Hoy les entregamos la película ganadora del BAFICI 2012, La araña vampiro (mejor película y mejor actor Martín Piroyansky). El director Gabriel Medina ya había deleitado al público indie y alternativo con su ópera prima Los Paranoicos, y vuelve a hacerlo con este film que comparte algunos aspectos con el primero, pero consta de un enfoque absolutamente distinto. La innovación de Medina viene en este caso por el lado de la narrativa, nos cuenta una historia poco convencional en el cine nacional y de un modo bien particular, que ya va determinando su estilo como realizador. Jerónimo es un chico un tanto atormentado y medicado psiquiátricamente. Para encontrar un poco de paz, viaja con su padre a un lugar inhóspito en las Sierras de Córdoba; pero allí será víctima de un episodio mortal: será picado por la araña vampiro. Moribundo y lleno de miedo emprenderá un viaje acompañado de un borracho ermitaño del lugar, para lograr su salvación. La película juega principalmente con la base mítica. Todo gira en torno al mito de la araña vampiro: así aparecen personajes tenebrosos y ambiguos, la historia es conocida por todos, los lugares tan desolados e imponentes forman parte del mismo terror en el que ingresa Jerónimo, quedando así muy descolocado en ese ambiente, provocando la sensación buscada de horror. Es realmente destacable el trabajo actoral de Piroyansky, quien, con pocas palabras y con acciones concretas, logra trazar un carácter complejo y principalmente desesperado. Nunca puede guardar la calma y justamente se rodea de personajes que no se sabe hasta qué punto son confiables o forman parte del episodio venenoso. En este sentido, la narrativa tiene mucho del cine clásico norteamericano de terror psicológico, muchas veces se recurre a sus mismos esquemas. Pero Medina logró hacer uso de estos agregándole un color autóctono y un clima de cine definidamente argentino. Otro aspecto interesante de la narración es el juego con la mente de Jerónimo. Lo primero que nos muestran de él es que en algún punto está desequilibrado y que sus percepciones de la realidad pueden no ser las más atinadas. Entonces, viajamos por una atmósfera de ensueño, mito, irrealidad y terror en la que muchas veces no se puede distinguir entre lo imaginario y lo real. Esto por momentos incomoda al espectador pero le suma un condimento interesante al film. Sí se puede decir que por momentos el film pierde el ritmo, decae hasta que vuelve a instalar la tensión y la adrenalina. El ritmo pausado, el poco diálogo y las largas tomas son aspectos con los que ya nos habíamos encontrado en Los Paranoicos y que forman parte de la original estética del director. Cabe destacar que la música incidental está a cargo de Prietto viaja al cosmos con Mariano, incluyendo un tema de Shaman y Los Hombres en llamas, lo cual generó muchos adeptos a la película y al director; similar a lo que había sucedido con Los Paranoicos que contenía música de Él Mató a un Policía Motorizado y de Farmacia, entre otros.
El nuevo trabajo de Oliver Stone viene circulando hace un tiempo, con su atractivo (y trillado) cartel, teniéndonos a todos intrigados. ¿Qué tendrá en esta ocasión el director de “Asesinos por Naturaleza” para entregarnos? Savages (Oliver Stone, 2012), una historia de traficantes con Blake Lively a la cabeza… pero le damos una oportunidad. Ofelia (Blake Lively), Ben (Aaron Taylor-Johnson) y Chon (Taylor Kitsch) conforman un triángulo amoroso que viven idílicamente del cultivo de marihuana. Las cosas se complican cuando el cartel mexicano les ofrece un trato que no cumplen y llevará al secuestro de Ofelia. Así se desarrolla una historia de embrollos, mentiras, violencia y extorsiones donde todos los personajes alcanzan su estado primitivo de salvajismo. Tenemos una historia más que usada ya en el cine, pero eso no importa, Savages tiene sello propio porque ve más allá de la historia en sí, pone a los personajes en situación para inmiscuirse en sus psicologías y mostrar su salvajismo. No estamos frente a una gran película, pero sí ante un film original. La historia se desarrolla más o menos como todos imaginamos pero con muchos rodeos y vueltas innecesarias, lo cual hace un film bastante extenso con un ritmo que por momentos decae. savages movie poster 2012 