Una cercana ironía Margherita, una directora de cine (cuyo personaje lleva el mismo nombre que su actriz, algo que no considero casual), intenta dirigir una película sobre un empresario estadounidense que compra una fábrica y su conflicto con los trabajadores de la misma. Mientras tanto, la madre de Margherita se acerca cada vez más inevitablemente a la muerte. La historia nos mostrará a Margherita intentando controlar lo incontrolable: desde su rodaje hasta su propia vida. John Turturro aparecerá como el histriónico actor del film y Nanni Moretti, infaltable, como el hermano menos negador de la directora, acompañan a Margherita Buy. La labor del elenco es en general muy buena, destacándose Margherita Buy que compone un personaje en crisis y en constante cambio, junto a John Turturro que tiene a cargo la mayor parte de los efectivos gags del film. La mayor virtud de la película, sin embargo, es su capacidad de combinar la comedia y la tragedia de una forma armónica y natural. El clima que logra generar Moretti hace no sólo que ninguna situación parezca fuera de lugar, sino que además genera un diálogo interesante entre ambos polos o ambas facetas del film. Si para Milan Kundera (en su ensayo Los Testamentos Traicionados) “La ironía quiere decir: ninguna de las afirmaciones que encontramos en una novela puede tomarse aisladamente, cada una de ellas se encuentra en compleja y contradictoria confrontación con las demás afirmaciones, […] Sólo una lectura lenta, una o varias veces repetida, pondrá en evidencia todas las relaciones irónicas en el interior de la novela, sin las cuales la novela no sería comprendida”, justamente la inteligencia y el humor de la película se encuentran en la relación a veces más, a veces menos explícita que se puede establecer entre las distintas situaciones, las distintas actitudes, las distintas frases del film, y, también, la relación que se puede establecer entre todo esto y la vida misma (el propio Nanni Moretti cuenta que sufrió la muerte de su madre durante el rodaje de otro de sus films). Entonces, así como se le celebra a Margherita no cerrarse a un cine intimista y desprovisto de toda política, podemos celebrarle a Moretti su capacidad de hablar de la vida sin reducirla a ninguno de estos dos aspectos -que a veces se leen como exclusivos el uno del otro-, dándole así al film un carácter de unidad y verdad.
Las distancias entre Meira y Felix Félix y Meira viven en el mismo barrio en Canadá, pero en dos universos totalmente distintos: el es un soltero, proviene de una familia adinerada cuyo padre está muy enfermo, ella una judía religiosa con una hija bebé. Pero, sorpresiva y a la vez obviamente, se conocerán y encontrarán en qué pueden acompañarse. La película tratará entonces sobre esta atípica pero entrañable relación. Es curioso que el título de la película ponga primero a su protagonista masculino, ya que con el desarrollo del film parecería ser que es Meira la verdadera protagonista. Sin embargo, es destacable cómo se logra construir la distancia entre los personajes (la verdadera temática del film, trabajada desde las distintas áreas) y cómo esa distancia evoluciona. Lo más disfrutable de la película está en la forma de comunicarnos el estado de sus personajes mediante pequeñas acciones y gestos sutiles; no es exactamente una historia de grandes intrigas, pero sí es una historia donde es vital conectar emocionalmente con los personajes, y ese clima intimista está logrado. Es cuestionable pero a la vez interesante el momento en el que deciden concluir la historia: allí podrían comenzar muchas otras historias, muchos otros conflictos, pero tan cierre muestra que esa no es la preocupación del film. Esta simple pero linda historia está acompañada de momentos fotográficamente hermosos, que saben aprovechar una buena elección de locaciones (la luz de Times Square casi nunca falla). Quien guste de este tipo de films no se llevará una sorpresa, pero pasará un muy buen momento junto a Meira y Felix. Por Laura García Lombardi
