Los Ángeles del fin del mundo Este es el Fin es un delirio maravilloso en primer lugar porque en este film todo el mundo se interpreta a sí mismo, y luego porque…bueno porque con este grupo de actores de la comedia americana actual, la risa y la diversión tienen un sello garantizado. Ahora… en mi opinión, es la mejor entrega de este grupo de actores que están todos juntos, siempre. Seth Rogen (codirector y protagonista) comienza el film yendo al aeropuerto de Los Ángeles a buscar a Jay Baruchel, actor algo menos conocido y amigo de Rogen desde antes que éste obtenga la fama. El anfitrión invita a Baruchel a una fiesta en la casa de su amigo James Franco donde habrá muchas celebrities del momento pero Jay que odia ese estilo de vida y a esos personajes, se niega. Rogen finalmente luego de varios intentos lo convence y cuando llegan a la fiesta se encuentran con personajes como el exageradamente simpático Jonah Hill, Craig Robinson, Aziz Ansari, Rihanna, Danny Mc Bride, el mismo Franco y más. A pesar de esto, Jay se sigue sintiendo incómodo mientras la fiesta y la diversión de los demás va aumentando. En ese momento tiene lugar lo que parece ser un violento terremoto que se lleva puestos de la manera más cruenta imaginable a casi todas las celebridades, excepto a Paul Rudd que no estaba en la fiesta, pero pasaba por el lugar. ¿El resultado? Baruchel, Rogen, Franco, Hill y Robinson logran sobrevivir dentro de la muy fortificada casa de Franco, pero pronto allí se darán cuenta que no tienen muchos víveres para sobrevivir (ya que un invitado inesperado devora todo lo que encuentra) y que el terremoto no es tal: se trata del mismísimo Apocalipsis. El fin del mundo llegó y sólo se salvarán los valientes de buen corazón. ¿De buen corazón en Los Ángeles? Si, parece un chiste, como toda la película pero este será uno de los pocos temas “serios” que se abordan en el film de Evan Goldberg. La exageración de los lujos y la comodidad de los famosos remite un poco a Tropic Thunder, pero donde la entrega de Ben Stiller falla, en This is the End sobresale. Una auto-parodia donde los protagonistas quedan como pequeños niños inútiles que no saben enfrentar las dificultades de la vida, y el egoísmo prevalece ante todo. Pero, quién los puede culpar, es el fin del mundo. El humor que atraviesa toda la película roza lo adolescente y es bastante repetitivo en sí mismo y en relación a producciones anteriores que contaron con Rogen, pero no por eso es menos genial. Lo único criticable es que las escenas que exhiben la persecución de demonios y parodian las catástrofes se extienden demasiado, aburriendo un poco al espectador que sólo espera oír nuevos chistes y ver como los refugiados pelean por quien se queda con la única revista porno que encontraron para masturbarse. Drogas, alcohol, rock and POP, cameos extremadamente desopilantes dentro de los que destaco el de un irreconocible Michael Cera – la rompe toda – y una agresivísima Emma “Hermione” Watson. Bastante humor escatológico, monstruos gigantescos, delirios narrativos, efectos visuales que sorprenden (!) además de múltiples referencias al cine de terror, y a la comedia negra a pura adrenalina. Si te digo todo esto, garpás el fin del mundo con ellos… ahora, cuando lo ves, preferís tomarte el 60 y terminar en un pozo interminable. Una persona que maneja un arma como James Franco es una invitación a terminar como el gato de Satán. Todo eso tiene Este es el Fin, que si bien no será la mejor película del año, sí será la más disfrutable e ideal para ver con amigos en una noche de situación de estupefacientes, rock, fútbol y sala de ensayo, además nos dará uno de los finales más originales de los últimos tiempos que nos hace caer un poco más simpático a un grupo de Teen Pop siempre detestado (en nuestra infancia).
