Nicolas Cage en su regreso a Nueva Orleans (en este caso pasó del lado de los uniformados al de los delincuentes con buen corazón) volvió a unirse a su director de Con Air, Simon West, para contarnos esta carrera contrarreloj –nada original el título en español- que un ex convicto debe correr en pos de salvar la vida de su hija. Will Montgomery (Cage con nuevo look capilar, y van…) es un experto ladrón que, tras cumplir la condena de ocho años en prisión por un golpe millonario que salió mal, es puesto en libertad. Tratará, por supuesto, de recuperar el amor de su hija Allison pero la joven será secuestrada por uno de sus otrora compinches, Vincent (Josh Lucas), quien exige su parte en los diez millones de dólares del fallido robo. Ayudado por Riley (Malin Akerman), otra de sus ex compañeras de delitos, Will tiene menos de diez horas para rescatar a su primogénita de las garras de un desquiciado delincuente. La carrera de Cage ha conocido épocas mejores, es cierto, pero aquí su trabajo no es lo peor de todo. Josh Lucas compone a una caricatura de lo que debiera ser un cómplice rencoroso, llevado a tal extremo que hasta parece una ridiculización del género. Poco es lo que puede aportar la música compuesta por Mark Isham, la cual desentona con el espíritu del film y atrasa veinte años en su concepto. La banda de sonido se asemeja a la de algún programa detectivesco de TV de la década del ochenta. Es un presuntuoso trabajo que funcionaría en una parodia clase B, pero no en una película que intenta tomarse en serio. Asimismo, el guión no rebalsa de nuevos lugares. Hace creer que robar un banco y desvalijar su caja fuerte es de las tareas cotidianas más sencillas de realizar por cualquiera de nosotros. Además, está muy poco logrado el vínculo entre Will y su hija, una interpretación flojísima a cargo de Sami Gayle.
Semanas atrás dábamos cuenta, a propósito de la segunda parte de Silent Hill, de la innecesaria creación de secuelas en la industria del cine contemporáneo. En este caso en particular, el de las figuras de acción creadas por la compañía juguetera Hasbro, no requería demasiado esfuerzo superar una patética primera transposición de los juguetes a la pantalla grande. Puntualmente, GI Joe: El Contraataque es más bien un relanzamiento de la franquicia que una mera continuación de aquel desastroso debut. Borrón y cuenta nueva (que incluye eliminación completa de elenco, con excepción de una breve participación de Channing Tatum) ahora el malísimo villano Cobra está de regreso con la complicidad del gobierno norteamericano, que ha decidido eliminar a la fuerza especial conformada por los Joes. Los únicos sobrevivientes de la matanza, con el fornido Dwayne "The Rock" Johnson a la cabeza, deciden solicitar ayuda al Joe original (Bruce Willis) para salvar al mundo de una guerra nuclear. Si buscan acción, explosiones, edición vertiginosa, personajes de manual básico de escritura de guión, actores con escaso talento interpretativo, esta será la opción perfecta en este finde súper, mega, extra largo. Para ser justos, la secuencia del enfrentamiento de los ninjas en la ladera de la montaña es de las mejores escenas de lucha coreografiada en lo que va del año.
Los cuentos infantiles van encontrando sus versiones aggiornadas para ser disfrutadas ya sea por la familia entera o por el público adulto. En esta sintonía el cuento de Jack y las habichuelas mágicas se transformó, majo la mano de Bryan Singer, en una aventura en donde un campesino debe enfrentar a las temibles y enormes criaturas que sólo creía mitológicas en orden de poder salvar su poblado y recuperar con vida a la princesa, de quien se enamoró perdidamente. Con kilométricas enredaderas haciendo las veces de puentes entre la Tierra y el hábitat de los gigantes, el mito se transformará en realidad y ahora ellos, indefensos y pequeños humanos, tendrán la chance de convertirse en leyenda. Con un reparto encabezado por el cada vez más solicitado Nicholas Hoult (Mi novio es un zombie), Ewan McGregor, Eleanor Tomlinson, Ian McShane y Stanley Tucci, la película combina el motion capture y brinda a los maximizados enemigos de turno los gestos y voz de Bill Nighy, entre otros reconocidos actores ingleses. Es interesante ver el énfasis que los grandes estudios ponen en reversionar cuentos clásicos (Blancanieves y el Cazador, Hansel y Gretel: Cazadores de brujas) pero los resultados son dispares. En este caso, si bien desde la factura técnica ha sido cuidado cada uno de los detalles, lo cierto es que la historia se vuelve cada vez más previsible con el correr del guión, un tanto reiterativo a decir verdad. Los últimos segundos nos entregan un curioso giro para demostrarnos que el pasado no está tan lejos de nuestra realidad actual.
