No es descabellado afirmar que, sobre todo a partir de Sweeney Todd, Tim Burton venía perdiendo la magia. Todos los universos riquísimos visualmente que había sabido construir hasta ese momento, tenían una relación estrecha con la lógica que manejaba a nivel narrativo; eran mundos retorcidos que reflejaban los conflictos igualmente complejos y retorcidos de personajes atormentados. Y ante el estreno de Miss Peregrine y los Niños Peculiares nos preguntamos, obviamente, si su carrera levanta vuelo nuevamente aferrándose a las alas del personaje de Eva Green. Jacob (Asa Butterfield) tiene un trabajo en una de las tantas tiendas de la cadena familiar. El estado inicial de su vida lo coloca como un joven solitario, responsable, con una estrechísima relación con su abuelo (Terence Stamp), quien se encargó de colmar su infancia con fantásticas anécdotas reales sobre un hogar de "niños peculiares", con talentos especiales, en el que había vivido. Obviamente, el pibe llega a la edad en la que deja de creer en esas historias, pero su abuelo las defiende hasta el último día de su vida en el que Jacob, además, tiene un acercamiento particular con este universo que le hace replantearse en qué medida las historias no son reales y decide partir en busca del Hogar para verificar la veracidad de las historias o, en caso que sean falsas, dejarlas ir junto con su abuelo. Entonces, se embarca a Gales junto a su padre (Chris O'Dowd, quien compone un personaje bastante limitado en el sentido de inteligencia y ambiciones pero muy simpático y funcional a la trama). Jacob esperaba encontrarse con Miss Peregrine al llegar al hogar pero no, todo está en ruinas y abandonado. Bueno, no tan abandonado. Porque algunos de los niños peculiares van por él. Y descubre lo último que les vamos a contar de manera detallada sobre la trama: el hogar está en ese lugar, pero no en este tiempo. Como fue destruido por un bombardeo alemán el 3 de Septiembre de 1945, Miss Peregrine usó su peculiaridad de embyryon para crear un bucle temporal y mantener a todos a salvo repitiendo todos los días, ese mismo día. La trama es sencilla y clásica: Jacob es un chico diferente, único, que no termina de encajar en su entorno simplemente porque pertenece a otro lado. Cuando llega a ese lugar, se integra al grupo al cual sí pertenece de manera genuina a partir de descubrir su propia peculiaridad. Y todos juntos se embarcan en una misión claramente delimitada, al principio de la cual nuestro protagonista toma las riendas tímidamente pero va adquiriendo cierta solidez a medida que guía al grupo de niños a sortear los obstáculos, usando cada uno su peculiaridad y adquiriendo confianza tanto en sí mismos como en sus compañeros (recordemos que si Miss Peregrine los tenia viviendo dentro del bucle todos los días el mismo día, estaban debajo de su ala protectora donde nunca eran puestos a prueba en toda su potencialidad, sin nada que perturbe la calma). Es una aventura llevadera, con una estructura general clásica muy cercana al camino del héroe bien construida aunque al final, llegando al clímax, cuando todos los esfuerzos deben confluir en derrotar al antagonista, se desinfla un poco y se intenta emparchar con pequeños chascarrillos que no terminan de convencer. Y no, no es lo mejor de Tim Burton pero al menos Miss Peregrine no es Johnny Depp. No, mentira. Si bien Jacob no es taaaannnn friki y la relación con su abuelo no está tan explorada como sabemos que Burton puede hacer (a The Big Fish me remito), al menos hay ciertos momentos sórdidos que hacen que, por más que los protagonistas sean niños y preadolescentes, la historia no esté dirigida a un público infantil: el bombardeo al hogar en plena noche de lluvia con un contrapunto musical muy intenso, la historia de Víctor (el niño que está aislado del resto), los momentos en que muestran cómo se alimentan los monstruos... son secuencias bien timburtonianas, dignas de generar las más retorcidas pesadillas. Hay a lo largo de la película una serie de... ¿cómo nominarlos? Referencias, homenajes, tópicos repetitivos, guiños, a muchísimas películas que queremos mucho, por ejemplo: Hook, Terminator 2, la saga de X-Men (la mutación también se explica por genética), Mary Poppins, The Shining, Edward Scissorhands, Groundhog Day, Back to the Future, Alice in Wonderland, Titanic, The Nightmare Before Chrismas, la saga de Harry Potter (sobre todo la cuarta entrega), Star Trek (Miss Peregrine tiene una personalidad que me recordó muchísimo a Spock) y muchos más. La pregunta que nos hacemos, indudablemente, es si son alusiones hechas a propósito, como por ejemplo en Stranger Things, o si en materia de cine está todo inventado y cada elemento nos remite, indudablemente, a otro anterior. Sea cual fuere la respuesta, Miss Peregrine es solamente una parte de la cuestión que impacta, en mayor o menor medida, en todas las películas que salen a la luz. VEREDICTO: 7.00 - BURTON SIGUE DE JODA Miss Peregrine y los Niños Peculiares podría ser una gran película de un director X, pero como sabemos lo que Burton es capaz de dar, nos ponemos exigentes, hilamos fino, y le pedimos un poco más. Lo más rescatable es que es claramente superior a sus últimas cuatro obras (Big Eyes, por ejemplo, la podría haber dirigido cualquier nabo). Esperemos que encuentre el rumbo con Dumbo.
