El auge de lo humano, de Eduardo Williams Por Marcela Barbaro Un extenso retrato generacional sobre jóvenes desilusionados con el tiempo en que les toca vivir. Ese desencanto globalizado los llevará a deambular por los suburbios de su país, mezclarse con la naturaleza, y conectarse a través de la web con otro par (de donde sea) para vincularse empáticamente. Tres episodios, tres jóvenes y las fronteras que se desdibujan como un factor en común. El premiado cortometrajista Eduardo “Teddy” Williams (Pude ver un puma, El ruido de las estrellas me aturde), quien se ha ocupado en sus cortos sobre éstos tópicos, debuta con su ópera prima El auge de lo humano, donde continúa y extiende su visión a partir de tres historias que unirán Buenos Aires, Filipinas y Mozambique. El escenario elegido para el comienzo es Buenos Aires. En un suburbio inundado y con cortes de luz, Exe pierde su trabajo de repositor y debe conseguir otro medio para sobrevivir. No hay muchas ofertas laborales ni tampoco aspiraciones personales. Se junta con los pibes del barrio, caminan, hablan y comparte, con otros, sin participar, una sesión de sexo pago por internet. A través de la web se conectará con Alf, un pibe de Mozambique (segundo episodio) que también se junta con amigos para practicar cibersexo, luego deambularán por las calles hasta internarse en la selva. Desde allí, se unirá con la tercer y última historia a través de la escena de unas hormigas que derivarán en un joven filipino que se divierte en una laguna con sus amigos mientras charlan. Teddy Williams opta por registrar a sus personajes con cámara en mano a través de largos planos secuencia. Los observa en su cotidianidad, sin ninguna intervención, los deja ser a través de una fotografía descuidada y de una estética que se aleja de todo artificio. Con distintos formatos audiovisuales, las tres historias optan por ese registro hiperrealista, con sonido directo, como la mejor manera de construir un relato que se ajuste a ser un espejo del presente. Escenas explícitas, planos asfixiantes, o tomas despojadas, conforman una película alejada de lo netamente narrativo, más bien se adentra y se siente más cómoda en su carácter sensitivo y en el juego experimental con las imágenes. Me gustaría definir El auge del humano, comenta el realizador, como algo que yo no consigo explicar con palabras. La intención de hacerla fue compartir búsquedas e inspiraciones, curiosidades, intenciones, ideas, sentimientos que parten en busca del encuentro con otras, tanto durante el rodaje como en la etapa posterior. Podría pensar que todo comienza en el intento de escapar a la vida que veía que se me proponía cuando era más joven, trabajar para ganar plata y subsistir, dejar las fantasías y pensamientos propios como un pequeño condimento. Descubrir que este sentimiento era compartido con otros chicos en diferentes países me dio una base para pensar en la película. La película ha participado en prestigiosos festivales internacionales obteniendo varios premios y menciones para destacar: El Pardo D’oro Cineasti del Presente y Mención Especial First Feature en el Festival de Locarno; Premio Especial del Jurado en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, Mejor Fotografía y Mejor Edición en Janela Internacional de Cinema do Recife y Premio Especial del Jurado durante el JeonJu International Film Festival. A pesar de ser una propuesta con algunos momentos interesantes desde lo formal, con un gran trabajo de producción y montaje, la temática no es novedosa. El auge de lo humano, se acerca a un tipo de cine hecho por jóvenes realizadores que reflejan la problemática y el conflicto que les provoca su propia contemporaneidad. Su tedio y desconcierto existencial. En éste caso, Teddy Williams extiende su frontera para dialogar, aunque en distinto idioma, a través de un lenguaje globalizado que los conecta (¡siempre que haya wifi!) de cara a un futuro incierto, vigilado, y con pocas posibilidades de diferenciarse. EL AUGE DE LO HUMANO El auge de lo humano. Argentina/Brasil/Portugal, 2016. Dirección y guion: Eduardo Williams. Intérpretes: Sergio Morosini; Shine Marx; Domingos Marengula; Chai Fonacier; Irene Doliente Paña; Manuel Asucan; Rixel Manimtim. Dirección de fotografía y cámara: Joaquín Neira, Julien Guillery, Eduardo Williams. Montaje: Alice Furtado y Eduardo Williams. Dirección de arte y vestuario: Victoria Marotta. Sonido: Milton Rodríguez, Roy Llanes Roncales, Pedro Marinho, Joseph Dennis Asunción Gagarin. Duración: 97 minutos
