Una difícil adaptación literaria, con atractivo extra para los argentinos En el camino es una novela escrita por Jack Kerouac en su mayor parte en 1948 y 1949, terminada en 1951 y publicada por primera vez en 1957 en la editorial estadounidense Viking Press. En parte autobiográfica escrita como un monólogo interior , está basada en los viajes que Kerouac y sus amigos hicieron por Estados Unidos y México entre 1947 y 1950 y contribuyó a la mitificación de la ruta 66. Está considerada como la obra definitiva de la generación beat y recibe su inspiración del jazz, la poesía y las drogas, describiendo un modo romántico y bohemio de vida, además de ser uno de los clásicos más influyentes del siglo XX del cual aún se reeditan 100 mil ejemplares. Hasta allí, la fuente de inspiración de esta cinta de Walter Salles, director de Diarios de motocicleta. Del mismo modo que aquella describía el viaje iniciático de Ernesto Guevara hacia su renacer como "el Che", este relato expone con seudónimos el recorrido de Neal Cassady, ídolo de la generación que iconizó el uso de drogas y el amor libre. Con imágenes de nuestro país, música de Gustavo Santaolalla y un Viggo Mortensen que los argentinos adoptamos como "un poco nuestro", ésta es un película que inquieta con una extra al público cinéfilo local. Pero nobleza obliga a decir que hay que estar dispuesto a experimentar una sensación en ocasiones de excitación, cuando no de fastidio, y por momentos de tedio, en la observación que el autor -- Sal Paradise en la ficción--, realiza de la elección de vida de Dean Moriarty (seudónimo de Cassady), Marylou (Luanne, esposa y luego amante de Cassady en la realidad); Camille; Old Bull Lee y Carlo Marx. La adaptación, en otras ocasiones intentada sin logro alguno, resulta correcta en lo guionado y con la belleza de la paleta de Salles en la pantalla. Pero no produce una mirada laxa, que por momentos deja al espectador con una incómoda sensación de quietud.
Una comedia romántica acorde a los tiempos que transcurren En el año que transcurre entre dos celebraciones consecutivas de Acción de Gracias (típica fiesta de los norteamericanos que se da un mes antes de la Navidad), el panorama de los Borgens desencaja con el clima familiar y de reconciliación que se espera en esta reunión de seres queridos en torno a un banquete. William, un novelista consagrado, es un hombre separado desde hace dos años, pero sigue enamorado de su exmujer, quien cambió a este intelectual perfeccionista por el dueño de un gimnasio. William vive con Rusty, el típico nerd raleado de su curso de secundario, quien heredó de su padre el amor por las letras y el romance, y pretende conquistar a una compañera de clases “popular” y adicta a las drogas, leyéndole poemas. Mientras el pavo relleno se hornea, cae a completar la mesa familiar Samantha, estudiante universitaria de Letras, novelista debutante, y una chica que --experiencia familiar mediante-- detesta a su madre, odia la idea del amor y busca en los hombres un momento de satisfacción pasajera. Típica comedia dramática de estas fechas, la película significa el debut cinematográfico de su joven director, quien -dijo y se puede ver el video en Internet-- encontró en ella la oportunidad de dar un final diferente a la historia de su familia en la realidad. Tal vez por eso, muchas de las situaciones que los personajes transitan y superan suenan tan conocidas como la tentación de un director nuevo de caer en una situación remanida para encontrar ese ansiado final feliz. Quizás, a los efectos del relato, habría resultado menos artificioso atenerse a la fuente de inspiración, aunque el resultado no le fuese catártico al propio director. No obstante, ¿quién quiere hablar de matrimonios destrozados cuando se acerca el fin de año? Lo más saludable es relajarse, castigarse lo menos posible en los balances y brindar. En este sentido, se puede adoptar a Un lugar para el amor como una película que no será inolvidable pero tampoco desechable para los amantes del género y de los finales esperanzadores. Greg Kinnear, Jennifer Connelly, Lily Collins y Logan Lerman componen un elenco equilibrado que hacen creíbles sus actuaciones.
