnico ostentoso, con el que cada momento cobra un grado mayor de entretenimiento. Ver en acción a Hulk, Iron Man, Black Widow, Captain America, Thor y Hawkeye es apenas uno de los elementos con los que cualquier observador espera encontrarse. Pero la historia no sólo se limita a la adrenalina que se desprende de cada escena combativa, sino que también ofrece un costado que suele volcarse levemente a lo oscuro con pequeños pasajes de dramatismo que nos permitan conocer un poco más, de fondo, a las figuras principales. La química que mantienen nuestros héroes, las chicanas que se hacen y los tintes humorísticos prevalecen, pero a ello se le suman algunas internas entre unos y otros personajes, complicando mayormente las cosas. Uno de los atractivos más estimulantes que asomaba en el tráiler está dado en el potentísimo cruce entre Iron Man y Hulk, que termina cubriendo ampliamente las expectativas creadas a base de una contienda rabiosamente dinámica y devastadora. La aparición de los extravagantes Pietro Maximoff / Quicksilver (Aaron Johnson) y Wanda Maximoff / Scarlet Witch (Elizabeth Olsen) le aporta un plus de frescura y por qué no de impronta a la narración. Por el contrario, queda la sensación de que a Ultron (James Spader en la voz) no se le saca todo el jugo necesario como para que a nuestros ojos se perciba un villano netamente explotado. Avengers: Age of Ultron es un divertimento explosivo que casi nunca decae en ritmo. Más allá de poseer instantes sabrosamente jocosos, existen circunstancias específicas en las que se fuerza el recurso a la humorada. Una de las claves de que este tanque salga airoso radica en el carisma innato de cada protagonista, algo que dificulta la elección de un favorito de parte del espectador, una clara señal de lo bien trabajado que se encuentra este aspecto. LO MEJOR: la química entre los personajes. Los efectos especiales, las escenas de acción y el humor. LO PEOR: Ultron no termina siendo bien aprovechado. PUNTAJE: 8
Infidelidad y encubrimiento Edgardo González Amer es el encargado de valerse de la novela de Claudia Piñeiro para adaptarla al cine en Tuya, un thriller que por momentos cambia riesgosamente de tono, virando entre la intriga y el humor (éste en contadas ocasiones). La buena puesta en escena permite que el film se perciba más interesante, y su duración (aproximadamente hora y media) le juega a favor de modo que el asunto no termine enredándose más de la cuenta ni tornándose pesado. Inés (Andrea Pietra) vive cómodamente creyendo que todo en su entorno marcha bien. Su rutina da un giro abrupto cuando descubre una carta de amor a Ernesto, su marido, sin remitente, con un corazón dibujado con rouge cruzado por un “te quiero”. A partir de allí, Inés comienza a indagar para tratar de descubrir con qué mujer la ha engañado su esposo.. Tuya entretiene pero no logra atrapar de forma regular. Existen cuestiones que desfavorecen la forma en que el público pueda tomar la historia. Una de ellas está dada en la utilización (en determinadas secuencias) de la voz en off del personaje de Inés; es probable que la implementación de este recurso haga las cosas más predecibles y menos ingeniosas de lo que podría haber sido si tan sólo se nos mostraran los hechos prescindiendo de estos comentarios o breves relatos. Edgardo González Amer demuestra que posee una apreciable capacidad técnica para manejar la cámara y para desplegar una serie de planos que elevan el nivel de producción de la película. La proyección gana puntos en lo que concierne a la filmación pero pierde en cuanto a la solidez y al pulso narrativo que requieren los acontecimientos que se exhiben. El enigma se vuelca a la pantalla con intermitencias, y se ve afectado por algunas pequeñas dosis de humor que en oportunidades descolocan, produciendo una desconexión y una ligera pérdida de enfoque central de cara a lo meramente policial. Andrea Pietra realiza una gran labor interpretativa, siendo la integrante del reparto que más se luce. Jorge Marrale cumple sobriamente. Ambos conforman una pareja desgastada, en la que solo uno de ellos está dispuesto a reanimarla, a revivirla. La obra de González Amer aborda también la subtrama de la hija del matrimonio, quien está por realizar su viaje de egresados. Una cinta en donde los personajes conservan grandes secretos y donde el rol de la familia se observa dañado. No todo termina de convencer en Tuya, incluido el desenlace y alguna circunstancia cercana a este, de cuestionable resolución. LO MEJOR: la actuación de Pietra. Apartado técnico. Algunos momentos de intriga. LO PEOR: los arriesgados cambios de tono hacia el humor. La manera en que se presenta el final. Intermitente. PUNTAJE: 5
