Estaríamos de acuerdo en pensar que el esplendor de genialidad de Woody Allen ya fue desplegado y queda como un tesoro realizado entre los 70’s y 80’s. Sin embargo, el gran realizador sigue aportando al cine contemporáneo; durante los últimos años se ha centrado en entregarnos comedias románticas donde ya no es Nueva York la gran protagonista sino que paseamos por distintas de las más hermosas ciudades del mundo. Midnight in Paris, To Rome with Love, Blue Jasmine, Vicky Cristina Barcelona, Scoop son algunas de las últimas producciones que para algunos no responden al target del director y para otros forman parte de una nueva dirección de su carrera, un giro hacia un estilo más simple, natural y descontracturado. Su más reciente trabajo, Magic in the Moonlight, nos trae un Colin Firth inolvidable, representando a Stanley, un reconocido mago absolutamente racional y escéptico que se encuentra en la ardua tarea de desenmascarar a Sophie (Emma Stone, tan bella y delicada como de costumbre) quien dice ser una médium espiritual. Nunca más acertado el planteo del film, en épocas donde lo sobrenatural y metafísico parece haber conquistado las mentes de varios y los escépticos rabiamos hasta el hartazgo en defensa del sentido común y la lógica terrenal. Se despliega una confrontación entre los argumentos racionales y trascendentales, entre momentos de gran comicidad y un enamoramiento en proceso, fiel al estilo de Woody. La idea de la magia se desarrolla desde dos puntos de vista: la magia construida y artificiosa (la que practica Stanley), aquella que deslumbra a chicos y grandes, que es parte de la misterio del enigma pero es solo una ilusión y por otra lado la magia del mas allá, aquella de la que muchos dudamos que exista, y que Sophie parece revelar como verdadera. La existencia de la magia del mundo desconocido vendría a derribar nuestro gran sentido común, ese del que tanto se jacta Stanley, y a darle a la vida un sentido trascendental que cambiaría por completo el transitar de los humanos por este mundo. La encantadora vidente parece conquistar el endurecido corazón racional del mago, trayendo felicidad y esperanza a su vida. Podemos decir que en las últimas producciones de Allen la fotografía toma un lugar privilegiado, los paisajes imponentes invaden la pantalla al igual que los vestuarios y decorados. Lo que sigue vigente es una de las marcas más características y que nos hace amar a este maestro: guiones con pasajes jocosos y paródicos, de gran peso literario y filosófico, una perfecta arquitectura de personajes y las “chicas Allen” que enamoran. Tal vez, hace un tiempo que ya no encontramos al estereotipo de carácter que suplante la presencia de Woody en sus films, pero es ley que los personajes neuróticos, inadaptados y existencialistas son un leit motiv infaltable. En fin, Magic in the Moonlight se ofrece como una comedia genuina con un planteo sumamente actual, al tiempo que filosófico y ontológico de gran peso, con actuaciones magnificas y con una vuelta de tuerca que todos los fans adorarán. Puede ser cierto que el viejo Woody ya no tenga la fortaleza de antes pero aun así, sus films actuales siguen superando a mucha producción pretensiosa y vacía que por nuestros días corre como agua. La originalidad y lo genuino llegan a vale más que imágenes de gran peso artístico y carentes de contenido.
