El cine no sólo ha forjado grandes directores y actores sino que ha albergado a míticas duplas de trabajo que se convierten en fetiches tanto para la industria como para el público: Quentin Tarantino/Uma Thurman, Tim Burton/Johnny Depp, Pedro Almodóvar/Penélope Cruz, por sólo nombrar algunas. Martin Scorsese nos ha regalado inmensas obras conjugándose con el gran Robert De Niro y desde hace algunos años, Leonardo DiCaprio se ha convertido en su actor fetiche. Películas como The Aviator o Shutter Island han confirmado que ésta es una dupla arrolladora. La nueva producción del realizador, que ha fascinado al gran público, vuelve a reunirlos y, como era de esperarse de manera brillante. Scorsese es un perfeccionista y lo es de modo que el espectador lo note. Uno siente que las casi tres horas que dura el film no tienen desperdicio, cada escena tiene un touch distinto, todas tienen un rasgo interesante, ninguna sobra o aburre. La película está perfectamente construida, con el estilo pomposo que caracteriza al director, convirtiéndolo en un maestro de contar historias. Personajes fuertes, escenarios deslumbrantes, tramas densas y cargadas de recovecos, todas estas características que definen su estilo aparecen llenas de maestría en esta obra. Por su parte, Leonardo DiCaprio desarrolla el papel que tal vez sea uno de los más osados en su carrera junto con el de Howard Hughes (El Aviador). El concepto que transita y estructura todo el film es el dinero. Pero no cualquier concepto, sino el que Jordan Belfort forja y define. Las ideas capitalistas de confort, felicidad y éxito (personal, económico y sexual) están proporcionadas por el dinero. Al mismo tiempo, Jordan hace ostentación permanente de su inteligencia para los negocios y se convierte en maestro de millones de potenciales corredores, formando una exitosísima empresa que funciona como familia y él como jefe irremplazable, un cuasi Dios; que, dando trabajo, cambia la vida de sus empleados, otorgándole una vida de lujos, es decir, la felicidad. Otra de las temáticas muy presentes en el film es el exceso o desmesura. The Wolf of Wall Street es absolutamente barroca: está repleta de mujeres sumamente atractivas desnudas, de escenas de sexo, de drogas, dinero asquerosamente derrochado, y es una constante exhibición de lujos: yates, atuendos, casas, autos, etc. La genialidad e inteligencia conlleva un despliegue de desmesura y lujos exacerbados. Estos excesos hacen que de a poco el imperio del “lobo” vaya mostrando debilidades, baches y complicaciones frente a la ley, pero hasta con la soga al cuello, Jordan sigue dirigiendo su enorme monstruo capitalista. Y lo que es más interesante, el personaje nunca se pone moralista con respecto al dinero o a sus actos: él es un amante rabioso y desalmado del dinero y lo sostiene hasta el final, nunca vacila, nunca tiene miedo. The Wolf of Wall Street nos presenta una realidad que embelesa, cargada de exuberancia y belleza, liderada por la fortaleza de un personaje inolvidable y fascinante en cada movimiento y diálogo. Una obra de suma precisión narrativa y estética, confirmando la comprensión y explosión de genialidad entre dos gigantes del cine. Una vez más funcionó la pareja Scorsese/DiCaprio, ambos haciendo uso de una artística desmesura.
