La eclosión de la carrera espacial ya prácticamente había terminado en Estados Unidos cuando surgió en 1977 "Star Wars", el inicio de la saga del mago George Lucas, y sin embargo, el éxito de la primera ficción protagonizada por habitantes de una galaxia desconocida fue una realidad. Hoy Estados Unidos y Rusia dejaron de ser los únicos antagonistas de la carrera espacial; países como China, India o Japón también tienen programas espaciales y la carrera hacia el espacio exterior toma otros rumbos. Sin embargo, el sentido de aventura, la eterna lucha del Bien y el Mal, el misterio de la condición humana siguen siendo móviles de interés en cualquier tiempo y lugar. Y ese es el objetivo de la saga "Star Wars", y por supuesto de este final, con los mismos personajes y algunos nuevos (el droide forastero, el Baby Yoda o el Babu Frik en cuanto a los fantásticos, o la chatarrera respecto de los humanos). Es la chatarrera, surgida de "El despertar de la fuerza" (Daisy Ridley), que representante del empoderamiento femenino tan publicitado, se convierte en la protagonista del final de la saga "Skywalker". Una protagonista capaz de concentrar en sí la Fuerza de los Jedi y el poder de conducción de los grupos de la galaxia, siempre enfrentados a fuerzas negativas. Rey, favorita de la princesa Leia Skywalker (Carrie Fisher), líder de la Resistencia, estará al frente en este capítulo final, de la lucha contra el Mal, representado ancestralmente por la Primera Orden, el grupo imperial tiránico. Personajes tradicionales como Chewbacca (ciudadano de ignota galaxia, con pelambre hirsuta y singular inteligencia) y los deliciosos droides R2- Dw y C-3PO, compañeros en la Resistencia del hermano de Leia, Luke Skywalker, también formarán parte del grupo de Rey en su enfrentamiento con el Mal, sumados a sus amigos Finn y Poe. CRUCES EPICOS Esta vez la historia tendrá connotaciones que evocan a Shakespeare y sus grandes dramas cuando los enfrentamientos con el guerrero oscuro Kylo Ren (Adam Driver), hijo de Leia y Han Solo, o un fantasmal Palpatine se desafíen en brutales peleas o diálogos sinuosos con Rey, que una y otra vez cuestiona su identidad y excede sus fuerzas en agotadores entrenamientos. La película de Abrams amplía el campo visual de los enfrentamientos épicos con singulares tomas de locaciones desérticas, mares abismales o el Averno de los malos. A esto se suman combates tumultuosos a pura espada luminosa, más las revelaciones, que no exponemos para mantener la dosis de suspenso que el espectador descubrirá. El tema de la integración, la unión como Fuerza, el Amor y la Memoria en tanto combustible emocional y la necesidad de asumir la propia identidad en la lucha diaria se transforman en constantes de un ideario de final de saga. Motivos como la familia, las generaciones como aporte integrador de la fuerza que ayuda a vivir al hombre y la consideración de la Muerte como un estado vivo a través de la memoria ("en el fondo nadie se ha ido") son conceptos que ayudan a comprender ciertos hechos. Es el caso de la utilización, en este capítulo final, de escenas de Carrie Fisher (Leia), fallecida en 2016, filmadas, pero no proyectadas en "El despertar de la fuerza". GRAN HEROINA "Star Wars. El ascenso de Skywalker" no se caracteriza ni por su mesura, ni por su poder de síntesis, pero aporta buenos diseños, escenas de acción de nivel y cumple con su mensaje humanitario, recurriendo al universo de personajes de la saga. Sin olvidar el aporte de una nueva heroína, la intensa Daisy Ridley, que con Adam Driver (Kylo Ren), el recuerdo de Leia y el siniestro Palpatine son lo mejor de la película. Sin descuidar la cuota de humor con la tríada de droides y los nuevos monstruitos encantadores.
