En Lulú, Luis Ortega una vez más muestra personajes marginales tal como ya hiciera en Dromómanos; en este caso se enfoca en Ludmila (Ailín Salas) y Lucas (Nahuel Perez Biscayart), una joven pareja que vive en una pequeña casucha en de Parque Thays (Recoleta). Ambos, dentro de sus pequeños universos urbanos, viven y sobreviven como pueden: él recoge desechos y huesos de las carnicerías de la cuidad en un camión conducido por Daniel Melingo -quien también es el responsable de la música del film-, y ella recorre calles y avenidas en una vieja silla de ruedas que supo necesitar en algún momento, pero que ahora utiliza como elemento lúdico, o bien como herramienta para pedir monedas en semáforos. Él carga siempre un arma con balines, que de vez en cuando utiliza para robar, amenazar, o simplemente para divertirse y hacer tiros al aire, mientras baila en distintos lugares de la cuidad. Él habla bastante, dice, niega, ríe y afirma, mientras que ella es más silente y misteriosa, pero a cuenta gotas va dando información sobre como llegó allí, y que dejó atrás. Así Ortega elije expresar una manera peculiar para narrar primero el nacimiento, y luego el agotamiento de un amor que supo ser vertiginoso -como Lucas- pero ahora apenas es la sombra agotadora de ese recuerdo que poco a poco comienza a oxidarse, cual metal de silla de ruedas. Sin embargo, lo que comienza como una gran propuesta, marginal, roquera y sin sentido, lentamente va perdiendo fuerza en el relato, sobre todo hacia la segunda mitad del film, cuando los propios personajes comienzan a evidenciar una carencia de estructura o de identidad que lo lleva a realizar acciones que nada tienen que ver con el planteo inicial que el realizador presentaba. En definitiva, esta película nos habla de libertad, de fragilidad y del dualismo sano/enfermo en un universo pensado como relegado por un director que está bastante lejos de esa realidad, y que en su intento por plasmarlo en la gran pantalla, hace notoria esa falta de naturalidad, (que si se evidenciaba en films de Leonardo Favio, claro inspirador de Lulú) que aquí se aborda de forma torpe.
Oda al amor efímero Ayer por la noche en el marco del BAFICI tuvo su estreno a nivel mundial Los exiliados románticos, la nueva película de Jonás Trueba (Los Ilusos), que también se proyecta hoy en el Festival de Cine de Málaga. Trueba recurre a los ilusos de siempre, es decir, a su grupo de actores fetiche y por ello la trama de Los Exiliados Románticos retoma de cierta forma las situaciones románticas de Vito y Francesco, además se suma Luis, amigo que está aprendiendo francés para el viaje que planean. Así como hace algunos años vimos a estos personajes recorriendo Madrid, filmando y padeciendo; ahora el trío parte a bordo de su camioneta Westfalia -similar a la vista en Little Miss Sunshine pero naranja- a Francia donde recorren Toulouse, Annecy y finalmente Paris. En el camino se suman Renata, amiga y algo más del torpe e inmaduro Francesco y posteriormente Isabelle, antigua pareja de Vito. Ambas muchachas le aportan frescura a un viaje plagado de bellas locaciones, lenguas diferentes -se habla español, italiano, alemán, inglés y francés- confesiones amorosas -algunas fallidas, algunas fructíferas- y sobre todo diálogos y juegos que una y otra vez invocan y refieren al cine, mientras presentan e invitan a la reflexión sobre la posmodernidad, el amor, la adultez y lo efímero de las relaciones veraniegas. Aplausos extra a Trueba por la exquisita introducción de Mirren Iza a la trama, además de las melodías que junto a Tulsa, su banda, encandilan y embellecen aún más este film íntimo y sensible hecho sobre la marcha con pasión, arte y libertad, que termina de consolidar a Jonás como uno de los realizadores españoles más prometedores de su generación.