En tus zapatos Otra propuesta protagonizada por el discutido Adam Sandler, que emerge bajo la dirección de Thomas McCarthy. The Cobbler se muestra como una historia que mezcla el drama, la comedia y la fantasía. Amena y agradable, la película logra mantener la atención, alejando al actor de Grown Ups de ese estilo de films de humor absurdo que tan cuestionados han sido por gran parte del público. Max (Sandler) es un zapatero que vive con su madre. Su vida es bastante monótona, carente de chispa y de acontecimientos importantes. Max deja entrever que no la pasa bien con su rutina diaria. Algo en el pasado, vinculado a su padre (del mismo oficio) lo aqueja y preocupa. Sus días dan un giro brusco cuando descubre que al ponerse los zapatos de sus clientes, puede cambiar su apariencia por la de ellos. Esto se da gracias a la extraña magia de una máquina reparadora de calzados que conservaba escondida en el sótano de su negocio. La obra de McCarthy aborda el hecho de ponerse en la piel de otro como mera fantasía o tal vez como breve juego de querer ser, aunque sea por momentos, otra persona. Y nuestro personaje principal lo lleva a cabo, a veces como una aventura desprovista de picardía y en ocasiones hasta involucrándose en asuntos de delicado riesgo. A partir de situaciones de peligrosidad es donde The Cobbler explora matices distintos que le permitan despegar de ese aire casi naif (por llamarlo de algún modo) predominante en los primeros minutos, para volcarse hacia cuestiones que pongan en aprietos a nuestro carismático y torpe protagonista. Vale la pena destacar la participación de figuras como Steve Buscemi y Dustin Hoffman, en intervenciones acotadas pero que sirven para elevar un poco más el status de los acontecimientos que tienen lugar en el relato. También colabora Clifford Smith, más conocido como Method Man, situándose en el flanco malvado de esta especie de cuento mágico. The Cobbler gana puntos por su ritmo llevadero, por tratarse de una proyección afable, entretenida y por sus actuaciones. Asimismo el director se da el gusto de añadirle una interesante vuelta de tuerca a la historia que acaba resultando, como mínimo, ingeniosa. Es factible que con algunos eventos permanezca la sensación de que se podrían haber pulido un poco más, pero con sus pros y sus contras la película liderada por Adam Sandler redondea una performance favorable. LO MEJOR: la historia, el modo en que se cuenta, afable. Buen giro hacia el desenlace. LO PEOR: no se le saca todo el jugo a narración. PUNTAJE: 6,5
Brosnan y el resto La película de Roger Donaldson plantea otra historia más de un agente retirado que se sumerge en una nueva misión. Como ha pasado también en otros relatos del mismo estilo, los asesinos profesionales, los rusos y las traiciones intervienen para intentar darle vida y dinámica al asunto. The November Man falla en varios aspectos, exhibiéndonos un film irregular en cuanto a entretenimiento, algo que mínimamente debería estar asegurado a grandes escalas en este tipo de narraciones. Resulta atinado mencionar que Pierce Brosnan es lo más rescatable del film. El actor, casi en plan James Bond, se encarga de arremeter contra todos y proteger a una testigo clave (Olga Kurylenko) en un caso complicado. Pero no es la actuación del irlandés lo que más sobresale sino su presencia y su porte. Con eso alcanza para que el espectador al menos pueda sentir empatía con uno de los personajes que tienen lugar en la cinta, dado que el resto de los participantes no termina de convencer en carisma y solidez interpretativa. Brosnan borda su papel prácticamente en piloto automático y, si bien no brilla, cumple más que satisfactoriamente. Uno de los problemas centrales de la obra de Donaldson radica en la incapacidad de exponer situaciones que no se hayan visto con frecuencia en historias sumamente similares o, lo que es peor, en la dificultad que supone el hecho de no poder marcar diferencia con un sello propio respecto de circunstancias trilladas. En The November Man la acción no llega a cubrir el nivel que el público espera cuando se topa con películas semejantes; casi todo lo que se ve en ella está