El mundo cerrado de asilos y hogares pocas veces fue abordado en el cine argentino y nunca tan bien como en la notable "Crónica de un niño solo", de Leonardo Favio. Esta vez, una representación austera y verosímil de este universo es ofrecida por Maura Delpero, realizadora italiana afincada en nuestra ciudad. La opera prima de la directora, de trayectoria en el mundo del documental, sucede en un instituto de monjas italianas para madres adolescentes, donde se desarrolla la historia. Una historia de carencias y tensiones. Allí surgirá un esbozo de amistad entre dos adolescentes, Luciana y Fátima, la primera, efervescente y desbordada, preocupada por vivir la diversión y el sexo, casi ajena a Nina, su hijita de pocos años; la segunda, retraída y casi complacida en ese hogar de monjas donde crece, embarazada nuevamente y con un niño de unos siete años. A esa vida monótona, entre rezos de las monjas ya ancianas y su poca paciencia para manejar chicas sin apoyo familiar y con hijos que no siempre desearon, llega una novicia, sor Paola. Y la cosa cambia, no sólo para Lu y Fati, también para ella misma. DEBUTANTES Con una narración sencilla, de síntesis apretada, Delpero es capaz de transmitir las tensiones entre mundos diferentes (escena de la cumbia improvisada de las chicas), las diferentes facetas de la maternidad, incluso la de Luciana (Agustina Malale), que más allá de sus reacciones primarias intuye que el hecho de ser madre puede no ser para ella. "Hogar" se interna en un mundo femenino joven y sin trabas, donde las agresión es una constante, la religión una rutina y dos adolescentes y una joven monja reconsideran la complejidad del sentimiento maternal. Una directora sensible, capaz de observar sin juzgar, simplemente mostrando la distancia que separa al instituto religioso de la vida diaria (salida de alguna chica o la novicia a la calle) o la sabiduría de los niños (el rostro de la pequeña Nina ante la vuelta de la madre golpeada). "Hogar" conmueve y visualiza una interesante directora que transmite, sin invadir, el mundo poco conocido del sentimiento maternal, el de aquella que aspira a ingresar al mundo religioso, donde la sublimación de ese sentimiento es una realidad, y de quienes pueden o no hacerlo propio, superando las carencias familiares o individuales. Un elenco de jóvenes sin experiencia en el cine (las internas) convive armónicamente con profesionales sensibles como Liliya Liberman ("Sangre de mi sangre", de Bellocchio) y Marta Lubos. La sorprendente labor de los niños, especialmente Nina (Isabella Cilia), recuerda el cuidado tratamiento dramático que el neorrealismo daba al universo infantil.
Mara (Sofía Gala Castiglione), Tini (Paloma Contreras) y Luz (Analía Couceyro) son amigas. Desfachatada una, más tradicional la otra y bastante ingenua la tercera. De una fiesta electrónica, de la que salen empastilladas pero contentas, pasan a hablar de sus experiencias con el otro sexo. No sólo aluden a los abusos de un jefe que puede entorpecer la tranquilidad laboral (Mara) sino que también son capaces de ciertos sacrificios por amor (Luz). Entre charla y charla, mientras manejan hacia un promisorio fin de semana en el campo, no saben que van a entrar en una pesadilla. El asunto es que la que hasta ese momento parecía una historia de chicas en tren de diversión se transforma en una fantasía telúrica, donde el distanciamiento de la realidad no termina de convencer. Todo se complica cuando las chicas, ya en el lugar elegido para el descanso dominguero, participan, vestidas con ropa de otro siglo, de una fiesta en el establo con personajes ominosos, en algo que más parece una degustación de ayaguasca que un asado de amigos. A partir de ese momento se privilegia la desmesura, las chicas se convierten en víctimas de los malos muy malos y se generan subtramas con viudos misteriosos dominando hijos problemáticos y violencia que incluyen una violación y algunas muertes. SOJUZGAMIENTO La idea pareciera ser entroncar modernidad e historia, acercar temporalmente el sojuzgamiento indígena de la época de Roca con el sojuzgamiento femenino en la época actual, con subrayado en la agresión a la mujer. El resultado no es el mejor porque abunda en desniveles narrativos. Afortunadamente, hay una preeminencia de importantes actuaciones del elenco femenino, unido a Daniel Fanego, que despliega su ductilidad profesional en un personaje al borde, sumado a un interesante manejo de la fotografía. El viraje que se inicia a partir de la llegada a la estancia La Sabiduría no escatima en recurrencias al gore, sumado a la aparición de la violencia policial.