El gran circo pobre de Timoteo, de Lorena Giachino Por Marcela Barbaro Uno de los circos más populares de Chile, no es un circo convencional con payasos, trapecistas y domadores. Timoteo es un espectáculo de transformistas que ya lleva más de cuarenta años en escena. Dirigido por el actor René Valdéz, el show recibió la influencia del Blue Ballet, una compañía chilena de transformistas que brilló en los años sesenta. El nombre Timoteo hace referencia a un personaje que realizaba Valdés en las distintas compañías circenses donde trabajó de joven. Hoy, con setenta años, problemas de salud y una realidad social y económica adversa, mantener el circo resulta un gran esfuerzo. La idea de El Gran Circo Pobre de Timoteo dirigido por la periodista y cineasta Lorena Giachino Torréns (Reinalda del Carmen, mi mamá y yo, 2006), surge al conocerlos en una de sus giras por la localidad Puerto Montt, al sur del país. La realizadora plantea un documental de observación donde rescata el esfuerzo diario y el detrás de escena de esa gran familia que compone el circo. La cámara se inserta en la intimidad de los trailers para dar cuenta de su cotidianidad: las charlas de Valdés con su grupo, el armado de la carpa, los viajes, los ensayos. También observa, con respeto, el ritual religioso que se hace antes de cada show y capta, principalmente, la solidaridad y el amor por lo que hacen. Frente a los prejuicios sociales y la marginación homofóbica que rodea a éste grupo de artistas, nunca mejor el lema “la unión hace la fuerza”, porque el circo se vuelve su espacio de pertenencia. Un lugar de contención afectiva, más allá del trabajo garantizado. Ellos son y se sienten parte del circo. Es su casa, su vida, como manifiesta René. Por eso mismo, la angustia que sobre vuela, ante la posibilidad de no seguir con el espectáculo, redobla el esfuerzo y los vínculos de la comunidad. Premiada en varios festivales Latinoamericanos, El Gran Circo Pobre de Timoteo, tiene la virtud de ahondar por espacios menos transitados que en los documentales sobre compañías de espectáculos. La mirada de Giachino es cálida e intenta intercalar algunas imágenes que aporten cierto lirismo visual, pero nada más que eso. Por momentos, se hace dificultoso comprender lo que hablan debido a ciertos regionalismos y formas muy cerradas de dialogar; la falta de intervención, y el aporte de elementos retóricos que enriquezcan el relato van alejando la atención del espectador y debilitan un relato que gira siempre en torno de lo mismo. EL GRAN CIRCO POBRE DE TIMOTEO El gran circo pobre de Timoteo. Chile, Argentina, 2013. Dirección y guión: Lorena Giachino. Montaje: Juan Pablo Sarmiento. Dirección de Fotografía: Pablo Valdés/ Sonido: Juan Pablo Manriquez. Asistente de dirección: Loreto Contreras. Producción: Paola Castillo, Pablo Ratto. Duración: 75 minutos.
Casa Coraggio, de Baltazar Tokman Por Marcela Barbaro La reconstrucción de una historia real a través de sus propios protagonistas fluye entre los límites imprecisos del documental y la ficción. Esa es la propuesta del director argentino Baltazar Tokman (Tiempo muerto, Planetario, I Am Mad) que da forma a su nueva película, Casa Coraggio, presentada en la última 17 ª Edición del BAFICI. Su título corresponde a la funeraria perteneciente a la familia Coraggio ubicada en la localidad de Los Toldos, Provincia de Buenos Aires, que la lleva más de 120 años de trayectoria. La historia no se dirige solamente al negocio familiar, sino a la vida de Sofia, quien será la encargada de dirigir el relato. Ella viaja desde La Plata hacia su pueblo natal para ayudar a su padre, algo delicado de salud, en la funeraria, aunque no siente estar preparada para ese legado que va pasando de generación en generación. En el pueblo se reencuentra con sus afectos: una madre algo resentida y demandante; una hermana en pleno proceso del festejo de 15 años; la abuela compinche, quien dirigió junto a su abuelo tantos años el negocio, la ayuda a reconstruir la historia e hilvanar recuerdos. A partir de allí, la cámara en mano se mete de lleno en la intimidad de los ambientes con la distancia justa y la mirada certera sobre lo cotidiano. Sigue el día a día de Sofía dando luz a los vínculos familiares (asados, partidos de fútbol, festejos) y, paralelamente, pero en menor medida, toma la actividad que se desarrolla en la funeraria: la preparación del cuerpo, la elección del tipo de ataúd y la ceremonia del entierro en el cementerio local. El foco del relato pone su acento en la dicotomía vida – muerte, un contraste asumido con gran naturalidad, por parte de los Coraggio, pero más resistido por Sofía. Su ambivalencia frente al futuro rol de reemplazar a su padre en el negocio y mudarse allí, la lleva por momentos a espiar las situaciones, a no querer involucrarse, mirar de soslayo la preparación de un cuerpo, por ejemplo. En otros, la vemos participativa y al mando de las distintas situaciones. Tokman propone ésta mezcla de géneros inclasificable donde el relato se desorienta por momentos o se disipa en prolongadas escenas de la intimidad familiar: paseos por los lugares de infancia, los preparativos de la fiesta, la enfermedad de su padre, etc. Esa búsqueda narrativa algo desbalanceada entre vida y muerte, logra interesantes pasajes del quehacer pueblerino donde las tradiciones se enfrentan al presente, como también acierta en el tono cálido e íntimo del entorno familiar. En Casa Coraggio el cómo se narra la dificultad del cambio, la naturalización de la muerte, el paso del tiempo y los lazos afectivos, lleva al espectador a una relación diferente frente a lo que mira, a ese rol variable de ser partícipe u observador. CASA CORAGGIO Casa Coraggio (Argentina, 2017). Dirección: Baltazar Tokman. Guion: Baltazar Tokman y Valeria Groisman. Dirección de Fotografía: Connie Martin. Montaje: Eliane D. Katz. Dirección de sonido: Mariana Delgado. Música original: Alejo Vintrob. Dirección de arte: Paula Repetto. Duración: 86 minutos.