Una aventura que aún se disfruta De las cintas más esperadas del año, se instala por varios días en pantalla. Habrá que esperar un año para conocer el final. El Hobbit, la desolación de Smaug es la segunda de las tres partes en las que se dividió la novela El hobbit, del británico J.R.R. Tolkien, para su adaptación al cine. La idea venía desde 1995 y después del éxito de la trilogía de El Señor de los Anillos y vaivenes más y menos, Peter Jackson se ocupó de la dirección y puso en marcha esta nueva serie que salió el año pasado con El Hobbit: un viaje inesperado y algunos de los actores que habían interpretado personajes de El Señor... La desolación de Smaug narra la continuación de la aventura de Bilbo Bolson en su periplo junto al mago Gandalf y trece enanos liderados por Thorin Escudo de Roble, en una épica búsqueda para recuperar la Montaña Solitaria y el Reino Enano de Erebor. Tras sobrevivir al inicio de su viaje, el grupo sigue hacia el Este, se encuentra por el camino con Beorn con el cambiador de piel, y con un enjambre de arañas gigantes en el peligroso monte Mirkwood. Después de evitar que los Elfos del Bosque los capturen, y prosiguen hacia Ciudad del Lago y hasta la Montaña Solitaria, donde tienen que enfrentarse al mayor de los peligros, el terrorífico dragón Smaug. Mientras tanto, Gandalf deriva su viaje hacia la búsqueda del misterioso Nigromante. Dicho y repetido fue, que para lograr una trilogía de largometrajes que hagan buen honor al prefijo, Jackson debió tomar prestados personajes y situaciones de otros libros de Tolkien, una tendencia continúa en la segunda parte, innecesariamente extensa, a sabiendas de que se trata del tránsito hacia el final de la historia que se conocerá dentro de un año. Para los puristas de la obra literaria, habrá incluso algún que otro personaje de más en este segmento donde aparecen el elfo Legolas (Bloom), ya conocido por la secuela narrativa que es El Señor de los anillos, o la elfa Tauriel ( Lilly). No obstante, es innegable que con recursos y equipos al servicio de la creación todo es posible, y que los universos que encierra la Tierra Media y las acciones que le deparan a los personajes siguen siendo de maravilla ante los ojos de un espectador dispuesto a sorprenderse constante con una película que todavía se disfruta. Está en cada quien elegir hacerlo desde el 2D, una experiencia cercana al clásico 35mm; el 3D, que todavía guarda algo de la pátina velada que separa al cinéfilo de la pantalla, o el hiperrealista 3D de 48 cuadros por segundo.
Un dios que cobra fuerza y se afirma en la pantalla Thor, uno de los héroes de Marvel, heredero del trono de Odín en el reino de Asgard y compañero de Ironman, Hulk y el Capitán América en el grupo de Los Vengadores, había comenzado su tránsito solista por el cine con paso cambiado. La película realizada en 2011 con dirección de Kenneth Branagh --ahora sólo productor-- y Joss Whedon, y con el mismo elenco de base, no alcanzó los efectos que produjeran las dedicadas a otros personajes del grupo. De aquellas, y de su segundo episodio que firma Alan Taylor, distaba en fuerza y complejidad dramática. Los cambios no son ni casuales ni descuidados, y más allá de los gustos, tienen por objeto que Thor ponga pie firme entre las sagas dedicadas a los superhéroes. Taylor, con amplia experiencia televisiva en series como Lost, Los sopranos, Sex and the City, Six feet under, Mad men o Juego de Tronos, entre varias más, trabajó sobre el guión colectivo con énfasis en las encrucijadas del hijo de un Dios llamado a ser rey en un universo que lo aleja de la Tierra. Nuestro