1010750715 Savages: El hombre en su estado primitivo cine Al ser una historia rebuscada y extensa también nos encontramos con una gran variedad de personajes. Y se puede decir que, en este film, los personajes son el sustento más importante de la historia. Stone se dio el gusto de contar con un elenco bien diverso y atractivo: Blake Lively, “la chica de Gossip Girl”, al principio asusta su presencia, pero luego entendemos que es ultra necesaria para el papel: una niña rica buena devenida en pseudohippie liberal experimentado con sexo y drogas, encaja justo; Benicio del Toro interpretando al estereotipado mexicano pesado, metido en narcotráfico, le pega a su mujer, aspira cocaína y bebe, violento, etc. Pero es tan exagerada su caracterización que encontramos una suerte de ironía y parodia en él; como también en el personaje de Salma Hayek, capa del tráfico de marihuana, en su millonaria mansión, con su exuberante pelo y su pretensiosa ropa. En sí, podríamos decir que todos los personajes son paródicamente estereotipados, ya que el trío amoroso rebalsa de amor y hipismo al igual que de comodidades y dinero, y John Travolta interpreta al infaltable policía corrupto. En cuanto a la estética, al igual que el ritmo, es muy variante. Tenemos escenas que rozan lo gore realmente atractivas, otras cuasi poéticas y románticas con el deslumbrante paisaje detrás, otras que nos recuerdan a alguna película bélica y otras tan suntuosas que abruman. Pero de esta ensalada estética, Stone saca un buen producto con una fotografía fascinante. A esto se agrega la acentuada belleza de los tres niños consentidos del narcotráfico y la poca ropa que usa Lively durante el film. Savages es una película desordenada porque mezcla estéticas y oscila entre varios ritmos. Pero sobre todo es sorprendente por su giro final. Y encontramos que, en fin, las idas y vueltas de secuestros, dinero, robos y asesinatos fueron vanas, porque tanto los buenos como los malos son Salvajes; salvajes que se encuentran en un estado primitivo al que siempre se vuelve. Por supuesto prevalece el estado primitivo de amor y pureza de esta tríada de bellos amantes. En ese punto es sosa la película pero podemos ver un poco más allá de sus fallas narrativas y clichés para interpretarla como parodia y reflexión sobre este estado primigenio (y permanente) del hombre según el cual todos somos Salvajes.
Es muy común escuchar que los que han sido grandes en un momento luego caen, sólo se repiten a sí mismos y hacen arte de medio pelo. Eso he escuchado sobre el gran Woody Allen, que hubo quienes adoraron y quienes odiaron su anterior película, “Medianoche en París”. Pero, ¿Qué esperamos de alguien que le ha dado muchas de las películas más histriónicas e ingeniosas al cine? ¿Qué siga haciendo lo mismo? Allen es un señor de 76 años que, con una extensísima y valiosísima carrera por detrás, hoy elige realizar comedias románticas un poco más livianas. Así que, libre de prejuicios snob me siento en la sala y disfruto de lo que este veterano monstruo del cine tiene para dar. to rome with love poster 420x600 A Roma con amor: La simpleza de un hombre maduro cine Roma se convierte en el escenario para que turistas y romanos se enreden y diviertan en historias amorosas. Nada muy sofisticado. Con la ciudad como un factor determinante y un personaje más que presente, como en su producción anterior, grandes actores juegan a enamorarse mientras este genial guionista mete chistes sardónicos o críticas mordaces. Esta vez eligió para narrar, un recurso que (bien realizado) suele funcionar muy bien y es el de las múltiples historias simultáneas. Y efectivamente, el director se despliega con maestría manteniendo al público expectante por el desarrollo de cada historia. A partir de cada una de ellas, Woody juega con la banalización del arte y la divinización de lo mundano como discurso que subyace a las livianas historias de amor que presenta. Podemos decir que nos encontramos ante un film harto entretenido, con diálogos que esconden gran elocuencia pero que cuando salimos de la sala no nos vamos con ninguna reflexión o interrogante como uno podría esperar del gran Allen. Pero, como decía al principio, asistimos a otra etapa del realizador, en la que la complejidad argumental disminuye y los (anti)héroes neuróticos son cada vez menos profundos, aunque los toque “woodyallenses” nunca falten. Esta vez nos encontramos ante una diversa cartilla de actores que (en su mayoría) se desempeñan con esplendor: vemos a la siempre deslumbrante Penélope Cruz en el papel de una vulgar prostituta, que entra en escena para deslumbrar con su cuerpo pulposo y su italiano trabucado, el cómico y tierno Roberto Benigni en un papel de hombre común que deviene en celebridad le da un toque más que irónico a la película, Jesse Eisenberg aporta poco al film, con su sosa actuación, no así Alec Baldwin que desde una sabiduría de un hombre maduro le da un toque magnífico a su historia, metiéndose en el papel de “la voz de la conciencia”. Ellen Page, interpreta a una típica libertina y snob puesta en ridículo, que nos recuerda al insoportable personaje de la fila del cine en “Annie Hall”. Y el que da la nota, por supuesto, el director y escritor de esta película vuelve a ponerse frente a la cámara para interpretar ese eterno papel de “sí mismo” que ejecuta a la perfección y que nunca caduca. La estética del film es definitivamente muy acertada; no sólo porque el encanto de la ciudad italiana llega a apreciarse en su totalidad, sino también por la bella música que acompaña de maravilla la atmósfera pasional que crea el film. Recomiendo ver la nueva película de Woody Allen con un ojo poco pretensioso, porque así es como se disfruta, dejándose llevar y sin pensar en el momento sobre la poca consistencia de las historias o esperando al viejo Woody. Resulta interesante apreciarla como una etapa diferente de su carrera, sin pretender volver a los maravillosos hitos que ha creado, que sería inútil volver a realizar.
Llega lo nuevo de Tim Burton y somos muchos los ansiosos desde hace meses. El cartel nos anuncia un pálido y vampírico Johnny Depp, acompañado de un puñado de estrellas: la siempre presente y excéntrica Helena Bonham Carter (esposa del realizador), una Michelle Pfeiffer entrada en años pero siempre bella, Chloë Grace Moretz, la niña que ya viene deslumbrando con “Kick Ass” y “Let me in” en un papel mucho más osado y cómico y la bellísima Eva Green. Con este genial reparto, sumando la particular estética de Burton, un tráiler muy prometedor y la temática vampiresca, tenemos un film sumamente atractivo. Barnabas Collins (Johnny Depp), miembro de una familia aristocrática inglesa, es maldecido por una bruja que está enamorada de él (Eva Green) en 1760, convertido en vampiro y encerrado en un sarcófago. En 1970, Barnabas despierta y sale desconcertado a la nueva época y se encontrará con que su ancestral familia ha decaído en un par de curiosos personajes que se encuentran en la ruina. Principalmente, Sombras Tenebrosas (Dark Shadows, Tim Burton, 2012) es una maravillosa experiencia estética. Si bien la historia es atractiva (está basada en una serie televisiva homónima) y es la primera vez que el gótico Burton incursiona con vampiros, el trabajo estético del film es un verdadero deleite. El vestuario, maquillaje, decorados, música, etc. llegan a un nivel de sofisticación que probablemente sean los mejores en la carrera de Burton. El choque de nuestro pálido vampiro ingresando en una de las décadas más fascinante del siglo XX (los ‘70s) es simplemente magnífico. No sólo por lo estético sino también por lo cómico. Depp hace uso de sus típicos ademanes histriónicos y barrocos para encontrarse en el desconcierto más grande. Y en este sentido, pueblan la pantalla los íconos de época: botas caña alta, mujeres con grandes peinados, Chevys, bolas de disco, Barry White, Jimmy Hendrix, e incluso la aparición del mismísimo Alice Cooper. Sí podemos decir que de a poco la estética burtoniana ha ido mutando desde la profunda oscuridad hacia algo un poco más desopilante y colorido aunque siempre excéntrico. Dark Shadows Poster 405x600 Sombras Tenebrosas: Un viaje estético hacia los ‘70s cine El film es realmente entretenido, incluso nos encontramos con varios momentos de condimento sexual, algo poco común en la obra del director. Pero siempre mediado por la comicidad (son varios los momentos en que toda la sala emite una carcajada). Pero la historia evoluciona de a poco, tenemos mucha repetición y poco avance. Eso hace que lleguemos