Emma, de Juan Pablo Martínez Por Marcela Barbaro La nueva película de Juan Pablo Martínez realizador de Luna en Leo (2003) o Desmadre (2012) codirigida con Jazmin Stuart) entre otras, se diferencia de sus trabajos anteriores al partir de un guion propio, en el que apuesta a narrar una historia desde la capacidad descriptiva de las imágenes y la puesta en escena, prescindiendo, casi por completo, de los diálogos. Las primeras imágenes son las de Juan (Germán Palacios), respirando con dificultad el aire que no le alcanza. Trabaja en la mina de carbón de Río Turbio. Es un hombre de mediana edad, solitario, hermético y con una salud endeble a causa del trabajo. Vive de forma austera en una casa pequeña y apartada. De regreso a su hogar, en medio del paisaje yermo de la Patagonia Argentina, se cruzará accidentalmente con Anna (Sofía Rangone), una mujer joven y abatida por la desaparición misteriosa de su esposo, un alto empresario de la minería donde trabaja Juan. Ambos viven aislados. Están y se saben solos en el mundo. A su manera, comienzan un vínculo afectivo que les cambiará su realidad anodina, sin mediar palabra. En Emma las acciones son mínimas, el silencio de las imágenes da lugar al diálogo gestual y corporal de los protagonistas: dos seres introspectivos que comienzan a compartir su tiempo y espacio. Se ayudan desde el afecto y la solidaridad. El tono intimista del relato atravesará una historia que avanza muy lentamente, predominando los interiores oprimidos ante la fragilidad de esos seres. La película se divide en tres locaciones diferentes, a través de las cuales el realizador propone distintos tonos en la fotografía, el vestuario y la ambientación para describir los cambios emocionales que atraviesan los personajes, principalmente, Anna. Un recurso necesario ante la falta de palabras, que no deja de resultar algo sorprendente y desconcertante en relación a la densidad dramática que se venía sosteniendo. El giro más hacia el final, resulta algo más placentero. Después de ser exhibida en diferentes festivales, fue premiada como Mejor película en el New Jersey International Film Festival 2017 (New Jersey, EEUU). Y su protagonista, Sofía Rangone fue elegida Mejor Actriz en el Nice International Film Festival 2017 (Niza, Francia), quien realizó un destacado trabajo junto a Germán Palacios. La exigencia de Martínez por querer narrar apartándose de los diálogos, casi como un ejercicio experimental, no logra generar el lirismo y la complejidad visual a la que apunta todo el tiempo. Emma necesita decir algo más. EMMA Emma. Argentina/España, 2017. Guión y dirección: Juan Pablo Martínez. Intérpretes: Germán Palacios, Sofía Rangone, Jazmín Stuart y Ezequiel Díaz. Fotografía: Adrián Lorenzo. Música: Federico Travi. Edición: Javier Favot. Dirección de arte: Valentina Dariomerlo. Sonido: José Caldararo. Distribuidora: Primer Plano. Duración: 76 minutos.
