Una comedia a la medida argentina El público celebra cuando se le dan motivos para reír y pensar en serio a un mismo tiempo, con respeto y en un código común al emisor y receptor. Marcos Carnevale --gerente de contenidos de Pol-ka Producciones y director en cine de, entre otras, Elsa & Fred (2005), Tocar el cielo (2007), Anita (2009) y Viudas (2011)-- sigue demostrando que pertenece al grupo de creadores que han sabido captar el lenguaje del hombre argentino actual y el sentido en que dirige su humor. De allí que Corazón de León aparezca como una propuesta tan propia; con dosis similares de cuidado e irreverencia, de risa y crítica, de relax y conmoción. El relato coloca a León (Guillermo Francella) e Ivana (Julieta Díaz), en la difícil encrucijada de seguir jugándose por un sentimiento tan frágil y complejo como el amor. En los 50 de edad, él, y los 30 y tantos, ella, ambos vienen de matrimonios fallidos y relaciones que no pasaron de su etapa ocasional. La devolución de un celular perdido los cruza y la inquietud por el otro se produce de manera inmediata. Pero entre ellos existen algunas diferencias: León mantiene una excelente relación con su ex mujer (Claudia Fontán), de quien se separó hace diez años, y con quien comparte un hijo de 20, Toto (Nicolás Francella), un incondicional para ambos. Ivana no ha sido madre aún y procura librarse de la marca personal de su ex marido (Mauricio Dayub), con quien además comparte el estudio jurídico. León ha logrado una buena posición económica y prestigio como arquitecto a nivel internacional. Ivana transcurre un momento crítico en el buffet, aunque pertenece a la clase media alta y goza de un buen pasar. León se muestra como un hombre de pensamientos amplios y experiencia superadora. Ivana se siente confortada por caber en los cánones sociales. A León, Ivana lo ilusiona; a Ivana, León la desestructura. Juntos se sienten vivos, pero mueren de miedo ante la estupidez de la mirada externa que convierte la diferencia de estatura --el mide 135 centímetros y ella es una mujer alta-- en un obstáculo para la vida y los vínculos. Temas duros los de la crueldad e injusticia, los del prejuicio y la discriminación, Carnevale logra desarrollarlos con la fluidez de un spot publicitario. El guión que escribió con Betiana Blum corre por la veta del humor que filtra sin ocultar, que mitiga el dolor y la vergüenza de ciertas realidades y torna al mensaje más agradable, aunque no necesariamente naif, y que sabe ocupar su lugar cuando lo supera la seriedad del asunto o la emoción. Cuenta, además, con un elenco que conoce por su labor en todas las pantallas, a excepción de Nicolás Francella ( Aliados para la TV), toda una revelación en la relación padre-hijo que construye para esta ficción con su padre en la vida real.
Otra cara de Dwayne "la Roca" Johnson Jason Collins es condenado a prisión por recibir de un amigo un paquete de éxtasis. La cantidad encontrada en sus manos basta para darle una pena mínima de diez años, pero si colabora con la policía como informante, podría reducirla a dos y obtener algún beneficio mayor. El hecho es que el muchacho no nunca estuvo relacionado con el negocio de las drogas. Sólo tenía contacto con su amigo y proveedor, ya detenido, y se acercó a las drogas "para probar". Su padre, John Matthews, se separó de su madre cuando Jason era pequeño. Madre e hijo viven de manera austera, mientras Matthews rehizo su vida sentimental y goza de un mejor pasar gracias a las ganancias de su empresa constructora. Esa distancia con su hijo mayor hace que, en principio, John lo juzgue duramente. Pero cuando cae en la cuenta de la gravedad de la situación, entiende que no se ha ocupado lo suficiente del muchacho y, seguro de su inocencia, decide intervenir haciendo un pacto con la fiscal Joanne Keeghan para infiltrarse en lo más profundo de un cartel mexicano. El hecho sucedió. Fue publicado en la revista "Frontline" , e inspiró a Dwayne Johnson a producir y protagonizar esta cinta. Se trata de la primera en la que "la Roca" realiza una interpretación dramática, luego de algunos estelares para la Disney y varios títulos de acción. Aunque no es uno de los grandes intérpretes del género, se le puede dar un "aprobado" y el aliento para continuar en su intento de recorrer caminos alternativos a la comedia. Lo mismo sucedió con Will Smith y lo logró. Para el caso, Dwayne no estuvo solo, sino que se hizo de secundarios de la talla de Susan Sarandon, y de la sólida experiencia de Barry Pepper (Rescatando al soldado Ryan ) como el agente de la DEA a cargo de la investigación; Jon Bernthal (The walking dead ) como un ex-convicto que acompaña a Matthews en su misión; o el californiano Benjamin Bratt, como un delincuente de alta gama.
