Pasó el viernes 13 de enero de 2006 en Acassuso, elegante barrio del Gran Buenos Aires. Se lo consideró un robo perfecto desde el punto de vista de los hechos y parece haber satisfecho a una gran mayoría que vio en lo que ocurrió lo que cada uno quiso interpretar. Un robo a un banco con armas de juguetes, que diluyó entre 15 y 20 millones (atrapados los responsables, fue encontrado un uno por ciento del botín), que vació la mitad de sus más de 140 cajas de seguridad y no dejó víctimas (los arrendatarios de las cajas fueron compensados por el banco). Como final, una épica salida de los ladrones cargados con su precioso botín en deportivos gomones desde las profundidades del banco hacia el río de la Plata. Todo aglutinó un operativo de más de trescientos policías, francotiradores y los medios que acompañaron el suceso. Un "robo blanco" que cerró su actuación con el mensaje que dejaron los ladrones para la policía: "En barrio de ricachones, sin armas ni rencores, es sólo plata y no amores". Escrito que emanaba un reconocible y cooperativo aroma idealista a Robin Hood del conurbano. GUION REDONDO El filme de Ariel Winograd ("Mi primera boda", "Vino para robar") se mete con los que protagonizaron el hecho, antihéroes barriales capaces de hacer realidad sueños imaginarios y "construir impensables rutas" hacia el quimérico objetivo. Los pinta con sus personalidades y exponiendo sus acciones personales, para luego mostrar su entorno y el cómo fue posible todo. No contento con esto, los descubre ya fuera de la prisión, en sus casas después del robo y con leyendas, en el final, que nos informa qué fue de ellos terminada la condena. Un buen ritmo narrativo y un guion claro realizado por uno de cinco perpetradores del llamado "robo del siglo" (Fernando Araujo con el distribuidor Alex Zito) marcan parte del acierto de esta realización comercial; el resto lo integra la cuidada parte formal con la fotografía de Félix Monti a la cabeza, un impecable trabajo de producción y la solvencia profesional de los actores. A la cabeza, la dupla Francella-Peretti. Francella como el uruguayo Vitette Sellanes, interpretación luminosa y abierta del "personaje más personaje", capaz de jugar con él mismo y con los demás. El otro, el cerebro de la banda, el artista que planeó todo, Fernando Araujo (que con el tiempo fue coautor del guion de la película), encarnado por Peretti en una actuación que combina intimidad y exteriorización de sentimientos en logrado combo. La totalidad del elenco no tiene desperdicios, desde los actores que encarnan al negociador y al fiscal, hasta la anciana clienta del banco que cumple años (Pochi Ducasse), todos se ponen el uniforme de una película entretenida y hecha con pasión.
Esto ya va convirtiéndose en un asunto de generaciones, partiendo de la base que la primera versión de "Jumanji" como película, nació hace 25 años con el actor Robin Williams, acompañado por Kirsten Dunst, la Amy de la versión de "Mujercitas" de la década del 90. Aunque ya se pasó de los juegos de mesa a los videojuegos que chupaban a los jugadores y comenzaban el asunto de los avatares, la idea perdura sin el brillo de la primera época, pero con el aval de divertidos personajes que entrelazan sus personalidades mutantes y le agregan fantásticas aventuras con la invalorable participación de los efectos especiales. Las aventuras ya no tienen originalidad, pero si perfección técnica en la ejecución y el manejo de la virtualidad. Cómo no disfrutar esa increíble estampida de avestruces y la invasión de los monos en una verdadera telaraña de puentes de lianas sobre vacíos temibles. Y también hay lugar para la nostalgia con el increíble Danny Devito, el Pingüino de "Batman vuelve" o las pequeñas joyas del humor como "Matilda" o "Marte ataca". Ahí lo tenemos como abuelo de Spencer, uno de los amigos aventureros de la saga. Y pelea con su ahora enemigo Danny Glover ex socio del añorado restaurant de los buenos tiempos. En cuanto al juego, núcleo de la historia, empieza a fallar y abduce de a poco lo que hace que no todos vuelvan a la selva de la aventura. El humor se centra en el intercambio de avatares (Eddie y Milo se transforman en avatares de La Roca Johnson y Franklin FInbar por ejemplo) y reaparece esa suerte de Vellocino de Oro, valioso y capaz de resolver cualquier problema. Aquí es el Corazón de Halcón que se robó el Señor de la Guerra, un tal Jurgen y su anacrónica corte de seguidores. En síntesis, la ingenuidad y el absurdo y la necesidad de todo individuo de ser un poco niño y algo aventurero es lo que permite compartir la historia con toda la familia.