Viejo millonario muerto en su cumpleaños, familia sospechable y una nube de pecados de sexo, corrupción, hipocresía y robo salpicando la mesa de parientes son suficientes elementos para desencadenar un policial. Si a todo esto le agregamos un investigador astuto (Daniel Craig), una enfermera heredera (Ana de Armas), más un nieto joven en actitud de vagancia (Chris Evans), tenemos "un Agatha Christie" casi original. Y aludimos a quien cultivó como un exquisito rosal la novela policial porque esta película reúne todos los ingredientes de sus clásicos de misterio, desde "Crimen en el Expreso de Oriente" a "Eran diez indiecitos". Así "Entre navajas y secretos" responde, como esas novelas, a la unidad de lugar (el fabuloso "castillo" familiar), a la gran cantidad de sospechosos (toda la familia) y al amplio número de indicios presentados en la trama. El humor no se ve tan elegante como en la narrativa de Agatha Christie. Es que, en el caso de la película de Rian Johnson, también escrita por él, la sonrisa surge ante las comparaciones con la realidad, tan actuales. Conservadurismo, nacionalismo y regresión pueden tomar la forma de un colonialismo retrogrado (actitud frente a los inmigrantes) o la confianza mesiánica en la superioridad nacional, características que se repiten también en el mundo del espectáculo, desde los glamorosos miembros de la familia de "Dinastía" (versiones televisivas del "80 y 2017), a la de Logan Roy, de la muy actual serie "Sucesion" de HBO (los "culebrones" no desaparecen, se transforman). TRADIONAL Y MODERNO El director Rian Johnson ("Star Wars: Los Ultimos Jedi"), con inteligencia, estructura en formato convencional (policial negro) una situación límite que aqueja a un grupo familiar. Al interés por develar el misterio del posible crimen se agrega el exhibicionismo de los Drysdele, un festín de excesos psicológicos sospechosamente parecidos a la fauna contemporánea de la que formamos parte. A esto se suma un elenco de "capos de la actuación", desde un dúctil ex James Bond metido a investigador (Craig), hasta dos carismáticas actrices, una ex del cine de horror, Jamie Lee Curtis ("Halloween", "La Niebla") y la otra, estrella casi oculta del cine independiente ("En tus zapatos", "Pequeña Miss Sunshine"). Por no hablar del recordado Christopher Plummer. Una sorpresa inesperada, con buen ritmo y cuidado formal.
