Retrato de una Norteamérica honda y rural que hurga en lo más denso del fracaso del american dream. En Missouri las cosas no son como en New York o Boston o LA. En Missouri sobrevivir puede ser una odisea sin certezas de un final feliz. Adaptada de la novela homónima (2006) por Daniel Woodrell, Lazos de Sangre/Winter´s bone, narra la historia de Ree Dolly (Jennifer Lawrence) quien con sus escasos 17 años comienza a buscar a su padre, quien usó su casa para asegurar su fianza y luego desapareció sin dejar ningún rastro. Ese riesgo de perder el hogar la hará transitar los bosques Ozark, bellamente retratados y tratar de quebrar ciertos códigos familiares primigenios y exponer la vida. Reconstruir una verdad suele ser arduo y muchas veces estéril pero Ree no tiene otra salida. La dirección a cargo de Debra Granik, quien emprende la tarea en éste su segundo film, tiene aciertos notables, toda vez que el tono, las inflexiones y derroteros de los personajes, huelen a esa intimidad que posee el cine independiente que no teme desafiar al establishment y muestra lo que hay que mostrar, lo que existe, el acabamiento ineluctable del american dream. Así, una Norteamérica honda como un pozo negro emerge en la pantalla para dar cuenta de la familia fracturada, las condiciones oprobiosas de la quiebra y el delito que se pude llevar lo último que queda. Para Ree, salvar la casa es salvar a sus hermanos y a su madre que ausente y perdida, se halla sumergida en la misma parálisis y silencio que el resto de la familia como si fuera imposible traspasar la barrera de invisible silencio impuesta allá lejos, al comienzo del tiempo. Con una dirección de fotografía impecable, un manejo de las actuaciones muy bueno y una música dispuesta a subrayar cada clima, Lazos de sangre es una película para adentrarse en ese misterio llamado adolescencia que como un péndulo da cuenta de la inocencia y el coraje, la audacia y el pánico, la verdad como barrera y las palabras como sentido de toda una vida.
El clásico inglés con licencias de guión y una factura débil y poco entretenida. La historia conocida por todos gira en torno a un joven bello a quien le es confeccionado un retrato que tendrá la impronta de su vida disipada y perversa, mientras que el propio sujeto permanece inalterable en una época en que no existían los hilos de oro, el botox ni el lifting. Dorian Gray interpretado por Ben Barnes es un seductor caballero que regresa a Londres, lugar de su nacimiento luego de pasar su niñez y adolescencia en la campiña inglesa donde no parecen existir las tentaciones de la gran ciudad. La vida nocturna de London pronto se revela ante sus ojos y de este modo Dorian incursiona en sus deleites y afanes guiado por Lord Henry Wottom, en la piel de Colin Firth, que será su mentor en el arte de seducir, encantar y mostrar cuánto logra una buena imagen y cómo ésta puede conseguirlo todo. Obsesionado por mantener esa imagen incólume, algún extraño pacto logra hacer que sus tropelías se reflejen en el retrato fiel que ha pintado su amigo Basil Hallward, a cargo de Ben Chaplin. El resto es cuento conocido, lo que no es conocido es lo que es capaz de hacer un guión flojo unido a una dirección que muestra los hilos por todas partes con un clásico de la literatura que no debe ser fiel pero que en manos de Parker pierde todo interés ya que no sólo Colin Firth es desangelado al extremo sino que la ciudad del quebranto moral jamás es mostrada en su profundidad. Si el retrato es una excusa para mostrar la decadencia que asola a ciertos sectores de las clases altas británicas y su consecuente pequeña moral y sobre él se refractan las debilidades de una clase, los perfiles planos, sin profundidad de los personajes y la falta de atractivo y organicidad de sus actuaciones hacen de El retrato un entretenimiento para quien no haya leído el texto original ni haya visto la versión de Albert Lewin (1945) que ha sido repetida en innumerables ocasiones en la TV, en la que se lucían entre otros una muy joven Angela Lansbury y Peter Lawford, entre otros. Reducida a un realismo dudoso, la película no aporta nombres para recordar ni anécdotas para debatir a la salida del cine.
