Auténtico testimonio de la situación límite de una mujer joven ante las limitaciones que impone la asunción ortodoxa de la religión, ésta es la historia de Hatun Aynur Surucu, hija de una familia de Anatolia que reinició su vida en Alemania en los 70. Con técnicas del documental, la directora Sherry Hormann desarrolla un atrapante drama familiar basado en el caso real ocurrido en Alemania en 2005 cuando la joven hija de un matrimonio de tradición suni-kurda es víctima de un crimen de honor. Hatun, de 23 años dejó el tradicional velo, abandonó a su esposo por violencia doméstica y con su pequeño hijo logró retomar sus estudios, conseguir una vivienda social digna y reinsertarse en la sociedad. Su familia no lo aceptó, para ellos, según sus tradiciones se convirtieron en seres deshonrados y el menor de los hermanos la asesinó. CONTAR LA MUERTE El filme está contado por la muerta (a la manera del protagonista de "Sunset Boulevard" de Billy Wilder, el inolvidable filme negro de Billy Wilder), cómo su vida se convirtió en una verdadera odisea por ser mujer y la importancia que tuvo su muerte para que salieran a la luz "los crímenes de honor" en los titulares de diarios europeos de primera línea. Los "crímenes de honor" llevados a cabo generalmente por aquellos que profesan creencias ortodoxas, suponen que la víctima es propiedad de la familia y la deshonra provocada justifica el crimen. No contraer un matrimonio aceptado por los padres, mantener una relación no permitida por la familia, cometer adulterio, no usar el velo o mantener relaciones homosexuales presupone el castigo. "Solo una mujer" tiene un buen ritmo, estupendos actores y se alimenta en el documental con su utilización de fotos fijas, videos caseros, fotos o películas de la verdadera protagonista, más carteleria fijada a fotos con titulares a la manera de las imágenes de archivos policiales. Acceder al calvario real de esta joven kurdo-alemana que terminó asesinada es descender al infierno del sojuzgamiento y la discriminación del individuo.
Cuando Luciano Pavarotti, Plácido Domingo y José Carreras se presentaron ante el público al finalizar la ceremonia de la Copa del Mundo de 1990, la ópera pareció hacerse más amigable para aquellos que todavía no la apreciaban. Y precisamente esa fue una de las virtudes de Pavarotti a lo largo de su carrera, acercar al espectador común al mundo de la ópera que se entregó totalmente ante una personalidad exuberante y alegre, sumada a una voz única. El documental de Ron Howard es un filme tradicional, para todo público, rodado con el consentimiento de la familia del tenor, que permite escuchar la voz del maestro ("Nessun Dorma", de Turandot, es uno de los incunables de al cinta), enterarse de su rica vida artística y amorosa y acompañarlo en su recorrido musical por el mundo, del que se despidió en 2007. Atrás quedaban desde austeras giras de conciertos en los comienzos, hasta presentaciones en el Hyde Park, con 125 mil espectadores, o exclusivas actuaciones en el Castillo de Leeds (donde vivió Catalina de Aragón). Hijo de un panadero de Módena, cantante de coro, Pavarotti tuvo formación musical. Fue apoyado por figuras de la lírica internacional por su increíble voz y su personalidad extravertida y bulliciosa, y recorrió con éxito los teatros del mundo (la película comienza en el exótico Amazonas de Manaos, construido a fines del XIX en época de auge de la explotación del caucho). BUENA VIDA El filme lo sigue en sus presentaciones, permite conocer a hacedores de su fama como el mítico promotor Harvey Goldsmith, o Herbert Breslin, que lo alentó a aparecer en conciertos en los Estados Unidos para que todos pudieran escucharlo en vivo, estimulando la venta de disco de manera millonaria. También aparecen críticos (Clive James), su amiga la princesa Diana y representantes de su vida privada como sus dos esposas, alguna de sus amantes famosas y sus cuatro hijas, sumados a Bono y variadas personalidades que lo acompañaron de una manera u otra, sin olvidar la generosidad de sus concierto benéficos. Viejas películas familiares en su luna de miel, pobre y feliz con Adua Veroni, su esposa por 39 años; fotos de infancia, suerte de rey niño con una madre atenta seguida de una corte de tías y abuelas. Un caleidoscopio de acontecimientos, con "Traviata", "Tosca", "La Boheme" de fondo; un Pavarotti desplazándose con no menos de 40 valijas en sus giras internacionales y cocinando la pasta en los mejores hoteles. Cálida y simple, con la mejor música, la mejor voz y un recuerdo para siempre.