Yo no sé que me han hecho tus ojos rojos Si hay algo que sabemos de Verónica Chen (Vagón Fumador, Agua) es que le gusta innovar y traernos cintas que para bien o para mal siempre causan impacto en el espectador. El tercer largometraje de ficción de esta directora logra combinar thriller, drama, animé e incluso elementos del gore en una trama no convencional que a la vez está atravesada por la xenofobia que hay en nuestra sociedad, y por la crisis de identidad que invade a la protagonista. Chen nos presenta la historia de Ana (Haien Qiu), una muchacha de origen chino que trabaja dentro de un organismo estatal como inspectora de higiene, pero quien además no habla el idioma chino, cuestión que le genera muchos problemas y discriminación dentro de su comunidad. Así transcurre sus días mientras se pregunta por su identidad y maneja como puede su vida sentimental hasta que descubre un asunto turbio: la policía Argentina está altamente vinculada a la mafia china, hecho que hace tambalear a Ana quien hace todo por descubrir la verdad. En ese camino a la verdad, comienza a ser perseguida y su vida va a correr peligro, quedando como única opción escapar de la cuidad y llegar hasta un campo pseudo abandonado plagado de violentos conejos carnívoros genéticamente alterados. Dese este momento podemos ver como los recursos del animé comienzan a explotarse mayormente de forma acertada, aunque a veces también innecesario ya que genera confusión en el espectador. En una segunda lectura me permito inferir que el fin de esto, era generar reflexión y relacionar la expansión de esta práctica de dudosa ética con la expansión de la mafia, china en este caso, y de la corrupción que amenaza con devorar nuestro mundo contemporáneo. Ambas tramas, la de la mafia y la que involucra a los conejos se irán uniendo, para desembocar en un desenlace que no defraudará y nos generará una sensación inquietante por sus tintes esotéricos. En síntesis, a primera vista el afiche de la película nos “vende” a una heroína, pero al ver el film confirmamos que no, la Mujer Conejo aquí no tiene que ver con eso, sino con rasgos difusos, inclasificables que la tornan a ella y a su historia aún más misteriosas y atrapantes dentro de un guión que no escatima en la rareza y lo extravagante. Sin embargo, las cualidades actorales no hacen que el film sea totalmente convincente, sumado a una narrativa que si bien genera un clima de intriga constante, por momentos cae debido a cuestiones de diálogo. A pesar de esto, Chen una vez más nos trae un film excepcional que abunda en creatividad para tocar varios de los grandes temas humanos: la identidad, la corrupción y la discriminación.
La realidad inunda las relaciones Esta co-producción uruguaya-mexicana-holandesa-alemana se centra en la historia de Alberto (Néstor Guzzini),un padre recientemente divorciado, que en vacaciones de verano decide ir unos días a un complejo turístico en las Termas de Arapey, cerca de Salto, donde nada sale como estaba planeado con sus hijos: el pequeño Fede y Lucía, una joven en pleno comienzo de la adolescencia. Pero ¿Qué pasa cuando los hijos reniegan de los continuos intentos de acercamiento que el progenitor propone? Cuándo la constante comparación mediante la fórmula “Mamá lo hace de esta forma…” no da lugar a la chance de diversión? Ni hablar de cuando todas las actividades programadas deben modificarse porque el cielo se tiñe de negro, las piscinas están cerradas, y la lluvia no quiere irse, y la familia se encuentra atrapada en un pueblo sin nada que hacer, y sin nada de que hablar. El resultado? Tanta agua. Hay tanta agua en este panorama, tanta agua que imposibilita, tanta agua que obnubila el diálogo, el inevitable crecimiento, la verdad…En su ópera prima, Ana Guevara y Leticia Jorge si bien abordan todos estos temas, lo hacen desde la reflexión y no caen en el lugar común del dilema y la angustia agobiante por el crecimiento y los celos; sino que lo hacen desde el humor que se rie de lo patetico pero que a la vez resulta querible e incluye al espectador como uno más dentro de esa dinámica disfuncional familiar que atraviesa distintos momentos donde cada personaje va tomando protagonismo. Por un lado vemos al padre intentando vincularse con una camarera del lugar, Fede haciendo un nuevo amigo dentro del complejo donde se hospedan: y la hija adolescente haciendo una amiga, comenzando a conocer chicos, fumar, salir a bailar y por supuesto, a desilusionarse con ese nuevo universo adolescente que se le presenta y la rebalsa. La dirección de arte es maravillosa ya que logra transportarnos a ese universo donde pareciera que el tiempo se detuvo en un pasado setentoso y nostálgico que logramos percibir a la perfección gracias a las excelentes actuaciones entre las que merece una mención especial Malú Chouza, la joven actriz que interpreta a Lucía y que resulta la verdadera protagonista de esta ópera prima. Un gran plus es la canción de Pixies (Stormy Weather) en los créditos de cierre, que le dan aún más perfección a este film.