desposeído de tensión y también de fuerza. Es hacia el desenlace, en los últimos minutos, donde el relato suma unos puntos extra. Allí, cerca del final, algunas que otras vueltas de tuerca le imprimen una dosis más efectiva a los acontecimientos que transcurren y, dentro de lo inverosímil que nos parezcan muchas resoluciones, se torna más aceptable que lo observado anteriormente. Desafortunadamente, The November Man no acaba redondeando una performance favorable. Pierce Brosnan es el que mejor sale parado (como era de esperarse) en una proyección en la que muchos diálogos y secuencias nos dejan la sensación de figurar sólo para llenar espacios y en la que el entretenimiento no está netamente garantizado. LO MEJOR: Pierce Brosnan y su presencia, siempre convincente. Los últimos minutos. LO PEOR: trillada, no aporta nada nuevo. Intermitente a la hora de entretener. PUNTAJE: 4,5
Espías, acción y humor ¿Parodia? ¿Homenaje? En Kingsman: El Servicio Secreto hay un poco de todo, aunque lo que más se percibe, en relación a los dos términos mencionados al principio, es una especie de cortesía u honra a aquello que califica como cine de espionaje. Matthew Vaughn, reconocido principalmente por X-Men: First Class y por la feroz y desprejuiciada Kick-Ass, sorprende al entregarnos una película en la que uno de sus mejores méritos radica en el entretenimiento constante a lo largo de sus más de dos horas de metraje. Una exhibición que mezcla con éxito y ritmo las secuencias de acción y de humor. Colin Firth vuelve a brillar en la piel de un agente secreto que recomienda a un joven (Taron Egerton de gran actuación y carisma) de cara a un competitivo y riesgoso programa de entrenamiento. Esto se da mientras surge una amenaza global proveniente de la mente maquiavélica de un excéntrico millonario (Samuel L. Jackson). Más allá de algunas que otras exageraciones dentro de los acontecimientos que se exponen durante la narración, Kingsman cumple con su cometido y no decae un solo minuto, sujetando fuerte al espectador a la butaca a base de momentos dotados tanto de adrenalina como de socarronería. Si bien se esmera en resaltar el sello y el estilo británico asociado a los modales y a la caballerosidad, el film no escatima a la hora de construir y volcar sucesos en donde la violencia, agitada, ocupa espacios diversos (similares aunque menos salvajes que en Kick-Ass). Es aquí donde se anota unos puntos extra: las escenas de acción están rodadas con una agilidad tal que conquista y exalta al público. La variedad de planos y movimientos de cámara ante cada impacto, golpe, explosión o disparo, le añade una pizca más sabrosa y poderosa de desenfreno al asunto. Kingsman: El Servicio Secreto oficia como thriller y comedia (en circunstancias irónica, negra) a la vez. El tinte humorístico con el que Vaughn baña al relato funciona favorablemente, sobre todo si se cuenta con los intérpretes necesarios para llevarlo a cabo. En ese aspecto, Samuel L. Jackson es uno de los responsables centrales de conseguir que lo gracioso salga a flote con creces, al componer un villano estrafalario, singular y por el que también el espectador pueda sentir simpatía. Lo acompaña, en el flanco de los malos, Sofia Boutella. No se puede pasar por alto la mención al trabajo impecable y entrañable que realiza Colin Firth, así como tampoco se puede evadir la sorpresiva aparición de Taron Egerton. Es cierto que determinadas secuencias (pocas) se tornan levemente previsibles, pero en Kingsman la diversión no se negocia y se pasa de una situación a otra sin intermitencia alguna, hecho que indiscutiblemente influye de manera positiva en el score final de la película. LO MEJOR: gran homenaje al cine de espías (mezcla James Bond con el costado humorístico de Austin Powers). El reparto y las actuaciones. El ritmo, las secuencias de acción y lo peculiar de cada personaje. LO PEOR: en pequeños pasajes es previsible y tal vez algo más exagerada de lo aceptable. PUNTAJE: 8,5
