Vuela a Río Blue Sky Studios y el director Carlos Sadanha vuelven con un largometraje de animación 3D ambientado en la inspiradora Río de Janeiro, con voces de Anne Hathaway y Jesse Eisenberg en la versión original. Blu es el último guacamayo azul macho sobre la tierra, quien de pequeño ha sido ilegalmente extraído de la selva brasilera. Por una serie de hechos fortuitos termina viviendo en un pueblito de Minnesota, junto a Linda, la niñita que lo ha rescatado, devenida hoy en librera. Un buen día llega Tulio, ornitólogo brasilero, y les propone, casi les ruega, viajar a Río para que Blu se encuentre con el último ejemplar hembra de los guacamayo azules, y así poder continuar la especie. Cuando llegan a Río, aparecen nuevamente los ladrones de pájaros exóticos y secuestran a la pareja de guacamayos, quienes deberán superar los obstáculos, venciendo sus propias limitaciones, con la ayuda de un grupo de simpáticos pájaros de la selva. Rio sigue bastante el camino trazado por sus predecesoras, La era del hielo I, II y III (Ice Age, 2002; 2006; 2009). La historia emociona, pero se mueve dentro del ya conocido terreno de la ironía y la simpatía. Lejos de los melodramas al estilo Disney, la historia se acerca más a la comedia romántica. Además incluye sesgadamente temas como los problemas ecológicos y la venta ilegal de animales. Las promesas son cumplidas si hablamos de lo visual. La fórmula Blue Sky Studios + Río de Janeiro suena tentadora, y también lo son el trailer y los carteles. La tentación es satisfecha con las atractivas imágenes en 3D. El film abre con una secuencia musical en plena selva brasilera, donde una amplísima paleta de colores invade el plano, y la animación hace sambar a los pájaros. También se destaca la presentación de la ciudad de Río, con vistas aéreas, personajes típicos y la presencia de la favela. Aquí los espectadores más adultos pueden apreciar la reconstrucción de un escenario real en animación 3D, frente a los casi constantes paisajes fantasiosos o ficcionales de las películas animadas. Esto quizás se vea un poco opacado por la tendencia típicamente norteamericana de teñir todo con su propia cultura, que se evidencia sobretodo en las escenas musicales. Si bien Saldanha es brasilero, las sambas suenan a veces demasiado a pop, cuando los pájaros no están cantando hip hop. Esto sin duda es intencional, pues en el reparto está el rapero will.i.am prestándole su voz al personaje de Rafael en la versión original. Con Rio, los creadores de La era del hielo intentan continuar con la fórmula que tan provechosa les resultó previamente. Las recaudaciones dirán si el camino es el mismo. Por lo pronto, este nuevo film resulta una muy entretenida opción para niños y familia.
La receta de la abuela Mi abuela es un peligro 3: De tal padre tal hijo (Big Momma´s House 3: Like father, Like son, 2011) es la tercera apuesta a una fórmula aparentemente exitosa: detective afroamericano en problemas; habilidad para el disfraz; pintoresca señora gorda que combina la dulzura de una abuela de barrio con la rudeza de un agente del FBI. Esta vez, para que la fórmula no falle, se le ha agregado un condimento: el amor adolescente. Malcolm Turner (Martin Lawrence) es un agente del FBI que se encuentra tras unos gangsters rusos. Su hijastro Trent (Brandon T. Jackson) está terminando la escuela secundaria y sueña con ser un exitoso cantante de rap. Luego de que Trent intercepte a su padre en plena jornada laboral y sea testigo de un asesinato, ambos deberán disfrazarse para poder evadir a los malvados. El plan será infiltrarse en una escuela de arte para mujeres, caracterizados como Big Momma y su sobrina nieta, Charmaine, hasta obtener la información confidencial que condenará a los criminales. Como una muestra más de su serie, no agrega nada muy novedoso. Un par de escenas graciosas se intercalan con varias demasiado previsibles. El film evoluciona muy poco en cuanto al personaje interpretado por Martin Lawrence, cuyos vestidos y disfraces resultan repetitivos. Los gags no escapan a esta tendencia. La súper agilidad en un cuerpo de abuela y lo grotesco de su sensualidad, siguen siendo los exclusivos artificios cómicos. Tal vez los realizadores intentaron solventar esta falta de originalidad con el personaje de Trent, pero los resultados no han sido muy fructíferos. El inicio del film es desconcertantemente ridículo. Malcolm incurre en una persecución pseudo-policíaca de su cartero, porque está esperando la correspondencia que le informará si su hijito fue admitido o no en la tan preciada Universidad Duke. El personaje del cartero (Ken Jeong) y el de la diva adolescente Mía (Michelle Ang), ambos asiáticos, son particularmente y demasiado tontos. Todo esto viene a ser un poco sazonado con el nuevo ingrediente, la dimensión adolescente. Una serie de conflictos son introducidos: la educación universitaria, la búsqueda de una identidad, el primer amor, etc. Quizá lo que más aporte al film es la presencia de la música: Hip Hop y Pop melódico. El personaje de Trent consigue sus momentos más risibles cuando intenta rapear caracterizado como Charmaine, tratando de dominar su gruesa voz. En definitiva, para los que conocen la receta y les gusta, es una buena opción. Sin embargo, hay que tener en cuenta que una vez más, el recurso al que se apela para provocar la risa es el hombre travestido y sus vicisitudes.