La ley de la jungla, de Antonin Peretjatko Por Marcela Barbaro La arrogancia francesa les permite a algunos cineastas reírse de su característica más reconocida y hacer una autocrítica de su poder colonialista, como en la Guayana Francesa, tomada como territorio desde el siglo XVII. Esto es lo que propone la película del francés Antonin Peretjatko con La ley de la jungla, presentada en el BAFICI 2017 y protagonizada por Vincent Macaigne y Vimala Pons. La pareja de actores con los que trabajó en la comedia La chica del 14 de julio (La fille du 14 juillet, 2013), exhibida en el BAFICI 14. El argumento es simple: Marc Châtaigne, interpretado por un desalineado Vincent Macaigne, es un empleado del Ministerio de Normas que, a través de una pasantía, es enviado por su jefe a la Guayana francesa para implementar la primera pista de esquí amazónica con nieve artificial, con el objetivo de demostrar el poderío europeo no sólo en el lugar sino también en Sudamérica. Allí, comienza un viaje atravesado por una infinidad de incontingencias que lo harán conocer a la guía de la Oficina Forestal, llamada Tarzán (Vimala Pons) y a su jefe local, un chanta burócrata que no le resuelve nada. En La fille du 14 juillet, Peretjacko dio cuenta de su tono satírico, del uso del absurdo algo exagerado, sobre la realidad francesa y la crisis europea a través de un grupo jóvenes que emprenden un viaje hasta la Costa Azul. Es más, había situaciones que remitían (salvando las distancias) al cine de Jacques Tati. En La Ley de la selva retoma algunos de esos temas de fondo (crítica social y política), donde mantiene un estilo similar en la puesta en escena, pero lo hace a través de una historia donde el tono que impera es mucho más anárquico, en todo sentido. La acumulación de gags y las situaciones delirantes, como la persecución de un fiscal impositivo que lo confunde con un evasor fallecido o la pelea con los caníbales en medio de una selva asfixiante, conducen al relato a una vorágine de hechos concatenados y excesivos, con algunas escenas de humor logradas, pero no más que eso. En las antípodas del estilo de Francis Veber (La cena de los idiotas, El placard, etc.) y lejos del maestro Tati, la película intenta sostenerse desde de un guion, coescrito junto a Frédéric Ciriez, que apunta su mirada crítica hacia el espíritu colonialista, que siguen manteniendo muchos franceses, aún importándoles poco y nada el destino de la Guayana. Todo sea pour la gallerie. LA LEY DE LA JUNGLA La loi de la jungle. Francia, 2016. Dirección: Antonin Peretjatko. Guión: Antonin Peretjatko, Frédéric Ciriez. Intérpretes: Vincent Macaigne, Vimala Pons, Mathieu Amalric, Pascal Légitimus, Rodolphe Pauly, Jean-Luc Bideau, Fred Tousch. Producción: Alice Girard. Distribuidora: Mirada. Duración: 99 minutos.
Hotel infierno, de Marcos Palmieri Por Marcela Barbaro Luego de su paso por el Festival Buenos Aires Rojo Sangre (2016), y el Mórbido Film Fest (México), llega al circuito comercial Hotel infierno, ópera prima de Marcos Palmieri, tras un arduo esfuerzo de producción independiente. La película comienza con la una pareja que se traslada en auto en medio de una tormenta. Desorientados y con poca nafta, buscan refugio en un hotel en medio de la ruta. Allí, los recibe una extraña mujer ultra religiosa llamada Remedios (bien interpretada por María Alejandra Figueroa) que les brinda alojamiento. En el lugar viven dos adolescentes mellizos y su esposo, un jardinero encargado del mantenimiento. Paralelamente, los mellizos, que fueron adoptados al nacer, indagan sobre el pasado de sus padres en una sesión de espiritismo al que se suman un matrimonio que también llegan al lugar. Las sesiones irán revelando el destino trágico de sus padres dentro del hotel. El desafío será tratar de escapar. Filmada en la localidad de Burzaco, provincia de Buenos Aires, la mayor parte de la película se rueda en los interiores del hotel. La locación era una casona de fin de semana que usaba el por entonces presidente Julio Argentino Roca, y que en la actualidad es propiedad del Municipio. De estilo inglés, con ventanas de vitraux, pisos moriscos y escaleras de madera, el hotel funciona como un protagonista más de la película. La estética del lugar le aporta a las escenas un aura de misterio que favorece la historia y el clima opresivo que se genera por momentos. El miedo como amenaza está adentro, en ese interior donde convive la vida y la muerte, al igual que en el cuerpo de Remedios. Hotel infierno recurre a la mayoría de los tópicos y clisés del cine de suspenso-terror, principalmente en el uso de la banda sonora y el montaje, para desarrollar un relato que presenta dificultades resolutivas. Hay un exceso de recursos estilísticos y de acciones que le juegan en contra a la hora de definir los nudos de la trama. Si bien el realizador logra un giro interesante hacia el final, las actuaciones algo forzadas le restan la fluidez necesaria que requiere toda película de género. HOTEL INFIERNO Hotel infierno. Argentina, 2015. Director y guion: Marcos Palmieri. Intérpretes: Ximena Fassi, Laura Angrisani, Martín Benedettelli, Melisa Fernández, Lucía Guzman, Julio Luparello, Diego Sampayo, Laura Pezzi. Fotografía: Lucia Sokolsky Vazquez. Duración: 85 minutos.