Walter Salles se embarca en la delicada y arriesgada tarea de llevar al cine la gran novela beat del gran Jack Kerouac: On the road. Con un elenco bien juvenil, como es de esperar, muchos esperábamos con ansias la versión fílmica de esta novela que ha sido una marca generacional y que sirvió como manifiesto del movimiento beat. On the road (Walter Salles, 2012) tiene muchos condimentos beatnik pero muchos que contradicen este espíritu. No sé si es posible hablar de un argumento cuando hablamos de Kerouac y en especial de On the road; básicamente la historia relatada es el camino recorrido durante los años ’40 y principio de los ‘50 por el mismo Kerouac, que en el film es nombrado como Sal (Sam Rilley, quien ya había tomado la piel de Ian Curtis en Control), acompañado de sus amigos Neal Cassady (representado por Garret Hedlund con el nombre de Dean), LuAnne Henderson (nombrada como Marylou e interpretada por la bella Kirsten Stewart), el célebre escritor William S. Burroughs (Ed Harris bajo el nombre de Old Bull Lee), su compañero Allen Ginsberg (nombrado como Carlo Marx e interpretado por Tom Sturridge), entre otros. Todos estos integrantes y productores de la mítica generación beat en Norteamérica se encuentran y desencuentran en el camino, ponderando la poesía, la sexualidad y la liberación juvenil como sus máximos valores. Esta generación se caracterizó por crear una literatura alternativa y más que todo anecdótica donde se narraban las experiencias de estos jóvenes que vivían a la deriva y experimentando todo. La libre sexualidad y el uso experimental de drogas son algunas de las características que se dejan ver. Cabe notar la oda a la vida que realizan estos personajes, ya que simplemente viven el momento pero también está siempre la muerte como posibilidad. On the road poster 366x500 On the Road: Una aventura (casi) beat cine En relación a esto la película se muestra fiel al libro y al clima generacional y por otro lado lo traiciona. Aparece como fiel por las caracterizaciones (ropa, modales, vocabulario, lecturas, música, etc.) y porque de verdad vivenciamos el frenesí de la época junto a los personajes en la búsqueda de ese algo en la vida, y es sólo la esfera que viven ellos la que se muestra en el film, no hay un panorama general de época. Por otro lado, el film cae muchas veces en escenas sensibleras y moralistas; pareciera como si esa vida libertina terminara por condenarse como inmoral y triunfaran los cánones tradicionalmente burgueses de vida (familia, trabajo, asentamiento económico, etc.). También choca que un historia del under, una novela beat sea llevada al cine desde el paradigma mainstream, resulta un poco traicionero y contradictorio. Las actuaciones se muestran interesantes, sobre todo la breve pero estelar aparición de Ed Harris; excepto por el personaje de Dean que es fundamental en el film pero aparece como acartonado y poco creíble. En fin, para los amantes de la generación beat es un film que nos hace rememorar la increíble historia y se disfruta, pero por otro lado muchas veces se pierde la esencia. Si bien asistimos al espectáculo de drogas, sexo libertino, de vivir a la deriva y a la marca generacional de juvenilismo exacerbado, al final parece que tuviera un mensaje burgués y pedagógico. Para quienes desconocen el contexto o la obra, la película pasa como una road movie más con algunas osadas escenas.
La elección del remake es un tema algo crítico dentro del ambiente cinematográfico. Están quienes lo apoyan y promueven y quienes piensan que no tiene sentido alguno rehacer una película. Pues bien, depende de qué película hablemos, esto se justifica o no. Contamos con remakes espantosos, innecesarios y hasta irrespetuosos y otros que instalan la mirada en un espacio poco explotado de la original y crean un nuevo mundo en un film distinto. También pensemos que tenemos de por medio las cuestiones de marketing, dinero, contratos, etc. que llevan a explotar un producto que ya ha sido exitoso pero que, según su punto de vista, quedo desactualizado. Creo que esta última ha sido el motor para llevar a Carrie de nuevo al cine, una actualización dentro del género de terror que ha tenido tantas tradiciones distintas y cambios a través del tiempo. Las mayores diferencias que presenta Carrie (2013) con su original se refieren a cuestiones de época. Frente a la simplicidad de la primera, la remake incluye elementos actuales que