La vuelta al mundo del viejo Almodóvar Los amantes pasajeros es una película española de 2013, escrita y dirigida por Pedro Almodóvar. Número 19 en la carrera del director manchego, se presenta como su regreso a la comedia, luego del exitoso viraje que diera años atrás con el melodrama, que a su vez le permitió conquistar el mercado norteamericano, con premio Oscar incluido. Vale saber que no es únicamente la vuelta del cineasta a un género, sino que se trata de la recuperación de una manera peculiar de presentar las historias que lo catapultó al mundo y casi al plano del culto desde su España natal. Lo hace con un elenco donde es posible reconocer a sus figuras de confianza y contando la desproporcionada catarsis --sexual, narcótica y verbal-- de los tripulantes y pasajeros de un vuelo que parte de España a México, pero ante un problema producido por un error, debe abortar su plan de vuelo y recorrer el cielo español, a la espera de una pista disponible. Conforme las horas pasan, el peligro de desplomarse a tierra motiva una reacción en cadena, donde no faltan las confesiones, el exhibicionismo, la fiesta. Lejos de ellos, con los pies sobre la tierra, están aquellos quienes los esperan o los despidieron para siempre, sus testigos, más el operario que cometió el fallo en cuestión y su pareja. Todos son parte de un ideario aparentemente dislocado pero interconexo, común en los universos de la comedia de Almodóvar. La noticia de esta maniobra de regreso fue celebrada por los cinéfilos que, desde los 80, amaron su estilo riesgoso, desenfadado, sostenido en el orden interno de lo aparentemente caótico y en la lógica de lo absurdo. Claro que este atrevimiento narrativo no era otra cosa que la consecuencia de un talento en un contexto que lo propiciaba: el de la España pos franquista y un planeta que veía regresar a varios países a la democracia y a la expresión de cuerpos y voces destapados, casi a los gritos. Durante treinta años, con varias aguas corridas bajo el puente, el público fue cambiando y Almodóvar lo acompañó con nuevas historias y una esperable madurez. De allí que esta vuelta al discurso del viejo Almodóvar sorprenda y genere contrariedad. A los efectos del comentario, se puede ensayar que quizás no se trate de una apelación del director a un recurso seguro, especulando con la nostalgia de sus más fieles compradores; tampoco de una patológica regresión estilística. Ojalá sea, ésta, una película de transición, una suerte de "volver al futuro" en la carrera del director, que plantea este relato entre la tierra y el cielo, como una forma de autoparodia --por qué no, autohomenaje-- con miras a la superación.