Una première de Clint, un lujo per se. No hay modo de no reeditar en cada estreno del magnífico Eastwood las emociones de Los puentes de Madison (The Bridges of Madison County -1995), los planos notables de Millon Dólar Baby (2004), el llanto de Sean Penn y las dudas/certezas de Río Místico (Mystic River-2003) o Gran Torino (2008) y su maravillosa manera de mostrar una construcción de vínculos que parecen imposibles, pero para no dilatar la cuestión aclaro que aquí en Más allá de la Vida (Hereafter) no pasa nada. Es la muerte misma. Y si uno no dice que la película es mala es porque es de ese enorme actor/director/músico que logró avasallar con la cámara las percepciones de sus espectadores, seguidores, fanáticos, etc. Pero la verdad es que la historia es maniquea al extremo. Corren los días en que la palabra Tsunami se apoderó con terror de las vidas de miles y en ese contexto Marie (encarnada por la actriz belga Cécile de France) es arrasada por el fenómeno natural, muere y retorna, como en los peores best seller que se han ocupado del tema. Al mismo tiempo, el relato da cuenta de la vida diaria de un obrero, George Lonegan, en la piel de Matt Damon, que ha tratado de dejar atrás su don de médium que se comunica con los muertos porque, como ya hemos visto en otros engendros norteamericanos, la vida de esta gente es tortuosa. Para completar el cuadro trágico, un niño inglés, interpretado por Frankie McLaren, pierde a su hermano mellizo que es además de su otra mitad un lazo a la vida ya que éste tiene una madre adicta al alcohol y las drogas. Conclusión, todos buscan un sentido para la muerte. ¿La muerte tiene alguno? En esta zona de previsibilidad se mueve la película de Eastwood que cuenta además con su música que no alcanza a convertirse en un signo más que le otorgue a este drama una sustancia que no nos haga mirar el reloj. Porque hay que decirlo: la película resulta eterna. Las debilidades del guión de Peter Morgan, aquel de The Queen (2006) ayudan a que imaginemos lo que será de estas vidas hacia el final del film, solo logrando algunos aciertos en el decurso de la vida de Marie quien logra dar vuelta las cosas. Como si el nombre de la productora de Eatswood fuera una afirmación de autoayuda, sólo resta decir que la incursión en el género fantástico es un Mal Paso como tantos que dan algunos mortales.
Suspenso básico en el taquillero rostro de Sarah Michelle Gellar que esta vez en vez de cazar vampiros afronta un desvío que cambia su vida. Volver al cine después de exámenes es un placer, elegir un film de suspenso en el que haya que pensar mucho no es lo ideal salvo tratándose de Personalidad Mútilple, estrenada el pasado 16 de diciembre, donde los lectores policiales y amantes del suspenso, podemos adivinar el final con poca astucia y mucho oficio. Personalidad Múltiple/Possession, narra la maravillosa vida de Jessica, Jess para los íntimos, (a cargo de Sarah Michelle Gellar, conocida en TV por su personaje de la chica caza vampiros). Ella tiene un matrimonio de esos que ya no se ven. Un amante esposo que reúne todos los tips del romanticismo, interpretado por Michael Landes, así Ryan es un amoroso marido que no deja ningún detalle fuera para que su matrimonio disfrute de las mieles eternas. Pero…siempre hay un pero, ambos deben compartir la casa con el hermano de él, Roman, interpretado por Lee Pace, que es un ex convicto que provoca inquietud en Jess que es una abogada exitosa y no necesita nada más para ser feliz. La desgracia decide cruzar la vida de la joven y los dos hermanos sufren un accidente que los deja en coma y a expensas de un milagro de sobrevida. Todo parece haberse desmoronado por completo hasta que para que el suspenso reine y no se imponga una tragedia, Roman despierta como si fuera Ryan, aduciendo que sus recuerdos le pertenecen, como así también sus afectos más íntimos. Hasta aquí reinaba el dramatismo y de pronto lo que se pone en juego es una expansión en donde los desvíos y el cruce de vidas llevan al espectador a un clima de suspense que sin alcanzar un clímax de los grandes, mantendría en vilo a la platea sino fuera por la previsibilidad que nos acecha desde el inicio. Que el film dure sólo 85’ ayuda a no caer en las temidas trampas de lo previsible absoluto y aunque las actuaciones no sean descollantes en ningún caso, son efectivas para una historia pasatista que puede considerarse buena por la altura del año en la que estamos pero que en modo alguno es la perla que buscan los amantes del género suspenso. La realización técnica es correcta y diciembre no nos deja una multitud de alternativas.
