A más de 100 años del nacimiento del personaje de Edgar Rice Burroughs y de sus múltiples versiones cinematográficas (que repasamos recientemente en este genial informe), la película de David Yates llegó a nuestras salas justo en vacaciones de invierno, con una campaña de prensa movidita que incluyó la visita de su protagonista Alexander Skarsgård a nuestro país. La pregunta es: ¿vale la pena revisitar a este personaje o mejor nos quedamos en casa viendo Netflix? La Leyenda de Tarzán arranca en el Congo, en plena colonización, donde Leon Rom, el villano principal y emisario del Rey Leopoldo II, interpretado una vez más por Christolph Waltz, anda detrás de unos diamantes fundamentales para salvar la economía belga. Tras un enfrentamiento inicial con la tribu de los guerreros, su líder, Mbonga (Djimon Hounsou) se los proveerá, pero a cambio de Tarzán. Ahí, con este breve encargo, comienza a desarrollarse la acción. De vuelta en la civilización, John Clayton III recibe una invitación para volver a la selva, supuestamente como emisario de comercio del parlamento. Como la idea no le convence al principio, aparece aquí George Washington Williams, el negro copado estadounidense encarnado por Samuel L. Jackson, quien pide que acepte ya que será su gran aliado de cara a abolir la esclavitud. Ah, entonces ahí sí, de pronto Clayton acepta embarcarse. El mismo breve tire y afloje respecto al viaje se repite en relación a una estresada Jane (Margot Robbie), que acaba de perder un embarazo: inicialmente la idea es viajar solo, pero se llega rápidamente a un consenso en el cual ella también se embarca. Nota al margen, Jane fue realmente una adelantada a la época: estaba estresada antes que el estrés fuera identificado y tratado como una patología. Y una vez en la jungla, la acción se desarrolla de manera previsible: la pareja y el negro copado son recibidos por la tribu pacífica; los colonos secuestran a Jane; en el camino a liberarla, Tarzán vuelve a encontrarse con su lado animal y, con la ayuda de la naturaleza, termina expulsando a los colonos, liberando así a Jane y a los esclavos. Lo mejor de la película se centra en su costado ideológico: se muestra con fuerza que los colonos son “los malos” que vienen a expropiar y a esclavizar al más débil con fines claramente económicos y políticos, despreciando toda vida -tanto humana como animal- que se les ponga delante. De hecho, los villanos pueden dividirse en dos subgrupos: la tribu de guerreros se plantea como un primer antagonista, cuya enemistad inicial con Tarzán se fundamenta desde un costado humano y, en un punto, comprensible (recordemos que toda la peripecia se da por el pedido de llevar a Tarzán de regreso a la selva, y el jefe no pide que regrese con intenciones de invitarlo a tomar el té de las 5). Por otro lado, los colonos representan el mal mayor: sus intenciones imperialistas los sitúan en la vereda de enfrente de los nativos guerreros, los pacíficos, los animales, el propio Tarzán… no les importa nada más que su propio bolsillo. Desde la narración el gran acierto es que Yates no se detiene mucho explicando quién es y cómo se forma Tarzán, sino que se apoya en el conocimiento popular del personaje, dando sólo los detalles básicos y remitiéndose a hechos puntuales sobre el pasado del personaje que ayudan a comprender globalmente el conflicto. El costado visual de la película también tiene una gran intensidad: además de situar cada secuencia en sub-espacios precisos dentro de la jungla que ayudan al desarrollo de la acción, la gama de colores atrae mucho al ojo y sabe generar momentos completamente dinámicos tanto por la dirección de los encuadres como por el movimiento interno y el ritmo del montaje, acompañados de una banda sonora correcta, tirando a buena. Pero por más que haya cosas positivas, también hay cosas flojas. El desarrollo de las acciones y las motivaciones de los personajes se ven un poco forzadas, esquemáticas, simples. Está bien que estamos ante una película meramente de entretenimiento, para toda la familia, pero creo que peca en exceso de simplona. Por ejemplo, lo que pasa con la tribu nativa es un dramón, pero el guión no le da el desarrollo suficiente para que nos identifiquemos con ellos ni con su sufrimiento, entonces no sentimos las ganas ni la fuerza de acompañar a Tarzán en la misión de evitar que sean esclavizados. Lo mismo al inicio de la película, cuando se toman las decisiones que detonan los conflictos: todo queda tan explícito que parece forzado e injustificado, con actuantes que responden a un guión y no con personajes que tienen motivaciones y objetivos propios. La acción general es predecible, nunca hay un riesgo, el personaje femenino que empieza a las piñas y patadas se termina desdibujando y en el tercer acto da lo mismo que Rom tenga secuestrada a Jane o a una bolsa de papas fritas. En otro orden de cosas, las secuencias visualmente poderosas que mencionábamos anteriormente no son suficientes para mantener en vilo a un espectador un poquito exigente. La adrenalina de un plano, la incertidumbre sobre si el héroe conseguirá o no su objetivo, empiezan por el guión para luego ser narradas visualmente en este código, a este ritmo. Si no estás contando nada, por más que las secuencias visuales estén buenas, estamos en la nada misma: no te enganchás, no te involucrás, solamente asistís a un trailer eterno de un chabón (demasiado) musculoso colgando de una liana. VEREDICTO: 5.0 - ¡DEVOLVÉ LAS MALVINAS, CLAYTON! No vale la pena pagar una entrada de cine para ver toneladas de CGI que intentan enhebrar el relato flojo y esquemático de La Leyenda de Tarzán. La propia película es autoconsciente de su simpleza cuando, al secuestrar a Jane, le explican "él Tarzán, tú Jane, siempre va a venir por tí". Y porfi, Skarsgård: tomáte unas birras, que tus abdominales me ponen nerviosa.
