Un antes del amanecer de Fabio A. Vallarelli La ópera prima de Fabio A. Vallarelli se encuadra dentro del estilo de películas en la que dos personajes que se encuentran en una ciudad después de muchos años sin verse regresan a aquellos lugares que los marcaron durante su adolescencia mientras se hacen preguntas que no tienen respuestas. Dolores (Agustina Quinci) es una ascendente cantante pop argentina, afincada en Barcelona, que regresa al país para brindar un concierto. Luca (Andrés Ciavaglia), un dibujante devenido en arquitecto que acaba de enfrentarse a la muerte de su padre. Los dos pasaron los treinta y hace 17 años que no se ven. Luego del recital de Dolores, y un reencuentro fortuito, ambos volverán a aquellos lugares emblemáticos que los marcaron mientras reflexionan sobre lo que fueron, querían ser y terminaron fueron. Las cosas donde ya no estaban (2021) es de esas películas que recuerdan a la trilogía "Before" de Richard Linklater por su forma, donde algunos tópicos se repiten, varios se entrecruzan y otros se resignifican, pero siempre tomando una distancia prudencial para no caer en la repetición y la copia. Vallarelli parte de la idea de seguir a dos personajes durante el reencuentro en la ciudad y a partir de ahí construye una historia propia, por momentos melancólica, por otros pesimistas, con una fuerte carga emocional y donde la realidad, personal, social y nacional, no está ausente. Simple y honesta, sin grandes pretensiones, pero con una cuidada estética moderna, de canciones pop y encuadres donde la ciudad se vuelve protagonista, Las cosas donde ya no estaban, un dramedy romántico generacional sobre la incomunicación y la distancia transita por sensaciones, momentos, recuerdos y vivencias que, tarde o temprano, terminan interpelando al espectador para ponerlo frente a un espejo. El espejo de la vida.
La crónica de Natalia Garayalde sobre una explosión anunciada Un potente y soberbio documental sobre la explosión de la Fábrica Militar de Río Tercero (Córdoba), ocurrida en 1995, donde una historia personal se vuelve colectiva, marca el auspicioso debut de Natalia Garayalde. El 3 de noviembre de 1995, en Río tercero, una ciudad cordobesa con más de 40.000 habitantes, todo ocurría con la misma normalidad de siempre. Pero promediando la mañana una "tragedia" cambiaría para siempre la vida de todos. En la Fábrica Militar, ubicada a tan solo doscientos metros del límite del área urbana, una serie de explosiones, terminaron con la vida de siete personas, causaron más de 300 heridos y provocaron secuelas en el resto de la población. Esquirlas (2020) es la crónica del antes, durante y después de lo que años más tarde se probó como un hecho provocado para encubrir el contrabando de armas a Ecuador y Croacia realizado durante la primera presidencia de Carlos Saúl Menem. Garayalde construye su ópera prima casi en su totalidad con material familiar grabado con una cámara de video que su padre había comprado para uso personal un tiempo antes. En 1995 apenas tenía 12 años, filmar para ella era un juego y su punto de vista de una inocencia que se contradecía con la realidad. La estructura narrativa se centra en tres etapas que muestran la vida familiar antes de la explosión, el durante y los días sucesivos, y finalmente el después, a través de las secuelas tanto psicológicas y físicas que provocaron un cáncer terminal en su hermana mayor y más tarde en su padre. Veinticinco años después de los acontecimientos que le cambiaron la vida para siempre, Garayalde logra plasmar ese registro personal en una obra de un valor inconmensurable, no solo desde lo periodístico (donde en muchos momentos del material ella juega a ser la cronista de un noticiero) sino también desde lo cinematográfico articulando un relato de una potencia tanto visual como narrativa que deja al espectador shockeado. En Esquirlas, que en muchos aspectos tiene puntos de contacto con El silencio es un cuerpo que cae (2018), de Agustina Comedi, también involucrada en este proyecto, toma una historia personal, la suya y la de su familia, quienes un día tenían una vida y en un instante les cambió para siempre, y la convierte en colectiva, porque su historia también podría haber sido la de cualquier otro habitante de una ciudad a la que hicieron volar por los aires para encubrir a un gobierno corrupto.
