Cars 3, de Brian Fee Por Mariana Zabaleta Divertida, emotiva, ¿Que más se puede decir de Cars 3?Acostumbrados ya a las mil secuelas, y las mil remakes, no nos sorprende toparnos nuevamente con los mismos títulos. La pregunta parece ser siempre la misma: ¿hacia falta una más? La nueva entrega se hace deudora de la primera película, quizás desviándose demasiado de los hechos de la segunda entrega. No importa, estamos dispuestos ante una animación que no toma recaudos en hipnotizarnos. La versatilidad que los personajes adoptan es notable, más texturas, más volumen, más movimiento. Aun así Cars 3, quizás por su motivo, no llega a ser el mejor trabajo en el rubro. Si la historia no nos atrapa demasiado podemos ver como las figuras danzan un tanto despegadas del fondo estático. Buen ejercicio resulta el trabajo comparativo de estas dos películas, aquella que por 2006 supo ganarse los corazones de miles de espectadores, y esta nueva entrega que presumo pasara un tanto al olvido. La historia no se complejiza demasiado, donde teníamos al enigmático Doc Hudson ahora tenemos al querido Lightning McQueen. Lejos ya del carácter arrogante y juvenil, McQueen adulto se enfrenta al dilema de ser reemplazado. Nuevos pilotos, con el presuntuoso Jackson Storm a la cabeza, inauguran una nueva camada de corredores que desplazan a los protagonistas hacia la categoría de veteranos. La historia se repite, ¿o quizás nos cuentan la misma historia? Unos cuantos dilemas inundan la pantalla, el rayo atraviesa una crisis existencial. Todo lo que en Doc Hudson era enigma se actualiza en McQueen, y como si fuera poco las respuestas también vienen de la mano de Doc. La ausencia, de dicho personaje, permite que su recuerdo sea único disparador de la acción. Hudson se convierte en hito, guía espiritual de McQueen, que vuelve a internarse en la ¨américa profunda¨ en busca de respuestas. El viaje como búsqueda se lleva gran parte del relato, la respuesta será una revelación: encontrar un nuevo lugar en las pistas vendrá de la mano de un nuevo personaje, Cruz Ramírez. El Rayo ahora es experiencia y sabiduría, todo lo que se necesita para ser un buen entrenador. Solo queda decir que es una pena que sobre el rugir de los motores la firma de Disney sobreimprima una empalagosa banda sonora. Aun así la propuesta funciona, sin innovar en ningún aspecto, la bandera a cuadros estalla en aplausos cuando termina la gran carrera. CARS 3 Cars 3. Estados Unidos, 2017. Dirección: Brian Fee. Guión: Kiel Murray, Bob Peterson y Mike Rich. Voces: Owen Wilson, Cristela Alonzo, Chris Cooper, Nathan Fillion, Daniel Lawrence Whitney, Armie Hammer, Ray Magliozzi, Tony Shalhoub, Bonnie Hunt, Paul Newman. Producción: Kevin Reher. Duración: 109 minutos.
Los globos, de Mariano González Por Mariana Zabaleta Tan cruel como bella, la propuesta de Mariano González no solo lo tiene como protagonista, sino también como director. Opera prima que se evidencia tanto planeada, como sentida, desde hace bastante tiempo. Ningún plano deja nada al azar, bellísimas interpretaciones juegan como figuras en un diorama nostálgico. El río, la espesura de la vegetación y los viajes en auto oxigenan la atmósfera, un conflicto hace denso el ambiente. La paternidad, como dilema existencial, esta retratada fielmente. César debe hacerse cargo de su hijo Alfonso. Sin planearlo, sin quererlo, la precariedad de ser un artesano en una modestísima fábrica de globos complejiza aún más la situación. Mas allá de ciertos aspectos materiales, que la película convoca, como la dificultosa reinserción social y laboral de un ex convicto, es importante destacar una enunciación solapada. Asistimos a una expectación, que por medio de una cámara inquieta, sigue a César en todo momento, bajo luz y sombra. La rutina, el descanso, los placeres y el trabajo. Un retrato cuasi pictórico, deudores del naturalismo y el realismo más rioplatense. Aún así hay algo fundamental que se escapa, el porque de las decisiones, una línea histórica quebrada que no nos deja empatizar del todo con el protagonista. Donde pensamos que hay recuerdo se nos extiende el vacío, cierto aire de enigma se respira. Quizás solo sea la vivencia de ser pequeños, donde las figuras paternales (y maternales) suelen configurarse con zonas oscuras. Solo el tiempo, y las conjeturas, cierran esas elipsis. González lo sabe, o no, pero el relato juega con ello, entregando un homenaje tanto a la paternidad, como a las necesarias aporías de nuestro recuerdo. LOS GLOBOS Los globos. Argentina, 2016. Guión y dirección: Mariano González. Intérpretes: Mariano González, Alfonso González Lesca y Juan Martín Viale. Fotografía: Fernando Lockett. Edición: Santiago Esteves, Delfina Castagnino y Mariano González. Dirección de arte: Julieta Dolinsky. Sonido: Emiliano Biaiñ, Marcos Zoppi. Duración: 65 minutos.