Un filme otra vez filmado. Eso es "El pasado que nos une" porque ya lo había hecho la directora danesa Susanne Bier con el título de "Después de la boda", logrando integrar la terna de los Oscar para la Mejor película extranjera. Bart Freundlich, el director de esta versión, elabora un nuevo guion con la directora original Bier y Anders Thomas Jensen, modifica una serie de elementos de la trama original (los protagonistas son hombres), le agrega algunos virajes e incorpora a su esposa, Julianne Moore, como una de las protagonistas, luego de que Diane Kruger dejó el proyecto por cuestiones de agenda. Sintéticamente, la trama del filme de Freundlich habla de una donación millonaria para un orfanato de la India en el que la joven norteamericana a cargo es llamada a Estados Unidos para concretar la operación y se da cuenta de que la empresaria donante (Julianne Moore) está casada con su ex pareja. Además de sorprenderse con un secreto familiar que no revelamos por si el futuro lector de la crítica se convierte en espectador. Isabel (la instructora del orfanato) debe cambiar su punto de vista sobre todo lo que se viene debido al tal secreto. SECRETO FAMILIAR El filme pasa de tener un contexto inicial en el que se mezcla lo social (visión de la pobreza en Calcuta) con lo dramático (las donaciones al orfanato no alcanzan), a la órbita del melodrama familiar ante la aparición de los integrantes de la familia rica que vive en Nueva York. Detalles personales del pasado de la ex pareja, sumados a situaciones personales de la nueva pareja entremezclan los tantos y oscurecen los objetivos, si los hubo en el comienzo. La poco verosimilitud de la trama y el acercamiento a ciertos cánones televisivos van abaratando la historia, que aun así no pierde la elegancia y cierto interés superficial por lo artístico (el esposo de la millonaria pinta y esculpe) y la naturaleza. "El pasado que nos une" sobresale por las interpretaciones de dos peso pesados, la increíble Julianne Moore como la millonaria y Michelle Williams ("Manchester") en el papel de la instructora que viene de la India. A ellas se une una promisora actriz joven, Abby Quinn. A pesar de ciertos desniveles en el ritmo, el filme por momentos entretiene, pero no siempre es creíble.
Registro de la lucha por el aborto legal en la Argentina, el filme de Juan Solanas parte de la media sanción de la Cámara de Diputados (en junio de 2018), ante el proyecto de ley de interrupción voluntaria del embarazo, y materializa en imágenes la actitud de miles de mujeres que enarbolaron la causa a lo largo del territorio, hasta el rechazo de la Cámara de Senadores, situación que profundizó la grieta que separaba ideologías. Ya el director se había interesado por el tema con la filmación de "Nordeste", hace diez años, donde exponía uno de los tantos casos de tráfico y trata de bebés en nuestro país. Solanas hará una radiografía militante de una realidad que enfrentan más de mil mujeres por día ante la necesidad de abortar, y recorrerá 4.000 kilómetros en busca de gente, mujeres especialmente, que forman parte de esa lucha o son víctimas de la situación (retoma el caso de adolescentes en provincias como Tucumán, Córdoba, Jujuy, Santa Fe y Buenos Aires, con testimonios desgarradores en los que se mezclan la pobreza, la falta de contención y la desprotección estatal). FILME POLITICO A esto se suman opiniones de investigadoras, pioneras de los derechos humanos, actrices, médicas, intelectuales, incluyendo sacerdotes, que se ponen del lado del derecho de las mujeres en su actitud de decidir. Estructurada a la manera de capítulos con intertítulos, con el claro referente de "La hora de los hornos" que filmara el padre de Solanas, Pino, junto a Octavio Getino. "Que sea ley" es un filme político, militante, acentuadamente inclinado hacia una posición ideológica, sin olvidar la contraria (también presente en la película), que como su director dice, aspira a lograr la reflexión sobre el tema y valorar la lucha feminista. Juan Solanas creció en Francia, como hijo del exilio, y nunca conoció el tema del aborto como problema. Ante lo que pasaba en el país en que nació, donde esto podía transformarse en causa de prisión y situación de muerte, decidió opinar y lo hizo con esta película que llega al espectador y verdaderamente emociona.