Los sentidos, de Marcelo Burd Por Marcela Barbaro Sin educación, en balde es cansarse, nunca seremos más que lo que desgraciadamente somos”, decía Manuel Belgrano a inicios del siglo XIX y en pleno proceso de emancipación. Transcurrieron doscientos años, y aún vemos en una escuela rural de la puna salteña, a dos maestros con muy pocos recursos económicos ocuparse de educar, alimentar y cuidar la salud de 45 chicos. La motivación e incentivo que dan a los alumnos, dio origen a Los sentidos, tercera película del Marcelo Burd y la primera en solitario, luego de Habitación disponible (2004), codirigida con Eva Poncet y Diego Gachassin y El tiempo encontrado (2014), también codirigida con Eva Poncet. Luego de su paso por números festivales, obtuvo el Premio Especial de Jurado en el 14th Internacional Ethno Film Festival The Heart of Slavonia en Croacia. En nuestro país, recibió la Mención Especial en la Competencia Latinoamericana en el 17 Festival Internacional de Derechos Humanos; el Premio Mejor Documental en el 6º Festival de Cine Nacional Leonardo Favio; Premio Mejor Largometraje en el Festival Nacional Luz del Desierto, Argentina, y el Premio DOCA al Mejor Documental Argentino en el Festival de Cine de Santiago del Estero. La películal transcurre en la localidad de Olacapato, un humilde y pequeño pueblo enmarcado en una zona semidesértica del norte argentino. Allí, la cámara observa la cotidianeidad del colegio, se introduce en las aulas, en el recreo, en la cocina y vemos el esfuerzo diarios del matrimonio de maestros y de la cocinera hacia esos chicos de diferentes edades. Desde armar un programa de radio, hacer un cohete en base a la teoría de newton, o contar historias, la película subraya ese hallazgo en relación a la importancia del estímulo y dedicación educativa. Alrededor de la escuela, las puertas de las casas se abren para captar el ritmo diario, los diálogos entre padres e hijos y participar de las costumbres propias de la región, también de sus deseos. Sin ningún tipo de intervención y con una gran austeridad en la puesta en escena, Marcelo Burd observa con la distancia justa, un escenario donde pasa poco y se necesita mucho. Allí, los días se parecen y sus habitantes esperan la llegada del tren para que haya otra atracción. Si bien el documental hace foco en el tema educativo, dando cuenta del esfuerzo y el sentido de vocación de los docentes, también se remarcan otros temas: Las carencias económicas, la falta de recursos, los deseos de los padres por brindar un porvenir a sus hijos, y la explotación laboral de la empresa minera que se instaló allí contaminando la zona y llevándose el oro y la plata de los lugareños. Los sentidos se nutre del tema que transmite con gran sensibilidad y sencillez desde lo formal. Las imágenes captan el paisaje e integran a sus protagonistas como una extensión más de esa tierra olvidada. Una dosis de hiperrealismo que da cuenta de todo lo que aún falta por hacer. LOS SENTIDOS Los sentidos. Argentina, 2015. Dirección y guion: Marcelo Burd. Intérpretes: Salomón Ordoñez, Sixta Casimiro, Rosa Choque, Florinda Nievas, Victoria Ramos y Florinda Nieva. Director de fotografía y cámara: Diego Gachassin. Montaje: Valeria Racioppi. Diseño de Producción: Aníbal Garisto. Sonido: Fernando Vega y Hernán Gerard. Posproducción de imagen: Julián Giulianelli y Gustavo Biazzi. Duración: 72 minutos.