Una historia clásica para los más chicos Los Pitufos, en 2011, significó la irrupción en cine de estos seres azules que adoptaron los chicos de los 90 y que ahora tendrían oportunidad de conquistar a una nueva generación. Entonces se contaba que los habitantes del mundo mágico que lidera Papá Pitufo, caían en el parque el Central Park, procurando escapar de las garras del malvado Gargamel (Hank Azaria). En Nueva York se encontraban con Patrick Winslow (Neil Patrick Harris, Cómo conocí a vuestra madre) y su esposa Grace (Jayma Mays, Glee), quienes le ayudaron a salir airosos del enredo. Suceso de boletería, merecía su secuela --y alguna más tendrá--. Es la que se encuentra en pantalla esta semana. Cuenta que el cruel Gargamel regresa con más fuerza que nunca para poder robar a los Pitufos la más pura esencia de su magia. Para eso --y así como alguna vez creó a la Pitufina--dio vida a dos nuevos seres, Vexy y Hackus, pero que resultaron fallidos. Entonces Gargamel recurre a un plan B: usando a esos mismos engendros, secuestrar a la Pitufina --provista de magia por Papá Pitufo, quien la volvió un ser esperanzado y lleno de bondad-- y trasladarla a París, donde el hechicero se hizo famoso con un show que llegó a la marquesina del teatro de la Opera. Nuevamente, los Pitufos tendrán que salir de su mundo para encontrar el remedio contra los ataques del Mal y, como es de esperar, precisarán de la ayuda de sus viejos amigos Patrick y Grace, su pequeño hijo, y el padre adoptivo de Patrick. En este relato que vuelve a mezclar actuaciones humanas en escenarios reales y animación, se recurre a una variante antecedente de los personajes creados por Peyo para la gráfica: en la quinta temporada de esta serie donde la única fémina es Pitufina, apareció Sassette, una niña creada por Papá Pitufo para que fuese amiga de Pitufina. Pero no se llevaban bien porque Sassette era medio "varonera". Vexy, de estilo roquero, parece no tener que ver con la dulce Pitufina, aunque conforme avance la historia, ambas tendrán oportunidad de reconocer quiénes son en realidad y cuánto las une. En el mundo humano, una subtrama tendrá una solución similar. Mientras tanto, la historia transcurrirá entretenida, con algunas escenas exteriores que fueron rodadas en París y el viejo Montreal, un conjunto que ofrece una suerte de paseo turístico, para vista de los adultos mientras los pequeños disfrutan de el cuento. Sucede que Los Pitufos es una historia destinada a la franja de edad más pequeña de entre el público cinéfilo, y no es mucho lo que su trama destina para los mayores. Por tanto se trata de la clase de películas que los padres pueden utilizar para introducir a sus hijos en el mundo cinéfilo.
Gol de media cancha con definición de Campanella "Hicimos una película de las grandes ligas para competir en el mercado internacional con otras de Dreamworks o Pixar con la décima parte del presupuesto, y creo que lo logramos". Lo dijo Juan José Campanella y acertó acerca de Metegol , la coproducción con España que estrenó esta semana, copando una cartelera donde empata con tanques del estilo de Monster University o Mi villano favorito 2. Con seis años de historia como película y muchos más como relato creado por el gran Roberto Fontanarrosa, demuestra que, como en el fútbol, la pasión y un equipo con la camiseta bien puesta logran lo que parvas de dólares nunca podrán pagar. Para el caso, una película de bajo costo y primer nivel. El protagonista de Metegol --inpirado en Memorias de un wing derecho, el cuento del "Negro -- es Amadeo, un chico que creció entre los personajes de un bar de pueblo, entreteniendo sus horas con el viejo metegol y sosteniendo una amistad eterna con Laura, su amiga y amor secreto. En la cancha, Amadeo no pega una, pero en ese pequeño potrero de plomo, es un crack, incluso mejor que Grosso, el chancherito que un día se va del pueblo para volver con el título del mejor jugador del mundo y para vengarse de la única derrota que sufrió en su vida de jugador: la de una tarde en el metegol del bar. Dispuesto a todo, Grosso viene con un proyecto multimillonario que tirará al pueblo entero a la basura, incluidos el bar, su metegol y las vidas e historias de todos y cada uno de los vecinos. Parece que nada ni nadie podrá contra el poder que la fama y el dinero le dieron a Grosso, hasta que Amadeo descubre que los muñecos de plomo del metegol tienen alma, corazón y vida: con el mejor equipo de metegol del mundo y toda la pasión que ponía en su rol de director técnico, en cada partido. El argumento es clásico. Lo diferente, es el espíritu de quien lo escribió y la mística que respetaron quienes se encargaron de llevarlo a pantalla bajo las órdenes del "Gran DT" Campanella. Gastón Corali compró los derechos del cuento y confió en él para plasmarlo en película, mucho antes del Oscar que el argentino recibió por El secreto de sus ojos. A esa película, Campanella la escribió con el también autor del original Ernesto Sacheri, y con Sacheri volvió a formar la línea de tres que sumó a Axel Kutchevaski para el guión adaptado de Metegol. Para la producción, Campanella obtuvo apoyo de España y Canadá y Argentina, además de su propia firma 100 Bares, y Catmandú, de Corali. Con idea y presupuesto en mano, faltaban el equipo de animación, mezcla de argentinos y españoles, supervisado por Sergio Pablós, el mismo de Mi villano favorito y Río. Se trata de una película con olor a fútbol, barrio y tradición bien argentinos, pero que comparte una pasión universal; que con personas, personajes y un lenguaje propios hace general un discurso y un mensaje que abarca a pueblos y generaciones. Los escenarios, los protagonistas que allí se sitúan y las situaciones a las que se ven enfrentados, son comunes a todo ser humano en desafío y en garra para sobreponerse de ellas. También la fantasía. Pero la pátina de realismo mágico que tiñe todo el relato es absolutamente latino y he allí el acento que ningún tanque, por magníficos presupuestos que maneje, puede dar. Es el tilde de la identidad que el equipo de Campanella ofrece, con un sentido de unidad que los llevó a hacer esta suerte de gol de media cancha y sobre el medio tiempo de estas vacaciones de invierno.
