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Es grato encontrarnos en la cartelera nacional con películas como “Palabras robadas”, a pesar de que lleguen con cierto retraso con respecto a su estreno original. El escritor Rory Jansen (Bradley Cooper) se convirtió en un best seller con la publicación de su primera novela, una historia de amor que atraviesa los peores dramas de una época plagada por los desastres sociales de la Segunda Guerra Mundial. Ese “pequeño librito”, como él mismo lo llama, no estaba predestinado a transformarse en semejante suceso, sin embargo ese es uno de los grandes misterios del mundillo editorial. Nunca se sabe lo que los lectores están ansiosos por encontrar. En pleno apogeo de su carrera como autor, Rory es contactado por un anciano (Jeremy Irons) quien dice conocer el gran secreto que esconde este novel escritor: el libro que le dio fama y fortuna es un plagio de un texto que él mismo escribió décadas atrás en París. A su vez, la historia del anciano, dentro de la historia de Rory forma parte de la historia que está narrando en una convención el famosísimo escritor Clay Hammond (Dennis Quaid), quien cuestionado por una estudiante de literatura (Olivia Wilde) irá revelando cuánto de todo lo que se nos cuenta es verdad y cuánto pura ficción. Estructurada en varias capas narrativas, a modo de historia dentro de la historia, es muy interesante el modo en que se ha decidido tratar el tema del plagio literario, a priori un tema poco cinematográfico. Es todo tan magnético y atrapante en este relato que uno desea descubrir la verdad tanto como los personajes. Desde Irons y Cooper, hasta Ben Barnes y Quaid, todos los actores cumplen a la perfección su rol dentro de este andamiaje complejo, de relato solapado y colectivo, que requiere de un espectador activo y predispuesto a comprometerse con lo que se nos está contando.
Stoker es de esas propuestas inesperadas, sorprendentes y difíciles de clasificar que de vez en cuanto tenemos la sorpresa de disfrutar en nuestros cines. Este primer thriller en inglés rodado por el director coreano Park Chan-Wook (el mismo de “OldBoy”) tiene tantos logros estéticos y narrativos que merece ser disfrutado en pantalla grande y no en la comodidad del sillón hogareño. Con una estética deliciosa, un bello trabajo de fotografía e inquietantes actuaciones por parte del trío protagónico (Mia Wasikowska, Matthew Goode y Nicole Kidman), Lazos Perversos incomoda, atrae y cautiva. En día de su cumpleaños dieciocho, India Stoker pierde a su padre en un accidente automovilístico. Inexpresiva, retraída, poco comunicativa y para nada afectiva, India y su frívola madre Evie reciben en el funeral al tío Charlie, hermano del difunto jefe de familia. Tanto o más excéntrico que sus parientes, Charlie esconde un terrible secreto que se irá develando con el correr de la historia. No todos reaccionarán a la verdad del modo en que una persona aparentemente convencional lo haría, pues claro, los Stoker no son la típica familia normal.
George Dryer era uno de los mejores jugadores de fútbol del mundo allá lejos y hace tiempo, en 1996. Sus mayores logros y sus mejores partidos son compilados al inicio de la película, que retoma su historia a los 36 años, ya retirado, endeudado y con serios problemas para mantener el estilo de vida al que estaba acostumbrado. Esto se suma a los inconvenientes con su ex-mujer, sus intentos por continuar siendo un padre presente para su hijo y las ofertas laborales que escasean. Es tras una de esas discusiones con su otrora esposa que decide hacerse cargo del equipo de fútbol infantil de su hijo y transmitir a los chicos el amor que él continúa sintiendo por el deporte que le brindó una carrera. De allí en más, la película entra en un declive absoluto en donde Gerard Butler se trasforma en el objeto sexual de deseo de cuanta madre insatisfecha lleva a su hijo a las prácticas deportivas. Incongruencias y ridiculeces varias, situaciones imposibles propias de un cine carente de ingenio. La frivolidad es la cualidad predominante en este grupo de padres (olvidables trabajos de Catherine Zeta-Jones, Uma Thurman, Dennis Quaid) que parecen más fanáticos y preocupados por el equipo infantil que sus propios hijos.
This is 40 decepciona en más de un aspecto, por eso es mejor recuperarse del mal trago repasando alguna de las primeras películas de Judd Apatow. En este cuarto film del director de “Virgen a los 40” asistimos a una secuela indirecta de la exitosa “Ligeramente embarazada”, pero aquí todo es tan tonto y poco convincente que los personajes parecen una parodia de si mismos. No son atractivos, empáticos o con posibilidades de ser plausibles en el mundo real. Que los realizadores se tomen 137 minutos para tanta vacuidad potencia aún más las flaquezas de este deslucido guión. Luego de años de matrimonio, Pete (un desaprovechado y apagado Paul Rudd) y su mujer Debbie (Leslie Mann) intentan mantener la normalidad de una familia que cambia, con hijas que crecen y están a un paso de la adolescencia. El mundo laboral también está complicado y es un desafío mantener a flote el sello discográfico que genera la mayor porción de ingresos al hogar. Un nuevo embarazo, inesperado, complica aún más la tirante relación de esta pareja que está a un paso de arribar a las cuatro décadas. Judd Apatow cometió el grave error en el que caen aquellos que creen tener su lugar asegurado dentro de la industria: incluir a toda su familia en el reparto, dándoles un lugar más importante del que muchos de ellos merecen. Sus hijas, con escaso talento para la comedia, se suman a su esposa, Leslie Mann, una buena co-protagonista siempre y cuando comparta escenas con un verdadero humorista. Cuando todo el peso de la comicidad, y de los innecesarios reveses dramáticos, recae sobre ella, tenemos algunos de los momentos más flojos de toda la película.