La historia de Peter Parker... otra vez Es sabido que Hollywood vuelve sistemáticamente a las historias que han funcionado satisfactoriamente sobre el público; en este caso, la historieta del joven que adquiere poderes sobrenaturales y se transforma en el fabuloso Hombre Araña había dado lugar a una saga que comenzó con un muy buen producto hace exactamente una década. La necesidad de la industria de reciclar argumentos exitosos aceleró la aparición de esta reinterpretación de la historia de Peter Parker y sus tribulaciones ético-sentimentales. Es por eso que el director Marc Webb (sin antecedentes es este tipo de producciones) arremete nuevamente con la historia del popular personaje. El resultado es una película entretenida aunque algo extensa; hay situaciones que se alargan en demasía y conspiran contra el ritmo de la narración. Pero el saldo es positivo ya que los personajes están muy bien cubiertos y el relato de la transformación de un tímido estudiante de secundaria en un intrépido superhéroe que lucha contra el delito en la ciudad de Nueva York está más que correctamente presentada. Para los que prefieren la pintura de los personajes y el relato de una trama interesante, la primera parte de la película resultará la más sustanciosa. Para los que gustan de las escenas de acción, las persecuciones y las luchas cuerpo a cuerpo, la parte final de la película es un festín imperdible, sobre todo en la versión en 3D. La cámara subjetiva en las carreras del protagonista entre los rascacielos de la ciudad es un alarde de imaginación y la confirmación de que la técnica del tratamiento de la imagen ya no tiene secretos. El problema es que no parece haber nada nuevo para decir sobre este personaje, uno de los más ricos de la fauna de los cómics por la crisis filosófica en la que se sume antes de convertirse en una pesadilla para los criminales neoyorquinos. Una vez más asistimos a la ausencia de sus padres biológicos, a la tragedia que lo empuja a perseguir al asesino de su tío y a los devaneos sentimentales con Gwen Stacy, una de su compañeras de escuela (encarnada por la encantadora Emma Stone). La Policía no está convencida de que el Hombre Araña no sea un criminal y lo persigue hasta que se demuestra que el superhéroe está del lado de "los buenos". Y así transcurre la narración (con buen ritmo, a pesar de algunos baches) hasta el gran enfrentamiento final que marca el desenlace de esta historia y abre, indudablemente, el camino para vaya uno a saber cuántas secuelas. Será, entonces, la despedida hasta la próxima aventura de esta nueva saga; pasarán no muchos años y todo volverá a comenzar.
Detective a la fuerza Un policía que investiga un espantoso asesinato encuentra similitudes entre el crimen y un cuento del escritor Edgar Allan Poe. Cuando se presenta un segundo asesinato, convoca al poeta para que lo ayude; el asesino planteará desde entonces un juego siniestro y macabro. Hay en este filme un conjunto de elementos que, en principio, podían haber generado una excelente propuesta: sobre la base de la atormentada existencia de Edgar Allan Poe, uno de los más grandes poetas norteamericanos del siglo XIX, el guión plantea un thriller sobre la sucesión de asesinatos perpetrados a imagen y semejanza de algunos de los cuentos del escritor con la idea de trazar un siniestro camino para rescatar a una joven (la amada del poeta) secuestrada por el lunático asesino. La película, muy bien ambientada en la ciudad de Baltimore del siglo XIX e inteligentemente presentada con una imagen y una iluminación que subrayan los aspectos lúgubres de la trama, se vuelca decididamente hacia un tratamiento que privilegia la truculencia sobre el suspenso y la intriga de la trama. Es por eso que el director prefiere mostrar los cadáveres mutilados y ensangrentados antes que las deducciones y el hallazgo de los paralelos entre las atrocidades perpetradas por el asesino serial y los cuentos publicados por el poeta. Uno de los problemas fundamentales del filme está en la pobre administración de la tensión dramática del relato, que presenta muchos puntos flojos. Y otro (quizá el más influyente) reside en la escasa convicción que los protagonistas ponen en sus respectivas composiciones. John Cusack, un excelente actor, luce entre despistado y desbordado en la piel del torturado escritor, y Luke Evans (el inspector), resuelve con gritos lo que no puede aportar en intensidad dramática. El guión desperdicia, además, la interesante veta que ofrecía el dilema del escritor, que debe enfrentar la paradoja de haber recuperado el fuego de su talento precisamente gracias al calvario que le toca vivir. Tampoco hay (y esto quizá hubiera atraído a los enamorados de los textos de Poe) una referencia profunda a los cuentos sobre los que se basa el asesino; simplemente se muestra al policía o al propio autor reconociendo coincidencias y similitudes entre los cuentos y los espantosos escenarios que les va dejando el criminal. La película muestra un comienzo interesante, con el planteo de la trama expuesto de manera amena y atractiva. Pero luego cae en un bache dramático que ocupa buena parte del metraje, hasta que vuelve a mostrarse interesante sobre el desenlace. Resulta poco, porque el material con que contaban el director y los guionistas (y, desde luego, los actores) permitía esperar un producto más atractivo.
