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“Esto recién empieza”. Dicho a las 2 horas y 20 de proyección, esta frase podría sorprender al espectador que está terminando de ver “Duna” y empezando a entender que es una película con final trunco. El detalle que Denis Villeneuve sólo cuente la mitad de la novela de Frank Herbert sobre el planeta que guarda toda la energía de una galaxia en la forma de una especie alucinógena es, probablemente, el punto débil de esta producción que intenta triunfar donde falló David Lynch en 1984. Pero lo cierto es que aquí el complejo libro de Herbert está contado no solamente con gran fluidez y coherencia, sino también con un ritmo narrativo que va creciendo desde el descriptivo principio hacia una vertiginosa serie de fugas y notables escenas de acción que atrapan al espectador de este film que, en muchos aspectos, está a la altura del desafío que enfrentó el director de “Sicario” y “La llegada”. Aquellos que recuerdan el lujo visual del film de Lynch, dotado de una de esas increíbles direcciones de arte y vestuario que sólo podían surgir de una superproducción de Dino De Laurentiis, probablemente tengan cierta dificultad para digerir el tono ascético del film de Vielleneuve. Es que para él, “Duna” es algo así como un “Star Wars” para adultos, y por eso basó gran parte de la estética de su realización en las escenas desérticas de la primera parte del primer film de “La guerra de las galaxias”. Pero, al mismo tiempo, aquí hay una contradicción, dado que Villeneuve también limitó las explosiones de violencia, el gore y cualquier toque de erotismo que pudiera surgir del libro de Herbert. Dicho esto, “Duna” sin duda conformará en lo narrativo y en el tono general de la adaptación, y también incluye un gran manejo visual de las escenas épicas, con su uso de la pantalla ancha para momentos claves de la historia y decorados ciclópeos que a veces parecen inspirados en la estética oriental mezclada con el expresionismo del Fritz Lang de “La muerte cansada”. Pero tampoco hay ni una pizca de sentido del humor, y la solemnidad de la aproximación de Villeneuve no ayuda mucho a la performance del protagonista Timothée Chalamet, que no es el actor más carismático del mundo pero por suerte está rodeado de un excelente elenco donde se lucen Rebecca Ferguson, Josh Brolin y Jason Momoa, mientras que uno querría ver más del villano volador Stellan Skarsgård y del enigmático nativo de Duna, Javier Bardem. En definitiva, más allá de algunos elementos desparejos, da la sensación de que cuando finalmente Villeneuve estrene la por ahora distante “Duna 2” ésta habrá sido la mejor adaptación de un libro difícil como pocos a la hora de llevar al cine.
A partir de la obra maestra de John Carpenter, la “Halloween” original de 1978 –en su momento el film independiente más redituable de la historia del cine- surgieron decenas de secuelas, subproductos y hasta una remake dirigida por Rob Zombie. Algunas de esas películas eran bastante dignas y otras no tanto, pero cuando en 2018 el talentoso director y guionista David Gordon Green se hizo cargo de una trilogía, continuando la historia del enmascarado asesino Michael Myers, las cosas cambiaron para bien. La primera película de esa nueva trilogía mostraba a Jamie Lee Curtis llevando una existencia traumática y paranoica debido a haber sobrevivido a Myers, a quien terminaba liquidando en un incendio. O eso creía ella, porque en esta formidable segunda parte vienen los bomberos a apagar el incendio que debía terminar con el asesino al que su psiquiatra, Donald Pleasence, que aquí reaparece brevemente, describía como el mal personificado. La escena de Michael Myers asesinando a los bomberos que lo vienen a rescatar justifica esta formidable secuela que es, lejos, lo mejor de todas. Gordon Green es un director con la cualidad de hacer películas de todos los géneros, pasando por dramas tremendos como “Joe”, comedias cannábicas como “Pinneaple Express” y hasta una película política, “Experta en crisis”, en la que Sandra Bullock y Billy Bob Thornton son asesores al estilo Durán Barba en las elecciones de un país sudamericano. Está claro que se trata de un cineasta la que no le gusta repetirse, y por eso esta “Halloween Kills” es distinta de su film de hace tres años, puesto que ahora el terror es colectivo y social. Es que luego de tantas décadas de matanzas, cada que vez que Michael Myers se escapa del manicomio los habitantes del pueblo original ya están hartos y dispuestos a linchar a cualquiera al que confundan con él, algo bastante fácil dada la cantidad de gente enmascarada que deambula por ahí en la noche de brujas. “Halloween Kills” es un verdadero festin para fans del género pues no sólo contiene generosas dosis de gore sino sobresaltos a granel, y todo apoyado sobre un guión inteligente. Por supuesto se luce Jamie Lee Curtis y la nueva banda sonora compuesta por John Carpenter junto con su hijo Codie y su sobrino Daniel Davies.