Sinfonía en abril, de Teresa Saporiti y Claudio Remedi Por Marcela Barbaro El 24 de abril de 1915 fue la fecha que da comienzo al genocidio armenio en manos del Imperio Otomano, (hoy, Turquía) dejando un saldo de 1.500.00 víctimas. Los sobrevivientes lograron exiliarse en distintos países como la Argentina. Actualmente, hay Estados que siguen negando lo sucedido. A partir de la conmemoración de los 100 años del genocidio que, aún sigue impune, en la ciudad de Ereván, la capital de Armenia como en Buenos Aires, las comunidades se preparan para las ceremonias en honor a las víctimas. Los realizadores Teresa Saporiti y Claudio Remedi, representantes del grupo de Boedo films, toman éste hecho histórico y unen ambas ciudades conectadas desde el dolor y las pérdidas. Sinfonía en abril, es un documental de observación que hace énfasis en la importancia de la memoria y donde se renueva el reclamo de justicia. El proyecto registra en forma paralela los preparativos de los homenajes en ambas capitales durante el mes de abril de 2015 y culmina con la conmemoración del 24 de ese mes. Mientras en Ereván se prepara una manifestación que recorrerá las calles hasta el memorial para llevar sus flores y ofrendas. Los carteles en las calles recuerdan el genocidio. Y una restauradora reconstruye minuciosamente un antiguo libro con la historia de su país. Simultáneamente, en Buenos Aires, un coro ensaya en la iglesia canciones de homenaje, se preparan danzas típicas, se realiza una campaña de donación de sangre bajo el lema “donemos vida. 100 dadores por 100 años”, y también se recuerda a los armenios desaparecidos por la dictadura cívico militar a 39 años del golpe. Entre la fluidez de las imágenes hilvanando los acontecimientos, se intercala el recorrido de una mujer que camina descalza por Armenia como reconstruyendo el éxodo y uniendo el pasado con el presente. Los archivos con fotos de la masacre, las filmaciones de época y un breve audio sobre lo acontecido, terminan de definir y darle forma al relato. El documental de observación registra los hechos que suceden delante de su cámara en tiempo real sin ficcionalizarlos, ni hacer que sucedan; se capta el movimiento, la tensión de los rostros, y se vuelve partícipe- testigo de los acontecimientos, a los que invita al espectador como una suerte de voyeurista. Los realizadores Saporiti y Remedi trabajaron muy bien la retórica discursiva, a partir del cuidado en la estética visual, del uso del sonido y la edición. Tras su pre estreno en la Muestra DOCA, la película responde al espíritu del grupo de Boedo films, un colectivo de realizadores que, desde 1992, se muestran comprometidos con la realidad y la historia a través su producción documental (Fantasmas en la Patagonia, Agua de Fuego, Esma, La historia invisible, Nelly Omar Cantora Nacional), y de algunos filmes de ficción como La ilusión de Noemí de Claudio Remedi. Sinfonía en abril no abunda en detalles informativos, ni cuenta las causas del genocidio, como si diera por hecho que el tema ya se conoce previamente. Más bien, apela a lo sensorial, utiliza lo metafórico (en relación a esa mujer que vemos durante todo el documental), y une la memoria con lo vivo, como cuando se escuchan los latidos de un corazón o en la escena de las campanadas, donde el sonido de múltiples iglesias se multiplica en honor a los mártires. Esa es la sinfonía que intenta desdibujar las fronteras entre Everán y Buenos Aires para dar mayor visibilidad al primer genocidio del siglo XX. SINFONÍA EN ABRIL Sinfonía en abril, de Argentina, 2017. Dirección: Teresa Saporiti y Claudio Remedi. Cámara: Lucas Martelli, Claudio Remedi. Diseño de Sonido: Horacio Almada. Duración: 70 minutos.
