Peter Jackson se vuelca al documental para contar una historia personal y cercana: la de su abuelo y todos los soldados que lucharon en la Primera Guerra Mundial. Después de una carrera dedicada a la ficción, con películas de bajo presupuesto y superproducciones que le permitieron realizar sagas completas, Peter Jackson dirige un documental, el primero en su carrera, que se siente mucho más personal. Su abuelo luchó en la Primera Guerra Mundial y, como él, fueron miles los muchachos que se alistaron como soldados y se encontraron con un mundo totalmente nuevo para ellos. Para eso, Jackson recopila muchas imágenes de archivo y el hilo conductor son las voces en off de muchos de los hombres que pasaron por esta experiencia. No hay una voz que predomine, no hay una persona que tome protagonismo. Las voces son muchas, no sabemos los nombres, pero juntas van relatando la historia desde adentro, desde sus propios ojos y experiencia. Fragmentos de relatos ordenados que van desde que deciden alistarse, sin saber realmente qué les espera, hasta la vida como soldado y después en el campo de batalla. Es un relato colectivo, sin intención de identificar identidades individuales. Tampoco hay precisiones con fechas y lugares. Son muchas historias y al mismo tiempo son una sola. Cuando nos trasladamos a las trincheras, Jackson transforma esas imágenes de archivo coloreándolas. Si bien así logra diferenciarlas del resto de la trama, le agrega color a la parte más oscura y terrible -y no para darle protagonismo solamente a la sangre, lo cual uno podría presuponer- y no deja de sentirse artificial y raro. Casi que esa colorización podría no estar y la película seguiría funcionando de manera valiosa. Sí funcionan mejor los agregados de sonido, con efectos y voces sobre esas imágenes. Es evidente que a Jackson le interesa cierta dramatización y experimentación propia de quien disfruta de contar historias a través del cine. Acá manipula material preexistente para lograr algo novedoso, para intentar trasladarnos a nosotros a esas trincheras. “De todos modos, lo más valioso del documental quizás radique en esos archivos de entrevistas que dejan en evidencia las historias de muchachos jóvenes, que todavía no sabían mucho de la vida y van madurando a los golpes. Jackson aprovecha todo ese material que tiene y, con un muy buen trabajo de montaje, nos entrega este interesante y conmovedor documental”.
La nueva película del director James Kent (más abocado a la tv) es una adaptación de la novela de Rhidian Brook. La historia gira en torno a un coronel asignado a reconstruir parte de la ciudad tras ganar la Segunda Guerra Mundial y a su mujer, quienes van a vivir a una casa antes ocupada por una familia de alemanes. Rachael y Lewis eligen, en realidad él toma la decisión ante una primera resistencia de parte de ella, convivir en esa enorme casa junto a ellos: un viudo y su hija adolescente. La casa es de los ingleses, eso queda claro, pero los alemanes tienen una parte para ellos, casi como si fuesen el servicio. El trabajo mantiene a Lewis muy alejado de la casa mientras que con Rachael sucede todo lo contrario, pasa demasiado tiempo encerrada con sus fantasmas en una casa grande, con gente que no conoce y sirvientes que le hablan en un idioma que no entiende. En medio de esas separaciones forzosas, en las que Lewis parte con el ejército y es testigo de los horrores de una guerra que se dio por finalizada pero no parece tener fin, o cuyas consecuencias son igual de terribles, Rachael choca constantemente con Stephan, en realidad busca justamente lo contrario, no chocárselo, no verlo, evitarlo. Un acercamiento inesperado hacia su hija, Freda, un personaje que al principio no parece tener mucha dimensión y se presenta más bien como una adolescente problemática pero cuyas acciones luego presentarán consecuencias importantes, cambia su modo de ver a la familia con la que convive a la fuerza. De a poco comienza a acercarse a ese hombre a medida que su marido se aleja y pasa más tiempo fuera de su casa. Lo que viene es lo que podemos imaginar: un triángulo amoroso, una