Aguas demasiado calmas Aguas Abiertas es el nombre del club del equipo de natación especial que retrata este documental observacional, que sigue el proceso de entrenamiento para nadar en un río (el título hace referencia entonces, sobre todo, a esa experiencia). Lo más destacable del film está, sin dudas en la fotografía que resuelve situaciones complejas, logrando imágenes que valen la pena ser vistas. A su vez la espontaneidad que demuestran los protagonistas frente a cámara da cuenta de un excelente acercamiento entre el equipo técnico y sus retratados, haciendo así que nunca se pierda una sensación de frescura. Sin embargo, aunque la película propone construir un protagonista plural, falla en acercarnos a cada chico particularmente, por lo que el grupo en general termina siendo algo cerrado frente al espectador. Si lo interesante de este tipo de documentales observacionales está en sentir la cotidianeidad, hay algo de ese acercamiento a los personajes que está incompleto. Quizás si el film nos mostrara otros ámbitos de la vida de estos chicos, podríamos ver cómo la natación cambia (o no) sus vidas, pero eso no parecería ser de interés para la película. Si bien resulta un gran acierto que los desafíos que afrontan los jóvenes sean cada vez más fuertes, no se llega a generar una sensación en el espectador de conflicto o de una dificultad tan fuerte; claro que no era necesario hiperbolizar, ficcionar y mostrar los ríos en los que nadan como una enorme amenaza, pero sí encontrar la forma de, tal vez, enfatizar el esfuerzo. En web oficial del Aguas Abiertas se puede leer una sinopsis llena de intenciones prometedoras, pocas de las cuales creo están efectivamente plasmadas en la película. Aunque muchas están sugeridas, el documental sería mucho más interesante (y, lo que no es menor, llevadero) de haber profundizado un poco más en ellas.
El camino de la pianista En la Rue de Bosquets en Bruselas viven en dos casas contiguas, separadas por una medianera, de un lado la familia Tiempo-Lechner, y, del otro, Martha Argerich, conocida por abrirle sus puertas a músicos de distintas edades y nacionalidades. En ese espacio literalmente lleno de música vive con su madre, Karin Lechner, la joven Natasha Binder que, con varias generaciones de pianistas y niños prodigio en su familia y una carrera musical ya comenzada, se plantea si efectivamente eso es lo que desea para toda su vida. Luego del título vemos un cartel que nos da la información sobre quiénes viven en cada casa; esto podría llevarnos a pensar que el espacio será el protagonista del documental. Sin embargo, el film se estructura alrededor de la joven prodigio, “la última promesa de la Calle” y la relación con su madre Karin y, en menor medida, Lyl y Sergio Tiempo. Los momentos más interesantes son, entonces, aquellos que nos llevan a la intimidad de esta familia. Por eso, aunque siempre se agradece la presencia de la querible y sabia Martha Argerich, al no interactuar con los Tiempo más que escuchando a través de las paredes y siendo escuchada a través de ellas, su presencia no termina de estar demasiado integrada en la historia. Lo que más se destaca de la construcción de esa Calle es entonces no sólo la presencia de figuras de renombre internacional, sino la omnipresencia de la música en todos los ámbitos de la vida de estas personas, retratando algunos detalles entrañables: Sergio no le dice a su hija que se ponga la media en el pie derecho, le dice “en el pie de clave de sol”. La elección de un registro observacional ayuda también a construir la intimidad que necesita el relato, por lo que fue inteligente no utilizar entrevistas directas. En cambio, Nante deja que sea Natasha quien pregunte a sus familiares y colegas sobre sus experiencias, lo cual hace al film rico en diversidad de opiniones, a la vez que refuerza la mirada, llena de dudas, de la joven. Si bien hay muchas escenas donde vemos a los distintos músicos de la casa ensayando, son particularmente interesantes aquellas en las que un miembro de la familia le da clases a otro. Aunque en ellas podemos presenciar momentos muy íntimos (los propios intérpretes cuentan que no les gusta que otras personas escuchen sus ensayos) hay a su vez algo tan personal que parece estar fuera de nuestro alcance, en un lugar al que no llegan ni las imágenes cinematográficas ni las palabras; probablemente, el lugar de la música. Se destaca particularmente la clase que le da Lyl a Natasha, que no sabe cómo terminar su interpretación de las Kinderszenen, las Escenas Infantiles, de Schumann. Más allá de la belleza propia de esa suite, las metáforas o analogías que sugiere la hacen una excelente elección para ser el fragmento más trabajado por Natasha a lo largo del film. Quizás porque así como Natasha se pregunta cómo debe ser esa despedida musical, no sabe cómo ni cuándo despedirse de su lugar de niña tanto en lo profesional como en su familia. Lo importante es que, incluso viviendo en La Calle de los Pianistas, tiene la posibilidad de hacerse ésta y más preguntas, para ir haciendo su propio camino.
