Los cuadernos españoles En El Reino de la Corrupción (El Reino, 2018) Rodrigo Sorogoyen (Stockholm, Que Dios nos perdone) transita por el tópico de la corrupción política a través de un contundente y adrenalínico thriller que nada tiene que envidiarle a la realidad. Sorogoyen pinta un retrato incómodo y perturbador de una clase política sin ningún tipo de escrúpulos ni brújula moral. En El Reino de la Corrupción el espectador es testigo de la caída de Manuel López Vidal (Antonio de la Torre), un político de la Comunidad Valenciana con aspiraciones nacionales que, tras una llamada telefónica que le avisa de un proceso judicial en su contra por corrupción, ve cómo su carrera y su vida son sepultadas bajo tierra El madrileño Rodrigo Sorogoyen narra de manera sorprendente el fin de un “reino” que parecía eterno; y, en el cine, esas precipitaciones a los abismos a velocidades imparables, se ajustan perfectamente al género del thriller. El director nominado al Oscar por su corto Madre (2018) recurre a sus innegables capacidades de puesta en escena para proporcionarle al espiral de lucha por la supervivencia de Manuel un caparazón narrativo y estilístico que remite a las mejores muestras del género, donde son innegables las influencias de David Fincher o Germán Tarantino en Perros de la calle (1992). La omnipresente música electrónica de Olivier Arson refuerza la naturaleza adrenalínica de una película que no se pierde en sutilezas, que está repleta de escenas que no dudan en regodearse en su contenido durante más tiempo del necesario para mantener una tensión constante. El retrato de la corrupción galopante es incisivo y está pautado con un ritmo vertiginoso, visual y musical, acorde con la agitación de los personajes retratados. La narración hiperbólica (en fondo y en forma) convierte una trama judicial ficticia, más representativa que verídica, en un thriller de espías. Si el retrato del italiano Paolo Sorrentino sobre Silvio Berlusconi con Silvio (y los otros) (2018) no da opción a debate, Sorogoyen, en cambio, prefiere globalizar la corrupción eliminando nombres de partidos concretos, de políticos e incluso del lugar donde se desarrolla la trama. No importan las siglas, las ideologías, El Reino de la Corrupción es una historia sobre los seres humanos y sus tentaciones, su supervivencia en una sociedad cruel donde el individualismo y el egoísmo ganan la partida de ajedrez.
Las venas abiertas El avance de la derecha y las políticas neoliberales en la región son analizadas por ex presidentes y referentes de la política actual en Latinoamérica, territorio en disputa (2019), documental de corte periodístico (y abiertamente político) de Nicolás Trotta y Esteban Cuevas. Nicolás Trotta emprende un viaje por Brasil, Bolivia, Uruguay, Paraguay, Chile y Bélgica para entrevistar a los ex presidentes Pepe Mujica, Rafael Correa, Fernando Lugo, Dilma Rousseff, Lula da Silva y al actual presidente boliviano Evo Morales, como así también a ex candidatos presidenciales, sociólogos y diferentes personalidades de la coyuntura política actual, quienes reflexionan sobre cuestiones vinculadas al fin de los gobiernos populistas y el avance de las ideas de centro derecha. Cómo una especie de road movie Trotta recorre Latinoamerica (en persona y a través de un archivo audiovisual) para confrontar el presente y el pasado reciente, parándose en una clara posición ideológica, pero generando preguntas para que sea el propio espectador quien tenga que buscar las respuestas. Latinoamérica, territorio en disputa tiene la particularidad de ser como una ensalada que el comensal debe condimentar si no quiere que quede desabrida. Y esa interpelación buscada lo vuelve más atractivo en su forma. Si bien es cierto que por momentos el documental se vuelve demasiado periodístico, de esos llamados de cabezas parlantes, lo interesante está en toda la data comprobable que ofrece, con números y estadísticas de cada país en donde de acuerdo a las diferentes políticas aplicadas estas favorecen al pueblo o a cierto sector privilegiado. Además, en modo de síntesis, se cuenta la historia reciente, sin omitir nada, ni incluso la situación de Venezuela, y sin que haya un exceso de información que maree al espectador. También hace hincapie en el rol de los medios de comunicación y como estos juegan en favor de sus propios intereses. Latinoamérica podría resumirse como un western con dos bandos donde de acuerdo a las circunstancias ganan los "buenos" o los "malos", circunstancias claramente influenciadas por una serie de factores afines a ciertos intereses más cercanos a los económicos que a los humanos. Al menos esa es la primera reflexión que se desprende después de ver Latinoamérica, territorio en disputa.
