Mucha fiesta, poco humor Existen muchísimas películas de animación, que todos disfrutamos y consumimos con avidez. Largometrajes que si bien están pensados para entretener al público más joven, logran conmover hasta las lágrimas a adultos muy serios como nosotros. Y después existen películas como Sausage Party. Frank (Seth Rogen) es “un” salchicha que está enamorado de Brenda (Kristen Wiig), “una” pan para salchichas. Ambos están a la venta en la góndola de un supermercado, esperando a ser comprados por un “dios” humano y llevados al “Gran Más Allá” donde podrán consumar su relación. Pero el viaje de ambos queda trunco cuando Frank intenta rescatar a un frasco de Mostaza con Miel (Danny McBride) que quiere suicidarse porque sabe que el “Gran Más Allá” no es el edén que todos piensan. Así se separan de sus paquetes y en el camino de vuelta a su góndola, descubren la aterradora verdad sobre su existencia. Sausage Party nació como una película de animación estrictamente para adultos, y créanme cuando les digo que no quieren que sus niños la vean. Dirigida por Greg Tiernan y Conrad Vernon, a quienes probablemente conozcan de películas como Monstruos Vs. Aliens y Shrek 2, Sausage Party es un festival de mal gusto. Sabemos que este tipo de películas permite tocar temas más jugados y ser un poco más ácidas que aquellas destinadas a públicos familiares, pero esto ya es demasiado. Pareciera ser que la concepción de “humor adulto” se limita a montones de chistes de sexo y drogas, tantos que con el pasar de la película pierden la gracia, todo adornado con una cantidad excesiva de insultos que terminan por perder el sentido. Por momentos es divertida, no vamos a decir que no, y aunque no lo crean, invita a hacer una pequeña reflexión acerca de las religiones y la cuestión de la Fe. Pero todo esto se desaprovecha en un mar de personajes sobreactuados, escenas sin sentido, violencia descontrolada y orgías muy explícitas entre frutas y verduras. En conclusión, Sausage Party intenta copiar el humor absurdo al que nos tienen acostumbrados Rogen y compañía, pero no lo logra. Es tristemente irónico que hayan querido hacer una película animada de humor “sólo para adultos” que apenas los niños encontrarán divertida.
La nueva generación de Ghostbusters No es fácil hacer remakes. Mucho más difícil es hacer una de un clásico absoluto. El problema es que no importa cuán buena sea la película, siempre será comparada con la original, a la que jamás podrá, bajo ninguna circunstancia, igualar. Ese es el tema cof los clásicos: se meten debajo de la piel de sus fanáticos y se quedan allí para siempre, por eso es que les cuesta tanto aceptar nuevas versiones. ¿Por qué entonces las productoras, los estudios y los actores arriesgarían sus reputaciones para exponerse a un escrutinio tan parcial e injusto? Porque a veces la pegan y salen cosas buenas, como Ghostbusters. Para ser fieles a la verdad, esta remake tuvo una a favor: cuando llegó a las taquillas nadie tenía demasiadas expectativas, de hecho se pensaba que sería un fracaso rotundo. Los prejuicios que tuvo que enfrentar al contar con un elenco femenino también ayudaron: nunca se pensó que cuatro actrices cuasi-comediantes podrían estar a la altura de grosos como Bill Murray. Pero así fue, grata sorpresa. “Who you gonna call? Ghostbusters!” Alguien está liberando fantasmas aterradores por toda la isla de Manhattan, New York. Los ciudadanos corren por las calles desesperados, sin saber qué hacer ni a quién recurrir… ¿A quién van a llamar? Así es como las científicas Erin Gilbert (Kristen Wiig), Abby Yates (Melissa McCarthy) y Jillian Holtzmann (Kate McKinnon) y Patty Tolan (Leslie Jones), una trabajadora del subterráneo neoyorkino, forman las nuevas Ghostbusters. Dirigida y escrita por Paul Feig, a quien quizás tengan de películas como Bridesmaids (2011), Spy (2016) o The Heat (2013) –todas ellas protagonizadas por Melissa McCarthy, coincidentemente-, Ghostbusters no es sólo una remake: es una comedia simple y efectiva que funciona por sí misma. El humor inteligente de Feig se distingue claramente en los diálogos y actuaciones, pero las chicas también aportan lo suyo: Melissa McCarthy y Kristen Wiig se han convertido en grandes comediantes que destacan entre las demás. No podemos dejar de nombrar el papel de Chris Hemsworth, quien interpreta a Kevin, el despistado recepcionista de las chicas que nada tiene para envidiarle a la irónica asistenta de los ex Ghostbusters, Janine Melnitz (Annie Potts). No podía faltar la cuota nostálgica que acompaña cualquier remake de un clásico: a lo largo de la película podrán ver a varios personajes del elenco original, en papeles pequeños pero memorables. Entre ellos, tres de los cuatro Cazafantasmas originales (recordemos que Harold Ramis murió en el año 2014): Bill Murray (como Martin Heiss), Dan Aykroyd (como un taxista que no quiere llevar a Erin al cuartel) y Ernie Hudson (como el tío de Patty). También verán a la anteriormente mencionada Janine Melnitz (Annie Potts) y a Sigourney Weaver, en el papel de la Dra. Rebecca Gorin, que trabaja con Jillian. En resumen, si bien Ghostbusters cuenta con una historia simple, sin demasiados giros dramáticos ni sorpresas, Ghostbusters cumple con su cometido: entretener y hacer reír. Su antecesora debería estar orgullosa de esta nueva versión que logra sentar las bases para una nueva generación de Ghostbusters.