La pesadilla del "Nostromo" ha vuelto El género de la ciencia ficción en el cine no admite medias tintas: gusta o no gusta. En el primer grupo, además, se distinguen los fanáticos; a ellos está dirigida en gran medida esta producción dirigida por Ridley Scott. Los que hayan visto "Alien, el octavo pasajero" (aquel gran filme de 1979) tendrán motivos extra para disfrutar de esta entrega, que marca el regreso de Scott a la ciencia ficción después de aquel hito en el género que fue "Blade runner", estrenada en 1982. Una vez más, el argumento tiene que ver con las preguntas fundamentales que se hacen los seres humanos (¿y también los androides?) en los filmes de Scott: de dónde venimos y hacia dónde vamos. Están también presentes los choques entre los intereses científicos y los de los empresarios que financian las investigaciones, y la posibilidad (o la imposibilidad) de compatibilizar la existencia simultánea de distintas formas de vida. Sobre este andamiaje conceptual Scott dosifica las escenas de suspenso y de terror que implican los encuentros de los seres humanos (y de los androides, claro) con los "alien"; y todo esto se realiza en un marco visual estupendo, con hallazgos que siguen regocijando a buena parte de la platea desde que las formas extraterrestres concebidas por H.R. Giger deslumbraron a todos hace ya más de tres décadas. En los recorridos de los tripulantes del "Prometeo" por las extrañas y umbrías cavernas descubiertas en un planeta remoto y hostil están los mejores momentos del filme. Mucho se habló y se escribió antes del estreno de esta película acerca de su condición de "precuela" de "Alien"; lo que queda claro es que si no fue concebida así, funciona perfectamente como tal. Quizá algunos nostálgicos recuerden como mejor logrados los aterradores momentos en los que la presencia monstruosa del alien se sugería en lugar de mostrarse, pero esto no quiere decir que "Prometeo" no esté contada con gran tensión dramática. Hay muchas referencias a la película de 1979; aquella odisea del "Nostromo" y la pesadilla desatada a bordo vuelve con gran intensidad y los memoriosos van a encontrar una serie de guiños o de referencias intencionadas. Hay aquí, otra vez, una tripulación que sale de la hibernación para desembarcar en un planeta remoto, reacciones diferentes de los miembros del equipo ante la presencia de vida extraterrestre, intereses encontrados que chocan estrepitosamente y la reacción personal de una de los miembros de la expedición especialmente aguerrida aunque, por cierto, no aparentaba ser la más fuerte del grupo. Todo esto (además de la estructura conceptual del argumento y de la narración en tono de suspenso y terror) remite inevitablemente a "Alien": pero también es importante aclarar que la película perfectamente puede disfrutarse en plenitud aún cuando no se haya visto aquel ilustre antecedente.