El círculo, de James Ponsoldt Por Mariana Zabaleta Otra película de aplicaciones. Cuando pensábamos que la pesadilla había terminado, estableciéndose como tópico bajo el signo del terror, da su ultimo (y seguramente no definitivo) batacazo. A pesar de un cast de primera figuras, Emma Watson con un año de consagración con La Bella y la Bestia, y Tom Hanks interpretando un papel que parece disfrutar, la película no alcanza a “estallar” en ningún momento. El des-ocultamiento de una opacidad, donde se predicaba transparencia, parece ser el único tópico fuerte de la reflexión nodal sobre las redes sociales. Lejos de los grandes hitos de la literatura, y el cine, que le dan previsibilidad a los motivos de la distopia, esta propuesta no termina presentando ninguna reflexión ni novedad sobre los mismos. Recluidos en un relato que pretende reflexionar de temas macro desde una mirada plenamente subjetivista la “desconexión” es inminente. Ni siquiera el personaje de Mae Holland (Emma Watson) genera una empatía perdurable a lo largo de la película. Con sus problemas, llamativamente contemporáneos, de estar desempleada sin poder canalizar su gran potencial en la tierra de las grandes oportunidades. El fracaso del mercado laboral, idea solapada que tiñe de gris el futuro de las nuevas generaciones, se desvía en la propuesta de las SeeChange, mini cámaras que capturan todo, en todo momento. Si apenas sospechamos que habrá algún momento de acción, radical disposición del cuerpo o la mente a cambiar de perspectiva, nos veremos decepcionados. Ninguna voluntad siquiera se atreve a poner el dedo en la llaga. EL CÍRCULO The Circle. Estados Unidos/Emiratos Árabes, 2017. Dirección: James Ponsoldt. Guión: James Ponsoldt y Dave Eggers. Elenco: Emma Watson, Tom Hanks, Ellar Coltrane, Glenne Headly, Bill Paxton, Karen Gillan, Patton Oswalt, John Boyega, Mamoudou Athie, Eve Gordon. Producción: James Ponsoldt, Gary Goetzman y Anthony Bregman. Distribuidora: Digicine. Duración: 110 minutos.