Alguien decidió contar la historia del Guasón, el Joker que enfrenta a Batman como su enemigo declarado. Ambos son personajes de historieta. Su éxito a lo largo del tiempo los ha hecho aparecer en recordables series televisivas, largometrajes animados o superproducciones como la que dirigió Tim Burton, hace treinta años, con Michael Keaton (Batman) y Jack Nicholson (el Guasón). Aquí, Arthur Fleck, el futuro Guasón (Joaquin Phoenix), aspira a ser un comediante. Hasta ahora sobrevive en una agencia que lo utiliza como payaso en avisos callejeros o entretenedor en los hospitales. Algunas noches intenta hacer stand up en un mohoso bar, donde nadie lo escucha. Es que Arthur no puede controlar sus problemas psicológicos, que terminan en una risa incontrolada, y más ahora, cuando Ciudad Gótica se declara en crisis y decide terminar con los ayudantes terapéuticos y los medicamentos gratuitos para gente pobre como él. En ese mundo caótico, sucio (los basureros están en huelga), de callejones grafiteados y ratas gigantes se inicia la película de Todd Phillips. DRAMA PSICOLOGICO ¿Cuál es la propuesta de Phillips y sus coguionistas? Indudablemente, con el peso de ese increíble actor que es Joaquin Phoenix, Phillips estructura un drama psicológico, elige un personaje del cómic, como podría haber hecho con otro personaje de otro formato, y lo desmenuza de adentro hacia afuera y de afuera hacia adentro. Como si lo diera vuelta con ropa y todo. Eso sí, lo ubica en Ciudad Gótica, que sería la peor Nueva York, aquella donde la belleza emigró, el progreso se estancó, el trabajo está desapareciendo, el que no factura lo suficiente puede morir en las calles, igual que el que es diferente o no lo suficientemente fuerte. La película da cuenta del itinerario de este inquietante personaje al que se compadece viendo la saña con la que lo castigan unos chicos de la calle o los señoritos que se inician en Wall Street y aún viajan en subte. Pero también se lo siente humillado por el animador televisivo que admira (el Murray Franklin de Robert De Niro) o el compañero que le da un arma para que se defienda, generando algo así como su adicción. Nadie imagina la espiral de violencia que se genera en los minutos finales al compás de su perturbadora risa maníaca y cómo su juego de masacre se contagia a los cientos de disfrazados que testimonian la disconformidad con el candidato político, Thomas Wayne, y las diferencias sociales. La figura de esta suerte de Calígula desarrapado, vivado por seguidores, estremece y sorprende. COMPOSICION Lo que hace Phoenix con el Guasón es algo que recuerda las composiciones inolvidables de Marlon Brando ("Apocalypsis Now") o Jhonny Depp en "Sweeney Todd", una combinación animal y humana que deviene en algo que casi no es de este mundo. Cómo explicar esa manera de erguir y modular el cuerpo como un bailarín o de bajar las escaleras del Soho con la elegancia de un Fred Astaire (sus viejas películas ven el Joker y su madre en la televisión). Pocas veces puede el espectador asistir a una composición que raya en la locura. La escena en el show de Murray Franklin presidida por la muy tierna y anciana doctora, también forma parte de esa ambigüedad entre la locura y la ternura, que coinciden en la película de Todd Phillips. Como el mejor cine de David Cronenberg, Hollywood sorprende con una criatura genéticamente modificada, que enfatiza el horror con música de la cellista islandesa Hildur Gudnadottir y una soberbia composición del próximo ganador del Oscar, Joaquin Phoenix.
