La primera «Sonic» sorprendió entreteniendo a chicos, fans y amantes de la polémica en internet. En esta secuela se enfocaron mucho más en satisfacer a los dos primeros grupos, por lo que de no estar en ninguno de los dos campos mirarla va a ser un riesgo del que se hacen enteramente responsables. A grandes rasgos la experiencia se mantiene muy similar, aunque envalentonados con la confianza de una sorprendentemente buena recepción para la primera entrega. El resultado de esa valentía son algunas osadas secuencias que estiran alguno de los momentos que más pueden encantarle a los creativos detrás de la película, a riesgo de molestar a los cascarrabias en la audiencia que no soporten un desvío momentáneo de la trama en pos de pasar un buen rato con personajes secundarios o escenas «colgadas». Si en la original Sonic encontraba un hogar y pasaba a dejar de sentirse solo, esta secuela es sobre el siguiente paso: disfrutar del momento sin preocuparse de más por el futuro. Sonic siempre fue jovial e infantil pero estas películas dejan en claro que su Sonic es un niño. Un niño con supervelocidad que todavía necesita aprender algunas lecciones por su cuenta. El humor de la primera entrega está de regreso, con ese tono infantil y caricaturesco que encantó a más de un distraído. Lo que se profundiza un poco más es esa suerte de corazón emocional que apenas asomó la cabeza en la anterior, con «Sonic 2» muy claramente enmarcada como una película sobre un padre que quiere que su hijo alienígena azul tenga la oportunidad de aprender cosas por sí mismo con un grupo de amigos a la par. Ese «par» van a ser Tails y Knuckles, el primero ayudando un poco al apropiado sentimentalismo de la cinta y el segundo proporcionando no sólo un nuevo rival (con su propio tipo de humor) sino una excusa para que el Robotnik de Jim Carrey regrese a la Tierra. Excusas bien recibidas por cualquiera que sepa qué tipo de cine esta viendo: películas para chicos bien entendidas que no los miran como seres inferiores desde un pedestal y que intentan entretenerse a ellos mismos mientras le dan a la joven audiencia algunas herramientas que ellos disfrutaron de otras películas cuando eran purretes. Puede sentirse algo larga, especialmente para los no fans que no se sientan intrigados por las palabras Chaos Emeralds por ejemplo, pero los momentos que más se alargan o que serían más fáciles de «cortar» son justamente los que más diversión transmiten por parte de quienes los realizaron. En un mar de películas que priorizan una visión de negocios por sobre una producción individual, «Sonic» destaca aún siendo una explotación de una propiedad intelectual de videojuegos japonesa que no planea terminar pronto. Porque afortunadamente todos los inversores de traje del mundo todavía no pueden hacer tan fácil películas sin la necesidad de un montón de tontos dispuestos a divertirse, como bien son el trío de creativos que dirigen y escriben esta franquicia que se gana ser el entretenimiento momentáneo de tus hijes o sobrines.