Documental de Alejandra Perdomo sobre abusos en las infancias La realizadora de "Nacidos vivos" (2014), sobre el derecho a la identidad, y "Cada 30 horas" (2016), focalizado en los femicidios, vuelve a interpelar a la sociedad abordando las violencias a través del testimonio de las víctimas. "La reparación" (2022) pone el eje sobre el abuso infantil y la ausencia de justicia. La reparación es un clásico documental, aquellos de los llamados de "cabezas parlantes", estructurado a partir de los testimonios de cinco víctimas de abuso infantil: Mónica Cortinez, Felicitas Marafioti, Daiana Fernández, Daniel Sgardelis y Santiago Bustince, pero además cuenta con los aportes del diseñador de modas Roberto Piazza (impulsor de la Ley Piazza y víctima de abuso), y especialistas en la problemática como Eva Giberti y Vinka Jackson. Partiendo de las vivencias traumáticas de las víctimas narradas en primera persona, el accionar de diferentes colectivos, que bajo las banderas de #YoSíTeCreo y #YaNoNosCallamosMás luchan por hacer justicia ante los abusos, y la palabra experta de los especialistas, Perdomo entrecruza los diferentes testimonios con inteligencia y mesura, evitando los golpes efectistas, a través de una puesta donde lo político y el mensaje prima por sobre lo cinematográfico. Testimonios que siempre tienen un denominador común y condice con las estadísticas que muestran que el 85% de los abusos durante la infancia ocurren en el ámbito intrafamiliar. La reparación busca poner en discusión y abrir el debate sobre un tema ¿tabú? que muchas veces por diferentes razones es silenciado. Silenciado por las víctimas que sufren la vulneración de sus derechos y que no solo son víctimas del abuso sino de una sociedad que las cuestiona, descree o prefiere mirar para otro lado; por los agresores que cuentan con mecanismos y herramientas (dinero) para ocultar el delito y defenderse; y una justicia tan ineficaz como corrupta, de la que a esta altura ya no hay nada bueno que decir.
La vida carcelaria en la visión de Pedro Speroni Documental filmado en una cárcel de máxima seguridad que registra la vida de un grupo de presos desde un lugar que habitualmente la ficción no muestra. La ficción, cinematográfica y televisiva argentina, ha sabido representar el mundo carcelario a través de diferentes formas y estilos, pero casi siempre mostrando su costado más morboso (y seguramente el que vende). Un lugar común, carente de matices, relacionado con la violencia extrema, dentro de una mole de hormigón armado y metal, donde presos y policías terminan igualándose, con la pequeña diferencia de que unos duermen en sus casas y otros lo hacen en sus celdas. Por suerte, el cine documental comenzó a interesarse por otras aristas como las recientes Pabellón 4 (2017), 13 Puertas (2014) o Unidad 25 (2008). Dentro de esta línea se encuadra Rancho (2021), documental de Pedro Speroni. El rancho es un tipo de vivienda rural, de características casi siempre humildes; pero en términos carcelarios se usa para nombrar a los grupos humanos que se forman dentro de la misma. Speroni centra su película en la observación de un rancho en una cárcel de máxima de seguridad. Aunque el rancho también podría ser el edificio que los alberga. La mayor virtud de Rancho es la de filmar sin que la presencia de un ser extraño a ese rancho, en todas sus acepciones, destruya la intimidad que conforma. Una cámara claustrofóbica, pegada a los cuerpos, observa de manera invisible, mientras va registrando momentos únicos e irrepetibles, de confesiones de todo tipo que ayudan a construir el perfil de cada uno de los protagonistas de una historia coral, de personajes a los que no solo los une la prisión, sino la violencia y la marginalidad en la que crecieron. Pero también captura gestos, roces, miradas, que muchas veces dicen mucho más que las propias palabras. Speroni no juzga, solo observa, escucha, como un si fuera uno de ellos. Y el espectador hace lo mismo. No importa porque están en ese lugar, sino que los llevó a terminar ahí. ¿Por qué muchos repiten y vuelven a caer? ¿Por qué otros logran sobreponerse y empezar de nuevo? ¿Cuáles son sus miedos, sus expectativas, sus ilusiones? ¿Qué esperan de un futuro incierto y convulso? ¿Hay futuro o todo es presente? Rancho es un documental potente, honesto, pero también un estudio sociológico sobre la vida carcelaria, algo que la ficción nunca muestra.
