SETH DE JUSTICIA En tiempos en que las películas de superhéroes intentan superar una época marcada por la fuerte sobrevaloración y los bajos resultados frente a las expectativas que generan, empezaron a surgir algunas propuestas que intentan darle un nuevo impulso al género. Así vimos a un Wolverine, en X-MEN ORIGINS: WOLVERINE (2009), con una fuerza mayor por lo que representaba el spin off de este personaje que por la calidad en si de la película; seguimos las historias de Tony Stark en IRON MAN 2 (2010), quién dio un salto de calidad en relación a su predecesora y nos deleitamos (via Internet o en otras provincias -malditos cines tucumanos-) con la locura cinematográfica de KICK-ASS (2010). Siguiendo esta línea ascendente, Michel Gondry (ETERNO RESPLANDOR DE UNA MENTE SIN RECUERDOS, REBOBINADOS) toma al héroe de los años 60 “El Avispón Verde” y lo reinventa en los tiempos contemporáneos en un film que desborda locura, datos nerd y ambición (a veces desmesurada), logrando un resultado que bien vale el precio de la entrada. Cabe destacar que esta película no es un remake, ni una parodia, ni una continuación de la serie televisiva en la que brillaba Bruce Lee. Se trata, sin más ni menos, de una reinvención. Mucho se habló a raíz de esto; el vacío que deja el mítico Lee en el papel de Kato, lo difícil que resulta ver a Seth Rogen (LIGERAMENTE EMBARAZADA) en el papel de Britt Reids/El Avispón Verde, la comparación inevitable de esta versión del héroe con las anteriores existentes. Pero como yo soy de la generación que veía a estos héroes (tómese al Fantasma como otro ejemplo) como flojitos frente a anti-héroes mas salvajes como los presentados por Marvel y del grupo de jóvenes que ponían las manos en el fuego diciendo que el Megazord de los Power Ranger se lo comía crudo a Robotech, no puedo caer en esta comparación. Quizás no sea buena esta posición, pero yo me veo obligado a ver al Avispón como un héroe desconocido reeditado y, por tanto, presentado por primera vez ante mis ojos. Y desde esta perspectiva el personaje encarnado por Rogen no decepcionó. Apenas iniciada la película asistimos a la presentación de Britt Reid, un joven acaudalado, hijo del director de un conocido diario de la ciudad. En esta secuencia de presentación veremos al personaje de Rogen en su faceta más salvaje, inmadura e irresponsable (cualquier parecido con otros personajes encarnados por el ex gordito es pura coincidencia); conoceremos fugazmente a Chudnofsky, el villano genialmente encarnado por Cristoph Waltz (BASTARDOS SIN GLORIA), y su obsesión por el control de la ciudad y seremos testigos de la muerte del padre de Reid, con el consiguiente cambio de mentalidad del protagonista. Todo esto en unos pocos minutos. Es evidente que desde la escritura del guión se buscó sentar velozmente las bases para la génesis y el desarrollo del alter ego de Reid, pero queda la sensación de que todo sucede demasiado rápido. Este inicio a toda máquina termina recargando de información que debe ser digerida velozmente para dar paso a la segunda parte, el nacimiento del Avispón Verde. A partir de aquí toda la historia se irá escalonando en pos del espectacular enfrentamiento final el cual, si bien muestra un despliegue tecnológico y de FX impresionante, deja un sabor agridulce difícil de explicar. Si bien mínima, queda la sensación de que algún condimento falta. En suma la historia posee una narración muy bien estructurada, logrando un ritmo constante (luego del aceleradísimo inicio) que atrapa al espectador hasta el final. La presentación de los personajes que respaldan a Rogen en el reparto está muy bien dosificada; así de a poco conocemos a Kato y nos adentramos en su historia y su relación con la familia Reid, así como nos introducimos en la situación de Chudnofsky, quién se siente mortificado por el avance de los años y la pérdida de su poder de intimidación. Caso aparte es el de Lenore Case (Cameron Díaz) quién nunca termina de asentarse como parte importante de la película, si bien el guión mismo le quita protagonismo relegándola al papel de mero objeto de disputa entre Britt Reid y Kato. Si bien, como se dijo antes, Reid guarda cierto parecido con antiguos personajes de Seth Rogen, éste logra un gran trabajo en la construcción del protagonista del film. Resaltado esto a partir de un buen equilibrio entre el Avispón Verde y su alter ego (¿o viceversa?), una gran labor en relación a la amistad (tema recurrente en los guiones de Rogen) con Kato y una buena evolución de Reid en cuanto el género lo pide. La línea evolutiva “personaje con algún defecto