Solar, de Manuel Abramovich Por Mariana Zabaleta El juego de los niños no tiene reglas rígidas, la única ley que impera es la improvisación que surge de la fuente de la imaginación. Jugar a ser otros es adoptar y “copiar” gestos, roles, registros del habla y el hacer. Mucho de ello se encuentra en la actuación, la dirección, el registro activo y, aparentemente objetivo, de la cámara da espacio a estas performances. Solar explota estos recovecos, el adentro y el afuera son simplemente un punto de vista, lo material y lo metafísico son el correlato de las fuerzas en tensión de la puesta. La figura de Flavio Cacobianco parece la excusa, Vengo del sol se presenta como una experiencia familiar. La figura de una madre, fuerte presencia relatora, construye un nicho en la figura de sus hijos. Enigmática, compleja, y por momentos ruda, artífice apóstol señaló y compiló los dichos de sus hijos en el mencionado título. Repercusiones mediáticas de por medio, contemplamos archivo audiovisual que muestra los jóvenes niños siendo interrogados. Un presente nacional complejo, heridas de una comunidad que aun no podían ser tratadas quizás encontraron su consuelo en estos pequeños rostros mesiánicos. No sabemos si Abramovich y Cacobianco se conocen de antemano, lo suponemos y buscamos los indicios en el trato. Al romper con la cuarta pared, la propuesta torna enigmático todo el entorno, la historia de una realización son los relatos de un colectivo: protagonistas y realizadores intercambian roles multiplicando el interés de la puesta. Solo se torna fluida la expectación si permitimos, en pleno uso de confianza, creer en la espontaneidad que se presenta. Nunca olvidamos que es un juego, lo que la cámara registra podrá ser mil historias. SOLAR Solar. Argentina, 2016. Dirección: Manuel Abramovich. Guión: Fernando Krapp, Javier Zevallos, Manuel Abramovich y Flavio Capobianco. Fotografía: Manuel Abramovich y Flavio Capobianco. Edición: Anita Remón. Sonido: Sofía Straface y Julia Castro. Distribuidora: Cinetren. Duración: 76 minutos.
Paula, de Christian Schwochow Por Mariana Zabaleta Tempestad e ímpetu, ¿quién sino para oponerse a la férrea jaula del racionalismo? Paula rebelde genia creadora, como una tormenta arrasa con todo a su paso. El final de semejante tempestad no puede dejar de ser menos trágica. Paula Modersohn Becker fue un vórtice del cambio de siglo. Todo el esplendor de aquella época, vista bien de cerca, tiene su barro. El director Schwochow maneja con gran soltura esta faceta “nocturna” de las vanguardias, conjugándola con una biografía de artista y época que dialogan recíprocamente, mostrando sus trasparencias y opacidades. Los motivos clásicos del casamiento, el romance y la amistad juvenil están presentes, pero solapados con la búsqueda de una identidad única y artística como la de Paula. Tensiones sobre el ser mujer en un campo de hombres están presentes en el relato, el naturalismo con el que son tratados estos temas es una de las mayores virtudes del relato. Estas tensiones parecen presentes en toda época, su resolución ha involucrado instituciones (la sombra del manicomio persigue a Paula durante gran parte del film), pero dos motivos parecen conjugarse como núcleo del drama: la maternidad y el genio creador. El juego con estos dos motivos es la puesta más arriesgada del guion, el centro de una personalidad compleja se debate en la expresión de la creación. Un cuerpo plenamente sensible clama por captar las sombras de la realidad y convertirlas en fulgor. El expresionismo es la pincelada violenta que dispara, sin temor, toda la magnitud del color. Alejada de las academias, las búsquedas de Paula encuentran sus musas en la sórdida y gris vida de los campesinos más pobres. La labor de Carla Juri se destaca, sobre el comienzo el naturalismo de sus gestos confunde, luego entendemos que la interpretación es orgánica a la puesta del personaje, extraña y entrañable mezcla de inocencia y pasión. A lo largo de los 123 minutos que dura el film no dejamos de asombrarnos la excelente puesta en escena, una recreación colorida y plástica que a pesar de su extremo barroquismo fluye con gran soltura en la pantalla. Sin duda titánica empresa que se resuelve con evidente hermosura. PAULA Paula (Alemania/ Francia, 2016). Dirección: Christian Schwochow. Guión: Stefan Kolditz y Stephan Suschke. Elenco: Carla Juri, Albrecht Schuch, Roxane Duran, Joel Basman, Stanley Weber, Michael Abendroth, Bella Bading, Laura Bartels, Guido Beilmann, Vera Lara Beilmann. Producción: Christoph Friedel, Ingelore König y Claudia Steffen. Distribuidora: Mirada Distribution. Duración: 123 minutos.
