Elegía ¿Hasta dónde puede la mirada de un crítico abordar una obra tan personal e íntima que un hijo hace sobre su padre? Si bien Mario Sábato nos abrió las puertas de su universo afectivo para testimoniar lo que siente y a la vez profundizar, desde otro lugar, la vida de uno de los escritores argentinos más importantes, dicha la invitación, requiere de respeto y de cierta distancia. El documental realmente se construyó desde 1963 con el primer corto de Mario Sábato hasta los últimos registros, del año 2007. A través de un recorrido cronológico, Ernesto Sábato narra su vida desde su pueblo natal en Rojas hasta su casa en Santos Lugares. Conocemos a sus nietos y bisnietos, escuchamos los comentarios hacia su abuelo, vemos sus rincones preferidos, las pinturas, sus obsesiones, los recuerdos, sus dolores y el paso de los años atravesándolo todo. Mario Sábato construye un relato cálido y subjetivo con distintos formatos que se van encadenando: imágenes de archivo de sus films, filmaciones caseras de sus padres, fotos familiares, reportajes a diversas personalidades como escenas del documental en su propio proceso bajo su conducción. Lejos de ser un documental biográfico con rigor académico, la intención del film es el homenaje, como un regalo emotivo y melancólico entre dos seres. “No pretendí hacer algo que no podía hacer, el rigor y la objetividad no existen cuando se trata de una relación tan profunda como la que tiene un hijo con su padre. Hice el film que yo podía hacer. Qué sólo yo podía hacer”, explicó el director. Si bien el autor alude a que no es una película destinada a los conocedores de la obra literaria de Sábato, de serlo, se disfruta doblemente. Su última novela Antes del fin, está inserta en casi todo el relato, como así también vestigios de las atmósferas narradas en El túnel y en Sobre héroes y tumbas. ¿Cómo separarlas? Sincera, íntima y nostálgica, Ernesto Sábato, mi padre cumple el objetivo de difundir la trayectoria de un hombre sensible, comprometido, justo y solidario, que sabiamente escribió, “Sólo quienes sean capaces de sostener la utopía, serán aptos para el combate decisivo, el de recuperar cuanto de humanidad hayamos perdido”.
Compañía de farsantes Entre las preferencias del cineasta, guionista, actor y músico holandés Alex van Warmerdam se encuentran los retratos de historias familiares turbulentas, como señaló al hacer Grimm (2003), film inspirado en los hermanos alemanes Jacob y Wilhem Grimm. Bajo esa premisa, encarna su nuevo film, producido por su hermano, al que agrega su habitual dosis de humor negro. ¿Quién es Emma Blank? En el seno de una familia de buena posición, Emma (Marlies Heder) siente que está desvastada por dentro y que pronto morirá. En vistas a dicha situación, su familia, por codiciar la herencia, se transforman en una suerte de fieles sirvientes; atienden sus caprichos y soportan el cinismo de una tirana. Van Warmerdan, además de componer la música, actúa personificando al tío Theo, la mascota de la casa. Todo el film es la puesta en escena de una farsa. Por que de alguna manera, la familia, como institución, también lo es (exceptuando la mía ja!), o por lo menos es la mirada del autor. En esa teatralidad, que comenzó siendo una obra de teatro escrita por Van Warmerdan para luego transformarse en un guión cinematográfico, se juegan roles extremos y determinantes interpretados por la cía. de farsantes: El hermano de Emma, Theo, hace de perro de la casa, su hermana (la esposa del director) de cocinera y amante de su marido, que es el amo de llaves, su sobrino, poco iluminado, es el jardinero y su hija, quien ejerce el rol de sirvienta acosada por su primo. A lo largo de la historia, lo que está en juego es la avaricia, la codicia y el egoísmo de cada uno de ellos. Según su director, “Los últimos días de Emma Blank, es un historia horrorosa”. Y no creo que se aleje demasiado, en cuanto al registro que logra de cada uno de los personajes en su desmesurada e ilimitada ambición. Un retrato, que recuerdan a una obra memorable y única como Avaricia o codicia (Greed-1924) de Erich Von Stroheim. Con pinceladas de humor hasta por momentos surrealistas, el relato alcanza cierto alivio. La gran cuota de miserias y bajezas logran generar una atmósfera violenta que siempre parece al borde del estallido. Multifacético, polémico y desmesurado Van Warmerdan hizo de la farsa, un reto.