mundo no era su destino, pero a partir de que su padre lo castigó descendiéndolo con los humanos, aquí encontró el amor y una razón de ser, defender a los débiles seres humanos de las consecuencias de las luchas del bien contra el mal. En esta segunda entrega y luego de haberse redimido de sus "travesuras" y recobrado la confianza de su padre --sucedió en la primera-- Thor lucha por recuperar la paz en los Nueve Reinos, mientras Loki, su hermano y uno de los villanos de la historia, purga su traición en los calabozos del castillo. Entonces una nueva amenaza aparece: la de un objeto mágico ancestral y previo al nacimiento del mismo universo; una fuerza fluida y cambiante que el elfo Malekith intentará liberar una vez más para sumir a dioses y humanos en la oscuridad. Y estos se defenderán y procurarán restablecer el orden: los humanos, desde lo científico, los dioses, desde lo mágico, pero siempre en colaboración. Thor 2 no es de las mejores películas inspiradas en el mundo Marvel, pero es de destacar el intento por afianzarse. Heinsworth logra, bajo la dirección de Taylor, un compromiso mayor con las contradicciones de su personaje, y una relación más fluida con las que, por caso, Anthony Hopkins hace de Odín, o Tom Hiddleston de un Loki que logra una película propia en sus apariciones. El resto del elenco defiende bien lo suyo y se pliega con corrección a un guión que procura momentos de humor, en ocasiones pueril pero no por ello menos efectivo. En este sentido hay momentos de complicidad con los "marvelianos". Aunque la dirección de arte merece un aplauso, los efectos que se aplican a la acción sobre esos escenarios dejan bastante que desear. Disfrutarán de esta película quienes no se pongan en exigentes, y estos otros tendrán de qué hablar. Un aviso: ¡no abandonar apenas comienzan los créditos que hay más.
Con moraleja y tema para hablar A los 21 años, Tim se entera de que posee, como todos los hombres de su familia, la habilidad genética de viajar en el tiempo, aunque sólo puede aprovecharla para remediar los errores que cometió, los suyos, no los de la humanidad. A partir de esta ventaja, y de las alternativas que se abren ante un hombre común, se construye la historia de Cuestión de tiempo, una comedia romántica que transcurre ante los ojos del espectador con la calma típica del cine británico, ése que permite degustar y digerir las capas que propone. El director y guionista de esa cinta es el mismo que escribiera el libro de Cuatro bodas y un funeral y Un lugar llamado Notting Hill -carta de presentación y muestra de consagración de Hugh Grant ante el público de este lado del Atlántico- y realizador de Realmente amor, un cuento de amor multiestelar anglo-americano bastante enredado. En Cuestión de tiempo, Curtis vuelve al estilo original y lleva al espectador a un viaje en el tiempo que habla de las dudas que todos los seres humanos tuvimos en algún momento acerca de qué cambiaríamos de nuestro pasado, hasta dónde retrocederíamos o a quienes volveríamos a elegir o dejaríamos en el camino si tuviéramos esa oportunidad, El relato se desarrolla con humor y sensibilidad, y aunque sus vaivenes resultan por momentos excesivos no estorban en el resultado conjunto, donde la labor de Bill Nighy -como el padre de Tim- sirve de puente y bisagra. Con introducción, nudo y desenlace acompañados por la voz en off del protagonista, el cuento de este título viene con moraleja incluida, una decisión que el director pudo haber obviado y dejado para el cinéfilo. Es eso, una decisión, y no le quita mérito a la intención del relato que deja tema para conversar.