El mundo es un circo Los carismáticos animales que en la primera parte de la saga huyeron de un zoológico neoyorquino quieren volver a su casa; desde Africa, emprenden el retorno que los llevará a la Costa Azul europea, a Roma y a Londres, siempre huyendo de la implacable policía Chantel DuBois. A partir del éxito y de la popularidad de las anteriores entregas, los realizadores de esta nueva etapa del gran viaje de los animales fugitivos por el mundo optaron por dar rienda suelta a la creatividad y explotar a fondo las posibilidades estéticas de la animación digital y de las técnicas del 3D. A partir de una historia sencilla y, sobre todo, apoyándose en el enorme carisma de los personajes ya conocidos y en el de los nuevos que se introducen en este episodio, la acción salta por distintos escenarios y, sazonada con oportunos gags y guiños para los mayores, termina por conformar un entretenimiento superlativo para grandes y chicos. Después de una secuencia inicial en Africa, en la que queda en claro que no hay límites para la imaginación de los realizadores, la acción salta a la Costa Azul, donde comienza la persecución que llevará adelante a lo largo de todo el filme uno de los personajes más interesantes de la película: la malvada inspectora Chantel DuBois. En la huida, los animales se unen a un circo, con el cual viajarán por Europa y, finalmente, regresarán a Nueva York. Los números circenses y el ambiente en el seno de la pintoresca "troupe" brindan un marco ideal para el desarrollo de secuencias de una riqueza visual sorprendente, que en algunos casos bordea el surrealismo. Sin embargo, los realizadores no descuidan el ritmo narrativo; por el contrario, la historia está contada con claridad y con oportunos toques de humor. En ese sentido, la escena en la que la inspectora DuBois reconforta el espíritu de sus seguidores con una canción "a lo Piaf" resulta antológica. Mientras tanto, los más pequeños disfrutan con la acción y con los chistes visuales, que contribuyen a consolidar las características de cada uno de los personajes de la saga. La propuesta, entonces, es más que atractiva: una película entretenida, divertida y amena, estructurada sobre un guión sencillo y al alcance del público de todas las edades, y con un nivel superlativo en la resolución visual de cada una de las escenas.
En el nombre de la venganza La malvada reina Ravenna ordena al Cazador que atrape a la fugitiva Blancanieves; quiere eliminarla para nutrirse de su juventud y para que nadie sea más hermosa que ella en el reino. Pero la joven se empeña en formar un ejército para disputarle el poder a la feroz monarca. La reina Ravenna es despiadada, fría y cruel; tiene una historia personal que la ha convertido en un monstruo, celosa de su belleza y de su juventud. Pero en realidad, lo que la desvela es conservar el poder que ejerce sin límites; cuando se siente amenazada, intenta defenderse y, de paso, alcanzar la inmortalidad aunque en ese empeño deba asesinar cruelmente a la joven Blancanieves, cautiva en el castillo real. Sobre este original enfoque de la conocida historia trabaja el director Rupert Sanders, y consigue elaborar una narración interesante aunque todos sabemos cómo viene la historia. Otro de los aciertos del realizador es la estética oscura y amenazante que adopta para todo el filme, que claramente está orientado a seducir a la platea de jóvenes y adolescentes. Sanders se desplaza entonces sobre un camino que abrió la saga de "El señor de los anillos" y que ya ha demostrado tener un fuerte magnetismo sobre ese público entusiasta y numeroso. La trama presta especial atención al personaje del Cazador, y lo muestra como un guerrero devastado por la muerte de su esposa, que desoye la orden de la Reina de eliminar a Blancanieves y que, por el contrario, se pone al frente de las tropas que recluta la legítima heredera del trono para recuperar el mando en el reino. En el medio están los artilugios mágicos que intenta la Reina para cumplir sus propósitos y la aparición de los siete enanos (otra vez, más cerca de los fabulosos seres presentados en la saga de Peter Jackson que de los encantadores mineros que Walt Disney ideó para su legendario dibujo animado). Estos pequeños habitantes del bosque se unen también a las fuerzas leales a Blancanieves para intentar el asalto final sobre el castillo dominado por Ravenna. La película está resuelta en un magnífico nivel visual y tanto la ambientación como las escenas de acción (batallas, duelos y persecuciones) resultan atrapantes. El director también acertó en la elección de los actores para encarnar a los personajes centrales, aunque puede criticarse una marcación excesiva en ciertos pasajes. La presencia de Kristen Stewart (heroína de la saga de "Crepúsculo") y de Chris Hemsworth (el semidiós Thor de los cómics de Marvel) asegura la concurrencia a las boleterías de todo un sector del público juvenil. Lo más atractivo resulta la versión del cuento, deliberadamente dirigida a los jóvenes y a los adolescentes y poco conveniente para los más chicos. La mezcla de magia, acción, violencia, pasiones desatadas y escenarios fabulosos produce un resultado entretenido y de muy buena factura técnica.