Volver a empezar, de Bavo Defurne Por Mariana Zabaleta Volvemos al cine, con la esperanza de verla una vez más. Isabelle Huppert nos da siempre el gusto, con una carrera por demás prolífica que ya lleva casi medio siglo. La cámara y Huppert mantienen una relación particular, han sabido conectar y dialogar a lo largo del tiempo construyendo de su imagen el fetiche que más de un director sueña tener. Bavo Defurne conquista a la esfinge, entregándonos una viñeta por demás particular. Folletín rosa, por momentos corona la escena el dorado champagne, así como la vida de Liliane Cheverny (Isabelle Huppert) ex cantante del concurso Eurovisión. Rosa, melancolía de la solitaria rutina que lleva nuestra protagonista, dorado esplendor que llega con la seductora sonrisa del joven Jean (Kevin Azais). Un pasado colmado de pasión y glamour se ve eclipsado por la pérdida de su representante-amor. Solo la fresca voluntad del joven boxeador renueva la carrera ya olvidada de Laura. El romance necesariamente comienza sin temor a mostrar los conflictos y tensiones que ocasiona la diferencia. Este elaborado naturalismo complace y deja espacio para que los interpretes jueguen con sus personajes, obviamente todos gravitando alrededor de la diva. Algo de Dietrich, algo de Garbo, imposible mencionar cuanto de todas aquellas divas del cine dorado confluye en la máscara de Huppert. Defurne lo sabe y sin caer en lugares comunes acompaña y propicia un guion que saca provecho, y rinde homenaje a la actriz. El primer plano de la película resulta maravilloso, el reflejo del espejo muestra la preparación de la máscara, ritual intimo-sagrado al que nunca debemos acceder. El rojo marca el pulso del relato, la máscara esta lista cuando el rojo en los labios hace que los ojos se enciendan. Por momentos el relato parece empastarse, pero nunca falta algún latiguillo cómico para distender y volver a la tensión. El acompañamiento musical por momentos toma protagonismo, las frescas melodías de Pink Martini acompañan los números musicales que completan un sueño secreto de la diva, ser cantante de televisión. VOLVER A EMPEZAR Souvenir. Bélgica, 2016. Dirección: Bavo Defurne. Intérpretes: Isabelle Huppert, Kévin Azaïs, Johan Leysen y Muriel Bersy. Guión: Bavo Defurne, Jacques Boon y Yves Verbraeken. Fotografía: Philippe Guilbert y Virginie Saint-Martin. Música: Thomas M. Lauderdale y Pink Martini. Edición: Sophie Vercruysse. Distribuidora: SBP. Duración: 90 minutos.
Te esperaré, de Alberto Lecchi Por Mariana Zabaleta La esperada nueva película de Alberto Lecchi (la última película del director de Perdido por perdido, El juego de Arcibel y El dedo en la llaga había sido Sola contigo, en 2004), la apuesta sobre una temática necesariamente pendiente, la dictadura cívico militar Argentina es parte de un nosotros que necesita ser contado. El hallazgo de los restos, de victimas de delito de lesa humanidad, es el disparador de esta historia. Entre los múltiples cadáveres se encuentra una pareja, Miguel Creu y su esposa Esther. El misterio inicia la partida de este thriller, en el centro Miguel y Esther son dos siluetas que comienzan a recortarse a través de los dichos de otros personajes. Tensión se alza presente desde el inicio, nuestro héroe Miguel es una especie de Ulises, venido desde tierras lejanas trajo consigo el espíritu de la revolución. Esta vez no habrá regreso, sino más bien reencuentro de una siguiente generación. Su hijo Ariel (Dario Grandinetti) muestra un resquemor extraño ante la aparición de sus padres, este carácter se acentúa ante el hecho de tener que participar como declarante en el juicio contra el coronel Leiva (Hugo Arana). La sombra de la duda se instala otra vez sumando tensión al film. Ariel se muestra inmóvil, arrastrado por los sucesos, inhibido por sentimientos y pensamientos, tensionado por su familia y por un excéntrico investigador español (Juan Echanove), que dedicó su vida a escribir sobre este héroe revolucionario. El guion es interesante, denota dedicación en conectar los sucesos y los personajes, es la dirección de actores la que resta por completo al film. Ello sumado a una puesta fotográfica extremadamente limpia, que rompe continuamente el verosímil. Estas cuestiones subrayan la puesta liviana del relato, la desprotección de los testigos en el juicio, motor de la acción en la última hora, desestima los procesos judiciales y sociales en nuestro país. El pueblo está ausente, solo aparece tibiamente retratado a través de la absurda figura de los albañiles, mandados a hacer por Ariel (arquitecto-patrón). Que picardía, más elogio rotundo a las interpretaciones de Hugo Arana y Jorge Marrale, que construyen personajes pregnantes de discusión. TE ESPERARÉ Te esperaré. Argentina/España, 2017. Dirección: Alberto Lecchi. Guión: Alberto Lecchi y Daniel García Molt. Intérpretes: Darío Grandinetti, Juan Echanove, Inés Estévez, Hugo Arana, Jorge Marrale, Blanca Jara, Juan Grandinetti, Ana Celentano, Luisina Quarleri, Lucas Ferraro. Producción: Alejandro Piñeyro. Distribuidora: Distribution Company. Duración: 90 minutos.
