Una vez más, la empresa Disney tira la casa por la ventana en esta costosa adaptación del clásico de Charles Dickens, “Cuento de Navidad”. Aunque durante mucho tiempo se consideró buena parte de su obra apta para niños, sus textos, de lo más descarnados, hablaban siempre de la lucha de clases y mostraban a los ricos y poderosos como monstruos que ponían los pelos de punta. En esta “nouvelle”, que transcurre en la época victoriana, Ebenezer Scrooge es un anciano tacaño y egoísta que reniega de la Navidad y trata sin piedad a todo el mundo, especialmente a su empleado Bob. En vísperas de las fiestas, recibe la visita de un misterioso espíritu, el de su antiguo socio y amigo Jacob Marley, quien le trae una inquietante profecía acerca de su futuro si no elige cambiar esa personalidad atroz y acceder a alguna forma de redención. Scrooge no sabe si se trató de una pesadilla, pero el desafío está en pie. Robert Zemeckis siempre se hace cargo de empresas enormes, y sale airoso. Realizado con el sistema “3D Perfomance-capture”, el director trabajó de manera similar a la que había utilizado en “El Expreso Polar”. No es una película de animación tradicional. Los actores fueron equipados con cascos con cámaras, maquillaje y trajes especiales, para que todo pudiera ser leído y procesado luego por ordenadores de última generación y transportado a imagen digital. El resultado, en términos visuales, es fascinante. Jim Carrey, además del pérfido Scrooge, se hace cargo de otros siete personajes en un alarde de histrionismo. Lo que está a la vista es de veras deslumbrante.
Al mexicano Guillermo Arriaga le gustan las historias corales, que avanzan paralelas y a veces se cruzan. Ya lo demostró como guionista en “Amores perros”, “21 gramos” y “Babel”. Ahora, en su primer largometraje como director, repite el esquema con una cantidad de personajes que se las traen, todos transitados por la soledad y la culpa. Sylvia (Ch. Theron), trabaja como maitre en un restaurante de Portland y utiliza el sexo como bálsamo. El arribo de un extraño que proviene de México, la enfrentará con el pasado. Tiene una hija de 14 años que ha ignorado hasta ahora, cuyo padre agoniza del otro lado de la frontera y quiere verla. No lejos de allí, Gina (K. Basinger), casada, con varios hijos, apenas curada de un cáncer de mama, mantiene relaciones con un desconocido en un remolque, en pleno desierto. Su hija adolescente, entablará un vínculo difícil con un joven mexicano en la ciudad fronteriza de Las Cruces y descubrirá el secreto que oculta su madre. Un accidente aéreo en la zona posibilitará el acercamiento de dos personajes que han quedado a la deriva, tras la tragedia. Arriaga, una vez más, trabaja en torno de soledades y choque de culturas. Las mujeres se muestran hambrientas de ese amor que tarda en llegar. A los hombres no les va mejor. La acción se desarrolla en pueblos fronterizos y rutas solitarias. Sobre el final, entre tanta desesperación, palpita la leve lucecita de una esperanza. Las ganas de recuperar la identidad perdida y volver a empezar. Toda una tarea. Dramáticamente, el film es muy rico, cargado de criaturas y situaciones que conmueven. Todo está trabajado muy a fondo.
Segundo capítulo de la saga “Crepúsculo”, romántica historia de vampiros para público adolescente. El film original, basado en el texto de Stephenie Meyer (72 millones de ejemplares vendidos en 39 países), recaudó 351 millones de dólares. La clave del éxito: el registro de un amor adolescente que no puede ser. Se conocen en el colegio secundario, se atraen, se desean, pero él, Edward, pertenece a una raza de vampiros. Si la besa y la muerde la perderá para siempre. Y no hay nada más atractivo que el amor imposible. Edward cuida y protege a Bella, pero no puede hacerla suya. Mientras tanto, a su alrededor crecen los riesgos y las acechanzas. Un hombre-lobo ingresa en el conflicto, y también una vampiresa vengativa y los Vulturi italianos, todas criaturas de cuidado. Edward pertenece a una familia de vampiros que ha sabido adaptarse a los tiempos que corren. Pueden mostrarse sin riesgo a la luz del día y se han impuesto no morder a los humanos. Se alimentan de animales. Edward y los suyos deciden abandonar el lugar para proteger a la muchacha, pero Bella se siente devastada por esa repentina ausencia. En ese estado de puro desconcierto traba relación con el seductor Jacob Black, sin sospechar el secreto que esconde. Con su ayuda, remodela una vieja motocicleta y se interna en aventuras cada vez más peligrosas. Como en el film anterior, la propuesta funciona. Esa mezcla de romanticismo y terror, de sexo no consumado, pasiones a punto de estallar y el juego atractivo e inquietante de amor y muerte, se potencia una vez más. Robert Pattinson se ha convertido en el James Dean del Siglo XXI.