Gustavo sigue siendo adolescente. Lo vemos empleado de una disquería, de aquellas que copiaban en cassete los temas pedidos, que reunían coleccionistas fanáticos y conocedores no sólo de tapas. Fanático de su instrumento, de la banda a la que pertenecía, siguió fiel a los viejos amigos, al fútbol, a la bohemia y a la falta de responsabilidad. Por eso su casamiento se fue al diablo, pero sus tres chicos siguen formando parte de su vida y se convierten en sus admiradores por su desparpajo adolescente y su cercanía con la infancia. La película de Ana García Blaya pinta sensiblemente una época (los "90), indaga simplemente con acciones, la dificultad de la bohemia por integrarse a una vida ordenada y con códigos. Lo hace con una actitud lúdica, no tomándose demasiado en serio los problemas, pero sin soslayarlos. Recuerda a otra grata comedia argentina, "Días de vinilo", que también paneaba sobre el tema de la música. "Las buenas intenciones" es un filme con componentes autobiográficos, lo cuenta la dedicatoria del filme. Son fragmentos de la vida de la directora, criada en un espacio donde se amaba la música, se la sentía y se la disfrutaba a pesar de todo. ACTORES IDEALES Una característica del estilo de Ana García Blaya es la fluidez de su relato y la utilización de videos caseros que ablandan la historia y le dan toques de autenticidad a una narrativa que cuenta con actores ideales como Javier Drolas (Gustavo) y Jazmín Stuart en la exacta ex esposa de un bohemio, que intenta mantener el delicado equilibrio que todavía la une a un seductor con el que no pudo conciliar un hogar coherente. A ellos se suma la espontaneidad de Sebastián Arzeno como Néstor y la de una promisoria actriz niña, Amanda Minujín, de expresivo rostro. "Las buenas intenciones" destila música, desde canciones de la banda Sorry (el padre de la directora la integraba) hasta música de Charly o Los Violadores.
"¿Dónde hallamos a Dios si siempre se mueve?", pregunta en algún momento el papa Benedicto XVI al todavía cardenal Bergoglio y éste le contesta: "En el camino". Y el argumento de "Los dos papas" trata precisamente sobre el camino hacia Dios que pueden elegir dos seres de mentalidad diferente. Creado originalmente por el escritor y periodista neozelandés Anthony Mc Carten, el guion que él mismo adaptó es el que da origen a la cinta que Netflix encargó al director brasileño Fernando Meirelles ("Ciudad de Dios"). La película centrada en jugosas conversaciones que la ficción de un creador armó en el papel, realizada inicialmente para la televisión, fue estrenada en un solo cine de Villa Devoto, al menos en Capital, repitiendo una característica iniciada con "El irlandés", también producida por la empresa de entretenimientos estadounidense. Con fondos impecablemente reconstruidos o directamente filmados, y que abarcan la Santa Sede o suburbios de Buenos Aires, ver la increíble actuación de dos grandes del cine y el teatro como Anthony Hopkins y Jonathan Pryce es un privilegio. Si la forma de enhebrar temas tan arduos como la razón y la fe a través del tradicionalismo ratzinguerano o el racionalismo de Bergoglio es un logro sin caer en el tedio o la complejidad, el mérito es el de actuaciones sobresalientes y un guion inteligente. Con picos de humor y picardía, que pueden darlo pequeños detalles, como las alusiones a la música de ABBA o la efervescencia de la afinidad común por el fútbol, el guión de Mc Carten demuestra que no por nada es autor de éxitos como "Rapsodia bohemia", "La hora más oscura" o "La teoría del todo" (también basados en sus guiones). INOLVIDABLES Detalles que se entroncan con el documental (momentos de la asunción papal y la cobertura de los medios) o las recurrencias al pasado (flashbacks), que muestran a un Bergoglio joven (Juan Minujín, muy correcto), y detalles de su actividad en villas, sumado a situaciones polémicas durante la dictadura, son resueltas exteriormente por no formar parte del objetivo final de la producción. Pero lo que permanece de "Los dos papas" más allá de su excelente guion es esa creación que hacen los maestros Hopkins y Pryce. Si Hopkins fue un maestro de la perversidad y el intelecto en su caníbal exquisito ("Hannibal") o de la contención y el buen gusto (el mayordomo de "Lo que queda del día"), ahora como el papa Ratzinger, que parece prever a su sucesor, se convierte en un modelo de racionalismo a punto de eclosionar en una ingenuidad oscilante. Mientras Pryce, luego de encarnar filósofos irónicos y victorianos como Lytton Strachey en "Carrington" y al Perón de "Evita", sorprende con un Bergoglio tan nuestro, sorprendentemente terrenal. Una producción ambiciosa y entretenida sobre certezas y laberintos de la fe y el materialismo en una sociedad compleja.