complejizan un poco más la situación y agrandan los problemas… por consiguiente el enojo de Carrie crece, y con él, sus poderes. Por lo demás, la película recrea tomas enteras (solo que en excelente calidad), con exactos colores, diálogos, expresiones, etc. y, particularmente me resultó agradable, un directo homenaje muy acertado a nivel estético. Si hay algo que la Carrie original puede envidiarle a la remake es el personaje de la madre: Julianne Moore se compenetra en un papel poderoso y contundente; y en la original, la madre de Carrie es tan exageradamente border que pasa por ridícula. Julianne hace de la madre de Carrie una border escalofriante, tenebrosa y emocionante. Carrie de 1976, dirigida por Brian de Palma, en su momento nació como una película escalofriante e innovadora en algunas cuestiones. Hoy algunos de sus efectos podría decirse, quedaron caducos. Tal vez la elección de rehacer Carrie busca reforzar y actualizar aquellos aspectos que quedaron un poco “anticuados” y así poder recolectar un público nuevo, cubrir sus expectativas y alcanzar una obra clásica que de otro modo no llegaría al gran público que ya no se sorprende con nada. Pero… en este intento deliberado por exacerbar el terror y los efectos de la historia, la nueva Carrie ha perdido una de sus mejores características: la sutilidad. Y es que Carrie de 1976 crea un personaje ambiguo, con una debilidad que luego se resuelve en una fortaleza; y el momento de Carrie para estallar está muy cuidadosamente elegido, con anticipación y creación de un clima propicio. En cambio la nueva Carrie parece un poco atorada y apresurada por mostrar su ira a través sus poderes. Así, el momento cúlmine del film queda opacado, porque ya conocemos todo sobre Carrie y porque además es sumamente exagerado y ostentoso. Además, la fragilidad que caracteriza a la protagonista, en el remake aparece forzada y anacrónica. Con todo esto dicho, ¿qué nos aporta la Carrie 2013? Principalmente, una visión nueva y una reflexión sobre el género de horror casi 40 años después. Desde mi punto de vista, el género se ha desvivido por encontrar modos (sobre todo a través de la tecnología) de superarse a sí mismo a cualquier costo, incluso a costo del ridículo. Pero es importante pensar que aquellos filmes más austeros, con gran cuota psicológica e imaginativa pueden tener efectos más profundos, tal vez no tan deslumbrantes, pero si llegan a calar hondo en la psiquis del espectador.
Se acercan las premiaciones de principio de año y algunos títulos empiezan a estar (misteriosamente) en boca de todos. Uno de ellos, que ya ha recolectado varios premios y parece ir en camino de varios más, es Gravity, la película de Alfonso Cuarón que ocurre casi íntegra en el espacio. Los cineastas y la industria cinematográfica en general deberían aprender a respetar que las cosas que ya se han hecho no necesitan ser hechas de nuevo. El inigualable Stanley Kubrick ya nos ofreció una obra maestra, una película única e innovadora pero sobre todo, profunda y con capas de entendimiento que marcó un antes un después para el cine. Nunca antes el espacio había sido tan abrasador, tan tensionante y multifacético. Trabajar con una película en el espacio después de 2001: Odisea en el espacio es, por lo menos un gran desafío y eso requiere tener una buena idea para contar. Cuarón se embarcó en este desafío pero tal vez la idea no fue lo suficientemente buena. Gravity es la típica película que sale de la cocina norteamericana mainstream: sensiblería, grandes efectos, actores que todos reconocen, finales triunfales, enormes tensiones que rozan lo inverosímil que sabemos que tarde o temprano se resolverán para bien, etc. Este es el estilo de grandes directores como James Cameron que crearon una identidad a raíz de este modo de hacer películas y eso lo hace respetable, porque todo efecto, todo llanto, toda tensión está justificada y de forma que nos deja conformes. En Gravity parece que todo sucediera azarosamente, que los sucesos y acciones están poco sustentados y que todo esto es una excusa o un gran capricho para hacer una película que ocurre en el espacio. La película abunda en metáforas de corte moralista que poco agregan a la historia. Si una actriz va a llevar en su figura prácticamente la película entera, esperamos que sea un desarrollo actoral excelente y un rostro atractivo que nos mantenga pegados a la pantalla. Sandra Bullock y sus