Mucho para mostrar y poco para ver Basada en el popular juego homónimo de Blizzard Entertainment, Warcraft: The Beginning fue una de las películas más esperadas del 2016. Lamentablemente, también fue una de las más grandes decepciones. Dirigida por Duncan Jones, a quien quizás conozcan del drama minimalista de ciencia ficción Moon (2009), Warcraft: The Beginning nos cuenta la historia de la guerra que recién empieza. El pueblo bárbaro de los Orcos ha destruido su mundo, luego de sucumbir a un tipo de magia maligna llamada Fel, que para dar poder primero requiere un tributo de vida. Por esto mismo viajan a través de un portal que sólo se abre con esta horrible magia y llegan a Azeroth, un reino pacífico de humanos, que quieren conquistar y tomar para ellos. Crítica - Warcraft 3 Si uno no es jugador asiduo de Warcraft, puede que no disfrute ni entienda demasiado la película. La cantidad de personajes y razas que se informan en los primeros quince minutos de son abrumadores. Pero luego la historia se hace más simple: del lado de los orcos están Durotan (Toby Kebbell), uno de los “orcos buenos”, al que la magia Fel le da mucha desconfianza; su antagonista es Gul’dan (Daniel Wu) un orco brujo bien malo que lo único que quiere es esclavizar Azeroth y que los orcos le obedezcan sin reparos. Del lado de las víctimas de los orcos están los humanos, todos en papeles muy estereotipados: el soldado rebelde (Travis Fimmel), el rey benevolente (Dominic Cooper), el mago extravagante (Ben Foster), el sabio aprendiz (Ben Schnetzer) y la “media-orca” sexy, que se enamora del soldado y en quien todos confían automáticamente, aunque venga del bando contrario (Paula Patton). Crítica - Warcraft 2 En general, Warcraft: The Beginning se puede definir con una sola palabra: torpe. Para ser una película con semejante presupuesto y tanta publicidad, parece hasta hecha por un principiante. Y tal vez así sea, no hay demasiados directores que pueden tomar estos enormes proyectos y estar a la altura de las circunstancias. Empecemos por lo malo: El guion, escrito por Duncan Jones y Charles Leavitt, es absolutamente predecible, tiene giros poco creíbles y situaciones forzadas, que suceden porque sí, sin ninguna explicación. Las actuaciones de los humanos dejan mucho que desear. Aunque para ser justos, esto seguramente se deba a que los personajes son tan chatos y sus diálogos tan faltos de realismo que ni el mejor de los actores podría remontarlos. El montaje de la película en general es de principiante, sobre todo en las batallas. A ver, la película se llama Warcraft y el juego se basa en dos especies que viven de guerra, entonces, ¿cómo puede ser que las batallas sean tan confusas? ¡Deberían ser lo más importante de la película! Sin embargo, el montaje es torpe e impreciso y sigue cometiendo el error de muchas películas de guerra, donde dos personajes se ponen a hablar lo más campantes mientras a su alrededor se produce una matanza descarnada. Pero no todo es malo en Warcraft: The Beginning y sería injusto no señalar lo bien hechos que están los orcos. La forma en la que sus rostros expresan emoción, se podría decir que superan a todos los actores de carne y hueso juntos. También cuenta con algunas escenas interesantes, en las que se puede realmente sentir el poder y el peso de estos temibles seres. Crítica - Warcraft 1 En conclusión, Warcraft: The Beginning no alcanza a cumplir las expectativas, pero no por no tratar. Si la hubiera dirigido otra persona con un poco más de experiencia en este tipo de películas, probablemente no hubiera sido tan mala. Por otro lado, la cantidad de fanáticos que tiene el juego le garantiza supervivencia a la saga por venir, por lo que quizás las próximas entregas de la historia sean más interesantes. Mi consejo, aquellos que crecieron y aún hoy siguen jugando Warcraft, no se la pueden perder. Los demás…sigan adelante porque no hay mucho para ver. Por Mariana Van der Groef