Estafas y mil giros Focus abarca varios géneros o, más bien, incursiona en unos cuantos. Mientras el tráiler nos vende una cinta de robos y estafas, al momento del desarrollo la historia se desdobla con frecuencia hacia el romance y, en algunos pasajes, apela a la comedia. Quizás este sea el inconveniente principal que sufre la proyección dirigida por Glenn Ficarra y John Requa (I Love You Philip Morris): es en su intento por contener matices diversos que pierde el foco de lo que realmente interesa. El resultado final no termina de satisfacer netamente, pero al menos se salva por algunas que otras escenas meramente entretenidas. El carisma de Will Smith todavía permanece intacto y redondea un buen trabajo en el papel de un timador al que no se le escapa un solo detalle. Su experiencia en la materia y sus métodos siempre parecen ser redituables. Nicky, nuestro protagonista conoce a una joven sensual llamada Jess (Margot Robbie), quien quiere iniciarse en el oficio. Las cosas se complican o toman otros rumbos cuando ambos se ven inmersos en una relación amorosa. La película de Ficarra y Requa funciona cuando las situaciones nos remontan al ámbito del engaño, donde cada uno de los especialistas realiza su labor en tareas de diferentes niveles de dificultad. Filmada en parte en Argentina, Focus arranca como una promesa ágil y llevadera pero a los pocos minutos deja en evidencia su punto más débil, el destinado a enseñarnos el costado romántico del relato, algo que más adelante se tornará monótono hasta casi el hartazgo. Las secuencias decididas a exponer lo que sucede entre Nicky y Jess carecen de fuerza, de emotividad y tal vez hasta no gocen de la suficiente química como para que el espectador se sienta parte de lo que le cuentan. Existen, en dichos senderos, muchos diálogos que dan la apariencia de estar de relleno para simplemente sumar minutos, puesto que no nos llevan hacia ningún sitio ni enriquecen el asunto. Si hay algo por lo que el film vale la pena es por lo ingenioso de sus vueltas de tuerca y por los sucesos vinculados al mundo del fraude, primordialmente cabe resaltar la escena que se da en el palco de un estadio de fútbol americano. Son esas circunstancias las que suplen la falta de tensión o de audacia para conquistar completamente al observador. Si bien el entretenimiento es intermitente, la propuesta cumple con lo justo gracias a la gran cantidad de giros que posee, los cuales son siempre bienvenidos. LO MEJOR: las vueltas de tuerca. Los momentos asociados a las estafas. La escena del estadio. LO PEOR: el costado romántico de la historia resulta fallido y denso. Irregular a la hora de entretener. PUNTAJE: 6
De hippies, yerbas y enredos Difícil que una noticia que anuncie el lanzamiento de una nueva película de Paul Thomas Anderson pase desapercibida. Es que el director ha sabido diferenciarse con un estilo muy particular que, más allá de que pueda dividir aguas es, como mínimo, llamativo y cautivador. Inherent Vice representa su último trabajo hasta el momento y probablemente su peor cosecha. Lamentablemente la enrevesada y confusa historia que nos narra (basada en una novela de Thomas Pynchon) se desmigaja conforme los minutos transcurren, perdiendo fuerza de forma progresiva y haciéndose cada vez más densa. Joaquin Phoenix vuelve a encabezar el protagónico encarnando a un excéntrico detective privado llamado Larry Sportello que ante la visita y el pedido de su ex novia, se adentra en un caso bastante misterioso y complejo. El doc Sportello se mueve de un lado hacia otro (siempre bajo los efectos de la marihuana) descubriendo pistas y topándose en su camino con sujetos de toda calaña, viéndose envuelto en diferentes tipos de embrollos. Uno de los problemas principales de Inherent Vice surge de la decepción que percibe el espectador ante un producto que nada tiene que hacer en comparación con las obras anteriores que supo crear Paul Thomas Anderson. Por citar algunos ejemplos, se puede mencionar que el realizador californiano ha conseguido fascinar con aquel intenso e ingenioso film de historias cruzadas, denominado Magnolia y manteniendo al público hipnotizado pese a las más de tres horas de duración que poseía. También logró conquistarnos mostrando su capacidad para cambiar de matiz con Punch-Drunk Love, esa extrañísima y brillante comedia romántica en la que Adam Sandler nos regaló una de las mejores interpretaciones de su carrera. El grado de desilusión, entonces, es más alto precisamente por la expectativa que genera de antemano la exposición de cualquier labor que involucre a Anderson. Inherent Vice se vale de un reparto de lujo en donde Joaquin Phoenix se destaca demostrando una vez más su versatilidad. Josh Brolin acompaña de buena forma, constituyendo el dúo, posiblemente, uno de los puntos más fuertes de la película. Lo que se presenta como una narración intrigante comienza