El poder de la ambición, de Stephen Gaghan Por Marcela Barbaro Si vendés tu sueño que queda después? se pregunta Kenny Wells (versátil e histriónico Matthew McConaughey) el gran protagonista de Gold, la nueva película del director y guionista Stephen Gaghan conocido entre otras por Syriana y Traffic (por la que ganó un Oscar al Mejor Guión Adaptado). Basada en un caso real, El poder de la ambición, su título local, narra la historia de Kenny Wells, heredero de una compañía minera en Nevada, que perteneció a su abuelo y siguió su padre. La película comienza en los años ochenta donde el negocio prosperaba y el legado familiar pasaría a manos de Kenny. Siete años más tarde, la empresa se encuentra al borde la quiebra y el protagonista, con un deterioro físico importante, no consigue inversores. Su mujer Kay (Bryce Dallas Howard), una humilde sureña que lo acompaña en la salud y en la adversidad, no logra desviarlo de ese negocio. El tipo insiste y sueña con encontrar un yacimiento de oro en Indonesia. Se juega lo poco que tiene y viaja hasta Borneo donde se contacta con un geólogo que conoce, Michael Acosta (Edgar Ramírez, el actor venezolano de moda). Luego de convencerlo para sumarlo al proyecto, va en busca de los financistas. A partir de allí, la fiebre del oro y las especulaciones financieras de las corporaciones harán el resto. Cercano al personaje de Fred Dobbs (inolvidable por Humphrey Bogart) en El tesoro de la Sierra madre de John Huston, quien va en busca de oro para salir de la miseria; Kenny Wells hará lo propio, pero de manera desmesurada. Toma y fuma en exceso, superará un cuadro de malaria que mataría a cualquier otro, es inquieto, verborrágico, desalineado y no hay obstáculo que lo haga retroceder frente a su objetivo. El alto costo que implicará posicionarse en la industria minera, nuevamente, será su horizonte. Cuando McConaughey (ganador del Oscar por El club de los desahuciados) leyó por primera vez el guión del film, supo inmediatamente que tenía que aceptar el trabajo. “No se trata de un hombre que persigue de manera determinada el sueño americano. Se trata de un hombre que se busca la vida, que trampea, que engaña a la gente que lo rodea. Se trata de alguien que intenta sobrevivir cada día y lo consigue, consigue sus objetivos. Cuando leí su historia pensé que debía interpretar este papel, que sólo yo podía realmente hacerlo”, explicó el actor quien subió 23 kilos para transformarse físicamente. Entre la aventura, el drama y el thriller, Gaghan sostiene un relato que maneja varios tonos a la vez y momentos muy disímiles que van desde un clima de euforia exitista hasta la ruina personal y la decadencia. Junto a los protagonistas, el elenco cuenta con importantes actores secundarios Stacy Keach, Bruce Greenwood, Bill Camp y Corey Stoll que matizan la permanencia del afeado McConaughey en casi todas las escenas. Como el mito del ave fénix, en Gold se retoma la idea del “resurgir” una y otra vez a partir de mantener un idealismo casi romántico, a través del cual un hombre deja todo por un sueño (americano) que lo mantiene vivo y del cual no puede desprenderse. A partir de ésta historia verídica, que marcó un antes y después en la industria minera, la película también habla de la amistad, las traiciones, el amor, la perseverancia y la competencia despiadada del mundo empresarial en una sociedad capitalista. Todo eso acompañado de una buena banda sonora y un ingenioso desenlace. EL PODER DE LA AMBICIÓN Gold. Estados Unidos, 2016. Director: Stephen Gaghan. Guión: Patrick Massett, John Zinman. Intérpretes: Matthew McConaughey, Edgar Ramirez, Bryce Dallas Howard, Corey Stoll, Toby Kebbell, Rachael Taylor, Bruce Greenwood, Stacy Keach, Bill Camp, Joshua Harto, Steve Larese, Catherine Haun, John Pirkis, Shad Adair, Jamie H. Jung. Música: Daniel Pemberton. Fotografía: Robert Elswit. Edición: Douglas Crise y Rick Grayson. Duración: 121 minutos.