El Puto Inolvidable: Vida de Carlos Jáuregui, de Lucas Santa Ana Por Marcela Barbaro En un país con sobradas muestras de intolerancia frente a ideas o comportamientos diferentes, que recién salía de la peor dictadura (1976-1983) y con una democracia incipiente en manos del presidente Raúl Alfonsín (1983); la esperanza de una generación reprimida, silenciada y perseguida por su inclinación sexual, supo ser traducida por alguien clave que aprovechó el contexto histórico para rebelarse a tantos maltratos y discriminación policial que padecía todo puto, lesbiana o travesti que anduviese por ahí. Poner el cuerpo y ser la voz de muchos otros, visibilizarlos como nunca antes. Dar la vida por una causa donde el ideal sea la libertad. Ese cuerpo y esa voz fueron las de Carlos Jáuregui (1957-1996), activista y militante por los derechos de la comunidad gay argentina, y las que dieron sentido al documental de Lucas Santa Ana (Como una novia sin sexo), con un título muy nuestro: El puto inolvidable. La vida de Carlos Jáuregui. La película tuvo su premiere mundial en la selección oficial del Festival Asterisco 2016 y un vasto recorrido por distintos festivales (LesGaiCineMad, MiFo, OutFest Perú, El Lugar sin Límites y Mig Género, entre otros), reconstruyendo la transformación de un hombre, oriundo de La Plata, que pasó de ser profesor de historia a Primer Presidente de la Comunidad Homosexual Argentina (CHA) en 1984, y cómo su lucha logró modificar los derechos civiles de sus integrantes. El tema tiene peso y valor por sí mismo, al que se suma el perfil del líder del movimiento como fue Jáuregui. Ante ese desafío, el realizador construye un documental de formato clásico, rítmico y cronológico que da cuenta de la vida y obra de su protagonista bajo la conducción del periodista e integrante de la CHA, Gustavo Pecoraro. A través de entrevistas con amigos y compañeros de lucha, imágenes de archivo y diversos audios, el documental combina el aspecto biográfico con el histórico, principalmente en relación a los resultados del activismo. Uno de los principales logros, fue la creación de una nueva jurisprudencia que defienda y contemple los derechos civiles de todos los gays. Otros de los temas trabajados con sensibilidad y respeto fue la aparición del flagelo del HIV/SIDA en el 85, la falta de información sobre el tema, la muerte de muchos homosexuales, el enfrentamiento con la iglesia, la creación de la asociación Gays DC, y la primera marcha del orgullo gay (1992) por las calles de Buenos Aires. Todos esos factores sentaron precedentes para posibilitar que, hoy, exista legalmente el matrimonio igualitario, entre otras cosas. “En el origen de nuestra lucha está el deseo de todas las libertades” decía Jáuregui. Un deseo que pudo cumplir, y que hoy puede leerse en una Plaza que lleva su nombre o en una estación de subte donde está su imagen. La trascendencia que alcanzó y el legado social que supo construir permitió que el “orgullo” flamee visible en una bandera de colores. EL PUTO INOLVIDABLE. VIDA DE CARLOS JÁUREGUI El puto inolvidable. Vida de Carlos Jáuregui. Argentina, 2016. Dirección: Lucas Santa Ana. Guion: Gustavo Pecoraro, Lucas Santa Ana. Dirección de Fotografía: Pablo Galarza / Montaje: Martín Senderowicz, Lucas Santa Ana / Dirección de Sonido: Mariano Fernández / Música: Karen Bennett. Entrevistados: César Cigliutti, Ilse Fuskova, José Chaya, Marcelo Ferreyra, Alejandro Modarelli, Luis Biglié, Kado Kotzer, Martin de Grazia, Marcelo Feldman, Pastor Roberto González, Alejandra Sardá, Mabel Bellucci, Zelmar Acevedo, entre otros. Duración: 84 minutos.