En estos tiempos tan faltos de originalidad, llenos de remakes y reboots, Paul Feig fue un poco más lejos. Decidió, además de reiniciar la saga de Cazafantasmas, cambiar el sexo de sus protagonistas. Construyó una especie de bomba de la polémica que, literalmente, dividió al potencial público entre algunos a favor y una abrumadora mayoría en contra. Que "hacen pavadas por la inclusión", que "me arruinaron la infancia", y miles de mensajes mas vaticinaban que la película sería una bazofia de dimensiones bíblicas. Pero no, está muy lejos de ello. Con cierta similitud argumental respecto a la original de 1984, Erin Gilbert (Kristen Wiig) descubre que un libro sobre el mundo paranormal que había hecho varios años antes con su amiga Abby (Melissa McCarthy) está al alcance de todos en internet. Decide reunirse con ella para que lo saque de circulación, ya que se siente perjudicada de cara a ganar la titularidad de una cátedra en la universidad de Columbia. Es ahí cuando conoce a Jillian Holtzmann (Kate McKinnon), su nueva asistente, y se enfrentan a su primer encuentro con lo paranormal. La morocha Patty Tolan (Leslie Jones) se suma después. La historia es realmente dinámica y entretenida. Las cuatro mujeres como equipo funcionan muy bien, no solo complementándose en sus personalidades y en sus habilidades, sino que también la química entre las actrices es notable. A ellas debemos sumarte a Cris Hemsworth, quien oficia de recepcionista y no solo aporta su presencia, sino que también sorprende al desenvolverse con carisma y soltura dentro del género. Es el villano Rowan North, interpretado por Neil Casey, quien resulta deficiente: ya sea por tener una motivación débil o por tener una psicología extremadamente retorcida que nunca es explorada, lamentablemente se queda a mitad de camino. El tipo de humor en general es bastante infantil considerando que tanto el director como las actrices podían dar un resultado un poco más picante. No obstante, tanto en los gags de diálogo como en los momentos en que aparece la comedia física, se establece un buen ritmo. No te duele la panza de reírte, ni te quedás sin aire, pero con las originales tampoco; entonces, ¿por qué pretenderlo de ésta? No obstante, hay dos elementos que restan bastante. El primero, es el personaje en el cual hace su cameo Bill Murray (obviamos detalles para no spoilear). Ojo, lo flojo no es el cameo de Murray en sí, sino el sentido de su personaje. No influye ni modifica absolutamente nada en la trama en general. Creo que si se hace una versión eliminándolo la película sería incluso más fluida, la acción se estanca un poco para que aparezca ese personaje a no hacer nada. Y el otro gran pifie es la versión espantosa del soundtrack original. En vez de dar dinamismo y emoción a las secuencias donde suena, como hacía el inoxidable tema original, las apaga. Un tema sin onda, sin fuerza, arruinado completamente en un intento de actualización absurdo. No es que solamente es un mal cover, es un pésimo tema en sí para la funcionalidad que se le pretende dar. No veo la hora que los nerdoamigos de internet experimenten subiendo online dichos clips remusicalizados con el tema original. ¡Eso sí sería una fiesta! La principal controversia respecto a esta remake era, como adelantábamos, que iba a ser protagonizada por mujeres. Yo también me opuse a ella desde el primer momento. Pero ayer al salir de la sala pensaba que, en definitiva, si hacían una remake con protagonistas masculinos también hubiera sido cuestionada y, dependiendo del cast, el resultado podía ser pésimo (me remito a la última de Fantastic Four por ejemplo, que sin modificar el sexo de los personajes fue un espanto). Lo que no está bien es forzar la inclusión. Que se incluyan mujeres, negros, enanos o gays si las historias no lo piden, no va. Es como hacer una versión de Mujercitas interpretada por hombres. Es como hacer un sanguche de jamón y queso y ponerle chocolate, dulce de leche y frutillas. Son cosas ricas, pero en un sanguche no funcionan. Pero si son personajes que pueden aportar desde su género, su raza o su orientación sexual... ¡bienvenidos sean! La inclusión forzada termina generando más rechazo que aceptación. ¿O nunca escucharon decir frases del tipo "¿Por qué tienen que poner siempre un negro para quedar bien"? VEREDICTO: 7.00 - HATERS GONNA HATE Ghostbusters no es ni por lejos la mejor comedia del mundo, pero no se merece haber sido lapidada como lo fue antes de su estreno. Tiene ritmo, buenos gags y la química entre los personajes es muy buena. Las fallas que tiene son completamente ajenas a que las protagonistas sean mujeres.