La Soñada, de Alejo Domínguez Por Marcela Barbaro La provincia de Córdoba es el escenario elegido para la apertura de la oficina de desarrollo audiovisual que cuenta con el apoyo del INCAA. La Comisión de cine (Film Comission) es un incentivo para las producciones nacionales e internacionales, a través de la cual se ofrece a productores y directores de películas, todo el abanico de servicios de locación, infraestructura y personal que tiene el Valle de Punilla, la Cumbre y Córdoba en general. Podrán filmar en un lugar paradisíaco con las ventajas naturales que propone el lugar desde lo geográfico, lo cultural y lo estético. En ese marco debuta la ópera prima de Alejo Domínguez La soñada con la participación de Romina Richi, Iván González, Cristina Alberó y Bárbara Lombardo. Un drama que narra el proceso depresivo que atraviesa la guionista Victoria Feldman (Ricchi) al no poder escribir ni alcanzar la inspiración. Bajo tratamiento psiquiátrico y en conflicto con su madre (Alberó), ella deberá entregar un guión al productor de cine (Luis Ramírez) con el que trabaja. A pesar de esta falta, él sigue creyendo en ella, y le presta su casa “La soñada” en las afueras de Córdoba para que se inspire. Allí vive Marcos (González) el hijo del productor que se dedica a la actuación amateur y al golf. También está su novia Eva (Lombardo) una joven actriz con la que planifica un espectáculo de performance por Europa. La convivencia no será muy fácil para Victoria, quien deberá lidiar no sólo con las rarezas de la pareja, sino también con sus propios fantasmas y deseos. El inicio propone una narración introspectiva, donde la protagonista está en un proceso de búsqueda, el ritmo es el lento y la voz en off se introduce una y otra vez en las imágenes. El viaje de Victoria la coloca bajo un paisaje imponente que se abre a su alrededor. Los planos generales y las tomas aéreas de las sierras cordobesas, las vuelven tan o más protagonistas que el resto de los personajes. Al llegar, Victoria conoce a Marcos, un Iván González al que nuevamente le explotan su acento español y habla francesa, aunque, convengamos, tampoco aporta mucho más su interpretación. También se vinculará con la enigmática Eva (una fresca y natural Bárbara Lombardo), con quien sentirá una atracción no muy clara. Eva tiene la libertad y la despreocupación que carece Victoria, en eso radica la atracción de quien será su musa inspiradora. La Soñada plantea una historia que se encierra en sí misma y se desorienta, al igual que su protagonista en la escena del laberinto, una trillada metáfora sobre su propia psiquis. La puesta en escena tiene muchos altibajos. Hay cambios abruptos en los puntos de vista, abuso de la voz en off y el reiterado uso de un montaje paralelo “vertiginoso”, donde el tiempo se contrapone a la propuesta del relato, en el cual predominan las acciones mínimas y el ritmo pausado. Al registro de lo real se intercalan escenas oníricas y la representación de la historia que se intenta escribir intentando complejizar el enunciado. Tal vez, a partir de éste primer estreno producido por la Comisión de Cine, que nada tiene que ver con las destacadas realizaciones del llamado “cine cordobés” de Rosendo Ruiz, Rodrigo Guerrero y Mariano Luque; habría que esperar futuras producciones donde se ponga el acento en el cine como arte, y se lo aleje de la mera promoción turística. LA SOÑADA La soñada. Argentina, 2017. Dirección y guion: Alejo Domínguez. Intérpretes: Romina Richi, Iván González, Cristina Alberó, Bárbara Lombardo, Francisco Napoli. Duración: 67 minutos.