Inés Barrionuevo indaga sobre el aborto y el bullying en una coming of age comprometida políticamente La cineasta cordobesa continúa explorando, con su habitual sensibilidad y clara línea ideología, la problemática de una adolescencia inmersa en la fragilidad de un sistema de reglas y creencias anacrónico. La directora de Atlántida (2013), Julia y el zorro (2018) y Las motitos (2020), codirigida con María Gabriela Vidal, vuelve a trabajar con todos los elementos que caracterizan al coming of age, ese género que refleja el paso de la adolescencia a la madurez, pero no desde un costado banal, sino a través de una mirada comprometida políticamente y con una línea ideológica tan clara como potente. La historia se centra en Camila (brilante Nina Dziembrowski), una adolescente que cursa el último tramo del colegio secundario en la ciudad de La Plata y que ante una situación familiar extrema debe mudarse a Buenos Aires donde la espera no solo una nueva casa sino también otra vida. La escena inicial, en la que Camila y sus amigos visitan un museo, contiene de entrada toda la información que más tarde se irá desarrollando en toda la trama. Con fluidez y sensibilidad, Barrionuevo coloca al espectador frente a la historia, tomando una clara posición ideológica que mantendrá a lo largo de todo el metraje. Camila saldrá está noche (2021), que tuvo su premier en la Competencia Oficial del Festival de Cine de San Sebastián, trabaja con fluídez y sin forcejeos narrativos todos los elementos clásicos que identifican al género -la amistad, el enfrentamiento con los adultos, la iniciación y experimentación sexual, el miedo al futuro- pero no sólo con una naturalidad y frescura atípica, sino que además reflejando el cambio de paradigma sociocultural que se apoderó de la juventud en los últimos tiempos. Temas como el aborto, el patriarcado, el compromiso social, el acoso, el abuso, la iglesia y el resurgimiento del fascismo entre la juventud, son solo algunos de los planteos con los que Barrionuevo interpela al espectador. Y lo hace parándose con firmeza en el lugar que le corresponde y defendiendo con capa y espada aquellas ideas políticas (no partidarias) que su cine profesa.
Una fábula sobre el abuso y el miedo de Agustina San Martín Estrenada en el último Festival de Cine de Toronto, la ópera prima de la realizadora de los cortos "No hay bestias" (2015), "La prima sueca" (2017), y "Monstruo Dios" (2019), mantiene la impronta realista fantástica que atraviesa su obra. Tras la muerte de su madre, Emilia (Tamara Rocca) llega a un pueblo fronterizo que une Argentina con Brasil para saldar una deuda con su hermano Mateo. Se instala en casa de su tía (Ana Brun), una pensionista, que recibe visitantes ocasionales, mientras intenta encontrare con Mateo. Pero una extraña bestia, que toma la forma de diferentes animales, acecha al lugar y ataca a las mujeres. Agustina San Martín construye un original y fantastico cuento lyncheano, mezcla de fábula rural y leyenda urbana. Para hacerlo se nutre de símbolos mitológicos que son cruzados con la realidad. A través de una puesta en escena onírica, envuelta en una atmosfera claustrofóbica, con un gran manejo de los climas, conduce a los personajes (y al espectador) a través de un ambiente opresivo, donde la tensión sexual se apodera del relato y el deseo de las acciones. Hay algo de Lucrecia Martel en la forma que San Martín tiene para concebir el cine, pero también mucho de una impronta personal arriesgada y que no le tiene miedo a los cruces y la hibridación de los géneros. Matar a la bestia (2021) transita por un abanico de tópicos que van desde el abuso y el silencio hasta la construcción de las nuevas masculinidades y los feminismos, pero abordados con una sensibilidad, una elegancia estilística y desde un lugar tan poco frecuente que se destacan en un universo cinematográfico que no siempre puede correrse del lugar común.