El peligro de ser ridículamente hermoso No todas las segundas partes son buenas. De hecho, la mayoría son malas. Cierto es que existen excepciones que confirman la regla, pero bueno…Zoolander 2 no lo es. Situada quince años después del final de la primera, Zoolander 2 comienza con un Justin Bieber corriendo por su vida por las calles de Roma que no consigue escapar de sus perseguidores misteriosos y es asesinado. Lo último que hace antes de morir, es subir a Instagram una foto en la que adopta la mirada “Blue Steel” de Derek Zoolander (Ben Stiller). Mientras tanto, Derek se ha convertido en un ermitaño luego de que su familia se viera afectada por una sucesión de desgracias: el libro gigante que caracteriza al “Centro Derek Zoolander para niños que no pueden leer bien y que quieren aprender a hacer otras cosas bien también” se derrumba, aplastando (y matando) a la mujer de Derek y más tarde, por negligencia, le quitan a su hijo (Cyrus Arnold). Por otro lado, Hansel (Owen Wilson), que fue herido en el rostro durante del desastre del libro gigante, también se encuentra fuera de la esfera pública. Tapándose el rostro con una máscara al mejor estilo “fantasma de la Ópera”, se dedica a meditar con su “orgía” hasta que se entera que todos ellos están embarazados. Tanto Derek como Hansel son invitados a participar en el último desfile de la nueva diseñadora de moda Alexania Atoz (Kristen Wiig) y ambos aprovechan para escapar de sus temores y reencontrarse con sus fabulosos y hermosos yo. Sus caminos se cruzarán entonces con Valentina Valencia (Penélope Cruz), agente de la división moda de la Interpol, que necesita la ayuda de ambos para averiguar quién está asesinando a las personas más lindas del mundo y porqué todas ellas mueren con la misma expresión de Derek Zoolander. Dirigida por Ben Stiller, la realidad es que Zoolander 2 no da ni más ni menos de lo que promete. Continúa con el estilo de su antecesora: humor histriónico, absurdo y exagerado, con sólo un poco de ironía. Derek y Hansel siguen teniendo la excelente química en pantalla que los caracteriza, pero parecen haber perdido unas cuantas neuronas en el camino ya que cada vez actúan de forma más estúpida, tanto que llega un momento en el que ni son graciosos. El problema radica en que los gags terminan recayendo siempre en lo “tontos” que son y esto hace que los personajes se desgasten. Por otro lado, Zoolander 2 pierde esa crítica encubierta al mundo de la moda que supo tener la primera parte, lo que la transforma en suerte de cáscara vacía: una sucesión de chistes estúpidos sin ningún sustento. Pero no todo es malo. Para ser justos, la película sí logra hacer reír. Con sus chistes “sólo para entendidos” y sus cameos acostumbrados de personas del ámbito de la moda y de otros ámbitos también (la aparición de Neyl DeGrasse Tyson de la mini-serie Cosmos es genial), tiene momentos en los que no se puede creer que se animen a tanto. En resumen, si bien Zoolander N2 no es la mejor película de comedia de la historia (me atrevo a decir que ni siquiera será la mejor película de comedia del año), sí es divertida. El humor inocentón e inteligente (por breves momentos) que tiene les garantizará una diversión moderada y les recordará porqué hay más en la vida que ser ridículamente hermoso.