El reencuentro, de Martín Provost Por Marcela Barbaro Dos mujeres muy diferentes separadas por el tiempo y la ausencia de un hombre que las vincula. Claire (Catherine Frot) es una partera muy experimentada que ama su trabajo en el hospital. Es soltera, tiene casi cincuenta años y un hijo, Simón, quien pronto será padre. La otra mujer es Beatrice (Catherine Deneuve) quien reaparece luego de treinta años. Ella fue la amante de su padre, cuando Claire tenía trece años, y está sola en el mundo. No trabaja, juega al poker, le encanta el alcohol y la buena vida, el único problema es que está enferma. El reencuentro será clave en el cambio de rumbo que atravesarán sus vidas. Bajo el título local El reencuentro (nombre alternativo del original Sage Femme que en francés significa partera, comadrona) se aborda, nuevamente, el universo femenino tan frecuentado en la filmografía de Martín Provost. Presentada en el Festival de Berlín dentro de la Selección Oficial fuera de Competencia, la nueva película del director de Seraphine (2008) ganadora de siete premios César y Violette (2013) entre otras, parte de la historia de dos mujeres unidas por el vínculo de un hombre que ya no está, pero que ha dejado un hilo afectivo entre ellas. A diferencia de los títulos anteriores, donde las mujeres luchaban por alcanzar una realización personal, las nuevas protagonistas tienen historias más simples sin ese tipo de aspiración. Otra diferencia será el peso de esa figura masculina que, a pesar de no estar, se vuelve presente a lo largo de la película con un protagonismo central que movilizará el avance del núcleo narrativo. El peso del relato se inclina, principalmente, sobre Claire (una gran interpretación de Catherine Frot). La cámara no se aleja de ella, registra su lucha diaria: los nacimientos, las muertes, el refugio de su jardín, su problema de adaptación a los nuevos sistemas de salud, el hijo. En todo momento, hay una mirada cercana y de reconocimiento a su profesión, como bien expresa el realizador: “quería rendir homenaje a las parteras. Una de ellas me salvó la vida: al nacer estuve a punto de morir; buscaron sangre desesperadamente hasta que se supo que la comadrona tenía el mismo Rh que yo y podía darme sangre. Tengo, por tanto, sangre de comadrona por mis venas y eso es algo en lo que pienso a menudo… Dicho lo cual, quería rendir homenaje a la profesión al completo, ir más allá de mi pequeña historia para hacer una gran historia dirigida a todo el mundo.” Los personajes combinan estilos y personalidades muy opuestas que se complementan. Un pasado en común y el presente que las vuelve a unir en otra etapa muy distinta. Ese hecho será un suerte de bisagra en sus vidas que les permitirá saldar lo pendiente. A lo largo de la historia, el binomio vida-muerte será parte de la trama como un ciclo que se relaciona con la profesión de Claire: traer vida al mundo o, por el contrario, con la enfermedad de Beatrice. Al mismo tiempo, la ausencia del padre de Claire se intenta “revivir” mediante fotos, diapositivas y hasta con el parecido físico con Simón. El deseo de continuidad, de permanencia se intenta sostener a través del apego a la vida con acciones que se ejemplifican de distintas maneras. El goce de la libertad, en Beatrice; y la lucha por salvar vidas, en Claire. El realizador francés despliega con soltura y elegancia una puesta en escena correcta desde lo formal y cuidada estéticamente. La iluminación genera los distintos climas anímicos por los que atraviesan los personajes interpretados por actores de gran trayectoria. Deneuve, a pesar de los años, brilla con luz propia junto a la naturalidad interpretativa de Front. La química entre ellas será uno de los mayores logros de la película. La presencia de Oliver Gourmet, en un papel menor, funciona muy bien para descomprimir la tensión entre las protagonistas. El reencuentro tiene un buen comienzo que se debilita a lo largo de sus casi dos horas de duración. La reiteración de escenas, la monotonía discursiva, y el manejo no muy claro del suicidio –un hecho que va en contra de lo que se intenta revindicar-, le restan rédito a las expectativas iniciales. Lejos de estar a la altura de Seraphine o Violette, éste drama realista tienen momentos conmovedores, gran calidad visual y un destacado trabajo actoral. El REENCUENTRO Sage Femme. Francia, 2017. Dirección y guion: Martín Provost. Intérpretes: Catherine Frot, Catherine Deneuve, Olivier Gourmet, Quentin Dolmaire,Mylène Demongeot, Pauline Etienne, Audrey Dana, Marie Paquim. Productor: Olivier Delbosc. Música: Grégoire Hetzel. Fotografía: Yes Cap. Montaje: Albertine Lastera. Duración: 117 minutos.