historia de un amor clandestino entre la inglesa y el alemán, e ilusiones de un posible futuro juntos lejos de todo. ¿Se puede uno permitirse soñar en el lugar y tiempo donde están? “Viviendo con el enemigo” no es más que un drama enfrascado en un fuerte contexto histórico. La relación que toma protagonismo en el relato no cuenta con la suficiente pasión y al mismo tiempo funciona para no tapar esa realidad en la que viven. Hay un mundo ahí afuera que intenta recomponerse pero todavía está muy roto. Jason Clarke (actualmente en cartelera con “Cementerio de animales”) es este coronel que guarda oscuros secretos y que busca refugiarse constantemente en su trabajo. Keira Knightley es quien interpreta a Rachael, la mujer que siempre se queda sola, que siempre se ha quedado sola, aun cuando más necesitaba compañía ante una fuerte pérdida sufrida de manera reciente, y sin embargo siempre una fiel compañera. El sueco Alexander Skarsgaard interpreta al alemán Stephan, ese hombre que también carga con una pérdida y al mismo tiempo necesita estar compuesto para cuidar de su hija, quien a su vez ya comienza a tener sus propios ideales. En medio del reparto quien termina luciéndose es Keira Knightley, actriz siempre capaz de dotar de mucha pasión a sus personajes desde la sutileza que provocan sus miradas y sus gestos. Si la película funciona como un drama de pasiones en medio de su importante contexto histórico es antes que nada por ella, porque además la trama elige mayormente su punto de vista. Lo que podría haberse convertido con facilidad en un culebrón consigue llegar a un buen puerto más allá de resultar mucho más interesante su primera mitad, donde se plantean las situaciones y la relación entre ingleses y alemanes. Estamos ante un drama interesante que de todos modos no termina de aprovechar lo que tiene entre manos y carece de la pasión necesaria. Resulta entretenida y poco más.
Catherine Deneuve es la protagonista, junto a Chiara Mastroianni, de esta película dirigida por Julie Bertuccelli sobre dos mujeres y un duelo que cada una enfrenta como puede. En este drama dirigido por Julie Bertuccelli, Deneuve interpreta a una mujer que vive sola en un caserón rodeada de incontable cantidad de objetos antiguos que ha coleccionado a lo largo de su vida. Tras un sueño, que considera premonitorio, decide hacer una venta de garaje para desprenderse de todo lo que tiene, “de todo”, enfatiza. Lo que le importa es desprenderse de todo eso, y llama la atención en el pueblo por lo ridículamente barato que vende esos objetos viejos y llenos de un valor, tanto afectivo como material. Claire Darling es una mujer que se ha alejado de todos en los últimos años, que ha estado mucho tiempo sola en una casa enorme y hoy tiene visiones que la atormentan y a veces le hacen dudar sobre las cosas que realmente suceden a su alrededor y cuáles sólo imagina. Un poco de eso le pasa cuando llega su hija (interpretada por Chiara Mastroianni), con quien no supo entenderse, que la mira y la toca para comprobar que de verdad está frente a ella. Pero la trama lo que intenta hacer también es reconstruir la historia de estas dos mujeres a través de flashbacks que dejan en evidencia el duelo que siempre están transitando. Los fantasmas del pasado que las acechan, especialmente en esa casa tan grande. Cada objeto va trayendo recuerdos que se materializan. Alice Taglioni interpreta a la versión más joven de Claire y en su apariencia y modo de actuar rememora bastante a Umbra Colombo en la película argentina Julia y el zorro. Aquel personaje también transitaba un duelo y tampoco lograba conectarse, en medio de esa tristeza y desolación, con su hija. Aunque la historia principal sea chiquita, el encanto de La última locura de Claire Darling, basada en la novela de Lynda Rutledge, radica en las imágenes creadas, ya sea de espacios cerrados y los objetos, como de los exteriores inmensos que pueden agobiar, y en la interpretación de Deneuve que nunca permite convertirse en la típica señora mayor y consigue impregnar de humor una historia que podría haber sido densa y solemne.