No toques dos veces, de Caradog W. James Por Mariana Zabaleta Es común asociar las historias catalogadas como “leyendas urbanas” a Estados Unidos. Es cierto que dicho país es un gran productor y distribuidor de estos relatos, en distintos lenguajes siendo el cine uno de los más importantes, pero quizás sea solo una marca de la industria. No toques dos veces nos trae una historia bien conocida por todos, leyendas urbanas que ya son leyendas globales. Lo prohibido suele ser un lugar, que por extraño o abandonado parece esconder un secreto, necesariamente oscuro. La pulsión de adentrarse en él desde muy pequeños esta, ¿Quién no tiene recuerdo de ingresar en un lugar prohibido? Ya sea por aventura, tanto como travesura o provocación. Las leyendas funcionan como precaución, relatos universalmente transmitidos que conectan el presente con lo más antiguo de la civilización. En este caso la lucha entre el bien y el mal se da bajo la insignia de la madre, voluntad protectora que metafísica, y físicamente, batalla contra la oscuridad. Jess (Katee Sackhoff) se sumerge en la aventura de salvar a su maldecida hija Chloe (Lucy Boynton), sumado a que cierta parte de la trama, versa sobre el conflictivo vinculo que puede llegar a tener una madre con su hija. Algo de psicología se cuela a través de la figura de la araña, una madre que supo ser peligrosa busca redención en esta aventura. Más allá de ciertas temáticas, y registros, como pueden ser la presencia de la bruja, el demonio, los momentos de alucinación y sobresaltos, como también el registro semipolicial que hacen de sostén a la trama, es llamativo y cautivador el juego con las figuraciones que la película propone. Jess es artista, creadora de figuras semi-religiosas en arcilla. La vemos acongojarse frente a una madonna irresuelta, en búsqueda del máximo artificio, aquel por el cual el arte engaña a la percepción y entrega la vida a los objetos inanimados. Los planes de la bruja no se alejan de dicho registro, la ilusión como parte de la maldición induce a su víctima-espectador al máximo pavor. Algo de lo que también solemos experimentar en el cine. Todo cierra bajo la red que tiende el diablo, lúdico co-artífice que disfruta pasivamente de ver como los personajes luchan entre la luz y la sombra. NO TOQUES DOS VECES Don’t Knock Twice, Reino Unido, 2016. Dirección: Caradog W. James. Guión: Mark Huckerby y Nick Ostler. Intérpretes: Katee Sackhoff, Lucy Boynton, Richard Mylan, Nick Moran, Jordan Bolger, Ania Marson, Pascale Wilson, Javier Botet, Pooneh Hajimohammadi, Sarah Buckland. Producción: Claire Moorsom y John Giwa-Amu. Duración: 93 minutos.
La red, de Kim Ki-duk Por Mariana Zabaleta El tan esperado regreso de Kim Ki-duk, a los cines argentinos, se concreta con creces. El maestro nos entrega, nuevamente, un episodio inolvidable. El lado oscuro de la humanidad brilla con su eterno y cruel resplandor sobre la gran pantalla. Casi como si fuera una historia antigua, el inicio del relato nos encuentra con un pescador tirando su precaria red sobre las aguas del rio. Un límite natural, entre ambas coreas, se alza como zona de constante conflicto. Las aguas arremolinadas, también estancas, su flora y fauna nada saben de límites. Son sus habitantes, humildes pescadores y pueblerinos, como también ruidosos y apurados citadinos, quienes encarnan la división como principio ideológico. Esta historia habla de una herida, donde Kim Ki-duk ejerce una tensión que desarma, asfixiante como el dolor mismo. Dicho ejercicio desgasta, tanto psicológica como físicamente a los personajes, donde increíbles actuaciones hacen de soporte para semejante empresa. El espectador también se encuentra atrapado, en la red, donde todo lentamente perece. Asistimos al brutal espectáculo, donde el pescador Nam Chul-woo es acusado de “presunto espía comunista”, luego de que un accidente en su bote lo condujera hacia tierras desconocidas. La odisea, de dicho personaje, está marcada bajo el signo de la tragedia. En escala de tensión los escenarios, simples por naturalistas y austeros, ofician de mudos testigos. La interrogación tiene como premisa primera el sometimiento, y en un claro registro kafkiano volvemos a compadecernos del señor K. Atrapado en la rabiosa, y esquizofrénica maquinaria burocrática, solo el retorno al hogar parece ser un posible escape a semejante martirio. Dentro de la red primero se lucha, física y mentalmente, luego la carne cede y solo resta pensar. Se muestra magistral la reflexión sobre antiguas (pero reales) polaridades, entre lo civilizado y lo bárbaro, la novedad y la tradición, etc. Cine verdaderamente político. Cabalgando la aporía de un pueblo que, en un gesto de extrema incorrección y humanismo, se recuerda ancestralmente unido. LA RED Geumul. Corea del Sur, 2016. Guión, fotografía y dirección: Kim Ki-duk. Intérpretes: Ryoo Seung-bum, Lee Won-gun, Kim Young-min y Choi Guy-hwa. Música: Park Young-min. Edición: Park Min-sun. Duración: 114 minutos.