lloriqueos permanentes son cosas que ya han pasado de moda y creo que ha sido una de las elecciones más erradas dentro del film. George Clooney aparece ocasionalmente y completamente cubierto con un traje de astronauta no es un buen negocio para ningún espectador, esperamos otra cosa cuando se trata de su presencia en un film. Ahora, vamos a pensar que el film tiene aspectos interesantes que la llevan a llamar la atención del gran público. Es cierto que el espacio se ha logrado a la maravilla. Es el ambiente que ocupa todo el film y es el personaje principal, es el enemigo, la grandeza, lo ilimitado con respecto al límite que se deja ver todo el tiempo: la Tierra. Tan bien logrado está que no podemos evadir la angustia, el paradójico encierro en la inmensidad y la desesperación que suscitan los momentos extremos (que son varios). En este sentido la tensión que logran las imágenes es realmente avasalladora aunque la historia poco sólida no la acompañe. Pero el elemento más determinante para esta tensión y que da nombre al film es la gravedad cero. Se logra transmitir la sensación de flotar permanentemente y la pérdida del suelo, el mundo completamente distinto que implica el enigmático espacio. Igualmente, a pesar de las emociones que suscita en el espectador, la película no entretiene y esa es la diferencia con las grandes producciones de Hollywood: el espacio, su ritmo y Sandra Bullock son aburridos. Cuenta como film interesante por su extravagante producción… Mucho ruido y pocas nueces.
Iniciamos la película: aparecen unos títulos muy kitsch, El Deseo presenta, suena “Para Elisa” en una versión cuasi cumbia… ya nos sentimos como en casa, en la casa Almodóvar. Después de su tan aclamada La piel que habito, Pedro sorprende con su comedia hilarante: Los amantes pasajeros. Con un elenco nunca mejor elegido, con chicas almodóvar incluidas, nos subimos a bordo de este viaje ambiguo, negro por momentos, pero que explota del humor más puro del director madrileño. Un avión que se dirige a México lleva a bordo a distintos personajes: tres tripulantes de cabina de pasajeros bastante alcoholizados, una ex actriz, un magnate, un famoso galán de películas, una virgen ya entrada en edad que además es vidente, un mexicano bastante sospechoso y dos pilotos de sexo dudoso. Ya en el aire, se enteran que hay una falla en el avión que podría hacer que éste explote o se parta en dos. A partir de allí empiezan a volar en círculos sobre Toledo y los tres tripulantes de cabina harán todo lo posible para que los pasajeros, que ya empiezan a desesperar, tengan un viaje lo más placentero posible… En esta historia está casi todo lo propiamente almodovariano: tenemos humor negro, sexo, drogas, caracteres desbordados, mujeres siempre al borde de un ataque de nervios, homosexualidad declarada e hiperbólica; sólo queda fuera el drama. En el medio aparece el dramatismo pero de manera cómica, paródica e irónica. El film transcurre casi íntegro arriba del avión, y allí salen a flor de piel todas las miserias, los secretos, los deseos, las historias que ya se vuelven comunes, se comparten entre todos. Estamos a bordo, por supuesto, de un avión al estilo del director: los colores, los vestuarios, los diálogos, todo se corresponde con la estética tan particular que lo caracteriza y que tanto nos gusta. Sumado a esto, presenciamos un ingenioso musical de la canción “I’m so excited”, llevado a cabo por los tres azafatos, que a esta altura ya los sentimos como amigos. Las actuaciones y el guión, como siempre es lo que se privilegia. Tenemos una Cecilia Roth ya entrada en edad pero con la belleza intacta, una fugaz (pero fundamental) aparición de unos los preferidos de Pedro: Penélope Cruz y Antonio Banderas; Javier Cámara (que lo recordamos en su inolvidable papel de Hable con ella) en un actuación impecable e inolvidable y una pequeña actuación pero siempre destacada de Carmen Machi (muy recordada por el corto “La concejala antropófaga” incluido en Los abrazos rotos. En fin, podemos decir que Pedro Almódovar se reinventa, se renueva, se la juega pero siempre fiel a su ya constituida estética. De hecho pareciera como si el mismo director se auto homenajeara en cada uno de sus films. Después de un complejo drama como es La piel que habito, nos encontramos con una comedia impecable, muy al estilo de los primeros films del director. Hay Almodóvar para rato y Los amantes pasajeros lo demuestra.