La ópera prima de Hernán Rosselli es una película sencilla pero de gran profundidad. Es un film declaradamente argento, sincero, de los que sin tapujos, se meten dentro de los personajes e investigan sus pasiones, miserias, miedos y alegrías. Mauro triunfó en el BAFICI, en el FICIC y sigue cosechando éxitos en cada una de sus reproducciones. En relativamente pocos minutos, Rosselli (quien cumple variadas funciones en la realización de la película) crea una historia completa, realista y cariñosa. Mauro es un pasador de billetes falsos que se convierte en falsificador. Lo interesante de este planteo es cómo, desde una construcción particular de personajes y actuaciones a medida, el delito y la clandestinidad están presentados de manera cotidiana y natural. La falsificación no solo es un arte, sino un trabajo. Mientras la película avanza, se dedican múltiples escenas a mostrar la artesanía cuidadosa y mentada de hacer billetes falsos. Imposible resulta no pensar en la referencia a Roberto Arlt, quien concibe al delito también como artificio y lo despoja de la carga negativa. Los personajes de Mauro habitan los márgenes de una sociedad condenatoria, pero la película nunca sale del espacio que ellos transitan. Es el mundo de esta clase media baja al que asistimos y en el que nos vemos inmersos desde el minuto uno. Será porque el tópico de la familia y de los núcleos de amor está tan presente en la historia y es tan natural que no necesitamos mirar al exterior sino, sumergirnos en este intimismo abrasador. Así mismo, podemos pensar en una suerte de anarquía ejercida por estos personajes por medio de la falsificación. El hacer dinero falso es la risa a carcajadas ante el sistema capitalista; burlar el símbolo del poder por antonomasia (el dinero) es una manifestación de resistencia y una construcción paralela al sistema tirano que deja por fuera a la mayoría. Igualmente, y un a nivel más cotidiano, el artificio de la falsificación aparece nada más y nada menos que como un trabajo, una forma de sobrevivir. Podríamos decir que Mauro es una película de personajes. Más que la historia en sí, en el tránsito de los caracteres a través de ella lo que Rosselli pretende mostrarnos. Así, el relato intimista abre el film y lo atraviesa permanentemente. Algunas escenas parecen correrse de la historia principal (conversaciones cotidianas y arbitrarias, escenas íntimas que apelan a despertar la sensibilidad del espectador), porque justamente son parte de este relato de subjetividades que construye el soporte emocional y psicológico de la obra. De este modo la invitación a involucrarnos y ser parte del mundo íntimo es ineludible. Es interesante notar que la mayoría de los personajes se enmarcan en la categoría de “los buenos”, sin dejar que la marca del delito los convierta en “malos”. Imposible dejar de destacar la actuación de Mauro Martínez quien encarna el personaje principal y parece hecho a su medida. Su interpretación es sólida, lógica y uniforme. Mauro es una de esas películas que te dejan pensando unos días, que te hace contagiar de la forma de ser de los personajes, que te hacen sentir parte. Palabras precisas, música histriónica, actuaciones memorables y una buena historia para contar: una excelente película argentina.
Eugenio Derbez es un ícono de la comedia mexicana, sobre todo por su papel en la serie televisiva “La familia Peluche” y por ponerle voz en español al inolvidable personaje de Burro en toda la saga Shrek. Esta vez se involucra en la pantalla grande dirigiendo, coguionando y protagonizando su primera película; la cual resulta haber recaudado millones de dólares y conquistado otro tanto de corazones tanto en México como en los Estados Unidos. La historia que nos plantea es de lo más realista y actual: Valentín, un soltero mujeriego ve interrumpida su libertina vida por la llegada de una niña, su hija. A partir del minuto en que la madre se la deja en brazos y los abandona, Valentín comienza una serie de rápidos procesos que lo llevan a la aceptación feliz de vivir como padre soltero, habiendo pasado por la negación, el tedio, el encariñamiento, miedo… sobre todo miedo. Es que la vida de Valentín y sus obstáculos han sido siempre medidos por el miedo y el poder enfrentarse a éste. Por supuesto que, luego de que nos encariñamos con la adorable niña, y que la dupla padre/hija es inseparable, nos tiran el golpe bajo: la madre quiere verla y quiere llevársela. Estamos en frente de una comedia mexicana for export, que presenta la realidad de muchos inmigrantes mexicanos en Norteamérica, que mezcla ambos idiomas y costumbres. El humor es así, universal, aunque encontramos varios pasajes crítico cómicos al estilo Derbez que le dan toques localistas interesantes, sumados al imponente paisaje de Acapulco que funciona como personaje