Todo, todo, de Stella Meghie Por Mariana Zabaleta Esta historia quiso mostrarse con la mayor sencillez, y con esto acertó en hacerse patética y grata, no obstante la inverosimilitud de su argumento juega una mala pasada. Madeline sufre una enfermedad que no le permite salir de su casa. La princesa en la fortaleza de cristal resuena sin tapujos, solo la aparición del príncipe pondrá las cosas en crisis. El desarrollo de la relación parece ser lo único interesante de esta propuesta. Los inicios de una relación amorosa en los tiempos del chat, sin voces, solo mensajes de texto que construyen la red amorosa donde estos tiernos adolescentes se ven inmersos. Aun así sin voluntad suficiente como para escapar, la historia se estanca en un melodrama plano e inverosímil. La búsqueda del efecto patémico falla al depender de varias condiciones. A favor tiene una situación de comunicación al cual estamos acostumbrados y bien predispuestos (el cine es nuestro placer), por otro lado una estrategia enunciativa asertiva que nos entrega información sobre la enfermedad de Madeline paulatinamente (lo cual agrega algo de enigma al registro melodramático). Pero lo que se frustra plenamente es el universo de saber compartido, donde debemos aceptar que es posible el aislamiento total de una persona dentro de un barrio residencial estadounidense, sin siquiera sospechar en ninguna monstruosidad. Si falla la persuasión, falla el argumento. Por más que Amandla Stenberg (Madeline) se esfuerce, notoriamente, por trasmitir un personaje completo, la emotividad y empatía pretendida quedan opacadas bajo el sinsentido de un logos mal construido. Todo, todo parece argumentar por la inocencia y la belleza del vivir, el riesgo de ver la muerte como la contracara de la vida. Pero su evidente artificialidad tiñe estas premisas de una monstruosidad tanto cínica como macabra. TODO, TODO Everything, Everything. 2017. Dirección: Stella Meghie. Intérpretes: Amandla Stenberg, Nick Robinson. Guion: J. Mills Goodloe, Nicola Yoon. Duración: 96 minutos.
Noticias de la familia Mars, de Dominik Moll Por Mariana Zabaleta La dualidad del grotesco se hace presente en esta propuesta. La tragedia y la comedia son dos caras que, extrañamente, suelen manifestar una escena naturalista. Dominik Moll logra, con un reparto de actores muy bien dirigido, retratar las peripecias tragicómicas de un padre del siglo XX. Cierta melancolía inunda a Phillipe Mars, la muerte de sus padres, su divorcio y una rutina de oficina que lo arroja continuamente a una postal gris. Conviviendo repentinamente con sus hijos adolescentes, los momentos de desencuentro y tensión dominan las escenas. Sin ser un drama, la naturalidad en que se desarrollan y complejizan estos personajes es un espectáculo digno de ver. Disimiles, dispares, cada uno de los satélites que giran alrededor del Sr.Mars exhiben sus neurosis. Sus hijos: una adolescente obsesionada por el estudio y su hermano, encarnado militante del vegetarianismo. Una experiencia próxima a la muerte arroja al Sr. Mars a un torbellino de aventuras, donde su propio victimario se convierte en su amigo. Jerome (compañero de trabajo de Phillipe) sufre un brote, extrañamente este punto de quiebre es el comienzo de una relación. El absurdo no permite la cristalización de las relaciones en un registro determinado, lo cual convierte a la propuesta en una escena lúdica realmente entretenida. Los gasgs funcionan, bajo un registro que ante las tragedias de la vida postmoderna apuesta por la inocencia y la antigua figura de los padres, eternos fantasmas. Son estas “presencias” quienes suavizan la crueldad de los desencuentros; generaciones en choque que en la superficie muestran sus tensiones. Un redondo final, donde cada personaje encaja perfecto en la escena, deja al espectador (seguramente) enternecido y satisfecho. NOTICIAS DE LA FAMILIA MARS Des nouvelles de la planète Mars. Francia/Bélgica, 2016. Dirección: Dominik Moll. Intérpretes: François Damiens, Vincent Macaigne y Veerle Baetens. Guión: Dominik Moll y Gilles Marchand. Fotografía: Jean-François Hensgens. Música: Adrian Johnston. Duración: 101 minutos.