Daniele Incalcaterra y Fausta Quattrini dirigen este documental que funciona como una especie de secuela de El Impenetrable y gira en torno a esas tierras que Incalcaterra heredó. “Lo único que puedes hacer es una película”, le dicen en un momento al italiano Daniele Incalcaterra que, además de codirigir junto a la realizadora suiza Fausta Quattrini, se pone en el papel de protagonista. Parte de esta historia había sido expuesta en El Impenetrable, documental previo de Incalcaterra, cuya resolución lo mostraba encaminado en su objetivo. Incalcaterra heredó cinco mil hectáreas de bosque virgen y había logrado llegar a un acuerdo para construir una reserva ecológica y entregar a los nativos el territorio. Devolver tierra a la tierra es su simple intención. Sin embargo sólo encuentra trabas que ponen en foco problemáticas como la deforestación y la corrupción, además de que la tierra aparece ocupada por otro hombre que aparentemente también tiene título de propiedad. “Acá la tierra es de quien toma posesión, como en el Far West”. Es así que nos encontramos ante un Incalcaterra cansado y al mismo tiempo incapaz de bajar los brazos, mientras aparecen promesas políticas e intervenciones del Papa Francisco. Un hombre contra el sistema ya muy cerca de la resignación. ¿Hasta dónde, hasta cuándo vale la pena seguir insistiendo? El documental -que ganó el premio Greenpeace en el Festival de Mar del Plata 2017 por reflejar el cuidado del medioambiente-, tiene algo de thriller político en el modo en que está construido y va exponiendo el mundo que lo rodea. Entre conversaciones, reuniones, seguimientos a través de esas tierras verdes, imágenes desoladoras que ponen en evidencia las dos mil hectáreas de bosque nativo arrasadas por día, es que se va construyendo Chaco, un retrato sobre el lugar que ocupan la naturaleza y el Estado. Por momentos el film pierde un poco de ritmo y se torna algo reiterativo, pero también esto sucede acorde al eje de su protagonista, ya que las cosas nunca salen del modo en que están planeadas, en que uno espera.
La nueva película dirigida por Mariano Cohn y producida por Andrés Duprat, es un thriller que gira en torno a la problemática de la inseguridad y está protagonizado por Peter Lanzani. Después de varios planos a puertas y entradas enrejadas, protegidas por alambres o por algún tipo de sistema de seguridad, se lo observa a Ciro (interpretado por Peter Lanzani) pasear por una calle de barrio hasta detenerse en una lujosa camioneta. Como en un día más de tantos, la fuerza y logra entrar sin mucha complicación. Allí adentro se apodera de lo que cree que puede servirle, orina sobre el asiento trasero para demostrar su resentimiento o desprecio hacia la gente que puede ser dueña de esa camioneta, y se dispone a salir. Sin embargo, las puertas quedan trabadas, las ventanas imposibles de abrir, y todo el auto permanece -como descubrirá en esos pocos minutos-, blindado e insonorizado. Y él, incomunicado, porque ni siquiera tiene batería en el celular. A partir de ese momento, 4×4 se convierte en un thriller sobre un personaje encerrado, en este caso en una camioneta. Allí pasará varios días, aunque pronto descubre que no es casual: el dueño le habla por teléfono y se presenta como una persona cansada de la inseguridad, con una hija que por ese motivo tuvo que irse a vivir afuera, y que decidió tomar el toro por las astas. Como en una especie de Juego del miedo (con menos sangre), Ciro estará a su merced, esperando un poco de solidaridad de parte de aquella voz para que le permita comer algo, o ventilar el vehículo un poco para calmar el calor agobiante que hace ahí adentro. Lanzani demuestra una vez más ser un actor versátil, capaz de apuntar a diferentes registros. Acá transmite, en esos planos cerrados que pretenden intensificar la sensación de asfixia, la desesperación, impotencia y frustración que siente su personaje. Como sabemos, en algún momento se saldrá de ese vehículo pero las cosas no serán más sencillas afuera. Dady Brieva interpreta a este médico que decide hacer justicia pro mano propia con este ladrón que el barrio abuchea esperando que lo maten, mientras un desganado Luis Brandoni intenta apaciguar las aguas. 4×4 juega todo el tiempo con mantener la tensión bien arriba, con un trabajo sonoro que acentúa ciertos momentos específicos. No obstante el guion, escrito por la dupla Cohn y Duprat, parte de estereotipos y clichés y no logra construir una trama que no resulte redundante y predecible. Es fácil adivinar cada una de las peripecias a las que se verá expuesto el protagonista desde antes de que sucedan, de hecho la mayoría acontecen en los primeros minutos de película, los más intensos. Después se pierde fuerza e interés. A nivel técnico estamos ante un film rodado con una mayor prolijidad que películas anteriores como la exitosa El ciudadano ilustre. Por ahí ronda también un guiño que el realizador se hace sí mismo. Por último, la música de Dante Spinetta termina de imprimirle el tono buscado.