Sobre las bestias en los hombres Al final de Historias de Caballos y Hombres hay un cartel que anuncia que ningún caballo fue herido durante el rodaje y que todos los que participaron en la película aman a los animales, algo necesario luego de ver durante más de una hora distintas formas de tomar a los caballos como objetos. El título no podría ser más simple y claro: son pequeñas historias, pequeños fragmentos sobre caballos y hombres, todos viviendo en una misma zona, a varios kilómetros de distancia; se conocen entre sí, algunos más cercanamente, otros no tanto. Con estas situaciones se arma una composición coral sobre la relación entre caballos y dueños, variaciones sobre este motivo. Lo interesante es que, a pesar de que ciertos hechos resultan muy predecibles desde la mitad de la película en adelante, no es la intriga por los acontecimientos la que nos lleva a seguir mirando sino la pregunta por el modo en que estos se darán. Esto está logrado a través de una progresión dramática que hace que los distintos fragmentos sean, en efecto, variaciones sobre un tema y no simplemente repeticiones redundantes. A un guión simple pero riguroso se suman un buen elenco y sobre todo una fotografía que sabe aprovechar las locaciones y los animales (hay planos en los que podemos apreciar reflejos en los ojos de los caballos), dentro de una puesta de cámara sobria y fría pero desgarradora, que busca conmovernos sin manipularnos emocionalmente. Dicen que Nietzsche perdió por completo la razón al ver cómo un hombre azotaba a un caballo que no podía cargar el insoportable peso de una carreta. El hombre golpeaba y golpeaba sin parar, sin entender que el caballo no tenía la fuerza para empujar ese excesivo peso, sin entender que el caballo experimentaba un inmenso dolor. En La Insoportable Levedad del Ser, Milan Kundera aventura una hipótesis sobre qué le pasaba al filósofo: le estaba pidiendo perdón al caballo; perdón por el triunfo del antropocentrismo cartesiano, perdón por entender a Descartes literalmente y tomar a los animales como máquinas. Dicen (quienes han estudiado los arquetipos) que el caballo habla de una fuerza incontrolable, a veces una amenaza; a veces se habla de la bestia contenida en el humano. En una de las escenas más fuertes, donde una terrible nevada amenaza la vida de un personaje, esta metáfora se invierte. Si bien no es recomendable para quienes no toleran escenas de mucha violencia, Historias de Caballos y Hombres la expone para desnaturalizarla, para criticarla, y, sobre todo, para que podamos ver que quizás ni la naturaleza ni los caballos representan el mayor peligro: es el hombre, que tiene que replantearse su relación con los otros.