La deconstrucción del macho en una Brasil homófobica La nueva película del realizador brasileño Aly Muritiba, estrenada en la 18 edición de las Giornate degli Autori de la Mostra de Venecia, trabaja sobre la deconstrucción masculina en una Brasil violenta y patriarcal donde la homofobia se manifiesta en todos los extractos sociales. Daniel (Antonio Saboia), cerrado e introspectivo, con un padre ex militar, ahora senil, es un policía separado de la fuerza por abuso de autoridad que podría quedar detenido luego de que su caso se convirtió en un escándalo mediático. A través de una app conoce a Sara, a la que nunca ha visto en persona, de la que desconoce todo y que vive en la otra punta del país. Una relación platónica que parece ser lo único que lo motiva a seguir en movimiento e ir más allá del halo de misterio que envuelve a esa figura. Desierto particular (Deserto particular, 2021) se divide en dos partes: una urbana y otra rural. Durante la primera mitad, ambientada en la ciudad, observamos a Daniel en su triste derrotero diario, mientras trabaja como seguridad privada en una discoteca o discute con su hermana porque tiene una relación con otra mujer. La única que logra sacarlo de la monotonía de sus días grises es Sara, pero cuando luego de enviarle una foto de él desnudo le pide una de ella en las mismas condiciones esta deja de escribirle. Pasan los días y, ante la ausencia de respuestas, Daniel se sube a su camioneta y parte rumbo al norte brasileño. Solo tiene el nombre de un pueblo y una foto del perfil de WhatsApp. Muritiba construye en esta primera parte un acertado perfil psicológico del personaje a través de sus acciones, pero también de aquellos silencios que lo definen, de lo que no se dice ni se ve. Una atmósfera claustrofóbica, agobiante, donde la densidad del aire traspasa la pantalla. El manejo de la información y como esta se manifiesta es uno de los grandes pilares de una historia simple, pero de personajes complejos, donde el director carga de suspense un entramado narrativo tan intrigante como misterioso. La segunda parte es una road movie que desemboca en el Brasil rural, lejos de la urbe y el cemento, donde el personaje inicia la búsqueda de Sara, pero también su propia búsqueda. Al llegar no solo descubrirá la verdad sobre quien es ella, sino también sobre quien es él y hasta donde está dispuesto a llegar. La certeza ahora es duda y frente a la duda la reacción más cómoda es la violencia. Pero también existe otra opción: la deconstrucción. Daniel deberá elegir qué y quien quiere ser y hasta donde está dispuesto a ceder para ser feliz.
El drama de la inmigración lejos de la banalización estilizada La inmigración y el abuso es un tema que el cine aborda con frecuencia, pero muy pocas veces con la sutileza y alejado del lugar común como lo hace el ecuatoriano Paúl Venegas en la película que representó a Ecuador en los Oscar 2021. Vacío (2020) comienza con un barco llegando al Puerto de Manta en Ecuador. En él viajan Lei y Wong, dos inmigrantes ilegales chinos que llegan engañados con la promesa de trabajo. Mientras que Lei quiere ir a Nueva York, Wong solo piensa en traer a su pequeño hijo que quedó en el país asiático. Ambos son víctimas del abuso y la trata de Chang, un mafioso bipolar que se obsesiona con ella. Chang los trajo haciendo falsas promesas con la finalidad de que trabajen para él en sus negocios no tan legales. Son alojados en una casa del barrio La Bahía, el Chinatown de Guayaquil, cumplen a diario con sus tareas laborales, salen a pasear, comen en restaurants. No están hacinados, ni son víctimas de maltrato. Pero claro, no tienen documentos y sus pasaportes les fueron retenidos. Los personajes, que viven en una falsa libertad de la que son conscientes, van aprovechar la única oportunidad que tienen para ser libres porque su captor no es tan inteligente como él piensa, y ni Lei ni Wong tan ingenuos como supone, y lo que en un principio es un drama social da un giro y se convierte en una elegante película de fugas. Un apasionante thriller de autor. Venegas logra con inteligencia un film sobre los sueños, la ilusión y la esperanza de una vida mejor, pero también sobre la incomunicación, la soledad y el desclasamiento. No lo hace desde el efectismo, ni el regodeo, un lugar al que cierto cine latinoamericano no le escapa y nos tiene acostumbrados, sino desde la sutileza y el trazo fino. Vacío es la misma historia que se contó ciento de veces, pero que ahora se reconvierte y adquiere otras características, otras formas, otra estética, a la vez que se posiciona en una línea ideológica clara y no especulativa gracias al pulso narrativo de un autor que, a medida que la historia avanza, se anima a los giros, a los cambios de estilo, a los géneros, sin caer en el lugar común, lo trivial y la abyección.