La comunidad hechicera inferpecta Me declaro fan de obras maestras como La comunidad, El día de la bestia y Crimen Ferpecto, pero lo cierto es que hace tiempo que Alex de la Iglesia me tiene desencantada porque siento que si bien es un virtuoso del humor bizarro, su gran defecto es el exceso; el no saber donde parar y extender una película innecesariamente cuando si se concluyera en menos minutos, tal vez produciría un efecto más atrapante e ingeniosamente equilibrado en el espectador. Precisamente esto fue lo que no ocurrió con Las brujas (2013), película por la que apostaba fuertemente para ver una nueva forma de abordar el tiempo y la narrativa en esta superproducción, que nunca llegó. A poco de iniciar el film, vemos como un grupo de estatuas vivientes y personajes infantiles disfrazados que trabajan en la plaza de Madrid entran a un local de Compro Oro en la Puerta del sol a cometer un atraco. La pandilla será torpemente comandada por José (Hugo Silva), un padre separado disfrazado de Jesús, quien es el autor intelectual y material del robo al que asiste con su hijo Sergio de diez años. A Jesús lo respaldan Tony (Mario Casas) vestido como soldadito verde, un hombre sin cabeza, la ratoncita Minnie y hasta un Bob Esponja que será el blanco de todas las balas policiales cuando el asalto se complique. Una vez que los ladronzuelos y el pequeño en cuestión logren huir de la zona con la ayuda de Manuel (Jaime Ordóñez), un desafortunado taxista que pasaba por la escena del crimen; tendrán como objetivo llegar a Francia una vez que logren atravesar el pueblo de Zugarramurdi, sector históricamente conocido como hogar de la hechicería y los aquelarres donde se encontrarán con Maritxu (Terele Pávez), Graciana (la aquí mal aprovechada Carmen Maura) y la joven y sexy Eva (Carolina Bang), tres brujas que disfrutan del canibalismo, y harán hasta lo imposible para atraerlos a sus hogares. Es a partir de allí, con la inclusión de las brujas en la trama y la posterior aparición en escena de la ex esposa de José, que el film de Alex de la Iglesia abandonará la bizarreada, el humor y la intriga de la primera media hora inicial para dirigirse a un desarrollo y desenlace largo, tedioso repleto de peleas que no aportan nada a la narrativa y que se abordan con efectos especiales que de especiales tienen poco, humor negro que roza lo grotesco pero cuyo real problema es su inclusión totalmente descontextualizada, elementos todos que eventualmente confluyen para dar como resultado un final carente del frenesí e ingenio que este director suele presentarnos. En síntesis, los pequeños conflictos que tuve con este film, paulatinamente devinieron molestias al punto de hacerme bostezar y cabecear al ver que los minutos avanzaban mientras la narrativa se estancaba. Lo que primero tenia que ver con fascinación y desconcierto por el universo femenino, se tornó en odio desmedido, misoginia y desprecio al punto de tomar a las mujeres como los agentes responsable de los males del mundo, teniendo en la ex esposa de José su exponente mayor. A todo esto se suma el hecho de los diálogos inentendibles por momentos, ya que el argot particular local es utilizado constantemente y al quedarnos afuera de ese código por la falta de subtítulos por más que se trate de una película hispanoparlante, algo del dramatismo se pierde. Un parráfo aparten merecen los inmensos Carlos Areces y Santiago Segura, que con su travestismo producen algunas de las mejores y más escasas escenas de todo el largometraje. Por otro lado lo que me parece altamente destacable es el nivel entre sutil y observable que el director incluye sobre cuestiones políticas sobre la España actual; y en particular la crisis económica local y mundial, que además se manifiesta en el rostro de una de las brujas, reconocida como la mandataria alemana Angela Merkel. Esta sutileza le da un tono exquisito al film que si bien me dejo una sensación agridulce, recomiendo ver y divertirse en medio de los enredos policiales y hechiceros que se nos proponen.