Las huellas del maestro Filmado en Argentina, California y Ecuador, este documental recupera la obra de Jorge Prelorán, cineasta de valor esencial para la cultura argentina. Fermín Rivera, quien siguiendo las huellas del maestro se borra de la pantalla, logra equilibrar el espacio dedicado a la intimidad de Prelorán con aquél consagrado a sus películas. De esta manera, consigue no sólo ilustrar mucho de lo que el homenajeado director relata, sino también generar curiosidad en el espectador que desconoce sus films. Para aquellos que no lo conocen, o para quienes resuena sólo como un nombre, Jorge Prelorán fue una de las grandes figuras del cine documental argentino. Dueño de un carisma y una sensibilidad poderosos, llegó a desarrollar una estética y un método propios, lo que derivó eventualmente en un nuevo género: las etnobiografías. Prelorán comenzó documentando el interior argentino a partir de la propuesta de la fundación Tinker de Nueva York, donde le ofrecieron realizar una serie sobre la figura de “el gaucho”. Así, comenzó una carrera de cuarenta años, en la cual realizaría más de 60 películas, registrando pueblos e individuos a través del territorio argentino. También realizó un film en Ecuador (Zulay frente al siglo XXI, 1982), trabajando el tema de la transculturación y una etnobiografía en los Estados Unidos (Luther Metke a los 94, 1979). Esta última la cuál le valió una nominación al Oscar. Huellas y Memoria de Jorge Prelorán (2010) es un lujo para todo aquél que ha disfrutado sus películas y una oportunidad para quien no las conoce. Prelorán intentaba en sus etnobiografías acercarse a lo complejo de un ser humano, mediante la imagen del individuo en su vida cotidiana y un relato íntimo registrado de manera no sincrónica. De la misma manera, este film permite acercarse a este artista, conocer su obra, lo que pensaba y su manera de ver la vida. Es tal vez uno de los méritos más grandes de este film: convertir a Prelorán en protagonista de una etnobiografía. Narrada casi en su totalidad por el mismo Prelorán (respetando sus convicciones respecto a lo audiovisual), la película recorre aspectos clave de su vida: su origen y su formación familiar, su relación con el cine, sus pensamientos sobre los artistas, la humanidad y la educación. Transita también la realización del programa Relevamiento Cinematográfico de Expresiones Folklóricas Argentinas (con el apoyo de la Universidad Nacional de Tucumán) y su etapa como docente en la Universidad de Los Ángeles (UCLA). Considerada por su director como una “obra inconclusa en muchos aspectos”, la película se ve marcada por la muerte de Jorge (ocurrida en marzo de 2009). Conciente de su edad y de una enfermedad a la cual venía enfrentando, Prelorán parece realizar un balance de su vida, con una mirada optimista pero dejando registro de cuestiones substanciales, como los problemas de difusión y conservación del material fílmico en la Argentina. Rivera procedió con mucha sutileza, recurriendo a la voz de Mabel, la esposa del protagonista, para indicar el punto de inflexión luego de su desaparición. Así como se inicia el film con la voz de Prelorán reflexionando sobre su vida, sus logros y sus angustias, Huellas y Memoria cierra con la reflexión del protagonista acerca de la búsqueda de trascendencia del ser humano y la necesidad del artista de permanecer a través de sus obras.