Una animación sólo apta para dietas hipercalóricas Público en dieta, abstenerse. Lluvia de hamburguesas 2 no es apta para obsesivos de las bajas calorías. Porque esta película propone engullir homenajes y hastiarse de colores y formas alimenticias de todo tipo, tamaño y combinación. La venganza de las sobras es continuación del suceso de 2009, que terminó por convertirse en una de las películas más vistas de ese año. Entonces se contaba acerca de las hazañas de Flint, un chico muy despistado pero inteligente, con una temprana vocación de inventor que alentó su madre, a la vez que su padre le intentó imponer la continuidad de su negocio de venta de sardinas. Aunque sus inventos anteriores no resultaron, Flint cree que con sus creaciones puede ayudar a la humanidad y pega en el plato cuando decide que puede solucionar el hambre del mundo al hacer que la comida caiga preparada desde el cielo como lluvia. ¿Cómo? A través de la FLDSMDFR, una máquina que transforma el agua en alimentos. Sin embargo, las cosas se complican por un verdadera tormenta de menúes de lo más diversos que inunda las calles. Terminar con su invento es la única solución posible y Flint lo logra con ayuda de Sam, una meteoróloga que da el pronóstico por televisión, un camarógrafo, un policía y hombre pollo que en edad adolescente se burlaba de él en el colegio, y su infaltable mascota, el mono. Con el racconto de aquellos sucesos comienza esta entrega que goza de nuevas firmas --la primera fue realizada por Phil Lord y Christ Miller--, y es el propio Flint el encargado de introducir al espectador en los hechos y hacerlo testigo de otra aventura grupal. En ella aparece el doctor Chester V, ídolo de Flint desde su infancia y dueño de la corporación Live que todos los años capta a los inventores de todo el mundo, para seleccionar de entre miles a uno que pasará a formar parte de su equipo de elite. El hombre se presenta en la isla con la supuesta misión de evacuarla, limpiarla y volverla un lugar habitable, además de invitar a Flint a participar por el puesto en su empresa. El chico se traslada a San Franjosé con los suyos para cumplir su sueño, pero el regreso a casa se demora más de lo esperado y se descubre que la FLDSMDFR no sólo ha sobrevivido a la batalla con quien la inventó, sino que se reprogramó y está generando un ecosistema nuevo, plagado de temibles mutantes, como hamburgarañas, tacodrilos, flamangos, o puerros, frutillas y malvaviscos que se comunican, atacan y se reproducen, amenazando con invadir el continente. Flint parece ser el único capaz de encontrar la máquina que provocó tales desmanes y volver a cambiar la historia. En Lluvia de hamburguesas 2 el acierto está en lo visual, con la construcción de escenarios que explotan en detalles, capas y colores, y que hacen las delicias del público, en especial si se tiene oportunidad de verla en 3D. Surgen absolutamente impensadas y divertidas, también, las combinaciones de alimentos y especies animales ideados para una selva entre actual y jurásica. Y como en muchas aventuras ya vistas en pantalla gigante, las dimensiones de lo que el personaje debe enfrentar y recomponer son lo suficientemente grandes como para llenar casi dos horas de metraje, con mucho e hipercalórico para "comer con los ojos".
Un recorrido por los sentimientos Nat Faxon, quien trabajó como actor en medio centenar de producciones la mayoría de televisión, y Jim Rash, también actor de la pantalla chica, debutan como directores con este filme, donde también reinciden como guionistas y directores. Comedia dramática, cuenta acerca de Duncan, un adolescente de 14 años, algo anticuado y retraído, quien sufre visiblemente la relación con el novio de su madre, Trent. El hombre, un vendedor de autos con aires de superioridad, invitó a madre e hijo a compartir sus vacaciones de verano junto con él y su hija adolescente, en una cabaña que le pertenece en Los Hamptons, en la costa de Massachussets. En el balneario, "un recreo para los adultos", definirá una vecina, el muchachito se sentirá fuera de sitio como nunca antes, entre un entorno desconocido y una distancia con su madre que se profundiza conforme la mujer se integra al mundo de Trent. Mientras descubra la hipocrecía del entorno, Duncan encontrará refugio en un parque de diversiones acuáticas que -como sus gustos en música y ropa- parece haber quedado estancado en los años 80. Su gerente, un hombre que parece haber perdido el rumbo hacia la adultez y vive de fiesta, recoge al chico como si se tratara de su buena obra para ganarse el cielo, y mientras lo contrata como empleado para cuestiones menores, le va marcando las claves para encontrar su camino. Pero Duncan no será el único a realizar este trabajo, también "el salvador" se verá modificado y reencausado, del mismo modo que la madre de Duncan, y algunos secundarios que rondan al plantel principal. El resto parece sentirse situado a pesar de sus humanas dudas. "Un camino hacia mi" es un recorrido por los sentimientos que los amantes del género disfrutarán. Cuenta con actuaciones creíbles y conclusiones veraces aunque, no siempre felices. Para los personajes hay "de cal y de arena" y cada quien debe hacerse cargo de lo que le toca y de buscar el modo de continuar airosos por la vida, mientras se curan y cuidan de las cicatrices. Lliam James, un debutante en cine y en el rol de Duncan, hace un buen trabajo y a la altura de un reparto que no mezquina en talentos.