El candidato, de Daniel Hendler El casco de una lujosa estancia en la Provincia de Buenos Aires es el escenario elegido para desarrollar una historia sobre un hombre que decide salir del closet y dedicarse a la vida política. ¿Cómo se construye el perfil de un candidato? ¿Quiénes están detrás de su campaña? De esas preguntas partirá El candidato, segundo film del actor uruguayo Daniel Hendler (Norberto apenas tarde, 2010), recientemente exhibido en el BAFICI (aquí la entrevista). Una comedia sarcástica que descree de los políticos y del aparato mediático que los crea. Martín Marchand (Diego de Paula) es hijo de un terrateniente que prepara su candidatura política a través de un nuevo partido: NEO. Para hacerlo, contrata a la responsable de una agencia Ana Katz (esposa de Hendler) y sus colaboradores: un grupo de jóvenes expertos en imagen. Instalados en su casa del campo, el grupo de creativos es controlado e investigado por el servil y oscuro mayordomo (José Luis Arias), dado el alto grado de paranoia del candidato. El futuro dirigente no entiende ni sabe nada de política, pero quiere aparentar serlo a través de un arduo trabajo sobre su imagen. Su nuevo partido se opondrá al de su opositora, la habilidosa Eloísa (Verónica Llinás, luciéndose como siempre). Una candidata que financia su padre (a quien no vemos, pero está muy presente sobre el hijo) y del cual intentará desvincularse. Pero en ese camino de desconfianzas y secretos, ¿quién será el verdadero impostor? A lo largo de la película, la crítica de fondo sobre los manejos e intereses detrás de la política, se matiza con personajes pintorescos y escenas que rozan el humor absurdo, bien al estilo actoral de Alan Sabbagh (que se ocupa de manejar las redes sociales de Marchand) y del mismísimo Hendler. Algo similar sucede con el ritmo narrativo, que si bien es ágil no es del todo parejo. El peso de la trama recae en el grupo heterogéneo que rodea al candidato, entre ellos Matías Singer (su hermano y encargado de la banda sonora), pero la intriga que rodea el desarrollo de la historia no resulta muy sólida para el avance narrativo. Si todo lo sólido se desvanece en el aire, basta ver a Marchand pendiente de emular a una estrella de Hollywood, obsesionarse con un pájaro como símbolo de campaña y aportar una idea para el spot publicitario: prohibir a los perros rottweiler salir a la calle. Más allá de toda parodia y del manejo de estereotipos, El candidato escapa a cualquier clasificación de género y Hendler demuestra una gran libertad en la puesta en escena. Con un gran elenco, al que se incluye César Troncoso, Roberto Suárez y Fernando Amaral, la película busca ridiculizar y exponer el esnobismo, la simplicidad y la hipocrecía de quienes deciden dedicarse “al bien público”, nada más cercano a la moda de despolitización que intenta imponerse en el mundo. EL CANDIDATO El candidato. Uruguay/Argentina, 2017. Dirección y guion: Daniel Hendler. Intérpretes: Diego De Paula, Matías Singer, Ana Katz, Alan Sabbagh, Verónica Llinás, Cesar Troncoso; Fernando Amaral, José Luis Arias, Roberto Suárez. Producción: Micaela Solé, Daniel Hendler, Pablo Udenio, Hernán Guerschuny, Daniel Burman. Dirección De Fotografía: Lucio Bonelli /Sonido: Daniel Yafalián. Edición: Andrés Tambornino. Dirección De Arte: Mariana Pereira. Duración: 83 minutos.
Fin de semana, de Moroco Colman Tras su estreno mundial en la sección Nuevos Directores del Festival de San Sebastián y recientemente exhibida en la 19ª Edición del Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente –BAFICI 2017, Fin de semana, ópera prima de Moroco Colman se estrena en la cartelera comercial. Proveniente del llamado “nuevo cine cordobés”, la propuesta ahonda en un drama intimista sobre la dificultad de los vínculos y las pérdidas con un interesante tratamiento formal. Carla (una versátil María Ucedo) regresa a Córdoba, después de un largo tiempo, para visitar a Martina (Sofía Lanaro, toda una revelación) quien perdió a un ser muy cercano a sus afectos. No sabemos cuál es el vínculo ente ellas, pero el recibimiento es frío y distante, nadie dice lo que verdaderamente pasa y la tensión aumenta. Martina oculta, hasta donde pueda, una relación clandestina con Diego (Lisandro Rodríguez), con quien mantiene encuentros de sexo duro. Carla se da cuenta de esa relación enfermiza e intentará protegerla alejándola de él. A medida que el tiempo transcurre, ambas esclarecerán su relación. Con un buen manejo de la tensión y de lo no dicho, el relato omnisciente procura dosificar la información al espectador, quien deberá ir hilvanando los hechos. Así como no dice y trabaja sobre lo latente, Colman lo expresará a través de las imágenes. Las escenas de sexo explícito son un claro ejemplo de esa dicotomía. Hay una mirada natural sobre el sexo, el uso del cuerpo y la libido como una función catártica. En Carla, angustiada por el rechazo y ninguneo que siente, la vemos pasada de alcohol disfrutando de un trío junto a un amigo (Jean Pierre Noher) y una chica que recién conoce. En Martina, una joven hermética, rebelde y enojada con el mundo, le gusta someterse a una relación sadomasoquista con Diego, revelando una faceta interior opuesta a cómo se muestra. Sin embargo, será a partir de esas acciones, donde ambas descubrirán tanto sus debilidades como los lazos que las unen. El tratamiento sobre la luz y la fotografía da cuenta de la experiencia compositiva que maneja Colman, siendo arquitecto. Sobre eso: “Quise poner un acento en la búsqueda de “cómo” contar la película, comenta el realizador. Para eso dividí una historia lineal que transcurre en un fin de semana en tres partes o bloques, y doté a cada bloque de una estética (trabaje con tres directores de fotografía), ratios, montaje y sonido muy diferentes entre sí. La trama no va al pasado ni al futuro, y no hay flashbacks. Todo transcurre en tres días linealmente, pero formalmente va cambiando mientras pasan los minutos. El riesgo era cómo hacer para que partes tan distintas tengan unidad y no quede un todo fraccionado en tres”. A esa fusión entre fondo y forma, se suman buenas interpretaciones, entre las que se agrega al elenco, la actriz Eva Bianco, intentado balancear el destrato hacia Carla. Fin de semana supera cierto tratamiento puritano del cine nacional en relación al cuerpo y al sexo, y en su afán por mantener las sutilezas y lo no dicho, tropieza con un desenlace algo abrupto y premeditado, que no le resta mayor mérito a un buen debut. FIN DE SEMANA Fin de semana. Argentina, 2016. Dirección: Moroco Colman. Guión: Moroco Colman, Andrea Gigena, Sofía Castells. Intérpretes: María Ucedo, Sofía Lanaro, Lisandro Rodríguez, Eva Bianco, Jean Pierre Noher, Jessica Kloner, Roberto Videla, Magdalena Combes Tillard. Producción: Sofía Castells, Moroco Colman. Duración: 74 minutos.