Roy Courtnay (Ian Mc Kellen) y Betty Mc Leish (Helen Mirren) se conocen a través de una suerte de Tinder, que reúne corazones solitarios. Setentones, viudos, bien educados, se gustan y comienza una relación tranquila en la que el espectador, durante la primera parte del filme accede a la doble vida de Roy, que no es otro que un estafador de alto vuelo. Con su socio (Jim Carter, el mayordomo de "Downton Abbey"), se especializan en inversores que apuestan a ganancias rápidas. Si la primera parte se desarrolla en un atractivo country, donde Betty demuestra a Roy que es una viuda rica pero con un nieto molesto, la segunda parte entra en lo poco verosímil y ubica a los viudos en un viaje de placer, uno de cuyos destinos se convierte en la vuelta de tuerca del relato. Cuando uno suponía que Betty era la próxima víctima del elegante estafador, el viraje se mete en recurrencias a la Segunda Guerra Mundial con tufillo rancio. Lamentablemente dos peso pesados de la actuación, shakespearianos de tradición. Mirren y Mc Kellen tienen que "nadar" contra una trama previsible y sin la suficiente garra. La cosa parecía venir mejor, al menos en la primera parte, cuando uno dudaba que la Mirren, que en la estupenda "Prime Suspect" sorprendía con su olfato detectivesco, se tragara la caballerosidad del rugoso Mc Kellen. Pero no, a pesar de que Betty no es la "inocente" viuda engañada, lo que se viene que parece una ensoñación del maestro Gandalf (Mc Kellen en "El Señor de los Anillos"), no aporta nada a un pretendido buen policial. Comparada con "Dioses y Monstruos", una de las primeras películas de Bill Condon, en que develaba la vida secreta del director James Whale y su jardinero, "El buen mentiroso" es una decepción, sólo aceptable por los grandes actores que la protagonizan.
Kate (Emilia Clarke) ahora trabaja de Duende en una tienda navideña. A ella le gusta cantar, va a toda audición que se le presenta y sigue con una vida descontrolada, siempre intentando alejarse de una familia de inmigrantes del Este, con una madre insoportablemente demandante (Emma Thompson). Mientras vive mudándose con amigas o relaciones de momento, aparece un tal Tom. Simple, encantador y siempre mostrándole las maravillas a la vuelta de la esquina y la necesidad de pensar un poco en los otros. Este voluntario de comedores barriales reaparece una y otra vez, de improviso, sin pedirle nada a cambio. La vida de Kate tendrá un vuelco. Parece ocuparse más de los amigos a los que perjudicó; de su patrona, una china madura que se enamoró entre venta y venta; de su familia a la que vuelve de vez en cuando y hasta de su enfermedad (tuvo un transplante hace años). Pero ahora la curiosidad por ese Tom, que le descubrió un jardín secreto, que parece guiarla y amarla sin demandas, la intriga. Lo que sigue será un milagro de Navidad. FILME INTEGRADOR Sí, la película no es original. Ya antes hicieron cosas parecidas desde Frank Capra en la década del 40 ("Qué Bello es vivir") a Jerry Zucker (la inolvidable "Ghost" con Demi Moore). Se sabe que las comedias navideñas tienen que tener luces, arbolitos y Santa Claus y ésta hasta sucede en una tienda de juguetes navideños que rebosa de todo eso hasta el desván. Pero "La última Navidad" intenta ser otra cosa, alude a la xenofobia (una realidad también en el Reino Unido), critica el Brexit (y lo hace con la excelente Emma Thompson en una nostálgica comicidad), se ocupa de la diversidad (la hermana de la protagonista) y pone a un mágico seductor (el malayo inglés Henry Golding) y a la encantadora Emilia Clarke ("Juego de Tronos") para casi iniciar un romance en deslumbrante pista de patinaje con música de George Michael. Como muchos dicen, un poco cursi, elemental y abundante en trampas románticos. Cierto. Pero también emotiva, directa, cuidada en su diseño de producción y con actrices como la efervescente Emilia Clarke (ideal protagonista de comedias brillantes) y Emma Thompson (hizo el guión sobre un tema de George Michael), más una troupe de "desclasados" del comedor barrial, capaces de animar la fiesta navideña más integradora del mundo. Navideña y emotiva.