Un matrimonio joven, Orna y Ofar, tiene algunos problemas de dinero. El pequeño restaurant que Ofar instaló luego de distintos trabajos en hoteles, parece no arrancar. Orna, emprendedora y dispuesta para nuevos oficios, se emplea como secretaria de un importante agente inmobiliario. En poco tiempo esta mujer, inteligente y atractiva, da muestras de que puede ser valiosa también en la venta de un nuevo emprendimiento de la empresa, lujosos pisos ubicados en las playas de Tel Aviv. La alegría por los progresos laborales va a empañarse con los avances sexuales del dueño de la empresa, Benny, con el que ha comenzado a formar una excelente dupla comercial. La directora Michal Aviad se ha preocupado hasta el momento por desarrollar contenidos sociales en sus documentales, cortos y largometrajes (éste es su segundo largo de ficción). Asuntos como la vejez, particularmente en el caso de la mujer; la violación, el conflicto palestino-israelí, han sido temas de sus filmes en una trayectoria que abarca más de treinta años. OSCURA SEDUCCION En este trabajo, el tema del acoso laboral femenino asume una dimensión especial luego de la salida a la luz del MeToo. La directora describe rigurosamente el proceso de acoso en un lugar de trabajo, cuando la figura que ejerce la agresión concentra el poder y puede tomarse el suficiente tiempo como para establecer un juego que se parece mucho al de la seducción. Inteligente juego donde se balancea la manifestación de la superioridad laboral dada por el cargo del empleador con su consecuencia de deslumbramiento en el empleado, el reconocimiento de los méritos de la empleada a través de la recompensa, actitud que genera en ella gratitud y solidaridad; para finalizar con distintos intentos de vencer las barreras morales con inmediatas disculpas que transforman a la víctima en un simple ratón perseguido por un gato astuto, hasta ese momento dueño del tablero. Es interesante considerar que esta situación es vista y desarrollada por una directora de 64 años e incluye también, como parte de la trama, una vuelta de tuerca en un negocio inmobiliario que permite que un grupo de ricos clientes religiosos cambien su actitud de compra ante una acción típicamente femenina de la vendedora que combina sensibilidad y sentido común. DIFERENCIAS DE GENERO Es este un filme de buen ritmo, que también permite apreciar las diferencias laborales que separan el trabajo masculino del femenino. En el caso de Orna, por ejemplo, a pesar de que su pareja ayuda en cierta cotidianidad hogareña, momentos de enfermedad de los hijos exigen -según el marido- que los compromisos laborales masculinos sean respetados, mientras que los femeninos ocupan un segundo lugar. También determinadas actitudes masculinas muestran ingenuidad o desconocimiento del manejo laboral entre hombre y mujer (insistencia del marido para que ella pida un adelanto de sueldo). Una película actual en sus enunciados, sin golpes bajos y con excelentes actores.
Es difícil lograr la risa con el tema del nazismo. Sin embargo, "El gran dictador", de Chaplin, en los "40, y ciertos momentos de "La vida es bella", de Roberto Benigni, basada en el caso real de Rubino Salmoni, que sobrevivió a Auschwitz, lo lograron. El director neozelandés Taila Waititi toma la historia de un chico de la Juventud Hitleriana, Jojo Betzer, en su país de origen, y lo hace en forma de sátira, con un humor ácido que al ritmo de canciones de los Beatles cuenta la relación de Jojo y su "amigo imaginario", que no es otro que Hitler. Preadolescente educado en una organización nacionalista que entrenaba a futuros ciudadanos del Reich y soldados de Hitler, Jojo comienza a desilusionarse de lo que él cree que conforma el régimen durante su estadía en una colonia de la asociación. La negativa a matar un conejo, una orden dada por un superior, es una de las primeras alertas de la crueldad de ciertas reglas. Esa desobediencia hace que le impongan el nombre de Jojo Rabbit (Jojo Conejo). A esto seguirá el descubrimiento de una niña judía en su casa, a la que su madre ayuda ante las persecuciones que el régimen realiza, y que le es ocultada al niño por su adhesión a la J.H. Con una presencia "payasesca" del mismo director como Hitler, asumiendo el papel de actor, Waititi logra balancear el tono farsesco dado a la novela "Cielos entre jaulas", de Christine Leunens, base del relato cinematográfico. Su particular tono humorístico es conocido ya por sus seguidores que recuerdan "Thor Ragnarock", donde también el tono habitual de la saga marveliana era reemplazado por el de la caricatura. BUENOS ACTORES No todo es acierto en la historia. La falta de condensación en el relato obliga a una extensión no necesaria, y cierta alusiones grotescas a personajes y situaciones. Es el caso de la imitación a la representante femenina nazi, personaje interpretado por Rebel Wilson. Así, las repeticiones estancan ciertos efectos logrados en la primera parte del relato. "Jojo Rabbit" y su particular elección de la comicidad, ante temas riesgosos, obligaron a su director a recordar la eficacia del humor en la critica a la intolerancia. Esto sumado a su sensibilidad ante el tema del Holocausto (Waikiki es de origen maorí y judío) dejaron a un lado algunas críticas internacionales, que no impidieron la llegada de premios de distintos lugares del mundo. El filme destaca el gran trabajo de un niño actor, entonces de doce años, Roman Griffin Davis; el de Scarlett Johansson (la madre) y la niña Thomasin Mc Kenzie, sumados a una formidable inclusión de temas musicales que van desde los Beatles, pasando por Gounod, Strauss (h) hasta Roy Orbison (Mama) o "Tabú", de Margarita Lecuona.