Cuando la mirada del resto acecha, los rumores se vuelven enormes voces en la cabeza de un sujeto y lo persiguen hasta denigrarlo, cuando todo lo construido se destruye a través de una simple sospecha y la mentira se enfrenta en una lucha mortal con la verdad… los seres humanos se involucran en una sanguinaria y depredadora cacería. El director Thomas Vinterberg nos entrega un excelente film que tiene como protagonista a Mads Mikkelsen, quien gracias a su actuación en este film ganó el premio a mejor actor en Cannes 2012. Lucas es un maestro de jardín, muy querido por los niños que, en lo particular, lleva una vida bastante solitaria y con problemas con su ex mujer y su hijo. A partir de la mentira de una niña del jardín, el pueblo entero se volverá en contra de Lucas acusándolo de pedófilo; perderá su trabajo, el respeto de los demás, sus amistades y en fin, su libertad y la vida que había construido. Lo interesante de esta historia no reside en la novedad, sino en la construcción de la psicosis colectiva como producto de una acusación inocente y fabulada. La expresión “pueblo chico, infierno grande” aquí se despliega con maestría y terror. En una sociedad conservadora y machista, cada habitante del pueblo toma posiciones extremas frente a algo que no está claro del todo, poniendo como bandera la institución familiar y la inocencia infantil; así, Lucas queda como chivo expiatorio de la hipocresía general. Como ya había mostrado en su aclamada película “La celebración”, Vinterberg propone un disparador simple y desmorona todas las estructuras familiares y sociales que penden de un hilo. Otro punto a destacar en el film es la actuación de Mikkelsen que cobra gran poder cuando se produce la transformación: Lucas debe adaptarse a un nuevo orden de cosas, a una sociedad que lo odia, lo acusa y lo acecha cual un venado en un día de cacería. Así se encuentra el personaje: desvalido, en completa debilidad y esperando ser devorado por sus acusadores que cada vez más se convierten en una bola de nieve cargada de delirio. Tanto es así que ni siquiera encuentra la suficiente fortaleza para defender su inocencia (lo cual puede instalar la duda sobre la verdad del asunto en el espectador) y ni bien empeora su situación, su carácter va siendo cada vez más depresivo y abandonado. Exceptuando por algunos momentos en que la impotencia le gana y desata la ira sobre la hipocresía de sus amigos, lo cual agrega significativa tensión y dramatismo al film. La cacería es una película, ante todo psicológica y con grandes cuestionamientos morales. Todos los personajes están presentados a medias, su interior no se descifra del todo y esto crea el clima confuso y agobiante. Lo central de la historia es la causa común en la que se une todo un pueblo atravesada por la incertidumbre de la verdad o la mentira. A partir de la declaración de la niña, se efectúa un despliegue psicológico de todos los personajes, donde el espectador va cambiando de posición según las argumentaciones y sucesos. Esta película trabaja a partir de la anécdota para desarrollar temas más profundos y complejos y presentar al ser humano en su estado más puro de animalidad, como un auténtico depredador que se mueve en masa, acechando ciegamente a la víctima.