Enmarcándose en una serie de producciones sobre diferentes gestas patrióticas impulsadas por el bicentenario, nuevos realizadores se ponen al frente de esta ola más enfocada en el costado humano de los próceres. Por ejemplo, en Revolución El Cruce de los Andes, del 2010, entiendo la más lograda del ciclo, había una precisa descripción humana de San Martín -correctamente personificada por Rodrigo De La Serna- y una acción general bastante dinámica y llevadera. Pero, ¿qué pasa con esta nueva revisión sobre la vida de nuestro Libertador? ¿Toma otro enfoque? ¿Cómo está Echarri? El Encuentro de Guayaquil está dirigida por Nicolás Capelli (Matar a Videla) y se basa en un relato del historiador Pacho O'Donnell, quien imagina qué sucedió en ese encuentro completamente íntimo y privado entre Simón Bolívar y José de San Martín, del cual no hay ningún tipo de registro pero luego del cual nuestro libertador se embarcó a Perú, dejando sus tropas en manos del venezolano. La película elige mostrar diferentes momentos de las campañas de Bolívar (Anderson Ballesteros) , por un lado, y San Martín (Pablo Echarri) en paralelo. Con la elección de las situaciones ya queda en claro la postura ideológica: las diferentes anécdotas que van conformando el gran relato no están jerarquizadas por peso histórico, sino que apuntan a mostrar tanto el costado humano de ambos libertadores como el modo de relacionarse con su entorno (subordinados y mujeres, incluso). Claramente estamos ante un relato moderno, donde tiene más supremacía la psicología de los personajes que la causalidad de sus actos. No asistimos a una lucha independentista donde los patriotas son los buenos y los realistas son los malos, con resolución sangrienta en un campo de batalla. La intención se ubica en un punto medio, donde se narran los hechos necesarios para hilvanar el relato pero con el énfasis puesto en la repercusión psicológica y emotiva del proceso de emancipación en los libertadores. Uno de los principales puntos flojos viene por ese lado: la selección de anécdotas a contar se hace muy difícil de seguir hasta que uno entra en el código y acepta la propuesta. A partir del segundo tramo, uno empatiza con los protagonistas y aquí es cuando realmente la propuesta se disfruta. La actuación es muy dispar respecto a los dos protagonistas, sin embargo el resto del reparto alcanza grandes momentos, principalmente Nai Awada y Miriam Lanzoni. Echarri no deja de ser Echarri vestido de San Martín. Esa forma de hablar, casi susurrando, le juega muy en contra a la hora de componer a un San Martín creíble y, es más, la dificultad de creernos que él es nuestro prócer está íntimamente ligada con lo expuesto anteriormente acerca de la difícil empatía en el primer tramo: tras que es un ritmo al que no estamos acostumbrados, la interpretación no ayuda en lo más mínimo. Anderson Ballesteros es otra cosa. Se lo ve más seguro, más complejo, más lleno de pequeños gestos que dejan entrever la enorme humanidad de Bolívar detrás. Aunque ninguno de nosotros haya conocido a Bolívar personalmente, no caben dudas que estamos viendo a una persona, y no a un actor disfrazado de época. Ayuda a la identificación con el extranjero que no sea un actor que estemos acostumbrados a ver, y esto abre una reflexión: Ya que no es una película comercial que la gente vaya a ver por su elenco, ¿no sería conveniente recurrir a actores no consagrados? Formalmente la mayoría de la película está grabada sin trípode, gracias a lo cual la cámara tiene una mínima vibración que contribuye a darnos la idea que estamos espiando la intimidad de los personajes. Rompe con este código en dos oportunidades, una con mejor resultado que la otra. Sabe introducir por momentos algunas composiciones realmente deliciosas. Desde ángulos poco frecuentes o reforzados por fuertes contraluces, surgen algunos encuadres que se prolongan en el tiempo, pero realmente vale la pena contemplarlos, y refuerzan la idea de la temporalidad irregular de la psicología humana: no transcurren horas ni minutos, transcurren estados de ánimo, ideas, y ese tiempo no puede ser medido de manera objetiva. En el otro extremo, se inaugura la presentación de cada locación con prolijos planos secuencias de los paisajes naturales reales donde sucedieron los hechos, y la verdad que es un recurso que no aporta mucho por varios motivos, entre ellos porque tienen una textura y un color que no pega con el resto de la imagen, además de alejarte de emociones con las que deberías involucrarte. A rasgos generales, es prolija, tiene ritmo (lento, pero ésa es la idea), y se escucha muy bien. Afortunadamente hace años estamos en condiciones de afirmar que se terminó la era del sonido espantoso en el cine nacional. VEREDICTO: 6.00 - VIVA LA PATRIA El Encuentro de Guayaquil tiene un gran pro y una gran contra. Lo bueno es que revisa la historia no de modo objetivo, sino acercándose mas a las subjetividades y sentimientos de los involucrados en la emancipación. Lo malo es que este tipo de relatos no son masivos, la gente no acostumbra a ver películas más introspectivas, con lo que los intentos por conocer nuestra historia siguen estando relegados a unos pocos.