Contradicciones Adopción se basa en una historia real situada dentro de la última dictadura militar. Un hecho que da lugar a la historia de Ricardo, un gay que vive en pareja con José, y decide adoptar a Juan, un niño de 8 años abandonado en un orfanato. La identidad de Juan será un interrogante a descubrir por Ricardo quien comienza a ahondar sobre el pasado del niño. Lypszyc hará referencia no sólo a una etapa monstruosa de nuestra historia sino también abordará la homosexualidad masculina en su deseo de formar una familia dentro de una realidad político - social represiva y excluyente. Sin embargo, si en Adopción el interés de los temas es lo fuerte y lo que Lypszyc desea resaltar, construir un relato desde la ficción sería adecuarlo a mayores elementos y formas narrativas que podrían jugarle en contra. Hacerlo desde el documental se ajustaría más; pero el film no opta ni por una cosa ni por otra, sino a una suerte de ambos registros que forman “un falso documental”; o sea se inventa todo, desde los entrevistados hasta las entrevistas mismas, los lugares como las filmaciones caseras que se intercalan en todo momento. De esta forma, toda la historia se termina ficcionalizando bajo una estética y una narrativa visual que simula ser lo que no es. Además de ciertos tropiezos dentro del guión, respecto a quienes eran los padres del niño y lo que hicieron de él, los temas principales se terminan desdibujando, el film se vuelve un producto híbrido. Una contradicción dentro de un discurso destinado a develar mentiras y reconstruir identidades.
Ícono y lucha El crítico de cine Diego Curubeto tras un interesante y arduo trabajo de investigación, logró recopilar material censurado de los films del mítico Armando Bó junto a Isabel Sarli. El documental no sólo permite conocer aquellos fragmentos de celuloide prohibidos, sino también rememorar la obra y figura del director Armando Bó, quien debió sortear las dificultades sufridas por los cortes durante toda su carrera. Debido a ese impedimento, Bó creó con ingenio distintas formar de evadir la censura. A ciertas tomas les insertaba efectos visuales, añadía música al revés o reemplazaba escenas a fin de exhibir su película. Sin duda, fue consecuente con lo que hacia y su perseverancia lo hacía sobrepasar ciertos límites con alguna desmesura. Carne sobre carne cuenta con la intervención de la propia Sarli. A través de entrevistas relata sus inicios, detalles de los films y pormenores de la época; pueden verse imágenes de archivo de su paso por Estados Unidos publicitando sus películas y fragmentos de otros títulos internacionales donde participó. Sobre ella también se intercala una animación a cargo de Pablo Rodríguez Jáuregui donde la “Coca” aparece caracterizada como una sexy heroína que combate a los censores. Del documental participan también el crítico e investigador Fernando Martín Peña refiriéndose a la censura sobre el cine nacional ejercida a fines de los 50 y 60, además de técnicos y actores que trabajaron con Bó, entre otros testimonios. Como en la mayoría de los documentales, la reconstrucción de época dramatizada por Martín Adjemían, como el censor, y Gastón Paul, no logra agregar nada importante al relato. Curubeto abordó con libertad y dinamismo a un ícono argentino como la “Coca” bajo una suerte de culto posmoderno; una mirada que se extiende hacia el contexto del cine nacional de otrora.
Sin horizonte Silencios se compone de varias historias. Eloísa (Marta Lubos), una mujer mayor y viuda que mantiene un comedor infantil con su amiga. Juan (Nahuel Pérez Biscayart), su nieto, carece de la presencia de sus padres, consume cocaína, roba dinero a su familia, su hermana padece trastornos alimenticios y se obsesionó con su vecina de enfrente Inés (Ana Celentano), a quien acosa telefónicamente. Inés, es soltera, vive sola y trabaja en un Instituto de recuperación capilar. Seducida por Juan comienzan una relación clandestina. El Padre de Inés (Duilio Marzio), está aislado del mundo, recluído en su departamento y extraño a la realidad. Tiene una clara indiferencia hacia su hija y finge estar bien. Vive al cuidado de una señora, Haydée (Stella Galazzi) que le roba las joyas de su esposa. En el pueblo donde vive Eloísa, hay tres jóvenes muy humildes que no tienen trabajo y viven de changas, no sólo ella les dará trabajo en su casa sino también, el cura de la zona, el padre Luis (Guillermo Arengo) empleará a uno de ellos con quien no podrá reprimir su pedofilia. Silencios pertenece a la “categoría” de films que presentan varias historias de ficción, entremezcladas, que se irán relacionando bajo un denominador común. Primero se presentan brevemente y luego comienzan a desarrollarse. Las acciones tienen una consecuencia reflejada en el resto de las historias como un eco. Por ende, en el cierre de cada historia el final se relacionará indefectiblemente con las otras. Bajo esta misma estructura, se estrenó, recientemente otro film argentino Horizontal/Vertical de Nicolás Tuozzo. ¿Cuál es el denominador común en Silencios? Lo no dicho y la complicidad del silencio dentro de la sociedad con sus consecuencias. Ya sea en el seno de una familia, entre padres e hijos, entre un hombre y una mujer, entre un hijo y su madre y dentro de la Iglesia influenciando hacia afuera. Esos silencios serán los detonantes de la violencia contendida en cada uno de los protagonistas. Esta frustración lleva a los personajes a manifestar, no sólo un malestar latente sino a trastornos sexuales que despliegan o que reciben con una gran carga de agresividad. Los conflictos dramáticos se desarrollan a través de un guión que no logra solidez, y el relato se vuelve arrítmico y por momentos, previsible. La cámara toma distancia y se aleja de los momentos críticos más que con discreción, con cierta falla resolutiva. La mirada de García Guevara se aleja del discurso optimista y se posiciona sobre una parte de la realidad en la que parece no concebir ninguna salida hacia el horizonte.