El realizador japonés ganador del Oscar a Mejor Película Internacional por “Drive my car” (2021) ofrece una película compuesta por tres episodios, independientes entre sí, atravesados por una red de casualidades, equivocaciones y conexiones. La rueda de la fortuna y la fantasía (Guzen to sozoakaÂ, 2021) tuvo su estreno en el Festival de Berlín 2021, donde ganó el Gran Premio del Jurado, apenas unos meses antes que Drive my car, presentada el mismo año, se hiciera con el premio al mejor guion en el Festival de Cannes y eclipsara por completo a una obra notable en la que Ryûsuke Hamaguchi (Asako I & II) vuelve a demostrar una innegable capacidad para crear atmósferas emocionales, de infinitas posibilidades, a partir del empleo de imágenes naturalistas, diálogos formidables, largas escenas y un impecable desarrollo de personajes. La primera de las historias cortas que componen este film colectivo presenta a una joven hablando con una amiga durante un viaje en taxi luego de una sección fotográfica. Le cuenta que conoció a un hombre que podría ser el amor de su vida. A medida que el relato avanza se devela que en realidad ese hombre no es otro que el ex novio de la mujer que escucha. En el segundo episodio, una estudiante de literatura en la universidad le tiende una trampa a un profesor. Al enterarse de que recibió un importante galardón por una novela, acude a su despacho para hablar del libro, del que lee en voz alta un largo fragmento erótico. La conversación resulta académica, pero por el azar tendrá un desenlace impredecible. Finalmente, en el tercer capítulo, una mujer asiste a un reencuentro de egresados. Pero la única persona que quería ver, su mejor amiga de entonces, no fue. Decide irse y en la calle la encuentra, o al menos eso cree. El planteo de cada uno de los cortometrajes que componen esta trilogía de relatos sobre la insatisfacción, protagonizados por personajes femeninos que se cruzan en espacios determinados y se relacionan en breves lapsos de tiempo, parte de una situación que estando bajo un aparente control termina desbordada frente a la intervención del azar, una fuerza que se torna imprevisible, generando caos o una mejora del contexto. Hamaguchi, que parte de la cotidianidad para distorsionar el realismo y convertirlo en una serie de juegos de representación e imaginación, logra con La rueda de la fortuna y la fantasía un magnífico ejercicio narrativo, un tríptico de historias independientes entre sí, pero con una misma estructura tripartita (breve introducción, largo nudo y breve desenlace con efecto sorpresa), unidas por el azar y el talento de un realizador que rechaza los límites del cine.
Una reflexión sobre el presente de Gustavo Fontán y Gloria Peirano "El piso del viento" (2021) es la primera película dirigida a cuatro manos por el binomio integrado por Gustavo Fontán y Gloria Peirano tras algunas colaboraciones en conjunto. Una casa con una estructura particular en algún barrio de la ciudad de Buenos Aires es el espacio elegido para un ecléctico desfile de personajes. Cada uno expondrá diferentes impresiones personales a partir de la percepción que genera una primera visita al lugar. Mientras una cámara voyeur observa, una interlocutora guía a los visitantes a través de una serie de pautas. En un principio todo hace suponer que la casa está en venta y quienes la visitan son interesados en ella. Pero a medida que el relato avanza descubrimos que todo es parte de un juego receptivo que va mutando de acuerdo a la experiencia personal a la que se enfrenta cada uno de los visitantes. Sentimientos catárticos que van desde el Feng Shui a las plantas, del viento a la ubicación del sol, de norte al sur, pasando por los recuerdos de juventud en la provincia de Formosa, la infancia en Córdoba o una dolorosa anécdota durante la última dictadura cívico militar que gobernó el país, constituyen un relato catártico planteado como juego espacio-temporal que propone un diálogo entre el pasado y el presente para derivar en una serie de reflexiones sobre el futuro. Lo atractivo del film es ver como un común denominador dispara en cada uno diferentes percepciones. La película, que se filmó en 2017, se reconfigura a raíz de la pandemia y el confinamiento, y hoy propone un diálogo distinto al que fue pensado en su origen. Interpela desde otras aristas y genera las mismas preguntas, pero la lectura final es otra.