Anida y el circo flotante, de Liliana Romero Por Mariana Zabaleta - Sobre el Rio de la Plata flota un circo, el antiguo puente transbordador duerme como un gigante en el fondo de la escena. Vemos, desde Anida, aquella colosal figura recortarse en el limpio cielo, ocultándose por momentos en la oscuridad de la noche. Melancolía inunda toda la escena, aquello perdido se promete en tierra firme. Como las piernas de la sirena una identidad que se ha prohibido es el motor sentimental de esta propuesta. Los seres del circo han sido retratados en toda la historia del cine, el seno del cinematógrafo fueron aquellas caravanas nómades que contaban historias increíbles. ¿Quiénes eran esos pintorescos visitantes de tierras lejanas? El atractivo estaba en el secreto, aquel que como comunidad borra las huellas del pasado, tanto de los sujetos como de sus historias de vida, confinándolos a la eterna reproducción del “personaje”, aquel que deslumbra al gris público. Anida y el circo flotante expone esta idea con conocimiento de causa. Siempre nos han dicho que las historias para niños encierran moralejas para adultos, este caso no es la excepción ya que bajo la colorida puesta de personajes y escenarios se encuentran múltiples problematizaciones. Quizás por momento este registro pese a la propuesta, que resulta lenta, aletargada por la melancolía. Una historia de amor siempre empieza con la llegada del príncipe, caído del cielo Fígaro revoluciona la anquilosada vida del circo. El amor a primera vista, el amor prohibido, el amor como recuerdo en la imagen o como motor de la búsqueda de sí mismo. Todo ello está presentado en un dinámico despliegue de colores y texturas que componen la imagen. La plasticidad en el movimiento, que solemos reconocer en las animaciones de los grandes estudios, se resigna para dar lugar de protagonismo al color. Coreografías de gamas dan vuelo poético a las escenas, la banda sonora como un sustrato indispensable genera atmosferas que acompañan la paleta de la puesta. Anida y el circo flotante es una constelación de texturas y luces en movimiento, un collage dinámico que da vida a personajes y escenarios entrañables. ANIDA Y EL CIRCO FLOTANTE Anida y el circo flotante. Argentina, 2016. Dirección: Liliana Romero. Guión: Liliana Herrero, Martín Méndez. Intérpretes: Gabriela Bevacqua, Alejandro Parker, Nicolás Scarpino, Fabio Aste, Adrián Navarro. Fotografía: Norman Ruiz. Edición: Norman Ruiz.Distribuidora: Aura Films. Duración: 72 minutos.