DC presenta a su nuevo superhéroe y lo hace con una comedia para toda la familia. Es que sin dudas la historia de “Shazam!” tiene mucho de joven adulto: es un adolescente de catorce años que tras ser elegido por un poderoso mago a causa de su corazón puro accede a convertirse en un superhéroe tras decir las palabras mágicas: Shazam. Al pronunciarlas inmediatamente se convierte en un hombre adulto en traje rojo con capa blanca y un enorme rayo amarillo en el centro de su pecho; pero por dentro él sigue siendo el muchacho de catorce años. El primer acierto de DC es apostar a la comedia después de construir un universo más bien oscuro y solemne que ni siquiera pudo desarrollar con mucho éxito. Es cierto que ya lo habían intentado de manera bastante fallida con “Suicide Squad”, pero acá lo hace de manera menos ambiciosa. El encargado de dirigir esta película es David F. Sandberg, curioso que es un director de terror que dio el gran salto gracias a un impactante cortometraje que pronto tendría su versión en largo (“Lights Out”), y al mismo tiempo no después de “Aquaman” siendo dirigida por James Wan. De todos modos es quizás por eso que en donde Sandberg mejor despliega sus oficios es en las escenas con el villano, un villano interpretado con solvencia por Mark Strong aunque el actor parece siempre estar en otro registro. Casi como si estuviese en otra película. Recapitulemos: Billy Batson es un adolescente que después de perder en un parque de diversiones a su madre en medio de la multitud pasó toda su infancia de hogar en hogar. A sus catorce años lo adopta ahora una pareja que tiene una casa grande donde cuida de diferentes chicos y adolescentes, que construye su propia familia a través de ayudar a estos desamparados. El poderoso mago Shazam se la pasa desde hace años buscando a un hombre digno de cargar su poder. Tras varios vanos intentos (el film comienza con uno que no es el del propio Batson y resulta fundamental para el desarrollo de la trama), llega a Billy Batson. Él es un adolescente que no entiende mucho de sí mismo y de la vida, mucho menos lo iba a hacer de estos poderes que de repente se le aparecen y lo convierten en una persona totalmente diferente: en un adulto. Por suerte cuenta con la ayuda de su nuevo amigo Freddy que es un fanático de los cómics. Juntos van aprendiendo sobre sus poderes hasta que aparece el villano en cuestión y tendrá que ponerlos a prueba. Además de ser una básica película de origen de superhéroe, el film pretende focalizar en la importancia de la familia, no familia siendo entendida como el grupo con el que se comparten lazos sanguíneos, sino aquella que uno construye. Como toda la película, todo resulta simple y plano y la palabra familia aparece subrayada durante todo el relato. Si bien estamos ante un film divertido que en general sabe aprovechar el humor para generar buenos momentos, un problema al que se accede desde temprano es el que concierne a este personaje interpretado por dos actores distintos. Zachary Levi interpreta a la versión adulta y superpoderosa de Billy Batson pero nunca parecen ser el mismo personaje. Aunque resulte divertida la idea de (a lo “Big”) ver a un adolescente en el cuerpo de un adulto y ser testigo de cómo se comportaría, el Batson adolescente nunca llega a ser tan aniñado y divertido como el adulto, hay una discordancia muy fuerte entre ambos. Por otro lado, si bien el humor funciona en general y hace del film un rato ameno, a veces resulta demasiado simplón. Después, como es de esperar, tenemos un montón de referencias culturales populares –en su mayoría al universo de DC Comics, pero también a videojuegos o películas-, una banda sonora ganchera y escenas post créditos (hay dos: una después de los créditos cortos que es la importante para saber por dónde continuará el tema, y la última después de los créditos largos que es más bien un chiste simpático). “Shazam!” es una película de origen de superhéroe que funciona sin mucho brillo. Es divertida y ágil, aunque al guion, escrito por Henry Gayden y Darren Lemke, no se puede correr de todo lo ya conocido y visto mil veces. Con un elenco carismático donde sólo desentona el villano del desperdiciado Mark Strong que además de una construcción y motivación pobre parece estar en otra película.