Hay películas a las que el paso del tiempo les cambia completamente el sentido: si en 1996 Día de la Independencia había surgido como la renovación del cine catástrofe y el ascenso de la figura del director Roland Emmerich como nuevo mesías del género, con los años se volvió una película llena de guiños bizarros, con un patriotismo que causa gracia y un verosímil completamente vapuleado. En ese contexto, 20 años después, sale a la cancha Dia de la Independencia: Contraataque, y nuestra duda era de qué lado se iba a plantar: ¿sería una cinta casi paródica y autoreferencial a su predecesora, o realmente vendría a tomarse la invasión alienígena en serio? Aprovechando que el reparto completo de la cinta original quería participar, menos Will Smith, abocado de lleno a Suicide Squad, los guionistas Nicolas Wright, James A. Woods, Dean Devlin, Roland Emmerich y James Vanderbilt ("muchas manos en un plato hacen garabato") decidieron hacer una historia a lo obrita teatral de jardín de infantes, donde todos tuvieran su aparición, independientemente o no de que cada personaje aporte a la estructura general de la cinta. Por ejemplo, sin repetir y sin spoilear, tenemos a Jasmine Hiller, interpretada por Vivica Fox, quien ya no es una bailarina exótica sino que trabaja en un hospital (no queda bien en claro si es médica, asistente, enfermera, pero lo importante es que su vida se encaminó). Luego, el doctor Braskin Okun (Brent Spiner), quien no solo despierta de un coma al acercarse los aliens a la Tierra y "conectar" con él de cierto modo, sino que además sale del clóset y grita a los cuatro vientos que se daban con el Dr. Isaacs (John Storey). Y así, todos los personajes. A lo Niño "Yo no fui", dan un paso al frente, hacen su gracia, y que la historia (llena de baches e inconexiones) avance. Los personajes nuevos tampoco aportan mucho fuera de esta lógica. El único rescatable de todo el cast es Bill Pullman: el tipo nació para ser el presidente de los EE.UU. que da discursos motivadores. Incluso, emociona. Y ni hablar lo churro que se puso en estos veinte años. Respecto a la trama general que se intenta esbozar, la película arranca contextualizando que, después de la primera invasión, la humanidad está unida y en paz. Y parte de esa unión se manifiesta en el avance de la tecnología, que incluye naves menemistas que permiten ir y volver de la luna en pocas horas. La idea es genial... lástima que nunca se explica nada y, ya de entrada, la cinta te desorienta: ¿dónde están ahora? ¿Y cómo ya llegaron? Pará, ¿pero cuánto tiempo tardan? Igual, ojo, quizás el problema de esta desorientación espacial sea pensarla. Claramente ésta es una película para dejar la neurona afuera de la sala. Resulta, entonces, que la nave a la que se había vencido era solamente una exploradora, y la nave nodriza real llega ahora. Con una mezcla de pilotos adolescentes cancheros; acciones que avanzan mediante líneas de diálogo, principalmente a cargo de Jeff Goldblum advirtiéndole a todos que va a haber quilombo y que mejor no hagan tal o cual cosa, pero los tipos lo hacen igual; un micro lleno de escolares en peligro; una pseudo resistencia de negros; un contador judío y hasta un perrito que hay que salvar a último momento (¡de vuelta!), la película completa dos insulsas horas de duración. VEREDICTO: 5.00 - TIBIA Al comienzo nos preguntábamos si Día de la Independencia: Contraataque venía en serio o se tomaría en broma, y sucede lo peor: se queda a mitad de camino de ambas. Ojalá el paso del tiempo la desgaste y se convierta en una de esas cintas que, de tan mala, es buena. ¿Lo peor de todo? Abre la puerta para una trilogía. Sip, otra más.
Pueblo chico, infierno grande". Frase más que trillada si las hay, pero afortunadamente las historias que pueden enmarcarse en ella son prácticamente infinitas. El Eslabón Podrido, de Valentín Javier Diment (La Memoria del Muerto; El Sistema Gorevisión) se presenta como uno de los exponentes locales más logrados sobre esa premisa. En un pequeño pueblo conviven unos pocos habitantes, con funciones muy específicas: está Ercillia, la curandera (Marilú Marini), madre de Roberta; la prostituta (Paula Brasca); el tonto del pueblo, Raulo (interpretado por Luis Ziembrowski); el cura (en la piel del propio Diment); los dueños de la cantina; una pareja de ancianos; etc. Mediante acciones al principio banales, cotidianas (la historia tiene giros, pero ésta es una de esas películas que mejor no mencionar nada sobre la trama), se van construyendo fuertes relaciones entre todos los personajes, donde lo no dicho y lo oculto tienen un peso muy grande. A través de la conveniencia de aceptar estos silencios y de ocultar deseos e intenciones, se van dibujando diferentes climas tensos, espesos, macabros, cargados de un sexo siempre latente que inquieta, intimida, incomoda. El primer gran acierto del universo construido en la cinta es que este pueblo no presenta ubicaciones espacio temporales precisas: como no sabemos dónde queda ni en qué época exacta estamos, no hay elementos que nos distraigan de esas relaciones humanas donde verdaderamente hay que poner el foco de atención. Lo que podría tener de pintoresco este costumbrismo rural desaparece en detrimento de lo sórdido y lo retorcido: todos los elementos juegan en favor de ello. Son destacables el arte, el vestuario y, sobre todo, las actuaciones. Con una impecable interpretación de Ziembrowski a la cabeza, nadie desentona: todos los pequeños gestos son pequeños, las sutilezas son sutiles; cada uno de los actores ha comprendido tanto su personaje como el código general de la cinta y es uno de los principales motivos por el cual el clima no presenta fisuras. Como en esas películas de terror donde el niño inocente es lo más aterrador, el personaje de Raulo, con su retraso mental, su presencia, su transitar, es quien personifica el peligro latente, la bomba a punto de estallar. Y cada intérprete, a su vez, le sabe imprimir a su personaje una impronta personal que los aleja de estereotipos y los convierte en seres tan reales como misteriosos. La cinta genera la sensación de estar asistiendo al origen de una fábula, a una suerte de leyenda urbana relacionada con la sexualidad, con la moral, principalmente en boca de Ercilia, quien le advierte a Roberta que en el momento de tener sexo con el último habitante del pueblo, morirá. Y que eso suceda o no pone en el tapete la decisión como mujer de poder elegir con quien acostarse, a pesar de ejercer la prostitución. La película desembarcó hace poco en salas comerciales, pero supo tener una excelente trayectoria festivalera: se llevó el premio del público en Sitges y pasó por Fantaspoa, Mórbido Fest e incluso el Blood Windows de Cannes, entre otros. El titulo da lugar a múltiples interpretaciones: "El Eslabón Podrido" pueden ser Raulo y sus deficiencias. O puede ser Roberta, con su belleza y su sexualidad. O incluso, a modo más universal, lo potencial que escondemos dentro de cada uno de nosotros puede ser un eslabón podrido que, si estalla, fractura una cadena de convenciones, de silencios y de conveniencias en la falsa armonía dentro de la cual vivimos. VEREDICTO: 8.00 - PERTURBADORA El Eslabón Podrido no es una película para cualquiera. Hay que saber aguantar la tensión y la incomodidad que transmite, pero por otro lado, su principal virtud es saber, justamente, cómo generarlas.