hacia el final y todo tenga que resolverse de pronto y es aquí cuando Burton falló. Veníamos en un film realmente impecable, que parecía remontar después de la poco feliz “Alice in Wonderland”, que hacia el clímax final se va en picada. Igualmente, esto no evitó en mi caso que me quedara con un buen sabor porque la película en su mayoría es sumamente disfrutable, ocurrente y bella. Johnny Depp, aunque a muchos pueda resultarle repetitivo y exagerado, se mueve en lo que podríamos decir es un terreno favorito, el cine fantástico. El vampiro le va de maravilla, así como también Eva Green ensaya una verdadera villana más sexy que nunca. Sí podemos decir que Michelle Pfeiffer es quien queda un poco relegada por un papel soso. Bonham Carter, si bien tiene una aparición poco protagónica deja sentada su participación en el film y no pasa para nada desapercibida. Para los amantes de Burton podemos decir que en algún punto decepciona, pero es fundamental sumergirse en el film para poder disfrutar del hermoso viaje estético y cómico y dejar un poquito de lado los baches narrativos para poder disfrutarla.
Las grandes ciudades han sido siempre, tanto para el cine como para la literatura, uno de los escenarios más propicios para representar vidas desahuciadas, la gran soledad del ser humano y la dificultad para encontrarnos con el otro. La segunda película de Steve McQueen llega después de mucha espera para muchos de nosotros, con un tráiler que muestra poco y nos deja ese sabor a transgresión, para representar esta temática tan tratada por el cine con el escenario de la siempre mágica Nueva York. Un film provocador que interpela al espectador sobre las cuestiones más oscuras del ser humano. Shame (Steve McQueen, 2011) nos muestra la solitaria vida de Brandon (Michael Fassbender), un adicto al sexo, que ve su intimidad invadida y desestabilizada por la llegada de su hermana Sissy (Carey Mulligan) que le pide quedarse en su casa por un tiempo indefinido. La primera impresión que nos da el film es que estamos disfrutando de una estética exquisita y refinada. La música, el montaje, los colores y ambientes nos sumen en una atmósfera perfectamente lograda, con algunos toques del nuevo cine indie y con claros elementos del cine dramático. Pero podría decirse que el ritmo tan lento que tiene las escasas acciones y diálogos hacen que la película se vuelva un poco tediosa. Podemos decir que es un film que se concentra en las emociones y que explora los estados internos de cada personaje. Y que con sólo dos o tres diálogos claves deja sentado el mensaje pretendido. Nos encontramos a frente a un drama existencial, donde Brandon es el protagonista de su vida pura y exclusivamente egocéntrica donde el sexo pierde todo el sentido del encuentro con el otro y se convierte en una simple acción rudimentaria y mecánica, despojada de sentido. Brandon está solo, en una ciudad enorme y despersonalizada; su departamento es frío, no lo vemos sonreír en casi ningún momento, no se abre a conocer ninguna mujer, sólo busca sexo. Cuando Sissy entra en escena vemos cómo Brandon intenta escapar cada vez más de los encuentros con ella, para preservar esta intimidad que lo avergüenza y esta vida de cartón que sostiene él solo. La presencia de su hermana le abrirá preguntas y situaciones que no está listo para vivir. Llegar al límite es lo que le despertará su parte humana. Si bien decíamos que el ritmo del film no es lo más ameno, es interesante cómo hacia el final, las acciones van aumentando de tono, como una especie de catarsis y Brandon llega al límite; la violencia, el sadismo, la auto-humillación y la promiscuidad se elevan a su máxima potencia. Lo que más nos avergüenza de nuestro ser toma cada vez más fuerza hasta explotar y llevarnos de nuevo al principio. Shame deja un sabor agridulce, si bien es una bella realización, nos hace sentir ese gran vacío retratado y en algún punto carece de materia. Es una reflexión interesante sobre la soledad y el vacío pero por momentos cuesta encontrar el sentido a ciertas escenas. Igualmente, recomiendo hundirse en la bella estética, dejarse llevar por la música que dice muchísimo. La parquedad de Fassbender viene como anillo al dedo a este personaje impenetrable que puede representarnos a muchos de nosotros.