dentro de la historia infantil de Valentín. Y es que su pasado y su relación con su padre es lo que le ha permitido enfrentarse a sus mayores terrores, incluyendo esta niña que cae en su vida como una bomba de tiempo. Es así que cada uno de sus miedos más grandes se convierte en la fortaleza para enfrentar cuestiones de la vida adulta; y ese es el tópico que recorre todo el film como leit motiv de cada acción. Lo que sí podemos decir es que esta ópera prima ha encontrado el modo de insertarse en un mercado fílmico muy abarcativo, no se posiciona en el espacio tradicional de la comedia yanqui ni por eso deja de ser comercial. Recoge a su vez, influencias obvias con La vida es bella, I am Sam, Kramer vs Kramer, sólo que se posiciona en un tiempo muy actual contando una historia sin tiempo y esencialmente tierna. Ahora, la originalidad del relato residirá en el final sorpresivo y en el manejo que se logra del espectador para desviar su atención de lo que realmente está sucediendo y lograr un efecto sorpresa muy contundente. No se aceptan devoluciones es un film sobre todo muy divertido, con grandes cuotas de emotividad y golpes bajos. Derbez logra llegar a su público local, al latinoamericano en general y conquista a la industria más poderosa del cine. Si bien podemos encontrarle millones de clichés y escenas predecibles, también podemos apreciar cómo se logra hacer llorar y reír a un público enorme, algo que no se ve demasiado en estos días.
A pesar de su acotada filmografía, Spike Jonze se ha constituido como uno de los directores más interesantes y novedosos del cine contemporáneo. Con films como ¿Quién quiere ser John Malkovich? y El Ladrón de orquídeas este cineasta ha incursionado en los recovecos de la mente humana de modo declaradamente artístico y enrevesado. Su último trabajo, Her, se presenta como una historia de amor pero nuevamente con el sello rebuscado y psicológico. Theodor (Joaquin Phoenix) es un hombre deprimido y desahuciado por su divorcio. Necesitado de cariño y envuelto en la era tecnológica de las comunicaciones vacías y alienantes, sin poder relacionarse con mujeres “reales”, entabla una relación con Samantha, un sistema operativo. A partir de esto podemos pensar en la dicotomía que recorre todo el film: ¿qué es lo real? ¿Es la corporalidad lo que hace humano al hombre o los sentimientos? Esta es la problemática que la película pone sobre el tapete. Se puede decir que, en este sentido, la historia tiene un aspecto de ciencia ficción. Samantha dice sentirse tan humana como el resto y de hecho encuentra, de modo optimista, los beneficios de no ser físicamente existente. Esto genera un interesante contraste narrativo entre las imparables ganas de vivir y conocer que tiene Samantha, su fascinación por lo nuevo y la abulia, cansancio y desencanto de Theodor. Al mismo tiempo, él duda de esta relación por la falta física de su novia, a pesar de que encuentran el modo de amarse, tener sexo, acompañarse, etc. Así, esta historia plantea una nueva concepción del amor y las relaciones humanas, dejando al cuerpo como instancia relativa y no tan indispensable. Esta idea se sustenta con el fracaso del matrimonio de Theodor y el de su amiga, Amy (Amy Adams). Podría decirse que Her es una película fundamentalmente actual, que pone el foco en la soledad del humano en medio de un mundo atestado de comunicaciones rápidas y despersonalizadas. En este sentido, la película es un despliegue visual de esta situación de los llamados países del “primer mundo”. Así mismo, la temática del desamor, la soledad y la búsqueda de cariño son temáticas tan antiguas como el mundo mismo. De este modo, Spike Jonze busca motivos clásicos y eternos pero insertos en una actualidad escalofriante. Joaquin Phoenix aparece en este film en todo su esplendor, encarnando un personaje sumamente profundo y humano, y desplegando una faceta de él poco conocida. No se puede dejar de mencionar al personaje de Samantha, interpretado por Scarlett Johansson, que si bien no tiene aparición física en ningún momento, logra crear un personaje muy definido y de gran importancia sólo a partir de su voz. Es notable lo que se logra con la expresividad de la voz, casi al mismo nivel que la actuación de Phoenix. Otro aspecto que hace de esta película un placer visual es su cuidada y equilibrada estética con un gran predominio del color rojo, espacios modernos e imponentes. La música no es un elemento menor y se convierte en uno de los mejores acompañantes para las sensaciones: compuesta en su mayoría por Arcade Fire, con participaciones de Karen O (Yeah Yeah Yeahs) la música de Her es más que un gran acierto estético y emocional. La belleza de las imágenes, el interior de Theodor dejado al descubierto encuentran su correlato y se completan con las bellas canciones.