SÍNTOMA DEL SIGLO XXI Entre los trastornos psicológicos “de moda”, el ataque de pánico responde a sintomatologías generadas e inducidas, en gran medida, por la cultura del miedo. Un miedo, a casi todo, que es fomentado a diario por los medios de comunicación y expandido gracias a la globalización. Sociedades conectadas, en constante movimiento y con un alto nivel de competencia generan que, un alto porcentaje de la población, padezca ésta problemática. Entre ellos, el realizador Ernesto Ardito (aquí la entrevista), fue víctima de ataques de pánico, razón que lo llevó a investigar y realizar un documental que alerte a otros sobre un tema, relativamente nuevo, y del que poco se sabe. Desde el fondo negro de la pantalla, el audio de voces de provenientes de un noticiero trasmiten pánico. ¿A qué? ¿A quiénes? Ese clima de paranoia da lugar a los dramáticos testimonios de tres pacientes que sufrieron ataques de pánico. Sus experiencias se enfatizan a través de imágenes que recrean los hechos o que, simplemente, simbolizan su proceso. La música de fondo logra sumar tensión y densidad a las vivencias. No vemos sus caras, los oímos mientras el montaje oscila entre la vorágine de tomas urbanas y planos fijos contemplativos. Ardito guía el relato con una voz en off y toma las herramientas cinematográficas para manipular la imagen y el tiempo a través de una retórica discursiva que no descuida la estética visual. A los testimonios, se suman distintos reportajes a varios especialistas, como los doctores Facundo Manes, Daniel Bogiaizian, Rafael Kichic y la licenciada Cinthia Bellencin, a través de los cuales se va tejiendo un panorama interdisciplinario entre neurología, psicología y sociología, que da respuesta al avance creciente y silencioso de ésta problemática. En busca de explorar las causas, el realizador hace un repaso superficial por los hechos políticos y sociales más traumáticos que atravesó nuestro país, como la dictadura del 76 o la crisis del 2001, a fin de dar cuenta del impacto que tuvo sobre la psiquis y los sentimientos de vulnerabilidad y temor que despertaron en mucha gente. La desaparición, la muerte, y el abandono ante situaciones que no se pueden controlar despierta inestabilidad y fallas en el sistema de alerta, explica el realizador. Ataque de Pánico, reúne nuevamente a Ernesto Ardito con Virna Molina, con quien co dirigió el multipremiado documental Raymundo, sobre la vida de Raymundo Glazer; Corazón de fábrica, Nazión, entre otros. En ésta oportunidad, apela a generar una mayor conciencia sobre los efectos provenientes del neoliberalismo a fin de modificar hábitos y estilos de vida alejados a la inmediatez de los hechos y la comunicación. Filmada en Buenos Aires, Bariloche, Paris y Nueva York, la película se mete de lleno en un tema muy profundo, con muchas capas y varias aristas. El abordaje de sus múltiples causas, llevan al realizador a abarcar un espectro de investigación demasiado amplio para los setenta y seis minutos que dura el documental. Esa urgencia del relato se manifiesta en su afán por contarlo todo sin mediar detalle. Bien intencionada, Ataque de Pánico permite conocer, visibilizar y tratar de prevenir los síntomas de un trastorno invisible y, cada vez, más frecuente en nuestra sociedad. ATAQUE DE PÁNICO Ataque de pánico, Argentina, 2015. Dirección: Ernesto Ardito. Productor: Ernesto Ardito y Virna Molina. Investigación y guion: Ernesto Ardito/ Cámara: Ernesto Ardito y Virna Molina. Sonido y montaje: Ernesto Ardito. Gráfica: Virna Molina. Música original: Ernesto Ardito. Duración: 76 minutos.