El nuevo trabajo del enorme Roman Polanski nos acerca uno de los productos más notables del 2011. Un dios salvaje (Carnage, Roman Polanski, 2011), basada en la obra Le dieu du carnage de Yasmina Reza, deslumbra por su elocuencia, provoca con sus frases atrevidas y filosas y nos llega a poner tanto o más incómodos que los personajes en pantalla. El argumento se presenta (aparentemente) sencillo: dos matrimonios se juntan a conversar sobre un incidente ocurrido entre sus hijos: en una pelea entre compañeros, uno se violenta con el otro y el desfigura la cara. Lo que comienza siendo una reunión diplomática y amable, de a poco se va convirtiendo en una carnicería de palabras. Un disparador inocente y superfluo que llevará al extremo a estas dos parejas y a replantearse cuestiones centrales de su vida. Primero que nada podemos decir que se necesitan cuatro grandes actores para que lleven a cabo un film que ocurre prácticamente íntegro en una habitación y que se basa sobre todo en los diálogos. Los cuatro actores que integran esta película no suelen ser calificados como “de primera línea”, pero debo decir que en este film cuasi teatral se llevan todos los aplausos. John C. Reilly y Jodie Foster, interpretan a los padres del niño atacado y Kate Winslet junto a Christoph Waltz, los padres del atacante. Y realmente, el factor actoral es algo que no pasa desapercibido ni es una cuestión menor en este film: vemos cómo en el transcurso de los escasos 80 minutos de duración, los personajes van sufriendo transformaciones y van mostrando su parte más salvaje a medida que la tensión sube. En relación a esto, podemos decir que el film tiene un ritmo privilegiado, porque juega y se maneja a partir de las tensiones y de mostrar u ocultar los rasgos de los personajes. La estructura de obra teatral que tiene, hace que los diálogos se constituyan como el elemento de comunicación por excelencia; es a través de las palabras que se dice todo, el film no se vale de ningún artificio ni de un gran montaje. El conflicto inicial que los lleva a reunirse queda en un segundo plano, y cada personaje va sacando de a poco lo peor de sí: confiesan sus miserias, miedos e inseguridades, quedan expuestos ante todos. Lo interesante es que cada personaje tiene su momento, se va haciendo foco en cada uno de ellos para mostrar las facetas más desconcertantes. Esto hace que como espectadores vayamos tomando posiciones en cuanto a ellos; posiciones que fluctúan dependiendo de la faceta que se saque a relucir. Además de esto, entre ellos van armando bandos que también cambian a partir de los temas que se plantean. Pasan por la catarsis, la furia, la borrachera, la cordialidad. Y al espectador se le hace imposible desvincularse de esto, ya que mientras sube la incomodidad entre ellos lo mismo nos pasa a nosotros. La película parece una sola escena donde todas las caretas y los protocolos se derrumban. La situación se nos muestra un tanto insólita y todo lo que sucede es hasta surreal: de pronto dos parejas desconocidas ponen sobre el tapete sus valores (que empiezan a tambalear a partir de la relación con el otro), sus dudas existenciales y cada palabra puede llevar al extremo los temperamentos de cada uno. Un guión excelente que efectúa una crítica dura a la burguesía y a sus falsos mecanismos de cordialidad y simpatía.