El testamento Sexo y poder son las palabras claves que Agnès Varda usa para describir lo que le interesa mientras habla de su carrera como cineasta, fotógrafa, artista de instalación y pionera de la Nouvelle Vague en Varda por Agnès (2019), su última película estrenada en la 69 Berlinale. 57 años después de hacer Cleo de 5 a 7, Agnès Varda lleva a los espectadores por su obra. Por supuesto, siendo la gran artista que es, rechaza un enfoque cronológico convencional, abordando su trabajo desde temas amplios y fragmentos. Tales fragmentos son películas, fotografías y trabajos para galerías. Se dividen en un "período analógico", desde 1954 hasta el 2000, y su período digital, desde el 2000 hasta la actualidad. Varda habla, normalmente sola, siguiendo el formato de una conferencia, pero a veces la acompaña un colaborador, como el galerista Hans-Ulrich Obrist, pero en ambos casos, la cineasta nos entretiene, comentando trozos de películas como Cleo de 5 a 7, La felicidad y Kung Fu Master. Sus dos documentales recientes, Visages, villages (2017) y Las playas de Agnès (Les Plages d\'Agnès, 2008), también exploran la memoria, repasando la obra de la realizadora, pero tienen un sabor cinematográfico que no está presente en Varda por Agnès. En este film, la directora quiere poner en primer plano su motivación y sus ideas, antes que su brillantez como cineasta. Lo que queda claro es que ella observa el mundo de forma diferente que sus contemporáneos. Cuando recuerda 1968, reflexiona sobre las Panteras Negras de Estados Unidos y las marchas de mujeres, y evita evocar con sus gafas rosas el papel que desempeñaron los cineastas en las manifestaciones. El sexo y la política se entrelazan en su obra: nada sucede sin ellos, aunque no se mencionen explícitamente. Lo que resulta verdaderamente encantador en esta película es que funciona tanto para aquellos que busquen una introducción a la obra de Varda como para los que lo hayan visto todo. Lo más interesante es su entusiasmo por el trabajo en la galería y su creencia de que trabajar con tres pantallas le dio una nueva forma de mirar. Pero esa es la belleza de Varda: siempre ha tenido una nueva forma de mirar, y ha sido el mundo el que no la ha mirado suficiente, rechazándola por culpa de viejos prejuicios.
Como un animal Juan Pablo Di Bitonto propone con Magalí (2019) una fábula norteña sobre los vínculos familiares tomando diferentes elementos de la cultura popular. Entre lo folclórico y el realismo mágico deambula una pequeña historia que se vuelve gigante gracias a la gran actuación de Eva Bianco. Magali trabaja en la ciudad de Buenos Aires pero una desgracia familiar la hace regresar a su pueblo natal, Susques a casi 4000 metros sobre el nivel del mar cerca de la frontera con Chile, donde vive Félix, su hijo de 10 años con su abuela. Ante la muerte de su madre, Magali debe hacerse cargo de un niño cuyo único laso de unión es el sanguíneo. Entre pumas, sueños recurrentes y viejas tradiciones populares (que parecen no tener ningún sentido salvo para quienes habitan el lugar) Magali y Félix deben reconquistarse mutuamente entre la indiferencia que sienten, la necesidad y el choque cultural. Di Bitonto, quien se desempeñó como productor y montajista, debuta en la ficción con un guion co-escrito junto a Daniela Seggiaro (Nosilatiaj, la belleza, 2012) y lo hace trabajando un realismo mágico autóctono que pone el foco en las tradiciones norteñas a través de la recomposición de un vínculo filial que debe construirse de cero. En los minutos iniciales vemos a Magali abandonar a un perro a su suerte. Esa escena, casi insignificante, será suficiente para entender lo que viene. No hace falta ninguna otra explicación para saber el por qué de la relación distante entre Magali y Félix. Magali tiene que cambiar de actitud por obligación pese a la reticencia inicial si quiere reconquistar a su hijo, mientras en paralelo, Félix debe hacer lo mismo. Lo que en principio se torna una necesidad de supervivencia donde dos fuerzas de choque están en una tensión permanente con el correr de los días la misma se reconvertirá. La leyenda que se cuenta funciona en paralelo como la relación entre Magali y Félix, cómo se ven ellos, y como los ven el resto. Eva Bianco se pone en la piel de Magali para darle vida a un personaje plagado de matices, al que vemos transformarse con una delicadeza que pasa inadvertida, donde pese a lo seco de su personaje terminará conquistando no solo a su hijo sino también al espectador para devorarse la película.