Un espectáculo digno mientras corre el receso invernal Theo es un caracol que sueña con convertirse en corredor de las 500 millas de Indanápolis, mientras padece los usos y costumbre de su especie, condenada a salir cada mañana al jardín para derrivar los tomates podridos de la planta y comer un trozo de la jugosa fruta como premio, antes de volver a descansar. Amante de las carreras que mira en el viejo televisor de la cochera de la casa, sueña con convertirse en el caracol más rápido del mundo mientras soporta las burlas diarias de sus congéneres y sobrevive en su labor gracias a la defensa de su hermano mayor, quien a la vez intenta devolverlo a la realidad. Obstinado, Theo elude los problemas y escapa. Y es en uno de esos episodios de autoexclusión cuando cae en una pista de picadas y un accidente termina por reconfigurar su ADN atribuirle las características de un auto de carreras. Si el consejo del campeón mundial de Indy --"ningún sueño es tan grande, ni ningún soñador tan pequeño"-- le era suficiente a este caracol para seguir adelante, sus nuevas herramientas le permiten lanzarse al mundo, aunque llegar a la cima no será tarea sencilla. El obstáculo --más tarde el medio-- es la aparición de un vendedor de tacos, socio de su hermano en un pequeño restaurante en el deslucido paseo de La Estrella Fugaz, donde un grupo de chicanos variopinto subsiste, y entretiene largas horas de inactividad realizando carreras de caracoles tan ilusos como Theo. Entre otros soñadores y fanáticos, Theo encontrará un nuevo nombre, el de Turbo, más acorde con su identidad, y el equipo ideal para llegar a la meta. Con situaciones y escenas que parecen calcadas de otras películas --da la impresión de que Bichos, Vecinos invasores, Cars, Ratatuille han sido algunos de los abrevaderos-- se armó el argumento para esta producción de Dreamworks, que no hace otra cosa que llenar una agenda de obligaciones para el calendario 2013. Aunque se trata de una película bien hecha, que utiliza muy bien la cámara para explotar con imaginación las perspectivas del ser humano y el caracol, y que da buenos espectáculos en 3D, no es de las que rompen moldes y queda muy lejos en la escala en relación, por caso, con Los Croods , la primera oferta de este año de la misma productora. Turbo goza, no obstante, de una muy buena realización, moralejas grandes y siempre bienvenidas cuando se trata de propuestas para los chicos: una galería de personajes simpáticos, mucho colorido, emoción y buena música y sonido para dar marco al conjunto. Un espectáculo digno de ser considerado en la cartelera dedicada a la familia, mientras corren las vacaciones de invierno.