El vestido de la muerte roja Mucho se dijo cuando se anunció la producción de esta nueva versión de Carrie, pero algo que sabíamos de antemano era que esta remake no podría generar el mismo efecto que lo hizo la versión original de 1976 que contaba con Brian De Palma como director, y que además fuera la primera adaptación cinematográfica de una novela de Stephen King. Que Kimberly Peirce fuera la encargada de la dirección inicialmente daba cierta ilusión de garantía, ya que al contar con Boys don´t cry (1999) en su haber, pensamos que podría retratar correctamente los conflictos de esta joven que se debate entre el bien y sus impulsos destructivos, manteniendo el espíritu original de la novela, pero en mi opinión, nada de esto ocurre. La historia del film es conocida por todos; Carrie White aquí interpretada por Chloe Grace Moretz (a quien ya vimos en 500 days of Summer, Kick Ass 1 y 2, Dark Shadows y más) es una adolescente cuya madre (Julianne Moore), una fánatica religiosa la crió impartiendo temor hacia Dios y haciendo los máximos y más patológicos esfuerzos por alejar a su hija del pecado original. Como consecuencia de eso, Carrie adopta una personalidad muy retraída que no se integra ni es integrada al grupo escolar donde es tomada como el blanco de todas las bromas pesadas, que luego de varios episodios crueles y mediante los poderes telekinéticos que esta joven posee, darán pasó a la venganza final. Una de las fallas en esta nueva Carrie en mi opinión reside en el hecho de que los personajes, todos ellos, carecen de zonas ambiguas; los buenos son buenos, los malos muy malo y los condescendientes lo serán todo el tiempo. Kimberly Peirce plantea un universo sin matices grises que sí nos presentó De Palma en los 70s y que permitía sostener el clima de suspenso y jugar con la moral efímera de los personajes en todo el largometraje, algo que aquí no ocurre. En la versión de Peirce además está la cuestión de las actuaciones ya que si bien Moretz y Moore son actrices que no defraudan nunca, no van más allá y no logran trasmitir al público lo que supuestamente están padeciendo, ya sea tormento, sed de mal, o búsqueda de redención. De hecho, la nueva Carrie White se luce más en su rol de niña ingenua perturbada y sometida que cuando debe enfrentar e iniciar la destrucción y matanza masiva. Sus arranques de ira parecen más acordes a los conflictos de una teenager de película de MTV que al gran personaje que King supo crear, pero éste es también el ambiente que todo el film trasmite y que si bien entretiene, no hace más que eso.
El maestro de la imagen Dice la leyenda, o los críticos de cine de de gran trayectoria, que Wong Kar-wai concibió este proyecto en nuestras tierras allá por la época en que se hallaba rodando Happy Together; y vio en un puesto de revistas, una que ostentaba el rosto de Bruce Lee en su portada. A partir de eso se preguntó por ese personaje, ya fallecido que aún seguía vigente en diversos lugares del planeta. Su nueva producción se centra en la figura de Ip Man (Tony Leung, actor fetiche del director que ya ha brillado junto a el en Con Ánimo de Amar) un maestro del kung fu que unificó dos vertientes distintas de las artes marciales y más tarde alcanzó fama mundial por haber sido el maestro de Bruce Lee en sus primeros años. Con este puntapié inicial, y luego de una década y media, WKW nos trae El Arte de la Guerra (Yi dai zong shi), título que en un primer momento consideré desacertado pero que luego de ver el film, comprendí y acepté como incluso más preciso que The Grandmaster, ya que El arte de la guerra está lejos de presentarnos como único protagonista a Ip Man. De hecho los mejores momentos de la película tienen como guerrera protagónica a Gong Er (la inmensamente bella y talentosa Ziyi Zhang a quien ya vimos en El tigre y el dragón), quien debe combatir para recuperar el honor y legado familiar. Con la meticulocidad obsesiva que lo caracteriza y que lo acerca aún más a las artes marciales, WKW nos da como resultado un film visualmente perfecto, sin embargo, el sentido global de la historia y la narrativa van perdiendo fuerza con el correr de los minutos. Llega un punto donde a nosotros como espectadores hacemos tanto foco en las escenas de batalla y guerra por su belleza visual, los planos detalles que quedarán en nuestras retinas aún mucho después de concluir el film, o su ya conocido recurso de ralentización de cámara; que la historia queda totalmente en segundo plano. Tal vez un motivo de esta inconsistencia tenga que ver con la supresión de escenas, personajes que no terminar de encuadrarse, confusiones históricas, o ambientación musical que justamente “hace ruido” en ese escenario espacio temporal particular en el que no nos terminamos de mover a gusto, como si hacíamos en In The Mood for Love donde esta fragmentación acompañaba y enaltecía aún más la belleza del relato, hecho que ocurría tal vez en aquella ocasión por centrarse en menos personajes. Sin embargo, la dupla director-actor fetiche brillan en esta película inmensamente más visual que narrativa donde El arte de la guerra se presenta como una verdadera celebración de arte visual, marcial, y coreográfico además de una reflexión sobre el amor y las pérdidas a las que nuestro querido director nos tiene acostumbrados.