Lugares comunes En el marco de la quinta edición del Festival Internacional de Cine Judío en la Argentina (Ficja), organizado por Luis Gutmann y presentado por AMIA, se produjo el preestreno mundial de Cartas para Jenny, de Diego Musiak (Historias clandestinas en La Habana, Te besaré mañana). Como en sus films anteriores, el amor vuelve a ser el tema central a partir del cual surgen los conflictos dramáticos. Jenny (Gimena Accardi) está celebrando su Bar Mitzvá junto a familia y amigos. Pero falta su madre, quien fallece prematuramente. Su padre (Martín Seefeld) le cuenta que su madre le dejó escritas varias cartas para ser abiertas en las distintas etapas de su vida: cuando tenga un hijo, cuando se case, cuando tenga un problema etc. Mientras Jenny crece y su historia avanza la vemos utilizar las cartas para enfrentar sus miedos y sus conflictos. A través de ellas, enfrentará un proceso madurativo y evolutivo que culminará en Israel. Según Musiak “el amor es el mayor elemento en el universo de los afectos”, pero el amor en la película si bien está fuertemente ligado a la figura materna, se relaciona y se mezcla todo el tiempo con la pérdida y el abandono, donde está latente el miedo a la finitud del amor. Si bien, el drama se ciñe a ese universo de encuentros y desencuentros, de fragilidades reales, tiene la connotación negativa de aferrase desde el guión y con algunos subrayados demasiado evidentes de Musiak, a tópicos muy comunes. Los mismos, que en el desarrollo del relato se vuelven evidentes y esperados. Rodada en San luis, España e Israel, Cartas para Yenny es un film bien intencionado desde lo sentimental, que por momentos roza con lo näif, pero eso sí, alojado cómodamente en el territorio de los lugares comunes.
Opuestas y complementarias Dos mujeres de distintas nacionalidades, una italiana y la otra rumana. Dos roles opuestos. La primera es Gemma (Iliaria Occhini), la dueña de casa y la segunda es Ángela (Dorotea Petre), su empleada doméstica. Ante la reciente pérdida de su esposo, Gemma necesita la compañía de alguien. Ni su edad ni su salud le permiten manejarse libremente. Es entonces, que su hijo contrata a Angela, quien al llegar a Italia se entera que esta embaraza, mientras su esposo sigue trabajando en Rumania como operario de fábrica. Gemma es hosca, malhumorada, impaciente y prejuiciosa. Ángela es sumisa, discreta, servil y paciente. Necesita trabajar y no le queda más remedio que aguantar las ofuscaciones de su patrona. El tiempo de la convivencia hará lo que todos esperamos: la armonía de la relación entre ambas, la amistad que surgirá por distintos factores y el conocimiento interior de ambas personalidades. La ópera prima de Federico Bondi, transita por una historia que plantea, desde el inicio, la manera de desatar los nudos del conflicto. El film se construye a través de un relato fluido, prolijo y paciente, para desarrollar este juego de relaciones opuestas y complementarias con muy buenas interpretaciones. Pero no hay más que eso. Le faltó aquello que no esperábamos, la sorpresa que condimenta lo llano.