En las salas mundiales está proyectándose Mama (Andrés Muschietti, 2013), el nuevo film hispano-canadiense de terror que a partir de bases más que trilladas nos entrega una historia innovadora. El film parte de un corto homónimo realizado por el mismo director en 2008, que en realidad sólo constituye una escena de lo que luego será la película. Este corto realizado por el director argentino radicado en España, llama la atención del director de cine fantástico Guillermo del Toro, quien propone hacer del corto Mama un largometraje, convirtiéndose en la opera prima de Muschietti. La historia de Mama es sobre todo escalofriante: Victoria (Megan Charpentier) y Lilly (Isabelle Nélisse) quedan huérfanas en una cabaña en un inhóspito bosque luego de que su padre mate a su madre y que después él muera atacado por algún ser extraño irreconocible. Su tío Lucas (Nikolaj Coster-Waldau) no se da por vencido y luego de varios años de desaparición encuentra a sus sobrinas en la tenebrosa cabaña; sólo que en un estado deplorable y de cuasi animalidad. A partir de esto, Lucas, su novia Annabel (Jessica Chastain) y el doctor Dreyfuss (Daniel Kash) cuidarán de las niñas pero descubrirán que en la cabaña no estuvieron solas y que esa presencia aún sigue con ellas. Como todo thriller sobrenatural tenemos las permanentes insinuaciones del espíritu, los signos de una presencia ajena en la vida cotidiana, los cambios en los personajes afectados y el proceso de aceptación de que aquel fenómeno sobrenatural está efectivamente sucediendo. Pero en Mama a esto se le agrega (no se le contrapone, sino que se le agrega) la visión psicológica: la vivencia de lo sobrenatural y de la orfandad es analizada paso a paso por el personaje del médico que es una pieza de conocimiento fundamental. Es innovadora, podemos decir, en este sentido ya que articula la ciencia y lo sobrenatural. Pero, al mismo tiempo prevalece un desarrollo de la acción predecible y trillado. Aunque lo que se presenta como genuinamente aterrador es la idea de la historia: un espíritu materno que vela por estas niñas que han cambiado su carácter y dependen de esta oscura presencia. El recurso del espíritu está muy bien manejado hasta un cierto punto en que deja de ser temeroso y se convierte en ridículo, lo cual llega a provocar la risa. Durante muchas secuencias la inminente presencia es de verdad aterradora. El espacio de la casa está hábilmente manejado, para que el tránsito por las escaleras, pasillos y habitaciones produzcan adrenalina y sobrecogimiento en el espectador. Pero acercándose al final, lo que venía siendo un interesante armazón terrorífico y psicológico, se desvanece en sensiblerías y clichés. Un film con una interesante propuesta pero que pierde un poco su fuerza. Recomendable para unos buenos momentos de adrenalina, sin pretensiones de complejidad o mucha innovación en el género.
Siete directores de distintas nacionalidades se reúnen y aportan su mirada sobre la mítica ciudad cubana, La Habana: Laurent Cantet, Benicio Del Toro, Julio Medem, Gaspar Noé, Elia Suleiman, Juan Carlos Tabío, Pablo Trapero. Es tal la riqueza de perspectivas que se logra al tocar siete aspectos diversos y constitutivos de esta ciudad, que el espectador, al finalizar el film, no puede desear más que palpar (aún más) esa heteróclita realidad. Y digo aún más porque el trabajo de los directores es impecable: logran mostrar con belleza y arte el mítico mundo de esta ciudad latina. La Habana es lo rituálico, la religiosidad arraigada, el extranjero desorientado, las mujeres curvosas, el poder implacable y embriagador del ron y de su gente, la seductora música en sus caribeños callejones, las fiestas con abundante comida típica, y también es sentir el encarcelamiento, el anhelo de algo distinto. Por eso hablamos de diversidad de miradas y enfoques. Cada “narrador” elige un aspecto de la ciudad cubana para reflejar en su fragmento, y logran, así, entregarnos con entereza un cuadro panorámico de la cultura y sociedad habanera. Uno siente que viaja, que palpa, que degusta, que recorre. De lunes a domingo ocurren pequeñas cosas cotidianas que van armando un panorama de la ciudad, sus habitantes, costumbres, cultura y paisajes. 7 dias en la habana Dentro de la diversidad que implica la variedad de perspectivas también entran los diferentes enfoques estéticos que hacen también a la riqueza antes mencionada. Encontramos segmentos prácticamente sin diálogos y oscuros (como el de Gaspar Noé), otros totalmente dinámicos, coloridos y llenos de comicidad (como lo es “La Fuente” de Laurent Cantet). Y un segmento particularmente llamativo e interesante es el del argentino Pablo Trapero quien incluye como actor nada menos que a Emir Kusturica interpretándose a sí mismo, recorriendo la exquisita movida musical de la ciudad. Así mismo encontramos lo desesperante de aquellos cubanos que sueñan con el escape en las míticas (pero reales) balsas, el desconcierto (bastante cómico) de los yanquis en un ámbito que los desencaja. Más allá de lo hipnótico de la película, su belleza y entretenimiento, vale preguntarse: hasta qué punto no es un producto “for export”, creado para extranjeros, a pesar de los bemoles que presenta. Pero es sólo una reflexión que queda de lado cuando nos embelesamos con las bellas imágenes. En sí, 7 días en La Habana es una acertadísima creación colectiva, que nunca aburre, que te mantiene expectante por lo que vendrá y por cómo concluirá. Es como si descubriéramos la ciudad por capas, de a poco, saboreando sus dulces y amargos gustos. Una experiencia cinematográfica y artística que crea reflexión y choque cultural; es que el film se presenta como un banquete, como la cultura cubana súper expuesta, lista para ser degustada.