Nadie nos mira, de Julia Solomonoff La diferencia entre el ser y el estar no es solo una cuestión gramatical. En Nadie nos mira notamos como dicha diferencia encarna el cuerpo y la rutina de un joven actor argentino en Nueva York. Como si fuera necesario, la presentación de dicha ciudad está plagada de micro-relatos en espacios verdes. Grandes parques donde la diversidad, tanto étnica como cultural, presenta un paisaje de niños y niñeras interactuando en múltiples lenguas. El influjo de la globalización parece haber trastornado aquella ciudad dejando apenas rastros de su estilo más conservador, aun así se sigue escuchando el jazz, casi como música diegetica, a orillas del rio Hudson. Nico, interpretado por un maduro Guillermo Pfenning, nos entrega el drama de un duelo. Dejando una relación tormentosa, y prohibida, en Buenos Aires, su destino perfila como actor en el norte del continente. Dicho dolor se define claramente, no solo como una aflicción sentimental, sino más bien un duelo integro: el exilio de quien no puede “ser” en su propio lugar. En un doble movimiento Nico se descarna, de Buenos Aires, y encarna múltiples “papeles” en Nueva York. Protagónicos no convencionales, esos que no se interpretan sobre las tablas, sino más bien sobre un nuevo mapa: una ciudad. Changas, favores tímidamente pagados, modos de ver y hacer que no le son propios y que necesita interpretar para sobrevivir. Cierta idiosincrasia citadina es puesta cómicamente en escena. Los conflictos de ser ilegal y no responder al estereotipo yankee de lo que es, física e ideológicamente, ser latinoamericano. En este aspecto, central a la trama, el guión se muestra algo perezoso. No hay riesgos mayores que dormir incómodamente en un mono ambiente compartido, para un muchacho argentino promedio que quiera subir a la cima de Broadway. Este registro responde a que la base empírica, de la cual surge la trama, son las propias experiencias pasadas, en Nueva York, de la directora Julia Solomonoff (Hermanas, El último verano de la Boyita). Aun así la propuesta es interesante técnicamente, la fotografía y la ejecución de los planos se muestran agradables y muy bien desarrollados. Sin sobresaltos, Nadie nos mira es como una caminata en otoño por el Central Park. NADIE NOS MIRA Nadie nos mira, Argentina/Estados Unidos/España/Brasil/Colombia, 2017: Dirección: Julia Solomonoff. Intérpretes: Guillermo Pfening, Elena Roger, Rafael Ferro, Marco Antonio Caponi, Paola Baldion, Cristina Morrison, Kerri Sohn y Mirella Pascual, Christina Lazaridi, Lucio Bonelli, Sacha Amback, Karen Sztanjberg, Andrés Tambornino. Duración: 102 minutos.
¡Huye!, de Jordan Peele A Jordan Pelee se le filtra la comedia. A sabiendas de que entre los géneros el terror tiene fama de ser difícil, este reconocido actor (y voz) de múltiples personajes de comedia apuesta por una propuesta compleja. Los primeros minutos prometen, pero pronto nos desconectamos al perder la empatía con los personajes. Chris es negro y sensiblemente, lidia con la compleja situación de tener una novia blanca, Roce. Ciertas categorías hacen de sostén resonando en la trama: afroamericano, caucásico, etc. No resulta difícil perder la conexión con la historia, se dificulta la empatía en la lejanía de lo que se entiende por discriminación. La diferencia entre nuestra idiosincrasia y la idiosincrasia yankee pesa y le cuesta caro a la película. Aun así y a pesar de no estar plenamente interiorizados en el tema, la historia se sigue. Tocando una temática de corrección política extrema, como lo son los problemas raciales en EEUU, Pelee por momentos pierde el estribo. Lo que se plantea como un film de terror, roza lo absurdo y confunde continuamente. Hipnosis, cirugías craneales, robo de cuerpos: temáticas del más clásico cine de clase B, que con nostalgia vemos fracasar en la pantalla. La historia norteamericana tiene muchas zonas de conflicto, y la esclavitud afroamericana da tela desde hace rato para las producciones cinematográficas de resonados nombres. Esta propuesta no se aleja de las anteriores, sin poder desembarazarse de lugares comunes a los que arriba el tema. El ario señor siempre encuentra nuevos modos de someter y hacer de su propiedad la fuerza, el cuerpo y el alma de la hermandad negra. Un cast compuesto por caras conocidas, de ciertas series, compone una escena plagada de caricaturas. Ciertamente hay que destacar el trabajo musical que propone la película, único complemento que logra dotar de dinamismo y tensión a las escenas. Sin ningún tipo de incomodidad, ¡Huye! nos expulsa, sin llegar siquiera a ser provocadora. ¡HUYE! Get Out. Estados Unidos, 2017. Guión y dirección: Jordan Peele. Intérpretes: Daniel Kaluuya, Allison Williams, Catherine Keener, Bradley Whitford y Caleb Landry Jones. Fotografía: Toby Oliver. Edición: Gregory Plotkin. Música: Michael Abels. Diseño de producción: Rusty Smith. Duración: 104 minutos.