Estamos en la década del "50, Justino tiene 11 años y cuando su padre muere, por ser el único varón de la familia, debe tomar la responsabilidad del grupo familiar. En el pueblo de San Bernardino (Paraguay), el chico se ocupará de ayudar en el Correo y estudiar en una escuela alemana, herencia de la fundación del pueblo por Santiago Schaerer, inmigrante de ese origen. La película recorre el pasaje en que la preadolescencia del niño se manifiesta, con la primera noción de responsabilidad familiar y el surgimiento de la sexualidad como núcleos temáticos. Personajes como la maestra, la madre, sus compañeras de colegio, el comisario y el barbero serán descriptos de manera costumbrista y con algún toque de humor. En la segunda parte su inconsciente papel de generador de un romance entre la maestra y un refugiado nazi darán forma a este melodrama sencillamente contado, con una puesta en escena atractiva y formalmente impecable. OPERA PRIMA El director de "Lectura según Justino" es Arnaldo André, nacido él mismo en San Bernardino y llegado muy joven a la Argentina en la década del "60, donde se convertiría en sinónimo de teleteatro junto con Alberto Migré y Abel Santa Cruz. Los habitués de la televisión no pueden olvidar títulos como "Piel naranja", "Pobre diabla" o "Amor gitano", que lo tuvieron como intérprete. André, en un nuevo registro, utilizó vivencias personales en este relato autobiográfico incorporando elementos ligados al folclore lugareño y observaciones históricas relacionadas con el gobierno de Stroessner, la actuación de la Fundación Eva Perón en la región, junto con la presencia del nazismo (recordemos que Bernhard Forster, fundador de una "comunidad aria pura" en Paraguay, con su esposa, hermana de Nietzsche, se suicida en el Hotel del Lago de San Bernardino, luego de fracasar su proyecto).
La cuarta película de Jeanne Herry, hija de Miou-Miou, la popular actriz francesa, se refiere al proceso de adopción en Francia ficcionalizado a través de una serie de historias de personajes involucrados en el mismo. Con una meticulosidad en todo lo que hace a los distintos pasos del proceso, la directora sigue, desde el presente, la adopción del bebé Theo por Alice, una teatrista de 41 años. Los flashbacks le permiten al espectador conocer a los que de alguna manera intervienen en la adopción. Así, las subtramas cuentan la historia de la futura mamá adoptiva, dedicada al teatro para discapacitados, o el amor de Karine (Sandrine Kimberlain), una asistente, por Jean (Gilles Lelouche), agente de guarda del bebé. NUEVA VIDA Relato que se desarrolla a través de flashbacks, "En buenas manos" muestra la organización de un proceso modélico que permite la incorporación de un ser que llega al mundo abandonado (es rechazado por su madre universitaria) y es entregado, luego de un complejo pero eficiente proceso estatal, a quien lo esperó como hijo deseado por años. Con didactismo por un lado y aproximación emocional de seres responsables de una tarea invalorable, el filme logra momentos de emoción (actitud del agente de guarda en su difícil oficio, escenas finales del niño y su madre adoptiva). Se destacan por sus actuaciones Elodie Bouchez ("La vida soñada de los ángeles") en el papel de Alice, Sandrine Kiberlain y Gilles Lellouche, muy queribles en el desarrollo de una relación particular (la asistente y el agente de guarda) y la veterana Clotilde Mollet, como la primera asistente social que recibe la madre biológica de Theo.