El buen periodismo ¿Qué es un periodista? ¿Cuál es su papel en la sociedad? Pareciera que en los tiempos que corren, el periodismo se ha desdibujado. La velocidad con la que se mueven las noticias y esa necesidad de primicia constante que tienen los medios masivos de comunicación, le han ido quitando calidad a la información que publican y consecuentemente, han modificado el trabajo de los periodistas. Y lo peor de todo, nosotros nos hemos acostumbrado a ello. Spotlight nos sitúa en la ciudad de Boston, más específicamente en la redacción del Boston Globe. Allí conocemos al equipo de investigación del diario, que lleva el nombre de Spotlight. A medida que transcurre la película veremos cómo este grupo reducido de periodistas destapa un escándalo de pedofilia en la Iglesia Católica y como las autoridades de la misma, habían logrado cubrirlo por años y años. Dirigida por Tom McCarthy –a quien conocimos por películas poco trascendentes el año pasado como Cobbler (2015)- en Spotlight seguimos a este grupo de periodistas, encabezado por Walter “Robby” Robinson (Michael Keaton), en la búsqueda de datos y pistas que los ayuden a descubrir semejante escándalo. La magnitud del caso, que tuvo lugar a principios del año 2002, hace que se deban mostrar y dar a conocer una cantidad inmensa de personas implicadas e información difícil de aprender en las dos horas y seis minutos que dura la película. Por eso es que Spotlight puede parecer lenta y estática por momentos, con diálogos extensos y complejos. Pero no por eso es aburrida, simplemente se toma su tiempo para darle tiempo al espectador para comprender y conocer toda la información expuesta. La película cuenta con un elenco más que interesante (Mark Ruffallo, Stanley Tucci, Michael Keaton, Rachel McAdams, Liev Schreider, etc) y las actuaciones están a la altura de las circunstancias. Mark Ruffalo se destaca en su papel de Mike Rezendes, quien debe redactar la noticia, seguido de cerca por Michael Keaton. Pero lo más interesante de Spotlight es cómo muestra a este grupo de periodistas haciendo su trabajo. La forma en la que buscan la información, la manera en la que entrevistan a las víctimas y cómo aquello que descubren termina por afectarlos a todos en sus vidas personales. Como decíamos antes, nos terminamos acostumbrando a una clase de periodismo que en realidad no aporta nada a la sociedad. Por eso es tan importante ver una película como esta, que si bien maquilla a los personajes y los hace más heroicos de lo que en verdad son, deja al descubierto cómo deberían comportarse aquellos que desean luchar contra el poder real en lugar de ser obsecuentes hacia él. Spotlight es una gran muestra de lo que debería ser el buen periodismo.
La cara oculta del éxito Hay herramientas que utilizamos siempre en nuestras casas sin prestarles demasiada atención. Herramientas y electrodomésticos que facilitan en sobremanera la preparación de nuestras comidas, la limpieza del hogar y de la ropa. Los utilizamos todos los días, pero lo hacemos de forma tan automática que seguramente ninguno de nosotros nunca se puso a pensar: ¿Quién los inventó? La nueva película de David O. Russell se trata ni más ni menos que de eso: la larga historia detrás de la invención de un objeto de limpieza tan mundano y cotidiano como la mopa. ¿La tienen a la mopa? ¿Ese elemento maravilloso que reemplazó al trapo de piso? Para los que no son adeptos a limpiar demasiado sus casas, les explico: tiene una cabecera desmontable llena de tiras de tela o de algodón que no requiere que uses las manos para escurrirla (lo que es un verdadero asco). Seguramente la hayan comprado y usado mil veces sin detenerse a pensar a quién se le pudo ocurrir semejante genialidad. Pero detrás de esa invención, hay toda una historia de superación personal que vemos demasiado bien contada en Joy. La película está basada en la historia real de Joy Mangano, quien armó su propio imperio a partir de su creación de la Miracle Mop (la mopa milagrosa). La inventora es interpretada por Jennifer Lawrence, quien les pasa el trapo a todos (nótese el doble sentido intencionado). Mentiría si dijera que no disfruto de las películas protagonizadas por la estrella de la saga de Los Juegos del Hambre, pero nunca la consideré una actriz digna del Óscar que ganó en el año 2013 por su papel de Tiffany en Silver Linings Playbook (también de David O. Russell). Pero en Joy, se lleva todos los aplausos. Acompañada por el mismo elenco que suele elegir Russell, compuesto por dos grandes como Robert De Niro y Bradley Cooper, la blonda es la única que destaca. Pero la gran actuación de Jennifer Lawrence no es lo único bueno de la película, sino también su ritmo desquiciado. Es rápida y fluida, tanto que no permite al espectador aburrirse ni por un segundo. Lo mejor de todo es que Russell deja bien en claro lo que ya intentó en películas anteriores: no hace falta ni una trama demasiado compleja, ni grandes efectos especiales para que una historia sea entretenida e interesante. Y en Joy lo logró: una película simple y bien contada, que refleja el arduo trabajo que se esconde detrás de cualquier éxito.