a desarmarse poco a poco bordeando lo tedioso y poniendo en riesgo la atención que el observador está dispuesto a prestar. Esta especie de comedia combinada con cine neo-noir sufre de momentos casi soporíferos, como asimismo ocurría en The Master, a diferencia de que la última mencionada sacaba provecho del plus que le otorgaba su peculiar dosis de magnetismo visual. La ambientación, el vestuario y el retrato de una sociedad corrompida en varios aspectos no alcanzan, más allá del tono satírico empleado, para entregarnos un producto convincente. Dos horas y media en las que sobran unos cuantos minutos, sobre todo por el modo elegido para exhibirnos los eventos. En el film hay lugar para que desfilen diversos personajes (y caras conocidas como Reese Witherspoon y Owen Wilson); también para que las cosas se tornen confusas en algunos pasajes. Muchos de estos elementos son los que no terminan de enganchar, de conectar, dejando un sabor más amargo de lo esperado, sobre todo por tratarse de una obra proveniente de un director de la magnitud de Paul Thomas Anderson. LO MEJOR: las actuaciones. Algunas secuencias aisladas. Rubro técnico. LO PEOR: el modo en que se narran los acontecimientos. El aire de pesadez se apodera en escala creciente del relato. Extensa en demasía. PUNTAJE: 4,6
Un trío cada vez más torpe Horrible Bosses 2 constituye la secuela de la rendidora cinta del año 2011. En aquel entonces, Seth Gordon estuvo a cargo de la dirección bañando a las situaciones de chabacanería, buen ritmo y algunas variaciones humorísticas desopilantes. La entrega actual, si bien no tiene la misma frescura que su predecesora y más allá de que el director haya cambiado (Sean Anders es quien tomó el mando ahora), acaba redondeando una performance favorable conservando, en líneas generales, el espíritu de la proyección que abrió el telón. La pregunta que surge con frecuencia cada vez que se anuncia una segunda parte de cualquier film que haya dejado un agradable sabor en el observador tiene que ver con la necesidad real de embarcarse en un nuevo lanzamiento. ¿Era necesaria una secuela de Horrible Bosses? ¿No hubiese sido mejor dejar todo como estaba? El desafío está dado en la impronta y en la inventiva que se puedan derivar de los acontecimientos a volcar en la gran pantalla, tratando de que las cosas no suenen trilladas. En este aspecto, la obra dirigida por Anders posee energía pero no se asemeja en nivel de enlace y en contagio a la película concebida por Gordon. Si hay algo que todavía funciona (aunque con menor brío) es la química entre los tres protagonistas. Jason Bateman suele ser de fiar en las comedias, y aquí vuelve a complementarse de buena forma con Jason Sudeikis y Charlie Day. Este conjunto de incompetentes se enreda al querer emprender un negocio propio cuando un inversor (Christoph Waltz de agradable pero corta presencia) echa por la borda sus proyectos. A partir del punto de inflexión, Nick, Dale y Kurt (se exagera en demasía y desfavorablemente para la narración las limitaciones de cada uno de ellos) se meten en un embrollo tras otro, producto de su torpeza innata. Decidir secuestrar al hijo del mencionado acaudalado sin una planificación clara puede concluir en un caos. Horrible Bosses 2 intenta conservar la fórmula que en la entrega anterior combinaba dinámica y una seguidilla de sucesos disparatos. El cóctel se digiere con facilidad por el buen trabajo de edición y por la agilidad de las tomas, pero pierde en desfachatez si comparamos a esta cinta con su precursora. Más allá del feeling entre los personajes (da la sensación de que los actores verdaderamente disfrutan lo que hacen), los eventos que se van sorteando ya no resultan tan hilarantes o embarazosos. Interesante y acertada elección la de Chris Pine. De nuevo la aparición de Jennifer Aniston suma puntos extra y acaba por brindarnos con seguridad dos de las mejores escenas de la película. Por otra parte, se agradece que se haya recurrido por segunda vez a Jamie Foxx en el rol de “consejero” de nuestras figuras centrales. Como producto en sí mismo y alejado de de comparaciones, Horrible Bosses 2 es entretenido, gracioso y disfrutable. Se lo pone en jaque cuando el análisis entra en parangón con el film anterior. LO MEJOR: el reparto. El trío principal. Los momentos en que participa Aniston. LO PEOR: inferior a la primera entrega. No resulta tan desopilante como su predecesora. PUNTAJE: 6,5