El director de “La escafandra y la mariposa”, Julian Schnabel, había debutado con la biopic “Basquiat” regresa con otro retrato de un pintor, esta vez cruzando el océano (a la larga además de director él es pintor y por lo tanto es mundo que le resulta mucho más que cercano). Escrita junto a Jean-Claude Carrière y Louise Kugelberg y con un elenco de reconocidos nombres, “Van Gogh: en la puerta de la eternidad” retrata la última etapa del pintor que sucede mayormente en la localidad francesa de Arlés. Willem Dafoe (que llegó a estar nominado al Oscar por la interpretación en cuestión) se convierte en el Van Gogh que deambula buscando dónde pintar, que se inspira a través de la naturaleza, y que de a poco comienza a dejarse caer en ese espiral descendente al que lo lleva sus crisis psiquiátricas, de confusión y de angustia, y su soledad, pero al mismo tiempo lo empieza a conectar con esa búsqueda de la eternidad a la que alude el título, la necesidad de trascender. Por ahí también ronda la relación que arma con otro pintor que intenta sobrevivir a base de sus obras, Gauguin (acá interpretado por Oscar Isaac) y con su hermano Theo (Rupert Friend), a quien le ha escrito tantas bellas palabras en uno de los libros más editados. Schnabel intenta retratar su intimidad, sus largos paseos, sus momentos de lectura (“Mi Dios, qué bello es Shakespeare. ¿Quién es tan enigmático como él? Sus modos y sus palabras equivalen a un pincel trémulo de emoción y de fiebre. Sin embargo, hay que aprender a leer, como se debe aprender a ver y a vivir.”, ha escrito y acá el escritor inglés funciona como nexo con el personaje que interpreta Emmanuelle Seigner, Madame Ginoux). Pero también, de a poco se va apoderando de él una percepción especial de lo que sucede alrededor suyo, allí los planos se vuelven más cerrados y se apuesta a la repetición de diálogos escuchados por el pintor. Tampoco se deja de lado el famoso episodio de la oreja, retratado con cuidado y sin caer en lo espectacular, que sería el camino más sencillo. El elenco no sólo está compuesto por los reconocidos actores mencionados. También está ahí Mads Mikkelsen, que aparece como un sacerdote en una de las escenas más interesantes, y el francés Mathieu Amalric, como el doctor Paul Gachet que protagoniza uno de sus famosos retratos. Como resultado nos encontramos ante un film cuidado y más ambicioso de lo que aparenta su forma. Incluso al final se permite jugar con una teoría menos popular sobre su muerte. Dafoe le brinda mucho corazón a su personaje y logra transmitir ese caudal de emociones y pensamientos que pasaban por su cabeza sin apelar a histrionismos. No es un retrato imprescindible pero sí uno disfrutable y que se percibe que está hecho con amor y admiración.