La guerra no será contada Esperar demasiado ESA película, re contra publicitada, que viene a darle vida a una historia que amás, a veces se torna en una tarea casi insalubre. Pero todo este mar de expectativas, que parece llenarnos de emoción apenas empieza la preventa de entradas y se acrecienta con cada día que pasa hasta llegar al estreno, termina siendo en detrimento de la propia película. No es que queramos desilusionarnos, claro que no, pero probablemente la película nunca llegue a estar a la altura de nuestras grandes expectativas. Este es el caso de Mockingjay: Parte 2, que viene a cerrar la exitosísima saga de Los Juegos del Hambre. Pero no nos adelantemos. Crítica Mockingjay Part 2 - 1 Para aquellos que siguen la saga desde sus inicios, seguramente recuerden que Mockingjay: Parte 1 (que decepcionó a todos por la falta de acción) dejó una Panem en plena revolución, al borde de la guerra civil. Katniss (Jennifer Lawrence), refugiada en el Distrito 13, regido por la presidenta Alma Coin (Julianne Moore), tuvo el arduo papel de ser la “reclutadora” de los demás distritos, grabando una serie de “propos” (que es jerga panemística para “propaganda política”) que los llamara a unirse a la guerra contra el Capitolio. En Mockingjay: Parte 2 ya nos encontramos con una Panem sumida en la guerra anunciada, donde Katniss no tiene mucho que hacer, dado que ya ha cumplido con su deber, pero que está absolutamente deseosa de vengarse de Snow (Donald Sutherland) por lo que le hizo a Peeta (Josh Hutcherson). Recordemos que Peeta había sido secuestrado y torturado en la película anterior y posteriormente rescatado por el Distrito 13. Pero las secuelas de las torturas están a la vista y ya no puede distinguir la realidad de la fantasía, lo que lo convierte en una verdadera bomba de tiempo. Crítica Mockingjay Part 2 - 3 En sus dos horas y casi veinte minutos de duración, el director, Francis Lawrence, vuelve a darse el lujo de contar con todo el tiempo del mundo para armar los espacios y ambientes adecuados. Sé que quizás es una opinión poco popular, pero esto deja respirar a la historia y le hace adquirir importancia a las escenas más tensas y de acción. De todas formas, es verdad que por momentos se nota que realmente están haciendo tiempo: algunos diálogos entre personajes como Gale (Liam Hemsworth) y Peeta simplemente no tienen razón de ser. Por otro lado, uno de los grandes problemas (y quizás el más importante) que tiene la segunda parte de este esperado final, es que si bien sabemos que Panem está en guerra, la sentimos, los personajes todo el tiempo hablan de ella y buscan estrategias para ganarla, la verdad, es que nunca VEMOS la guerra. Katniss es enviada al Capitolio, que ahora está convertido en una suerte de arena de Los Juegos del Hambre lleno de trampas mortales, con un pequeño escuadrón para seguir grabando “propos”. Y es cierto que vemos montones de acción y muerte pero nunca llegamos a ver la verdadera guerra. Recién en el final atisbamos una porción de lo que debería haber sido, pero no termina de alcanzar. A todo esto también tenemos que agregarle los errores de guión. A lo largo de la historia de Los Juegos del Hambre se construye el relato del pueblo oprimido por un dictador autoritario, sin fuerza, sin unidad, que no puede salir del yugo de su opresor. En la última parte de la saga esto cambia: el pueblo ahora se alza contra el Capitolio con líderes fuertes que representan a cada distrito, líderes que parecen tener incluso más poder que la presidenta Alma Coin del Distrito 13. Crítica Mockingjay Part 2 - 2 A medida que se desarrolla la historia nos vamos dando cuenta de que quizás Snow no es tan malo como parece ni Coin es la presidenta justiciera que aparenta. Pero el salto es absolutamente drástico: Coin pasa de ser una defensora de la democracia y las elecciones libres a una tirana sanguinaria en un abrir y cerrar de ojos y en el final, hasta sentimos pena por el antes terrible dictador Snow. Esto hace que el relato pierda verosimilitud y traicione a su espectador, forzando la historia para que entre en una estructura ilógica y falta de imaginación. Finalmente, y para empeorar las cosas, la película tiene dos finales: uno que parecería el más lógico y que encajaría con la historia y otro que viene justo después de ese que es absolutamente trillado y fuera de lugar. Simplemente: no hacía falta. En conclusión, no sólo las grandes expectativas le jugaron en contra: la película cuenta con serios problemas de guión y de historia que no terminan de cerrar por ningún lado. Así que ahí lo tienen, el esperado y épico final de Los Juegos del Hambre, al final sí fue muy esperado pero no tan épico.