Ser o no ser…¿rivales? Batman Vs Superman: Dawn of Justice es la primera película que une a ambos personajes en la gran pantalla, además de incluir a otros superhéroes del universo de DC Comics como Wonder Woman, Acquaman, etc. La trama del film dirigido por Zack Snyder (300, Watchmen, Man of Steel) nos presenta a un Bruce Wayne (Ben Affleck) agobiado por los recuerdos acerca de su trágica infancia que causan una angustia que repercute en su presente; presente que se ve enormemente alterado a partir del surgimiento del Dios “Metahumano”, Superman (Henry Cavill). El nuevo encapotado, en su afán por hacer el bien en Metrópolis, paradójicamente causa males y destrozos al alterar e intervenir en los intereses de ciertos villanos de turno; mientras acrecienta su rivalidad con el buen samaritano de Gotham al tener diferencias en cuanto a la concepción y manejo de la justicia. Así, entre tal batalla y el rechazo por gran parte de la sociedad, ambos héroes deberán enfrentar al mal mayor, en forma de plan macabro pergeñado por Lex Luthor (Jesse Eisenberg), pero contarán con nuevas e inesperadas colaboraciones, además del surgimiento de Doomsday, el gran enemigo de Superman, creado para su destrucción. Batman Vs Superman tiene incontables elementos que la hacen interesante, comenzando por la excelente dupla protagónica de Affleck-Cavill, quienes llevan adelante sus roles con buenas interpretaciones. Comentario al margen, ante tantas especulaciones sobre la inclusión de Affleck, sólo puedo decir que quedé más que encantada con su forma de encarnar a Batman, la cual resulta creíble, graciosa y mucho menos solemne y con más incorrección política que a lo que nos tenía acostumbrados Christopher Nolan. Los acompaña una genial Amy Adams encarnando a una fuerte y temeraria Lois Lane, Gal Gagot como Wonder Woman, tal vez el personaje menos aprovechado del film, además de los secundarios Holly Hunter, Jeremy Irons y Diane Lane. De cualquier forma, sería cuestión de pensar si las falencias en los personajes tienen que ver con las actuaciones, con sus construcciones desde el torpe guión o bien con la (inexistente) dirección de actores…pero ese sería un punto para analizar con más detalle a futuro. Un claro ejemplo de (todas) estas falencias es el Lex Luthor de Jesse Eisenberg, un personaje excesivo, exagerado –tanto en sus parlamentos como en la interpretación- que por momento roza lo caricaturesco, pero que termina resultando patético y grotesco. En cuanto a lo técnico y visual, el film de Snyder va a lo grande: hay algunos planos iniciales que realmente son impecables –sobre todo los relacionados a la niñez de Bruce- pero hacia la mitad del film, su afán por lo grandilocuente le juega en contra al reemplazar esos pequeños momentos de sutileza que alguna vez supo tener, por persecuciones y bombardeos constantes –con segmentos en los que el montaje deja mucho que desear-, que terminan por agobiar al espectador. Habrá quienes se disgusten o indignen por ciertas diferencias con los comics, en mi opinión este es un punto que me causa indiferencia porque hay que entender que soportes tan distintos como el gráfico y el audiovisual, merecen y deben tener, abordajes distintos. Más allá de eso, Batman Vs Superman tiene momentos célebres, además de destacables chistes, y una gran forma de introducir a quienes serán los protagonistas tanto como héroes o villanos de las próximas producciones de DC (Suicide Squad, Justice League, entre otras). Definitivamente se trata de un film sin mayores pretensiones que entretener y ser accesible a todos los públicos, sean o no fans de los comics, cuya trama central está muy bien planteada, pero no tan bien resuelta.