Los que rondamos los 30 años de edad y gustamos del cine, tenemos cierta fascinación particular por los productos de Pixar. Porque nos han acompañado a lo largo de nuestras vidas desde la pantalla: hemos crecido juntos, y el principal valuarte de este crecimiento conjunto fue la saga de Toy Story. Si las cintas de Woody y Buzz Lightyear se tratan de crecer, la (ahora) saga de Nemo, que nos llega más de grandes, se trata de aceptar. Aceptar las diferencias, los defectos propios, los ajenos, y a esa aceptación se llega a través de la búsqueda. Buscando a Dory versa sobre las desventuras de la desmemoriada Dory, que de pronto recuerda que tenía padres y quiere encontrarlos. En una especie de Memento animada en las profundidades del océano, Dory va recogiendo vestigios de sus recuerdos para navegar, acompañada de Marlin y Nemo, a buscar a sus padres. Hasta que se desencuentran y la búsqueda se desdobla: Dory, con todos sus defectos y virtudes a cuesta sigue tras su objetivo, mientras padre e hijo tratan de dar con su paradero. Es sumamente divertida la inversión de roles desde inicio de la cinta respecto a lo que ya hemos visto sobre estos personajes, con una Dory tomando la iniciativa, y quienes actúan como ayudantes son Marlin y Nemo. Dory supo ser una excelente sidekick en la película original: su falta de memoria a corto plazo mezclada con su entusiasmo y su inventiva funcionaban de maravillas al lado de la determinación de Marlin a la hora de buscar al perdido Nemo. Pero, ¿qué sucede si es ella quien dirige la batuta? ¿Si es ella quien lleva la historia adelante? ¿Qué haría Dory ahora? La secuela no es una mera repetición de la fórmula precursora simplemente cambiando el eje, sino que introduce riquísimas variantes a nivel argumental. La búsqueda, por ejemplo, no se basa en la separación física, al contrario, están todos más cerca de lo que creen: si en Buscando a Nemo los personajes sabían exactamente adónde ir pero tenían que atravesar una gran distancia, ahora el recorrido se basa en ir juntando indicios para llegar al final del camino. Indicios que, en su mayoría, están perdidos dentro de la cabecita de Dory. Y creo que aquí es donde hace más juego el título de la cinta: Buscando a Dory pasa más por una búsqueda de identidad y de pertenencia de la propia Dory que una búsqueda física de seres separados. Porque si no recuerda su propio pasado, armar el rompecabezas se hace más y más difícil. La introducción de nuevos personajes y nuevos entornos le da a nuestros viejos amigos una bocanada de aire fresco, gracias a lo cual los vemos haciendo algo realmente diferente. En lo personal, desde el título de la cinta, me daba mucho miedo que sea "igual que buscando a Nemo pero a la que hay que rescatar es a Dory". Tal como el estudio nos tiene acostumbrados, hay una gran investigación sobre el entorno de los personajes, en este caso las profundidades del océano, caracterizando a cada integrante con rasgos del comportamiento real del animal/molusco/cetáceo/lo que sea. Más allá de la lección moral que puede tener la película sobre luchar contra nuestras propias dificultades, también existe cierta enseñanza académica sobre la naturaleza que (por temática) no hay, por ejemplo, en la grandeza de Toy Story. El punto flojo es que está orientada a un público completamente infantil. Por supuesto, nosotros que somos adultos y sabemos que Pixar puede hablar otro tipo de lenguaje más profundo, decimos que es un punto flojo claramente desde la envidia, porque nos encantaría tener cinco años a la hora de ver esta secuela. VEREDICTO: 7.00 - CORRECTAUUUU Definitivamente la gente de Pixar ha hecho algún tipo de pacto con el diablo. Sin lograr la certeza de la trilogía de Toy Story o la perfección matemática de su predecesora, Buscando a Dory emociona de principio a fin. Salís de la sala sonriendo, con los ojos húmedos, olvidándote que la historia que te contaron es quizás un poco infantil.