La cumbre con sabor a poco Guillermo del Toro es un director talentoso, no podemos decir que no. Al fin y al cabo, ¿Quién se atrevería a criticar al tipo que dirigió una película tan genial como El Laberinto del Fauno (2006)? Sí, definitivamente, es uno de los grandes directores de este momento. Pero hay veces…que se queda corto. La cumbre escarlata (Crimson Peak), una de las películas de “terror” más esperadas del año nos lleva al pasado, a fines del siglo XIX, a la ciudad de Nueva York. Allí conocemos a Edith (Mia Wasikowska), hija de un constructor acaudalado que aspira a ser escritora y que ve fantasmas ocasionalmente. Su camino se cruza con el de Thomas Sharpe (Tom Hiddleston), un joven inventor que lleva a la cuidad una de sus ideas (una máquina que permite sustraer arcilla roja del suelo con mayor facilidad) para presentársela al papá de Edith, con intenciones que éste invierta en ella. Luego, el anciano muere en circunstancias más que sospechosas y Edith encuentra consuelo en los brazos de Thomas, con quien se casa. El tema es que, después de la boda, debe ir a vivir con él y su hermana Lucille (Jessica Chastain), a una macabra mansión en las afueras de Inglaterra, que está aislada de todo y que parece hundirse en las entrañas de una cumbre de arcilla roja. Crítica - Crimson Peak 1 La verdad es que la película desde su comienzo es un espectáculo visual. Entrar al mundo de La Cumbre Escarlata, es como entrar a un álbum de fotos antiguas. Asimismo, Del Toro aprovecha este ambiente de matices desgastados y sepias para destacar y contraponer a los personajes principales: justamente por esta cuestión Edith y Lucille llevan vestimentas de colores casi opuestos en la paleta. La otra maravilla visual que tiene la película, es Allerdale Hall, la enorme mansión de los Sharpe ubicada en la Cumbre Escarlata, casi derrumbada, que se hunde de a poco en las arcillas de un rojo furioso de la montaña. La mansión parece tener vida: cuenta con un agujero en su techo, por el que todo el tiempo pasan hojas y nieve, además de paredes llenas de polillas negras. Este tenebroso hogar está en continuo movimiento e incluso parece un personaje más. O por lo menos esto es lo que pretendía Del Toro, y al final, lamentablemente no lo logró. La casa termina perdiendo todo su protagonismo. Crítica - Crimson Peak 2 El factor PORQUE SÍ El factor porque sí viene a ser la justificación de aquellos guiones con aspecto de inacabados. Guiones con historias que quizás, de haberles dado una mirada más o dos, probablemente hubieran resultado buenos guiones. Pero aparentemente esto no sucedió en Crimson Peak. Por eso es que el guión tiene miles de agujeros, a saber: ¿Por qué la difunta mamá de Edith se aparece cuando ella es apenas una niña para advertirle de Crimson Peak? Porque sí. ¿Por qué, entonces no se aparece el padre de Edith para advertirle acerca de los hermanos Sharpe? Pues…porque sí. ¿Por qué Edith, en el sótano de la casa, rompe el candado de uno de los almacenes de arcilla roja y sale un fantasma que luego no aparece nunca más? Vaya pregunta…porque sí. ¿Por qué la película se publicita como una película de fantasmas si los fantasmas apenas tienen que ver en la historia? Mmmmm…¿Porque sí? ¿Por qué incluyen a un bebé en la historia si luego no tiene ningún tipo de papel en el desenlace? ¡PORQUE SÍ! Y así ad infinitum. Como dijimos anteriormente, el guión tiene muchos problemas. No sólo por el “factor porque sí”, sino también porque es absolutamente previsible. Desde el comienzo sabemos quiénes son los antagonistas y cuáles son sus propósitos. No hay nada que atrape al público en ningún momento, dado que los momentos “de terror” en los que aparecen los fantasmas no asustan demasiado. Y para culminar, el único giro sorpresivo que se da al final pierde toda su capacidad de asombro al ser anticipado varias veces durante la película y luego carece de otro giro que realmente tome por sorpresa al espectador. En conclusión, La Cumbre Escarlata no es más que otra película de Guillermo Del Toro. Sí, es un genio como narrador y sus películas tienen esa fotografía hermosa en la que no le gana nadie, pero en cuanto a guiones se trata, Del Toro pierde por goleada. Si verdaderamente disfrutan del terror, no vayan a verla porque los dejará con sabor a poco. Por Mariana Van der Groef