El futuro que viene, de Constanza Novick Por Mariana Zabaleta A las chicas nos gusta el melodrama. Su tonalidad exagerada nos entusiasma ante la exasperación ajena. Constanza Novick maneja el género, una puesta que destaca en una estética entrañable de la televisión (Son amores, El sodero de mi vida) se “acomoda” a la pantalla grande con buen resultado. Infancia en los 80s, Romina (Dolores Fonzi) y Florencia (Pilar Gamboa) no recuerdan el momento en que se conocieron, eso no importa. Una amistad que comienza en el juego, el living del departamento fue nuestro boliche-gimnasio-peluquería y todo lo que quisimos por siempre. Compartir todo, el afecto y el desencuentro, hasta el chico que “nos” gusta. Una educación sentimental forjada desde la tierna alteridad difícilmente se quiebra. El futuro que viene invita a presenciar una secuencia, cada viñeta muestra un momento de encuentro y tensión en la amistad de Romina y Florencia. Bajo el signo del phármakon la tonalidad de la relación pasa de la cura al veneno. Se embriagan de recuerdos tiradas en la cama, se pelean y se dicen lo peor, se distancian porque saben que el reencuentro es inminente. Existe la amistad como dualidad contrapuesta y complementaria. Romina, en su carácter apolíneo, proyecta la construcción de una casa para su flamante familia. Florencia intempestiva, dionisiaca, pone tensión y distracción a los planes de Romina. Esta trama, con notas de drama, discurre en una comedia llevadera. Por momentos melancólica y distraída, las actuaciones de Fonzi y Gamboa ponen electricidad a la escena. La relación madre-hija se solapa tímidamente, allí también esta una amiga, más bien una referente. Diferencia y repetición, amiga-madre es un lugar desde donde se ejerce la alteridad, y con el tiempo se descubre (en su ausencia o no) una repetición. Estas instancias están retratadas con elegante simpleza. Romina y Florencia de golpe se encuentran madres, sus hijas se conocen y algo parece surgir nuevamente. Esa extraña y entrañable química que pone en relieve lo mejor de nuestra idiosincrasia. EL FUTURO QUE VIENE El futuro que viene. Argentina, 2017. Guión y dirección: Constanza Novick. Intérpretes: Dolores Fonzi, Pilar Gamboa, Esteban Bigliardi, Jose Manuel Yazpik, Valeria Lois, Flor Dyszel, Charo Dolz Doval, Victoria Parrado, Federico León, Violeta Narvay y Sofía Podlischevsky. Fotografía: Julián Apezteguia. Edición: Rosario Suárez y Gonzalo Del Val. Dirección de arte: Luciana Quartaruolo. Sonido: Catriel Vildosola. Distribuidora: Buena Vista International. Duración: 85 minutos.
El castillo de cristal, de Destin Daniel Cretton Por Mariana Zabaleta Basada en el best seller autobiográfico de Jeannete Walls, escritora y periodista estadounidense, El castillo de cristal resulta una propuesta tediosa y repetitiva hasta el hartazgo. Una estrella regala momentos de eléctrica excentricidad en el manto de sopor, Woddy Harrelson te amamos. El ser liberal e hippie en los Estados Unidos nunca fue una paradoja. Más bien la “tierra de las oportunidades” fue un campo fecundo de experimentación para quienes su expresión era el índice del ejercicio de su real libertad. Jeannete Walls (Brie Larson) describe, en primera persona, como el ejercicio de libertad de sus padres se convirtió, paradójicamente, en una jaula de hierro. El relato que Destin Cretton presenta es un tanto mísero. El disparador y presente de la historia es la presentación del prometido de Brie a su familia. Una serie de flashbacks comienzan a aclarar el porqué de la enigmática rigidez de la protagonista. No hay nostalgia sino más bien una herida abierta, de ella abreva el relato convirtiendo a sus protagonistas en crueles marionetas. Cierta premisa incomoda, esta familia se encuentra en el camino de la miseria y la pobreza solo por convicción, y eso lo hace legítimo. La historia pretende mostrar una familia que transita por múltiples carencias, pero la imagen no muestra ni tímidamente lo que conocemos por ello, alejándonos de cualquier empatía. Papá (Woody Harrelson) es alcohólico y mamá (Naomi Watts) se muestra deprimida, pero a su manera son artistas y ello los redime. Menudo cinismo. La tensión que mantiene el relato se genera en los episodios donde Rex, magníficamente interpretado por Woody Harrelson, despliega una interpretación que aúna un texto poético con su característico gesto frenético. Como Cronos furioso engulla a sus hijos en una carrera estrepitosa. Tamaño apetito excede la historia y “se come la película”. Salud a ello. EL CASTILLO DE CRISTAL The Glass Castle. Estados Unidos, 2017. Dirección: Destin Daniel Cretton. Guión: Destin Daniel Cretton y Andrew Lanham. Intérpretes: Brie Larson, Woody Harrelson, Naomi Watts, Ella Anderson, Chandler Head, Max Greenfield, Josh Caras, Charlie Shotwell, Iain Armitage, Sarah Snook. Producción: Gil Netter y Ken Kao. Distribuidora: BF + Paris Films. Duración: 127 minutos.