La huida y búsqueda de una mujer en una interpretación brillante de Isabelle Huppert dirigida por Benoit Jaquot Decía un crítico español que Isabelle Huppert es la actriz que tal vez haya encarnado mejor la frustración de la mujer moderna y su intento de liberación. Y Villa Amalia es el lugar de la epifanía sin final de una mujer que detrás del quiebre sin retorno que significa descubrir el adulterio por parte de su esposo, decide huir. Pero a no caer en confusiones, el engaño es solo un disparador, la pieza anecdótica y dolorosa que permite la consecución de la historia. Así, Ann, su protagonista en una Huppert magnifica, renuncia a todo: estatus, bienes y su amor por el piano, que es su modo de vincularse al arte. El film dirigido por Benoit Jacquot, no se queda fijado en una narrativa elocuente y plagada de palabras, sino que hace de la omisión, de lo elidido y lo no dicho una poética en sí misma, cargando en las espaldas de Ann, toda suerte de cambios anímicos, físicos y de todas las índoles supuestas en una situación de huida en la que el pasado parece, sólo parece, desvanecerse para siempre. El engaño que conforma un muro de duelos y se suma al abandono de su padre (que retornará hacia el final de un modo inesperado y metafórico), a la muerte de su hermano y a otras decepciones, la llevarán a traspasar límites que si bien están representados en fronteras, simbolizan todos aquellos lindes que se mortifican y franquean para alcanzar un ser posible y libre. Su debilidad emocional contrasta de modo permanente con su atrevimiento para seguir adelante buscando aquello que la constituye como mujer. Villa Amalia es el solaz que puede abandonarse y retomarse y es también un film donde los fragmentos de una vida se narran desde la corporeidad de una actriz que le otorga organicidad a su criatura de un modo magistral.
Un relato de supervivencia, donde el recuerdo no logra perdonar la barbarie Anonyma. Una Mujer en Berlín/(Anonyma. Eine Frau in Berlin) este autorelato involucra un modo de seguir siendo. Cuando la novela se publicó recibió denostaciones y reprobación. Berlín ocupado por los rusos, el caos y la desolación se encaramaron en las vidas. Era otro relato de la Segunda Guerra y la herida no había cerrado aún pero Alemania no soportó, allá por los años 50, ese relato de una moral posible de una representante de la mujer germánica. ¿Cómo condescender a que la violación sirva de medio de subsistencia? ¿Por qué narrar el abuso? ¿Cómo soportar la denostación cuando las heridas del mismo no cicatrizan? Por ello, su autora prohibió su re edición hasta su muerte. El texto en el año 2002 alcanzó records de ventas. La crueldad sigue siendo un buen agente de mercado y la indagación de los hechos terribles que suceden durante una guerra, ocupación o conflicto de cualquier especie siguen siendo crónicas ineludibles para re pensar cierta cosmovisión de la atrocidad humana. Una violación es aterradora aquí, allá y en todas partes. Y así como la Malinche usa su lengua para sobrevivir sólo un poco más, esta mujer que habla algo de ruso, que se encuentra casada con un oficial alemán del que desconoce el paradero, será ultrajada muchas veces. Hasta que se convierte en la elegida de un oficial ruso. No hay opción pero la crueldad jamás se naturaliza en el film porque si bien está en el orden de ese estado de cosas hay algo del orden que comprende la ética y la pulsión de vida que permite absolver (si tuviéramos esa potestad) a esa mujer, muy bien interpretada por Nina Hoss, ya que hay que vivir para contarla y porque al fin de cuentas, nadie, absolutamente nadie sabe de qué sería capaz con tal de seguir respirando. Si bien, las imágenes dan cuenta de una ferocidad sin límites, la cámara de Max Färberböck no concede nunca, no metaforiza pero retoma desde un lugar en que el género (gender) alcanza otras concesiones la infortunada vida de esta mujer que el centro de un debate que no parece terminar. ¿Cómo vivir, afrontar y continuar en la guerra? ¿Cómo se hace cuando todo ha terminado y las heridas siguen supurando una sustancia viscosa sin nombre y sin fin? ¿Se puede amar al enemigo? ¿Puede la empatía surgida de la posibilidad de salvación abrir una rendija para otro tipo de amor? Esta pregunta circula por el film del mismo modo que los vínculos que se entablan en medio de las ruinas del edificio que los reúne. Dramática al límite como puede serlo una película que hable de guerra, violación, ocupación y demás desastres, Anonyma desanda un camino muchas veces recorrido por la pesquisa del desastre que significa cualquier gesto beligerante donde lo que se compromete es algo más que la vida.