a superar- personaje redimido de su anterior condición” se da a la perfección a lo largo de la película somatizada por el hecho de que el personaje en cuestión, a diferencia de otros héroes, mantiene siempre una línea de humor irónico que aliviana la película alternando los momentos dramáticos con otros, francamente, hilarantes. Visto de este modo parece un papel hecho a la medida de Rogen. Secundando, Jay Chou logra que el personaje de Kato no quede detrás del Avispón prácticamente en ninguna parte del film. Dueño absoluto de las escenas de acción (algunas con efectos realmente interesantes), hace olvidar durante el visionado la absurda pregunta de si estaría a la altura de Bruce Lee para el papel. Finalmente, el oscarizado Waltz logra a un extraño, poco intimidante y genial villano del que quizás se podría haber sacado mayor provecho. Técnicamente la película no se muestra novedosa, poseedora de una narración lineal y clásica y de recursos técnicos usados con maestría pero sin lograr más que un correcto resultado visual. Este dato resulta desconcertante al saber que en la dirección se ubicaba Michel Gondry, dueño de una mirada bastante particular y personal sobre el modo de hacer cine. Como apuntaron algunos críticos, apenas en un plano de división de pantallas se ve la mano del director. En suma, EL AVISPÓN VERDE se muestra como una opción más que buena para amenizar una cartelera que venía realmente alicaída (al menos en Tucumán). Y funciona de maravillas para continuar el camino de reedición de las películas de superhéroes, alivianándolas, realzando la acción y dándoles, al mismo tiempo, un toque de humor necesario, sin caer en el burdo intento de película logrado en SPIDER MAN 3 (2007).
¿QUÉ ESPERABAS? ¿CABEZAS GIRANDO Y SOPA DE ARVEJAS? ¿Cuanta expectativa puede generar en estos días una película sobre exorcismos? Es una época en la que el sub-género de los poseídos viene en franco decaimiento, marcado por la perdida de la sorpresa y el terror que infundía la presencia demoníaca en épocas pasadas. Muestra de esto son películas francamente malas como El EXORCISMO DE EMILY ROSE (2005) o EL ÚLTIMO EXORCISMO (2010), sin hablar de la impresentable precuela que intentaron hacer de EL EXORCISTA (1973), que mal o bien terminaron siendo nuevas versiones de la película iniciática de los ’70. Ninguna aportó nada nuevo a lo ya conocido ni elementos que merecieran alguna distinción por sobre la obra de William Friedkin. Llegados a este punto EL RITO (¡Por fin un nombre traducido textual!) presentaba como novedad y potencial punto alto la presencia de un nombre de jerarquía, algo que brilla por su ausencia en las anteriores producciones sobre el tema. El nombre y la figura de Anthony Hopkins no pasaron nunca desapercibidos en la promoción previa al estreno de la película. Llegados a este punto la pregunta sería: ¿Logra Hopkins revertir esta tendencia con las películas de posesión satánica? La respuesta es simple: (repique de tambores) rotundamente no. Siendo totalmente objetivos la película no presenta errores en su realización, utiliza los elementos técnicos del cine a la perfección y dosifica muy fluidamente su narración intercalando los sucesos en el presente que vive el joven aspirante a cura Michael Kovak (encarnado por un austero Colin O'Donoghue) con flashbacks de su infancia, con los que de a poco nos internalizamos en su historia y sus sentimientos. El director Mikaël Hafstrom logra así un relato entretenido que no aburre y mantiene al espectador expectante a la resolución de la historia (un tanto predecible pero no por eso menos complaciente). ¿Dónde falla entonces la película? A mi entender los puntos bajos se apoyan en dos situaciones fundamentales. En primer lugar las actuaciones del reparto en oposición a Hopkins. Hay que decir que el otrora Hannibal Lecter logra una personificación excelente, llevando sobre si una gran parte de la carga emotiva de la película. El padre Lucas se muestra como un personaje ambiguo, con una cuota de oscuridad y un tanto impredecible; un personaje hecho a la medida de Hopkins. Lamentablemente el resto del reparto no logra ponerse a su altura quedando en evidencia esta abismal diferencia en las (muchas) escenas que comparten el padre Lucas y Michael. Aquí O'Donoghue resalta por su inexpresividad que, si bien puede que sea impartida desde el guión, queda demasiado en evidencia frente a la gran fuerza expresiva de la interpretación de Hopkins. Finalmente el rol de protagonista de la película cambia de personaje quedando Michael relegado a acompañar la evolución del padre Lucas. De