El concepto de parodia está un poco ajado, manoseado y vapuleado en la meca del cine. Algunos productores, guionistas y realizadores de poca monta creen que acumular clichés y lugares comunes es ser “creativos”, pero la mordacidad y la verdadera crítica quedan rezagadas, sólo tenemos escenas de escaso valor creativo, burdas, incluso chabacanas que con suerte podrían llegar a rellenar un programa de la trasnoche en algún perdido canal de cable. O ni siquiera eso. Marlon Wayans (una de las en-algún-momento-creativas mentes detrás de la saga Scary Movie) encarna a Malcom, un hombre que decide que su novia se mude a su casa sin saber que ella llegará con una maldición demoníaca entre sus maletas. Desde allí, y todo registrado por el circuito de cámaras de seguridad de la casa, podrán descubrir qué es lo que sucede por las noches mientras ellos duermen. Que sólo haya flatulencias, violaciones fantasmagóricas, drogones y la misma galería de personajes insufribles de siempre, no ayuda demasiado.
La cinta de Carlos Jaureguialzo tiene un gran logro: dura exactamente lo necesario, ni un minuto más. En la era en donde todas las películas rozan las dos horas, que un fresco de la disolución de una pareja pueda contarse en menos de noventa minutos se agradece, y mucho. La película, con Cecilia Roth y Darío Grandinetti al frente del elenco, es una fotografía de un momento puntual en la vida de este matrimonio. Cuenta un día en la vida de una pareja que lleva más de veinte años de casados y se pregunta cómo se puede mantener ese amor inicial, de qué manera la convivencia, los años, el desgaste, la alta de sorpresa atetan contra ese mismo amor y cómo, tal vez, la separación es la única manera de continuar conservando un excelente recuerdo del otro. A lo largo de todo ese día, con la excelente decisión de mostrarnos la misma historia dos veces pero apreciada desde los diferentes puntos de vista, Molly y Esteban tratarán de descubrir qué es lo que los ha mantenido unidos a través de los años. Una película concisa, directa, concreta, que cuenta solamente lo que se propuso, sin discursos forzados ni echar mano de grandilocuentes muestras de un amor exagerado y cursi. Aquí todos son personas normales que sufren, aman, se alegran e intentan construir sus vidas de la mejor manera posible.
Esta nueva adaptación de la novela clásica del ruso León Tolstói marca la tercera colaboración entre el director Joe Wright y la actriz Keira Knightley, una fructífera sociedad que a dado a luz destacadas películas en la última década (Orgullo y Prejuicio; Expiación, deseo y pecado). Knightley, intérprete cada día más madura, pareciera pertenecer a esa época de suntuosos vestuarios y barrocas edificaciones. Por ello no desentona con su criatura inmersa en la alta sociedad rusa de fines del siglo XIX, esa aristócrata Anna Karenina atrapada por el amor que siente por su marido y por el Conde Vronsky, un triángulo y una infidelidad que marcarán el resto de su existencia. Joe Wright es puntilloso, detallista, consciente hasta el último detalle de cada uno de los planos, escenas y secuencias que conforman esta personalísima versión de la vida de Karenina. Coreografiado, grácil y armonioso, el filme se vuelca hacia una puesta de gran contenido teatral, potenciando el original de Tolstói con los variados recursos que el cine puede brindar. Allí aparecen, de modo destacado, el ágil guión de Tom Stoppard, la bellísima fotografía a cargo de Seamus McGarvey y la impresionante banda sonora bajo la batuta de Dario Marianelli. La Anna Karenina versión 2012 es toda una experiencia cinematográfica, única y diferenciada de tanto oferta pochoclera estandarizada que sobrepuebla la cartelera argentina. A veces el amor no acepta tantos cuestionamientos, simplemente sucede y la pasión no puede ser controlada por la razón, algo que Knightley transmite en cada uno de sus minutos en pantalla.
Con la fiebre por los vampiros en claro descenso en Hollywood, los muertos vivos son quienes vinieron a tomar la posta en este fenómeno. Y como toda moda, en algún momento ésta también pasará y será el turno de las hechiceras para la próxima temporada. Pero antes, quedémonos en el presente y prestemos atención a esta vuelta de tuerca a las historias de zombies. Desde la tele con el éxito de “The Walking Dead”, la novela best-seller “Orgullo y prejuicio y zombies” y ahora en el cine, los no muertos parecen estar por doquier. Basada en el libro Warm Bodies, y con la ridícula traducción local, Mi novio es un zombie es la historia de R (Nicholas Hoult) un zombie que como todos los de su clase vaga perdido. Sin embargo, no es uno más de ellos: tiene conflictos internos, dilemas morales, es coleccionista de objetos y se enamora de una chica que aún está con vida. Tras salvar a Julie (Teresa Palmer) de ser devorada, R descubre el amor y los humanos comienzan a notar que los zombies pueden llegar a tener un atisbo de cura en lo más profundo de su ser. A través del humor, la auto-parodia a un genero que comienza a demostrar ciertos visos de saturación, una pareja central con mucha química y verosímiles en sus roles, esta propuesta prescinde del edulcorado clima de Crepúsculo y se vuelca hacia la comicidad y la acción para contarnos los devenires amorosos de una pareja, a priori, imposible.