El tópico de una niña poseída en Inglaterra, en la década de los '70, nos remite de manera directa a El Exorcista, la insuperable obra maestra de William Friedkin. Pero no. James Wan nos lleva de la mano por un camino oscuro y helado, contando una historia y generando una serie de sensaciones que no tienen nada que envidiarle al clásico protagonizado por Linda Blair. Con el ojo puesto en Janet Hodgson (Madison Wolfe), quien parece sufrir una posesión, la película mantiene la misma estructura que su antecesora: el matrimonio Warren (Lorraine, la clarividente encarnada por Vera Farmiga, y Ed, el demonólogo en la piel de Patrick Wilson), a punto de retirarse del trabajo de campo decide finalmente acudir a brindar su ayuda. En este caso no se involucrarán demasiado, s{olo van a validar, a pedido de la Iglesia, si hay tal posesión o si se trata de un fraude. La historia redobla claramente la apuesta respecto al riesgo que corren los protagonistas en la primera parte de la saga: en aquella, Lorraine había "visto algo" que la afectó durante un exorcismo. Ahora, se blanquea que lo que vio fue la muerte de Ed, relacionada con un misterioso demonio que él también pudo percibir en un sueño. Si en la entrega anterior era la cordura de Lorraine lo que corría riesgo al tomar el caso, ahora entra en la ecuación la vida de Ed. El punto de vista ideológico (por así llamarlo) coloca al espectador alejado de cualquier controversia sobre la legitimidad de los métodos de los Warren, considerados simuladores por mucha gente en la vida real: están incluso más estilizados desde el cast (los Warren reales son horribles, chicos), y se los ve involucrados emocionalmente en el caso; a riesgo de su propia salud, de su propia vida, alejados de la búsqueda de cualquier beneficio propio. Tienen, como en la entrega anterior, una gran implicación emocional con el caso, con la familia, y parte de esto es la fórmula para lograr la identificación: nosotros también tenemos que confiar en ellos, y cualquier duda sobre la transparencia de sus intenciones lo dificultaría. Además de la buena construcción de la historia, la manera en que se cuenta es magistral. Un Wan mucho más maduro que el que estuvo atrás de Saw explora y encuentra un lenguaje formal propio y una cabal comprensión del género: al enfocarse más en atraparte mediante la generación de climas, cuando se propone sobresaltarte lo logra con creces, porque no apunta a hacerte saltar todo el tiempo sino que hace un trabajo casi tántrico en el manejo de las tensiones. Lo que vengo criticando mucho últimamente, sobre el mal uso del humor en cualquier lado y por cualquier motivo, destruyendo climas a mansalva, no sucede acá. En absoluto. Hay algunas líneas de diálogo que te arrancan una sonrisa pero están estratégicamente colocadas, cuidando la integridad de la cinta, salvaguardando todas las tensiones para que canalicen en sobresalto y no en risa. Además de saber generar climas, Wan sabe canalizar catarsis: dos talentos enormes de un director de cintas de terror. Acompañando el manejo de cámara y el montaje, la banda sonora es impecable. Tanto la música como la utilización del sonido, sobre todo el fuera de campo, contribuyen fuertemente a generar la sensación de que estás cien por cien inmerso en la historia. Claro que la cinta tiene puntos flojos: la monja/demonio desentona un poco, quizás por cierto tono grotesco de su imagen. Lo mismo sucede con las apariciones del Hombre Torcido, un extraño pseudo Babadook Timburtoniano que no termina de encajar en el código general de la propuesta. VEREDICTO: 9.00 - WAN WINS El Conjuro 2 se sitúa muy por encima de la oferta de cine de terror actual en la cartelera comercial: muy bien construida, atrapante de principio a fin, generando miedo y pesadillas genuinas a través de todos los elementos que el lenguaje audiovisual pone al alcance de la mano de un director. ¡Brindemos por más Conjuros y menos Martirios Satánicos!
A la hora de entrar a la sala a ver Tortugas Ninja 2, hay dos cosas que tenemos que saber: en primer lugar, que es claramente una cinta marketinera orientada no solo a cortar tickets, sino también a vender muñequitos. Y, por otro lado, no dejarnos nunca engañar respecto a la comparación con su predecesora: que la cinta dirigida por Dave Green sea mejor que la bazofia de Jonathan Liebesman no significa que sea genuinamente buena. En una trama construida muy a los ponchazos, Destructor escapa de la cárcel y, por casualidad, se encuentra en otra dimensión con Krang, quien le encarga reunir tres piezas caídas en diferentes lugares de la Tierra para abrir un portal interdimensional a través del cual ambos podrán desembarcar en nuestro planeta con el Tecnódromo y conquistarlo. La huida de Destructor da entrada a la trama a Casey Jones (Stephen Amell, el mismo de Arrow), un novato policía encargado de trasladarlo, mientras que, por otro lado, la complicidad de Baxter Stockman (Tyler Perry) termina de involucrar en el asunto tanto a Las Tortugas como a April O'Neal (Megan Fox), quienes en conjunto lo estaban investigando. Absolutamente toda la historia avanza con una especie de fórmula que es más o menos así: Diálogo informativo sin sustento sobre lo que van a hacer - Acción desenfrenada y vértigo donde no se entiende una goma qué pasa - Diálogo explicativo sobre si se consiguió o no el objetivo y cuál será el próximo paso a seguir. Y así, en una duración quizás excesiva para lo poco que se está contando, con personajes sin motivaciones claras, prácticamente caricaturescos, transcurre la totalidad de la película. Eso sí: si entrás en esa dinámica, sin exigencias, no te aburrís nunca. Tortugas Ninja 2 tiene, de todos modos, varios aciertos respecto a su predecesora, como el aspecto físico de Destructor (más fiel a su diseño original) y la introducción de los nuevos personajes, que suman muchísimo: Bebop y Rocoso (que, a pesar de partir de un polémico origen, se roban la película), un monumental y temible Krang, y un Casey Jones que afortunadamente no es Amell "siendo Oliver Queen", sino un personaje mucho más liviano y juvenil que no desentona con el resto. La secuela también corrige sobre quién se sitúa el eje de acción: ya no es la película de April, sino que las que llevan la acción adelante realmente son las Tortugas, quienes, a pesar de mantener ese nuevo aspecto espantoso, muestran un costado (más) humano con debates sobre su identidad y su hermandad, comenzando así a esbozar algo de profundidad sobre los personajes. Profundidad que no prospera, claro, ¡pero algo es algo! Y está muy bien utilizado en el global de la trama el personaje de Vernon Fenwick, quien de hecho protagoniza la escena más graciosa de la película. Toda la liviandad que presenta la trama, como el uso del humor, hacen parecer a la película como una propuesta completamente estúpida si vas al cine esperando ver El Padrino. Pero si sos consciente que te vas a enfrentar no solo a una propuesta pochoclera, sino a una película para niños, podés llegar a pasar un buen rato. VEREDICTO: 6.00 - ¡BIEN IGUAL! La primera entrega había dejado la vara súper baja respecto a lo que podíamos ver de Las Tortugas Ninja en el cine, y supusimos que cualquier continuación podría ser peor. No obstante, Dave Green logra darle un aire fresco a esta secuela, infantil, tonta e innecesaria, pero completamente amena y entretenida.