Sin pelos en la lengua Bixa Travesty (2018) es un apasionante documental biográfico sobre Linn da Quebrada, una cantante trans negra de una favela de San Pablo que revolucionó a todo Brasil cuando, a través del crowdfunding, editó su primer disco, Pajubá, con letras que iban en contra del orden blanco, heteronormativo y machista. Bixa Travesty se estrenó en el pasado festival de Berlín y su contenido político e ideológico hoy se resignifican tras el triunfo presidencial del ultraderechista Jair Bolsonaro. Autodenominada marica travesti (bixa travesty), la música de Linn da Quebrada está enmarcada dentro del funk brasilero, pero va más allá de un proyecto sonoro y se convierte también en una performance que habla sin tapujos sobre la transexualidad y los significados de ser hombre o mujer. Claudia Priscilla y Kiko Goifman encadenan a través de un montaje rabioso el registro de las diferentes actuaciones de Linn en las que arremete contra los machos alfas y sus estándares de género, pero también la muestran en entrevistas de radio dramatizadas en las que dice sin ningún tipo de tapujo lo que piensa sobre feminismo y transexualidad y en su vida privada junto a amigos y familia hablando sobre pobreza y racismo, Linn da Quebrada convierte el cuerpo trans femenino en un medio político de la expresión en el espacio público y privado. Ella es una mujer cuya identidad de género no está limitada por sus genitales y que está siempre en estado de fluidez. Bixa Travesty se juega claramente por un discurso, sin maniqueísmos, sin concesiones, en el medio de un Brasil que gira hacia el fascismo y en donde Linn da Quebrada se convierte en emblema de la resistencia.
La historia sin fin Los realizadores Violeta Bruck y Javier Gabino proponen un recorrido por el origen de los movimientos de izquierda en nuestro país a partir de la vida de los referentes Pedro Milesi, Mateo Fossa, Mika Etchebéhère y Liborio Justo. Violeta Bruck es la protagonista de este documental en el que busca reconstruir una historia personal que a medida que avanza se convierte en colectiva., La Internacional del fin del mundo (2019) viaja desde el Buenos Aires del presente al pasado a través de testimonios e imágenes de archivo donde ficción y realidad se entrecruzan para introducirnos en el nacimiento de la izquierda argentina a través de cuatro personajes provenientes de ámbitos opuestos. Las vidas de los obreros Pedro Milesi y Mateo Fossa, la estudiante Mika Etchebéhère y Liborio Justo, hijo del dictador Agustín P. Justo, servirán para abrir las aristas de un relato que retrocede un siglo para recorrer tópicos que aún hoy siguen siendo parte de la agenda diaria como las luchas feministas y sociales en pos de los derechos. El documental se nutre de un interesante material de archivo visual, testimonios, momentos ficcionalizados, contando además con escenas del libro El verdugo en el umbral del escritor argentino Andrés Rivera, y en ese collage de estilos es donde la historia se vuelve más atractiva porque no solo se pone el foco en lo que se cuenta sino también en como decidieron contarla, con ideas rupturistas que rompen el clasismo documental. Del presente al pasado y viceversa, La Internacional del fin del mundo habla tanto del hoy como del ayer, dando la sensación de que por momentos la temporalidad se rompe y el hoy y el ayer se unifican en una historia sin final.
La espera El cine habitualmente cuenta historias de hombres que deben partir del pueblo donde viven y alejarse de sus familias durante una temporada por un trabajo que se les ofrece, casi siempre precario, pero con El llanto (2018) Hernán Fernández narra el lado B de lo que normalmente se muestra: las que se quedan. Elías partió a la ciudad por un trabajo y Sonia quedó sola en el pueblo. Ella está embarazada de varios meses y su rutina es automática. Va al médico, al almacén, está en su casa y se refugia en la religión. Sonia espera la vuelta de Elías, la llegada del hijo y algo que la saque de la monotonía en la que habita. Sonia aguarda cada día los llamados de Elías como si fuera el hijo que está por nacer. Fernández construye una ficción con los dispositivos del documental observacional para retratar el universo femenino de las mujeres que quedan a cargo del hogar cuando el hombre debe partir por la necesidad de un trabajo. Lo hace a través de encuadres simétricos, largos planos secuencias, que se repiten casi sistemáticamente –como los días de Sonia-, y la utilización de una fotografía lúgubre, añejada, melancólica, en sintonía con el estado que atraviesa a la protagonista. El llanto es una película sobre la angustia contenida, la soledad, las carencias, los desarraigos y la necesidad de otra vida. Sobre las búsquedas personales y la necesidad de conformarse con lo que se tiene. Ese resulta el eje sobre el que se edifica una historia anacrónica que en épocas de feminismo se percibe como fuera de época.
