Invitación al paseo Si tiene usted la fortuna de tener un amor, entonces pase el día de San Valentín junto a él en lugar de perder dos horas en un cine viendo este bodrio. Si no tiene con quien pasar el día de los enamorados, entonces aproveche el tiempo para encontrarlo. La cuestión es que el rejunte de estrellas y estrellados que propone este filme del veterano Garry Marshall está lejos de promover el amor y sí muy cerca de provocar reacciones contrarias. Los actores lucen como si estuvieran en algún aviso de jabón y el contexto es el abominable día de San Valentín que festejan los yankis y que, aculturización mediante, se intenta imponer en estas latitudes, como sucede con el incomprensible Halloween. Sólo para ñoños incurables que no pueden reprimirse hasta que salga en dvd.
La decimoquinta es la vencida Con orden y dedicación la mujer dispone una mesa para diez personas. Se adivina algún tipo de celebración. La misma mujer se encarga de dejar notas donde indica la forma en que debe servirse la comida. Todo es mostrado en detalle por la directora mexicana Mariana Chenillo quien nos cuenta como una señora ya mayor organiza la comida familiar para el pessaj que se celebrará una vez que ella esté muerta. Porque Nora ya intentó quitarse la vida otras veces pero ahora tendrá éxito y aún después de muerta buscará que las cosas se hagan a su gusto, para disgusto de su ex marido. Los pormenores de la trama deberán ser descubiertos por el espectador que será testigo de las internas familiares y la burocracia religiosa; todo contado con sutileza y fino humor, sin apuro, con maestría de parte de la realizadora. Es destacable la dirección actoral de un elenco en el que se destaca la labor de Enrique Arreola, a quien vimos en la excelente "Temporada de Patos", en el rol de Moisés y del experimentado Fernano Luján como el displicente "viudo". La trama oscila entre lo tragicómico y lo melancólico sin perder jamás el rumbo, mérito atribuible a un guión sólido y una dirección acertada.
Un pelotazo en contra Nikki es apuesto, ganador y se sabe todos los trucos para conquistar mujeres ricas. Las seduce sin tomarse demasiado trabajo, y una vez instalado en sus vidas aprovecha y se deja manetener un tiempo. El muchacho no trabaja, es un gigoló sin demasiado estilo y nada sofisticado, pero por ahora la jugarreta le viene saliendo bien. Hasta que se topa con la horma de sus zapatos. Su igual versión femenina, sabedora de buenos trucos también, pero con una ventaja: es mujer. La historia transcurre en Los Ángeles, sin demasiado vuelo y menos originalidad el director David Mackenzie ofrece un filme pagado de lugares comunes y, lo que es peor, muy parecido a "Alfie", en cualquiera de sus dos versiones, pero sin el encanto ni de Michael Caine ni de Jude Law, y mucho menos con la profundidad que torpemente el realizador intenta conseguir, sin éxito. Caprichosa y forzadamente el personaje pasa de buenas a malas, y sin escalas ofrece su costado más patético y moralizante. Algunos desnudos, escenas de sexo despasionadas y panorámicas de una ciudad espantosa como Los Ángeles no ayudan al resultado final.