más está decir que el resto del elenco (encabezada por Alice Braga) cumple con actuaciones decididamente malas. Factor que juega muy en contra al film, sobre todo con Angeline (Braga) quién participa de las escenas del clímax con una interpretación tan pobre que asusta. El segundo punto (infinitamente más subjetivo) es el hecho de que ésta película no puede (o no quiere) despegarse del bagaje cultural que históricamente poseen las películas de posesiones y exorcismos. Ya desde EL EXORCISTA en 1973 (e incluso con antecesoras) esta nueva rama del terror tenía un fuerte contenido conservador religioso inmerso. Películas donde la ciencia fallaba y el poder de Dios terminaba por solucionar los problemas. Esto traído a nuestros días resulta en una película que termina por molestar a cierta parte del público por su contenido deliberadamente evangelizante. Finalmente, y esto ya es personal, EL RITO peca de pretenciosa al querer marcar una época y despegarse de sus antecesoras. El título de esta crítica es un diálogo de Hopkins en clara alusión a EL EXORCISTA. Claro que minutos después tenemos las cabezas y los cuerpos retorciéndose (¡Infaltable!) y demás elementos que hermana a la película con sus antecesoras. Sin contar con detalles decididamente copiados a la película de Friedkin (¿una joven levantándose la pollera y gritando “¡Viólame!”? ¡¡Vaaaamoooooooooos!!) incluyendo una banda sonora que recuerda al clásico Tubular Bells de EL EXORCISTA. En suma EL RITO es otra película dramática (terror evidentemente no es) sobre un cura que pierde la fe (¿cliché? Naaaah) y la recupera mediante un evento que le acomoda las ideas. Mensaje final: el Diablo existe, pero menos mal que está Dios para sacarnos las papas del fuego.
LA QUE TE PARIÓ Mucho leí acerca de esta película, y mucho me sorprende que en la mayoría de los portales se ocupen más de compararla con otras que en realizar una crítica puntual. Si bien es cierto, y no se puede omitir, el guiño (¿remake escondido?) a MEJOR SOLO QUE MAL ACOMPAÑADO (PLANES, TRAINS & AUTOMOBILES, 1987) de John Hughes, la repetición de una fórmula que da buenos resultados en taquilla o el hecho de que en los créditos se repiten director (Todd Phillips) y actor protagonista (Zach Galifianakis) hay que remarcar un par de cosas: esta película no es la continuación de ¿QUÉ PASÓ AYER? (THE HANGOVER, 2009) y, si bien es políticamente incorrecta, no escapa a los cánones de la comedia standard estadounidense. Por tanto, endilgarle a Phillips el no superar a su predecesora o repetir elementos típicos de la comedia resulta irrisorio. DUE DATE (prefiero no escribir el nombre traducido porque sinceramente me da alergia) resulta una película que cumple su objetivo de entretener; que, rozando lo grotesco por momentos, posiciona al director en los puestos de vanguardia dentro de la comedia Hollywoodense. Peter (Robert Downey Jr. de IRON MAN) es un arquitecto que debe viajar a Los Ángeles para presenciar el nacimiento de su hijo. En el aeropuerto conocerá a Ethan Tremblay (Zach Galifianakis de THE HANGOVER), un intento de actor que viaja al mismo destino para intentar consagrarse en Hollywood. Luego de una discusión en el avión, ambos deberán emprender el viaje de regreso a casa en un auto alquilado, tras quedar marcados como no autorizados para volar. Desde la primera escena de esta película reconocemos que estamos ante la fórmula “dos hombres polarmente opuestos recorrerán una gran distancia juntos en la que pasarán del odio a la amistad”, incluso tenemos, en esta primera escena, un claro guiño a como será el desenlace de la historia. Con todo esto a cuestas el desarrollo no deja de ser bien llevado, al tiempo de tener momentos hilarantes alternados con picos dramáticos muy bien logrados. Lamentablemente, el final deja bastante que desear, mostrándose endeble y falto de ideas (salvo por el gran fragmento final, con un guiño especial para el público asiduo a las sit-com norteamericanas). La película se apoya tanto en las situaciones cómicas, bien escalonadas durante la evolución de la historia así como en la gran interpretación de ambos actores. Downey Jr., que sigue demostrando que está en un buen momento de su carrera, encarna perfectamente al arquitecto con aires de superioridad un tanto neurótico. Pero incluso con esta gran actuación se ve superado en varios fragmentos por un Galifianakis, quien lleva el peso mayor del film con su personaje naif, despreocupado y positivista ante todo. No obstante, los puntos altos de ambos personajes son sus contrapartes a la comedia: Peter con sus accesos de ira y