El género de cine catástrofe responde básicamente a la siguiente fórmula: "Hay un quilombo con la naturaleza que amenaza la humanidad (o una ciudad, o un conglomerado de gente) y los protagonistas, como no pueden evitarlo, salvan a la mayor cantidad de gente posible, en medio de explosiones, derrumbes y michaelbaycismos". Lo que les da el diferencial es la historia humana detrás: la tía en la montaña que van a buscar en Twister o la hija que rescata The Rock en San Andreas (bueno, no tanto, pero Daddario ♥). En este contexto, lo primero que te preguntás sobre Horizonte Profundo es: ¿de verdad una película sobre un pozo petrolero que explota? ¿Y con Mark Wahlberg (aka "Bizarro Matt Damon") como protagonista? Mmmmmmmmh... La película arranca con un breve testimonio en off de Mike Williams (Wahlberg): el testimonio es extraído del juicio oral por la catástrofe porque, claro, la película está basada en hechos reales. Y de ahí, pasamos a su última mañana en casa previo a partir hacia la plataforma a cumplir sus funciones de Jefe de Mantenimiento. Obviamente, Mike es un padre y un marido ejemplar, del cual su familia está orgullosa y, además, promete a su hija que a su regreso le traerá algún fósil de dinosaurio. Entonces pasamos a una breve presentación de Andrea (Gina Rodriguez), encargada de algo, quien también tiene un auto que no arranca y un novio que la súper-re-quiere. Sin caer en clichés ni diabetes innecesaria, nos muestran a dos de los principales personajes de la película como personas queribles, que tienen planes a futuro, que tienen cosas que hacer a su regreso de la plataforma. Después veremos si alcanza o no para que empaticemos con ellos... Luego de presentar al resto de la troupe que se sumará al viaje, entre ellos el inepto y agrandado responsable de la empresa petrolera BP (John Malkovich), el infalible jefe de seguridad (Ethan Hawke), y varios personajes menores más, emprenden un corto viaje en helicóptero hasta la plataforma, y al llegar empiezan las fisuras y los indicios de que se va a pudrir todo, contados en largas escenas llenas de tecnicismos donde todos los fundamentos sobre lo inseguro de la operación son minimizados y respondidos con intenciones de proseguir por parte de los empresarios. Resulta que los ejecutivos de BP, como tienen la perforación atrasada varios días, se saltean varios procedimientos y pruebas de seguridad que garantizan que la tarea sea exitosa (previo a esto, en la secuencia familiar de Williams, hay una explicación muy linda y didáctica de cómo funciona un pozo petrolero, para que quienes no tienen idea del tema se actualicen al respecto... y para reforzar, claro, porque el espectador es tonti). Insisten en perforar sin las medidas necesarias y, por más que Jimmy (Kurt Russell) y Mark les adviertan y les adviertan sobre los riesgos, los que tienen el poder (y la ambición) deciden seguir adelante. Globalmente el desarrollo de la acción sobre la plataforma podría dividirse en dos grandes secuencias: Antes y Después del desastre. Ambas logran mantener la tensión apelando a una suerte de cuenta regresiva desde el guión: en la primera asistimos a todos los esfuerzos hechos para que la perforadora no estalle; mientras que en la segunda presenciamos la evacuación de la plataforma en llamas, antes de la destrucción definitiva. Si bien la dirección de la acción y la puesta en escena, fuertemente apoyada en la musicalización y el montaje, hacen un gran esfuerzo para tirar para el mismo lado, el espectador no termina de involucrarse al 100%. Esto puede ser porque la empatía con los personajes no sea suficiente o porque, al menos en el caso de Williams, ya sabés por su relato inicial en off que se va a salvar. Lo cierto es que no se profundiza mucho en ninguno de los personajes (por más que al final, ya demasiado tarde pongan placas recordatorias a las víctimas reales), entonces no te importa tanto qué riesgos corran, por más que el caos desatado sea incontrolable. Y el hecho que al final de la película incluya escenas del jucio real y fotos de las victimas (once, en total) tampoco nos mueve ni un pelo. VEREDICTO: 5.00 - ¡A LOS BOTES! Horizonte Profundo no aporta absolutamente nada nuevo; ni a nivel visual, ni a nivel guión, ni siquiera como digno homenaje a las víctimas reales de la tragedia. Con la cantidad de tecnicismos incluidos, se asemeja más a un documental sobre la extracción de petróleo que a una cinta de cine catástrofe. Ni vale la pena verla en salas, esperen al VHS. Ah, ¿no hay más VHS? Bueh, qué pene enorme.