Las bandas reales y los largometrajes ficcionales tienen una sana relación hace un buen tiempo, desde los Beatles pasando por Kiss hasta intentos más contemporáneos como el de Metallica. Aunque en esta ocasión, esa tradición parece venir más de la mano del estilo del esfuerzo audiovisual que supo realizar la banda Tenacious D de Jack Black. «Studio 666» junta el rock con el cine de género y algo de comedia sabiéndose nada más profundo que un buen rato para cualquier fanático de la banda o de este tipo de sangriento divertimento. Dave Grohl y compañía tenían algunas decisiones que tomar a la hora de encarar este proyecto. La primera es quizás la más importante: ¿Para quién es? Podrían haberlo hecho solo porque querían protagonizar una peli, o algo exclusivamente pensando en los fans de la banda, aunque seguramente los tentaba (siendo posiblemente fans del terror) poder captar un poco del público del género que tan receptivo es con todas las potenciales experiencias en festivales especializados. El resultado no es poco ensalada pero sí termina siendo efectivo gracias a tener siempre como prioridad divertirse haciendo algo enfocado completamente en entretener. El carisma de Grohl lo sostiene de buena manera como protagonista, con unos pocos actores «reales» sosteniendo los roles más satelitales. Aunque una de las mejores decisiones por parte de la dirección es que el resto de la banda se sostenga más en la química entre ellos que en su carisma o dotes actorales. Los chistes se sienten como un juego entre amigos pero tampoco necesariamente llegando a tocar la poco satisfactoria zona de «improvisación» que tan mal le hace a la comedia estadounidense en general, un buen equilibrio entre guion y ensayo que seguramente fue resultado de una colaboración entre los miembros de la banda para dar veracidad a su dinámica. Entre eso y que el director BJ McDonnell entiende que una cinta de terror debe sostenerse en un buen uso de banda sonora, uno puede sentarse tranquilo sabiendo que no está en manos tan inexpertas. Hay buena música, sorprendentes cameos, priorizando la atmósfera ocasional de tensión aunque sin sacrificar por ello el humor que constantemente dice presente. Entiende muy bien que para ser una comedia de terror efectiva debe saber cuando tomarse completamente en serio y cuando levantar el pie del acelerador para que todos recordemos que la sangre falsa y los demonios asesinos están en pantalla para que vuelen los pochoclos por el aire. Quizás pierde intensidad en el cierre final, pero para entonces la hora y media anterior ya ha sabido entregar un buen ritmo, alguna risa y la cantidad justa de sobresaltos y litros de sangre. No es ninguna obra maestra, ni tampoco trasciende la experiencia a la que apunta. Pero ya es un triunfo valorable que «Studio 666» logre ser un buen rato para un grupo de amigos, una noche inofensiva de pareja o incluso satisfacer la curiosidad individual de «¿Será cualquier cosa esta película que flashearon hacer los de Foo Fighters?».
«La leyenda del Rey Cangrejo» postula la odisea como eco de lo humano, que una leyenda no es más que las sombras del pasado engrandecidas para entretenimiento de los presentes. La trama la enmarca una reunión de amigos ya entrados en años que discuten sobre una comida y unos buenos tragos la historia pasada a través de generaciones del hombre que se atrevió a rebelarse contra la realeza italiana. La realidad de Luciano, allá por fines del siglo XIX, es en espíritu similar a la persona que las palabras y los años convirtieron en mito popular. Sí, su personalidad se destaca por su rebelión con tintes un tanto más violentos que lo que sus pares querrían; pero hay un tanto más de pasiones, tragos y kilómetros entre lo que fue y dicen de él. Tampoco es un juego de contrastes lo que plantean los directores Matteo Zoppis y Alessio Rigo de Righi, sino más bien un estudio exhaustivo sobre lo que lleva al espíritu de un hombre a realizar hechos que vale la pena relatar durante siglos. En su esencia, la historia puede trasladarse a un adolescente moderno, un artista contemporáneo, un inmigrante o cualquiera sea el espejo en el que se la elija ver. Aunque claro el escenario elegido para realizarlo es la Europa que chocó imperialismo con vanguardia, con los suficientes galeones encallados, oro y cangrejos para que valga la pena acompañar su travesía. Toda cinta de época exige un trabajo de producción y arte monumental, que en este caso trascienden lo efectivo para entregar un retrato tan artístico como verídico. El trabajo de fotografía logra un resultado similar, con un relativo minimalismo seguramente producto de las colaboraciones anteriores del dúo de dirección en un par de documentales. Ciertamente es en lo técnico una de las mejores posibilidades con las que uno puede encontrarse al ver el primer esfuerzo de ficción de cineastas que vienen del documental, con todas las fortalezas que puede trasladar como consecuencia y prácticamente ninguno de los posibles vicios. Aunque sin dudas lo que más puede sorprender es el total control que los directores, doblando como guionistas, tienen sobre la narrativa del film. «La leyenda del Rey Cangrejo» no es una película usual, y logra una potencia que escapa a producciones que están muy lejos de las posibilidades de las industrias de cine argentino o incluso italiano. Pero sin dudas es también consecuencia de una historia y espíritu en común que une no solo a ambos pueblos sino a la cultura que tienen con el cine, teatro, literatura y arte en general. Es un drama tan romántico como tenso que se ensucia lo necesario para encontrar la belleza adecuada. De Italia a Tierra del Fuego, es una historia de piratas, curas, borrachos, príncipes y cangrejos con todos los ingredientes imaginables y no tanto como para que no le quede grande llevar la palabra Leyenda en su título.