El exorcismo sin fin Producida por el director de Hostel (2005), Eli Roth, y dirigida por Daniel Stamm, llega El último exorcismo (The last exorcism, 2010), la más reciente versión siglo XXI del clásico El exorcista (The exorcist, 1973) de William Friedkin, que recoge elementos previamente utilizados: la historia de la adolescente poseída y el recurso del falso documental. Planteado desde el inicio como un fake, El último exorcismo comienza como la historia del reverendo Cotton Marcus, un elocuente pastor evangélico que ha dejado de creer en sus propios exorcismos y decide poner fin a esta carrera, más por el peligro que acarrea que por un sentimiento de fraude. Es esto lo que intenta capturar el presunto documental en cuestión. Luego de filmar los testimonios de Marcus y de su familia, y de registrar impresionantes sermones en la capilla local, el reverendo le propone al equipo de producción (compuesto por Iris, la directora, y un camarógrafo al cual nunca vemos) filmar un último exorcismo, para develar así los trucos y engaños de su curiosa profesión. Los tres viajan hasta la aislada granja de la familia Sweetzer, donde conocerán a Nell, la adolescente aparentemente poseída que hará tambalear la incredulidad de Marcus. Frente a un conjunto de recursos ya visitados, Stamm intenta hacerlos evolucionar. En primer lugar, este uso del falso documental no cumple la misma función que en previos films de terror como El proyecto Blair Witch (The Blair Witch Proyect, 1999), pues el espectador sabe desde el comienzo del la película que aquello que verá es ficción. Esto quizá por una evolución natural del género (han pasado 11 años desde el estreno de El proyecto Blair Witch), o tal vez por la estrategia de prensa utilizada, mucho más institucional, apoyándose en el renombre del director. Lo esencial aquí es que el estilo documental no busca generar el terror en el espectador por incluirlo en la misma realidad de la historia, sino desarrollar la trama de un modo más intimista, permitiendo al espectador ingresar en la psicología del personaje. Esto logra además una empatía con el carismático reverendo que logra solventar, en parte al menos, la pobreza de elementos atemorizantes (relevantes únicamente en las escenas en las cuales Nell esta poseída). En este sentido, Patrick Fabian logra una convincente interpretación de Cotton Marcus, a quien el peso de la familia y los buenos valores lo llevan a un cuestionamiento ético y a sentirse incómodo con sus mentiras. Aún así, este supuesto giro moral no parece muy sincero durante la primera parte de la película, en la cual hace alarde de sus dotes para el espectáculo, defiende el objetivo de curación de sus "exorcismos" y se burla de los métodos que utiliza para engañar a sus clientes. Algunos guiños a la cámara y momentos de humor contribuyen al buen trabajo de Fabian. Ahora bien, la posibilidad de redimirse propiamente dicha, surgirá cuando Marcus se enfrente a la necesidad real de un exorcismo. Aquí es donde aparece la impactante actuación de Ashley Bell, quien regresa tal vez al memorable personaje de Linda Blair, sumándole un poco de hormonas adolescentes. Es escalofriante verla transformar la inocencia campesina en un cuerpo brutalmente dominado por el demonio. Quizá la falencia más grave del film esta en el desequilibrio entre un desarrollo lento y poco atemorizante, y el desencajante final. Aún cuando parecía ser una película poco original pero astuta, termina diluyéndose en las aguas del cliché y las resoluciones sosas.