Drive: De vuelta a los básicos Si nos ponemos a observar los estrenos del último tiempo en la rama del thriller, suspenso, thriller psicológico, realmente nos decepcionamos mucho. Siendo un género tan explotado por la industria hollywoodense podemos decir que hace ya algún tiempo viene en decadencia. Dentro de tanto film vacío y repleto de clichés que no aportan a la historia y que sólo nos marcan el camino hacia lo obvio, encontramos el nuevo trabajo actoral de Ryan Gosling, Drive (Nicolas Winding Refn, 2011) que nos trae una visión retro y renovada a la vez de este género tan explotado. Un conductor (Ryan Gosling), que trabaja en cine haciendo doble de riesgo y en un taller, se ve involucrado en una misión de peligrosamente encubierta para ayudar a su vecina, Irene (Carey Mulligan). Apenas uno se enfrenta con Drive tiene la sensación de estar mirando una película “vieja”. Y es que estamos frente a un film que retoma de una forma muy acertada la estética y la lógica del thriller “ochentoso” y Noir, con una imagen vintage que nos remontan a los clásicos de suspense. Con claras reminiscencias de la clásica Taxi Driver, el personaje de Gosling transita por las calles de Los Ángeles con un aura totalmente misteriosa, siendo un delincuente encubierto del que esperamos cualquier reacción. Los demás delincuentes también tienen un aspecto y caracterización que nos recuerdan a los grandes magnates del crimen que con sólo mover un dedo nos dan pavor. Se puede decir que el personaje del conductor es uno de los mejores condimentos del film: totalmente ensimismado, no se permite ni una sonrisa, a punto siempre de cometer algo inesperado. El crimen y la violencia no lo deslumbran lo suficiente como para preocuparse. Drive termina siendo una historia de amor; todo lo que pasa en el film tiene como origen el enamoramiento del conductor hacia Irene. Pero esto no significa que no tengamos escenas de acción muy acertadas; de hecho, hay algo del film que me sorprendió gratamente: sin esperarlo tenemos varias escenas de acción/violencia al estilo “tarantinesco”; sangre de a montón torturas poco usuales pero bien explícitas. Y a pesar de esto también nos encontramos con pasajes sumamente románticos, de luz y música celestiales. La musicalización es también una muy buena elección dentro del film. También, como en Taxi Driver, la ciudad (en este caso Los Ángeles) cobra un protagonismo importantísimo. El vehículo, el conductor y la ciudad parecen fundirse y ser uno mismo, ser uno dependiente de los otros. Drive, es una película retro e innovadora, porque dentro del nuevo cauce del género viene a resaltar, pero nos lleva de vuelta a los básicos con los personajes, las locaciones, las escenas de persecución, la forma de tratar el suspenso y la acción, etc. Ryan Gosling deja el papel de sex symbol para convertirse en este habilidoso y misterioso criminal y lo hace de maravilla. Una nuevo thriller que vale la pena y le hace honor al género.
Bastante tiempo después de su estreno, me decido a ver la tan aclamada por la crítica y ganadora del Premio de la Academia a Mejor Película, El Artista (The Artist, 2011, Michel Hazanavicius). Con la correspondiente curiosidad por encontrarme frente a un film de 2012 mudo y en blanco y negro, me pregunto: ¿Qué tiene esta película que cautivó al gran público, a la crítica y a las premiaciones? George Valentin (Jean Dujardin) es una estrella de cine mudo que comienza a ver su carrera en peligro con la aparición del cine sonoro. Conoce a Peppy Miller (Bérénice Bejo) una bella bailarina que de a poco irá ganando terreno como una de las estrellas más aclamada del cine sonoro. George experimentará una caída en picada desde la cima hasta la marginalidad. En la era del 3D, Blu-ray, HD y etc. nos encontramos con un film, que humildemente, viene a ofrecer una experiencia totalmente distinta y genuina. Para narrar el paso del cine modo al sonoro, se elige nada más y nada menos que un film mudo. Parece extraño observar que un realizador eche mano a técnicas más que en desuso, cuando lo usual es ir siempre para adelante, valiéndose de las más cómodas tecnologías. Es que, El Artista, viene a convertirse en una suerte de homenaje y reivindicación a esta etapa tan importante y primitiva del cine que parece que nunca hubiera existido. Estamos ante un film que tiene un gran valor e importancia por su registro histórico: el cine se cuenta así mismo, la historia del cine ingresa en la lógica de relato cinematográfica. Y lo hace a partir de una continuidad con lo sensorial; es decir, “hagamos un film mudo para contar la caída del cine mudo”. En relación a esto, veremos hacia el final cómo se respeta esta idea de relacionar historia con experiencia del espectador. El Artista poster 450x600 El Artista: Viaje estético a través del cine cine Al tiempo que se teje una historia de amor, vemos la fuerte crítica (o forma cruda de mostrar) la realidad en Hollywood. Un día estás arriba y al otro ya no existís. Una lógica del éxito bastante particular que funciona a partir de la novedad y de lo que le es funcional a la industria, el resto se deshecha. El sistema de estrellas de Hollywood, que en otro