Este jueves se estrena Ella dijo. Dirigida por María Schrader (Poco Ortodoxa) y guionada por Rebecca Lenkiewicz (Colette), es una adaptación al cine del libro con el mismo nombre publicado en 2019 y escrito por las periodistas Jodi Kantor y Megan Twohey. A modo de investigación, casi policial, este film nos muestra los trasfondos de la investigación llevada a cabo por las dos periodistas de The New York Times que terminó por explotar en octubre de 2017 con un artículo que recopila testimonios sobre los acosos y abusos sexuales cometidos por Harvey Weinstein, productor de cine y ejecutivo estadounidense. Debo decir que las investigaciones en general me interesan y esta, en particular, me resultó muy atrapante porque comienza con el puro caos: una depresión postparto y la gente votando a Trump después de múltiples acusaciones por abusos sexuales. Es este contexto social, donde lo que les pasa a las mujeres no importa mucho, desde donde emergen los primeros relatos de las víctimas de Weinstein y todo apunta a la desesperanza de seguir sin ser oídas. Entre avances, retrocesos, artilugios legales y… nunca te pongas de traste al contador (le pasó a Al Capone, le puede pasar a cualquiera), los silencios de estas mujeres se destraban y se convierten en una sola voz que dará el empujón inicial al movimiento #metoo. Las protagonistas, Zoe Kazan (Jodi Kantor) y Carey Mulligan (Megan Twohey), están muy bien, sin embargo, no destacan. Tampoco el resto del elenco, con una excepción: Samantha Morton. En principio me molesta que no se luzcan más y luego pienso en Poco Ortodoxa (Netflix, 2020), también dirigida por María Schrader; al parecer no estamos acostumbrados a la falta de épica en los relatos. Es eso lo que me hace ruido de Ella dijo, quiero que el comienzo de un movimiento histórico como #metoo sea épico, con trombones de fondo si es necesario, pero no es la decisión, tampoco lo fue de Kantor y Twohey. Cuando empecé con esta reseña, lo primero que leí fue un artículo del diario El País sobre el libro, donde las autoras dicen: “Sentimos que estos hechos nos pertenecen a todos, no solo a nosotras”. Hay una intención de que el relato no sea personal sino que se convierta en un relato coral que de esta manera obtenga la potencia de una orquesta. Vuelvo a decir, el solo es de Samantha Morton interpretando a Zelda Perkins, la mujer que rompió un tratado de confidencialidad firmado con el fundador de Miramax en 1998, por 165.200 dólares, y destrabó los silencios. Qué decirles, el artículo inicial ganó un Pulitzer en 2018. Sin dudar: vayan a verla. Es una buena película, suena potente, dura dos horas y 10 minutos, es ágil, pero sin épica.
"No puedes manejar la verdad!" – A Few Good Men LOCOXELCINE REVIEWS ESTRENO DE LA SEMANA REVIEWSTERROR Review: El Ascensor del Diablo Débora Faoro - 3 de noviembre de 2022 Hace muchísimo que no veía una película como esta y veamos por qué. El Ascensor del Diablo es una película de origen taiwanés que en el mundo fue estrenada durante 2020/2021 y a los cines argentinos llega el jueves 3 de noviembre. Esta peli “de terror”, dirigida y guionada por Peter Mourougaya, está basada en un rito coreano para enfrentar los miedos y que va más o menos así: por medio de un ascensor se pasa a otra dimensión de este mismo mundo, pero en versión espelúznate. El procedimiento en principio necesita un edificio con al menos 10 pisos y una hora de muy poco tránsito, de madrugada, por ejemplo, para que nadie llame al ascensor mientras estamos en medio del juego. Entonces sí, solitos con nuestra alma, nos subimos al ascensor en el 1er piso listos para superar nuestros miedos y la primera parada es el 4to piso, luego descendemos al 2do y volvemos a subir al 6to para poder bajar de nuevo al 2do. No se mareen, casi llegamos, del 2do vamos al 10 mo, el del miedo a la muerte y por fin la última bajada, al 5to piso, el miedo a la maldición. Esta es la parada del máximo terror, algo más va a entrar. Una vez que se cierra la puerta hay que tocar el botón hacia el 1er piso y si, en cambio, el ascensor nos llevara al 10 mo y la cosa hubiera subido con nosotros desde el 5to…, estás al horno. En el 10 mo vas a estar en problemas, vas a desaparecer en la otra dimensión. No les quiero mentir, no es fácil, es probable que se equivoquen y terminen en el infierno. Mejor no lo hagan. El Ascensor del Diablo comienza contándonos que Trang, la protagonista, perdió en este juego a su mejor amiga Jina mientras hacían una videollamada y quedó con un trauma que no la deja subir a ascensores, por lo que ahora está en tratamiento psiquiátrico, al mismo tiempo que su madre y el esposo se están separando. De la nada, o mejor dicho a partir de una historia ridícula, su padrastro decide ir en busca de Jina y hostigando a Trang, esta le cuenta acerca del juego. Así comienza el nuevo rito, con Trang y su prima Ngoc yendo a buscar a un hospital abandonado a Jina y al ahora desaparecido padrastro. El Ascensor del Diablo desea ser una película de bajo presupuesto cool y qué decirles, hace muchisisisisísimo que no veía una película tan mala. No da miedo porque es inentendible y ridícula. Se ve mal y la historia no tiene pies ni cabeza, no cierra por ningún lado. No se puede empatizar con la protagonista porque vive desmayada, la única que, al menos, logra sacar una sonrisa es la descarada Ngoc. Además de todo esto hay: adultos que se comportan como adolescentes, una trama secundaria oscura que no se termina de develar, vómitos negros, vestigios zombis de refilón, diálogos absurdos y conjeturas en voz alta. Por suerte dura una hora y nada más.