El futuro está en el pasado Uno de los principales hallazgos de esta saga fue la idea de naturalizar la presencia de alienígenas de todo tipo y especie en la Tierra. En efecto, en aquella primera entrega (hace ya 15 años), se presentaba a los agentes K y J tratando de contener a los extraterrestres que violaban el acuerdo de "discreción" y hacían demasiado evidente su presencia en nuestro planeta. Esta idea central provoca una suerte de liberación mental para que los creativos de los estudios cinematográficos den rienda suelta a su imaginación y entreguen una fauna de seres estrafalarios no sólo en su aspecto exterior, sin que su aparición asombre a nadie. El otro acierto está en la conformación de la pareja de agentes: la elección de Tommy Lee Jones y de Will Smith en los roles centrales asegura diversión y momentos de humor más allá del propio libreto. Esta tercera entrega de la saga ofrece algunas innovaciones y suma atractivos a la receta original. A la presencia de Emma Thompson como la jefa de la agencia en la que trabajan "K" y "J", se agrega la aparición de Josh Brolin como el joven agente K, en la década del 60. Hasta esa época viaja el agente J, en persecución de un supervillano extraterrestre que quiere vengarse de K asesinándolo en el pasado. Desde el punto de vista del guión, en esa incursión por el pasado están los momentos más sabrosos, no sólo por la reconstrucción de un momento ya histórico (el lanzamiento de la primera misión a la Luna) sino porque abre una serie de posibilidades de especulación sobre el tema de la incidencia en el futuro (o sea, de nuestro presente) de alguna modificación en el pasado. Algo que la saga "Volver al futuro" puso de moda hace ya varias décadas. En esta oportunidad, este giro argumental presenta un escenario más que propicio para el desarrollo de las aventuras de los agentes, y potencia la eficacia de la fórmula humor+aventuras+ efectos especiales. La propuesta resulta entretenida, amena y divertida, lo que no es poca cosa al tratarse de una tercera parte y habiéndose cumplido tres lustros desde el estreno de la primera entrega. Las escenas de acción están resueltas con espectacularidad (subrayada por la técnica del 3D) y la presentación de estrafalarios seres sigue a la altura de las anteriores películas de la serie. Y, para los que gustan dejar volar los pensamientos y las especulaciones mientras miran el filme, a no perderse la participación de Griffin, el personaje que interpreta Michael Stuhlbarg, Este ser, que puede ver (y, a veces, mostrar a los terrestres) varios futuros posibles en forma simultánea, resulta sencillamente delicioso.