Las películas de acción siempre son bienvenidas, sobre todo si el protagonista es el pelado potro Jason Statham (suspiros). Uno realmente no se espera ningún tipo de desafío intelectual a la hora de entrar a la sala a ver sus aventuras, pero claro, no todo son tiros y explosiones; estas películas también tienen un mínimo exigible, y la pregunta siempre es si van a cubrir nuestras expectativas más básicas. Arrancamos con Arthur Bishop (Jason Statham) recluído en Brasil, llevando una vida tranquila: estaba retirado y, como puntapié inicial de la película, lo van a buscar para que ejecute un triple asesinato con la metodología que más conoce: hacer pasar los crímenes como accidentes. Como obviamente no acepta, su vida tranquila llega a su fin y comienza la huida. Los malos, ni lentos ni perezosos, le ponen en su camino a Gina (Jessica Alba), tramando un complicado plan de ex-novia stalker: la cruzan en su camino para que él se enamore y, una vez que mordió el anzuelo, secuestrarla para así obligarlo a matar a los tres tipos en cuestión. Por más rebuscado y absurdo que suene el plan, finalmente funciona, y la vida de Gina depende de la puntería de Bishop. El grueso del desarrollo pasa por la planificación y ejecución de cada uno de los crímenes. La película es más una aventura de espionaje, de planificación, que de acción a lo bruto, a los tiros y a las patadas. El ingenio de nuestro especialista termina ganando por partida doble: por un lado, acceder a las víctimas que obviamente no están al alcance de la mano, y por otro lado, la precaución de que los crímenes parezcan accidentes. El plan global tiene varios vaivenes y cambios sobre la marcha. Ese es quizás el punto más interesante de la historia: procura mostrar un héroe mas humano, con dudas y contradicciones, aunque estas mismas vueltas le resten quizás fuerza al envión general de la acción. Lo que sí es una pena es que siga habiendo cierta tibieza en el verosímil. En materia de acción , prácticamente todo se ha visto ya y las películas recurren cada vez a hazañas menos realistas. Una de las partes más flasheras es justamente la secuencia en que, para matar a una de sus víctimas, Bishop coloca un explosivo en el fondo de una pileta de vidrio colocada a modo de balcón en un piso cincuenta y pico. La disparidad entre métodos justificados vs. objetivos y acciones completamente disparatados hacen tambalear el universo que la propia película construye: de a ratos pretende ser tomada en serio y de a ratos explota al máximo situaciones desopilantes que incluso arrancan carcajadas por la exageración. El papel de la mujer, como objeto a rescatar, atrasa respecto a las mujeres que queremos ver en pantalla. Afortunadamente la historia no se queda sólo con el papel de Gina sino que, en compensación, surge el personaje de Mei (Michelle Yeoh), una amiga de Bishop que va bastante al frente; incluso la primera villana que vemos, al comienzo, en Brasil (la mensajera interpretada por Yayaying Rhatha Phongam), si bien pierde el duelo con Bishop y éste escapa, no duda en plantársele al pelado mano a mano. Respecto a las actuaciones no hay mucho que decir: el punto fuerte de los héroes de acción no es el dramatismo, sino la pose de persona invencible, la seriedad, y la sonrisita que deja deslizar en algunos momentos. Una buena actuación es una buena presencia, y Statham la cumple con creces. El resto del cast no desentona y sorprende la química entre el protagonista y Jessica Alba; realmente da ganas de verlos juntos en alguna otra aventura. VEREDICTO: 7.00 - ACCIÓN Y ENTRETENIMIENTO GARANTIZADOS Apoyándose un poco en cierto costado humanitario y moral de la historia, otro poco en las actuaciones, y poniendo una tercer pata en la inclusión de hazañas cada vez mas increíbles desde la lógica (pero sin caer en una exagerada espectacularidad visual de explosiones innecesarias), El Especialista: Resurrección te lleva de la mano a través de una trama simple y previsible pero llena de acción y algunos inesperados toques de humor.
Ya deberíamos de dejar de usar el término remake. En serio. Y terminar también con la discusión sobre su validez y la comparación con las originales. Evidentemente a Hollywood no se le cae una nueva idea ni por casualidad, y si queremos ver algo original nos tenemos que salir de los grandes tanques y buscar a nivel local o en la esfera independiente. Habiendo dicho esto, vamos a hablar de Los Siete Magníficos como si fuera una película nueva, sin tener en cuenta ni la versión "original" de 1960, dirigida por John Sturges, ni la versión realmente original, que no es ni más ni menos que Los Siete Samurais de Akira Kurosawa. La película arranca, contundente y directa, planteando el conflicto: Bartholomew Bogue (Peter Sarsgaard), una especie de colono capitalista que está conquistando medio país para explotar los recursos naturales, quiere comprarle la tierra a los habitantes del pequeño pueblo de Rose Creek. Pero comprar es un decir solamente, ya que los amenaza con matarlos si no aceptan unas monedas a cambio. Y para demostrar su poderío, él y sus matones masacran a tiros a un par de pueblerinos a la primera que se resisten, entre ellos Matthew Cullen (Matt Bomer), el esposo de Emma Cullen (Haley Bennett); este acto la lleva, frente a la pasividad de los hombres, a tomar la iniciativa que desembocará en el plan de defensa del pueblo. Porque claro, si Bogue puede abusar del poder de la manera en que lo hace, es porque está "entongado" con las autoridades locales. Tras una revuelta en un bar, Emma recluta a Sam Chisolm (Denzel Washington), un caza recompensas que acepta la tarea, y a Josh Faraday (Chris Pratt), un pistolero canchero y seductor que se suma tras la promesa de recuperar a su caballo al finalizar la empresa. Luego de esto, en una secuencia muy breve que no da absolutamente ningún fotograma de información de más (¡en tu cara, Suicide Squad!) presenta a los otros seis involucrados: el entrañable Goodnight Robicheaux (Ethan Hawke), el oriental experto en el uso de cuchillos Billy Rocks (Byung-hun Lee), el rastreador Jack Horne (Vincent D'Onofrio), el guerrero Comanche Red Harvest (Martin Sensmeier), y el mexicano fuera de la ley, Vasquez (Manuel Garcia-Rulfo). Lo que sucede a continuación es sencillo: tienen que defender al pueblo de los invasores, pero claro, por más que sean los pistoleros más sarpados del condado, no podrán hacerlo solos; es allí que comienzan a reclutar a gente común del pueblo, campesinos, para establecer algún plan de defensa, que nunca es blanqueado al espectador, sino que se muestran elementos de defensa aislados que se van hilvanando sobre la marcha. Este es uno de los principales aciertos de la película: no hay una laaaarga secuencia explicativa de cómo un pueblo de campesinos con un entrenamiento de tres días podrá vencer a unos villanos súper malos y despiadados. Sobraría. La invasión al pueblo y la defensa, si bien están regidos por un plan central, dan lugar a improvisaciones de acuerdo a la estrategia de los invasores. Con un montaje y una musicalización que te dejan sin aliento, la acción se entiende perfecto sin artificios de cámara ni trucos de efectismo: definitivamente hay un guión, los hechos están pensados, se van construyendo las soluciones de acuerdo a cualidades o virtudes de cada uno de los siete protagonistas. Si en la presentación te mostraron una cualidad, una virtud, un talento, es en este momento donde se explota, con un resultado que, por momentos, incluso emociona. Al margen de la relación que pueda tener con la película original (que, insistimos, se debería dejar de debatir sobre este punto), es una película que actualiza con respeto y cariño el género western en sí. Movimientos de cámara, paisajes, y hasta algunos encuadres muy significativos aparecen en los momentos justos, bien usados. Se nota que Antoine Fuqua (su director) conoce el género, sin recurrir al guiño arbitrario ni aggiornar la historia buscando un final feliz, simpático y amigable para el espectador. Si te tiene que pegar, pone los huevos sobre la mesa y te pega. Como debe ser. VEREDICTO: 8.00 - UN MAGNÍFICO EJEMPLO Con un elenco impecable, Los Siete Magníficos sabe contar una historia que atrapa, te involucra y te deja sin aire en el tercer acto. El film posee una muy buena estructura narrativa que no ostenta de nada, gracias a lo cual sus elementos se lucen mejor.