T angerine, el nuevo film de Sean Baker se sitúa en Los Ángeles mientras nos presenta a Sin-Dee (Kitana Kiki Rodríguez) y a Alexandra (Mya Taylor), dos amigas transexuales que trabajan en la periferia –para nada glamorosa- de Hollywood. La primera es quisquillosa, habla sin parar y sin ningún tipo de filtro, además acaba de regresar al barrio luego de un mes en prisión. La segunda, su mejor amiga, tiene una personalidad más tranquilla, es bastante callada y hace las veces de acompañante terapéutica encarga de calmar a SinDee. El conflicto se da a partir del regreso a la cuidad, cuando a la protagonista le llega el rumor que su “novio” tiene una nueva conquista (o fish, tal como se menciona en la película). El malestar se acrecienta cuando además se entera que la nueva chica en cuestión no es trans, sino una chica que trabaja en la zona como prostituta. A partir de esta noticia, SinDee pasa todo ese día (un 24 de diciembre) buscando a su pimp/novio y a la muchacha en cuestión para confrontarlos y entender que es lo que está pasando. Por otro lado, Baker nos cuenta la historia de un taxista armenio que pasa todo el día recorriendo la cuidad, y conociendo la historia detrás de cada pasajero, a la vez que intenta encontrar a su amada SinDee luego de enterarse que ésta ha vuelto a la cuidad. Más allá de este aparente amor secreto, el taxista es casado y tiene una hija y una familia política bastante insoportable encabezada por una suegra metiche que le genera muchos problemas. Hasta aquí toda la cuestión argumental de Tangerine, film cuya riqueza va mucho más allá de un puñado de historias y personajes. La película tiene varias particularidades: fue filmada casi en su totalidad con un Iphone 5, detalle que puede resultar menor, pero que sin dudas influye en la producción, por entre otras cosas, permitir abaratar costos sin perder calidad. Por otro lado porque el hecho de utilizar un celular en vez de grandes cámaras o equipos, dota a las actuaciones y a la ambientación general de cierto hiperrealismo y naturalidad, que permiten exponer y evidenciar la intensidad de los vínculos entre los personajes, sin que éstos se noten excesivamente impostados o forzados. En ese sentido, Tangerine se corre del lugar común de exhibir la marginalidad en primer plano y de forma tosca, y prefiere centrarse en el vínculo de amistad entre Alex y SinDee, que si bien tiene sus conflictos, está retratado de una forma real y honesta. No olvidemos que es víspera de Navidad, algo que casi no se menciona y no se evidencia jamás; no hay decoraciones, villancicos ni espíritu navideño; sí hay olvido, abandono y pobreza, pero lo destacable pasa por otro lado. Casi al final de la película una de las amigas arruina su peluca, por lo que la otra gentilmente cede la suya, si bien su cabello y su aspecto físico son lo más preciado –metafórica y literalmente- y aunque no tiene dinero para comprar otra, porque entiende que la riqueza no está en ese objeto, sino en esa imperfecta perfecta amistad. Ese es el mensaje central de Tangerine, ya que más allá de culquier innovación artística, es un film gracioso, sincero y único.
La doble moral 100 Años de perdón, coproducción argentina-española surgida por la fructífera asociación entre Telefé y KyS nos presenta una historia que a priori, parece bastante simple: el robo a un banco de Valencia. El grupo de asaltantes tiene como líderes al Uruguayo (Rodrigo de la Serna) y El Gallego (Luis Tosar), y completan el elenco los argentinos El Loco (el excepcional Joaquín Furriel) y Varela (Luciano Cáceres). El plan parece sencillo e infalible: vaciar las cajas de seguridad y luego huir por los túneles, pero los protagonistas no cuentan con la lluvia torrencial que azota a la cuidad, y que ha obstruido su vía de escape. De esta forma el plan lentamente va complicándose, y los maleantes se ven obligados a plantear una nueva opción, mientras la tensión en el grupo crece, sobre todo entre los líderes de la banda. Además, un giro en la trama de 100 Años de perdón nos permite conocer el contenido de una de las cajas y entender que incluso las altas clases políticas españolas están involucradas en el robo. Así, Daniel Calparsoro pareciera querer decirnos algo más, algo que desde el título mismo del film está implícito: los verdaderos villanos no necesariamente son ni se visten como asaltantes, sino que tal vez son bancarios, profesionales o más precisamente, políticos. Confeccionada como un producto masivo, y un impresionante despliege de producción, 100 Años de perdón da como resultado un film entretenido (aunque con resoluciones bastante obvias) , con actuaciones correctas -quien más se destaca es el virtuoso De la Serna-, pero sin demasiadas pretensiones más.
