Pixar lo hizo otra vez. Una buddy movie con entramados sencillos que no necesita abusar de los chistes y que en todo momento tiene la atención puesta en el factor emotivo. Los detalles en la animación siguen elevando el prestigio del estudio.
Otra muestra del talento que ejerce Leigh Whannell al momento de abordar el género. Toma ciertas decisiones narrativas que pueden cuestionarse pero su manejo del suspenso es excelente. Como siempre Elisabeth Moss hace bien los deberes.
Jay Roach intenta copiar el estilo que impuso Adam McKay pero reduce la anarquía narrativa para remarcar su pose deconstructiva. Cumple con la tarea pero tampoco sobresale. Mientras tanto Margot Robbie sigue sumando puntos.
La oportunidad de explotar un producto que acapara a diferentes generaciones y la normativa apta para todo público nos terminan entregando una aventura bien de manual. Se salva gracias a la presencia de Jim Carrey.
Las fallas más evidentes como la ridiculez del villano o lo intrascendente del conflicto se contagian de un cocktail popero que por momentos divierte. Rescatable el carácter infantil a lo Looney Tunes de Margot Robbie.
Greta Gerwig nuevamente aborda un melodrama adolescente atravesado por su intelecto feminista. La embajadora del mumblecore consolida su talento como realizadora mientras le saca provecho a un elenco magistral.
Si bien todo el despliegue técnico es impecable, no deja de ser una propuesta que recurre constantemente al gesto solemne. Es otra jugada superficial de Sam Mendes pero nos sacamos el sombrero frente a Roger Deakins.
Una lectura mordaz sobre la problemática de clases en Corea del Sur con la firma de Bong Joon-ho. Comienza desplegando cierta comicidad y un desarrollo distendido para luego instalarnos en un ambiente tensionado. El hype era cierto.
Ariel Winograd se despega del estilo Apatow y encara una realización madura. Cumple con la demanda popular y se contiene de explotar a Francella. Tropieza en la selección de canciones pero nunca pierde el ritmo para ganarse al espectador promedio.
La propuesta de sátira bélica se agota a los pocos minutos y durante la última instancia el relato solamente puede apuntar al golpe bajo. Un Taika Waititi que no está a la altura de su reputación y que se queda a mitad de camino.