Para el cine norteamericano los criminales siempre son latinos, árabes, ex soviéticos o afroamericanos. Todo se reduce a eso: parece que nunca el maleante puede surgir de otros sectores de la sociedad. Con cámara subjetiva y en plan de falso documental, seguiremos a los oficiales Taylor y Zavala (Jake Gyllenhaal y Michael Peña), miembros de la policía angelina encargados de patrullar Newton, una de las divisiones más peligrosas de Los Ángeles. Sin explicar el porqué de la decisión de grabarse en el día a día laboral, y menos aún por qué los criminales hacen exactamente lo mismo, este larguísimo episodio de “Cops” (el germen de la vernácula Policías en acción) cuenta con el aval los realizadores de “Día de entrenamiento” para demostrar el peligro y el precio que deben pagar los uniformados por enfrentarse a las organizaciones criminales de la ciudad. “Fuck” debe ser la palabra más repetida y ametrallada en los cien minutos de película y bien podría competirle al uso del término “negro” en el último guión de Quentin Tarantino.
La apuesta de la compañía Disney era más que arriesgada: ochenta años después del estreno de “El Mago de Oz” se atrevieron a esbozar una precuela de aquel ya clásico film de la historia del cine. Lejos de la escasez de recursos de la cinta que tenía a una todavía inocente Judy Garland como protagonista, aquí el gran peso de la historia cae sobre los hombros de James Franco en la piel de quien se convertirá en el famoso hechicero. Bajo la dirección de Sam Raimi, todo comienza en una monocromática Kansas, escenario para que el ilusionista de poca monta Oscar Diggs (el carismático Franco) haga de las suyas embaucando a espectadores y engañando a inocentes señoritas con falsas promesas de amor. Es una de estas conquistas con final alborotado la que lo lleva a subirse a un globo aerostático que lo termina enviando directo hasta un tornado. Gracias a la magia del cine y de los efectos de la pantalla de croma (en ocasiones se nota demasiado la utilización del CGI) Oscar arriba a la tierra que lleva por nombre su apodo y descubrirá que los habitantes del lugar consideran su llegada como la venida de quien los salvará de los designios de la Bruja Mala de Oeste. A medida que vamos descubriendo los seres fantásticos que habitan en Oz, la tristeza de sus pobladores y las intenciones de las tres brujas con las que se cruza en el camino (Mila Kunis, Rachel Weisz y Michelle Williams) se irá conformando el mapa de los personajes que conocemos de la película original, dejando todo dispuesto para que Dorothy caiga del cielo y se encargue de concluir la historia que marcó la infancia de muchos de nosotros. La nostalgia vuelve con un despliegue tecnológico que no existía cuando éramos pequeños y, aunque arriesgada, la decisión de volver a Oz tantos años después para contarnos el comienzo del relato gana al momento de mostrarnos cómo se conformaron los personajes que el escritor L. Frank Baum nos había introducido en sus libros.
Que Anthony Hopkins parezca una caricatura de Hitchcock más que una representación del director de tantísimas películas de suspenso, estimo que habrá sido la intención de los realizadores, incluyendo a Sacha Gervasi en su rol de director. Entendiendo este punto como un pequeño guiño a la platea, que jamás logrará sacarse de la cabeza al auténtico “maestro” gracias a sus capítulos de “Alfred Hitchcock presenta” -cuyas frases celebres son utilizadas al comienzo y al final de esta historia-, la propuesta de recrear los meses en los cuales se llevó adelante el rodaje de Psicosis resulta de lo más entretenido, ágil e incluso, por momentos, cómico. Siempre con la ironía a flor de piel y algún bocadillo que descolocaba a su interlocutor, Hitchcock se enfrenta a toda la industria en pos de conseguir que el libro Psycho fuera su próxima película, algo con lo que ni la prensa ni los estudios estaban de acuerdo. Financiada de su propio bolsillo, con la posibilidad de perder su hogar y cegado por los celos que despierta la relación laboral de su mujer Alma (Helen Mirren, lo mejor del filme) con un autor que desea imitar el estilo hitchcockiano, el director de Intriga Internacional se sumerge en una depresión que pondrá en jaque la conclusión de la película y el futuro de su matrimonio. Además, por allí se pasean tres importantes actrices en roles pequeños y con diverso nivel de destaque. Toni Collette pasa casi desapercibida como la secretaria personal de Hitch, Jessica Biel plasma el alivio de las tantas “chicas rubias” que deseaban dejar de trabajar con el director y Scarlett Johansson aporta frescura, juventud y sensualidad, como siempre.