La debutante Josie Rourke dirige este drama de época, basado en el libro de John Guy y adaptado por Beau Willimon, con Saoirse Ronan y Margot Robbie en un potente dúo protagónico. Las dos reinas comienza con una leyenda situándonos en el contexto político y religioso de la época. María Estuardo regresa a Escocia para reclamar el trono que le pertenece, pero tanto allí como en Inglaterra se encuentra gobernando la reina Isabel I. Este contexto de todos modos muchas veces va a terminar quedando en segundo plano cuando Beau Willimon opte por profundizar en las cuestiones más personales y no ahonde, por ejemplo, tanto en la relevancia política de los Estuardo o lo que sucede con el enfrentamiento entre dos posiciones religiosas como el cristianismo y el protestantismo. María Estuardo e Isabel I son retratadas como dos mujeres muy atípicas para la época. Dos mujeres con poder que no dependen ni quieren depender de hombres ni de los mandatos propios de su género, que saben que los hombres sólo quieren desplazarlas. Las dos reinas las retrata por separado, a partir de que María Estuardo regresa a Inglaterra, y luego especula, fantasea con un encuentro entre ambas. Si bien casi no comparten pantalla, tanto Saoirse Ronan (acostumbrada a ejercer diferentes acentos según el personaje lo amerite) como Margot Robbie logran elevar sus personajes -cuya dimensión varía a lo largo del relato- a base de interpretaciones tan fuertes como sutiles al mismo tiempo. Quizás un aspecto algo desfavorecedor le toca a Margot, con un maquillaje que a veces distrae. En cambio, en cuestión de vestuario se logra plasmar tanto sus fuertes personalidades como la época a retratar. Aunque estamos ante un drama de época, más allá de estar basado en dos personajes reales (y que con el paso del tiempo han cobrado mayor relevancia), se siente muy actual en cómo están retratadas. Dos mujeres en un mundo gobernado por hombres, hombres en su mayoría crueles, incapaces de permitir que una mujer tenga otro rol que no sea el de sumisa. Dos mujeres que compiten pero que, en algún momento, tendrán que aliarse, o al menos intentarlo, o al menos jugar a hacerlo. En el rol femenino es algo en lo que se hace mucho hincapié, en lo que se espera de una mujer y lo que se critica cuando se sale de ese camino. Una de esas voces es la del personaje que interpreta un desaprovechado David Tennant, acusándola a Estuardo de promiscua y adúltera, mientras que el film la retrata simplemente como una mujer: tiene curiosidades, menstrúa, tiene sexo por deseo, a veces es forzada, pero sobre todo se niega a ser un simple objeto o herramienta. Isabel I pasa a un segundo plano y poco de su conocida historia queda plasmada acá. “La reina virgen”, la que nunca se casó ni tuvo hijos, una mujer que se muestra siempre fuerte pero que, con el tiempo, el maquillaje y el vestuario excesivos intentan cubrir su fragilidad. Una mujer que se siente hombre. Pero antes que la rivalidad entre ambas, el centro de la película es la propia María. La dirección de Rourke es correcta, sin mucha personalidad y dejando en evidencia su experiencia en teatro. Así, en los interiores se destaca siempre la puesta en escena, pero el film otorga algunos lindos planos abiertos en el exterior.