Por amor al rock and roll Carlos es un obrero, está separado de su mujer y se encuentra esporádicamente con su hijita. Los únicos momentos en los que alcanza la felicidad son aquellos en los que personifica a su ídolo, Elvis Presley. A punto de cumplir 42 años, dice estar planificando "algo grande". Armando Bo (nieto del legendario realizador argentino) es uno de los directores de comerciales más cotizados del país. Escribió, además, el guión de "Biutiful" (junto con Nicolás Giacobone, que también lo acompaña como guionista en esta producción). Con estos antecedentes (entre muchos otros) se lanzó a retratar la vida y los padecimientos de Carlos Gutiérrez, un trabajador metalúrgico que se "transforma" en Elvis Presley para cantar en clubes de barrios o aniversarios de geriátricos. Pero Carlos no imita a "El Rey"; se convierte en el fallecido cantante cada vez que se viste con los característicos atuendos de Elvis y se contonea en los escenarios estrechos y mal iluminados en los que le toca actuar. La trama lo va a mostrar tratando de sobrevivir mientras intenta recuperar el cariño de su pequeña hija, a la que ve con intermitencias hasta que un accidente que sufre su ex esposa lo obliga a convivir con la pequeña. En esa etapa de reconstrucción del mutuo afecto, le confesará a la niña que está preparando "algo grande", y se encaminará a un desenlace angustiante, a tono con el clima general del filme. Bo adopta deliberadamente una estética oscura e imprime a su relato un ritmo lento, que administra con inteligencia y sobriedad. El resultado es una trama interesante que discurre entre climas muy bien logrados y que atrapa al espectador sobre todo por el magnetismo del personaje protagónico (John McInery, sorprendente como Elvis y menos convincente en su faceta estrictamente actoral). El director incluye los números musicales en los momentos precisos, y no cede a la tentación de mostrarlos a cada instante, sino cuando contribuyen al desarrollo de la narración. Con paciencia y sentido dramático, va encaminando al personaje hacia el desenlace, y abre una posible reinterpretación del remate con la última toma; el final, entonces, es abierto, y le suma un detalle de interés a la producción. Construida con cariño y respeto hacia el "imitador" de Elvis y con enorme admiración por la figura de "El Rey", la película interesa y atrapa al espectador, y abre un interesante debate sobre los ídolos, los fanáticos, y las contradicciones inherentes a la propia naturaleza humana.
Fila 10, butaca 6... ¡Hundido! El director Peter Berg no vaciló a la hora de perfilar esta producción: entretenimiento pochoclero aun a costa del ridículo. Por eso cuesta creer lo que pasa en la pantalla durante el primer tercio de la película, porque la presentación de los personajes se convierte en un perfecto manual de lugares comunes y de situaciones poco convincentes. Al punto que la llegada espectacular y violenta de las naves extraterrestres se convierte en un verdadero alivio para el espectador, ya cansado de los estereotipos que están desfilando por la pantalla. A esta altura, la diversión puede consistir en buscar las "fuentes de inspiración" de la película: entonces, la lista será larga y forzosamente incompleta: desde "Transformers", "El día de la independencia", "La guerra de los mundos" o "Pearl Harbor" hasta la saga de "Alien" o el mismísimo "E.T.". Cuando Berg se dedica a las escenas bélicas propiamente dichas, el resultado es mejor, pero la apelación a los lugares comunes y a las obviedades no afloja. Las actuaciones están en línea con esta pobreza de objetivos, al punto que uno lamenta la presencia de un caricaturesco Liam Neeson (a distancias siderales de "La lista de Schindler" o de "Cinco minutos de gloria"). Así, tanto la historia central como las subtramas (como la de la novia del protagonista al rescate del veterano de guerra resentido por la pérdida de sus dos piernas) no deparan la menor sorpresa a lo largo de más de dos horas de proyección. Desde luego (y aunque suene reiterativo a estas alturas) hay una factura técnica irreprochable: las escenas de los enfrentamientos entre las naves alienígenas y los barcos terráqueos son espectaculares, sumamente vistosas y realizadas con un nivel de precisión apabullante, aunque lo que se muestre sea un acorazado "derrapando" sobre las olas como si fuera un auto de rally. Si uno está dispuesto a disfrutar de estas escenas y hacer abstracción de casi el 90 por ciento del guión, este es el programa indicado.