Hombre de ninguna parte Pantanal, la segunda película de Andrew Sala, pero primera dirigida en solitario, es una road movie que nos va mostrando diferentes escenarios y locaciones de Sudamérica, pasando por Argentina, Paraguay y finalmente, Brasil. La trama nos presenta a un hombre (Leonardo Murúa) que huye de la cuidad con un bolso, del que luego nos enteraremos que está lleno de dinero. ¿De dónde salió ese bolso? ¿Hacia donde va el hombre? ¿Por qué? ¿De qué huye? ¿Ese dinero es para él, o debe entregarlo a alguien? Serán algunas de las preguntas que nos hagamos. En el transcurso del film nos enteraremos que hay una deuda impaga, además de cierto conflicto familiar, y algunas otras razones más que generan angustia en el protagonista. Por otro lado, la película ofrece una segunda historia, a tono de falso documental con testimonios y dichos de personas que comentan haberse cruzado al protagonista en cuestión, generando así cierta frescura en el relato pseudo policial que se va creando, pero también, cayendo en la repetición innecesaria. Pantanal resulta atrapante para cualquier espectador, ya que maneja muy bien la intriga acerca de la huida del protagonista, y los motivos que la causan. Además, las locaciones elegidas y los personajes secundarios que van apareciendo a medida que el film avanza, brindan aún mayor belleza y naturalidad en un film que tiene bastantes similitudes con lo que alguna vez se llamó Nuevo Cine Argentino.
Cuestiones de género La chica danesa, el nuevo film dirigido por Tom Hooper (El discurso del rey, Los miserables), nos presenta a Eddie Redmayne (La teoría del todo) encarnando a Einar Wegener (Lili Elbe), un pintor danés con considerable reconocimiento dentro del circuito artístico que hacia los años ´20 comenzó un proceso de cambio de sexo, ya que sentía que si bien había nacido como hombre, su personalidad respondía más a una identidad femenina. Basada en una historia real, y en la novela del mismo nombre de David Ebershoff, La chica danesa nos muestra además la relación del artista con Gerda Wegener (aquí interpretada por Alicia Vikander), su esposa y también pintora, quien indirectamente lleva a Einar a reflexionar sobre su identidad. ¿Cómo ocurre esto? Simplemente porque Gerda se encuentra realizando un cuadro sobre una bailarina, que un día se ausenta, por lo que acude a la ayuda de su marido para que modele un vestido y unos zapatos. A partir de esta pequeña sustitución, la pareja comienza un juego en el que cada vez que él se disfraza, es llamado Lili. Sin embargo, el inconveniente sobreviene cuando Gerda se da cuenta que la situación sobrepasa a su esposo, y que ya no se trata de un juego, sino de un conflicto interno que lo agobia y angustia cada vez más. Con las dificultades obvias de la época, y además por tratarse del primer caso de cambio de sexo conocido en el mundo, los obstáculos que Lili debe atravesar van desde lo moral, pasando por distintos tipos de maltratos, hasta intentos de manicomización forzada, o diagnósticos patológicos precoces que en vez de comprender el padecimiento y necesidad de cambio del protagonista, caían en la estigmatización. Sin mencionar los conflictos internos que se presentan también en Gerda, quien adquiere fama por retratar a Lili, pero que a la vez, desea recuperar a su esposo y a lo que supo ser un matrimonio feliz. El único punto flojo de La chica danesa, en mi opinión, recae en la elección del director de recurrir a cierta superficialidad a la hora de retratar los distintos momentos y cambios por los que pasa Einar, desde su negación y vergüenza, hasta la decisión del cambio de sexo mediante intervenciones quirúrgicas. Pareciera que para Hooper, el momento que Einar/Lili atraviesa tiene que ver sólo con lo estético, y con el uso de vestidos y sedas, más que con una cuestión de verdadera identidad de género. De esta forma, la postura que el film adopta pareciera apuntar más a un intento por agradar al espectador pudoroso, que a reflejar el desgarro y malestar que invade a los protagonistas, además de las vejaciones que éstos sufren. Con actuaciones fascinantes, la dupla Redmayne-Vikander, brinda una propuesta interesante sobre los vaivenes que el matrimonio sufre, hasta llegar a admitir que es necesario el cambio, a pesar de que signifique la separación. Aquí lo que prima es el amor y acompañamiento mutuo, más allá de cualquier circunstancia.