Cuando el cine ya lo ha hecho todo, las eternas temáticas del séptimo arte y la literatura siguen sin agotarse a partir de reinventarse. Podríamos decir que “la lucha por la vida” es un tema abordado por centenares de films que, en algún punto, siempre logran identificarnos a todos; porque, tarde o temprano, todos vamos a morir, el problema y el apremio aparecen cuando sabemos exactamente cuándo sucederá y qué nos matará. Ron Woodroof no es un hombre valiente (al comienzo) es un don nadie, un homofóbico siguiendo las reglas de una sociedad hiper machista que se divierte entre drogas, alcohol y mujeres. Ese será nuestro héroe, que con sólo una visita inintencionada al médico se entera que está enfermo de sida y que sólo le restan 30 días de vida. Dallas Buyers Club es una película biográfica que pone sobre el tapete los prejuicios sobre el sida, la desinformación, los aprovechamientos de las grandes empresas y las vivencias individuales tanto como colectivas. Dallas Buyers Club es otra de las películas que estuvo nominada este año a Mejor Película en los Oscars (y a otras categorías más) y se llevó los galardones de Mejor Actor (Matthew McConaughey), Mejor Actores de Reparto (Jared Leto) y Mejor Maquillaje, en causa justa; ya que a pesar de que ésta es una gran historia, son las actuaciones las que sostienen más fuertemente la película. Ambos actores con cambios físicos muy marcados: McConaughey nos tiene acostumbrados a su escultural cuerpo musculoso y de pronto tenemos un señor de pocos kilos y con un rostro demacrado y Jared Leto convertido en una absoluta mujer también con una flacura extrema y un semblante que destila enfermedad. Estas apariencias, podríamos decir que tienen mucha parte de responsabilidad a la hora de hacerlos ganadores del gran premio pero también es cierto que la cuota de emocionalidad y sensibilidad que le agregan al film no es menor. Y esto se torna muy importante en la medida en que el director se esfuerza por trasladar la experiencia de Ron hacia el espectador, a partir del uso de cámara, el sonido, el apelar a cuestiones tan básicas de la vida que nos tocan a todos, etc. Lo interesante de este film es que no nos encontramos con una historia centrada en la enfermedad y sus inevitables sufrimientos; eso ese el telón de fondo de una caballeresca militancia en contra de las empresas farmacéuticas que se convierte en una militancia a favor de los derechos humanos y por ende a favor de la vida. La película en este sentido, también representa el cambio radical que se presenta en la vida de Ron Woodroof, en la que la enfermedad lo hace replantearse y cambiar sus paradigmas ideológicos, sus relaciones sociales y su rol en la vida, mientras nosotros asistimos a su intensa transformación en su lucha por no ser un conejillo de indias, sino una persona que intenta, por cualquier medio extender su vida. Sorprendentemente, viniendo en Hollywood, esta no es una película que apele al morbo y a los golpes bajos, es una historia contada con una gran cuota de objetividad e historicidad. Sus personajes son estereotipados pero logran un efecto de realidad: el machista homofóbico que a partir de la enfermedad se ablanda, el travesti amigable y confianzudo que esconde su dolor, la doctora que va en contra de las macabras reglas de la medicina para ponerse en el bando de la humanidad y los médicos desgraciados que sólo buscan poder económico olvidando su función frente a la vida. Pero estos estereotipos sirven y hacen del film una denuncia y protesta a partir del relato de una vida que podría ser la de cualquiera. Aplausos a Dallas Buyers Club.