Una mujer fuerte y su lucha en defensa de la Tierra. Suerte de Greta adulta (recurriendo a la pequeña líder ambientalista), Halla es directora de un coro, pero secretamente, líder de sabotajes a favor de la ecología. Ella no puede permitir la sumisión a las multinacionales, la fragmentación de la tierra, la falta de respeto a conceptos como el calentamiento global. Su lucha pasa por ayudar a que las voces de su coro canten la gloria natural de la creación y respetar el "no pasarán" de organismos que atenten contra su tierra y permitan el drama de un país que colapsó ante el exceso de deuda externa bancaria hace no más de diez años. Ese pelear por sus ideales, que la encuentra cubierta con pieles de oveja, mamelucos y viseras que no dejan ver su rostro mientras recorre en bicicleta esa geografía pedregosa, de glaciares y montañas, es su meta. Sin embargo todo cambia cuando una carta le confirma la posibilidad de adopción de un niño que tramitó hace cuatro años. Una pequeña ucraniana la espera en un lejano orfanato. Ahora el futuro de Halla es una incógnita. ROL DE LA MUSICA "Mujer en guerra" se muestra como una fábula atípica, donde los antihéroes son una mujer ya no tan joven que practica arquería con cables de alta tensión, un rebelde campesino y un misterioso compañero que la secunda a la distancia. A la excéntrica compañía se incorpora un latinoamericano "en tránsito", que siempre está cerca de los atentados y como buen sospechoso, oficia de "cabeza de turco" terminando en cualquier prisión aledaña. Comedia loca generada por Benedikt Erlingsson, un director islandés en estado de gracia, la película, formalmente impecable hace especial hincapie en elementos musicales (David Thor Jonsson), que le dan un toque surrealista. A la manera de la ópera "Mahagony" de Bertold Brecht y Weill o el "cinema novo" sesentista ("Dios y el diablo en la tierra del sol" con la dupla Glauber Rocha- Heitor Villa Lobos), un terceto musical nórdico y otro coral ucraniano ofician simbólicamente como acompañantes de la protagonista comentando sus experiencias. Este original recurso sumado a la exquisita fotografía de Bergsteinn Björgúlfssony y la notable actuación de Halldóra Geirharosdóttir en un doble papel, la convierten en una propuesta imprescindible para el que gusta del mejor cine.
Parece que Humberto Brause (Daniel Hendler) nació cambista. Como Jordan Belfort ("El lobo de Wall Street"), encontró la verdad en "el origen de todos los males" y su verdad es el dinero. Eso que es capaz de manipular con la magia del prestidigitador y el cinismo de un croupier internacional. Desde sus orígenes montevideanos en la empresa de turismo y cambio del señor Schweinsteiger (alguien le dijo que ese apellido sonaba a porcino, pero él no lo creyó) su suerte estaba echada, y tan echada que hasta se casó con Gudrun, su hija. El destino de cambista y la esencia de la manipulación comenzaban a formar parte de su identidad y nunca supo si esa suerte de ADN que lo distinguía se contagiaba, porque la tal Gudrun era igual. El tráfico de divisas no tiene secretos para el cambista, ya sea favoreciendo a un par de abuelos o a un mafioso brasileño, a un político uruguayo o a un guerrillero argentino. Necesidades, ambiciones y descréditos no tienen bandera. Son de cualquier país y un bróker libre como el viento tiene la posibilidad de manejar la plata como por coordenadas marinas. Si hasta el sistema bancario uruguayo lo favorece. Pensar que alguna