Ciencia ficción en grande y con el sello de Del Toro Cuando las legiones de criaturas monstruosas, conocidas como Kaiju --bestias en japonés--, comienzan a subir desde el mar, empieza una guerra que acaba con millones de vidas. Para luchar contra esta amenaza, un tipo especial de arma fue creada: robots masivos, llamados Jaegers --cazadores en alemán--, que son controlados simultáneamente por dos pilotos cuyas mentes están conectadas en un puente neuronal. Un soldado conflictuado por la muerte en acción de su hermano y compañero; un mariscal que fue guerrero y entregó su vida para que el proyecto funcionara; una muchacha oriental involucrada en la lucha desde que quedara huérfana por un ataque kaiju; un dúo, padre e hijo, con un enlace genético indiscutido y un vínculo personal discutible; más otro dúo, el de los investigadores que contraponen a diario sus posturas teórica y empírica, conforman el bloque que trabaja en el primer plano de esta guerra. Los monstruosos adversarios --se explica-- llegan para colonizar el planeta. Son seres de otra dimensión que arribaron a la humana a través de una falla entre placas tectónicas, que produjo un portal entre ambos mundos. Algo similar sucedió en la prehistoria y el relato postula que estos enemigos fueron los responsables del exterminio de los dinosaurios. En 2020, a más de una década de luchar contra sus cada vez más frecuentes ataques, se advierte que los Kaijus han llegado para completar la labor de conquistar la Tierra y que ya no hay nada que los detenga. El gobierno decide dar de baja al programa de Jaegers, pero el mariscal no se resigna a una rendición que convertiría las muertes de tantos soldados en un sinsentido. Decide entonces formar una resistencia con los robots y guerreros humanos que restan de los antiguos tiempos de gloria y dar batalla hasta el final. Guillermo del Toro --El espinazo del diablo, El laberinto del fauno, Hellboy -- contó con un presupuesto de 180 millones de dólares para rodar esta película que hace alarde de lo invertido en efectos especiales, para delirio de los seguidores del cine de acción con inspiración comiquera y de una franja de público que va del adolescente al adulto joven. Con un reparto de entre usuales secundarios y actores fetiches construyó para la pantalla un relato de narración con ritmo muy alto, pero un desarrollo dramático que desaprovecha subtramas y termina fagocitado por el despliegue visual.
Un juego con números a favor No siempre las spin-off de sucesos de taquilla resultan tan exitosos y con razones como sus antecesores. En ocasiones, la continuidad de una película parece agarrar a los guionistas sin cartas suficientes y obligados a sacar argumentos de la nada para empardar y, de ser posible, superar el golpe de suerte inicial. El caso de Mi villano favorito 2 se encuentra en el lado opuesto del juego y viene con todas las de ganar, a pocos días del comienzo de las vacaciones de invierno en la Argentina, donde acorde con la corriente norteamericana este título logró superar los números de taquilla de Monster University, la secuela de Monster Inc. (ver grisado). A diferencia de la cinta de Disney, el título de Illumination Entertainment que distribuye Universal Pictures se armó de un argumento imaginativo, que enlaza con el de 2010, colocando a Gru en las funciones de un ex-villano en procura de rehacer su vida, motivado por su rol de padre de las huérfanas Margo, Edith y Agnes. El nuevo padre se dedica a hacer funcionar su familia --lidia con las necesidades de una preadolescente, y las travesuras de dos niñas que procuran conseguirle una cita-- más un nuevo emprendimiento de jaleas ladeado por el doctor Nefario y su ejército de Minions, cuando un laboratorio secreto completo es robado, junto con una pócima que podría producir un caos de caer en las manos equivocadas. Como antiguo villano, Gru es convocado de manera poco ortodoxa por la Liga Anti-Villanos (AVL), quien lo obliga a asumir una misión de riesgo junto con la nobel agente Lucy Wilde. Pero Gru ya no está solo y, ante los nuevos obstáculos y los antiguos aliados --ahora rivales-- que se le presenten, contará también con una familia que le es incondicional. Con buen ritmo, un reparto equilibrado de la acción entre los protagonistas y la inmejorable actuación que se reserva a los hilarantes Minions, el relato se desenvuelve con agilidad. La factura de animación de esta cinta fue y sigue siendo de primera línea, impecable en sus versiones 35 milímetros y 3D, una constancia desde los títulos iniciales hasta el fonus track de "la audición de Minions" que se reserva para los créditos finales. Quedarse cinco minutos más en la butaca, aunque las luces de la sala se estén encendiendo vale la pena. Una tercera película llamada Minions , que se centrará principalmente en los secuaces amarillos de Gru antes de que se hayan conocido, se anuncia para el 19 de diciembre de 2014. Hasta entonces, vale ponerse al tanto de la propuesta de esta cinta, uno de los claros éxitos animados del año que irrumpió en pantalla con todos los números a favor.