Viento salvaje, de Taylor Sheridan Por Mariana Zabaleta solo quien ha visto la verde llanura convertirse en blanco desierto, entiende el sordo silencio del paisaje nevado. La crudeza de este paraíso es la fuente de su belleza. Lejos de la ciudad, donde los hombres pujan el tránsito por las calles, el crimen también se sucede, dejando tras de sí las huellas del misterio. Viento salvaje es una propuesta interesante y efectiva, el Neo-noir contiene el despliegue de personajes alrededor de un misterio: la aparición sin vida de una mujer nativa en la Reserva Indígena Americana. Una peli de detectives fuera de la ciudad parece difícil, pero Taylor Sheridan muestra los dientes entregando un thriller repleto de momentos de acción y misteriosa poesía. Cory Lambert (Jeremy Renner) mira de refilón el blanco horizonte, la dura nostalgia de su rostro dispara preguntas continuas. Acostumbrados a sus interpretaciones dentro de las franquicias de Marvel, Viento salvaje resulta una excelente oportunidad para disfrutar de la versatilidad de dicho interprete. También es interesante ver el trabajo realizado por Elizabeth Olsen, como la agente del FBI encargada del caso. Lo que podría haber generado desbalances se convierte en una dupla fantástica, el guion plantea con efectividad la intervención de ambos personajes destacando sus aspectos más atractivos. La comunidad que vive dentro de la Reserva no oculta el pasado, solo se llama al silencio en un continuo duelo. Hombres recios y mujeres fuertes, la idiosincrasia de dicho pueblo es retratada con complejidad, algo de estereotipo se huele pero lo entrañable y emotivo que resultan ser dichas figuras lo resuelve. Acción en la nieve, pocos han visto semejante potencial, despliegue de velocidad y temeridad. Sumado a un escenario que de por sí ya se muestra hostil, la muerte allí es el final luego de un tormentoso camino de agonía. Cory sabe eso y mucho más, un cazador en esas tierras aprende no solo la escucha y la espera, sino también el respeto ante la ferocidad de la naturaleza. El único punto flojo es una cuestión de matriz, Hollywood parece tener miedo y necesita resaltar que detrás de su propuesta hay una realidad que denunciar. Como si pesara en su ser-entretenimiento el tocar temas que siempre estuvieron presentes en algunos géneros, pero que hoy son tema de agenda publica. Mas allá de eso la propuesta despliega un tratamiento del Neo-noir como pocas películas este ultimo tiempo y con ello el placer de ver cómo trabaja conscientemente los límites del propio género. VIENTO SALVAJE Wind River, Estados Unidos, 2017. Dirección y Guion: Taylor Sheridan. Intérpretes: Kelsey Asbille, Jeremy Renner, Julia Jones, Elizabeth Olsen. Duración: 107 minutos
Valerian y la ciudad de los mil planetas, de Luc Besson Por Mariana Zabaleta El tan esperado regreso de Luc Besson a la gran pantalla por fin se concreta. Veinte años después del estreno de El quinto elemento (1997), nos volvemos a emocionar con un espectacular despliegue de color y formas. Si hay algo que reconocerle plenamente a Besson es la maestría con que maneja los géneros; cinéfilo confeso entiende y mezcla los arquetipos y lugares comunes que los conforman. Valerian inyecta vitalidad a un genero, que con ciertos altibajos, se encuentra en plena decadencia. Tanto Guardianes de la galaxia (2014) como Valerian se montan en este rescate del Space opera, contra un registro gris plano, ligado al melodrama y no tanto a la comedia, que reina en las propuestas de los últimos anos. La historia comienza ubicándonos en el siglo XXVIII, Alpha que supo ser una estación espacial, se convirtió con el paso del tiempo en una gran metrópoli espacial. Nuevamente la ciudad es protagonista del relato, infinito y diverso panal donde los agentes Mayor Valerian (Dane DeHaan) y la Sargento Laureline (Cara Delevigne) nos conducen a la aventura. Las instrucciones de la misión, que funcionara como columna del relato, son dadas luego de presentar el misterioso evento que ocurre tiempo atrás en el planeta Mül. Esta suerte de segundo prologo es uno de los momentos mas hermosos de la película, sin escatimar recursos