A comundo que se acaba el ger Con solemnidad la trama nos acerca a la fecha cúlmine, aquella en la que el planeta colapsará a consecuencia de la acción solar. Las capas terrestres comienzan a ceder, la tierra se abre, cambia su eje, las aguas borran continentes del mapa y en medio de todo esto el director nos hace prestar atención a la sombría existencia de un mediocre escritor divorciado que se gana la vida manejando una limusina. Tiene dos hijos pequeños el tipo en cuestión, una ex mujer que lo mira como si no entendiera todavía que le vió y ella una nueva pareja de los más superficial y melindroso. Juntos esquivarán grietas en el suelo, bolas incandecentes caídas del cielo, edificios derrumbándose, mareas gigantescas, y todo a bordo de un limusina, una combi, una avioneta y hasta un avión de carga ruso. Como corresponde a toda película catástrofe que se precie de tal, primero se presentan a los personajes que formarán parte de la aventura. Entre ellos están los que sobrevivirán y los que no. Pero están delineados tan superficialmente que no generan empatía alguna con el espectador y lo mismo da si se mueren o viven. El director pone todo en las más de dos horas y media que dura el filme. Terremotos, barcos, aviones, tsunamis; todo lo que se ha visto en el género está acá. Sólo faltan ataques de insectos y cartón lleno. El problema es que el guión falla en el hilo conductor al presentar a un protagonista tan increíble en su accionar, con situaciones por demás inverosímiles aún dentro de la propuesta. La película acaba siendo un chicle demasiado masticado y sin gusto, de esos que dan ganas de escupirlos hasta con bronca. Claro que los efectos son muy buenos, es muy destacable la labor de los artistas digitales, pero sólo pasan a ser postales animadas sin mayor trascendencia al no estar sostenidas por un buen guión.
Bienvenidos a Terrorlandia Es difícil mantener la mirada ante la pantalla desde las primeras escenas. Con ritmo vertiginoso se muestra en detalle la sangre y las automutilaciones de las dos primeras víctimas de Jigsaw. Sí, el muñeco maldito sigue haciendo de las suyas aún cuando su creador está muerto. La trama continúa desde donde la anterior finalizó y los flashbacks para explicar el por qué de lo que acontece en este nuevo filme son abundantes. La primera entrega de esta saga es todavía insuperable, pero vale decir que en este sexto episodio encajan varias piezas que en el anterior apenas se esbozaban y es de los más entretenidos hasta ahora. De todas formas el sentido de estas entregas apenas se justifican en la presentación de nuevos juegos, cada vez más sádicos y morbosos, y en la completitud de la historia de John/Jigsaw, sus motivaciones y deseos. En esta ocasión la emprende contra los responsables de dar seguros médicos, tema por demás sensible en la sociedad estadounidense que todavía espera que la clase política haga algo al respecto, y en cambio deben contentarse con la ficcional venganza que el asesino serial emprende. Mucha sangre y tripas, poco destacable desde lo artístico, sólo para seguidores del genero y morbosos curiosos. Y por supuesto, continuará...
Cuando el vampiro no está... Ante todo, si tiene algún interés en ver este filme primero debe mirar "Crepúsculo". Se hace indispensable la visión de la primera película de la saga para ppder ver esta segunda entrega. Una vez cumplido ese trámite podrá adentrarse al universo de Bella y su inmortal amado Edward. La continuidad espacial y temporal respecto a la primera entrega se respeta desde el inicio cuando vemos a la protagonista en su colegio con sus compañeros y a punto de festejar su cumpleaños número dieciocho con la familia de su novio. Pero no todo sale bien y días después Edward le comunica a Bella una decisión que pondrá a la joven ante una situación decisiva y reveladora. El vampiro enamorado se aleja y el amigo de la infancia de Bella, Jacob, se convierte en su inseparable compañía y paño de lágrimas. Sin embargo, el muchacho también tiene un secreto reservado para la jovencita, que confirmará que lo suyo no son las parejas normales. Si se tiene en cuenta que el filme está basado en un best seller, que no es precisamente una joya de la literatura, se puede entonces aceptar que los diálogos, abundantes, sean de una profundidad inexistente aunque dichos con una seriedad y solemnidad subrayada por la morosidad que el director le imprime al relato. Y es que el ritmo quedó para unas pocas escenas suficientes para evitar el inminente sopor que cada espectador evaluará de acuerdo a su límite de tolerancia. La saga está presentada, quedan dos libros más por adaptar, y según parece el cuarto podría convertirse en otra trilogía cinematográfica. De manera que Bella estará en pantalla por un tiempo más, también su histeria y una relación por demás asexuada que hasta ahora mantiene a raya las hormonas adolescentes de quienes son los principales consumidores de este producto.