Director que mucho abarca…poco cuenta Neill Blomkamp es un director sudafricano nuevo que se ha convertido rápidamente en uno de mis favoritos. Sus películas, situadas en futuros no tan lejanos, tienden a tratar la marginalidad y las injusticias sociales desde un lado novedoso y entretenido. Problemas que tienen lugar en su país de origen pero que lamentablemente vemos repetidos en todas las sociedades. Pero lo más interesante que tienen sus películas no sólo son sus temas de interés social, sino sus fantásticos robots, y las escenas de acción que los incluyen. Por eso es que, luego de ver District 9 y luego Elysium, donde Blomkamp profundiza su estilo de dirección, supe que Chappie tendría que ir por el mismo camino. Lamentablemente no estaba en lo cierto. La película se sitúa en la ciudad de Johannesburgo, donde el número de policías muertos a manos de delincuentes se ha salido de control. Para aliviar esta situación, el estado implementa una policía de robots, que envía como fuerza de choque a los enfrentamientos. Así es como Chappie (o en ese momento, Unidad N° 22) es gravemente dañado con una bazooka en plena batalla y enviado para su destrucción y reciclado. Al mismo tiempo, el inventor de este ejército de robots, Deon Wilson (interpretado por Dev Patel) está experimentando con inteligencia artificial y lo que más quiere es crear un robot con una conciencia prácticamente humana. Por eso es que se roba a la unidad N° 22. Lamentablemente no consigue completar su cometido porque es secuestrado por una banda de delincuentes que lo necesitan para “apagar” o “desconectar” a los robots policías y así poder delinquir tranquilos. Pero éstos no son los villanos de la película. El papel de antagonista lo ocupa Hugh Jackman, quien interpreta al soldado Vincent Moore e igual que Deon, trabaja en un robot (el Alce) que sirve para aplastar delincuentes, aunque no logra que la policía lo quiera para su fuerza. Su papel termina siendo forzado en la historia y no agrega absolutamente nada, por lo que de antagonista tiene poco. Esto se ve repetido a lo largo de la película, donde los personajes tienden a perder peso y a desdibujarse, porque se intenta hablar de demasiados temas en poco tiempo y termina por no hablarse nada. Pero no todo es malo en Chappie, claro. Por eso es que a continuación, empezaremos con lo destacable. Lo principal es que uno como espectador enseguida siente empatía por este robot que es en parte un niño, en parte un perro extraviado con estas antenas cual orejas tan expresivas que tiene. Enseguida compartimos el temor y la tristeza que siente Chappie, a la deriva y fuera de lugar y más tarde la soledad de ser completamente distinto a aquellos con los que se relaciona, que son humanos. Otra de las cosas interesantes que tiene la película es su estética, que es una combinación de la cultura “gangsta” y la propia estética del grupo sudafricano de rap Die Antwoord (que interpretan a los delincuentes Yolandi y Ninja, quienes secuestran a Deon). El director propone un contraste muy marcado entre ellos, con cortes de pelos extraños y vestidos con ropas coloridas y el corporativo y ordenado creador de Chappie. La confrontación entre estos personajes tan distintos hace que Chappie sea entretenida y llena de riqueza visual. De todas formas, lo mejor del film sin dudas es Chappie, quien interpretado por Sharlto Copley, está maravillosamente logrado y es increíble hasta qué punto uno se puede sentir identificado con este ser de titanio que no tiene corazón pero sí una conciencia casi (o del todo) humana. Lo malo de la película, es que se tocan muchos temas importantes, como la discriminación, la intolerancia, el crecimiento de la violencia, la conciencia humana y la vida después de la muerte, pero se no profundiza en ninguno. Finalmente todo termina por diluirse cuando comienzan las escenas de acción que, si bien están hechas correctamente y son entretenidas, poco tienen que ver con el resto de la historia. Y poco tienen que ver con aquellas escenas a lo “Gopro” donde Matt Damon pelea con el robot guardaespaldas de un residente de Elysium. Por todo esto, es que al finalizar Chappie, como espectadora me quedé con una sensación de engaño y un cierto enojo con este director que supo hacer geniales películas y hoy se aleja de su estilo para hacer algo más pochoclero. Pero no perderé la fe en Neill Blomkamp y volveré a ver lo que quiera mostrarnos más adelante, que se rumorea será una reversión de Alien. En conclusión, Chappie es una película que se deja ver, entretenida, pero que no se diferencia en nada de cualquier otra película de acción.