Jaque mate al macho de campo En Hombres de piel dura (2019) el siempre polémico José Celestino Campusano retrata con una descarnada crudeza y sin ningún tipo de pudor una historia de abusos y manipulaciones en medio de un pueblo provinciano donde la masculinidad es puesta en jaque. Ariel es un adolescente que fue abusado por el cura del pueblo con quien mantiene una relación. Cansado de la manipulación y el dominio que sufre decide darle un final a la situación para comenzar un derrotero experimental con otros “hombres” del pueblo. Así Ariel se irá sumergiendo en un laberinto donde el sexo y el deseo se entrelazan con los tabúes y secretos que envuelven a esos hombres de piel dura. Campusano ya había abordado el universo gay en Vil Romance, la provocativa película que compitió en 2009 en la sección oficial del Festival de Cine de Mar del Plata provocando reacciones contrariadas. En esa oportunidad se sumergía en el conurbano bonaerense donde un joven entablaba una relación con un mayor de actitudes violentas. Ahora se traslada a la zona rural para abordar el tema de la homosexualidad entre aquellos que a priori derrochan masculinidad, sacando a la luz temas y conflictos tabúes. Pero Campusano va más allá y pone toda la carne sobre el asador exponiendo también la pedofilia religiosa y el silencio tácito que se esconde tras de ella. Hombres de piel dura sigue la línea estética e ideológica que el director de Fango (2012) y Fantasmas de la ruta (2013) ha ido desarrollando a lo largo de su vasta obra. Hoy ya considerado uno de los cineastas más audaces y arriesgados del cine argentino que no tranza con el sistema y se aleja de todos los cánones que lo rigen.
Si me dan a elegir En Marta Show (2018) Malena Moffatt y Bruno López se centran en Marta Buneta, una septuagenaria ex bailarina de cabaret, precursora del striptease en nuestro país, pero no la hacen desde el típico retrato biográfico sino a partir de como modificaron su realidad. Marta fue una mujer de mundo. Bailarina y una de las primeras en animarse al striptease viajó por toda Latinoamérica. Pero desde hace 12 años que se encuentra en situación de calle. Una fuerte crisis emocional la hizo romper vínculos con familiares y amigos. Mientras pasea una palmera por las inmediaciones del Congreso Nacional ensaya un show. Las bailarinas Malena Moffatt y Carolina Gordon se suman interviniendo su realidad para modificarla. Marta Show es atípico en muchos aspectos pero fundamentalmente por contar como a raíz de un hecho puntual se modifica la vida de una persona. La idea es simple: Marta está en la calle, se hace amiga de Malena y ésta junto a Carolina deciden montar un show callejero donde oficiarán de bailarinas bajo la dirección de Marta. Poco a poco la acción toma otros carriles. Lo que el documental muestra es la transformación y como la vida de una persona puede adquirir otro sentido. Marta Show es un documental de intervención y no porque sus imágenes hayan sido intervenidas sino porque su directora intervino en la vida de alguien para modificarla, exponiéndose tanto como el personaje central y mostrándose desde una vulnerabilidad que la emparenta con la protagonista. Moffatt y su codirector Bruno López no utilizan a Marta para regodearse en sus miserias ni para que el público se burle (recurrencia actual del cine documental) sino todo lo contrario. No hay miserabilidad en lo que se muestra por como se muestra. Marta Show termina convirtiéndose en una película reparadora, que sirve (aunque sea un poquito) para mejorar la realidad. Tanto la de Marta como de aquellos que integran su "Marta Show".
Salir al mundo Retrato observacional sobre una comunidad budista en el Himalaya es la propuesta de Georgina Barreiro en La huella de Tara (2018), documental de una elegancia visual poco habitual que tuvo su premier mundial en la Semana de la Crítica del prestigioso Festival de Locarno. Tras filmar Ícaros (2014) en una comunidad de la Amazonía peruana, Barreiro sigue trabajando el documental antropológico. En La huella de Tara retrata la cotidianidad de una comunidad budista en Sikkim, India, siguiendo a varios personajes, pero centrándose en una familia, para explorar como se relacionan con el pasado ancestral y el presente tecnológico. A través del seguimiento de cuatro hermanos, Barreiro propone un diálogo entre el pasado, el presente y el futuro de una comunidad que se debate entre seguir atrapada en el tiempo o salir al mundo. Los diálogos entre sus personajes nos acercan a las contradicciones y choques generacionales de aquellos que quieren mantener la tradición y quienes buscan romper con los mandatos preestablecidos. La fluidez con la que captura cada momento es asombrosa, todo irradia desde la naturalidad donde el artificio está ausente. Barreriro apuesta a un documental observacional a través de imágenes preciosistas, donde más allá de la construcción de cada plano, está captada la impronta de una comunidad colorida y alegre. La belleza es parte del lugar y la muestra como tal, sin por eso caer en un regodeo puramente estético o etnográfico. La huella de Tara propone una mirada sobre una comunidad, sin juzgarla ni buscar empatía, simplemente observando y mostrando lo que son, como piensan y cuáles son las contradicciones a las que se enfrentan en el día a día.