Los superhéroes sean unidos Tiene varios méritos el director y guionista Joss Whedon, porque logró armar una historia entretenida a partir de la interacción de cuatro de los más famosos héroes de Marvel (Iron Man, Capitán América, Hulk y Thor) con dos nuevas figuras que seguramente pronto tendrán sus propios filmes como protagonistas (Viuda Negra y Ojo de Halcón). Si bien el interés del público estaba más que garantizado de antemano por la popularidad de los personajes, no era tarea fácil reunirlos y equilibrar las subtramas y el protagonismo de cada uno de ellos dentro de una historia coherente y capaz de mantener el interés del espectador a lo largo de casi dos horas y media de proyección. Whedon sale airoso del compromiso y logra redondear un relato en el que abundan las escenas de acción resueltas con gran espectacularidad y un notable despliegue de imágenes impactantes, aderezadas con toques de humor inteligentemente distribuidos a lo largo de la trama. Y además, el guionista y director se anima a "humanizar" un tanto a sus protagonistas, por lo que no duda en mostrarlos de a ratos como seres engreídos, egoístas, algo torpes y no siempre enfocados en la solución del problema que tienen entre manos. El esquema argumental es simple y ya bastante transitado: hay que recuperar el Tesseract, un cubo capaz de generar una descomunal energía, que el malvado Loki (hermanastro del semidiós Thor) quiere utilizar para abrir un portal dimensional que permitirá el desembarco sobre la Tierra de un ejército invasor alienígena. Los seis superhéroes que conforman esta suerte de liga fantástica tendrán entonces que desbaratar los planes del villano; pero antes, deberán comprender que ninguno de ellos será capaz de llevar adelante la tarea en soledad. El director no tiene que preocuparse por presentar a cada uno de los superhéroes; ya se sabe que son suficientemente conocidos por el público. Entra, entonces, de lleno en el relato, y pinta a cada uno de ellos desde una perspectiva bastante terrenal. En los chisporroteos que surgen por el choque de tamañas personalidades se encuentran algunos de los momentos humorísticamente más logrados (sobre todo los comentarios a cargo del siempre excéntrico Tony Stark - Iron Man, a cargo del eficiente Robert Downey, Jr). El resto es espectacularidad a escala industrial, efectos especiales que no dejan de sorprender (magnificados por el uso de la técnica del 3D) y alguna que otra bajada de línea política (sobre todo por parte del Capitán América) que hubiera dado material para varios volúmenes a Ariel Dorfman, aquel del setentista "Para leer al Pato Donald". Pero no es la intención del director ni de los productores poner el acento en este aspecto. El propósito está más que claro: entretener a la multitud de seguidores de los personajes de Marvel y, al mismo tiempo, inaugurar una nueva franquicia que, seguramente, convocará a multitudes en los cines de todo el planeta. El problema (menor, por cierto) es que, al menos en esta primera entrega, no se percibe un aporte de originalidad como para darle un giro refrescante al ya muy transitado tema de los superhéroes en el cine.
El Capitán, su tripulación, el científico y la reina Los estudios de animación Aardman, que dieron al cine joyas como "Pollitos en fuga" o "La batalla de los vegetales" (y otros títulos no tan logrados como "Lo que el agua se llevó") vuelven a la carga con su bagaje de personajes entrañables, animaciones sorprendentes y escenarios, vestuarios y ambientaciones de enorme calidad técnica y artística. En este caso, todo este andamiaje está al servicio de la narración de una historia que entrecruza las aventuras de un grupo de piratas y la presencia de la reina Victoria de Inglaterra con las andanzas del mismísimo Charles Darwin. Es conocida la capacidad de los artistas de estos estudios para producir filmes técnicamente irreprochables y además, para narrar historias con gran solvencia; y, como siempre, para aderezar los relatos con pequeños guiños destinados a los adultos que van al cine para acompañar a los pequeños, a los que teóricamente está destinada la película. Y aquí es donde puede percibirse un tropiezo de la producción: si bien las líneas elementales de la trama pueden seguirse sin dificultad, hay una serie de escenas demasiado dialogadas y estáticas que, seguramente, aburrirán a los espectadores más chicos. Es cierto que las escenas de acción, las persecuciones y las caídas (y los efectos en 3D) están sabiamente colocados a lo largo del relato como para divertir a los niñitos y para regocijar a los que ya no lo son, y que los personajes siempre tienen una salida original o un gesto divertido como para sostener la atención del público, pero de a ratos la acción cae en pozos que conspiran contra el impacto final del filme. No se trata, por cierto, de uno de los mejores títulos de los inventores de Wallace y Gromit, pero es cierto que las imágenes son deslumbrantes y la puesta en cámara de cada una de las secuencias es admirable; la historia entretiene a pesar de las lagunas de ritmo y el saldo general es satisfactorio. Ocurre que quienes vayan al cine impulsados por el recuerdo de los grandes filmes de Aardman deberán resistir a la tentación de comparar esta nueva entrega con las inolvidables producciones que cimentaron la fama de los estudios británicos.