Llegó lo nuevo de David Cronenberg, Cosmopolis, la llamativa cinta protagonizada por el ícono adolescente Robert Pattinson, lo cual desde un principio dio de qué hablar. El afamado realizador, esta vez se animó a mucho, con los actores, con la estética, el guión, etc. dejando así a una buena parte del público desconforme o confundido. Y es eso justamente, confusión, lo que genera Cosmopolis durante una buena parte de su desarrollo. Un joven millonario, David Packer (Robert Pattinson) recorre Manhattan en su futurista limusina en busca de un corte de pelo. El trayecto dura un día, y nos encontraremos con una pintura apocalíptica del régimen capitalista, que experimenta una gran crisis: en las calles reina la anarquía, la depresión y el desencanto. El film transcurre durante ese insólito día y sobre esas atestadas calles neoyorquinas. Empezar a ver Cosmopolis es un tanto desconcertante, confuso y hasta tedioso. Y, sí, es cierto que el ritmo no es de lo más llevadero y la acción no es su condimento principal, en absoluto… Pero es hasta el momento en que sintonizamos con el personaje y con la situación. Es que este film no podría ser de otra forma: el mundo que se representa es un mundo de tedio, de depresión, de desconexión entre las personas, de encierro y básicamente de crisis. En ese estado de cosas parece que algo sucederá para que cambie, porque el reclamo del “pueblo” es permanente e ineludible. Pattinson se hace cargo del papel de malo de la película. Él parece ser un gran responsable de la situación del país, ya que están todos ensañados en su contra, pero su posición es de desinterés total, sólo habla de cifras, información abstracta y sexo “mecánico”. La atmósfera que envuelva a la película es realmente sofocante, la mayor parte del film ocurre dentro de una oscura limusina, con pantallas táctiles, bebidas blancas, asientos relucientes, pero básicamente impenetrable. Los anarquistas protestan pintando y destrozando el vehículo pero nada puede penetrar a este magnate que permanece ajeno a todo tipo de estímulo, pedido o planteo. Está casado pero es sólo un arreglo que ni siquiera incluye sexo, por lo tanto, lo vemos acostándose con cuanta mujer transita por su limo experimentando cero conexión. La vida y la muerte se barajan como opciones tan livianas como el resto de las cosas, el registro del otro o del mundo se vuelve nulo, la alienación se los come. Es que sólo se conversa sobre números, acciones, dinero y entre medio de estos temas, se resalta el hilo general: el corte de pelo. Cosmopolis 2012 Hollywood Movie Watch Online 441x600 Cosmopolis: Viaje a través del apocalipsis cine A pesar de esta marcada desconexión de la que hablamos, es notorio que todo el film está sostenido por diálogos, la acción es cuasi nula, el diálogo es permanente. Es esto lo que convierte un poco pesado al discurrir y obliga al espectador a estar muy atento, porque cada palabra es harto significativa. El resto de los aspectos del film no dejan nada que desear, impecable fotografía, original en el manejo de planos, un uso de colores más que adecuado, un guión contundente y cuenta con pequeñas pero recordables apariciones de Juliette Binoche, Paul Giamatti y Samantha Morton. Esta vez, Cronenberg nos entrega un mundo devastado, en crisis, al ser humano en su nivel más bajo de incomunicación, transitando en la nada, haciéndose ciego ante todo. Pareciera, por momentos, como si fuera una predicción, como si el mundo actual derivaría en ese estado de fatalismo. No es de los mejores trabajos del talentoso director, pero ofrece una mirada interesante a la cual no está mal enfrentarse.