Lewis Carroll era un tipo con una enorme imaginación y una capacidad reflexiva inagotable, capaz de hablar de algo pero estar diciendo otra cosa con una elegancia tan grande que atrajo hacia su obra la curiosidad de muchísimos estudiosos de las letras. Disney tiene una deuda enorme, pero enorme así de grande con él: ninguna de las adaptaciones hechas de sus novelas clásicas le hacen justicia. Y, como era obvio, Alicia a Través del Espejo también se queda corta. Muy, muy corta. Si bien ya la primera adaptación live-action del 2010, dirigida por el ahora productor Tim Burton, se escapaba de la trama original, fusionándola con la segunda novela de Carroll, principalmente porque uno de los ejes es el regreso de Alicia (interpretada por Mia Wasikowska) a Wonderland, cosa que sucede en el segundo libro, en esta secuela las libertades que se toman respecto a tramas y personajes son mucho más grandes, tan grandes que prácticamente podemos afirmar que lo que se toma de la novela es solamente el nombre. Y esto no sería un problema en absoluto si la nueva historia funcionara. Pero, ¿saben qué? Nop, no funciona. A grandes rasgos, al comienzo de la cinta Alicia regresa a casa luego de un viaje como capitana del barco heredado de su padre y descubre que su madre lo ha perdido todo a manos de Lord Hamish (Leo Bill), a quien rechazó en la primera entrega. Sin tomar una postura definida al respecto, la joven simplemente huye nuevamente al Inframundo siguiendo a Absolem a través de un espejo. Y es ahí donde se ve envuelta en aventuras que no tienen nada que ver con la partida de ajedrez llena de juegos de palabras propuesta en la novela. Por su parte, El Sombrerero (el falsamente versátil Johnny Depp) está agonizando y extrañando a su familia, que supuestamente ha muerto, pero convence a Alicia que no es así y logra conseguir su ayuda. A partir de ese momento, la trama principal gira en torno al viaje en el tiempo que hará Alicia utilizando la Cronósfera (el Delorean de esta peli, robada a El Tiempo, interpretado por Sacha Baron Cohen) para dar con el paradero de estos personajes y cambiar hechos que permitan que en el presente la familia esté reunida y el Sombrerero saludable. Lejos de proponer algo nuevo, todo el tema del viaje temporal cae en varios clichés espantosos: en primer lugar, las diferentes consecuencias que tiene modificar las cosas en el pasado (el viejo y conocido "Si arreglo acá, se me rompe allá, allá y allá, así que voy a volver a arreglar eso otro a riesgo de romper tres cosas más"). Luego, la historia de la enemistad entre la Reina Roja (una apagadísima Helena Bonham Carter) y la Reina Blanca (que creo que es el papel que mejor le queda a Anne Hathaway): hermanas enfrentadas por una pavada, en medio de un tono melodramático muy María la del Barrio. Y por último, un esbozo de línea humorística a través de recurrentes y trillados juegos de palabras respecto al personaje del Tiempo ("¿Estamos a tiempo de merendar?", "Llegué justo a tiempo" y frases similares), que lo único que te generan son ganas de viajar al pasado y no haber entrado nunca a la sala a verla. Ademas de la simplificación total de la trama, el vaciamiento de contenido original y la incorporación de nuevos personajes, existe cierto abuso a la hora de construir el verosímil de la historia. Es como un enorme desgano que dice: las reglas en el Inframundo son tan absurdas y tan maravillosas que cualquier cosa que hagamos va a quedar bien. Y claro, si no hay hilo conductor firme, cualquier cosa que sumes, por más que puedas salirte de las reglas de la física y la biología, se vuelve un accesorio decorativo sobre una estructura inexistente. Lo mejor de la película es el universo visual que logra construirse (hagamos de cuenta que el CGI no nos abruma en lo absoluto, de hecho, con el paso del tiempo lo vamos asimilando cada vez más), lo mismo todo lo relativo a vestuario, maquillaje y peinado, y la siempre impecable banda sonora de Danny Elfman generando climas que desde el montaje no se conseguirían ni en años luz. VEREDICTO: 4.00 - ¡DEVUÉLVANME EL DINERO! Alicia en el PaÍs de las Maravillas había tenido una serie de deficiencias que A Través del Espejo, en vez de corregir, profundiza, otorgando un resultado más vacío, más estúpido y más aburrido. Para mirar cositas de colores me clavo una pepa y agarro un caleidoscopio; el cine es otra cosa.