Una vez más el cine local da un paso al frente para alejarse de las típicas comedias románticas y los dramas costumbristas. Fabián Forte (La Corporación, Malditos Sean) nos propone una historia que mezcla comedia con fantasía y tiene algunos ribetes de terror y suspenso. Las preguntas que surgen entonces son: ¿está el público masivo local preparado para una propuesta diferente? ¿Qué hacen los realizadores que apuestan al género para lograr una película que funcione? El protagonista de la historia es Ángel (Diego Gentile), un director de publicidad misógino, prepotente, que corre constantemente detrás del éxito profesional y defiende valores completamente banales, descuidando por completo a su esposa (Eri, interpretada por Moro Anghileri) y a su hijita Antonela (Fiorela Duranda), e incluso cometiendo infidelidades a cambio de "favores profesionales" a diferentes modelos y actrices. El problema surge cuando, a raíz de un gualicho, cae en un bar lleno de mujeres, atraído principalmente por la enigmática figura de Bea (Emilia Attias), una diosa celta mezcla de vampiresa y femme fatale, que es sin lugar a dudas el principal acierto del cast. De ahí en adelante, se desencadena lo que el título de la película vaticinaba: Ángel se encuentra con que, a partir de esa experiencia, está muerto. Es una especie de zombie, un ser muerto en vida que, a la vez que se va pudriendo, no puede concretar acciones que anteriormente le eran muy habituales, como putear y mentir. Por hacerse el vivo, pasa a ser un esclavo de esta cofradía de mujeres cuyo objetivo es instaurar un matriarcado en la tierra. Y como no es el único hombre en estas circunstancias, se une a un grupo de hombres muertos en vida, convertidos por las mismas diosas: su amigo Eduardo (Damián Dreizik), Norberto (Lautaro Delgado), Sergio (Sebastián Berta Muñiz) y Coco (Pablo Pinto). La propuesta resulta interesante desde varios enfoques. En primer lugar, hay una bajada ideológica respecto al papel de la mujer: estas diosas celtas son seres mitológicos que, si bien tienen una misión puntual, en el transcurso van ejerciendo cierta justicia sobre los hombres que han cometido diferentes tipos de abusos. Por eso este grupo de muertos vivos quiere destruirlas; e decir: el objetivo de los hombres es destruir a un grupo de mujeres sobrenaturales que lo único que hicieron fue castigarlos a ellos por maltratos cotidianos a mujeres de su entorno. Es como un círculo vicioso sobre los orígenes y las consecuencias de las desigualdades entre géneros, y la película reflexiona, con humor, sobre la posibilidad de romperlo. Otra cuestión a mencionar es la exploración del género en cuanto a la mezcla de fantasía y comedia. No cae en lugares comunes, sino que explora mitologías poco comunes y brinda la información necesaria para comprender el conflicto, no ahonda en descripciones inútiles sobre los personajes femeninos, sus alcances y sus poderes. Cuenta lo necesario con gran acierto, menos es mas (muchas veces, por contar mucho, con detalle y sobreexplicacion, las historias suelen aburrir o generar dudas y contradicciones en el propio verosímil que están construyendo). El punto quizás polémico de la película son los FX, particularmente las caracterizaciones de los personajes. A ver: no es que no se puedan hacer FX realistas en la Argentina y que todo va a tener un tinte grotesco (de hecho, en la misma película, los maquillajes de las mujeres en las secuencias que tienen colmillos son impecables, y ni hablar del vestuario). Pasa más por una decisión que los efectos sean más bien caricaturescos, porque los personajes en sí mismos son estereotipos. Es una elección arriesgada por parte de los realizadores, que quizás pueda no ser comprendida por un público masivo acostumbrado a la perfección milimétrica de Hollywood. Las actuaciones logran buenos momentos, pero de a ratos, quizás por el doblaje, pierden fluidez y se ven un poco televisivas; cabe mencionar acá que se destacan Moro Anghileri y la pequeña participación de Chucho Fernández. A lo impecable que está siempre Viviana Saccone (en el papel de Ana), se le añade un plus: se la ve feliz, disfrutando el personaje, y así logra transmitir algo más fuerte que simplemente poner el cuerpo de manera correcta para encarnar un papel. VEREDICTO: 7.5 - ARRIESGADA El muerto cuenta su historia es una propuesta comercial diferente: no es la típica comedia romántica argentina boluda. Propone una historia concreta, con una bajada ideológica detrás, lo cual es muchísimo. El tema con estas películas que se diferencian del resto es que no sabemos si el público masivo está preparado para recibirla, pero hay que seguir dándoselas hasta que se acostumbre.