Una crítica más de Sofía Coppola En Vírgenes suicidas el foco estuvo en una ejemplar familia norteamericana, cuyas impecables niñas rubias se inmolaron. En Perdidos en Tokio, fue una pareja de desconocidos que paliaban su soledad en una sociedad altamente tecnologizada que los enajenaba; en María Antonieta, una princesa aburrida y caprichosa, a quien los excesos la matan. Sofía Coppola se ha dedicado a observar en sus películas el vacío de seres que, desde la mirada ajena, gozan de una fracción envidiable de los ideales de la sociedad de consumo. Su descontento, su apatía, la angustia de un todo que deja nada aparecen en los relatos de la hija del gran Francis Ford y parte de una legión de artistas encumbrados. El caso de un grupo de siete chicos de Los Angeles, quienes un par de años atrás fueron enjuiciados por ingresar a las mansiones de actores y celebrities como Lindsay Lohan, Kristen Dunst, Johnny Depp o Paris Hilton, robarles, filmarse y subir el registro a internet, le sirvió a la directora para hacer, en Adoro la fama, un nuevo retrato de esas conductas que no encuentran sentido para el común de los seres humanos. Se trataba de chicos ricos, hijos de familias acomodadas, alumnos de los mejores colegios, pero ni sus privilegios ni su suerte les impidió convertirse en delincuentes juveniles y exponerse públicamente. Suele suceder, claro. Pero en sociedades corruptas, a falta de interpretaciones equitativas, el tamaño de la víctima distingue al "travieso" del "ladrón" y, para el caso, los blancos elegidos no fueron los adecuados. Con el juicio comienza la película y a partir de allí, como en un gran recuento se asiste a la incursión de las muchachitas y el nuevo de la clase por las dependencias de viviendas ajenas, tocando, probándose, oliendo, mirando extasiados, y llevándose hasta sumar la friolera de 3 millones de dólares en joyas, ropa, perfumes y varios; pertenencias de personas famosas. Sofía Coppola no hace una crítica explícita. Simplemente expone lo que le interesa de un asunto para que el espectador arribe a las conclusiones. A cada personaje le corresponderá una propia.
Un traspié tras patear el tablero La loca idea de Kick Ass sorprendió en 2010 a quienes no tenían conocimiento alguno del cómic de origen. El público cinéfilo se encontró con un héroe de carne y hueso, un muchacho como cualquier hijo de vecino quien, harto de las injusticias, un día decidió ponerse un traje y salir a combatir contra los malos, y a nivel peso pesado. Sin reacciones químicas y radioactivas que le otorgaran superpoderes, Dave --el chico en cuestión-- se expuso a enfrentamientos de los cuales no siempre salió bien parado, claro está. Pero la que sí logró sentar bases en la taquilla fue la cinta Mathew Vaughn que ofreció escenas de acción y humor a gusto de consumidores exigentes. En aquella entrega, Dave conocía a Big Daddy y su hija de 11 años, Mindy, una chica que luego se convertiría en Hit-Girl, compañera inseparable de Kick. Juntos, procuraban atrapar al poderoso narcotraficante Frank D'Amico. Tres años más tarde --y de mano de un nuevo realizador-- Mindy tuvo tiempo de prepararse para convertirse en una verdadera guerrera (y figura). Aunque Dave intentó el camino contrario, tratando de volver a ser el muchacho normal, pateó tablero y motivó a varios de los relegados del colegio a imitar su conducta. Ahora todos forman parte de una suerte de liga de la justicia, y no están dispuestos a dar pasos hacia atrás, así que bajo el liderazgo de Stars, un coronel de rango freak --a cargo de un Jim Carrey que aunque jerarquiza la película no termina de dejar atrás sus clisés-- se disponen a continuar con su misión. Igual que los laderos, el villano también se ha prefeccionado y Chris regresa como el temible Motherfucker a presentar batalla y venganza. Dave, entonces, debe ponerse a tono y enfundarse, a desgano, su traje verde. Los tiempos reales y ficticios son otros y otros también los resultados de una secuela que no parece contar con elementos suficientes para entusiasmar, ni al público "de culto" ni a aquel que llega al cine por simple devoción a la pantalla grande. Lejos de innovar, descansa sobre el mismo tipo de acción --coreografiada y cruda en un sentido poco constructivo-- y diálogos --agresivos por demás--, un combo que, sin la mediación de un humor bien trabajado, ni un despliegue escénico que la adorne por imponencia, termina desperdiciando lo obtenido en la primera entrega. En principio, se rumorea que no habrá tercera. Dave ya no da el porte de adolescente y su reemplazo implicaría el reseteo de la saga, tal y como sucedió con El Hombre Araña. Pero en la industria del entretenimiento nunca se sabe. Sin hacer futurología, y en lo que a la actual refiere, quedará como un traspié, un paso para dejar en el olvido, esos ejemplos de otro clisé, el de que "las segundas partes nunca son buenas".