vez, el cambista tuvo algún ideal y ahora eso se fue con el mismo ritmo de las corrientes marinas. El director uruguayo Federico Veiroj ("El apóstata"), basado en la novela de Juan Enrique Gruber (1979), incursiona en el rubro comedia negra, pulsa el nerviosismo que le es característico en el estilo, el manejo de la observación y el ritmo acelerado, sumado a una buena dosis de suspenso y de conducción de actores a los mejores lugares (Hendler, Fonzi, Machín, Vicuña). MINIMALISMO Veiroj se maneja con soltura en distintos espacios temporales, y en el diseño de arte responde con austeridad y minimalismos. Articula con inteligencia, entrelaza alianzas y permite que el humor nunca abandone lo que puede convertirse en una farsa del peor gusto. Con inteligencia arma alrededor del antihéroe una telaraña en la cual se mueve con audacia y tranquilidad. Controla distintos tiempos, personajes, situaciones políticas, y a los que no se estrellan en espera de un turno que el cambista sabe administrar. Una película difícil que desnuda corruptelas, personalidades, falsas ambiciones, todo en una suerte de comedia amachiettada que juega con el humor negro y la posibilidad de que toda sea, en el final, una pesadilla.
La cosa comienza en Halloween, esa celebración conocida como "Noche de Brujas" del 31 de octubre, que festeja especialmente la comunidad de habla inglesa y terminó por imponerse también en nuestro país con su cuota de disfraces, historias de miedo y casas encantadas. Un grupo de adolescentes disfrazados (estamos en 1968 en Estados Unidos) comienza con sus juegos y persecuciones en broma y en serio contra otra pandilla y un adolescente cuestionado por el grupo. La cosa estalla en una broma pesada que sale demasiado bien y trae consecuencias. Todo se oscurece y los chicos, conscientes o no, caen en la clásica "casa encantada" del pueblo, con famoso libro escrito en sangre incluído, y la historia de Sarah Bellows, que desfigurada por una serie de estigmas, luego de vivir recluida como prisionera, terminó en un loquero. Por supuesto que la casa está enferma con su espíritu en pena, pero dispuesta a contar historias de sangre con sorpresas que no develaremos para no arruinar lo que sigue. ALVIN SCHWARTZ El productor de la película, Guillermo del Toro ("El laberinto del fauno", "La forma del agua"), se enamoró de la serie de libros del norteamericano Alvin Schwartz publicados en la década del "90, ilustrados por otro mago del horror llamado Stephen Gammell. Así apostó al miedo con esta película que lleva el nombre de aquellas historias y se las dio a un noruego, el tal Ovredal, para dirigir. El caso es que la película tiene todos los clichés del género: chicos adolescentes encantadores con algún viraje a la maldad, casas con misterios, espíritus maléficos, libros malditos, viajes en el tiempo y hasta, de fondo, al presidente Nixon y su actitud respecto de la política de Vietnam. Lo que ocurre es que la fórmula funciona, pero no deja de ser fórmula, y la creatividad no asoma demasiado, salvo en los casos en que el desborde y la conjunción realidad-fantasía se desata sin control y alucina en imágenes monstruosas que los CGI hacen realidad. Con atractivos actores adolescentes, especialmente Zoe Margaret Colletti ("Past Life"), "Historias de miedo para contar en la oscuridad" es un buen entretenimiento del que se esperaba más, avalado por la presencia de su productor Del Toro, un obsesivo serial de las más terroríficas formas.