Woodstock sin Woodstock Fiel a su trayectoria de los últimos quince años, Ang Lee presenta una nueva película que nada tiene que ver con su anterior realización. Director multifacético y multicultural, ha llevado a la pantalla grande clásicos de la literatura europea como Sensatez y sentimientos (Sense and Sensibility, 1995), personajes icónicos de la televisión norteamericana en Hulk (2003), sin dejar de lado una historia desafiante como Secreto en la montaña (Brokeback Mountain, 2005) que le valió el Oscar, a pesar de las controversias que generó. Ahora es el turno de una comedia, que para colmo es sobre hippies. La trama del film se centra en la historia de Elliot Teichberg, que es básicamente un perdedor. Con una tendencia homosexual no admitida y una carrera de artista y decorador frustrada, la vida de este chico gira en torno del infortunado motel de sus padres, una judía rusa castradora y avara, y un techista que parece haber perdido las ganas de hablar luego de tantos años de matrimonio. Éste es un film sobre todo lo que rodeó a Woodstock, y no sobre Woodstock. Si lo que el espectador espera es ver a Janis Joplin o a Joan Baez en el escenario, éste no es film indicado. Sí lo será en cambio, el documental Woodstock. 3 days of Peace & Music, estrenado en 1970. Es este festival y son los hippies – con su música de amor y paz – los que van a provocar que la familia Teichberg salga de su letargo pueblerino y experimente otra vez la sensación de un porvenir provechoso. Por un lado, los organizadores de Woodstock les pagan una suma tan cuantiosa que no solo salva al motel sino que moviliza la economía del pueblo entero. Por otro lado, el contacto con tantas personas nuevas y diferentes, despierta en Elli las ganas de vivir su propia vida, ajena a las demandantes necesidades de su madre. La historia se completa con un desfile de personajes y situaciones cómicas, que en general rematan la atmósfera de aquella década. Un veterano de Vietnam (que de veterano no tiene nada y es interpretado por Emile Hirsch) trastornado, una suerte de bufón malhablado que siempre empatiza con Elliot; un grupo de teatro que vive en el granero y que encuentra cualquier ocasión propicia para despojarse de sus vestiduras; un agente de seguridad travesti cuyos músculos son igualmente proporcionales a su dulzura; y finalmente la madre, con sus historias de exilio, sus ruleros, y una comicidad que podríamos llamar grotesca. Otro personaje clave es el de Michael Lang, promotor original del festival de Woodstock interpretado aquí por Jonathan Groff. El atractivo de este “personaje” radica en la exacerbación de algunas de sus características. Mike es la personificación del hippismo y de un temperamento tranquilo. Es de hecho, irritante y sospechosamente pacífico. Es tal vez, la burla de Ang Lee a toda esa ingenuidad hippie que rodeó este tipo de conciertos. Después de todo, Mike esta tranquilo siempre y cuando esté el dinero. Ang Lee cumple su cometido, si lo que le exigimos es una comedia entretenida y que nos despierte alguna que otra carcajada. Sin embargo, hay que valorar el trabajo meticuloso que realizó en la reconstrucción del festival. La atmósfera de Woodstock está realmente presente: cientos de extras caracterizados como auténticos hippies del año 1969 y un trabajo de restauración histórica dirigido por David Silver, nos sitúan en el corazón del evento. Aún así, Elliot, y nosotros a través de él, no llegamos nunca a disfrutar de la música.
El contorno de los héroes Para aquellos que disfrutan de la temática de la Segunda guerra mundial, y para quienes pensaban que no había nada más para decir o mostrar al respecto, se estrena en nuestro país Flame y Citrón (2008), un film danés que dibuja los avatares de la resistencia en ese país durante 1944. Enfocado temporalmente en los últimos tramos de la Segunda guerra mundial, la película intenta recrear a quienes fueron considerados los héroes de la resistencia danesa contra los nazis. Flame (Thure Lindhardt) y Citron (Mads Mikkelsen), cuyos verdaderos nombres son Bent Faurschou-Hviid y Jørgen Haagen Schmith, conforman un dúo temerario y su fama se ensancha día a día por la frialdad y la efectividad al momento de asesinar traidores. El primero se destaca peligrosamente por su cabello colorado y no duda a la hora de jalar el gatillo. El segundo promedia los treinta y parece lidiar con más cuestionamientos. Desde el inicio, su carácter dubitativo queda plasmado en un rostro de mirada frágil y excesivamente sudoroso. Aún así, al inicio del relato todo parece tener un sentido o una causa, y todos aparentan tener un rol, aun en ese mundo patológico. Pronto, aquella duda que incomoda a Citron comenzará a corroer las endebles seguridades: ¿Por qué matan?, ¿quién mueve los hilos de sus acciones?, ¿en quién se puede y se debe confiar? Lejos de quedarse en un cuadro del sufrimiento patético vivido por la población europea durante aquellos años o de contarnos la historia de un amor trunco, Flame y Citrón indaga en varias cuestiones interesantes: ¿Qué moviliza a los héroes a comprometer su vida en estas causas?, ¿qué sucede cuando uno no conoce más que un mundo en guerra?, ¿cuál es el lugar que queda para el amor y la familia? Citron tiene una esposa y una hija, pero el amor que siente por ellas no es suficiente para evitar convertirlas en protagonistas de una vida cada vez más ajena. Flame ingresa en el universo idílico con una mujer que, por el contrario, es parte de esta dinámica bélica, recelosa y complicada. Ketty lo supera en edad, encarna la atracción, inevitable para un joven de 23 años, y la desconfianza, inevitable para un miembro de la resistencia clandestina. El director Ole Christian Madsen intenta abrir una brecha en la visión patriótica de estos héroes daneses. Ofrece una historia bien contada, con elementos de cine noir y matices documentales. Las actuaciones son realmente destacables, lo que evidencia una buena fórmula compuesta por los actores y el director. Hay que resaltar el trabajo de los protagonistas, el maleable Thure Lindhardt y Mads Mikkelsen, quien hoy es el actor número uno en Dinamarca. Para el público danés, un enfoque revolucionario que ha generado adeptos y controversias. Para nosotros, un film por demás ameno, con gran belleza en sus imágenes y recorte sagaz de un hecho histórico insoslayable.