No tan absurda Basada en la novela homónima y autobiográfica de Cielo Latini (que no leí, por lo que fui a ver Abzurdah sin demasiada información previa), la película cuenta la historia de una adolescente de clase media-alta que vive en La Plata (Cielo, interpretada por Maria Eugenia Suarez) junto con sus padres (Gloria Carrá y Rafael Spregelburd) y sus hermanos menores. Abzurdah es el pseudónimo de la protagonista en un chat grupal al que entra luego de que una de sus amigas le “robe” a su anterior novio, el “amor de su vida”. Allí conoce a Alejo (Esteban Lamothe), un hombre diez años mayor con el que tiene una ¿historia de amor? ¿aventura? ¿capricho? que va y viene a lo largo de los años, llevando a Cielo a hacer cosas desesperadas y absurdas, para llamar su atención. La campaña publicitaria del film no va con sutilezas: la joven llorando con el rimmel corrido, los labios reflejados en un espejo roto, y un tagline que reza “el amor duele” (con el que particularmente no estoy del todo de acuerdo, por lo menos no en los términos en los que lo plantea la protagonista). Sin embargo, afortunadamente, el film tiene más matices que la imagen que transmite en sus afiches, por lo que no podríamos insertarlo con tanta facilidad dentro de la “saga de anti-protagonistas”, sumisas, que nos dieron últimamente el cine y la literatura tanto en Crepúsculo como en 50 Sombras de Grey. La elección del casting es muy inteligente y la dirección de actores logra crear personajes multidimensionales. María Eugenia Suarez funciona muy bien como adolescente “avivada” pero con poca autoestima, atraída fatalmente a un Esteban Lamothe que comienza cuasi-encantador (que nunca llegue a serlo del todo le da más credibilidad) y termina siendo, como mínimo, desconsiderado, llegando al maltrato. Completan el elenco Gloria Carrá y Rafael Spregelburd como los padres que sí, están preocupados, pero no tanto como para escuchar a tiempo. Otro gran acierto de la narración es el de no intentar explicar por qué Cielo es así, sino que se dedica a insinuar posibles causas sobre el final, nunca señalando una como la exclusiva; esencialmente, Cielo vive con tanta “intensidad” desde mucho antes que comience el relato. Además, algo que la separa de Anastasia o Bella Swann es que, aunque está obsesionada, no es sumisa; esta construcción nos permite tener cierta esperanza hacia ella que, de no existir, haría imposible seguir viendo la película. Sin embargo, algunos factores son confusos: saltos temporales algo abruptos resueltos con una voz en off que no termina de aclarar en qué momento de su vida nos encontramos, y, sobre todo, el tema del blog donde Cielo escribe sobre su anorexia, que nunca llega a desarrollarse y luego es eliminado por completo sin justificación diegética, sólo en un momento conveniente para causarle a la protagonista más angustia de la que ya está viviendo. De todas formas, dado que el film se centra más en la relación entre Cielo y Alejo, estas pequeñas preguntas pasan de largo sin perjudicar demasiado esa línea argumental. El último acto está poco desarrollado; desconozco si esto proviene de los límites de la novela o si fue una decisión de adaptación. De golpe el ritmo de la narración se acelera, como si se acordara tarde que tenía que llegar a la culminación de la historia. Luego, hay un gran salto temporal. Creo que ese salto en la vida de Cielo era un buen lugar para profundizar un poco más, aunque quizás sería otra película. Además, los textos que sobreimprimen el final hablando sobre los trastornos alimenticios tienen un cierto rasgo moralizante que el film no necesitaba, sobre todo porque ese no es el tema central. Sin embargo creo que este recurso, aunque no el más afortunado, también colabora a que esta historia no pueda leerse dentro de la “saga de las antiprotagonistas”, lo cual no deja de ser positivo.