la propuesta de Besson conmueve por su exquisito diseño: danza conjunta entre la cámara y los personajes, juego de brillos, colores y formas, un espectáculo dinámico, complejo y emocionante. La simpleza con que se muestra la complejidad de un ecosistema funcional es admirable, un trabajo de guion y diseño muy elaborado. Algo terrible sucedió en Mül y el enigma se instaura como segunda columna del relato. Nuestros protagonistas exhiben cuerpos maduros y gestos de niños, sin pudor la dupla se entrega a la fricción del romance, una descarga de pulp en la pantalla para restituir otra modalidad del melodrama bastante perdida. Entregarse a la aventura es inevitable, el ritmo de Valerian funciona fogoneado por un cast de estrellas que aparece el tiempo indicado para el personaje que desarrolla. La participación de Rihanna es entrañable y atractiva, una Lady Marmalade sideral. La confianza que Besson y su equipo tienen en los materiales es evidente, el trabajo de diseño no solo se destaca en la animación, sino que el vestuario, maquillaje, sets y demás elementos en escena son piezas fascinantes que brillan tanto en su individualidad como en juego como en conjunto. Madura confianza en el volumen real y el uso del color. Un riesgo que para Besson nuevamente es acierto, entregando un bacanal para los sentidos. VALERIAN Y LA CIUDAD DE LOS MIL PLANETAS Valerian and the City of a Thousand Planets. Francia, 2017. Dirección y Guion: Luc Besson. Interpretes: Dane DeHaan, Cara Delevigne, Clive Owen, Rihanna, Ethan Hawke, Herbie Hancock. Duración: 137 minutos.
La novia, de Svyatoslav Podgayevskiy Por Mariana Zabaleta En su libro “El cine del diablo”, Jean Epstein asume la aventura de argumentar sobre el carácter demoniaco del cinematógrafo. Poco hizo falta para que la fotografía, como antecesor del cinematógrafo, generara un quiebre ontológico capaz de crear otro “lugar”; un acceso librado a la fantasía entre la vida y la muerte. En sintonía con otras entregas de la cartelera de este año, No toques dos veces y Huye, la propuesta desde Rusia de La novia funciona y supera a sus predecesoras. Una factura técnica de gran nivel genera planos tanto bellos como complejos, compaginando el movimiento, la luz y el sonido en escenas que fluctúan entre el expresionismo y el barroquismo. Desde tierras lejanas nos llega una historia, de las que se cuentan antes de ir a dormir, donde confluyen el rapto de la virgen, los conflictos del príncipe y la participación estelar de la casa, como entidad activa y compleja que enmarca la actuación de una misteriosa, por tradicional, familia rusa. El ritual inicia la cinta, gran despliegue en una puesta en escena convincente que no tarda ni un segundo en atraparnos. La maldición empieza a correr desde el primer momento, y lo que gustaremos en contemplar será el martirio de la virgen. Svyatoslav Padgayevskiy es un gran estudioso del cine norteamericano, por ello algunos guiños técnicos y temáticos no temen en aparecer concretamente a lo largo de toda la película. A pesar de esto la cinta no solo queda en ello, sino que logra reflexionar inteligentemente sobre la ontología de la imagen fotográfica, una idea que el guión necesita por presupuesto y que invita a conectar con ideas y conceptos de la teoría cinematográfica. Un alma que debió “irse” con la muerte se encuentra atrapada entre el dualismo de esos dos mundos. Su portal es un negativo y la única manera de permanecer materialmente implica un ritual familiar y el robo de un cuerpo. La muerte como negativo de la vida permite el fluctuar de los fantasmas, que como ecos resuenan evidenciando un mundo natural que no habíamos podido ver. En la fotografía la naturaleza juega a ser artista, en su factura quedan las huellas de su diabólica entidad. LA NOVIA Nevesta. Rusia, 2017. Dirección y Guión: Svyatoslav Podgayevskiy. Intérpretes: Victoria Agalakova, Vyacheslav Chepurchenko, Aleksandra Rebenok, Igor Khripunov, Natalia Grinshpun, Victor Solovyev, Marina Alhamdan, Miroslava Karpovich, Yevgeny Koryakovsky, Valeriya Dmitrieva. Producción: Vladislav Severtsev, Dmitriy Litvinov y Zaur Bolotaev. Duración: 91 minutos.