Miseria constante Alejandro González Iñárritu basó –muy libremente- El renacido en la novela The Revenant: A Novel of Revenge, de Michael Punke, generando así, su primer film de época. En El Renacido, Iñárritu nos presenta a Hugh Glass (Leonardo DiCaprio), explorador que hacía el año 1820 guió varias expediciones a lo largo de Estados Unidos con el objetivo de cazar animales y posteriormente, comercializar sus pieles. El personaje de Glass es presentado como alguien callado, reservado y misterioso, alrededor del cual se tejen diferentes mitos, entre ellos, que asesinó a un soldado. Lo acompañan más exploradores y cazadores, entre ellos John Fitzgerald (Tom Hardy), quien desde un primer momento y mediante decenas de diálogos –sabemos que la sutileza no es una virtud que Iñárritu tenga- es presentado como su gran adversario. Más allá de las amenazas y constantes ataques de indios nativos (Pawnee y Arikara, entre otros), el clima del grupo explorador vira cuando Glass es atacado ferozmente por un oso, quedando prácticamente muerto y abandonado por su grupo de cazadores. Desde este momento, el explorador atraviesa innumerables sufrimientos, dolores, y miserias con un único objetivo: la venganza. Sin embargo, la película no es mucho más que eso: sufrimiento, sangre, y el constante renacer de Glass, con dos escenas puntuales que, de nuevo, al querer mostrarse desde un comienzo como simbólicas y representativas de ese renacer, terminan siendo burdamente alegóricas, porque tal como su pedantería lo requiere, Iñárritu siempre tiene que ser quien nos explicite todo y esclarezca cualquier posible intento de interpretación personal. Esto se repite hacia la segunda hora del film, que nos presenta diversos flashbacks en torno al concepto de resiliencia, aparejándolo con la metáfora del tronco del árbol y su fortaleza, pero donde nuevamente, todo es abordado en la más literal de las formas. En El renacido, Iñárritu trata de imitar/homenajear a varios realizadores: hay claras similitudes con The New World (2005) de Terrence Malick, o referencias varias al cine de Werner Herzog, pero no es consciente de sus limitaciones tanto visuales, como narrativas. Lo visual busca ser magnánimo –y lo logra- gracias a la increíble labor de Emmanuel Lubezki, pero en lo narrativo notamos desde el comienzo las fallas de un guión rudimentario, que no sabe muy bien que desea expresar, pero si sabe que necesita del exceso: exceso de simbolismos, de corrección política, y de escenas que exhiban una y otra vez lo villanesco de Hardy y lo persistente de Glass, quien en un momento de lo más descolocado, encuentra en un indio una figura de padre protector un poco –demasiado-forzada. Más allá de eso, es innegable el magnífico trabajo y esfuerzo, tanto actoral como físico de Leonardo Di Caprio –recordemos que el largometraje se filmó en escenarios naturales y que su proceso tuvo varios inconvenientes, accidentes, renuncias de equipo técnico, etc, etc – y del resto del elenco, excepto tal vez Tom Hardy, que brinda una performance ultra sobreactuada. En síntesis, con El renacido Iñárritu logra una vez más dividir aguas: están quienes lo amen, y quienes lo odien, pero resulta difícil permanecer indiferente ante este film, que si se hubiera enfocado más en lo contemplativo de la narración, y menos en lo narcisista de su realizador, sería muchísimo más interesante.