Comprendiendo la soledad Son los años ochenta. Una niña de nueve años llamada Aria (cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia), cuyos padres son artistas de distintas ramas y están separados, deambula entre ambas casas, buscando cariño y atención. En la escuela sus únicos triunfos son académicos. El padre, con un perfil simil-Johnny-Depp, es un actor que busca prestigio en el cine de autor; la madre, con una muy buena interpretación de (Charlotte Gainsbourg), es una concertista que sólo quiere estudiar piano en paz y tiene variados amantes, uno más desconcertante que el otro. Completan la familia las hijas que cada uno tuvo con otras parejas, que parecieran conectar con sus padres mucho mejor que Aria; la acompañan también en su vida su mejor amiga Angelica y su gato negro, Dac. Incomprendida podría leerse dentro de la “comedia triste” (no tanto una comedia dramática que siempre quiere ser más realista): un tratamiento cómico, casi grotesco, de temas no-tan-cómicos, y con un dejo de amargura detrás de las risas que puedan generar ciertas situaciones. Esto incluye la exageración de algunos rasgos y características de los personajes, que potencian el absurdo y el ridículo, pero que tiene que ver con la forma en que Aria percibe al mundo. El punto de vista del personaje también está aprovechado en ciertas situaciones de malentendidos construidos a partir de estas diferencias: Aria hace algo que perjudica a la madre pero sin conciencia de las consecuencias, la madre se enoja, y aunque nosotros entendamos por qué, también sabemos por qué Aria no. Todas las escenas de juego o exploración de Aria ya sea con Angélica o con sus compañeros del colegio son excelentes (sobre todo la del juego con las Barbies y la fiesta con los globos) y dan cuenta de una gran comprensión o quizás de un recuerdo muy claro de esta etapa de la vida. Para esto es clave la interpretación de Giulia Salerno, la cual se destaca incluso sobre Charlotte Gainsbourg que también hace un buen trabajo al interpretar a una madre casi-bipolar. Sobre el final, la película empieza a repetirse un poco y el rumbo y ritmo que se había marcado al inicio se va desdibujando, lo cual puede dar una leve sensación de agotamiento de ciertos recursos. Sin embargo, dado que Aria es la que va perdiendo cada vez más su camino y teniendo un futuro más incierto con el correr de la acción, pareciera ser que esta es la forma que encuentra el film de dar cuenta de esta evolución en el personaje, por lo que sigue habiendo una cierta organicidad. Si Aria busca comprensión dentro de la trama; en Incomprendida, Asia Argento logra conectarnos no sólo con esa niña sino con experiencias de nuestra propia infancia, a través de una historia llena de soledad, ternura y humor. Por Laura García Lombardi
Dwight, el amateur Cenizas del pasado comienza con Dwight, un homeless barbudo que vive en su auto, se baña en el mar y se alimenta con restos de comida de la basura. Lo interesante y acertado de la caracterización inicial es que nos permite intuir que Dwight no siempre ha vivido así, como efectivamente confirmaremos más adelante. Además, este personaje no parece tener grandes conflictos con ese estilo de vida. Sin embargo, una policía con la que pareciera tener una buena relación le anuncia que han dejado libre a un criminal. Esto desestabilizará a Dwight y lo llevará a tomar medidas extremas en una búsqueda de venganza. Durante todo el primer acto se le evidencia al espectador que se le está ocultando algo, y se genera un suspenso atrapante; se plantean preguntas que necesitan respuesta. Sabemos que Dwight buscará venganza, pero no es hasta más avanzada la película que entenderemos por qué, y la información se irá revelando progresivamente. Se destaca en el film la actuación de Macon Blair, que le da una cierta originalidad a un personaje que podría haber sido demasiado estereotipado. Blair logra imprimir con su expresión facial un aire de duda, de “amateur”, de extrañeza, a todo lo que va sucediendo; así, sentimos que cualquiera de nosotros podría terminar en su situación, si nos hubiesen sucedido cosas similares. El mayor problema del film, sin embargo, es que no logra encontrar formas de renovar el antagonismo: si bien el personaje de Dwight se transforma, siempre se enfrenta a lo mismo. Los personajes con los que entra en conflicto, aunque vayan variando, operan siempre de la misma forma, y quizás es ahí donde el film no logra explotar del todo el potencial dramático de la historia. También queda un poco inexplorada la cuestión de lo que está fuera de los límites de nuestra sociedad, algo que está muy bien ejecutado desde la puesta de cámara y las locaciones alejadas, que eligieron, pero poco utilizado en la narración. De todas formas el film logra intrigar, entretener y desarrollar un protagonista con matices, con un uso expresivo del color y una puesta de cámara que colabora con el suspense, haciendo de Cenizas del Pasado un film que merece ser visto.