Un thriller sobrenatural ruso sobre la única sobreviviente de un accidente aéreo durante su juventud, que ahora teme que el vuelo en el que está con su hija sufra el mismo destino. Uno no está tan seguro de que lanzar películas dobladas a esta altura siga siendo una forma de acercarlas más a las audiencias, aunque de lo que sí no hay dudas es que la experiencia ya de por sí turbulenta que plantea «Pasajero 666» no es ayudada por la decisión de traerla a nuestro territorio exclusivamente doblada al inglés. No es que haya mucha gente que entienda ruso por acá, pero tampoco va a ser mucho mayor la cantidad de espectadores que verían una versión doblada al inglés sin necesidad de subtítulos. Si va a estar subtitulada, ¿por qué truncar la inmersión de los que sí se animen a ver tu película mostrándola además doblada? Intentos de auto-sabotaje aparte, «Pasajero 666» es un thriller ruso sobre el miedo a volar de una madre con su hija luego de varios años de un accidente aéreo que la dejó como única sobreviviente. Tras vivir toda su vida superando ese trauma, se encontrará en un vuelo con extrañas ocurrencias que la llevan a temer cada vez más que este tenga el mismo destino que el anterior. Maneja un tono de terror, aunque más sostenido en la ambientación y psicología de su protagonista que en los poco priorizados jumpscares. Armada con un nombre digno de relleno de videoclub, esta es una cinta que con cierta confianza se atreve a ofrecer una propuesta que no brilla por su innovación por más que tenga alguna que otra sorpresa guardada. La simpleza de su concepto y del desarrollo del mismo remiten a lo que sería un capítulo de alguna de las tantas series antológicas de género, una categoría donde no solo las virtudes de esta película serían todavía más apreciadas sino que incluso no serían tan condenables sus falencias. En la actualidad la frase «edad de oro de la televisión» ya comienza a verse en el espejo retrovisor, pero esa explosión de creatividad y calidad entre 00s y 10s no solo tuvo como consecuencia que subiera el nivel de programación de la caja boba sino que (junto al streaming) subió un poco la vara de lo que se considera muy pobre como para justificar un largometraje en cines. El apuntar al entretenimiento pochoclero no es algo malo ni que deba traer pudor alguno, pero sí conlleva la responsabilidad de brindar algo más que lo que la gente ya consume 24/7 en al menos dos pantallas conjuntas de forma constante durante su día a día. «Pasajero 666″ es una buena producción en lo técnico con breves momentos puntuales de valentía creativa desde la dirección, pero no alcanzan ni por asomo para elevar un material que sería mediocre incluso saliendo de la caja boba. La dirección no lleva a uno a preguntarse quién está detrás de cámara y el doblaje se encarga de destruir los esfuerzos de un ya de por sí poco talentoso elenco. Lucha por llegar a los 80 minutos, y no recompensa a nadie que la acompañe en el proceso. Si alguien decidió verla sólo por su nombre o premisa, ciertamente puede ser que obtenga el rato de distracción que buscaba, pero incluso la demográfica en la que logre generar interés va a encontrarse con pocas razones para justificar su decisión cuando termine de verla.
El Guillermo Del Toro más humano y hollywoodense nos propone unirnos al circo para empezar de nuevo, jugar con fuego y enfrentarnos a las consecuencias.
Dos jóvenes familias con mucho en común, si no fuese por la pequeña diferencia de que uno trabaja para el otro.
Reconfortante hasta la médula, un escapismo bien entendido para aquellos que todavía pueden disfrutar de películas dónde la gente habla, se escucha y de forma calmada intentan comprender sus dificultades.
Liam Neeson. Morfeo. Camiones. Hielo. Seguramente necesites que digamos más pero tampoco hay demasiado.
El dúo de una de las nuevas cineastas más emocionantes de los últimos años y una de las mejores actrices de las últimas décadas exploran la vida de los nómades modernos. Percibidos ermitaños que van formando intermitentes comunidades a lo largo de las interminables rutas estadounidenses.