La vida de una mujer y un muy buen film en el que la Historia grande se mezcla con la mínima y la potencia. Hacia fines del Siglo XIX y principios del XX Suecia no era un paraíso para todos. Los emigrantes suecos aumentaron considerablemente, situación que se sostuvo hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial, las condiciones de vida extremadamente difíciles, una pobreza imposible de sortear para ciertas capaz sociales y la eterna difícil posición de la mujer en un mundo de desigualdad son el marco de esta bella historia. El rol/lugar de la mujer que juega María Larssons, interpretada por María Heiskanen quien ganó Espiga de Oro de la 53 Semana Internacional de Cine de Valladolid (Seminci),es colocado aquí en el difícil micro universo familiar en el que sobrevivir se hace cuesta arriba, tolerando a un esposo alcohólico y la crianza de varios niños. Una cámara fotográfica ganada en la lotería de la que María está dispuesta a desprenderse, es el eje metafórico del film. María no la venderá a expensas de los argumentos de alguien que entiende que ella posee un modo de mirar para el cual el aparato será de gran valor. Lo que está en juego en todo el film es esa cosa extraña que es la mirada de quien no sólo intenta perpetuar el instante en que un gesto acaece, sino lo modos en que una sociedad mira a esa persona. Ese artefacto capaz de inmortalizar cualquier momento será el amparo de una mujer que deberá sacrificar todo por esos mandatos que imperaron y aún imperan en algunas sociedades. De modo tal que jamás dejará a su esposo quien a su modo la ama, aunque esa manera de amar no complete ni entienda las necesidades de ella. Sacrificará además su amor virtuoso y espiritual por alguien que sí sabe qué necesita María y será factor de cohesión de una familia cuya historia casi en clave de gesta pequeña es contada por la mayor de sus hijas, Maja, que aparece como voz en off para reponer la historia que se vuelve grande. Nada más ni nada menos que la historia de una mujer que fue capaz de soportarlo todo mientras, de a ratos, pudiera seguir mirando. La música y fotografía imprimen matices sutiles a este film que reflexiona sobre esa encrucijada siempre actual que ha colocado y aún coloca a las mujeres entre la libertad de una existencia feliz y el compromiso asumido frente a un Dios que muchas veces parece mirar hacia otro lado, dada la infelicidad que recorre sus vidas. Los modos de ver, las miradas que eternizan un instante y convierten a ese intervalo en esos momentos que duran para siempre permiten contar esta historia plena de belleza y profundidad.