En el clásico “Rashomon”, Akira Kurosawa contaba los pormenores de una violación y un asesinato desde los puntos de vista de los distintos testigos del hecho, incluyendo el del fantasma de la víctima del homicidio. En el clásico épico hollywoodense “Ivanhoe”, de Richard Thorpe, lo más memorable eran las formidables batallas medievales, pero que estaban brillantemente unidas por una trama dramática contra la intolerancia y el antisemitismo con una joven Elizabeth Taylor encarnando a una princesa judía, acusada de brujería, por cuyo honor se batían a duelo dos caballeros. La nueva película de Ridley Scott, “El último duelo”, es como “Rashomon” pero sin el fantasma, y como “Ivanhoe” pero sin batallas memorables. Además, tanto los dos clásicos citados rondaban razonablemente la hora y media de metraje, mientras que esta superproducción no ahorra en tiempo con sus dos horas y media de duración. Entendiendo que, así presentada, “El ultimo duelo” no parece muy prometedora, lo cierto es que Ridley Scott es un director capaz de soslayar los momentos más torpes del guion del protagonista Matt Damon, junto a su amigo Ben Affleck –quien seguramente debió reprimir las ganas de hacer de caballero medieval ya que el público se habría reído al verlo dentro de una armadura-. Basada en una novela de Eric Jager, a su vez inspirada en una historia real del siglo XIV, la sorprendente tesis del guion es que en la Edad Media había mucho machirulismo. La trama gira en torno a la rivalidad entre dos amigos escuderos, Matt Damon y Adam Driver, que escala a su máximo nivel cuando la mujer de uno de ellos, ya nombrado caballero, asegura haber sido violada por el otro. Como la mujer no tiene entidad como persona jurídica, para pedir justicia debe intervenir su marido, sin otra opción que reclamar ante el rey Carlos VI el “juicio de Dios”, o sea un duelo de caballería. La historia esta contada al estilo “Rashomon” en tres partes con el punto de vista primero de ambos guerreros y luego de la mujer violada. Si bien Scott marca sutiles diferencias visuales, en los dos primeros relatos del mismo hecho no hay demasiadas cosas distintas, que recién aparecen en la versión femenina. Lo que por supuesto deriva en gran pérdida de tiempo narrativo; por suerte, cuando Scott maneja un gran presupuestos como éste, siempre habrá cosas atractivas para ver, y aquí brillan las descripciones de la corte y sus costumbres cortesanas, más los exteriores con castillos magníficos. Las actuaciones del trío estelar, Damon, Driver y Jodie Comer son buenas, y ayudan a sobrellevar los momentos desparejos de este épico melodrama que no podrá ensombrecer la memoria de aquella extraordinaria opera prima de Ridley Scott sobre una rivalidad perdurable, “Los duelistas”.
Hay miles de películas sobre casa embrujadas pero, cuando el fantasma es el del arquitecto que la construyó, el asunto puede ponerse más interesante que de costumbre. Esto es lo que sucede en la nueva película de David Bruckener, que hizo algunos buenos intentos con “El ritual” y uno de los fragmentos de la película en episodios “VHS”. Todo está visto desde el punto de vista de la viuda del arquitecto, sorprendida por el hecho de que la única en la pareja que tenía depresión, o alguna instancia autodestructiva, más bien era ella. Lo cierto es que a pesar de los intentos de una amiga y un vecino por ayudarla o consolarla, la protagonista se queda sola en la hermosa pero aislada casa junto a un lago, donde pronto empiezan a pasar cosas raras y no precisamente placenteras. Ademas de las presencias sobrenaturales y los fenómenos extraños, la viuda también descubre ciertos secretos de su difunto marido, relacionados con lo oculto. “La casa oscura” tiene sus momentos y sus sustos, pero básicamente recurre a un estilo narrativo un poco enroscado para contar cosas demasiado familiares. Con todo, la actuación de la protagonista Rebecca Hall es convincente, y los detalles sobre arquitectura y ocultismo no dejan de resultar interesantes.
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A nadie se le ocurriría construir un gigantesco hospital de niños con la arquitectura del castillo de Drácula, y menos en la cumbre de una montaña, al lado de un risco, todo este potenciado por la lluvia y relámpagos de Seattle. Pero así es el mundo que propone James Wan en su vertiginosa nueva película de terror gótico contemporáneo, ya que el director cambia de estilo con respecto a su excelente “El conjuro” (que tenía que resultar creíble al espectador, ya que estaba basada en la historia real de la pareja de psíquicos protagónicos); en cambio aquí construye una historia fantástica que sorprende con climas ominosos y explosiones de gore. Con “Maligno”, Wan se inspira en el estilo de Dario Argento y otros directores que priorizaban las imágenes por sobre la trama para llevar al público a un universo pesadillesco. Con el título, y uno de los primeros diálogos del film (“¡Hay que extirpar el cáncer!”) el director y guionista da una pista de lo que está por suceder, aunque lo que ocurre en “Maligno” queda escondido hasta el final. La historia empieza con una sufriente mujer embarazada, que ya ha perdido otros dos, y que es golpeada por su marido alcohólico. A eso se agrega una sucesión de fenómenos paranormales que culmina con un engendro sombrío que asesina al esposo de manera indescriptible. A partir de ahí, la protagonista empieza a tener visiones de otros homicidios cometidos por el mismo ser, y la policía va descubriendo que ella está relacionada con todas las víctimas. Wan va dando distintos climas argumentales y visuales a tres partes bien diferenciadas del film, luciéndose cuando lleva a sus personajes a los sótanos de la antigua Seattle destruida por el fuego a fines del siglo XIX, y en especial con las masacres que combinan la superacción con lo paranormal. La película tiene sustos a granel, y lo que no tiene desperidcio es el estilo visual de Wan, que sabe cómo usar la notable música tecno dark de su compositor habitual, Joseph Bishara.
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