CINE Y DANZA. UN LENGUAJE EN COMÚN El cine y la danza comparten el ritmo y el movimiento, cualidades que se potencian a través de la música y del desarrollo de historias donde priman las coreografías y el lenguaje corporal como expresión artística. Una combinación, que ya el teórico italiano Ricciotto Canudo supo reconocer en su Manifiesto del Séptimo Arte publicado en 1911. Esa fusión entre la danza, la música y el cine fue tomada por el director y coreógrafo francés Angelin Preljocaj junto a su esposa y guionista, Valérie M Müller para realizar Polina, danser sa vie (2015), presentada en el Festival de Venecia y recientemente, en Pantalla Pinamar. Polina (Nastya Shevtsova) es una niña rusa con un gran potencial para la danza. Desde pequeña, entrena con uno de los maestros más reconocidos y exigentes de Moscú, Bojinski (Aleksei Guskov) con la aspiración de llegar a ser una gran bailarina e integrar el reconocido ballet del Teatro Bolshoi. Sus padres acompañan con esfuerzo y dedicación la carrera de su hija, a quien no pueden ocultarle sus preocupaciones económicas. A llegar a la adolescencia, se enamora de un bailarín francés Adrien (Niels Schneider), deja atrás el Bolshoi y viaja a París. Allí, se deslumbra con la danza contemporánea a cargo de la apasionada coreógrafa Lira (Juliete Binoche) que le ofrece un giro distinto a su carrera, el cual terminará de definirse en Bélgica, donde conocerá el arte de la improvisación de la mano de Karl (Jérèmie Bèlingrand). Adaptación del cómic homónimo de Bastien Vivès, el guión habla de la búsqueda personal de una joven bailarina en relación a su destino. “Luego de leer el libro, comenta Preljocaj, lo que me interesó fue el camino que ella tomó. Cómo las fragilidades y las debilidades de una persona pueden eventualmente ser un trampolín para la creatividad y el éxito. Desde que comencé a bailar, he visto toneladas de bailarines. Algunos muy talentosos, otros menos. Y resulta que no siempre son los más talentosos quienes consiguen llevar adelante una carrera. Algunos son asombrosos y luego se queman repentinamente – eso le sucede tanto a bailarines como a coreógrafos. Es una especie de longevidad, obstinación y resistencia que le da a ciertos artistas su poder”. Las imágenes de Polina, danser sa vie tienen pocos puntos en común con films donde el tema central gira en torno a la danza como Billy Elliot (2000), The Company (2003) o El Cisne Negro (2010), porque el énfasis está dado en cómo el factor emocional y las vivencias personales forjan y delinean el perfil de una artista, alguien que supo romper las reglas y los mandatos familiares hasta encontrarse consigo misma. Ella dice con el cuerpo lo que no puede expresar en palabras. Desde lo formal, la puesta en escena explora y utiliza herramientas cinematográficas, principalmente el trabajo de cámara y el montaje, para componer las escenas de baile y coreografías. Los planos exaltan el lenguaje corporal desde distintos encuadres y movimientos de cámara en sincronía con la música y el juego de luces y sombras. Una coreografía audiovisual con momentos de gran lirismo que denota la experiencia profesional de Angelin Preljocaj siendo bailarín y dueño de una de las academias de ballet más reconocida de toda Francia. La historia de Polina (muy bien interpretada por la actriz y bailarina Nastya Shevtsova) se prolonga innecesariamente ante la necesidad narrativa de explicarlo todo. Y para hacerlo, utiliza contrastes y estereotipos: del clima rígido en la escuela de danzas en Moscú, expuesta bajo una iluminación dura, fría y despojada se pasa a un luminoso, moderno y descontracturado ambiente parisino. De esa manera, resulta esperable la exigencia y dureza del ruso Bojinski obsesionado con la técnica y las horas de ensayo, contrariamente a la soltura de Liria, quien intentará acercarla a sus sentimientos: “un artista debe saber mirar el mundo a su alrededor, le dice. Mi obra habla siempre de lo mismo, se mueve detrás de alguien que perdí y extraño”. Palabras que funcionarán como un hilo conductor hacia el final del relato. El cuidado estético de las imágenes, el uso de metáforas visuales, como cuando ella imagina el caminar de la gente en la calle confundiéndose con pasos de baile, o la reiteración de la escena del bosque nevando junto a con su padre, hablan de una propuesta que, a pesar de ciertos matices y clishés, supo combinar y potenciar dos artes unidos por un lenguaje en común. POLINA Polina, danser sa vie. Francia, 2015. Dirección: Angelin Preljocaj y Valérie Müller. Guión: Valerie Müller, según el comic-book de Bastien Vivés. Intérpretes: Juliette Binoche, Niels Schneider, Miglen Mirtchev, Aleksey Guskov, Marie Kovacs,Nastya Shevtzoda, Jeremie Belingard, Lada St Arroman. Fotografía: Georges Lechaptois/ Montaje: Fabrice Rouad, Guillaume Saignol/ Música: 79D. Duración: 112 minutos.