No se lo digas a nadie, título en español e indicio posterior en el film, se estrena este jueves en nuestro país. Que sea un policial francés tal vez alcanzaría para que los seguidores del cine galo se acerquen a las salas ya que la historia de Francia con el género ha dado innumerables e inolvidables piezas como “la Novia Llevaba negro” dirigida por François Truffaut (1968), “Del latir mi corazón se ha parado”, dirigida por Jacques Audiard (2005), Les Bonnes Femmes , llevada a cabo por Claude Chabrol , Les Diaboliques . de Henri-Georges Clouzot , (1955) por sólo nombrar a las que se volvieron de culto para los amantes del género. La historia basada en la novela del mismo nombre de Harlan Coben, narra la historia de Alexandre, un médico pediatra a cargo de François Cluzet, cuya esposa ha muerto varios años atrás, pero para que haya thriller, debe haber un cabo suelto, un engaño y cierto estado falaz que desate la paranoia del protagonista a quién un e-mail , que da título a la película y dos cadáveres oportunamente plantados, meten en una carrera hacia la búsqueda de una verdad que sospecha le ha sido negada y al mismo tiempo lo tornan el sospechoso ideal. Todos los seres cercanos a Alexandre parecen formar parte de un complot que será difícil de elucidar tanto para el protagonista como para el espectador ya que el film posee más vértigo y menos cálculo que lo que el cine francés acostumbra y en ese sentido es espinoso aseverar si la película es tributaria de la tradición francesa o le debe a otras tradiciones su factura de velocidad y la inserción de microhistorias de drogas, venganzas y pasiones que enmarañan la trama pero no lo suficiente como para no sentir ese vértigo al que esta especie le debe el éxito y que sus amantes disfrutan a pleno. Los elementos de thriller están presentes en la obra de Guillaume Canet: el suspenso como mecanismo narrativo, el culpable artificial, la emoción constante de que el protagonista se encuentra en peligro, etc. Todos estos dispositivos forman parte de No se lo digas a Nadie / Ne le dis a personne y harán que los devotos del género pasen ciento treinta minutos de agitación y no salgan defraudados.
El rati horror show o Enrique Piñeyro el justiciero Que Enrique Piñeyro sabe usar la cámara para hacer foco en esas cuestiones dolorosas y veladas que en la Argentina son el pan de cada día, no es una novedad. Que en Whisky, Romeo, Zulu y Fuerza Aérea S. A. fue efectivo, tampoco. Ya que salido de la entraña misma de un sistema que conoce muy bien en sus caras, como piloto y como médico, logró retratar las aberraciones de la tragedia de LAPA y las incompetencias jurídicas que por vivir en medio de un caos judicial, en el que un juez inicia una causa porque le faltó del escritorio su especial de jamón y queso, son harto conocidas. La historia es esta, en el año 2005 un patrullero encubierto persigue y balea a un sujeto al que luego le imputa varios crímenes. Este va a parar a la cárcel y la película desanda el camino de las arbitrariedades policiales de las que la comisaria 34 de Pompeya es sinécdoque de casi todas. Pero El Rati Horror Show aspira a algo más arduo y es la exhibición de una historia individual y aunque los casos de gatillo fácil, las balaceras nunca esclarecidas y el propio caso de Fernando Carrera sea un emblemático muestreo de lo viciadas de nulidad que están muchas causas en nuestro país, ni la historia de los hechos, ni los vejámenes sufridos por Carrera en su injusta encarcelación, alcanzan a conmover o promover a reflexión. A una reflexión que vaya más allá de lo inmediato. ¿Será que uno espera otra cosa de Piñeyro sabiendo que tiene los medios para hacerlo? ¿Será que de a poco todos sabemos cómo entre las fuerzas del orden y los medios arman causas y fabrican culpables o víctimas? No hay día en no asistamos a un nuevo fraude… Lo cierto es que hay una buena exposición de la historia, un suspense que desde el inicio señala a Carrera como un facineroso y una demostración de todas y cada una de las calamidades de la causa que todavía tiene a Fernando Carrera entre las rejas sabiendo que se presume inocente. También es cierto que hay un gran uso de la cosa tecnológica y un abuso de la imagen en cámara del director que pontifica y sabe todo y llega a provocar cierta molestia porque de paternalismos estamos todos cansados. No obstante para los amantes del género denuncia, puede ser una elección óptima ya que como maestro ciruela, Piñeyro explica todo sin dejar ni un solo cabo suelto. Cuando la película se exhibió en el BAFICI esta publicación no se hallaba on line, pero si hay algo que queda claro es que independiente es sólo aquel que tiene dinero, mucho dinero para buscar justicia o hacer cine cuando los demás arman cooperativas.