Ethan oscilando entre el optimismo y la persona absolutamente derrotada y solitaria. Ambos aprueban con creces sus interpretaciones logrando estos vaivenes emocionales (casi inmediatos), generando que el viaje oscile entre momentos graciosos, violentos, escatológicos, memorables (la escena del Gran Cañón es una breve condensación de todo esto), etc. Quizás lo mas innovador del guión de esta historia resulte en el hecho de que la evolución en la relación entre los personajes funciona en un nivel distinto a la mayoría de las buddy-movies de este estilo. Si bien existe la línea de odio-amistad, no está tan arraigado el concepto de evolución como sinónimo de transformación del personaje. Y esto lo podemos notar en las últimas escenas, en las que vemos a ambos personajes con un lazo de amistad pero sin cambiar ellos mismos como personas. Peter se mantiene con aires de superioridad, con dificultad para mostrar el afecto que finalmente empieza a sentir por su compañero. En contraparte Ethan nunca pierde su aire naif de ingenuidad casi infantil. El lazo se genera, pero sin necesidad de transformar a los personajes. En oposición a esto, los puntos bajos del film se encuentran cuando el guión (y la realización) intenta ir mas allá de lo, visual e históricamente, común o normal. Ejemplo de esto es la escena en que ambos se encuentran bajo los efectos de lo que fuma Ethan visto a partir de las sensaciones de Peter; esta suerte de viaje cósmico del arquitecto resulta un bache importante en la narración. Por otro lado, oponiéndose a la buena composición de los personajes protagonistas, los secundarios quedaron demasiado relegados. Así Jamie Foxx no aporta más que un par de gags y solo da pie para una nueva situación cómica, mientras que Michelle Monaghan se convierte solo en poco más que atrezzo, apareciendo cada tanto (llamada telefónica mediante) para recordar que el viaje se realiza por un inminente parto. Ambos actores y su relación se desaprovechan totalmente, pudiendo haber aportado una subtrama mucho más fuerte. Siguiendo esta línea, Sonny (el perro que acompaña a Ethan) pasa totalmente desapercibido, salvo por la extraña costumbre que tiene; puesto al mismo nivel que la lata con las cenizas del padre del actor. Desde el plano técnico no hay mucho para decir. Como casi todo el cine Hollywoodense, la película se apoya en elementos técnicos casi trasparentes (salvo por algunas escenas con cámara en mano), usados en virtud de una narración fluida que muestre a los actores. Quizás lo más destacable sea su banda musical que, no solo acompaña el film, sino que apoya los momentos dramáticos y acentúa la evolución de la relación entre los personajes. Destacable: Ethan cantando Hey You de Pink Floyd, absolutamente alucinado. Resumiendo, DUE DATE no es una revolución humorística ni la película que marque un antes y un después en el género. Se trata de una comedia más de Todd Phillips (convenientemente ubicada para mantener las expectativas altas frente a la próxima THE HANGOVER 2), pero no por eso menos recomendable.
UN RESPIRO Hace tiempo que en el cine de las grandes industrias se ve una falta de ideas, originalidad y compromiso para con las historias a contar que raya lo obsceno. En una época aquejada por el fantasma del “ya está todo dicho” es fácil percibir como los productores de la gran industria recurren una y otra vez a ciertos tipos de películas que, sin duda, dejarán su marca en la década, películas que (cabe aclarar) varían tanto en calidad de una a la otra, como en éxito de taquilla. Así vemos, por un lado, a viejos héroes de la infancia llegando, con suerte dispar, a la gran pantalla. Películas (o intentos de) basados en dibujos animados, videojuegos, comics, novelas, cuentos, series televisivas y cuanto material susceptible de ser convertido en audiovisual se encuentre. Por otro lado, la oferta Hollywoodense nos inunda con clásicos del cine remasterizados que, a grosso modo, significaron un fracaso tras otro (sin mencionar el “daño” innecesario realizado a las películas originales). Y finalmente vemos un leve (aunque a veces deprimente) intento por resurgir; la gran maquinaria intenta ponerse nuevamente de pie apoyándose en algunos géneros imperecederos. Pero más allá de esto, no se ha dejado ver (hasta hoy) una reinvención siquiera parcial de lo que fue el cine de un par de años atrás. Incluso con todos los cambios sociales, políticos, económicos, ambientales, etc. que ha experimentado la humanidad no se ha logrado una renovación en las historias. Y es en este punto donde ENTERRADO (BURIED, 2010) imprime su