Como ya lo hiciera en el filme "La mula", el director Clint Eastwood elige como protagonista de su película un personaje real, dado a conocer entonces por la prensa escrita. En este caso, Richard Jewell, una figura que inspiró un artículo de Vanity Fair, "Pesadilla americana. La balada de Richard Jewell" (1997), base del nuevo filme del director. Aquella historia cinematográfica hablaba del mejor vendedor de droga del cartel de Sinaloa, un hombre común que presionado por las circunstancias y cierta lasitud ética, se convierte en partícipe de una sociedad ilícita. Por el contrario, el Richard Jewell del último trabajo de Eastwood es un hombre común que sueña con ser policía y se desvive por proteger a todo ciudadano. El Estado al que pretende servir y los medios periodísticos lo acusan de ser culpable de un atentado que, paradójicamente, fue anticipado gracias a sus tareas de seguridad. El verdadero Richard Jewell fue el guardia de seguridad que descubrió una bomba en el Centennial Park durante un multitudinario recital de los Juegos Olímpicos de Verano de Atlanta en 1996. Posteriormente, su acción durante la evacuación impidió que la tragedia fuese mayor (más de cien heridos, un muerto). Sin embargo, la desafortunada conjunción entre un miembro del FBI que colaboraba en la investigación, y su infidencia con una periodista de un diario sensacionalista convirtió al nuevo héroe urbano, halagado hasta el momento, en el presunto causante del atentado. UNA PESADILLA Eastwood retoma al hombre común de sus películas ("Gran Torino"", "La mula") y muestra cómo una circunstancia cualquiera cambia la vida de un individuo y el Estado al que quiso servir se convierte en enemigo, mientras la prensa amarilla transforma su vida en una pesadilla Filme que reúne los ingredientes del drama policial, la tensión del cine catástrofe y la emoción familiar, "El caso de Richard Jewell" se hace grande con sus intérpretes: Paul Walter Hauser, el gordito de "Infiltrado en el KKKlan"; Sam Rockwell, el abogado disidente, tan transparente como él, y la estupenda Kathy Bates como la madre. Con su fluidez narrativa y esa calidez humana con que diseña sus personajes, Eastwood (89 años) sigue dando lecciones de cine. Y lo hace más allá de la misoginia de la que se lo acusa por tratar al personaje de la periodista (muy bien Olivia Wilde) como alguien que recurre al sexo para conocer el nombre de Richard Jewell, sospechoso al que un integrante del FBI resguardó hasta ese momento. Un drama actual que replantea manejos discutibles de los cuerpos de seguridad estatales (arteros intentos del FBI por lograr una confesión de Jewell, desbaratados por el abogado Bryant), y la prensa amarilla, a los que se suma la ausencia de verificación de fuentes responsables de la prensa en general. Como es clásico en sus películas, Eastwood logra plantear todos estos temas entre bromas sobre Tupperware y al ritmo de "Macarena".