¿Quién es quién? Los 8 más odiados (The Hateful Eight), el octavo film de Quentin Tarantino –tal como se presenta en los créditos de apertura- se ubica dentro del género western, pero además incluye, sobre todo hacia la segunda mitad de la película, muchísimos elementos del gore. La trama que el realizador nos presenta es bastante simple: John “El Verdugo” Ruth (Kurt Russell) debe llevar a la criminal Daisy Domergue (Jennifer Jason Leigh) hacia Red Rock, un pueblo cercano donde será ejecutada, ergo, el cobrará la recompensa por su cabeza. Sin embargo, el primer conflicto llega cuando una terrible tormenta de nieve azota al estado de Wyoming, por lo que la diligencia donde estos personajes se transportan, da transporte y refugio en primer lugar al comandante Marquis Warren (Samuel L. Jackson), un célebre cazarecompensas, y en segundo lugar a Chris Mannix (Walton Goggins), un antiguo rebelde que dice ser el nuevo sheriff del pueblo en cuestión. 3tfS0ZC85iTRSG7duKaJtKInSF_jwe4MVLtyjz1kz5s El segundo y gran conflicto surge con la segunda hora del film ya comenzada, y tiene lugar en la pequeña mercería/posada de Minnie, donde el cuarteto inicial queda “atrapado” a raíz de la nieve junto a otras cuatro personas. Así, el elenco se completa con: Bob (Demian Bichir), quien al parecer está a cargo del negocio mientras Minnie se encuentra de viaje; Oswaldo Mobray (Tim Roth), verdugo de Red Rock; el vaquero Joe Gage (Michael Madsen) y el General Confederado Sanford Smithers (Bruce Dern). Ante tantos personajes y situaciones inesperadas, John Ruth comienza a sospechar que uno de estos cuatro hombres –o tal vez dos, o tres, o todos- está mintiendo y no es quien dice ser, en pos de ocultar su verdadera intención: liberar a la prisionera Domergue. De esta forma, el desarrollo más dramático del film tiene lugar entre estas cuatro paredes –por lo que a Tarantino se le criticó el hecho de filmar en 70mm Panavision con pantalla 2.76, ya que al utilizar prácticamente esta única locación, a partir de la mitad del film, el recurso se luce poco y nada- mientras los personajes desconfían unos de otros, a medida que la tensión y el peligro de muerte crecen. A partir de estas situaciones, el film se torna más “teatral” ya que casi todos los personajes esbozan largos parlamentos, que se suceden entre interrogatorios, demostraciones de identidad y batallas sangrientas dignas del gore más extremo. The-Hateful-Eight-Quentin-Tarantino-70mm-700x465 Sin bien la trama de Los 8 más odiados es intensa, también se dilata excesivamente –tengamos en cuenta que el film dura 167 minutos en la versión digital, y 187 minutos en la versión en 70mm-, generando aburrimiento en más de una ocasión, y logrando que la tensión hacia el final decrezca en vez de aumentar. Más allá de estos puntos negativos, lo más destacable de Los 8 más odiados resulta la maravillosa fotografía –las panorámicas del comienzo son alucinantes-, la banda sonora a cargo del gran Enio Morricone, y la actuación de la dupla inicial Russell-Leigh, además del gran protagonista Samuel L. Jackson. El resto del elenco complementa bien, pero hay algunas elecciones actorales sumamente desaprovechadas – sí, hablo de vos Michael Madsen- que algunos no terminamos de entender. En mi opinión personal, este film no está a la altura de la calidad cinematográfica que Quentin Tarantino suele brindarnos, y desde el vamos pareciera tratarse de un reciclaje de tramas que toma muchos elementos de Inglourious Basterds (2009), y de la reciente Django Unchained (2012). Sin embargo, ésta resulta una producción fascinante de ver, sobre todo al analizar los momentos de gore que logran la risa y complicidad del espectador, algo que este realizador maneja con una virtuosidad envidiable.
Los héroes de la navidad Navidad con los Cooper (Love the Coopers, 2015) es una típica película para ver en familia o en pareja en épocas navideñas. ¿Por qué? Bueno, tal como el título en español indica, el film narra las desventuras de los Cooper en vísperas de una festividad que intenta reunir a cuatro generaciones de familiares en casa de Charlotte (Diane Keaton) y Sam Cooper (John Goodman), un matrimonio desde hace cuatro décadas, que planea divorciarse. Sin embargo no todo resulta tan alegre como se espera, ya que cada uno de los asistentes, incluídos los anfitriones, oculta algo, todo esto con la intención de tener la perfecta cena de nochebuena que mamá Charlotte sueña. Completan el elenco el abuelo Bucky (Alan Arkin), la tía Emma (Marisa Tomei), los nietos de Bucky: Eleanor (la siempre encantadora Olivia Wilde) y Hank (Ed Helms), y los tres hijos de éste, además de algunos personajes por fuera del seno familiar. Sin bien el film está plagado de clichés tales como las separaciones, engaños amorosos, fracasos laborales, o despertares sexuales, Navidad con los Cooper resulta una simpática película de temporada acotada, que conoce sus limitaciones -la principal es la previsibilidad- pero que a pesar de ellas, genera momentos de comedia y por qué no, de reflexión. Como dato de color, la película cuenta con Steve Martin como narrador, quien gracias a su voz característica, potencia aún más las intenciones dramáticas y de enredos que el guión de Steven Rogers persigue.