diferencia. Cambia el contexto mundial, cambian los líderes políticos, las ideologías del mundo, cambian los conflictos y los escenarios bélicos. Donde antes fue Vietnam ahora es Irak. Y es justamente aquí donde encontramos a Paul Conroy (Ryan Reynolds) enterrado vivo. Desde hace tiempo se hace necesario un aliciente al cine calidad B (o C) que nos intenta vender a un Estados Unidos víctima que se defiende ante un ataque artero; una tras otra las películas que toman a Irak como punto de partida intentan defender un concepto tan imperialista como irrisorio, la idea de “buenos” y “malos” en un conflicto bélico. BURIED se muestra como una bocanada de aire fresco ante los decepcionantes estrenos que se suceden retratando de un modo u otro el avance armado Norteamericano en Oriente. Interesante paradoja que la bocanada provenga de un film ampliamente dominado por planos cortos y sofocantes, de un escenario que se reduce a un cajón, de un Ryan Reynolds que se reduce a la porción de cuerpo que entre en cuadro. Frente a lo que uno podría esperarse nos encontramos ante una película que hace honor a los preceptos básicos del cine, y es ahí donde radica el hecho de que funcione tan bien durante noventa minutos con tan poco para mostrar en la pantalla. BURIED posee un guión tan bueno como original estructurado con maestría en lo que dura el film, en el cual la información se va desgajando de a poco, dejando que el espectador se anteceda de a ratos a la acción y participe activamente de la película. Si conjugamos esto con una excelente fotografía, unas banda sonora y uso de cámara que generan en el espectador un efecto de sofocamiento tanto o más grande que la película en sí (es de destacar el uso de planos en los que es más lo que se adivina que lo que vemos) y un montaje arraigado en el videoclip que no da respiro ni tregua, estamos sin duda ante una gran película. Paul Conroy es un chofer de camiones dependiente de una empresa estadounidense que durante un ataque de insurgentes iraquíes es tomado como rehén. Durante el ataque Conroy se desmaya, producto de un golpe en su cabeza, y al despertarse se encuentra amordazado y enterrado vivo, con lo cual deberá emprender una carrera contra el tiempo para conseguir el rescate que piden sus captores para liberarlo antes de un plazo máximo de tiempo. El toque inesperado de esta historia recae en que no se caen en salidas fáciles (como flashbacks, imágenes de los captores, etc.) frente al planteo de la película. En ningún momento la cámara abandona el cajón en donde Conroy se debate por su vida. Frente a esto, se resuelve con maestría la dosificación de la información con el uso de un teléfono celular (verdadero co-protagonista de Reynolds) a través del cual conocemos a una amplia gama de personajes tales como, su secuestrador, agentes del FBI, sus superiores en la empresa, etc. Las charlas que mantendrá Conroy con cada uno de ellos irán llevando a la película hacia su resolución (para aplaudir de pie: la charla que mantiene con el Gerente de Personal de la empresa a la que pertenece). A partir de esto esta película hará una fuerte crítica a los modos burocráticos de los altos mandos estadounidenses para con sus ciudadanos. Gobierno, autoridades, empresas, ejército, etc. caerán en la misma bolsa, mostrarán una misma cara y darán un mismo mensaje: el ciudadano es prescindible frente a la causa de Estados Unidos en Irak; simples peones que pueden ser sacrificados en pos de mantener una imagen y sostener una posición política. Finalmente, cabe destacar la enorme tarea de Ryan Reynolds que mantiene una gran relación de retroalimentación con los medios técnicos de la película que permite que todo se mantenga en un equilibrio constante. Sus altibajos emocionales (punto alto del guión que nos libera por pocos segundos para introducirnos desde la calma momentánea a nuevas situaciones, cada cual más tensionante que la anterior) son muy bien apoyados con los juegos de cámara y montaje y con una banda sonora que llevan los picos de tensión a niveles insospechados (punto para Rodrigo Cortés, director). Amén de esto, la actuación de Reynolds se ubica entre las mejores de su carrera por una cuestión lógica, sostiene a la película con la expresividad de su rostro y cuerpo y con las charlas que mantiene a través del celular. No hace falta un interlocutor visible ni salir del cajón, sólo con Conroy en escena y alguien del otro lado del teléfono basta para construir una película que, con todo lo claustrofóbica y tensionante que resulta, funciona de un modo extraordinariamente liberador para el espectador.