Paul Thomas Anderson filma su propio coming of age con el toque magistral que lo caracteriza. Sobran las secuencias entrañables acompañadas por un soundtrack demoledor. Alana Haim es toda una revelación y sus caras se llevan todos los aplausos.
Un Woody Allen en piloto automático que se repite a cada instante. En esta comedia rememora a varios de sus formadores con su clásica postura snob. Se aleja de sus trabajos más inspirados, pero no deja de ser una alternativa dentro de la oferta actual.
Ariel Winograd apuesta una vez más por la comedia familiar con golpes bajos. La química entre Leonardo Sbaraglia y Benjamín Otero sostiene todo el relato. Sigue haciendo ruido el estilismo artificial que le impregna a los escenarios pero se deja ver.
Un reinicio inevitable en medio de tantos reboots que acaparan la cartelera. Vuelven los chistes internos y se suma el discurso de las recuelas. La aparición del casting original es muy forzada y se extraña la firma de Wes Craven y Kevin Williamson.
El regreso de la saga que puso a las Wachowski en el mapa descomprime el componente filosófico y apunta a un lectura metalingüística del cine contemporáneo. Pensada solamente para los fundamentalistas más incondicionales de sus directoras.
La postura de Adam McKay es tan progresista que se siente muy obvia en su discurso. Algunas ideas le sientan bien y otras son algo torpes. No fracasa pero tampoco es su mejor película. Claro que Leonardo DiCaprio te puede vender cualquier cosa.
Ridley Scott filma sin ganas una biopic de manual y su desesperación por sumarse a la temporada de premios le hace perder más credibilidad. Por lo menos Jared Leto entiende el juego y prefiere moverse como si estuviera en una comedia de enredos.
Otro producto pensado para abusarse del factor nostálgico y arrastrar nuevos adeptos a una franquicia que planea seguir creciendo. Mckenna Grace es el mejor acierto entre tanto fan service. El currículum de Jason Reitman prometía algo más.
Solamente un romance elaborado con tanta precisión puede entregarnos semejante desenlace. El juego de miradas entre Noémie Merlant y Adèle Haenel es todo lo que está bien en el cine. Una pinturita para saber contemplar y disfrutar.
Seguramente lo mejor que le pasó en mucho tiempo a Ridley Scott fue trabajar sobre un guión tan solido como el que consiguieron Matt Damon y Ben Affleck. Se le notan los gestos para empoderar a la mujer pero a fin de cuentas sale ganando.