La insoportable banalidad del ser y del parecer Este nuevo largometraje de Sofia Coppola está basado en hechos reales que se conocieron a partir de un artículo publicado en 2010 en la revista Vanity Fair, bajo el nombre “Los sospechosos usaban Louboutins” que puede leer aquí. En la película se describen las aventuras de un grupo de amigos del Valle de San Fernando que casi como un juego o un acto de osadía entre 2008 y 2009 comenzaron a robar joyas, ropa y artículos de lujo en las mansiones de las celebrities. Adoro la fama comienza por el final, mostrando un presente donde éstos jóvenes son juzgados en un tribunal, y va alternando con momentos del pasado que muestran como comenzaron los robos que en total sumaron más de tres millones de dólares en sustracciones. En el film además se combinan imágenes de webs dedicadas a la vida de estas stars que por su elegancia y glamour, la pandilla de jóvenes ladronzuelos quiere imitar (Paris Hilton, Megan Fox, Rachel Bilson y Lindsay Lohan son algunas de las víctimas), con fotografías de artículos de diarios, y reconstrucciones de los saqueos que perpetuaron. Entre medio de un desfile incesante de marcas como Louis Vuitton, Hermès, Channel, Manolo Blahnik, que obnubilan a estas jovencitas, Coppola expone un universo donde la indiferencia paterna, la permisión absoluta y los excesos nocturnos contituyen la vida cotidiana de este pequeño grupo. Por momentos el expectador podrá sentirse dentro de una gran publicidad lujosa donde el exhibicionismo es la regla principal de este grupo consumista, pero además en Adoro la Fama, podemos hacer una rápida lectura de la frivolidad adolescente que empapa a Los Ángeles. Sin embargo, Coppola retoma temáticas habituales en su corta pero interesante trayectoria en lo que a relaciones humanas se refiere: la falta de identidad personal, el descubrimiento de uno mismo, la vida a la deriva como una incógnita, y la soledad familiar. A pesar de estos elementos que podrían haberse desarrollado y enriquecido la trama; el trato es superficial y banal, cercano a una mirada condescendiente que roza lo infantil, lo ingenuo y sobretodo lo repetitivo sin aportar demasiado más a esta producción que no escatima en lujos, pero sí en juicios de valor.
El juego en los límites La ópera prima de Guillermo Pfening surge a partir de un corto del mismo nombre, realizado en 2004. En ambas producciones se muestra la relación entre el actor de la familia, y su hermano catorce meses menor, Caíto quien padece una deficiencia muscular. Guillermo abandona el pueblo de nacimiento y emigra a Buenos Aires para desarrollar su carrera actoral, mientras que Cai, como lo llaman sus allegados, permanece en Córdoba donde kinesiólogos y demás profesionales lo asisten diariamente. Sin embargo, un día el mayor de los hijos regresa con la idea doblar la apuesta de ese corto inicial, y ambos se embarcan en el proceso de ese deseo conjunto: filmar una película. Al inicio la película da la ilusión de presentarse como un simple documental donde vemos a Luis “Caiío” Pfening, el protagonista, contando en primera persona las especificidades de su distrofia muscular, enfermedad que se empezó a hacer más presente durante la infancia de Caíto. Lejos de lo que muchos pueden pensar, si bien la discapacidad se nombra y se acepta desde un comienzo, no se utiliza como recurso emotivo y no se permite caer en lugares comunes, ya que no se plantean limitaciones sino deseos: tal vez el gran y máximo deseo de Luis, será como luego revelará Guillermo, en relación a la paternidad. Desde ese momento, en la cabeza del director se empieza a plantear la opción de alternar documental y ficción en la filmación para contar la historia de su hermano menor. Es así como veremos convivir tanto escenas de ensayo de guión, como de de pre-producción, backstage, elección de actores y de personajes típicos de Marcos Juárez, localidad de donde los Pfening son oriundos, y donde transcurre prácticamente toda la filmación, ya que el documental es sobre y a partir de la ficción. En el relato ficcional Caíto ama profundamente a Zuzuki, su supuesta novia, y con quien disfruta paseos en su cuatrimotor, a la vez que se reúne con amigos y familiares y niños del barrio para compartir asados, guitarreadas y tardes de pileta donde los límites se desdibujan, y nuestro protagonista puede ser libre de obstáculos. En síntesis, podríamos decir que Caíto es una película dentro de otra película, pero no…es mucho más que eso. Caíto además de ser una belleza visual, narrativa y técnica, es la muestra real de que el amor, (fraternal en este caso) todo lo puede…Si lo sé, es un cliché decir esto, pero realmente el mensaje que este largometraje transmite es ese: el amor es el motor real y simbólico que vehiculiza al deseo, y nunca mejor dicho que esta ocasión. Los Pfening con su pelicular y mínima historia se permiten jugar a partir de la excusa de un límite muscular, que en realidad aquí no es tal, sino que incluso permite experimentar con el cine y a través de él rompiendo convenciones de género, y apelando a la espontaneidad de la emoción, al compartir con nosotros 70 minutos de una verdadera enseñanza sobre el amor filiar logrando como resultado un GRAN y maravilloso film que no teme conmover al espectador.