Garfield deja las lasañas Tercera incursión cinematográfica para el gato más famoso por su vagancia y glotonería, y primera en versión animada 3D, Garfield y el escuadrón de las mascotas es una historia que escapa de su mundo cotidiano y se llena de superhéroes. En el lejano planeta de Tontolandia, la villana Vetvix ha robado la pistola molecular (que transforma a las víctimas en zombis mezclando sus moléculas con las de otro ser) y tiene cautivos al emperador Jon y a su fiel servidor Wally. Luego de derrotar al escuadrón de las mascotas con tan poderosa arma, el superhéroe Garzooka partirá hacia el planeta de los dibujos para conseguir que los amigos de Garfield, quienes tienen el mismo ADN que su escuadrón, lo ayuden a combatir a la malvada Vetvix. Juntos, Garfield, Garzooka y el nuevo escuadrón se enfrentarán a la villana para salvar al universo. Garfield ha cosechado miles de fanáticos durante los últimos treinta años (fue publicado por primera vez en 1978), inicialmente como comic y luego conquistando el mundo de la televisión y todos los territorios que el merchandising globalizado puede alcanzar. Es por eso que probablemente sus seguidores estén aguardando con ansias este film. Independientemente de las impresiones causadas por las dos primeras películas, los grandes personajes de los cartoons son siempre anhelados en la pantalla grande y, actualmente, la tecnología 3D es el comodín en boga. Sin embargo, es probable que no todas las expectativas estén cubiertas. En primer lugar, el argumento en sí peca de simplismo. Es difícil hoy en día excusar a una película por el hecho de que sea para público infantil. ¿Cuántos films animados supuestamente para niños hemos disfrutado como adultos?. E incluso, ¿no hay algunos que hemos visto varias veces y no nos cansamos de ver?. Por otro lado, muy poco de la esencia de Garfield se aprecia en este combate intergaláctico. Es difícil traspasar a guión cinematográfico una historia nacida para ser contada en episodios que narran aventuras de la vida cotidiana. En este sentido, parecería que el resultado no fue del todo acertado. En segundo lugar, si los fanáticos de Garfield han estado esperando verlo en animación 3D, no sólo habría que cumplir esas expectativas, sino también las de un público que en los últimos años se ha acostumbrado a un altísimo nivel de calidad en las películas de este formato. Garfield y el escuadrón de las mascotas (2009) difícilmente alcance esos estándares. El desarrollo de los mundos creados y de la estética de los personajes no son muy osados y, además, visualmente la película no resulta demasiado atractiva. Por momentos parece un cartoon que podría haber sido hecho en la década del noventa. Los fanáticos de Garfield probablemente se sientan desorientados ante esta versión tan extraña del felino, aunque tal vez les cause simpatía ver en acción al escuadrón de las mascotas (originalmente el concepto fue desarrollado en 2002 y publicado como serie de libros, en los Estados Unidos, claro). Aun así, si el plan es ir al cine para procurarles a los más pequeños una tarde de diversión, los combates y los superhéroes podrían garantizarla.