Dentro de las enormes historias (en su mayoría historias reales) de los films seleccionados para los premios Oscar, Nebraska parece desencajar. Es ese tipo de historias en las que poco sucede y a la vez sucede todo. Con actores poco conocidos pero indudablemente talentosos, en blanco y negro y un protagonista muy anciano, Nebraska es una historia sencilla y profunda, tan insólita como cotidiana. Woody es un anciano bastante perdido y obsesionado con un supuesto millón de dólares que reclama como ganador. Luego de intentar disuadirlo, uno de sus hijos, lo acompaña en un viaje desde Montana hasta Lincoln, Nebraska a buscar este inexistente premio. Como es de esperar, este road trip nos adentrará en una nueva relación padre e hijo, entre otras cosas. Si hay algún adjetivo que define con justicia a este film podríamos decir bello. Una fotografía impecable e imponente de hermosos paisajes norteamericanos de pueblos inhóspitos, una música acorde y conmovedora, diálogos simples pero profundos y actuaciones que calan hondo, todo eso hace de Nebraska una joya cinematográfica de la actualidad. Con pasajes de humor, escenas que hacen brotar las lágrimas… todo logrado a partir de los sentimientos y momentos más simples y sinceros del ser humano. El leit motiv que sostiene esta película es el de la fantasía. La idea de que cuando nuestros padres llegan a la última parte de su vida, somos los hijos quienes cuidamos de ellos y los roles se invierten. Así, David llevará hasta el final la fantasía de su padre de ser el ganador, y por eso el héroe. Lo defenderá frente a las burlas, actuará de mediador entre su padre y su madre que se pelean como hermanos y ante todo, lo protegerá del sufrimiento y el dolor. Woody se comporta como un niño encaprichado e ilusionado con este último deseo de ganar el dinero para comprarse una nueva camioneta y un compresor. En este sentido es que la actuación de Bruce Dern se vuelve emocionante y perfecta: conserva todos los defectos de haber vivido mucho y una sabiduría que se esconde detrás de un cuerpo debilitado y un hombre de pocas palabras, al mismo tiempo que deja ver la sensibilidad de un niño y la dureza de un hombre con un pasado áspero. El dinero y el alcohol son dos elementos que rondan como principales durante toda la historia: los familiares del pueblo natal de Woody, ante la noticia del incipiente millonario “sacan los trapitos al sol” de su alcoholismo y comienzan a pedir dinero como forma de arreglar antiguas cuentas. Así, la familia, los fantasmas, las heridas, engaños y afectos salen a la luz en medio de este viaje que hace que muchos aspectos de padre e hijo antes escondidos ahora se conozcan. Esta es una road movie que pone en foco el afecto, el amor de un hijo hacia su padre por medio del cumplimiento de un deseo que parece imposible, una locura. Resulta difícil que el espectador no se encuentre identificado con esta historia que muestra las situaciones familiares más corrientes que por alguna razón tratamos de negar. Una película sincera, un guión de pocas pero justas palabras, como su protagonista, que con un “no se” y un “no me importa” parece decirnos los aspectos más enormes y elementales de la vida.