Bepo, de Marcelo Gálvez Por Marcela Barbaro Los Dioses compartimos un terrible secreto, los hombres son libres y no lo saben”, Jean Paul Sarte. La frase da inicio a la segunda película de Marcelo Galvez (Cipriano, yo hice el 17 de octubre, 2011), basada en el libro “Bepo: vida secreta de un linyera” de Hugo Nario, donde narra las vivencias de José Américo “Bepo” Ghezzi, un personaje real, oriundo de Tandil, cuyas ideas libertarias lo condujeron hacia una vida nómade, solitaria y despojada de todo lo material. Su felicidad radicaba en sentirse dueño de su propia libertad. Situada en 1935, el contexto histórico remite al período de la década infame en la Argentina, disputada en manos de la Concordancia. Un panorama de grandes cambios a nivel político, económico y social que repercutían en el desarrollo y las formas de vida. Paralelamente, la gran influencia de migración europea a nuestro país, impuso ideas anarquistas a la clase obrera que no sentía reconocidos sus derechos. El trabajo migraba a las ciudades y en el campo los hombres eran explotados y mal remunerados. Ese espíritu de época logra reflejarse –no en su totalidad- tanto en Bepo (Luciano Guglielmino) como en sus compañeros, con quienes viaja libremente en los trenes por todo el país. Esos trenes en movimiento traducen la inquietud de espíritu de un hombre que no resiste ataduras, que (sobre)vive bajo sus propias reglas, vagando y en una búsqueda permanente. Hay una insatisfacción latente en su rostro, en los gestos, como el de aquel que no se siente cómodo en ningún lado, o que no termina de encajar en la época que le tocó. La historia de un idealista, para algunos, o de un vago, para otros. Cada uno de los personajes forma parte del ambiente rural pampeano, están insertos a través de planos generales y acompañados del sonido ambiente de pájaros o viejas locomotoras. Es difícil disociarlos. La cámara oscila entre la contemplación y el seguimiento, mientras los buscavidas transitan entre los trenes de carga, las changas, y alguna que otra mujer. Una puesta en escena simple, desde lo formal, a través de un relato donde pasa poco, porque lo que se inscribe es, simplemente, el devenir. Rodada en doce pueblos de la provincia de Buenos Aires, la película formó parte de la sección Panorama de Cine Argentino del 31° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. Marcelo Galvez apuesta a una suerte de road movie, cautivado por la personalidad de José Américo “Bepo” Ghezzi, donde “Cada cual es artífice de su propia aventura”, como dice el protagonista. Un lema que sobrevuela la película de principio a fin. BEPO Bepo. Argentina, 2016. Dirección y guión: Marcelo Gálvez. Intérpretes: Luciano Guglielmino, Edgardo Desimone, José Luis González Prieto, Néstor Gianotti, Victoria Parada, Ana Clara Schauffele, Paola Tzivelecon, Diego Aroza, Alejandro Aguirrebent. Montaje: Alberto Ponce (SAE). Dirección de Fotografía y Cámara: Martín Bastida, Marcelo Galvez. Sonido: Directo Lucrecia Bonetto. Duración: 75 minutos.
50 primaveras, de Blandine Lenoir Por Marcela Barbaro Cómo seguir siendo útil para los demás cuando a travesamos una crisis? Una pregunta que se inscribe en la cotidianeidad de Aurora, la protagonista de 50 Primaveras, una comedia dramática sobre una mujer de cincuenta años que sufre los cambios de una etapa complicada. Ella está separada con dos hijas grandes, tiene un empleo inestable y será abuela próximamente. A esto se suma los cambios corporales por la menopausia y el reencuentro con un amor del pasado que terminan de revolucionar su sistema hormonal. Luego de Zou Zou (2014), la directora y actriz Blandine Lenoir, quien actúo en la película Carne (1991) y Solo contra todos (1998) de Gaspar Noé, vuelve a retomar temas pertenecientes al universo femenino, para dar cuenta de la dificultad diaria que enfrentan muchas mujeres. Vi que en el cine había una carencia en este sentido, comenta la realizadora. Las películas no reflejan a las mujeres reales de cincuenta años que yo veía a mí alrededor. Mujeres normales que tienen amigas, que buscan trabajo, que buscan el amor, que salen a tomar una cerveza, simplemente quería mostrar eso”. Para el papel de Aurora (título original de la película) nada mejor que la multifacética y versátil Agnès Jaoui (Como una imagen, Un cuento francés, El gusto de los otros, etc.) en un personaje hecho a su medida. La directora supo potenciar el lenguaje corporal de una actriz que reconstruye su personaje a lo largo de la historia con distintos matices y a través de distintas etapas: desde los gags cómicos en las escenas con las puertas automáticas que no se abren, o las dramáticas al enfrentar el nido vacío y la soledad. Junto a la protagonista, el resto del elenco de actrices reflejan la solidaridad femenina que se genera en cada una de las instancias que atraviesan. En ese punto, la mirada de la realizadora se inscribe en un registro cercano y empático con la problemática de Aurora a través de un discurso orientado al feminismo. Bajo esa premisa, los personajes masculinos, además de ser pocos, están vistos como problemáticos, indecisos, débiles y machistas. Se muestran hasta casi innecesarios, frente a la solidez de los vínculos que ellas construyen. Las imágenes de las cuatro mujeres sobre la cama mientras se abrazan o el baile con sus hijas en el comedor, ejemplifican esa comunión de género. 50 primaveras enfrenta el desafío de un guion sobrecargado de situaciones y temáticas, que si bien se relacionan, terminan superponiéndose; esa exigencia presiona en una puesta en escena que debe ajustar el tiempo del relato a los distintos escenarios por donde transcurre la historia, sin alcanzar un resultado parejo. En ese afán por decirlo y mostrarlo todo, se destaca la solidez de Agnès Jaoui, dando luz a un personaje que en medio del caos, no renuncia a sus deseos, enfrenta los prejuicios y, sin duda, se pone la película al hombro. 50 PRIMAVERAS Aurore. Francia, 2017. Directora: Blandine Lenoir.Intérpretes: Agnès Jaoui; Thibault de Montalembert; Pascale Arbillot; Sarah Suco; Lou Roy-Lecollinet. Guion: Jean-Luc Gaget, Blandine Lenoir, Océane Michel. Duración: 89 minutos.