Las sagas dirigidas a adolescentes están de moda. Todos los años salen por lo menos tres o cuatro nuevas historias que esperan muy esperanzadas pegarla como lo hicieron Harry Potter, Crepúsculo o Los Juegos del Hambre. Y también está Divergente. Segundo caballito de batalla de la productora Lionsgate, está basada en la saga homónima de Verónica Roth y cuenta la historia de Tris Prior (Shailene Woodley), que vive en un futuro distópico, donde la sociedad está dividida en cinco facciones: Abnegation (abnegación), Dauntless (Osadía), Candor (Verdad), Erudite (Erudición) y Amity (Cordialidad). Cada una de estas facciones cultiva y prioriza un aspecto particular de sus individuos. Por ejemplo los abnegados al ser altruistas, se ocupan del gobierno de la nueva sociedad, los osados, que son alocados y valientes se encargan de la seguridad, y así todos los demás. La segunda entrega de esta saga medianamente exitosa, Insurgente, retoma esta historia en plena revolución. Para los que la vieron (y para los que no, ojo que se vienen spoilers) Divergente termina con Tris, junto a su enamorado Four (Theo James), descubriendo una conspiración ideada entre Erudición y Osadía, en la que pretenden derrocar el gobierno de Abnegación y de paso pasar a todos los abnegados por el cuchillo. Así que en Insurgente encontramos a la pareja osada escapando de los malvados eruditos y su aún más malvada líder Jeanine Matthews (interpretada por Kate Winslet) cuya única misión en la vida pareciera ser cazar divergentes. Pero ahora, tiene una excusa: en Abnegación, luego de la “limpieza” que realizan los osados, encuentran escondida una caja con un mensaje de los fundadores de la ciudad que sólo puede abrir alguien que sea lo suficientemente fuerte para pasar las iniciaciones (simulaciones computarizadas) de las cinco facciones, o sea, un divergente. La película termina siendo una seguidilla de persecuciones eternas y peleas mal coreografiadas en las que intentan todo el tiempo transformar a una tibia Tris Prior en una tipa dura y fuerte como Katniss Everdeen (de Los Juegos del Hambre) y no lo logran. Así es como terminamos con una Shaileyne Woodley flaquita pero musculosa que pega y dispara a mansalva pero no termina de ser la heroína que pretende la historia. El argumento de la película es bien flojo (aunque esto se podría adjudicar a la historia en la que se basa), tanto que las dos horas de duración se hacen eternas porque no hay demasiado que contar. Las actuaciones están bien, exceptuando la de Kate Winslet (¡¿por qué aceptó hacer este papel?!) que es forzada y poco creíble y la de Naomi Watts, que interpreta a la madre de Four, líder de los Sin Facción y que tiene el mismo problema que Kate. Todavía no entiendo como dos actrices de tal calibre, sobre todo Winslet, aceptaron involucrarse en este proyecto mediocre. La musicalización es agobiante: en todo momento te dice exactamente cómo te tenés que sentir con respecto a lo que estás mirando. Pero no es completamente mala. Algunas partes son correctas en su realización, como por ejemplo las simulaciones que sufre Tris. Éstas exploran situaciones casi (o del todo) oníricas que si bien se nota que están hechas frente a un croma verde y realizadas en su totalidad de forma digital, están bien logradas y visualmente se disfrutan. En conclusión, Insurgente resulta demasiado larga para la poca historia que cuenta. Si bien es entretenida por partes y las escenografías y vestuarios elegidos lo meten a uno en un mundo distinto y futurista que resultaría interesante de explorar, no es suficiente. La dirección de Robert Schwentke (a quien quizás conozcan de peliculones, nótese la ironía, como RIPD: Policía del Más Allá o Red) deja mucho que desear (como casi todos sus trabajos). Y aunque lo intentó, todavía no llega a tener el nivel de Los Juegos del Hambre. A seguir participando.