Así como está en boca de todos los medios, desde la semana pasada, no podíamos dejar de hablar un poco sobre la película ganadora del Oscar a Mejor Película 2014: 12 Years a Slave, traducida como 12 años de esclavitud. Con un plantel de excelentes títulos en la competencia, 12 Years a Slave parece haber calado hondo en las emociones del público, con una buena ayuda de golpes bajos y clichés emocionales, pero por sobre todo, una durísima historia real (algo que le encanta a Hollywood). La película trata la temática de la esclavitud en Estados Unidos basándose en una lógica de víctimas y victimarios. Solomon es un hombre libre en el periodo de la esclavitud, que es víctima de un secuestro y venta que lo confina a doce años de miserable esclavitud ilegal. Para contar esta historia, basada en el libro escrito por Solomon Northup (nuestro personaje principal), se construyen personajes extremadamente desprotegidos y miserables, es decir los esclavos, contra las figuras de los amos que se presentan como personas absolutamente desagrables, racistas y violentas. La historia se cuenta desde la vivencia de un esclavo, desde su sufrimiento y peripecias para lograr la libertad; y entre medio conocemos los distintos casos con los que se encuentra en el camino. 12 Years a Slave es una película cuidada, con buenas actuaciones, una historia sorprendente pero… tan dirigida a nuestros puntos débiles como espectadores que por momentos pierde su valor. Sucede que este film es lo más esperable y predecible sobre una historia de esclavitud. Tenemos azotes a montón, llantos, blancos que odian a los negros exceptuando por Brad Pitt que no solo es el galán que aparece unos escasos minutos sino también el único con conciencia social justa y moderna. Pero hay un elemento que toma protagonismo en varios segmentos del film y que aporta una veta emocional un tanto más original e indirecta: los esclavos cantando en las plantaciones, durante las horas de forzado e insalubre trabajo como forma de sobrevivir y conectarse con Dios. Esto hace que tanto la figura divina sea central dentro de la historia como una creencia generalizada entre los protagonistas y se presenta como el único amparo frente a la adversidad, la tortura y la inmensa tristeza de estar lejos de sus familias. Uno de los puntos también interesantes del film es la centralidad de la escritura: Solomon sabe leer y escribir (algo inconcebible para un esclavo) y esto lo hace libre al tiempo que pone en peligro su vida. La escritura y la música son su cable a tierra y también un secreto peligroso. En relación a esto pensamos la importancia del testimonio escrito que deja Solomon en la vida real sobre su terrible experiencia, lo cual lo convierte en un militante en contra de la esclavitud. Su contacto con la vida de la libertad lo hace repudiar con fuerzas la esclavitud y luchar incansablemente por recuperarla, a diferencia de otros de sus compañeros que se encuentran en un estado de sumisión y resignación. 12 Years a Slave es una película con alto contenido realista e ideológico y esto lleva a la historia al espacio de la emocionalidad permanente, y apelar al sufrimiento del espectador como identificación es el recurso narrativo por excelencia.
Seguimos con algunos de los títulos nominados a los Premios Oscar, aquellos que más están dando que hablar en la crítica mundial. American Hustle o Escándalo americano es una de ellas y ha dejado impresionado a más de uno. Nos encontramos frente a un film con poderosas actuaciones, despliegue artístico y cinematográfico y sobre todo, una gran historia. Situada en los años 70 en Estados Unidos, la película nos lleva a los adentros del mundo de la estafa y sus embrollos con el FBI. Irving (Christian Bale) es un inteligente estafador que se une con su atractiva amante, Sydney (Amy Adams) para crear un poderosísimo imperio de los “negocios sucios”. Todo parece ir sobre ruedas hasta que el agente del FBI Richie DiMaso (Bradley Cooper) los desenmascara, pero promete mantenerlos indemnes si lo ayudan en la detención de otros cuatro grandes estafadores. La historia comprende distintos embrollos y situaciones límite pero básicamente maneja los códigos difusos de la realidad y la ficción. Todo el operativo en el que se ven inmersos con el agente DiMaso es una gran ficción orquestada para el desenmascaramiento, la identidad de Sydney comprende una irrealidad que hasta ella llega a creerse, el matrimonio de Irving con Rosalyn es una gran mentira para mantener a su hijo con él, el romance entre DiMaso y Sydney nunca llega a rozar los espacios de la realidad; pero sobre todo (y como causa de todo lo anterior) la vida de la estafa comprende per se la lógica de la mentira y el artificio… Así, estos personajes envueltos en el mundo de la ficción, se resguardan del mundo real que los amenaza a cada segundo con invadirlos. Su modo de sobrevivir es mantener el artificio (que se debilita cada vez más), pero que al fin y al cabo, triunfará sobre todos los