Clásico policial duro a la manera de las novelas de Chandler, aquellas con un Philip Marlowe nada sofisticado, pero de puños listos y salidas rápidas, "Nueva York sin salida" rezuma en violencia, persecuciones y personajes característicos del hampa. Andre Davis, como su padre, policía muerto en su ley (flashback de infancia con sermón y presión de un progenitor modelo que se sacrificó por todos) va a defender con uñas y dientes lo que él le enseñó. Ahora es nada menos que la muerte de ocho policías con unos pequeños ladrones detrás que con su inconsciencia provocaron la masacre envuelta en un halo de droga y adicciones. Habrá decisiones impactantes para que ellos no se disuelvan en el aire. Los 21 puentes cerrados dentro y fuera de la isla de Manhattan, tres ríos con acceso nulo, cuatro túneles bloqueados, trenes detenidos y subtes dados vueltas de arriba abajo como un guante para que nadie escape. Todo entre las dudas de un jefe que desconfía de la audacia de este Andre Davis que, como él mismo dice, "prefiere mirar el diablo a los ojos". Clásica persecución, con compañeros de comisaría metidos en masacres impensadas, nada nuevo bajo el sol, pero realizada con la solvencia de un director profesional y productores hábiles que dominan el oficio (los Russo de "Capitán América" y tantas otras). Un actor que parece haber nacido para este tipo de papeles (Chadwick Boseman) y una detective modelo y diseñadora de modas en la vida real (Sienna Miller), que se las trae. Entretenida, violenta, una más del género, pero hecha con profesionalidad.
Walt Disney admiraba las historias del escritor danés Hans Christian Andersen. Quedaron como proyectos, cuentos como "La sirenita", que pudo filmarse hace treinta años, y "La Reina de las Nieves", que convertida en "Frozen, una aventura congelada" se rodó en 2013, transformándose en el mayor éxito de taquilla de Disney. Ahora aparece como secuela "Frozen II", cada vez más lejos de las historias originales del autor escandinavo. Eso sí, conservando los personajes de las princesas Elsa y Anna, que Jennifer Lee, su guionista, reversionó a partir de los de Andersen (Gerda y la Reina de las Nieves). A ellas se sumaron los ya conocidos Kristoff, el tímido galán de Anne, la hermana menor; Olaf, el divertido muñeco de nieve, y el reno Sven. "Frozen 2" retoma la película anterior tres años después y logra sus mejores momentos en la primera media hora, donde se evoca la fraternidad inicial de las hermanas reales en su infancia y los problemas que ciertos poderes (Elsa y su relación con el hielo) mal manejados pueden causar. A través de esa relación de juego y complicidad, el espectador se acerca nuevamente a aquella autenticidad que convirtió a "Frozen" en un éxito. SECRETOS DEL PASADO A partir de entonces la cosa cambia. Todo es aventura y efectos especiales cuando Elsa, seguida por Anna, Kristoff, Olaf, el divertido muñeco de nieve, y el reno Sven traten de resolver el misterio del Bosque Encantado, que habita la tribu de los Northuldra, indígenas enemistados con el abuelo de Elsa y Anna por misteriosos hechos a descubrir. Revelaciones casi de culebrón, que involucra a los padres de las niñas, más el despliegue de los poderes de Elsa ante los cuatro elementos, incluso el Nok, espíritu del agua que en forma de caballo cumple la "cuota" de incorporación de folclore escandinavo a la historia (bellísima imagen estelar de un animal refulgente). La parte musical tiene sus momentos con algunos temas atractivos. Aunque ninguno tan impactante como el célebre "Let it go" ("Libre soy") de la inicial "Frozen". Y así la naturalidad de los sentimientos, que a la vez separaban y unían a las hermanas, dejan paso al protagonismo del individuo en su relación con la Naturaleza, el concepto claro de respeto al indígena (Northuldra presente) y al medioambiente (Bosque Encantado, suelo de los Northuldra salvado). Todo exquisitamente filmado, con algunos excesos de magenta y azules, no impide el asombro ante la perfección de la animación. A su alrededor, el mundo Disney de simpáticos renos como Sven, la salamandra Salli o el muñeco Olaf, acompaña la aventura de estas hermanas, verdaderas heroínas dispuestas a vivir futuros conflictos de una saga que no termina.