Simple, para tener miedo. Paramount presenta el 29 de septiembre en cines: Sonríe. El primer largometraje de Parker Finn como director y guionista. Finn había ingresado al género del horror en 2019 con The Hidebehind, un corto donde se veía a una criatura del folclore estadounidense con la capacidad de ocultarse detrás de objetos del bosque. Luego, en 2020, presenta Laura Hasn´t Slept, otro corto que, protagonizado por Caitlin Stasey, trata acerca de una chica atormentada en sueños, la misma Laura Weaver que en Sonríe vuelve y empuja al abismo del drama a Rose (Sosie Bacon). Esta película va al hueso del terror con una historia simple: Rose es psiquiatra y trae consigo un trauma de la niñez, casi como el planeta entero, no hay forma de no identificarse. Pues bien, al final de una de sus interminables guardias, en el área de psiquiatría de un hospital, ingresa una chica con alucinaciones que parece estar en medio de un brote psicótico (Laura) y termina suicidándose frente a ella. Mientras intenta salir del shock comienza a experimentar las mismas visiones que su paciente. Vuelvo a decir que va al hueso del terror, a todo aquello que nos puede confundir la visión y por ende la percepción que tenemos del mundo, lo que está camuflado, lo que ingresa en los cuerpos sin ser visto. Como evidenciamos durante la pandemia estos puntos son fundamentales para generar pánico, lo que transforma la realidad desde adentro y aunque invisible es aterrador. Sin dudas Parker Finn perfeccionó al extremo lo que venía haciendo en sus cortos. Los colores, las tomas panorámicas seguidas de primeros planos con giros de cámara, los sonidos ASMR con ausencia de música. Escenas sencillas, pero muy bien articuladas, con gran calidad de imagen y suspenso ultra tensionado. Sin faltar los puntos cliché del género, por ejemplo, la maldita puerta de la heladera abierta, en Sonríe se resuelven desde lo inesperado. Por otro lado, para mí hay un exceso de penumbra que no es necesario. Si bien estas películas se caracterizan por generar ambientes que a veces son forzados, Sonríe exagera la necesidad de sombra. Creo que ese es un gesto anticipatorio y el miedo le funciona igual en las escenas a la luz del día, demostrando sin problema que pueden ser escalofriantes. No voy a hablar de la criatura porque les quitaría la posibilidad de asombro, luego nos comentan qué les pareció y abrimos el debate. Para terminar, debo decir que no tenía grandes expectativas, no venimos de un año demasiado bueno en este género y la temática sonrisa macabra no me interpelaba mucho, sin embargo, me llevé un buen susto y eso se aplaude.
El kaos, un gag de Superagente 86, un poco de Lennon, grandes actores y PUM: Un Crimen Argentino (2022). Con esto podríamos suponer que este policial tiene tendencias importadas en la, ya no tan nueva, moda de investigación de crímenes que abundan en las pantallas, pero no, afirmamos que es bien autóctono. Bajo el ala de Warner y la dirección de Lucas Combina, conocido por el alcance que le dio a su proyecto La chica que limpia (2017), serie policial cordobesa premiada y vendida a Warner para HBO en su versión latina y para Fox en la estadounidense, hoy estrenan esta nueva adaptación de un crimen real de los años 80, documentado y ficcionado por Reynaldo Sietecase con el mismo nombre que la película en 2002. En el marco de la dictadura cívico-militar autodenominada «Proceso de Reorganización Nacional» que gobernó Argentina durante las décadas del 70 y 80, desaparece un empresario rosarino. Esto genera suspicacias por contexto, sin embargo, la historia juega una competencia espeluznante a tono con el panorama social. Este thriller, protagonizado por Nicolás Francella (con bigote y tan parecido al padre que parece clon) y Matías Mayer, desandará la investigación, las idas y vueltas de las relaciones Estado/Justicia y en la hermosa Rosario de los años 80 nos presentará a #eldoctor, el asesino y abogado Juan Carlos Masciaro, interpretado por Darío Grandinetti en calzones y bata, imperdible. Si bien este es un caso reconocido mediáticamente por los sucesos y por el libro de Sietecase, lo cierto es que se disfruta más sin saber detalles para que la película los lleve por los vaivenes de la incertidumbre y los puntos de vista. Algo que este film logra de manera muy efectiva. Por otro lado, podemos decir que, real, no se necesitaban ingresar a la película con una escena de sexo, algo que parece muy repetido en el cine en general, pero que en el cine argentino ya es un cliché. En cuanto a la actuación, los dos protagonistas están excelentemente apoyados y sostenidos por los grosos de Grandinetti, Ajaka, Luque, Cortese y Bordón que la rompen. Si ya es conocida la queja