Ella es la nouvelle vague en estado puro. Con su última película realizada a los noventa años da un lúcido y emocional testimonio sobre su obra y su concepción de la vida, íntimamente ligada al arte. A partir de la exitosa "Cleo de 5 a 7", el viaje hacia un diagnóstico, que realiza la muy joven Corinne Marchand, la trayectoria de esta señora belga con un padre griego y una madre francesa, llamada Agnes Varda, abunda en destellos e insólitos virajes. No representa la realidad como pura e inasible, siempre está teñida de vida cotidiana en una eterna simbiosis de documento y ficción, cuando poco se hablaba de eso. Cortos y largometrajes desafiaban con sus contenidos, centrados en pequeños barrios portuarios con ignotos habitantes vendedores de mercado. Su preferencia por los "sobrevivientes", los marginales, los sin fama, preanunciaba su "socialismo cristiano" que convivía ya en los "50 con su posición liberal respecto del cuerpo propio y la maternidad. De todo eso habla Agnes en su película, de cómo elegir un plano o un sonido para un contenido, de cómo transformar una película en un tríptico que un amante del arte va a adquirir y que ella transformará en parte del capital para sus próximas películas, porque "siempre me costó financiarlas". JUEGO DE LA VIDA Agnes cuenta de su amor por las playas, esos paisajes mentales por los que tanto le gusta filmar; recuerda el policromismo de "La felicidad", esa preferencia por los colores alegres y brillantes, y anécdotas divertidas como la de convencer al inmutable Andy Warhol para que actores de "Hair" de la época trabajaran con ella en una película. O cómo pudo atraer a una Lolita de los "60 (Jane Birkin) para que reflexionara qué es tener cuarenta años o se disfrazara de la Maja vestida o desnuda en alguna de sus películas. El filme no sólo panea sobre algunos de los filmes menos conocidos de la directora, sino también sobre su veta de artista multimedia, generadora de instalaciones o de proyectos como "La isla y ella", que permite visitar el lugar donde reside, la tumba de su gata Zgougou o la instalación de "Las viudas de Noirmoutier", un video en el que quizás evoca su misma viudez de otro mago del cine, Jacques Demy ("Los paraguas de Cherburgo"). "Varda por Agnes" permite conocer a una adolescente contemporánea encerrada en un cuerpo que se fue a los noventa años, en el mes de enero.
Indudablemente esta película es una curiosidad. La historia pasa por un extra y a veces actor porno, Sergio Garcés, que se hizo popular cuando grabó un disco de covers de Serge Gainsbourg, pero que ya tiene cincuenta años, sigue trabajando de extra y viviendo como un adolescente. Con el escenario del Mundial del Fútbol de 2014 y un festival de cine independiente, una productora gusta de Sergio y logra una que otra vez atraparlo. Pero Sergio, un tanto reacio a la continuidad erótica de la simpática pero ya no tan joven productora, se resiste. Lo que pasa en un ascensor entre este personaje de pocas pulgas y un chico claustrofóbico acerca impensadamente a la pareja y pone efervescente el relato. SURREALISTA "Iniciales S.G." es una loca comedia negra muy bien construida, con picos de suspenso, momentos de novela negra y una música tan original como atractiva. Si la historia es original, el hallazgo del elenco ideal es otro punto a favor. Uno no termina de preguntarse de dónde sale el interés de estos directores treintañeros por Gainsbourg, un cantante y actor vanguardista, émulo de Vian, censurado por el Vaticano por sus canciones eróticas, pero de fama en los "60-"70, cuando ellos no habían nacido. No sabemos, pero que manejaron la inspiración con encanto y frescura es una realidad, por no hablar del elenco. Nunca tan buen actor, al borde de continuos precipicios dramáticos, el gran Diego Peretti. Y qué comentar de la chaplinesca Julianne Nicholson, que parece salida de una comedia muda de Wes Anderson. Algunos intercambios de miradas y gestos con Peretti son inolvidables. Por no aludir a la barra que acompaña a Sergio Garcés y hasta el cameo del director Víctor Maytland (Sena para los conocidos), baluarte del cine porno argentino. Sin olvidar a Daniel Fanego como relator de una historia a lo Fontanarrosa. También hay que destacar los covers de Gainsbourg con música de Rusansky y Andrés Ortega, más letras de Gianotti y Tomei. Una curiosidad estética que pasa por el policial, la comedia loca, la música vintage y un capolavoro de Peretti, digno de disfrutar.