Todos los lugares comunes de los thrillers conspirativos pueden encontrarse en esta gigantesca superproducción china que hace extrañar los tiempos en que directores como John Woo y Ringo Lam, y productores como Tsui Hark, hacían grandes películas policiales que influían en Hollywood a pesar de no contar con enormes presupuestos. Eso era en los años del cine de Hong Kong , que no tiene nada que ver con films como éste, que hasta logró un estreno simultáneo en Occidente con su lanzamiento chino. Un intento mejor de lograr una superproducción china destinada al publico internacional fue “La gran muralla”, claro que era un film que contaba con Zhang Yimou en la dirección y Mark Whalberg como protagonista. En cambio este “Complot internacional” está dirigido por una especialista en comedias que depende casi enteramente del director de segunda unidad y escenas de acción, que son muchas e impactantes, lo que apenas podría justificar la visión. El guión sobre un terremoto que podría estar provocado por una gran empresa de energía no se sostiene, y lo mismo pasa con las actuaciones.
En el original prólogo, el director Andrés Di Tella y su hija hacen un curioso experimento en imaginación histórica, cuando con fotografías antiguas encontradas en la basura, de gente de la que no se sabe absolutamente nada, tratan de pensar qué tipo de personas eran, dónde vivían, e incluso prueban una vuelta de tuerca espiritista, como si fijarse en esas fotos significara poder comunicarse con espectros. Ese ejercicio sirve de puntapié para el verdadero tema de esta interesante “Ficción Privada”, una exploración de Di Tella sobre sus padres y la insólita relación que los llevó a vivir desde los Estados Unidos a la India natal de su madre, y la Buenos Aires de su padre Torcuato. Esta exploración la hace leyendo cartas familiares, revisando películas y fotos caseras, y haciendo que algunos de los textos sean leídos por amigos suyos como Edgardo Cozarinsky. Es un documental experimental, pero tiene un lenguaje fluido y ameno.
La primera película argentina rodada en cuarentena, según los protocolos de distanciamiento y otras medidas sanitarias, va a quedar apenas como una curiosidad de la era del coronavirus. Aun entendiendo que no resulta fácil armar un film con actores desperdigados en distintas locaciones, a los productores se les podría haber ocurrido alguna idea más ingeniosa y, sobre todo, sustanciosa. La película junta varias historias deshilvanadas, apenas unidas por simpáticas situaciones de pequeños murciélagos que por accidente se han metido en la casa de algunas personas. A partir de ahí, van desfilando distintos sketches, casi televisivos, de personajes que experimentan las agridulces delicias de la cuarentena, y el espectador observa situaciones que ya vimos todos estos 100 días, como paranoicos desgranando teorías conspirativas sobre la CIA y los chinos, un padre que trata de hacer gimnasia con su hija, una chica sola a la que se le tapó un caño y que entabla una relación virtual muy bonita con el ferretero que la ayuda, y un médico emocionado ante aquellos lejanos aplausos de las 9 de la noche. No sólo Oscar Martínez, como este doctor, brinda una buena actuación, ya que todo el elenco es digno, y al final Sergio Pángaro agrega ironía entonando una melosa canción pop. Pero estética y argumentalmente a estos “Murciélagos” les faltan alas.
Este melodrama chileno se estrena para celebrar el Día Internacional del Orgullo LGBT. El protagonista es Lucas, un arquitecto que, antes de irse a vivir a Montreal, pasa unos días en la casa de su hermana en el sur de Chile como último contacto familiar antes de su viaje, ya que luego de una visita a la dentista el guión deja claro que el protagonista no quiere saber nada con sus padres por la intolerancia de ellos ante su elección de género. Pero una tarde, luego de asistir y tomar apuntes de un fuerte de la era de la guerra por la independencia, con una recreación de un combate en el que las tropas de Lord Cochrane vencieron a los realistas, Lucas se encuentra con Antonio, y nace un gran amor casi de inmediato. Él es un marinero y pescador que viene de una relación ya terminada a bordo del barco, y la película cuenta cómo este amor se consuma a pesar de estar destinado al fracaso. “Los fuertes” se queda en la superficie de las cosas, con actuaciones estereotipadas y no muy vividas, debilidades que trata de equilibrar con atractivas imágenes de los paisajes del sur de Chile. En el medio también hay una subtrama sobre la relación de la hermana del protagonista, pero aquí tampoco hay demasiada garra por parte del realizador.
Argentina, 1955. El Gobierno de Perón está a punto de caer con el golpe de Estado de la Revolucion Libertadora, y mucha gente se siente especialmente inquieta. Por ejemplo, el matrimonio no demasiado avenido de los protagonistas de esta original película de época con algo de drama psicológico y algo de policial negro, armado en un contexto político. Maria Soldi es Rosa, una esposa católica y obediente que no la pasa demasiado bien debido a que su marido, Manuel Vignau, la deja sola durante días, utilizando la excusa de la inminente caída del Gobierno. Ella, además, ya ha perdido varios embarazos y sueña con tener un bebé. Pero una noche, después de un baile, sube a la terraza de su casa y termina siendo testigo de un asesinato que podría implicar a su esposo, que está especialmente nervioso para que ella le diga a la Policía que no vio ni sabe nada. “Algo con una mujer” tiene una ambientación de época realmente atractiva, que se aprecia doblemente si se tiene en cuenta el limitado presupuesto del film. También hay buenos clips de films clásicos con Edward G. Robinson y Fred Astaire cada vez que los personajes van al cine, así como noticieros de época. La trama policial no es especialmente tensa, y la historia, pese a ser pequeña, está bien contada, lo que junto con las buenas actuaciones ayuda a mantener el interés.