poderes reales. La película si bien está repleta de clichés del género y no trae nada nuevo bajo el sol, sí es un deleite audiovisual. Los escenarios y los vestuarios ostentan un lujo hollywoodense setentoso que no hay ojos que se le resistan: los amplios escotes de Amy Adams, los peinados y manicura de Jennifer Lawrence, los vestidos y los smoking, los casinos y los hoteles, etc. todo es un despliegue de esta ficción de la que todos son cómplices y sostienen a partir de las apariencias. Por otro lado, las actuaciones en general hacen de esta película una tensión permanente combinada con un agrio humor; con pocas pero fuertes características los personajes son poderosamente definidos y ocupan un lugar justo en cada escena: la alucinante inteligencia de Irving mezclada con debilidad, el desborde y descuido de Rosalyn, la seducción y la desprotección de Sydney, la ambición de Richie, ponen en el tapete las miserias y debilidades humanas que construyen la mentira como forma de supervivencia. Los cambios de apariencia de Christian Bale parecen sorprender mucho al gran público. Recordemos su increíble pérdida de peso para la oscura The Machinist, o su atlético físico para interpretar al Caballero de la noche o la llamativa apariencia en The Fighter. En American Hustle nos encontramos con un hombre que conserva un encanto inexplicable a pesar de su falta de cabello, su prominente abdomen y su particular vestimenta (así define Amy Adams su atracción por este personaje). Esta puede ser una de las razones que lo llevan a su dominación al Oscar por Mejor Actor. Y la película puede constituirse como una gran oda al lujo de las apariencias a pesar de las grandes debilidades humanas.
Teniendo una exitosa carrera actoral, Joseph Gordon Levitt lanza su primer largometraje como director: Don Jon, una comedia dramática un tanto cursi pero realista. La historia va de lo más común que podemos encontrar hoy en día: un chico veinteañero (Joseph Gordon Levitt), muy dedicado a su físico, a las salidas, la iglesia, la familia, las mujeres y… el porno. Dentro de su estructurada y vacía vida, Jon encuentra lo que al principio parece ser una transformación: la hermosa y cautivadora Barbara (Scarlett Johansson), con quien entablará una relación tradicional y comprometida que se interpondrá entre él y su mayor amor: la pornografía. Si bien la película abunda en clichés, la historia contiene un planteo interesante: en medio de esta vida monótona guiada por la inercia, las tradiciones y las estructuras, Jon encuentra su única liberación en la pornografía; porque no es solamente en la masturbación sino en la virtualidad y ficcionalidad del porno. De hecho no se cansa de afirmar y repetir que la pornografía es mucho mejor que el sexo real. El sexo y las mujeres reales (la vida real, al fin y al cabo) abundan en errores, desencantos, desilusiones, compromisos y sobre todo, límites; el mundo pornográfico, por el contrario, se presenta como el espacio del vale todo, de la fantasía. Con respecto a esto, Jon defiende su pornografía como el modo de escapar a la rutinaria y sistematizada vida real… Su novia Barbara (como tantas otras personas) encuentran su distracción de la realidad en películas de amor tan irreales acerca de las relaciones humanas como el porno. Ahora, se encuentra por primera vez con una mujer que lo fascina, que lo ama, lo cuida pero le dirige la vida y ahí es cuando entra uno de los grandes estereotipos: una bella y buena mujer como novia tiene un precio alto, debes hacer y ser lo que ella dice si no te deja. Barbara es tan atractiva que encandila, es amable, educada, le gusta a la familia de Jon pero le parece inconcebible que su novio se divierta con su computadora. En un primer momento Barbara es la mujer ideal, a la cual Jon se refiere como “la cosa más linda que he visto en mi vida”, pero una vez que se convierte en real comienza a mostrar la hilacha, es controladora, conservadora, Al mismo tiempo, el personaje de Jon es otro estereotipo marcadísimo: familia half italian, católicos, conservadores, padre severo, él no se interesa en nada trascendente y cada semana expía sus pecados mediante la incomprensible confesión frente a un desinteresado y mecanizado sacerdote.Estos estereotipos, si bien están presentados en la película de modo crítico e irónico, por momentos aburren y se ven como simplistas. Como contrapartida de esto, aparecerá en la vida de Jon Esther (Julianne Moore), una mujer algo desconcertante que pone en jaque sus creencias acerca de las mujeres, el sexo, su hombría y el porno. Don Jon, es finalmente, una película de amor, una historia de encontrar el amor verdadero en la persona que menos esperamos, alejado de los esquemas propios. Por eso hace que su final sea un tanto agridulce, la película en algún punto plantea de modo moralista la diferencia entre hacer el amor y tener sexo, siendo el primero lo positivo y real y lo segundo lo vacío y redundante, cuando todos sabemos que no es necesariamente así.