Divertida, pero lejos de la primera Desde que el ahora casi universitario Mike Wazowski era un pequeño monstruo, soñaba con convertirse en asustador profesional; y él, mejor que nadie, sabe que los mejores asustadores provienen de Monsters University. Pero durante su primer semestre en MU, los planes de Mike son frustrados cuando se cruza con el as de los sustos James Sullivan, "Sulley". El descontrolado espíritu competitivo de ambos hace que terminen expulsados del Programa de Sustos de élite de la Universidad. Ambos se dan cuenta de que si pretenden lograr sus objetivos, deberán trabajar juntos y valorar a sus compañeros de grupo. Monster Inc. se estrenó en 2001 como producto de la asociación de las compañías Disney y Pixar. Su originalidad la convirtió en un clásico que merecía una secuela a la altura. En 2005 comenzaron las negociaciones, pero los desacuerdos entre el presidente de Disney, Michael Eisner, y el dueño de Pixar, el hoy fallecido Steve Jobs, disparó una serie de vaivenes que concluyó con el anuncio de la realización, cinco años más tarde, y la concreción de este estreno. ¿El retraso? ¿Esa sensación de que, conforme pasan los años, el clásico se vuelve imposible de equiparar? ¿Un guión hecho por patrón, donde lo que cambian son los personajes? Se podrían ensayar interrogantes más o menos perspicaces para encontrar respuestas a cierta sensación de insatisfacción que produce Monster University , un buen divertimento, magistralmente animado y con situaciones disfrutables, pero que no logra, siquiera, empardar a la original. Se asiste, en cambio, a una típica comedia de estudiantes, que compiten por el cetro de la popularidad cuando su estilo es más compatible con el de los eternos "nerds", que, condenados a ser los perdedores, tienen que tomar las riendas de su destino y demostrar que hay otras maneras de ganar; y que, aún perdidos, siempre hay una salida airosa para quien la busca.
Un entretenimiento por arte de magia Continúa esta semana en cartel la película de acción y suspenso del director francés Louis Leterrier ( El transportador 1 y 2 ), una propuesta que reúne excelentes nombres en cartel para ofrecer un entretenimiento sin pausa a cambio de mucha atención. Película con varios giros para distraer y vueltas de rosca inquietantes, opera en el desarrollo de su trama como los trucos de magia que pone en pantalla, en manos de cuatro magos de medio pelo que son convocados por un misterioso personaje para convertirlos en Los 4 Jinetes, los protagonistas del show más fabuloso y arriesgado que jamás se haya visto en el mundo del espectáculo. Tres hombres y una mujer son la cara visible de un plan que incluye el robo a la caja de seguridad de un banco en París, la quiebra de una compañía de seguros y la puesta en jaque de dos hombres aparentemente ubicados en veredas opuestas: el productor del espectáculo que gana masas de adeptos por donde circule y un ex mago que realiza un programa en la web donde descubre los trucos de los más famosos ilusionistas y factura con las visitas. Detrás de la movida de Los 4 Jinetes, parece esconderse el accionar de El Ojo, una antigua secta de magos destinada a guardar los secretos de la verdadera alquimia. Siempre al borde de la ley, estos showmans viven asediados por el FBI, en especial por un desacreditado agente, quien cae como un "Pierre no doy una" en la trampa de estos magos de poca monta llevados a la fama por una fuerte inversión en parafernalia, y lo peor, ante la mirada de una novel y atractiva agente de Interpol Francia que llega para sumarse a la investigación. Los artilugios para despistar, aunque poco originales, funcionan y muy bien, y son de destacar las actuaciones de un reparto que parece haberse divertido tanto como el público y que se apoyó con fuerza en su carisma. Los vertiginosos movimientos de cámara, las panorámicas de escenarios gigantes, corridas por pintorescas y pobladas calles de Nueva Orleans y persecuciones en automóviles con las debidas derrapadas, vuelcos y explosiones, más un guión narrado con pericia de quien sabe divertir, aún con graves atentados a la perfección, convierten cada secuencia de esta película en un juego que mantiene al espectador con la adrenalina en alto.