La boda de Jazmin Stuart se complica seriamente en este violento thriller con algunas escenas bien resueltas, en especial la que da lugar al título. La protagonista y su prometido, no demasiado agudo, llegan a la fastuosa casa de campo del padre de ella, donde apenas al día siguiente tendrán lugar el casamiento y la fiesta. Pero, esa noche, la novia no está de buen humor ni con su padre ni con su futuro esposo, y cuando sale a caminar termina en una misteriosa fiesta electrónica en medio de un bosque, donde todos los participantes escuchan música tecno solamente por auriculares. Pronto estará tomando tragos y bailando con auriculares prestados, lo cual deriva en una experiencia sexual que luego irá recordando de a poco. El resto es un desbande de violencia vengativa en la que todos los personajes hacen su aporte, especialmente el padre fascista que tiene un arsenal en su ropero. “La fiesta silenciosa” empieza bastante bien, pero una vez planteado el argumento la narración se debilita, al igual que el ritmo y la técnica. Como hay bastante acción, el asunto nunca deja de perder el interés del todo, pero el film daba para más, en especial por las buenas actuaciones de Jazmin Stuart y Gerardo Romano.
“La chancha” es un caso atípico de thriller al estilo Claude Chabrol filmado en locaciones turísticas cordobesas. Es un excelente drama psicológico, de esos que van enervando tanto a los personajes como al espectador sin necesidad de lugares comunes. La historia empieza muy tranquila, con cierto aire pintoresco, cuando una pareja que vive en Brasil con un chiquito llegan a La Cumbre buscando un hotel donde pasar Semana Santa. Ella y el chico son brasileños, él es cordobés pero hace mucho no vuelve a sus pagos; el viaje es un modo de mejorar la pareja. Encuentran un lindo hotel donde se hospedan, que también tiene una granja con animalitos, como una chancha, aunque no la del titulo. Hay otra chancha que nunca vemos pero que tiene que ver con oscuros episodios del pasado, que empiezan a resurgir cuando los protagonistas se encuentran con una excéntrica pareja madura que se aloja en el mismo hotel. El director y guionista, Franco Verdoia, sabe cómo entregar en cuentagotas la información de lo que ocurrió entre esos antiguos vecinos de un pueblo cordobés. Y luego cómo amagar con que todo explotará en cualquier momento, para generar suspenso sin develar del todo las cosas. Hacia el final hay una larga secuencia en una aerosilla que no tiene desperdicio, y a pesar de que el desenlace es menos cruel de lo que aconsejaría Chabrol, el resultado es muy recomendable.
“El pulso frenético de una gran ciudad como Río de Janeiro es el núcleo de esta buena película de Eryk Rocha, hijo de uno de los máximos cineastas del cine latinoamericano. El inigualable Glauber Rocha usaba su mirada impresionista en clásicos como “Antonio Das Mortes” y “Cabezas cortadas”, y su hijo Eryk tampoco imprime una visión precisamente naturalista a este viaje nocturno por las calles cariocas. La ciudad es atravesada de una punta a la otra, casi siempre de noche, por un taxista que intenta recaudar lo posible para pagar la pensión familiar atrasada y reencontrarse así con su hijo de diez años. Cada uno de sus viajes es una pequeña historia en sí misma, desde unos borrachos que casi le arruinan el tapizado del auto a un argentino en bancarrota o una enfermera con la que logra sostener un romance. Pero lo narrativo no es el fuerte de esta película sino las imágenes, casi documentales, y por momentos totalmente abstractas, que convierten al viaje en taxi en una odisea cósmica con las calles en el cielo y virados a tonos azules y dorados. El clímax, una lucha entres barras bravas en las afueras del Maracaná, es solo uno de los clímax de esta película imperfecta pero recomendable.
En una noche terrible de 1921 un gran buque, el Santa Isabel, se hundió fente a la isla gallega de Salvora. El episodio fue recordado como el “Titanic gallego”, y esta original película lo registra tomándolo desde el punto de vista de los habitantes de la isla, donde entre otros sucesos extraordinarios tres mujeres analfabetas salvaron a 48 pasajeros de un naufragio en el que murieron más de 200 personas. “La isla de las mentiras” impresiona desde sus primeras escenas de la noche anterior al desastre, cuando prácticamente todos los hombres de la isla embarcan en sus botes a remo para vender sus mercancías en el continente. El buen uso de las locaciones, una constante de este film, se aprecia ya en estas imágenes. Luego el espectador será testigo de un crimen y del naufragio –aunque aquí falla el presupuesto, ya que hay sólo un par de tomas del Santa Isabel.- y de los pormenores del salvataje. Pero este film en realidad es un thriller donde un periodista argentino del diario Crítica (Dario Grandinetti) pernocta en la isla para investigar cosas que no le cierran sobre la tragedia. La pesquisa es el nudo de esta historia interesante, muy bien filmada y actuada, con imágenes y paisajes marítimos tan dramáticos como los hechos que se narran
A la excepcional “Blancanieves” gótica y taurina de Pablo Berger, y la picaresca “Histórias que nossas babás nao contavam”, de Osvaldo de Oliveira, se suma esta versión libérrima de Anne Fontaine, donde una muchacha se da el gusto con cinco tipos de estatura normal (otros dos quedan en lista de espera) y su madrastra quiere matarla porque le sopló el novio. Una belleza los paisajes del macizo de Vercors, la fotografía de Yves Angelo, la modelo Lou de Laage, la madrastra Isabelle Huppert y el bobtail inglés que cuida la cabaña. Una tontería, el libreto de Fontaine y Pascal Bonitzer.