Ben Stiller es de esos artistas que sorprenden permanentemente, que parecen pertenecer a un solo espacio pero se revelan eclécticos. Stiller ya ha incursionado en la dirección y le ha dado buenos resultados, sobre todo Zoolander, la comedia que hoy ya es de culto, que presenta gran maestría en actuaciones y guión. Su nuevo trabajo va por un sendero totalmente distinto aunque siempre se conserven las raíces del humor (lo que todos queremos ver de Ben). The secret life of Walter Mitty es una cínica comedia dramática con rasgos tanto del mainstream como del indie norteamericano, que toma como predecesora a una película con el mismo nombre de 1947. Walter es un soñador incurable, que se desconecta de la realidad y del contacto con las personas. La virtualidad mental y web es su refugio. Trabaja revelando negativos para la revista Life, un tanto tímido, introvertido e intimidado por las mujeres. Cuando Cheryl entra a trabajar en la revista y se avecina el cambio de dueños y el paso de la revista del formato papel al web, la vida de Walter experimenta varias transformaciones. Ben Stiller encarna a este personaje con muchos rasgos patéticos, nerds e infantiles, aspectos que se transparentan en su inevitable (y recurrente) escape de la realidad. En muchos momentos Walter Mitty nos recuerda al personaje que desempeña este actor en la película Greenberg. Las situaciones complejas de su vida parecen resolverse en su imaginación de modos muy opuestos a los reales. En su ensueño, Walter es valiente, combativo, caballero, de fuerte personalidad y por momentos una suerte de superhéroe. Pero en la vida real no puede enfrentarse a su jefe déspota (el malo de esta película) ni invitar a salir a la chica linda. Es el antihéroe por antonomasia. A partir de esto la película juega todo el tiempo con el plano real y el imaginario, introduciendo así el humor y la parodia. Y como correlato de esto entra en la historia la temática de la fotografía: Walter es el encargado de revelar la foto que llevará la última portada de Life en papel; para encontrarla deberá realizar una enorme travesía que significará el encuentro con sí mismo, la lucha contra los fantasmas de la debilidad y el camino a ser un héroe. En este sentido el film instala la idea de que en el plano del sueño está la propia derrota y que es el contacto con la realidad y la afrenta con ésta lo que hace que el ser humano se supere y encuentre su identidad, todo esto resumido en el slogan “Stop dreaming. Start living” (Deja de soñar, empieza a vivir). El idealismo de los sueños es suplantado por una visión un poco más derrotista, concreta y obviamente realista. Walter adquiere la verdadera fortaleza cuando avanza sobre la realidad y deja de temerle. Además de su trama principal que condensa los esquemas básicos del cuento, el malo, el bueno, la doncella que hay que conquistar y el objetivo que el héroe debe cumplir, la película parece efectuar una suerte de homenaje a esas personas que trabajan detrás de la escena de las cosas más bellas: Walter es quien revela las hermosas fotografías de una de las revistas más importantes de Norteamérica, la portada que verá el mundo entero está determinada por él. Y con esa premisa es que inicia su búsqueda de la fotografía perdida, y de paso… de sus fortalezas. Walter Mitty es el héroe oculto pero del que se hace justicia.