Un Greengrass que conmueve Capitán Phillips es una película biográfica, basada en el libro A Captain's Duty, escrito por el marino mercante que en 2009 fue tomado como rehén por piratas somalíes, mientras dirigía un buque de carga por el océano Indico, en proximidades del denominado Cuerno del Africa. Con dirección de Paul Greengrass, la cinta llega a pantallas locales tras semanas de controversias acerca de la verosimilitud del relato, una cuestión que pusieron sobre el tapete los tripulantes del "MV Maersk Alabama", una inmensa nave cargada de containers y uno de los tantos blancos de la delincuencia en aguas internacionales. No obstante las discusiones desatadas acerca de las versiones "oficial" --la del libro y hasta del gobierno de los Estados Unidos que condecoró al naviero- y extraoficial, en lo que al relato atañe, se trata de un cuento elaborado con el estilo del británico que llevara a pantalla títulos como Domingo sangriento, United 93 o La supremacía de Bourne, entre otros. Greengrass logra esa clase de thriller en la que el héroe es un hombre común llevado por una mezcla de decisión personal y contexto a circunstancias extraordinarias. En este caso, un marino a quien ausentarse de su hogar le está pesando más de la cuenta en cada oportunidad, parte de un puerto en Omán para transportar su carga comercial y de ayuda humanitaria hasta Mombasa el Golfo de Adén. A sabiendas de que la actividad criminal acecha en la zona a zurcar, da órdenes de seguridad a sus oficiales y a una tripulación que no deja de protestar cuando un ejercicio se vuelve repentinamente real, ante el sospechoso acercamiento de dos lanchas con hombres armados. Liderados por Abduwali Muse (Barkhad Abdi), son somalíes hambreados, que solían desempeñarse como pescadores, y hoy subsisten en la actualidad con las migas semanales que reciben de un jefe mafioso que los somete por fuerza de comandos, y para quien asaltan buques cargueros que son liberados tras el cobro de los seguros de las compañías navieras. Seres humanos situados en bandos opuestos, llevados por distintas circunstancias a un terreno igualmente peligroso para ambos, donde ninguno quiere que el otro salga lastimado, pero donde cada quien deberá defender su "negocio", en un enfrentamiento de tensión creciente. La narración requirió, para obtener los resultados que se ven en pantalla, de un trabajo de cámaras --las secuencias cámara en mano ofrecen una adrenalina única-- y un duelo actoral que coloca a un Hanks de una madurez increíble y un debutante en cine como es un Abdi que lo desafía en altura con una honestidad admirable. El talento del realizador reside, además, en responder a las exigencias de Hollywood de subrayar el acto heroico, pero sin renunciar a la exposición abierta de las virtudes y limitaciones de su condición humana y social. Es una película que vale la pena ver con energía suficiente para sostener el desafío de acompañar a estos protagonistas en una travesía nerviosa hasta el mismo instante del desenlace.