La segunda trilogía de X-Men prometía, desde la raíz de los episodios elegidos para ser adaptados a la pantalla, pasar a la historia. En conjunto, First Class, Days of Future Past y Apocalypse son momentos claves y fundamentales en la historia de los mutantes, y, además, están llenos de temáticas que lejos de pasar de moda, son cada vez más actuales: las minorías, el sentimiento de pertenencia, la búsqueda de la propia identidad e incluso, la posibilidad de cambiar la historia. En este contexto, Apocalypse la iba a romper. Y medio que lo único que te rompe es el corazón. Supongamos que se nos vayan a escapar algunos SPOLERS, asi que jovencitos, estais advertidos, peligro de SPOILERS de aquí hacia abajo. Arranquemos por lo malo así hacemos una especie de catarsis inicial y luego podemos concentrarnos en lo mejor de la película. El villano. Amamos a Oscar Isaac, muy fuerte lo amamos, pero Apocalipsis está completamente desperdiciado. No transmite miedo en ningún momento, nunca pensás que va a ganar, nunca pensás que la humanidad está en peligro. Por muchos motivos, eh: porque ya sabes que los X-Men van a derrotarlo (aunque pasaba lo mismo en Days of Future Past -DOFP- y sin embargo estabas con el culo en la mano toda la película), porque el personaje nunca termina de verse siniestro o intimidante, ya sea por su caracterización, por su inacción (es como lo único que va a hacer es juntar a sus jinetes, transportar su consciencia al cuerpo de Xavier y ya) o por el humor. Hay una tendencia últimamente a poner chistes prácticamente a lo largo de toda la película, en la mayoría de las situaciones, algo que solía estar reservado a uno o dos personajes: entonces, entiendo que con con esta flexibilidad, esta búsqueda de ser amistosos, el villano no es temido ni respetado nunca. Por ejemplo, cuando recluta a Magneto, lo que hace con los obreros de la fábrica da muestra de un poder y de una crueldad enormes, pero no, démosle un tono cómico a la escena. (y ojo que yo soy lo más comediafriendly del mundo, eh, pero cuando no va el chiste, no va) Quicksilver. Lo amamos, eh. Mucho. Más que a Oscar Isaac. Pero, hay un exceso en su escena que la vuelve larga e incluso aburrida. La de DOFP tenía cierto contrapunto entre la música y la acción, y lo inesperado claro, porque fue la primera. Pero acá lamentablemente no funciona de la misma manera: el que mucho abarca poco aprieta y la escena queda a años luz de su predecesora, volviéndose larga, redundante y aburrida. Wolverine. Basta de poner compulsivamente apariciones de Hugh Jackman antes que envejezca (que de hecho ya lo hizo). Si me decís que Weapon X tiene algún peso en la trama, justifico y banco su cameo. Pero no, claro que no. Bueno, entonces, si aparece porque si ponele al menos una buena escena de acción, es Wolverine, dale. No, ni eso. Sale por los pasillos matando gente con menos onda que Juanita Viale en la publicidad de depilación que te pasan en medio de los trailers. Y listo, basta de despotricar contra lo malo, curemos nuestro corazón y pasemos a lo bueno. Lo que sigue pasando con la saga de X-Men, es que la minoría que representan sigue trinfando no por sus poderes mutantes, sino por su costado humano. La panquequeada de Magneto y Tormenta en el climax da fe de ello: se dan cuenta en qué bando tienen que estar, toman conciencia que el proyecto de Xavier es el más noble siempre, y desde ese apoyo racional y completamente humano la trama empieza a resolverse. A lo que se suman otros condimentos propios de los hombres: el apoyo, el compañerismo, el sacrificio. Los hombres X siempre triunfan no necesariamente porque son más poderosos, lo hacen porque son más humanos. Y eso trasladado a cualquier minoría en una lucha por subsistencia social, por así decirlo, es un mensaje altamente esperanzador. A pesar de ser la tercera de esta nueva saga, al introducir tantos personajes por primera vez (en el sentido de origins, porque si bien por ejemplo Ciclope y Tormenta están en la primera saga, aquí se muestran en su juventud) se tiene que tomar un buen tiempo inicial para presentarlos. Tanto el reclutamiento por parte de Apocalipsis como la presentación de los personajes que se sumarán por motus propio a la troupe de Xavier es de lo mejor de la película: se pautan de manera clara los escenarios y las circunstancias desde donde parte cada uno y cómo van interactuando entre ellos. ¿Se podría decir que Bryan Singer es un gran presentador de personajes? Si, se puede, porque definitivamente lo es. Lo que te pueden aburrir los primeros tres cuartos de la película, se transforman en emoción pura en el climax, en el enfrentamiento con Apocalipsis, cuando el villano deja de jugar a la burocracia delegando el terror y se vuelve mano ejecutora de la destrucción él mismo. Y que la batalla transcurra tanto en el mundo real como contra Xavier en su mente es la mejor resolución que la película podría tener: todos contra el malo. Aunque ya lo hayamos visto, esté trillado o sea predecible, no dejamos de disfrutar de los hombres X actuando como equipo. Jeniffer Lawrence ya me tiene podrida, ¿dónde quedó lo de mutant and proud? Por favor quedate azul toda la pelicula aunque tengas que estar ocho horas maquillándote antes. Fuera de ella, el cast es excelente. Fassbender y McAvoy tienen una química impresionante, Alexandra Shipp como la Tormenta punk de los 80 la rompe, pero la rompe mal, Tye Sheridan tiene la suficiente dosis de bananez y cara de nabo como para interpretar a un Ciclope impecable. Y Sophie Turner supo ponerse en la piel de una Jean Grey temerosa de si misma, super humana. Peter Evans como siempre, salvo por su escena extra large le da un aire de frescura y alegría a la cinta que siempre suma (aunque insisto, si el resto de los personajes fueran un poco más serios creo que en conjunto funcionaría mejor). La escena post créditos en este caso es bastante críptica, pero así y todo despierta muchos interrogantes: Nathaniel Essex es Siniestro, uno de los telépatas más poderosos del mundo, que se ha enfrentado a los Hombres X en diferentes circunstancias. Lo que no sabemos, dada su relación con el desarrollo de las armas X, es si la escena hace referencia a Deadpool 2 (recordemos que el mutante interpretado por Ryan Reynolds tambien es un arma X), a Old Wolverine o a la rumoreada New Mutants. Vaya uno a saber, quizás incluso lo veamos en la cinta de Gambito con Channing Tatum a la cabeza (Mirá como no pierdo oportunidad de hacerte pensar en Tatum, eh. Tatum ♥ ) VEREDICTO: 7.0 - CASI APOCALÍPTICA X Men Apocalipsis es sin dudas una muy buena película, pero falla en demasiadas cuestiones como para ser considerada la mejor de la saga, sobre todo porque DOFP había dejado la vara muy alta. Filme por momentos aburrido que logra un muy buen climax pero, lamentablemente, es el que menos sentimientos te moviliza de la última trilogía.