En esta “Devoto, la invasión silenciosa” tal vez alguien pueda encontrar ecos del film de culto de Hugo Santiago “Invasión”, con argumento de Borges y Bioy Casares. Por suerte, esta muestra de ciencia ficción historietística argentina no es nada pretenciosa como para tomarse tan en serio. En cambio hay una mezcla que podríamos definir como cruza de “Matrix” de bajísimo presupuesto y odisea a lo John Carpenter, detalle que también se puede aplicar al excelente score musical tecno rockero. El asunto empieza con varios personajes que no saben por qué aparecen encerrados en un gran edificio donde los atacan unos androides armados con pistolas y lanzallamas. El grupo, de lo más ecléctico, incluye un nerd, un cura alcohólico, un exsargento dado de baja sin honores por las fuerzas armadas, y un criminal oriental experto en explosivos. Pronto van enterándose de que han sido elegidos por motivos misteriosos para ser parte de la resistencia contra una hermética invasión extraterrestre por la líder de los rebeldes, una enigmática mujer a la que todos llaman La Lancera. “Devoto” es breve, entretenida, tiene muy buenos efectos especiales y bastantes escenas de acción bien resueltas, a pesar del bajo presupuesto. No todas las actuaciones son parejas -se luce Irene Godzer- y lo mismo pasa a veces con los diálogos. Las imágenes son atractivas, e incluso hay hallazgos como virar la fotografía a tonos verdes y rojos plenos en algunos climax dramáticos. Los fans del fantástico criollo la van a saber apreciarla.
Éramos pocos y ahora también abundan los exorcistas coreanos. El problema es que mientras los zombies son universales, e incluso el antiguo lagarto gigante mutante coreano Yongari no era muy distinto de su primo japonés más famoso, Godzilla, cuesta un poco más creer en un sacerdote católico apostólico romano que mezcla su idioma con el latín al intentar sacar el demonio del cuerpo de una jovencita poseída. Justamente asi empieza “Los rostros del diablo”, con un prólogo sobre el citado exorcismo que no sale bien en ningún sentido (no sólo gana el demonio, sino que el director tampoco logra borrar el recuerdo ni de William Friedkin ni de Max Von Sydow). En todo caso, el asunto continua tiempo después cuando el fracaso ha logrado que el cura pierda su fe, la que deberá recuperar cuando la familia de su hermano sea la que tenga conflictos demoníacos. Más allá de su falta de verosimilitud, a este film también le falta tensión narrativa para sostener casi dos horas de metraje Sí tiene algunos momentos razonablemente horripilantes, que funcionan de modo intermitente.
Texto publicado en edición impresa.
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Hugh Grant se luce interpretando a un tipo desagradable, mezcla de detective, reportero y extorsionador, y al mismo tiempo narrador principal de esta intrincada y divertida comedia negra policial en la que Guy Ritchie vuelve a su estilo tarantinesco, pero con una giro británico. Es decir, el tipo de film que recuerda sus mejores trabajos, como “Snatch” y “Rocknrolla”. Es saludable ver al director alejarse de producciones como “El rey Arturo” y concentrarse en otro de sus complicados tours de force narrativos, y de paso reinventar a Hugh Grant en un papel distinto del simpático tarambana de “El diario de Bridget Jones” en este original protagónico donde toda la acción es un largo raconto de las historias que le cuenta al temible segundo de un gangster elegante, que domina un imperio del cannabis. Una cualidad de Ritchie es ofrecer una visión satírica de la sociedad inglesa filmada a través de un lente caricaturesco, algo que logra sin repetirse. La larga historia que cuenta el personaje de Grant comienza en Oxford, cuando el estudiante norteamericano Matthew McConaughey empieza a distraerse de sus materias para vender marihuana por el campus. El ambiente aristocrático le permite mezclarse con lo más granado de la sangre azul inglesa, que a la vez no tiene inconveniente en mezclar sus negocios con la peor ralea callejera. Así van sucediéndose escenas insólitas, como una increíble persecución para atrapar una docena de delincuentes juveniles por los barrios bajos. También hay espacio para un astuto y noble boxeador, divertido Colin Farrell que se roba algunos momentos.
En el año 2000; un submarino ruso salió a hacer un ejercicio en condiciones que no eran óptimas. Hubo una explosión de un torpedo de ejercicios, a la que siguió otra mucho más severa que mató a casi toda la tripulación, con la excepción de 23 sobrevivientes que esperaron que los rescataran en una parte de la nave aún no inundada del todo, y a la que le quedaba un poco de oxígeno. Robert Rodat, guionista de “Rescatando al soldado Ryan” de Spielberg, es el encargado de contar esta historia de una tragedia evitable, que se pone más tensa a medida que trascurren las dos horas de proyección, sobre todo cuando va quedando claro que a las autoridades rusas no les interesa tanto salvar a los sobrevivientes como proteger sus supuestos secretos militares y la honra de su Armada frente a las fuerzas occidentales que podrían ayudar. Similar en algunos aspectos a la más costosa “K 19” de Kathryn Bigelow, excelente film con Harrison Ford y Liam Neeson impostándose como rusos, “Kursk” luce más auténtica por lo bien ensamblado de su elenco internacional y el talento del director Thomas Vinterberg para armar un logrado contrapunto entre el drama en alta mar y los acontecimientos en tierra. Todo lo que tiene que ver con la dirección de arte y los efectos especiales apunta a volver creíble este drama submarino.
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