Sam Raimi se suma a la fiesta de Marvel sin la posibilidad de darse demasiados gustos. El abuso de efectos es insoportable y no hace más que remarcar el agotamiento que viene padeciendo la franquicia. Basta de robar con el chiste de los cameos.
Parece que los directores se esforzaron por boicotear su propia película desde todos los aspectos. Un guion repleto de errores garrafales y actuaciones vergonzosas. Pero lo peor llega sobre los minutos finales con una resolución tirada de los pelos.
Robert Eggers en modo shakesperiano. Una historia de venganza nórdica que se balancea entre lo fantástico y la violencia mitológica. Tiene grandes escenas y actuaciones pero el desarrollo se hace demasiado denso.
Cada tanto Michael Bay se inspira y las cosas le salen bien. Acá tenemos una persecución que no da respiro y donde no paran de surgir conflictos. Por fin el pulso caótico de su director se ajusta de forma correcta para mantener la adrenalina a flote.
La visión de Matt Reeves se concentra puramente en la faceta detectivesca del personaje. Esa impronta le juega bastante a favor, pero es una lástima que decida insertar ciertos giros que hacen la duración más pesada. Lo de Paul Dano es brillante.
Drama emotivo y con algo de humor negro. Mads Mikkelsen es un viudo amargado que mientras supera la muerte de su esposa decide buscar venganza junto a un grupo de secundarios delirantes. Pasa por varios estados y cumple.
Otro retrato cubierto de solemnidad a manos de Pablo Larraín. Al menos le sirve a Kristen Stewart para lograr el mejor papel de su carrera. También reafirma que Jonny Greenwood es un gran compositor de películas. El resto se vuelve muy soberbio.
Un rejunte de escenas con personajes dialogando sobre la atracción y los vínculos. Uno tiene que estar en sintonía con las propuestas de Emmanuel Mouret para adentrarse, porque de lo contrario se vuelve un drama romántico del montón.
Otro relato apasionante con la firma de Pedro Almodóvar. Un drama íntimo sobre la identidad y el paso del tiempo, elaborado con una puesta en escena inigualable. Penélope Cruz reafirma su trono como la musa más distinguida del autor español.
La recopilación de clichés es tan evidente que cada minuto se hace sumamente tedioso. Incluso la explicación del desenlace no es para nada sutil. El apartado técnico y las actuaciones también son lamentables. Falla en todos los sentidos posibles.