de la sobreactuación y los guiones poco creíbles en el cine nacional, esta es la excepción. Alberto Ajaka sorprende de manera grata con un personaje ambiguo, un agente del policía encargado de chupar y torturar, que podría quedarse en esa y sin embargo genera matices. Por otro lado, el contrapunto entre militares y jueces protagonizado por Cesar Bordón y Luis Luque, que va del respeto y miedo al apriete y más miedo, figuran a la perfección los límites, en extremo delgados, de una sociedad asediada. La historia secundaria habla de un agente de la justicia, Francella, que decide irse del país con los cuestionamientos y resquemores que esto trae. En esta segunda historia aparece una relación amorosa encubierta, el mismo protagonista con la sobrina del Juez (Luque) a cargo del juzgado donde ambos trabajan, y la lucha de esta secretaria que, aun con contactos, intenta darse un lugar en este mundo de hombres. Protagonizada por Malena Sánchez, la Patricia Pacheco de El Potro, lo mejor del amor (2018) sortea con dignidad la primera escena de la película y se asienta en su personaje. Es digno de resaltar el compromiso que se siente en el papel de Matías Mayer, que en 2015 estuvo en Historia de un Clan, la miniserie basada en los hechos de la familia Puccio, y que en Un Crimen Argentino rivaliza abiertamente con el personaje de Ajaka y que en ese torbellino no se pierde ni se desdibuja. Es un punto no solo para la actuación sino también para los guionistas que lograron estabilizar el drama con humor, al nivel justo, sin llevar la película hacía Los superagentes: Tiburón, Delfín y Mojarrita. Como ya sabrán, soy muy crítica de las películas argentinas, creo siempre que podemos dar más y queda claro en Un Crimen Argentino que puede ser así. La puntuación se justifica porque no necesitamos, como sociedad ni como espectadores, poner una mujer en bolainas en la primera escena para que la película sea buena, incluso entendiendo que se puede tomar como un homenaje a los policiales argentinos de los años 80 protagonizados por ejemplo por Federico Luppi o Julio de Grazia.
Por fin se estrena Una villa en la Toscana, puesto que ya fue vista en los cines europeos en el 2020, una coproducción entre Reino Unido e Italia que en Argentina recién hace su aparición el próximo 28 de julio. El título no sugiere mucho, podría ser cualquier cosa, pero es una comedia, por ende, conjunta un poco de drama, un poco de amor, enredos y fin. Nada nuevo bajo el sol salvo que es protagonizada por Liam Neeson y su hijo Micheál Richardson, además de que cierta parte de la trama parece bastante biográfica. En fin, vamos a lo importante: Liam. Esta vez no va a rescatar a ninguna hija perdida, nada de acción en trenes, nada de armas, ni venganza. Tampoco interpretará a un padre abnegado sino lo contrario. En esta ocasión será Robert Foster, un artista plástico (pintor) que ha perdido a su esposa en un accidente y en el intento de “resguardar a su hijo” del dolor resulta que se distancian. Por el otro lado, Micheál Richardson hijo de Liam (en todos los multiuniversos) encarna a Jack Foster y el conflicto se planteará a partir de su divorcio y la necesidad de obtener dinero para comprar la galería de arte donde trabaja. Por estos motivos y con el corazón roto, decide vender la casa de la Toscana, herencia que le dejó su madre y que comparte con su padre, con quien poca relación tiene. Ambos viajan a Italia y allí intentando reconstruir una casa que fue abandonada por veinte años, igual que su relación, ambos protagonistas se irán acercando y restableciendo el vínculo padre-hijo. En medio de los paisajes toscanos, los fideos, el queso, el pan y un tomate también se desarrollará una historia romántica entre Jack y Natalia (Valeria Bilello) en donde ambos podrán dejar atrás las historias con sus exs. Esta es la primera película dirigida y guionada por James D’Arcy, “tal vez lo recuerden” por su actuación en Dunkerque (2017), aunque yo me acuerdo de Harry Styles, o en Avengers: Endgame (2019). La actuación en Una villa en la Toscana no me pareció buena en general y con certeza podemos decir que la culpa no es de Liam Nesson, tampoco de su hijo, que bastante bien se las apañó en Venganza bajo cero (2019), y menos que menos de Lindsay Duncan, por lo que me parece que D’Arcy no ha hecho un gran trabajo. En cuanto al guion, incluso en los clichés favorables, es decir, los que nos encanta ver en cualquier peli de romance, es malo, poco ingenioso y hasta aburrido. Una villa en la Toscana es olvidable (perdón Liam), yo no iría a verla, a menos que tu intención sea chapar toda la película con tu cita, en ese caso es perfecta, no te vas a perder de nada e incluso el aburrimiento capaz te ayuda.