Beata Ignoranza, de Massimiliano Bruno Por Marcela Barbaro El análisis que provoca el avance tecnológico en la comunicación posmoderna forma parte de la agenda de temas que analiza su impacto social. Hoy, más lejos del papel y más cerca del soporte digital, la forma de interactuar con el mundo cambió radicalmente. No estoy diciendo nada nuevo, ni nada que uds. no sepan. Para algunos el uso de la tecnología (redes, chat, e books, iphone, etc.) es un salto cualitativo e inclusivo y, para otros, es una forma de retroceso y exclusión que termina aislándolos, hasta de ellos mismos. Beata Ignoranza “Feliz ignorancia” del actor, guionista y director italiano Massimiliano Bruno (Viva Italia, Confundido y feliz) habla justamente de los nuevos hábitos comunicacionales a través de la historia de dos amigos, que son profesores de secundario y difieren en el uso y utilidad de las redes sociales. Ernesto es un hombre tradicional, enseña literatura y no tiene ni computadora. Filippo vive a través del smarthphone y enseña matemática desde el teléfono. Ambos, compartieron el amor de una mujer que terminó por distanciarlos. Después de 25 años se reencuentran y la convivencia no será nada fácil. Para unirlos, Nina, la hija de Ernesto, realiza un documental sobre el uso de la tecnología (con ellos como actores) donde deberán invertir sus roles y comprobar cuánto los modifica. Massimiliano Bruno maneja bien el tono de comedia, el uso de los gags, el timming en los diálogos, el histrionismo en la interpretación, el lenguaje corporal, y hasta la musicalidad de ciertas palabras que favorecen al desarrollo del género. La película se construye a través de un collage de tiempos y espacios, como de diversas situaciones que favorecen el “juego de opuestos” de sus protagonistas, quienes en varias ocasiones actúan y comentan frente a cámara, incorporando al espectador en la disyuntiva que se plantea. El lenguaje autorreferencial se refuerza con el documental (que se está haciendo), en una suerte de diálogo de cine dentro del cine que funciona como recurso narrativo. “Hace cuatro años, escribí un post quejándome de que tenía cada vez menos tiempo para mis pasiones y dedicaba demasiado tiempo a la tontería on line, comenta el director. Yo había caído en la trampa; Me había convertido en una de esas personas que leen menos libros, que van menos al teatro, y que pasan cada vez menos tiempo en la reflexión solitaria hasta que entré en crisis. Esto es lo que pregunta mi película: ¿te sientes mejor on line u off line? ¿Quién eres en realidad? ¿Eres tu o su alter-ego? ¿Le da más importancia a sus verdaderas derrotas o sus éxitos virtuales?”. Si bien el nudo del relato parte de esa problemática, se desvía y se diluye en torno a la relación con el personaje de Nina, para subrayar la dificultad de los vínculos y las responsabilidades familiares, pero no lo hace dramatizándolo ni tomándolo muy en serio. En realidad, nada se toma muy en serio en Beata Ignoranza donde hay momentos agridulces, situaciones algo forzadas y exageradas que van definiendo como una comedia entretenida con algunos remates ocurrentes y una buena dupla de actores que acompaña. En definitiva, la reflexión sobre el abuso de la tecnología inicial, se aleja del tono maniqueo mientras los protagonistas cantan Isn’t she lovely de Steve Wonder. BEATA IGNORANZA. Beata Ignoranza. Italia, 2017. Dirección: Massimiliano Bruno. Guión: Massimiliano Bruno, Gianni Corsi, Herbert Simone Paragnani. Intérpretes: Marco Giallini; Alessandro Gassmann; Valeria Bilello; Carolina Crescentini; Teresaa Romagnoli; Giuseppe Ragone; Malvina Ruggiano. Fotografía: Alessandro Pesci. Duración: 102 minutos.