Cuando salió The Blair Witch Project, allá por el '99, el mundo claramente era otro y tenía una inocencia que le permitía creerse que los hechos narrados en la película eran realmente una cinta de video hallada. El mito urbano generado a partir de la película era lo mejor de la propuesta, y el saber que había gente que, efectivamente, a partir de la campaña de prensa, consideró que los hechos fueron reales, es algo que siempre me dibuja una sonrisa en el rostro. Pero pasaron años, corrió mucha agua bajo el puente, y actualmente contamos incluso con la posibilidad de hacer transmisiones en vivo desde Facebook mientras hacemos caca. ¿Qué podría entonces aportarnos una nueva película del denominado found footage? James (James Allen McCune) va al bosque en busca de su hermana, Heather, aquella que se perdió en la cabaña de la bruja en la primera película. Lo acompañan Lisa (Callie Hernández), que va a hacer un muy conveniente documental al respecto, y (inclusión e interracialidad mediante) una pareja de afroamericanos, Ashley y Peter (Corbin Reid y Brandon Scott, respectivamente). Más tarde, llegando al bosque, se les suman Lane (Wes Robinson) y Talia (Valorie Curry), otra pareja de lugareños que quieren acampar con ellos para también tomar un registro audiovisual, pero luego se convierten en los principales expulsados del campamento de Gran Hermano* por recaer sobre ellos la sospecha frente a las primeras "cosas raras" que suceden. (*) Perdon, pero la película es tan aburrida que no dejé de imaginarme pavadas en la hora y media que duró. Y después... no pasa nada. Pero NADA, eh. Las dos parejas restantes se separan de las formas más imbéciles jamás exploradas por el cine de terror, y las actuaciones son malas, pero malas con ganas, no les crees absolutamente nada y por momentos hasta te causan gracia. El found footage es un formato (para mí no llega a ser un género) que envejeció muchísimo desde la primer Blair Witch a la actualidad. Ya sabemos que uno no va a filmar absolutamente todo lo que se le cruce frente a los ojos en situaciones críticas, y la justificación de que "están haciendo un documental" ya no es suficiente. Lo único que podía llegar a sumar en esta secuela es que el avance de la tecnología les permite tener un drone con el cual monitorear desde el aire los límites del bosque. Pero no, se les hace pelota en seguida. Y lo mejor (o lo peor) es que por momentos la película se va de formato. Se supone que el found footage es material encontrado de cintas de video, ¿cierto? Pero hay planos que no corresponden a ningún lente e incluso unos segundos de cámara subjetiva; es decir, vemos lo que se supone que ve un personaje sin mediar ningún elemento de registro audiovisual. Eso es lo más terrorífico de la cinta: que se meten con un código que ni siquiera respetan. Argumentalmente, es una película de gente escapándose de algo. FIN. No hay nada más que eso. No se plantea ningún nuevo misterio, ninguna nueva misión, no se revela ninguna historia en relación a la primera entrega (la segunda todos elegimos olvidarla, claro que sí). No sólo no aporta nada nuevo, sino que prácticamente repite la cinta original veinte años después, con muchas películas similares estrenadas en dicho período. E incluso mejores. Hay veces que existe un guión y se puede establecer una buena película dentro de este formato. Si el terror y el suspenso se construyen desde lo argumental, la cámara y el sonido sólo se dedican a reforzarlo. En este caso no, se busca desde el sonido el golpe de efecto en cualquier momento arbitrario de la historia. Va un tipo medio agazapado por el bosque porque es de noche, llueve y tiene miedo, y viene otro tipo y "¡WOOOOOOOOOOOOOO!" le grita en la oreja. Y sí, más vale que te vas a sobresaltar, pero a los pocos segundos te vas a reír de lo boludo que sos. VEREDICTO: 2.00 - ¡BLAIR SHIT! El recurso del "found footage" ya fue, ya envejeció. Y si, además de eso, detrás de la forma no hay ningún contenido que mostrar, más caduca y envejecida resulta ser esta Blair Witch. Señores productores: ya que son películas relativamente baratas, lo que suele representar una buena relación Costo-Inversión, ¿por qué no son un poquito menos amarretes y le pagan a un guionista que al menos cuente una historia?