El cine rumano viene llamando la atención con sus acercamientos a dramas profundos o singulares imágenes de la historia de su país. Así sorprenden las atmósferas de Cristi Puiu ("La noche del señor Lazarescu"), o el cine filoso de Calin Peter Netzer, que deslumbró con la increíble Luminita Gheorghi en "La mirada del hijo". Ahora vuelve Corneliu Porumboiu, al que conocimos en "El tesoro", crítica a un régimen político a través del humor. "La Gomera" es cine negro, policial, de reminiscencias intelectuales a la manera de Jean Pierre Melville. Desarrollado en esa isla canaria, reúne mafiosos varios y un policía que juega doble, Cristi (Vlad Ivanov, con nombre de empalador), que se verá envuelto en aventuras donde 30 millones de dólares se esfuman como aire. El porqué del lugar se relaciona con la necesidad de aprender un lenguaje mafioso en forma de silbo, semejante al habla de los pájaros, nacido en la isla y que tiene como fin obviar la comprensión policial. Locaciones que incluyen desde la mencionada isla canaria, hasta Singapur en el final, la película del realizador rumano exige desde un comienzo atención para captar humor y engaño en una historia digna del bosnio Kusturica, Porumboiu desarrolla el policial como pez en el agua. Con giros imprevisibles, humor excéntrico y hasta algún encontronazo con la ducha de "Psicosis", bien a lo Hitchcock, mezclando tensión, una impactante Catrinel Marlon (modelo internacional de Armani) y un mosaico musical exquisito que va de la Callas a Iggy Pop, pasando por "El Danubio Azul" o "Moritat" por Ute Lemper.
Tati vive en la isla Maciel. Una madre ausente y un padre a veces colérico, presionado por las carencias económicas, no le están haciendo nada fácil la vida. Más ahora que se está convirtiendo en adolescente. Y las condiciones sociales en que crece Tati no son las mejores. Sin embargo, a pesar de las dificultades en la escuela, de sus enojos justificados o no, de la falta de comunicación, siempre habrá algo a que aferrarse. La que atiende el comedor, el chico del barrio cobardón pero solidario, y ese otro adolescente que le compró al padre un bote que la ayudará a crecer. "La botera" revela a una directora sensible, que maneja la historia con soltura y buen ritmo, que no entinta las situaciones y las muestra sin juzgarlas. No es nada fácil seguir el nacimiento de la adolescencia en un lugar de carencias sin melodramatizar o cargar las tintas. Pero la directora Sabrina Blanco, con una intérprete ideal, Nicole Rivadero, sin experiencia como actriz, la convierte en una Tati real, con todos los blancos y negros que puede tener su realidad. En las marcaciones actorales, la joven directora se acerca al neorrealismo italiano con su asombroso manejo de la realidad. Filme esperanzador, donde un bote puede simbolizar el futuro y un pequeño lápiz de labios o la rústica pintura de unas uñas nada armónicas son pequeñas aspiraciones a la belleza. Con aproximaciones especialmente a Truffaud ("Los cuatrocientos golpes") y los Dardenne ("Rosetta"), "La botera" revela a un equipo valioso que sintetiza en la escena final que Tati encontró un pequeño camino en su vida y la comprensión del valor de la familia es un sentimiento irreemplazable para iniciar un futuro.
"Lejos de Pekín" es un relato intimista que plantea el diálogo de una pareja en víspera de la concreción de un proceso de adopción. María y Daniel ya llegaron a los cuarenta y van por el octavo año de matrimonio sin tener hijos. Es entonces que deciden embarcarse en un proceso de adopción. Una provincia del Litoral hacia la que se trasladan es el lugar donde les será entregado un niño cuya madre acepta que su hijo (en este caso una bebé) pueda tener una vida mejor gracias a esos "forasteros" que vienen de Buenos Aires. Con una lluvia constante que acompaña a la pareja en su espera se desarrolla la historia, que hace crisis ante la duda de último momento de la madre biológica de la criatura en juego, lo que pone en peligro la adopción. La espera de un tiempo para tomar una resolución ante esa inesperada actitud hace que la pareja deba permanecer más tiempo en el hotel, donde revive su pasado. Emociones, desengaños, incertidumbres, dudas, ponen en jaque la relación y obligan a pensar sobre la madurez de los futuros padres, que a pesar de todo se aman. RASGOS ONIRICOS Filme interior rodado por el director misionero Maximiliano González, "Lejos de Pekín" da fin en esta historia a su trilogía cinematográfica ("La soledad" y "La guayaba"), sobre la mujer de su provincia. La película muestra rasgos poéticos y oníricos, pero posee momentos que con su recurrencia al paisaje apoyado por la música ralenta la acción, sin lograr en el abundante diálogo el interés necesario para hacer avanzar el relato. Distintos personajes y situaciones como la presencia de un vendedor, un incidente en un velatorio y una cantante, forman parte de la historia y sólo el cálido diálogo con esta última, muy bien interpretada por Cecilia Rossetto, significa en el resto de la historia. Con ciertas discontinuidades narrativas y diálogos que no logran profundizar en los temas, el filme tiende a perder solidez a pesar del interesante protagonismo de Elena Roger.