Un novio para mi boda, de Rama Burshtein Por Marcela Barbaro Dentro de la producción audiovisual israelí la incorporación de artistas pertenecientes a la comunidad de los “haredim o ultraortodoxos” se volvió central para el desarrollo cinematográfico con títulos como Kadosh de Amos Gitai y Ya no me amarás de Haim Tabakman, entre otros. Los haredim están sujetos al rigor espiritual, sin alterar ni escaparse de los preceptos religiosos de su comunidad; es el caso de la realizadora judía Rama Burshtein (El corazón tiene sus razones, 2007), quien se aleja del drama de su primer película, para ofrecer una comedia romántica donde la religión ocupa el lugar central. Michal (Noa Koller), es una mujer de unos treinta años abandonada por su novio un mes antes del casamiento. A pesar de tamaña desilusión decide mantener la recepción, las invitaciones y el rabino como su consejero. Lo único que deberá hacer es entregarse a Dios para que le conceda un milagro: encontrar un marido en 30 días. La protagonista se muestra alejada de la religión hasta que sufre el abandono. A partir de allí, su deseo de ser amada y poder amar a alguien la llevará a volcarse a Dios, a quien le implora un novio para el último día de celebración del Janucá (La fiesta de las luces) una celebración judía que abarca ese lapso de tiempo. Desde ya, la recuperación de esa fe se ligará al cumplimiento del deseo. Rama Burshtein tardó diez años en filmar la película por cuestiones religiosas que la alejaban del mundo laico. En su equipo cuenta con dos colaboradores fundamentales: su ayudante de dirección, quien evita cualquier encuentro inconveniente con un hombre, y su rabino, experto en cine judío. De esta manera, la realizadora construye un relato clásico, desde lo formal, donde los primeros planos y la cámara cercana a una protagonista que nunca abandona, le imprimen un tono intimista y contemplativo. Si bien Michal tiene citas con distintos candidatos con quienes mantiene largos diálogos, la premisa religiosa que subyace en la historia, le resta libertad, rebeldía y también predice cierto desenlace. La extrema religiosidad de Burshtein no le permite otra forma más abierta de la que ofrece, hay un condicionamiento per se. La composición de las imágenes y las acciones del resto de los personajes estarán siempre sujetas a ese dogma. Un novio para mi boda o Cruzar el muro como también se la conoce, fue bien recibida en su país como en su paso por diversos Festivales. Obtuvo varios reconocimientos, entre los que se destacan los otorgados por la Academia de cine Israelí y el Festival Internacional de Cine de Haifa como mejor actriz a la talentosa Noa Koller. También fue nominada como mejor película extranjera en el Festival de Cine de Venecia. Si bien la temática de historias en torno a casamientos o bodas han poblado el cine con películas que abordan tópicos bastante similares y quedan en el olvido. En ésta ocasión, Un novio para mi boda no es la excepción, aunque sí se diferencia por el peso de su trasfondo: la fe. Una propuesta, donde no hay otra posibilidad más que la esperanza puesta en la creencia. UN NOVIO PARA MI BODA Laavor et hakir. Israel, 2016. .Guión y dirección: Rama Burshtein. Intérpretes: Dafi Alferon, Noa Kooler, Oded Leopold, Ronny Merhavi, Udi Persi, Jonathan Rozen, Irit Sheleg, Amos Tamam, Oz Zehavi. Música: Roy Edri. Fotografía: Amit Yasur. Duración: 110 minutos.