Tim Burton vuelve a adaptar un clásico de Disney y renueva la historia del pequeño elefante que nace con grandes orejas y tiene que enfrentar las burlas y que lo separen de su querida madre. La dupla Burton y Disney prometía. Cuando surgió la noticia de que el director de clásicos como El joven manos de tijera y La leyenda del jinete sin cabeza adaptaría Alicia en el País de las maravillas, el entusiasmo fue grande. Sin embargo se estrenó y, si bien en taquilla le fue muy bien, resultó bastante decepcionante. Si le sumamos que en los últimos años el director no ha logrado brillar como en la primera parte de su filmografía, de Dumbo podíamos esperar cualquier cosa. La historia de Dumbo es bastante conocida. En un circo nace un elefante con orejas tan grandes que se convierte en la burla del lugar. Como si el bullying al que es expuesto no fuese suficiente, lo alejan de su querida madre. Pero pronto descubre que con esas orejas puede volar y se convierte en el éxito del espectáculo. Y si hay alguien que supo construir su filmografía a base de personajes marginados, freaks, ése fue Tim Burton. En esta versión que escribe Ehren Kruger, no hay animales que hablan y se hace mayor hincapié en los personajes humanos que rodean al protagonista. Allí está el veterano de guerra (Colin Farrell) que en algún momento fue un gran jinete de rodeo y hoy regresa sin un brazo; sus hijos, en especial la niña que sólo quiere ser la próxima Marie Curie, quienes no se entienden demasiado con su padre tras haber perdido a su mamá; el poderoso Vandevere (Michael Keaton, en una nueva colaboración con el director tras Beetlejuice y sus Batman) que compra el circo, lo traslada y lo transforma en una especie de Coney Island a base de la explotación de su estrella; la trapecista Collette (Eva Green) que aprenderá a acercarse al animal como lo hicieron los niños y a alejarse de lo que no le aporte nada bueno; y el dueño del circo de los hermanos Medici (Danny De Vito, en un personaje parecido al que interpretó en El gran pez pero con mayores dosis de humor) que lo que busca, realmente, es una familia. Con una estética bastante luminosa y colorida, alejada de lo mejor del cine de Tim Burton y al mismo tiempo optando por una historia más optimista y menos triste que la que Disney nos impuso, Dumbo resulta un film tan divertido como emocionante sin necesidad de apelar a la lágrima fácil. Otro acierto es el correcto uso del CGI que logra dar vida al protagonista de un modo que parece siempre muy natural. Este Dumbo resulta sumamente expresivo y al mismo tiempo sus movimientos nunca parecen caricaturescos. Otra dupla que se repite es la del realizador con Danny Elfman, a cargo de la música y apostando también a las famosas canciones de la versión animada.
Este documental uruguayo escrito y dirigido por Ernesto Gut intenta desentrañar el origen del candombe, que surge en Montevideo. El film comienza en Buenos Aires, porque gran parte ahora radica en los barrios de San Telmo y la Boca. Pero la historia comienza del otro lado del río de la Plata, en el país más pequeño de América del Sur. Un ritmo que desprende alegría tiene unos orígenes diferentes a los que uno podría suponer sin conocimiento previo. Una investigadora lo remarca bien clarito, surge desde una historia terrible como un grito de liberación por parte de la raza negra. El film apuesta a un estilo de narración bastante clásica. Hay testimonios de músicos a cámara y luego imágenes en las calles de gente disfrutando de la música. En un solo momento entra en juego una secuencia animada, pero durante la mayor parte del relato no desprende mucha inspiración. Lo cierto es que "Candomberos de dos orillas" es una película que podría interesarle antes que nada a quien aprecie ese estilo musical y sienta curiosidad por saber más al respecto. Pero no logra atrapar, como sí sucede con tantos buenos documentales, a quien entra desde un lugar ajeno. En algunas escenas se nos muestra a alguien que con indudable pasión habla no sólo sobre tocar el tambor, sino enseñarlo. “Para tocar el tambor hay que sentirlo. Pero enseñar el tambor es algo muy serio porque están enseñando a alguien que toque tu cultura”. Y luego vemos a otra persona explicando cómo se construyen esos instrumentos. Largas secuencias que no logran generar un interés mayor. Un film al que le falta, curiosamente, ritmo. Pasada más de la mitad de la película se retorna a Buenos Aires, a una actualidad donde no hay prácticamente negros, pero el candombe sirve como motivo para cualquier reunión o festejo. A la larga, "Candomberos de dos orillas" es una película que narra nacimiento y crecimiento del candombe y la actualidad en Buenos Aires. Un documental poco inspirado que atraerá principalmente a los amantes del estilo musical, pero que no cuenta con mayor atractivo para quien se encuentra afuera. Sí funciona en dejar en evidencia que a veces lo que resulta alegre tiene orígenes en contraposición.