Les acercamos la reseña de la película ganadora del Oscar a Mejor Película, Argo (Ben Affleck, 2012). Puedo decir que esta producción me ha dejado con un doble sentimiento: por un lado, es innegable que técnicamente el film es irreprochable, tiene todo lo que el género necesita y muy bien logrado; por otro lado, ideológicamente, sí puede pensarse como reprochable. Estamos frente a una gran producción con un nacionalismo exacerbado. Ben Affleck decidió contar el otro lado de la historia, hacer quedar bien a los Estados Unidos mostrando “la verdadera cara de la historia”. La película, basada en hechos reales y adaptando el libro The master of disguise de Tony Mendez, relata el operativo secreto realizado en 1980 por la CIA en conjunto con Canadá, para rescatar a seis diplomáticos norteamericanos, refugiados en la embajada canadiense en el Irán revolucionario. No se puede negar que la película tiene un elemento harto interesante y original que es la manera en la que se desarrolla el operativo secreto: para rescatar a estos seis “fugitivos” la CIA organizará una película falsa situada en Irán, lo cual les permitirá ingresar y salir del país bajo la excusa de la producción. Esto conlleva el armado de identidades y roles falsos, guión, posters, presupuestos, locaciones, storyboards, presentaciones, etc. todo falso. Es interesante en la medida en que es la ficción lo que los salva y un pasaje del film lo deja más que claro cuando Mendez se dirige a los seis asustados fugitivos: “Creo que mi pequeña historia es lo único que se interpone entre ustedes y un arma apuntándoles”; y la metaficción en el film está representada a la perfección, el juego entre lo real, los histórico y lo ficticio es más que acertado y dinámico. En este sentido, podemos decir que la película nunca aburre, sino que nos mantiene expectantes (sobre todo sabiendo que de verdad los hechos sucedieron). Y digo que el juego con realidad, ficción e historia es interesante porque están muy bien delimitados: la película representa muy minuciosamente la época con una ambientación impecable (vestuarios, utilería, decorados, contamos incluso con la acertada aparición del agradable y contemporáneo sonido de “When the Levee Breaks” de Led Zeppelin), se contraponen imágenes del film con imágenes reales y la realización del film falso lleva toda otra tramoya paralela que representa un universo muy distinto. Este universo que se cuela es lo que le otorga una suerte de magia al film y que nos mantiene con esa ilusión de lo ficticio, que nos permite olvidarnos de a ratitos de los entretelones histórico-políticos. argo poster 405x600 Argo: La historia triunfal cine Ahora, todo muy lindo cinematográficamente pero ideológicamente estamos frente a una película ultra nacionalista y una chupada de medias a Estados Unidos. No sólo eso sino que, como es esperable, se defenestra a Irán tachándolos de incivilizados, retratando lo revolucionario como salvaje. Basta con decir que la presentación en la ceremonia de los Oscars de la categoría de Mejor Película estuvo a cargo del gran Jack Nicholson junto con Michelle Obama (en vivo desde la Casa Blanca). Entonces, ¿Queda alguna duda del intento de reivindicación histórico-política que es Argo? No por esto debemos crucificarla, pero en sí el film no es nada fuera de lo común dentro del género. Es una película realizada muy minuciosamente y muy valorable en muchos aspectos técnicos, disfrutable en su transcurso, con actuaciones valorables, y una historia muy bien contada. Pero resulta difícil despojarse de la fuerte marca ideológica que se imprime durante todo el film y que al final estalla en una expresión triunfal para los Estados Unidos.