Cuando llegó Now You See Me (Nada es lo que Parece en su versión local) en el 2013, era claro a dónde apuntaba y qué podíamos esperar de ella. El hecho de situarse en el mundo del ilusionismo era en parte una metáfora interna sobre el cine de entretenimiento: espectacularidad y grandilocuencia visual con fines recreativos. En esa oportunidad, de la mano de Louis Leterrier, gran parte de la tensión pasaba por ciertos secretos e intrigas, que fueron oportunamente revelados. La pregunta es, sabiendo las cosas que ahora sabemos, qué mas podría ofrecernos una secuela. Y la respuesta es que no mucho. Situada un año después de su predecesora, los tres Jinetes varones, Daniel "Danny" Atlas (un Jesse Eisenberg menos canchero y más adulto), Merritt McKinney (Woody Harrelson) y Jack Wilder (Dave Franco), tienen que mantenerse en la clandestinidad porque son buscados por el FBI después de los sucesos que todos conocemos [conste que estamos haciendo malabares para no spoilear la primera parte siendo que los que están en falta son ustedes al no haberla visto; no, de nada]. La cuarta Jinete original, Henley Reeves, no está presente por motivos que son vagamente explicados; la posta es que la actriz Isla Fisher estaba embarazada durante el rodaje y el papel femenino lo tomó Lizzy Caplan, dando vida a una Lula que, si bien es un personaje muy alegre y dinámico, no termina de encajar en el equipo y se siente prescindible todo el tiempo. Los cuatro son enviados por El Ojo a salir a escena nuevamente, con el objetivo de denunciar una aplicación tecnológica que expone y negocia con la privacidad de los usuarios. Ese regreso triunfal a los escenarios, a hacer lo que mejor saben (justicia a través de un show de ilusionismo), resulta ser una trampa que termina, por un lado, revelando ciertos secretos de los Jinetes, y por el otro, desemboca en una segunda misión que deberán cumplimentar para seguir con vida. Porque Arthur Tressler, el magnate interpretado por el enorme Michael Caine, está buscando venganza, esta vez apoyado por su hijo Walter, un Daniel Radcliffe que se va desinflando conforme avanza la trama. Y completando este bando antagonista, en un recurso de guión quizás forzado que no termina de cerrar (sobre todo porque aparece de la nada y se explica en pocos segundos) pero aún así, y a pesar de sentirse como una imposición, termina siendo una de las mejores cosas de la película: Chase, el gemelo de McKinney, interpretado por el mismo Harrelson con peluquita. Por supuesto que en otro orden de cosas, siguen más o menos con el mismo tire y afloje el agente del FBI Dylan Rhodes (Mark Ruffalo) y Thaddeus Bradley (Morgan Freeman), una especie de Mago Enmascarado que revela los secretos de la magia; relación entre ambos es completamente funcional a la trama principal, pululando entre ser oponentes o ayudantes de los protagonistas. Claramente estamos ante una película para dejarse llevar, la cual hay que mirar con los mismos ojos incrédulos con que los niños miran a los magos en los cumpleaños. Si pretendemos atar los cabos por nuestra propia cuenta, más allá de las explicaciones que los personajes van dando en pantalla, vamos a llegar a la conclusión que la trama es una pavada atómica. Apoyada firmemente en el carisma y en lo asombroso de sus trucos, la secuela no propone nada nuevo. Repite su fórmula de hacer justicia (en este caso el objetivo final es desenmascarar a los Tressler) a través de un espectáculo de magia, un show al aire libre, en este caso en el contexto de una Londres a minutos de recibir un Año Nuevo. Pero hay problemas, claro. Jon M. Chu (responsable de la infame adaptación de Jem & The Holograms que significó una de las cintas más aberrantes del año pasado) no logra contar la historia. Por momentos sentimos que necesitamos más ritmo u otro tamaño de plano. Por ejemplo, hay una secuencia en la cual, mediante trucos por supuesto, los jinetes deben robar un chip: se nota que se empezó a generar un clima y una complicidad en los actores, pero está completamente arruinada desde la dirección. No se genera tensión, no se explota el carisma, nada; se limita casi a contar de manera obvia y desganada cómo tratan de esconder el elemento mientras unos insistentes guardias los palpan y revisan. Harrelson con su doble papel es, por lejos, lo mejor de la película. El hermano no tiene mucho sentido, pero el protagonista de True Detective nos brinda una interpretación tan maravillosa que perdonamos, incluso, que la composición digital en los planos conjunto sea de dudosa calidad. A pesar de las falencias de forma, el contenido sigue manteniendo un perfil de crítica tanto a las grandes corporaciones económicas como a las paranoias que suele atravesar la población con respecto al manejo de sus datos privados. El tema es que uno pierde un poco el foco y se distrae haciendo hipótesis sobre el funcionamiento de los trucos o intentando seguir las múltiples tramas secundarias, que son un poco esquizofrénicas y nunca van en una misma dirección. Pero la intención es noble: ¡una vez que tratan de hacer una película de entretenimiento que no es una pavada hueca, no vamos a quejarnos justamente de ello! VEREDICTO: 7.0 - ESPERANDO EL TERCER ACTO Con mucho potencial desperdiciado por una dirección amarreta y desganada, Nada Es Lo Que Parece 2 no está a la altura de su predecesora pero logra momentos muy buenos tanto visuales como en sus toques de comedia. Esperemos que para la tercera parte ya anunciada regresen Leterrier y Fisher.