tiempo fue incluso más cruel que en la actualidad. Y como reflejo de esto vemos la caída de George Valentin que va descendiendo paulatinamente, se muestra el cine desde adentro, desde la experiencia de quien lo hace, despojándolo del glamour artificioso al que asiste el espectador normalmente. Debo destacar que (para tranquilidad de muchos) la película no se hace pesada y, desde mi experiencia, no me sentí descolocada en absoluto por la técnica utilizada. Vale decir que la música (también ganadora del Premio de la Academia) tiene una presencia fundamental en el film. Una experiencia musical bellísima y a la altura del film grandemente estético. Las actuaciones también son destacables, sobre todo la de los actores principales. La bella argentina Bérénice Bejo, deslumbra durante todo el film, con una belleza exótica y cautivadora, es encantadora todo el tiempo. Su compañero Jean Dujardin ostenta una figura imponente que nos recuerda Clark Gable (Lo que el viento se llevó). El Artista es un “detrás de escenas” de una época clave de la historia del cine. El espectador es partícipe de una realidad que para él se da de una forma natural: los cambios técnicos, la subida y bajada de actores, etc. Así mismo, nos encontramos con una historia con emociones, gags (proporcionados sobre todos por el singular protagonismo del perrito) y expresiones estéticas de primer nivel. Un viaje en el tiempo a través de los sentidos.
Spoiler Alert! Si hay algo que podemos decir de la nueva película del gran Scorsese es que no ha pasado desapercibida: desde antes de su estreno el film causó curiosidad y posterior a éste arrasó con la premiación de los Oscars; ciertamente, podemos decir, de forma merecidísima. Hugo (Martin Scorsese, 2011), va un paso más allá y desafía al espectador de diversas maneras al tiempo que le ofrece un mundo al que resulta imposible resistirse. Hugo (Asa Butterfield) es un huérfano que vive en la estación de trenes de París y que, a partir de la muerte de su padre se ve envuelto en una aventura para descifrar el misterio del autómata que éste le dejó. En la aventura lo acompaña Isabel (Chlöe Grace Moretz), una niña que parece poseer la clave que lo lleve a descubrir el enigma. Podemos decir que Hugo se convierte en una excusa para realizar una biopic. Scorsese nos cuenta la vida y obra de Geroge Mélies (Ben Kingsley) de forma camuflada y desde la excusa del misterio del autómata. Si bien esto parece ser el punto central del film, en mi opinión, todo termina resumido en la vida del innovador cineasta y es ésta la que nos disipa todas las incógnitas. La obra de Mélies es la llave que desentraña el enigma. Esto hace que la historia tenga varias puntas y que por momentos no sepamos exactamente cuál es el tema central. Pero podemos decir que el film se resuelve de forma muy inteligente, conectando cada parte de la historia con el tópico de la magia. Toda la explicación necesaria (sobre el autómata, el cine, la vida de Mélies, etc.) reside en lo mágico. En un primer momento parece un poco desorientadora la historia, porque no sabemos exactamente a dónde nos llevan, pero al instante que aparece el personaje de Mélies y todos los signos alusivos a su obra cinematográfica, la película cobra forma y cierra de inmediato todos los cabos de una manera maravillosa. Es la vida y el trabajo de Mélies, sus aportes al cine lo que nos explica todos los interrogantes, es por eso que considero que es una biopic, sólo que contada de una forma muy poco tradicional, casi circunstancialmente. El film se presenta como un gran estímulo visual permanente: asistimos a un despliegue de técnicas que se orientan a perpetuar la magia que esconde el cine. Sólo por estar hecha en formato 3D ya nos sumergimos en una atmósfera onírica que se completa con los alucinantes vestuarios, la terminal de trenes de ensueños y ese fascinante París de los años ’30. Estéticamente estamos frente a una obra maestra y muy finamente cuidada. La estación de trenes es un espacio que se comporta como personaje indispensable en la película. Mientras Hugo observa todo desde un enorme reloj, vive las peripecias de la rutina que es lo que le agrega el tono cómico al film: el malhumorado inspector de la estación (Sacha Baron Cohen) que persigue a los huérfanos e intenta conquistar a la florista (Emily Mortimer), el enamorado de Madame Emilie (Frances De La Tour) con sus acompañante caninos, etc. La estación es el mundo al que Hugo está reducido hasta que aparece la aventura que lo lleva a viajar en el tiempo, conocer sobre los orígenes del cine (que son exhibidos de forma muy didáctica para el espectador), sobre literatura y sobre la magia detrás de todas las cosas. Dos niños buscando una aventura que los lleve a descubrir el misterio, hace ingresar al espectador en la ésta, vivirla desde la mirada infantil que se convierte en un espacio fundamental dentro del film. Martin Scorsese, cual mago, nos invita a explorar, desde los ojos de un niño, el maravilloso mundo del cine, los misterios que éste encierra y la magia que lo devela todo. La magia es el principio, el enigma y es también la solución. Encontramos la magia detrás de cada invención.