Por un atisbo de luz La nueva obra del director de Cuatro mujeres descalzas (2004) y Extraño (2003) pone de manifiesto nuevamente la fragilidad humana y se aleja del registro de la realidad, para ubicarse en otro plano cercano a lo trascendental, más profundo y en el que permanece una zona impenetrable. Ese universo está representado por dos personajes. María, quien presta su cuerpo para prácticas ginecológicas ante un grupo de estudiantes, entre los cuales está Mateo. Un joven tímido, solitario, con ataques de psicosis, y que aún no logra definir ni su personalidad ni si sexualidad. Permanece bajo el cuidado casi infantil de una amiga de sus padres y contrariamente, o no, desea ser padre. María, en cambio, tiene la frustración certera de la infertilidad que padece, deambula por la vida con acciones autodestructivas y se prostituye para sentir algo de vida en su interior. Ambos se encontrarán y emprenderán un viaje juntos que los irá revelando. Con un riguroso trabajo estético sobre la imagen, los encuadres y el uso del sonido, el cordobés Santiago Loza desarrolla una obra que pone el acento en los actores y en la puesta en escena. Como en Extraño, el film no tiene casi diálogos, los textos son breves y precisos más una cámara que nunca abandona la infelicidad de esos seres. Así, el relato pone de manifiesto la necesidad del afecto, por sobre todo, y el diálogo permanente entre la vida y la muerte que condiciona el presente de cada uno. Si bien el relato exige al espectador una lectura que complete el film, la mirada omnipresente de Loza reitera ciertas obsesiones de sus films anteriores como también de sus personajes, ralentiza el discurso y le otorga poca luz a una historia, que lo pedía.
Modelos de militancia ¿Qué rol desempeñaron John William Cooke y Alicia Eguren dentro del peronismo?. ¿Por qué el partido y la historia los olvidó? El documentalista Carlos Castro no solo logra rescatar del polvo de la historia a una pareja emblemática sino también dar respuesta a los interrogantes que van surgiendo a lo largo del film y señala:“Ellos, desde algún lugar, fueron figuras límites”. El documental se estructura a partir de reconstrucciones ficcionales interpretadas por Carlos Portaluppi y Ana Celentano, imágenes de archivo, fotos, documentos y entrevistas. Políticos, periodistas, escritores y amigos dan su testimonio contextualizando a los personajes y enriqueciendo la investigación. Castro hace un recorrido cronológico y minucioso sobre ambos personajes rescatando el significado de la militancia y el compromiso con los ideales. Primero conoceremos a Cooke “el Bebe”, un joven idealista. Su inicio en la política, la participación en la Revolución Libertadora, la fidelidad y funcionalidad a Perón, la férrea militancia, el compromiso político inclaudicable a la causa justicialista, la resistencia peronista, el exilio y la cárcel. Político de raza que participó en momentos decisivos de la historia argentina – desde ser el generador del pacto Frondizi-Perón, hasta ser un posible sucesor del General –, sino también a nivel internacional, al participar en la defensa de Bahía de los Cochinos en Cuba. Sin embargo, Cooke no hubiese sido el mismo sin la presencia de su compañera de vida, Alicia Eguren. Profesora de letras, escritora y militante. Fue la Fundadora de la Acción Revolucionaria Peronista –ARP- junto al “Bebe”. Una mujer de carácter que también padeció los tropiezos del exilio y la prisión. Alicia y Cooke eran distintos pero complementarios. Se admiraban y esa unión los llevó a luchar juntos en Cuba en apoyo a la Revolución junto al Che, con quien formaron una gran amistad, sobre todo Alicia, que alcanzó un alto grado y formó a muchos jóvenes argentinos en la guerrilla. La muerte natural lo encontró a Cooke en 1968 y Alicia fue desaparecida en 1977 y arrojada al mar en los vuelos de la muerte. Si bien Castro logra, a través de un registro clásico, acercarnos al fulgor de aquellos años y posicionarnos sobre la piel de John y Alicia, las reconstrucciones ficcionales no están a la altura del resto del documental, un recurso delicado que el documental utiliza, pero que en este caso, produce cierta molestia y distracción, particularmente cuando presenciamos a los actores elaborar la composición de los personajes. Alicia & John es el quinto documental de la serie “Vidas Argentinas” – los otros estuvieron dedicados a Leopoldo Lugones, Norma Arrostito, Haroldo Conti y Ramón Carillo – producidos conjuntamente entre el Centro Cultural Caras y Caretas y el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales. El objetivo del ciclo es rescatar y contar otra versión de ciertos personajes que actuaron dentro de la historia del país.