Stephen King, unos de los autores más prolíficos de nuestra época, siempre tuvo una presencia muy fuerte en el cine, muchas veces detrás de grandes clásicos, como Cementerio de Animales, It, Christine o Carrie, sólo por mencionar algunos de una larga lista que no sólo se compone de obras enmarcadas en el terror y en el suspenso. Hoy desembarcó en salas locales El Pulso: La Llamada del Apocalipsis, dirigida por Tod Williams y protagonizada por la dupla John Cusack y Samuel L. Jackson, a quienes ya habíamos visto como personajes de King en la maravillosa 1408. La pregunta, como siempre, es si esta adaptación suma o ni vale la pena verla. La premisa de Cell, novela original de 2006, era interesante por dos grandes motivos: King es un acérrimo defensor de la idea que la tecnología va a terminar alienando a la sociedad y, por otro lado, fue su incursión en el mundo de los zombies, lo cual ofrecía una reflexión crítica sobre el uso y abuso de los teléfonos celulares, dentro de la cual podía leerse metafóricamente que la persona pendiente de su móvil es un zombie. Clay Riddell (Cusack) está volviendo a casa luego de vender su novela gráfica, objetivo que lo tuvo el último año viajando, alejado de su esposa e hijo, cuando en el aeropuerto, sin más, se desata el caos de manera contundente e impactante. Todas las personas que estaban usando su teléfono celular de pronto enloquecen: gritos, golpes, corridas, convulsiones. Clay, que se había quedado sin batería, se da cuenta que algo anda mal con los móviles y huye, encontrándose más tarde con Tom McCourt (un desganadísimo Samuel Jackson) para juntos encarar su principal desafío a lo largo de la cinta: sobrevivir. Este inicio prometedor se va desdibujando minuto a minuto y lo que podría haber sido una película completamente innovadora se termina convirtiendo en sobrevivir a un apocalipsis estándar: con la reunión entre Riddell y su hijo como objetivo principal, los dos protagonistas, con acompañantes ocasionales que se suman en diferentes tramos del recorrido, van avanzando, aprendiendo cosas sobre estos zombies y tratando de salvar más gente en el camino. Algunos elementos aislados que no terminan de entrelazar bien ponen el sello reconocible de Stephen King en la trama: los zombies van evolucionando, pasando de seres descontrolados y desquiciados sin motivo a poder comunicarse entre ellos a través de emisión de pulsos telefónicos y, además, están unidos como si fueran un gran ente colectivo: todos pueden ver y percibir lo mismo, lo cual pone a los protagonistas en riesgo varias veces. Y, por otro lado, la aparición recurrente de una figura de buzo rojo en los sueños de los protagonistas (personaje creado por Riddell), que parece ser la clave para encontrar la salida al caos. Lo mejor de la película es por lejos la iluminación, con una cuidada propuesta estética que resalta el temor y la incertidumbre por la que transitan los personajes, y la banda sonora, que prescinde de toda música para componerse de sonidos digitales similares a chirridos de módem. El final está abierto a múltiples interpretaciones y es, cuanto menos, polémico. Sí es cierto que el desenlace de la novela no había sido del agrado de los fans en su momento, por lo que fue modificado en la adaptación. De lo que no estamos seguros es si realmente corrige las imperfecciones porque, al ser un final abierto, las interpretaciones son súper personales: puede gustarte o no, pero mejor mirá la película y después contános VEREDICTO: 6.0 - UN TROPEZÓN NO ES CAÍDA El Pulso: La Llamada del Apocalipsis arranca muy bien pero de a ratos se vuelve aburrida. No llega a ser un estrepitoso fracaso apocalíptico pero, honestamente, esperábamos algo más, sobre todo por la participación del propio King en la adaptación de la historia. ¡A no perder las esperanzas! Todavía nos queda la remake de "It" y la adaptación de "La Torre Oscura" para volver a ver una trasposición del maestro del terror en toda su magnitud.
Despues de Bourne Legacy, esa oveja negra, aquel universo paralelo donde la figura principal es Hawkeye, todos sentimos que la saga no podía terminar así. No era justo, ni para Paul Greengrass (director de las dos últimas entregas de la trilogía) ni para Matt Damon, y mucho menos para el personaje de Jason Bourne. Pero también estaba la opción que esta nueva Jason Bourne sea otro espanto y que prefiriéramos olvidarla, dejando el cierre de nuestro amnésico agente secreto en Ultimatum (2007). Pero, afortunadamente, sucedió lo mejor. Jason Bourne transcurre algunos años después de la finalización de Ultimatum, con un Bourne alejado de todo y ganándose la vida en peleas callejeras, secuencias de contextualización que son maravillosas para mostrar tanto el lomazo de Matt Damon como sus aptitudes físicas (sí, no lo iba a pasar por alto). Cuestión que Nicky Parsons (Julia Stiles), también retirada de la CIA, haciendo un trabajo por encargo, accede a información vital sobre el Programa Treadstone y, fundamentalmente, sobre la identidad de Jason. Pero claro, si estuvo tres películas indagando sobre su pasado, en ésta no iba a llegar a la información tan fácil, y desde la agencia se perfilan sus dos principales enemigos: Heather Lee, encarnada por Alicia Vikander (que parece haber tocado su techo en The Danish Girl, porque a este papel no le suma absolutamente nada), y el inoxidable Tommy Lee Jones, que cada vez está mejor (al igual que Robert Dewy, director de la CIA, o sea el capo). Y en medio de los intentos de Bourne por rastrear sus raíces, escapando de la agencia que trata de reincorporarlo al programa o matarlo, Aaron Kallor (Riz Ahmed) está a punto de presentar Sueño Profundo, un desarrollo de software que está más relacionado con la agencia que lo que parece a simple vista... La acción se desplaza a través de diferentes escenarios, y no se debe a motivos turísticos o un afán por el paisajismo: la secuencia en Grecia del primer acto, por ejemplo, enmarca perfectamente la primera persecución de la cinta, donde Bourne y Nicky se esconden en medio de protestas sociales, caos generalizados y bombas molotov. La resolución de la película, en Las Vegas, con exteriores nocturnos iluminados a más no poder y una persecución motorizada que rompe todo, es otro de los puntos más altos en cuanto a realización y emoción: las escenas de acción están realmente bien logradas y, respaldadas por un guión sólido, consiguen incluso que por momentos te quedes sin aire. Respecto a la performance de Damon, es increíble su crecimiento. Cuando inició la saga, allá por el 2002, todavía tenía un poco cara de pendejito banana mimado de zona norte, no daba el fisique du rol de un agente secreto: tenía tanta pinta de inexperto y amateur que costaba creer que de verdad tiene todas las habilidades que va desarrollando. Los años le sientan como al vino, se lo ve más curtido, más creíble, incluso por fuera de la saga ha demostrado (en la brillante The Martian, por ejemplo) que es uno de los mejores actores actuales de Hollywood, aunque cada tanto se quede perdido en algún lugar y tengan que ir a rescatarlo. Si hubo algo que caracteriza a esta saga, es que siempre manejó un registro bastante realista. En esta entrega, sobre todo en la parte de informática, de la mano con los recursos utilizados por el personaje de Vikander, quizás flashea un poco por demás pero nunca se excede de sus propios límites. A lo largo de los años mantiene su identidad, en materia tanto visual como de verosímil; reconocés a todas las películas como integrantes de una misma franquicia, y eso es algo que está íntimamente ligado con tenerlo a Paul Greengrass detrás de cámaras, un tipo al que hay que seguirle la pisada porque, en lo que a cine de acción respecta, la tiene cada día más clara (no olvidemos que viene de dirigir a Tom Hanks en Captain Phillips). VEREDICTO: 8.0 - A LA GILADA NI CABIDA Jason Bourne, con una excelente combinación de intriga, acción y personajes bien construidos, se convierte en la legítima cuarta parte de la saga. La tercera debería ser enterrada en el desierto, como los cartuchos del videojuego de E.T. para Atari (sospecho que este chiste ya lo había hecho).