Después de la última ceremonia de los Premio de la Academia, siempre nos quedan varios títulos anotados por ver; y la verdad es que, aunque para muchos de nosotros estos premios sean muy arbitrarios y poco confiables, siempre terminamos interesándonos en algunos de los films premiados. Entre ellos, me viene llamando la atención desde hace un tiempo, Los Descendientes (The Descendants, Alexander Payne, 2011). El nuevo trabajo de George Clooney que ha dejado a más de uno con la boca abierta por su actuación. Matt King (George Clooney) es un abogado que está atravesando un momento bastante difícil: su mujer yace en coma y ha quedado a cargo de sus dos hijas, Alex (Shailene Woodley) y Scottie (Amara Miller) de las cuales nunca se había encargado, tiene sobre sus espaldas la decisión de vender o no la tierras que heredó de sus antepasados y se entera que su mujer lo ha estado engañando desde hace tiempo. La historia está basada en la novela de Kaui Hart Hemmings. La película nos recibe con un paradisíaco escenario hawaiano y una voz en off dándonos las razones sobre por qué no debemos pensar a esta isla como un paraíso. A partir de aquí asistiremos al declive de un hombre que parecía tenerlo todo y que desde el accidente de su mujer se verá obligado a encontrarse con espacios de su vida que habían sido dejados de lado. Lo primero que podemos pensar de esta historia es que ingresaremos en un denso drama; pero no es así, porque si bien estamos envueltos por una historia súper dramática, un condimento esencial del film es el patetismo: Matt King se encuentra en un estado de patetismo y todo lo que lo rodea lleva una carga irónica que lo incrementa. Su hija mayor drogadicta acompañada de su estúpido novio, su hija menor que ataca a sus compañeras del colegio, el amante de su esposa, sus particulares parientes, etc. Esto lleva al film a distintos pasajes tragicómicos que permiten que se mantenga un ritmo interesante y llevadero. Y en este sentido es donde más advertimos el singular trabajo de Clooney; que deja de lado el legendario galancete, carga esta mochila de problemas y adopta un semblante que todo lo dice. Realmente todo su cuerpo se modifica y puede, con una expresión, transmitirnos esa desesperación interna que por fuera debe verse como serenidad y control de la situación. Entra en lo tragicómico, en el grotesco, porta la mueca que define todo. Resulta verdaderamente contrastante el espacio geográfico elegido con el ánimo de los personajes y la historia, ya que mientras observamos un paisaje privilegiado y de ensueño sabemos que asistimos al derrumbe de un hombre. Lo interesante es que el espectador transita junto a los personajes el “breakdown” y luego la salida a flote, con todos su altibajos, pasajes cómicos y sumamente bajos. Si bien el film se presenta bastante liviano, con una historia cotidiana y simple, creo que se disfruta minuto a minuto porque se logra una gran identificación con el público. Matt King es tan común que conmueve, hace que nos sensibilicemos y solidaricemos con el personaje. Creo que cumple su misión: no impresiona, sólo nos lleva a la interioridad de cada personaje y nos acerca de una forma genuina.