EL PERIPLO DE LA HEROÍNA La plasticidad de Los Pitufos no parece tener fin. Gestados a fines de la década del 50 estos simpáticos personajes azules pasaron airosos por múltiples soportes: historietas, dibujos animados, películas y videojuegos. Esta nueva entrega, bajo la dirección de Kelly Asbury, refuerza la idea de que la flexibilidad es uno de los adjetivos que más los representan. La animación está dotada de gran colorido y dinamismo, alguno que otro plano subjetivo sumado a los efectos 3D abundan en el inicio de la película. A pesar de que la propuesta hace mucho hincapié en el color parece un poco desprovista de texturas. Aun así la suma de estos elementos visuales es atractiva, sin ser todo el tiempo espectacular, y permite un balance correcto con la historia. La estructura propuesta del guión es llamativa, en un contexto donde la novedad es la norma la nueva entrega de Los Pitufos apuesta por el esquema más antiguo. La estructura narrativa clásica de planteo, desarrollo y conclusión sirve de marco para la formula arcaica del relato épico. El sólido esplendor fantástico del monomito late bajo la figura de Pitufina: la nueva heroína. Como en la mitología sumeria, griega y china, el nacimiento de Pitufina depende de un bloque de arcilla y un Ser superior que le dio vida. En este caso el malvado hechicero Gargamel no deja de pronunciar el trágico destino de la protagonista: nació como instrumento para infiltrarse en la Aldea de los pitufos. El conflicto de identidad se define como tema central y motor de la historia. El inicio, como “llamada” a la aventura esta dado en la tranquilidad y mundanidad de la Aldea. Siempre escoltada por Filósofo, Tontín y Fortachón la aventura comienza en los límites de la Aldea y el Bosque Prohibido. Es allí donde Pitufina tiene el fortuito encuentro con el misterioso ser que oficia de “llamada”. El “cruce del umbral” se plantea explícitamente por medio de un muro gigante que demarca el límite entre la tranquilidad de la Aldea y lo peligroso y desconocido del más allá. Sin saberlo nuestra protagonista ya se ve arrojada al “vientre de la ballena”, una metamorfosis de su personalidad está en puerta y corona la peripecia. La buena fe de Pitufina cumple con la maldición de Gargamel, la trágica heroína pretende advertir de la amenaza y con ello conduce al villano a la virgen aldea de Las Pitufas. En este nuevo paisaje nuestros protagonistas entregan momentos de ternura y risa. Pitufina nuevamente domina la escena asumiendo múltiples pruebas que inician una transformación en su identidad, sumado a ello “el encuentro” con la matriarca recompone la figuración de Papa Pitufo. Finalmente la apoteosis de hace presente, la entrega física, el sacrificio de Pitufina salva a los/las pitufos de la vanidad de Gargamel. La consumada heroína cruza el “umbral del retorno” en una emotiva escena donde la reciente comunidad pitufa se reúne en torno al original y amorfo trozo de arcilla. Esta renovada propuesta mezcla efectivamente el modelo más antiguo con la magia visual de la animación, sumado a una banda sonora que no teme a mezclar hits del pop de las últimas décadas. Este conjunto funciona y entrega el mito de la fundación de una comunidad con todo lo enternecedor y entretenido que ello contiene. LOS PITUFOS EN LA ALDEA PERDIDA Smurfs: The Lost Village. Estados Unidos, 2017. Dirección: Kelly Asbury. Música: Christopher Lennertz. Edición: Bret Marnell. Diseño de producción: Noelle Triaureau. Duración: 89 minutos.