El cortometraje Lights Out, de David F. Sandberg, data de 2013 y es tan breve como contundente: “algo poco amistoso” avanza hacia vos cuando las luces están apagadas, y deja de aparecer a tu alcance cuando las encendés. Es decir que, mientras no estés en lugares oscuros, esta entidad no te puede alcanzar. En aquel entonces tuvo una importante recorrida festivalera y puede resumirse en una sola palabra: conciso. No pierde el tiempo en relatos banales sino que va directo a la acción, a la causa, la consecuencia y el susto, sin dejar de lado el clima. Este año, de la mano del mismo director, se vino el largometraje correspondiente con un montón de incógnitas alrededor. ¿Podría mantener la misma tensión a lo largo de una hora y media? ¿Se perdería la película en medio de explicaciones innecesarias sobre qué es lo que aparece cuando las luces se apagan? ¿Nos hará sobresaltar como el corto? Cuando las Luces se Apagan (nombre con el que se conoció en la región) nos cuenta la historia de Rebecca (Teresa Palmer), una joven treintañera con una onda medio darks o metalera, y que no quiere asumir compromisos con su pareja, Breth (Alexander DiPersia), un simpático re copado que de entrada te parece que va a morir (porque es fijo que cuando te encariñás con algún personaje, la queda). Tiene que acudir en auxilio de su hermano menor Martin (Gabriel Bateman), que por segundo día consecutivo se quedó dormido en el colegio. Cuestión que el nene no duerme porque aparentemente, a la noche, su madre (María Bello), frecuentemente deprimida, habla con alguien. A partir de esta situación inicial, Rebecca coquetea con la idea de quedarse con la tutela de su hermano debido a los vaivenes emocionales de su madre. Entonces surgen una serie de tramas secundarias y acciones que tendrán sus consecuencias a lo largo del film pero que no vale la pena spoilear (en serio). La principal virtud del film es ser autoconsciente de su sencillez y de sus propias limitaciones, hecho que se refleja desde la historia (nunca se trata de salvar el mundo, el riesgo es mucho mas chico), la economía de locaciones, la escasez de actores, y esta especie de sombra que aparece en la oscuridad, que -lejos de ser un monstruo construido por CGI- es la delgadísima actriz Alicia Vela-Bailey, con ojos realizados artesanalmente con cinta refractaria e iluminadas, simplemente, con la linterna de un celular (lo sabemos porque somos unos ñoños que vimos el backstage, sino ni te enterás). Lo mismo respecto a su duración: una hora y veinte minutos, frente a películas que rondan las dos horas como nos estamos acostumbrando a ver últimamente. Sin embargo, la cinta aprovecha cada segundo y no derrocha ni un solo fotograma en información que no necesitamos para resolver la trama. Sandberg hace gala de una excelente noción de cómo dosificar la información: nunca nos abruma, nunca sobreexplica, siempre nos brinda los datos necesarios para seguir la historia segundo a segundo sin aburrir y sin saturar. Ya desde el argumento, el personaje de la madre, Sophie, es central en la historia. Presenta una complejidad psicológica que prácticamente sostiene todo el relato: presa de una profunda depresión, ha dejado de medicarse, por lo que nos cuesta tomar la medida precisa de qué tan lúcida se encuentra. No tenemos cómo distinguir cuáles de sus dichos son reales y cuáles de sus actos son genuinos. Y además está interpretada de manera soberbia por Bello, a quien ya habíamos visto por ejemplo en Prisoners y Secret Window. En cierto punto el registro actoral nos puede recordar a la también sobresaliente madre atormentada de The Babadook. Tal como la propuesta requiere, la iluminación es impecable. Las zonas de luz y las zonas de sombra están delimitadas de manera precisa, dividiendo con ello las zonas donde estás a salvo y las zonas donde podés ser atacado. Relacionado con las características de esta entidad viene, previsible pero siempre efectivo, el sobresalto: sabés que cuando se apaguen las luces estás en peligro, y aún así saltás igual de la butaca. VEREDICTO: 7.0 - CORTITA PERO VIGOROSA Lights Out conoce perfectamente bien sus límites y hace de ello su principal fortaleza. Te involucrás, te indentificás y te asustás. Breve, concisa, directa y efectiva.